06/04/13


Etimológicamente significa “del dios Qurinal”. Viene de la lengua latina.

Fue uno de los cinco mártires con este nombre en los primeros siglos. Todos sabemos ya los duros golpes que les infligían a los cristianos por el sólo hecho de confesarse como tales. Los emperadores pensaban que era una afrenta contra el imperio y sus muchos dioses protectores.

El Quirino de hoy fue el primero que recibió el martirio. Su cuerpo lo enterraron en las catacumbas de san Ponciano, una vez que lo sacaron del río Tíber, en donde lo habían arrojado.

Pero según César Baronio, está en la iglesia de san Lorenzo de Tivoli. Pero hay otro santo con el mismo nombre que se celebra también en este día. Este homonimo fue obispo en Siscia (Croacia).

Siguiendo con la historia de Quirino de Tivoli, cuando Diocleciano hacía de las suyas contra los creyentes. Lo mandó prender para que, delante de todo el mundo, hiciera sacrificios a los dioses, tal y como prescribía el edicto imperial; con la fuerza interior que Dios da a sus amigos, rechazó tal oferta. Entonces lo metieron en la cárcel. Incluso en ella no dejaba de predicar y enseñar la vida de Jesús. De este modo, pudo convertir al guardián Marcelo.

Al cabo de los tres días, otro juez le hizo recapacitar en su decisión. Y se mantuvo fiel en su fe.

Cansado y al mismo tiempo admirado de su valentía, dictaminó que lo echaran al río Sava con una piedra atada al cuello.

Los cristianos recogieron su cuerpo y le dieron sepultura. Ya en el siglo V se lo llevaron a Roma y lo colocaron en un mausoleo, detrás de la basílica de san Sebastián en la Via Apia.

Su nombre se hizo muy popular entre los romanos para designar a los Sabinos y los Quirites

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com



La vida de Felipe Smaldone, que se extiende desde 1848 a 1923, estuvo marcada por décadas particularmente densas de tensiones y contrastes en varios campos y sectores de la vida de la sociedad italiana, especialmente en su patria de origen y en la misma Iglesia. Nació en Nápoles el 27 de julio de 1848, el año de los famosos «motines de Nápoles ». Cuando tenía doce años, la monarquía borbónica, a la cual su familia estaba fuertemente unida, fue derrocada, y la Iglesia, con la conquista de Garibaldi, sufrió momentos muy dramáticos, que terminaron en el destierro del cardenal Arzobispo de Nápoles Sisto Riario Sforza.
Ciertamente no se vislumbraba un futuro favorable y prometedor, especialmente para la juventud, que padecía los « dolores del parto » del nuevo curso socio-político-religioso. Ahora bien, fue en esa fase de crisis institucional y social que Felipe tomó la decisión irrevocable de optar por el sacerdocio y de ponerse para siempre al servicio de la Iglesia, que veía en dificultad y perseguida.

Mientras aún era estudiante de filosofía y teología, quiso marcar su carrera eclesiástica con el servicio caritativo, dedicándose a la asistencia de una cierta categoría de personas marginadas, que, en aquellos tiempos, en Nápoles, eran particularmente numerosas y se encontraban en un lamentable estado de abandono: los sordomudos.

Se distinguió más por su actividad caritativa que por sus estudios. Su escaso rendimiento académico le obstáculo la recepción de las llamadas Órdenes Menores. Eso provocó que se cambiara de la Arquidiócesis de Nápoles a la de Rossano Calabro, cuyo Arzobispo, Mons. Pietro Cilento, en consideración de su bondad y su óptimo espíritu eclesiástico, lo acogió generosamente.

A pesar de ese cambio de diócesis, que duró pocos años, —pues en 1876, con licencia del nuevo Arzobispo, regresó en Nápoles— continuó sus estudios eclesiásticos en Nápoles, bajo la guía de uno de los Maestros del célebre Almo Colegio de Teólogos, mientras proseguía, con inalterada dedicación, su obra de asistencia a los sordomudos. Mons. Pietro Cilento, que lo estimaba mucho, quiso ordenarlo subdiácono personalmente en Nápoles el 31 de julio de 1870. El 27 de marzo de 1871 fue ordenado diácono y, finalmente, el 23 de septiembre de 1871, habiendo recibido la debida dispensa, pues era menor de 24 años, recibió, en Nápoles, con indecible gozo, la ordenación sacerdotal.

Apenas ordenado sacerdote inició un ardiente ministerio como asiduo catequista en las «capillas vespertinas», que, de pequeño, había frecuentado muy provechosamente; como celoso colaborador en varias parroquias, especialmente en la de Santa Catalina en el Foro Magno; y visitando asiduamente a los enfermos en clínicas, hospitales y casas privadas. Su caridad alcanzó el ápice de la generosidad y heroísmo con ocasión de una terrible peste que azotó Nápoles en aquellos días. Él mismo fue contagiado y se salvó por intercesión de la Virgen de Pompeya, cuya devoción lo acompañó por el resto de su vida.

