12/12/13









Lucía, Santa
Lucía, Santa

Mártir

Diciembre 13






Con el descubrimiento, hecho en 1894, de la inscripción sepulcral sobre el “loculus” o sepulcro de la santa en las catacumbas de Siracusa, desaparecieron todas las dudas sobre la historicidad de la joven mártir Lucía, cuya fama y devoción se deben en gran parte a su legendaria Pasión, posterior al siglo V. La inscripción se remonta a comienzos del siglo V, cien años después del glorioso testimonio que dio de Cristo la mártir de Siracusa.


Epígrafes, inscripciones y el mismo antiguo recuerdo litúrgico (se debe probablemente al Papa Gregorio Magno la introducción del nombre de Santa Lucía en el Canon de la Misa) demuestran la devoción desde antiguo, que se difundió muy pronto no sólo en Occidente, sino también en Oriente.


Lucía pertenecía a una rica familia de Siracusa. La madre, Eutiquia, cuando quedó viuda, quería hacer casar a la hija con un joven paisano. Lucía, que había hecho voto de virginidad por amor a Cristo, obtuvo que se aplazara la boda, entre otras cosas porque la madre se enfermó gravemente. Devota de Santa Águeda, la mártir de Catania, que había vivido medio siglo antes, quiso llevar a la madre enferma a la tumba de la santa. De esta peregrinación la madre regresó completamente curada y por eso le permitió a la hija que siguiera el camino que deseaba, permitiéndole dar a los pobres de la ciudad su rica dote.


El novio rechazado se vengó acusando a Lucía ante el procónsul Pascasio por ser ella cristiana. Amenazada de ser llevada a un prostíbulo para que saliera contaminada, Lucía le dio una sabia respuesta al procónsul: “El cuerpo queda contaminado solamente si el alma es consciente”.


El procónsul quiso pasar de las amenazas a los hechos, pero el cuerpo de Lucía se puso tan pesado que más de diez hombres no lograron moverla ni un palmo. Un golpe de espada hirió a Lucía, pero aun con la garganta cortada la joven siguió exhortando a los fieles para que antepusieran los deberes para con Dios a los de las criaturas, hasta cuando los compañeros de fe, que estaban a su alrededor, sellaron su conmovedor testimonio con la palabra Amén.


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En la época de Childerico II, había en Alsacia un señor feudal franco, llamado Adalrico, casado con Bereswinda. A fines del siglo VII, tuvieron una hijita ciega, que nació en Obernheim, en los Vosgos. Adalrico, que tomó esa desgracia como una ofensa personal y una injuria al honor de su familia, en la que nunca había sucedido nada semejante, se dejó arrastrar por una cólera que no entendía razones.

En vano trató su esposa de explicarle que era la voluntad de Dios, quien sin duda quería manifestar su poder en la niña. Adalrico no le prestó oídos, e insistió en que había que matar a la cieguita. Finalmente, Bereswinda consiguió disuadirle de ese crimen, pero para ello tuvo que prometerle que enviaría a su hija a otra parte sin decir a qué familia pertenecía.


Bereswinda Cumplió la primera parte de su promesa, pero no la segunda, ya que confió la niña al cuidado de una campesina que había estado antiguamente a su servicio y le dijo que era su hija. Como los vecinos de la campesina empezasen a hacerle preguntas embarazosas, Bereswinda la envió con toda su familia a Baumeles Dames, cerca de Besancon, donde había un convento en el que la niña podría educarse más tarde. Ahí vivió ésta hasta los doce años, sin haber sido bautizada, aunque no sabemos porque razón.


Por entonces, San Erhardo, obispo de Raisbona, tuvo una visión en la que se le ordenó que fuese al convento de Baume, donde encontraría a una joven ciega de nacimiento; debía bautizarla y darle el nombre de Otilia, y con ello recobraría la vista. San Erhardo fue a consultar a San Hidulfo en Moyenmoutier y, juntos, se dirigieron a Baume, donde encontraron a la joven y la bautizaron con el nombre de Otilia. Despúes de ungirle la cabeza, San Erhardo le pasó el crisma por los ojos y, al punto, recobró la vista.


Otilia se quedó a servir a Dios en el convento. Pero el milagro del que había sido objeto y los progresos que empezó a hacer en sus estudios, provocaron la envidia de algunas de las religiosas y éstas empezaron a hacerle la vida difícil. Santa Otilia escribió entonces a su hermano Hugo, del que había oído hablar y le pidió que la ayudara como se lo dictase el corazón. Entre tanto, San Erhardo, había comunicado a Adalrico la noticia de la curación de su hija. Pero aquel padre desnaturalizado se encolerizó más que nunca y prohibió a Hugo que fuese a ayudarla y que revelase su identidad.


Hugo desobedeció y mandó traer a su hermana. Un día en que Hugo y Adalrico estaban en una colina de los alrededores, Otilia se presentó en una carreta, seguida por la muchedumbre. Cuando Adalrico se enteró de quien era y supo porque había ido, descargó su pesado bastón sobre la cabeza de Hugo y lo mató de un golpe. Pero los remordimientos le cambiaron el corazón, de suerte que empezó a amar a su hija tanto cuanto la había odiado antes. Otilia se estableció en Obernheim, con algunas compañeras que se dedicaron como ella a los actos de piedad y a las obras de caridad entre los pobres.


