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Por: . | Fuente: testigosdelaredencion.blogspot.com

Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En Cuenca, España, Beatos José Javier Gorosterratzu y cinco compañeros de la Congregación del Santísimo Redentor asesinados por odio a la fe ( 1936-1938)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Integran el grupo: José Javier Gorosterratzu Jauranena, Ciriaco Olarte Pérez de Mendiguren, Miguel Goñi Áriz, Julián Pozo Ruiz de Samaniego, Víctor (Victoriano) Calvo Lozano y Pedro Romero Espejo



Superando dificultades para cumplir la voluntad de Dios

El 28 de abril de 1871 a las 16,30 hs. en Pancorbo, a Cirilo Romero y a Paula Espejo les había nacido un hijo varón. Al día siguiente, en el que el Martirologio señalaba la memoria de San Pedro Mártir y Papa, fue llevado a la Iglesia y bautizado, dándole por nombre los de Pedro y Prudencio. Cirilo era de un pueblecito cercano a Briviesca (Burgos) llamado Vileña; tenía por oficio tratante de cerdos. Paula era del mismo Pancorbo (Burgos) y se dedicaba a las tareas domésticas. El hogar tenía en el pueblo de ser extremadamente caritativo, pues tanto Cirilo como Paula eran muy caritativos con los pobres y necesitados: si algún mendigo pasaba por el pueblo lo enviaban a la casa de Cirilo a pasar la noche. Otra de las características del hogar fue la piedad; los padres inculcaron a Pedro, desde muy niño, el respeto a las cosas de Dios.

Pedro fue creciendo en ese hogar, en el que tuvo que superar numerosas pruebas. La primera de éstas fue la enfermedad, pues durante la infancia fue muy enfermizo, no creyendo nadie que llegaría a la edad adulta. Otra dificultad que tuvieron que sortear la familia fue el destierro: cuando Pedro contaba con 4 años, la familia fue expulsada de Pancorbo por tener un tío paterno carlista; durante unos 7 meses tuvieron que refugiarse en el País Vasco, en pleno frente de batalla.

A partir de los 6 años comenzó a ir a la escuela, teniendo facilidad para el aprendizaje. Aunque era algo pícaro y travieso, se aplicó al estudio. A esa edad recibió el Sacramento de la Confirmación en la Iglesia Parroquial de San Nicolás de Bari de Pancorbo el día 9 ó 10 de septiembre de 1877 de manos del Arzobispo de Burgos D. Anastasio Rodrigo Justo. Comenzó a sentirse muy inclinado a la piedad: “Tenía gusto en ir a la iglesia para aprender las cosas que había el párroco u otro sacerdote determinado enseñarnos a los niños”.

Comulgó por primera vez a los 9 u 10 años; a partir de esa fecha, se confesaba unas 4 u 5 veces al año y ayudaba a misa todos los días. Por aquellos días los Redentoristas, recién instalados en El Espino, dieron una misión en Pancorbo, y esto infundió en el corazón de Pedro el deseo de ser algún día otro misionero como aquellos. Y aunque desde pequeño albergó un deseo por la vida eclesiástica, poco a poco, este se fue incrementando y orientando hacia la vida religiosa. Pero las cosas no iban a ser fáciles; dos obstáculos se interpondría entre los deseos y la consecución de estos: su excesiva timidez y la pobreza familiar. Y así fue como después de escuchar la llamada al sacerdocio y ayudado por el párroco, anduvo su padre viendo donde podía estudiar. Para prepararse a para su ingreso en el seminario, cuando cumplió los 13 años fue a aprender la gramática latina con un profesor durante un año y medio.