Pero la cura pastoral preponderante de Don Felipe Smaldone era la de los pobres sordomudos, a los que quiso dedicar todas sus energías con criterios más idóneos y convenientes de los que veía que aplicaban los responsables de ese sector educativo. En efecto, le causaba gran pena que los esfuerzos y tentativos se hacían en la educación y formación humano-cristiana de los sordomudos, equiparados a paganos, de hecho, quedaban casi siempre frustrados.

En cierto momento, quizás para dar una expresión más directa y concreta a su sacerdocio, pensó en irse como misionero al extranjero. Pero su confesor, que lo guió constantemente desde la infancia, lo ayudó a entender que su «misión» estaba entre los sordomudos de Nápoles. Desde entonces se dedicó completamente al apostolado a favor sus queridos sordomudos. Dejó la casa paterna y se estableció con un grupo de sacerdotes y laicos, que querían instituir una Congregación de Sacerdotes Salesianos, que, de hecho, nunca se realizó. Con el tiempo adquirió una gran competencia pedagógica en el sector y gradualmente fue proyectando la realización de una Institución estable e idónea para la atención, instrucción y asistencia humana y cristiana de los sordomudos.

El 25 de marzo de 1885 fue a Lecce para abrir, junto con Don Lorenzo Apicella, un Instituto para sordomudos. Llevó algunas «hermanas», que había estado formando, y echó así las bases de la Congregación de las Hermanas Salesianas de los Sagrados Corazones, que, bendita y sostenida por los Obispos de Lecce, Mons. Salvatore Luigi dei Conti di Zola y Mons. Gennaro Trama, tuvo una expansión rápida y sólida.

El Instituto de Lecce, con secciones femeninas y masculinas, tuvo sedes cada vez más amplias por el creciente número de asistidos, hasta la adquisición del célebre ex-convento de las Descalzas, que se convirtió en la sede definitiva y Casa Madre. A éste siguió, en 1897, el instituto de Bari.

Ya que el corazón compasivo del sacerdote Smaldone no sabía decir que no a las solicitudes de muchas familias pobres, en un cierto momento empezó a hospedar, no sólo a las sordomudas, sino también las niñas ciegas, huérfanas y abandonadas. No olvidaba las necesidades humanas y morales de la juventud. Abrió, en efecto, muchas casas con escuelas maternas anexas, con talleres de costura y residencias para las niñas estudiantes, entre las cuales, también una casa en Roma.

Durante su vida, la Obra y la Congregación, a pesar de las duras pruebas a las cuales fue sometida desde afuera y desde adentro, se ensancharon y consolidaron. En Lecce fue furibundamente atacado por una Administración Municipal laicista y adversa a la Iglesia. Dentro de la Congregación tuvo que afrontar con amargura una delicada y compleja situación de secesión provocada por la primera Superiora General, que causó una larga Visita Apostólica. Fue en estas dolorosas circunstancias que brillaron las virtudes eximias de Smaldone, y quedó claro que su fundación era voluntada de Dios. En efecto, a veces Dios purifica con el sufrimiento a sus hijos mejores y las obras nacidas en su nombre.

Por espacio de cuarenta años aproximadamente, Don Felipe Smaldone estuvo siempre en la brecha, sin jamás echarse atrás, desvelándose para sustentar materialmente y educar moralmente a sus queridos sordomudos, hacia los que dispensaba siempre afecto y atenciones paternales, y para formar en la vida de perfección, a sus Hermanas Salesianas de los Sagrados Corazones.

En Lecce, además del reconocimiento general de sus méritos como director del Instituto y fundador de las Hermanas Salesianas, también brillaba por su intenso y múltiple ministerio sacerdotal. Fue asiduo y estimado confesor de sacerdotes y seminaristas, confesor y director espiritual de muchas comunidades religiosas, fundador de la Liga Eucarística de los Sacerdotes Adoradores y de las Damas Adoradoras, y fue Superior de la Congregación de los Misioneros de San Francisco de Sales para las misiones populares. Fue condecorado con la Cruz Pro Ecclesia et Pontifice, formaba parte de los canónigos de la Catedral de Lecce, y fue distinguido con una Encomienda por parte de las Autoridades civiles.

A la edad de 75 años terminó sus días en Lecce, soportando con admirable serenidad, una diabetes complicada de disturbios cardiocirculatorios y una esclerosis generalizada. Murió santamente a las nueve de la noche del 4 de junio de 1923, después de haber recibido todos los auxilios religiosos y la bendición del Arzobispo Trama, rodeado por muchos sacerdotes, sus Hermanas y sus queridos sordomudos.

Fue beatificado por Juan Pablo II el 12 de mayo de 1996 y canonizado por Benedicto XVI el 15 de octubre de 2006.

Reproducido con autorización de Vatican.va



Es el hijo más joven de Rey Glywys.

A la muerte de su padre, la población de Glywysing pidió a Petroc que tomase la corona de una de las regiones del país, pero Petroc optó por la vida religiosa, y se fue a estudiar en Irlanda.

Varios años después él devolvió a Bretaña y desembarcó en River Camel en Cornwall. Siguiendo las ordenes de San Samson fue a la ermita de San Wethnoc, quien estaba de acuerdo en darle su respaldo para que pudiese fundar un monasterio en el sitio.

