Fecha de beatificación: 26 de junio de 2011, bajo el pontificado de S.S. Benedicto XVI
De origen humilde, ya que su familia es pobre y numerosa. Su padre tiene un pequeño negocio revendiendo cereales y vive en un modesto apartamento en Milán, en el distrito de Brera, allí es donde el 1 de febrero de 1747 nace Serafino. Dado que desea ser sacerdote pero carece del dinero para pagar los estudios, los jesuitas lo acogen gratuitamente en el colegio de Brera.
Aceleradamente, como se acostumbraba entonces, este chico humilde, sencillo y fiel a sus compromisos va realizando las distintas etapas de su formación sacerdotal: a los 13 años recibe la sotana, a los 14 la tonsura, a los 16 las dos primeras órdenes menores. A los 18 años, para pagar sus estudios, trabaja de acólito en la Catedral: por diez libras al mes, por la mañana presta servicio al altar y por la tarde estudia teología. Así por casi ocho años, siempre fiel, puntual, cortés y sonriente.
A los 24 años recibió las restantes órdenes menores y dos años más tarde, una sorpresa, le hacen concursar por Chiuso, en Lecco, una pequeña parroquia que en esos tiempos tenía 185 habitantes y a la que nadie aspira. Ganó el concurso, pero aun no es sacerdote, por lo que en un mes recibió el subdiaconado, el diaconado y la ordenación sacerdotal y al día siguiente ya está establecido en Chiuso, donde permanecerá por 49 años, es decir, hasta su muerte.
Fue su deseo permanecer allí, ya que cuando le ofrecen parroquias más importantes o cargos más honorables, él siempre indicaba que prefería seguir siendo tan sólo "el buen cura de Chiuso", parroquia de la que no se apartará jamás. Testigos presenciales certificaron las largas horas que permanecía de rodillas en la iglesia parroquial y las interminables que permanecía en el confesionario para recibir a los penitentes. Obviamente no sólo los suyos, sino también los que acudían de todo Lecco y zonas vecinas.
En Chiuso –como ocurría también en Ars- se hacen largas colas para confesarse con el "beato Serafino", como le llamaban sus contemporáneos, Morazzone tan sólo se considera un pobre pecador, infinitamente necesitado de la misericordia de Dios y las oraciones de los demás. Sus oraciones obtienen milagros, pero él no se da cuenta, pero él no se da cuenta, ocupado tratando de no descuidar a ni uno solo de sus feligreses. Si alguien está enfermo lo va a visitar en la tarde o por la noche, si no podía hacerlo de día, y así todos los días, hasta cuando se curan o cierran para siempre los ojos. Sus visitas no tan sólo eran para llevarles el consuelo de la religión sino que incluso los mejores alimentos y todo aquello que le es regalado lo reparte entre los pobres y enfermos, incluso llega a regalar su colchón, comodidad de la que prescindió durante mucho tiempo porque nadie se dio cuenta de aquel gesto de caridad.
A los más pequeños, además del catecismo, les enseña a leer y contar, en una especie de escuela que abrió en la casa parroquial, tal vez por recordar lo que él mismo tuvo que luchar cuando de niño quería estudiar.
Murió el 13 de abril de 1822.
Publicar un comentario