Pero la pobreza era un obstáculo; por eso decidieron que hiciera la carrera corta o que entrara en un convento. Parece que Pedro se inclinaba por esto último, así que el Sr. Cirilo se puso mano a la obra para buscar qué religiosos lo acogían: Sagrados Corazones de Miranda, Jesuitas de Oña, otros religiosos… pero todo eran obstáculos. Así que casi desistió. Pero Pedro, sintiéndose llamado a la vida religiosa y empujado por el mal carácter que de vez en cuando aparecía en su padre, resolvió irse de casa. El Sr. Cirilo, viendo el estado de las cosas y la testarudez de su hijo por ser religioso, hizo el último intento; y esta vez consiguió que se resolvieran todas las dificultades yendo personalmente a El Espino, un Colegio Seminario que los Redentoristas habían iniciado en el cercano pueblo de Santa Gadea del Cid (Burgos) el 16 de julio de 1882 y donde había algunos otros jóvenes de Pancorvo; convenció al R.P. Charrot, Director del Espino, para que acogiese a su hijo a mitad del curso.

Su testarudez por ser religioso motivó para que su padre resolviera todas las dificultades. Tenía 14 años y 10 meses cuando ingresó a mitad de curso, el domingo 21 de febrero de 1886, después de haber confesado y comulgado en su pueblo. En el Espino, como ya tenía nociones de latín, fue incorporado al 2º curso; terminó los años preparatorios en 3 años y medio. Durante este tiempo fue un seminarista normal, que cumplía el reglamento.

Vida como misionero

Tenía 18 años y 4 meses cuando salió del Espino y fue a Nava del Rey (Valladolid) para hacer el Noviciado, donde llegó el 22 de agosto de 1889. Después de un tiempo de preparación para el año de probación, vistió el hábito redentorista el 22 de septiembre de 1889,. Con el cual comenzó el Noviciado bajo la dirección del P. José Chavatte. Profesó como Redentorista el 24 de septiembre de 1890. Continuó su preparación para el presbiterado en Astorga (León), donde después terminados estos estudios sacerdotales, se ordenó de sacerdote el 29 de febrero de 1896.

Para estrenar su ministerio sacerdotal es destinado a Nava del Rey, de donde a las pocas semanas sale en dirección al Perpetuo Socorro de Madrid. El 9 de mayo de 1997 comienza el 2º Noviciado en en la madrileña casa Pontificia de San Miguel, dirigido por el P. Otmaro Allet. Terminado éste, en noviembre del mismo año es destinado a San Juan de los Reyes de Granada, en el Albaicín. En 1899 pasó a Astorga (León) como Misionero; esta época será la de más actividad misionera, participando en un centenar de misiones. En 1911 deja Astorga y va a San Miguel de Madrid; en 1913 a El Espino y al año siguiente a lo encontramos en Granada en la recién bendecida Iglesia-Santuario del Perpetuo Socorro. Allí disfrutará de la nueva residencia comunitaria aneja al Santuario. Además del culto de la Iglesia, muy floreciente, de las misiones, aquí va a ser consultor del Superior, el P. Yañez y del P. Ruiz Abad. Y con este cargo de Consultor pasa a Cuenca en 1921, manteniéndose en el cargo hasta el final de su vida.

Por su carácter tímido y severo, no le fue bien en su tarea de misionero, y se dedicó a predicaciones esporádicas en fiestas, en la confesión, retiros a religiosas, a cuidar el culto en la iglesia de los redentoristas y al cultivo de la vida interior, como si de un monje se tratara. No le fue fácil asumir sus limitaciones, pero su espíritu sobrenatural y ascético le ayudo para ello.

Un condiscípulo y compañero, el P. Lorenzo González, nos deja de él este retrato: “Del P. Pedro Romero, ¿qué le diré? Convivimos juntos como jovenistas, como estudiantes y dos o tres años como Padres y misioneros. El mejor elogio que se puede hacer de él es decir que el P. Pedro Romero fue siempre el P. Pedro Romero. Serio de jovenista, serio de novicio, serio de estudiante, serio de Padre y misionero... Religioso observantísimo de la Regla, amantísimo de la pobreza, vigilantísimo en el trato con las mujeres. Jamás se le oyó hablar mal de un cohermano…. Consigo fue siempre muy austero”. El P. José Machiñena, que fue su Provincial algún tiempo nos lo describe así: “muy buen Religioso, muy rezador, muy serio en su porte y muy rígido (esclavo de la letra de la Regla) en el trato con las personas.” Destacó en “su amor a la oración y en su amor a la santa pobreza (siempre quería lo más pobre), muy amigo del recogimiento”.