Después de 30 años como abad, Petroc hizo una peregrinación a Roma. A su retorno, apenas divisó Newton, empezó a llover. Petroc predijo que la lluvia se detendría pronto, pero llovió durante tres días, en penitencia por haberse jactado de poder predecir el clima, Petroc regresó a Roma, y luego viajó a Jerusalén, y por último a India donde él vivió siete años en una isla en el Océano Indico.

Petroc regresó a Bretaña con la compañía de un lobo que él se había encontrado en India.

Abandonó su monasterio y se fue a Llanwethinoc para vivir como un ermitaño en los bosques de Nanceventon, algunos monjes siguieron su ejemplo.

Petroc se trasladó después a lo más recondito de Cornish y encuentró al ermitaño San Guron. Guron se fue al sur, permitiendo a Petroc, con el apoyo de Rey Constantine de Dumnonia (que había sido convertido al cristianismo por Petroc), establecer un monasterio llamado Bothmena (la Morada de Monjes) junto al sitio de la ermita.

Murió en el año 594.


Pacífico Ramota nació en la ciudad de Novara, en el Piamonte en el año de 1424. Sus padres murieron cuando era muy joven y quedó al cuidado de los benedictinos en la abadía de Novara.
A la edad de 21 años salió de ahí para tomar el hábito en el convento franciscano de la estricta observancia. Después de su ordenación trabajó como predicador en toda Italia entre los años 1452 y 1471. Escribió un tratado de teología moral titulado "Sometta di Pacifica Concienza" que fue publicado en Milán, en 1475.

Durante mucho tiempo éste fue un modelo del género, ya que simplifica las explicaciones y usa un lenguaje claro. En 1480 se le ordenó el traslado a Cerdeña como Visitador e Inspector General para los conventos de la estricta observancia, así como Nuncio Apostólico, encargado por el Papa Sixto II de proclamar una cruzada contra Mahoma II.

Para este tiempo, el Santo sabía ya que no le quedaba mucho tiempo de vida y apenas había comenzado la cruzada cayó gravemente enfermo. Murió en Sassari, el 4 de junio de 1482.

El cadáver fue llevado a Cerano, donde se construyó una iglesia en su honor.

Fue beatificado en el año 1745.



Sacerdote Fundador de la Congregación de las Hermanas Misioneras de la Inmaculada Reina de la Paz

Martirologio Romano: En Mortara, Pavia (Italia), beato Francisco Pianzola, presbítero, fundador de la Congregación de las Hermanas Misioneras de la Inmaculada Reina de la Paz. ( 1943)
Fecha de beatificación: 26 de junio de 2006, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI.

Nacido en Sartirana Lomellina, en la provincia de Pavia (Italia), el 5 de octubre de 1881, Francisco desde niño conoció los trabajos y sufrimientos de los agricultores, trabajadores agrícolas y en especial de los cultivadores de arroz que llegan de muy lejos para buscar trabajo en Lomellina.
Muchacho piadoso, abierto y reflexivo, siente nacer en él la vocación sacerdotal. Estudió en el Seminario de Vigevano (Pavia) y el 16 de marzo de 1907 fue ordenado sacerdote.

Como sacerdote, Francisco no se olvida de los trabajadores de los campos; le apasiona anunciar el Evangelio en su tierra, prefiriendo a los humildes, a los campesinos olvidados y a los obreros de las fábricas, por lo que opta por la predicación itinerante, dirigida de manera especial al pueblo y a los jóvenes.

En ese contacto vivo y profundo con su pueblo -del que conoce su hambre por la verdad- y en el ser testigo de la dolorosa situación de las mujeres en los campos y fábricas, Francisco percibe la voz de Dios que lo llamaba a realizar nuevas iniciativas apostólicas con el fin de llegar a compartir el pan del Evangelio con todos y cada uno.

Para ello funda la Congregación de las Hermanas Misioneras de la Inmaculada Reina de la Paz, establecimiento la casa matriz en Mortara, la "capital" de Lomellina, para que cual "pobres y humildes Jesús, se hicieran esclavas de las pobres almas" buscándolas en las más distantes fábricas y campiñas, en los corrales, en las afueras... para ayudarlas y consolarlas, para repetir "con sencillez y amor" la Palabra que salva, colaborando así con el sacerdocio católico.

El Padre Pianzola, rodeado de gran cariño y fama de santidad, consumido por su trabajo y caridad, murió en la Casa Matriz de sus hermanas en Mortara el 4 de junio de 1943, donde ahora descansa.

Fue llamado "el apóstol de Lomellina" por las autoridades eclesiásticas, y "el santo de los arrozales" por su gente.

El Papa Benedicto XVI lo declaró "venerable" el 26 de junio de 2006 y fue beatificado el 4 de octubre de 2008 en la catedral de Vigevano por el cardenal José Saraiva Martins, prefecto emérito de la Congregación para las Causas de los Santos, luego de la aprobación de un milagro atribuido a su intercesión.



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