Su tarea como misionero en Cuenca, “se dedicaba al culto de la iglesia y a dar ejercicios a Religiosas, desempañando estos ministerios bien. Su carácter era tímido; y resultaba escrupuloso en su proceder… Tenía mucho confesionario” donde solía repetir a los que acudían a él “no somos ángeles, no somos ángeles”.

Misionero en medio de la persecución religiosa

El P. Pedro Romero abandonó el convento el 19 de julio de 1936 a la fuerza y por mandato del superior. Se refugió en el Asilo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, con el P. Pedrosa, superior de la Comunidad y el H. Clemente. En el Asilo era un anciano más y estaba contento, porque podía seguir su vida de convento: celebraba la eucaristía y predicaba a diario a las religiosas, rezaba su breviario, ejercía el apostolado entre los ancianos y de vez en cuando salía a la calle a ejercer el ministerio y hacer el bien por la ciudad. En una de estas salidas corrió peligro de perder la vida en manos de los milicianos. En el asilo estuvo hasta agosto de 1937, en que tuvo que irse por haber quedado este en manos de un Comité de la CNT.

 Cuando salió del Asilo se refugió en casa de Doña Bienvenida Herráez, en la calle de San Miguel, donde le ofreció un cuarto oscuro en el que además de vivir, confesaba a cuantos se acercaban; allí estuvo hasta que, denunciado por la suegra de ésta que tenía una enfermedad mental, tuvo que presentarse en el Gobierno Civil a declarar. En el Gobierno Civil dieron orden de que fuera incluido en la asistencia social. Ingresó en Beneficencia, pero, no pudiendo aguantar las blasfemias y las burlas; salió de allí y vivió como un mendigo por las calles de la ciudad.

Por las calles de Cuenca fue un auténtico Misionero; vivía mendigando el pan. Atendía a enfermos, confesaba a unos u otros. Celebraba la Eucaristía por las casas; siempre que se le llamaba para administrar sacramentos acudía sin tardanza. Todo el mundo sabía que era religioso. Muchos le conocían personalmente. No se recataba de llevar al descubierto el breviario, el rosario y el crucifijo a la vista de todos. Rezaba por los parques, vivía de la limosna. Asistió en la hora de la muerte a la madre del Vicario General, D. Trifón Beltrán, quien no tardará éste en pagarle el favor.

Pero este tenor de vida no podía prolongarse mucho. Su organismo de anciano no podía resistirlo. Por algún tiempo iba a dormir en la llamada Posada de Ruperto, en la Puerta de Valencia, donde dormía en la cuadra. Algunas familias piadosas de Cuenca le ofrecían algo caliente, lo único que él admitía. Rehusó cuantos ofrecimientos le hicieron de recogerlo familias amigas primero y después sus cohermanos redentoristas. No quería comprometerlos complicarle la vida a nadie y, además, así estaba más libre para ejercer el apostolado. Rechazó también una oferta para salir de Cuenca por no dejar abandonada y sin sacerdotes aquella ciudad en la que había pasado un tiempo considerable de su vida. Pero cada día se sentía más agotado y cansado ya de aquella vida y resquebrajada su salud, llegó a pensar en la cárcel como un beneficio.

En el libro de registro de la Prisión Provincial de Cuenca (Causa General de Cuenca, Leg. 675, Exp. 2, Fol. 26, nº 1316) nos ofrece el dato de que ingresó en la Cárcel con fecha de 6 de junio de 1938. Ante la comida que les daban consistente sobre todo en lentejas, solía decir con chiste: “a mí unas chuletillas me harían muy bien”. Allí encontró un verdadero ángel tutelar en la persona del joven Gabriel Lozano, sacristán de Rubielos; él nos ha dejado en una carta lo que pudo contemplar:

“El año 1938, …, llegó el Padre Romero a la Prisión de las Descalzas con una blusa oscura, el paraguas, una bolsa con ropa, una manta, sus libros, dos o tres crucifijos, rosario grande y chico, y con los ojos bañados en lágrimas, que corrían hasta el suelo; en seguida me precipité para saludarle y consolarle en su profunda amargura, y me correspondió al punto con una agradable sonrisa, tranquilizándose mucho; le invité a mi departamento, con el fin de asistirle en cuanto pudiera, pero como éramos cuarenta los que allí pernoctábamos, dijo prefería un sitio aislado; y, en efecto, lo trasladé a una habitación que nadie ocupaba; le preparé una cama en el mullido suelo, un saco con paja, dos mantas y la suya, con la bolsa de ropa para almohada, para que descansara y le ofrecí algún alimento; dijo que sería mejor después; pero me fui a buscar un vaso de leche y se la di y pasé la tarde con él para distraemos y darle ánimos; y en este y otro ratos estuvimos hablando ... Como la comida que daban en la cárcel le sentaba mal, tuve que pedir limosna a señores muy pudientes, como don Julio Izquierdo, Jefe Ingeniero de Montes; don Rafael Ripollés, Arquitecto de la casa Real; don Trifón Beltrán, Vicario capitular; don Ramón Melgarejo, Marqués de Melgarejo; don José Echevarría, don Felipe Quintero, médico dentista, y otros, que les llevaban comida de fuera; pero como habían sido despojados de todo, vivían de la caridad; pero para lo poquísimo que tomaba el Padre Romero no faltó. Todo el día lo pasaba en fervorosa oración, ya con el rosario, ya con el Kempis, que me prestaba, ya con el rezo del breviario y con mucha meditación. También oía algunas confesiones y daba muy buenos y provechosos consejos. Yo de cuando en cuando le mullía la cama, lavaba, fregaba, etc. Fue acometido de disentería; mucho padeció en estos días y estas noches, pero sin dejar su profunda oración; y ya tuvo tal debilidad, que los servicios se los hacía yo ... Un día o dos pude asistirle; cuando volví era un cuadro triste y compasivo; lo cubría una plaga de moscas en aquel ambiente infecto; su aspecto era lo más alarmante y casi agónico: pude notar que hacía algunas jaculatorias. Yo le pregunté:

- ¿Cómo se encuentra, Padre?

- Ya lo ves - me respondió.

Hice por levantarlo; con esfuerzo se puso en pie, y envuelto en una manta y apoyado sobre mí, lo llevé a un cuarto solitario donde lo lavé de pies a cabeza, lo mudé y vestí, y como yo iba teniendo buena fama en la prisión, me dispuse a pedir utensilio para el Padre: conseguí habitación decente, cama, colchón, almohada, sábanas; después de acostado abrió los brazos indicándome que me acercara y me dio un abrazo prolongado y fuerte con repetidos ¡Dios se lo pague! ¡Dios se lo pague!

Salí por la prisión a pedir alimentos; me dieron leche, huevos, azúcar, café y de todo; pidió el crucifijo y el rosario; tomó alimento y rezando el rosario se durmió; después tuve que quitar las sábanas y poner otras y parte de la ropa interior; mejoró y llegó a levantarse para hacer sus devociones; en estos días llegó la notificación de su libertad y se puso muy contento diciendo que se iba; pero se la anularon, causándole honda pena; pero de nada se quejaba; finalmente se le presentó la enterocolitis ... Yo lavando de día y de noche; él no dejaba el rosario y el crucifijo; ya no tomaba alimento; sólo repetía: ´¡Agua fresca! ¡Agua fresca! Jesús, José y María!´. Como ya no podía quedar solo y yo estaba rendido, le hizo compañía por las noches un Padre agustino de Zamora, llamado Padre José; un paisano mío de Rubielos y don Trifón. Viéndole tan grave, le dije yo: Padre, ¿se acuerda de Dios, de la Virgen, de la otra vida y de la cuenta que hemos de dar a Dios? Y me respondió, con los ojos fijos en el crucifijo que tenía en las manos: ¡Cómo no; habiéndolo predicado toda la vida a los demás! … entró en la agonía. Llamé a don Trifón, que le leyó la recomendación del alma; le pusieron dos inyecciones de aceite alcanforado ... Levantó los brazos y, conociendo yo su deseo me acerqué a él; me abrazó fuertemente y así expiró en breves momentos. Esto fue por la noche; le amortajamos entre el Padre agustino, Luciano Checa y yo, y lo velamos. Al día siguiente los señores antes mencionados me dijeron que encargase caja por cuenta de ellos ... Cuando vinieron por el difunto me dieron permiso para acompañarle hasta la vía pública.

El Hermano Lozano”

Según la partida de defunción “falleció en la Prisión Provincial el día cuatro del actual [julio], a las ocho horas y treinta minutos, a consecuencia de enteritis tuberculosa según resulta de la certificación facultativa y reconocimiento practicado” (Cf. Partida de Defunción Pedro Romero: Registro Civil de Cuenca, Secc. 3ª, T. 44 Folio 300. Nº 599). Aunque no fue asesinado, el desenlace de su vida fue reconocido por el Tribunal eclesiástico como martirial y así lo ha confirmado el Congreso de Teólogos celebrado en la Sagrada Congregación de las Causas de los Santos el día 11 de junio de 2011.

S.S. Benedicto XVI firmó el 20 de diciembre de 2012 el decreto con el cual se reconoce el martirio del Siervo de Dios José Javier Gorosterratzu y sus cinco compañeros de la Congregación del Santísimo Redentor.

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Por: . | Fuente: Vatican.va

Fundadora

Martirologio Romano: En Roma, tránsito de santa Úrsula (Julia) Ledóchowska, virgen, que fundó el Instituto de Religiosas Ursulinas del Sagrado Corazón de Jesús Agonizante, y afrontó fatigosos viajes a través de Polonia, Escandinavia, Finlandia y Rusia ( 1939).

Breve Biografía

Nació el 17 de abril de 1865 en Loosdorf (Austria), segunda de nueve hijos. Su madre, de nacionalidad suiza, descendía de una familia noble; su padre procedía de la antigua y noble familia polaca Ledóchowski, en la que destacaron hombres de Estado, militares, eclesiásticos y personas consagradas. Creció en un clima familiar lleno de amor y exigente. María Teresa, su hermana mayor, fundadora de las Misioneras de San Pedro Claver (Hermanas Claverianas), conocida como "madre de África", fue beatificada por el Papa Pablo VI en el año 1975; su hermano Vladimiro, un año menor que ella, fue superior general de la Compañía de Jesús de 1915 a 1942. Otro de sus hermanos, Ignacio, general del ejército polaco, murió asesinado por los nazis en el campo de concentración de Dora-Nordhausen, el año 1945.

En 1883 la familia se trasladó de Austria a Polonia. Tres años después, Julia entró en el convento de las Ursulinas de Cracovia. Durante la profesión religiosa, emitida en 1889, tomó el nombre de María Úrsula de Jesús. Destacó por su amor al Señor, su talento educativo y su sensibilidad ante las necesidades de los jóvenes en las difíciles circunstancias sociales, políticas y morales de su tiempo. En 1904 fue elegida superiora del convento de Cracovia. En ese tiempo emprendió valientes iniciativas apostólicas. Abrió un internado para jóvenes universitarias -el primero en Polonia-, donde las muchachas no sólo pudieran encontrar un lugar seguro, sino también una sólida formación religiosa: les organizaba la Congregación mariana y cursos para profundizar la visión cristiana de la vida, dirigidos por eminentes teólogos.

Convencida de la necesidad de cambiar las Constituciones según las nuevas necesidades pastorales, se dirigió a Roma en 1907. En una audiencia, propuso al Papa Pío X realizar su trabajo apostólico en el corazón de la Rusia hostil a la Iglesia. Con la bendición del Vicario de Cristo, ese mismo año, al concluir su cargo de superiora del convento de Cracovia, acompañada de otra religiosa, ambas vestidas de civil, pues la vida religiosa estaba prohibida en ese país, partió hacia San Petersburgo.

Las religiosas vivían en la clandestinidad y, aunque eran vigiladas continuamente por la policía secreta, realizaban una intensa labor educativa y de formación religiosa, también con vistas a promover buenas relaciones entre polacos y rusos.

En 1908, la Santa Sede, a causa de las grandes dificultades de comunicación, aprobó la erección canónica de la casa de San Petersburgo como casa autónoma, con noviciado. La madre Úrsula fue nombrada superiora. Al año siguiente, la actividad del convento se extendió a Finlandia, donde construyó una escuela con internado para muchachas.

Cuando estalló la primera guerra mundial, en 1914, la madre Úrsula, al ser ciudadana austríaca, tuvo que salir de Rusia y emigró a Escandinavia: primero a Suecia y luego a Dinamarca, desde donde podía mantener más fácilmente contactos con sus religiosas de San Petersburgo. Para evitarles las consecuencias de la revolución bolchevique, trasladó la comunidad a Estocolmo, donde fundó un instituto de lenguas para muchachas. En 1917 se trasladó, con toda la comunidad, a Aalborg, en Dinamarca, donde abrió una casa para niños huérfanos de los inmigrantes polacos.
Durante el tiempo de su estancia en Escandinavia, además de su apostolado educativo, trabajó intensamente en la promoción del compromiso ecuménico. Asimismo, colaboró con el Comité de ayuda a las víctimas de la guerra en Polonia, fundado por Henryk Sienkiewicz, famoso escritor polaco premiado con el premio Nobel por su libro "Quo vadis".

La casa de sus religiosas se convirtió en un apoyo para la gente de diversas orientaciones políticas y religiosas. Su amor ardiente a la patria iba unido a la apertura a los otros. Cuando le preguntaban cuál era su orientación política, respondía sin vacilar: "Mi política es el amor". En ese tiempo, la Santa Sede le concedió el permiso para transformar su convento autónomo de Ursulinas en la congregación de Hermanas Ursulinas del Sagrado Corazón de Jesús Agonizante.

La espiritualidad de la congregación se centra en la contemplación del amor salvífico de Cristo y en la participación en su misión por medio de la labor educativa y el servicio al prójimo, especialmente a los que sufren, a los que viven en soledad, a los marginados y a los que buscan el sentido de su vida.

Úrsula educaba a sus religiosas para amar a Dios sobre todas las cosas y en Dios a toda persona humana y a toda la creación. Recomendaba, como testimonio creíble de una relación personal con Cristo, la sonrisa, la serenidad de espíritu, la humildad y la capacidad de vivir la vida ordinaria como camino privilegiado para la santidad. Ella misma era un ejemplo notable de ese tipo de vida.

La congregación se desarrolló rápidamente. Nacieron comunidades de religiosas Ursulinas en Polonia y en otras regiones. En 1928 abrió en Roma la casa general y una pensión para muchachas pobres. Las Ursulinas comenzaron también a trabajar entre los pobres de los suburbios de la ciudad eterna. En 1930 se establecieron en Francia.

La madre Úrsula fundó numerosos centros de educación y de enseñanza; enviaba a las religiosas a dar catequesis y a trabajar en zonas pobres; organizaba ediciones de libros para niños y jóvenes; ella misma escribió libros y artículos.

Trató de iniciar y apoyar organizaciones eclesiales para niños (Movimiento Eucarístico), para la juventud y para las mujeres. Participaba activamente en la vida de la Iglesia y del país. Recibió condecoraciones estatales y eclesiásticas.

Ejerció gran influjo sobre la vida de la madre Úrsula su tío Mieczyslaw, arzobispo de Gniezno-Poznan, primado de Polonia y después prefecto de la Sagrada Congregación para la propagación de la fe.

Murió en Roma el 29 de mayo de 1939. Fue beatificada por el Papa Juan Pablo II el 20 de junio de 1983 en Poznan y canonizada por el mismo Papa el 18 de mayo de 2003 en la Basílica Vaticana.

Reproducido con autorización de Vatican.va

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Por: . | Fuente: omiusa.org

José Gérard nació el 12 de Marzo de 1831 dentro de una familia de labradores en la provincia de Lorraine en Francia. Parte de su niñez la pasó siendo pastor de ovejas.

José Gérard escribe sobre una tal Hermana Odile que lo preparó para su Primera Comunión, un evento que tuvo un gran impacto en su vida. Entre otras personas que tuvieron un gran impacto en su vida están Monsieur Richard y el Abbé Cayens. Monsieur Richard ofreció pagar la educación del joven y lo guió en una enseñanza sobre el arte de orar. El Abbé Cayens fue misionero en Argelia y vio una posible vocación sacerdotal en el joven José Gérard. Por lo tanto lo ayudó a aprender Latín y luego lo guió al seminario menor en Pont-à-Mousson.

También estudió algún tiempo en el seminario mayor de Nancy. Llegó a conocer a los Oblatos a través de algunos misioneros Oblatos que visitaron el seminario. Entró al noviciado y el 10 de Mayo de 1852 tomo sus votos perpetuos.

El 3 de Abril de 1853 fue ordenado Diacono por el Obispo Eugenio de Mazenod. El Obispo luego le pidió que ejerciera su misión en el reino de Natal en el Sur de África. En mayo de 1853 José Gérard tomó un barco con otros dos Oblatos al pequeño reino.

En 1854 El Obispo Allard lo ordenó sacerdote y comenzó su trabajo con un grupo de Irlandeses en Pietermaritzburg. Su misión era de ser con los Zulúes de Natal y por lo tanto tenia que aprender el idioma Zulú junto con el Inglés que usaba con los Irlandeses. Para aprender el idioma decidió pedir permiso para crear una misión en un pueblo Zulú. José Gérard trató varias veces a evangelizar a los Zulúes pero no tuvo éxito.

José Gérard decidió tomar su misión al oeste de Natal a un pueblo llamado Roma en otro reino llamado Lesotho. Allí conversó con el jefe de una tribu familia de los Zulúes de Natal. El jefe le dio permiso a construir una Iglesia y ejercer su misión. Tuvo que aprender un idioma nuevo y una cultura nueva, pero siguió adelante. Después de dos años tuvo su primer catecúmeno. El jefe de la tribu también se convirtió después de algunos años. Después de 22 años en Roma decidió llevar su misión al norte de Lesotho y comenzó la Misión de Santa Mónica donde trabajo con los Basothos. Luego regresó a Roma donde viviría el resto de su vida. En 1914 se encontró con una enfermedad que lo dejó en cama. El 22 de Mayo celebró su última Misa.

El 29 de Mayo Padre José Gérard dio su ultimo sí a Dios con la palabra Amén. Aunque sufrió muchos desafíos en su misión en África, el Padre Gérard nunca se dio por vencido. Siempre fue fiel a su voto de perseverancia. Dado a esto muchos de los nativos de aquellos países en el sur de África se convirtieron a la fe Católica. El Padre José Gérard fue beatificado por el Papa Juan Pablo II el 15 de Septiembre en Maseru, Lesotho donde le dieron el titulo de Apóstol de Lesotho.

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En Tréveris, en la Galia Bélgica, san Maximino, obispo, que, como valiente defensor de la integridad de la fe frente a los arrianos, acogió fraternalmente a [san Atanasio de Alejandría] y a otros obispos desterrados y, siendo expulsado de su sede por sus enemigos, murió en Poitiers, su tierra natal (c. 346).

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En Pisa, de la Toscana, santa Bona, virgen, que peregrinó piadosa y repetidamente a Tierra Santa, Roma y Compostela. Patrona de azafatas, mensajeros y pelegrinos

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En Rávena, de la Flaminia, san Exuperancio, obispo, que gobernó prudentemente esta Iglesia en la época en que el rey Odoacro se apoderó de Italia y de la ciudad (430/476-477).

Hermanos Franciscanos

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