Al cabo de un tiempo, Adalrico determinó casar a su hija con un duque alemán. Otilia emprendió la fuga. Cuando los enviados de su padre estaban ya a punto de capturarla, se abrió una grieta en la roca, en Schossberg, cerca de Friburgo en Brisgovia y ahí se escondió la santa. Para conseguir que volviese, Adalrico le prometió regalarle el castillo de Hohenburg. Otilia lo transformó en monasterio y fue la primera abadesa. Como las montañas eran muy escarpadas y hacían difícil el acceso a los peregrinos, Santa Otilia fundó otro convento, llamado Niedermunster, en un sitio más bajo, y edificó una posada junto a él.


Se cuenta que la santa, poco después de la muerte de su padre, vio que sus oraciones y penitencias le habían sacado del purgatorio. San Juan Bautista se apareció a Otilia y le indicó el sitio y las dimensiones de una capilla que debía construirse en su honor. Se cuentan muchas otras visiones de la santa y se le atribuyen numerosos milagros. Después de gobernar el convento durante muchos años, Santa Otilia murió el 13 de Diciembre, alrededor del año 720.



Juan Marinoni, llamado en el siglo Francisco, nació en Venecia en 1490, de una familia oriunda de Bérgamo.

Ordenado sacerdote, fue nombrado en 1515 Sacristán de la Catedral de S. Marcos, y pocos años después, Canónigo de aquella Basílica.


Cuando, huyendo del Saco de Roma (1527), los teatinos establecieron en Venecia la segunda casa de la Orden, Marinoni renunció a su canonjía para ingresar en la nueva milicia clerical.


Cambiando su nombre por el de Juan, recibió la sotana teatina de manos del mismo fundador, el 9 nov. 1529.


Plegándose a los deseos de Clemente VII, los teatinos decidieron aceptar, en agosto de 1545, la fundación de una casa en Nápoles, y comisionaron para llevarla a término a Cayetano y Marinoni.


En trienios sucesivos se turnaron ambos en el gobierno de la Comunidad napolitana, para compartir después la gloria del mismo sepulcro.


Características de Marinoni fueron su acendrada devoción a la Pasión de Cristo y su dedicación constante a la dirección espiritual de las almas.


Fundó con San Cayetano de Thiene los "Montes de Piedad" para liberar de la miseria a los pobres y marginados, institución que dió origen al actual Banco de Nápoles.


En su escuela se formaron Andrés Avelino, Pablo Burali y Jaime Tormo, a los que transmitió con fidelidad la herencia espiritual del fundador, S. Cayetano. M. el 13 dic. 1562, en la misma Casa de S. Pablo de la que había sido cinco veces prepósito.


En sus últimos años de vida abrió hospicios para ancianos y fundó hospitales.


Declarado beato en 1762 por decreto de Clemente XIII, su fiesta se celebra el 13 de diciembre.



Nació en Castellammare di Stabia, provincia de Nápoles (Italia), el 5 de septiembre de 1845. Fue bautizada con el nombre de Costanza. Su madre, muy piadosa, la consagró a la Virgen de los Dolores. A la edad de 4 años comenzó a frecuentar la escuela, donde se relacionó con niñas pobres. Seguramente esta experiencia dejó una huella profunda en su corazón.

En 1850 las Hijas de la Caridad se establecieron en Castellammare, con el fin de asistir a los enfermos internados en el hospital de San Leonardo. Abrieron un orfanato y un internado para niñas, en el que Costanza solicitó entrar. El clima de oración y de piedad que se vivía allí suscitó en ella el deseo de consagrarse al Señor. Hizo la primera comunión y, a la edad de 10 años, recibió el sacramento de la Confirmación. Por motivos de salud, tuvo que volver a su casa.


A los 15 años su confesor la autorizó a consagrarse al Señor con los tres votos perpetuos, aconsejándole que se hiciera "monja en casa". El 8 de junio de 1867 profesó en las Terciarias de los Siervos de María, tomando el nombre de María Magdalena de la Pasión. El obispo de Castellammare, mons. Francesco Saverio Petagna, le encomendó la dirección de la pía unión de las Hijas de María y la catequesis de las niñas del pueblo. Las diversas epidemias de cólera que azotaron Castellammare la impulsaron a fundar, en 1869, el instituto de las Religiosas Compasionistas, cuyo carisma —según palabras de la madre María Magdalena— es: "Compadecer con Jesús doliente y con la Virgen de los Dolores; por tanto, compadecerse del prójimo en todas sus necesidades, tanto del espíritu como del cuerpo".


El 27 de mayo de 1871 mons. Petagna concedió al Instituto la erección canónica; el 10 de noviembre de 1893 el general de los Servitas firmó el decreto de agregación a la Orden; y, por último, el 10 de julio de 1928, el Papa Pío XI aprobó el Instituto.


Fueron innumerables las pruebas físicas y espirituales que la madre María Magdalena debió soportar en su camino hacia la santidad, pero contribuyeron a fortalecer su fe y su compromiso de servir totalmente al Señor. Murió de pulmonía el 13 de diciembre de 1921.


El 19 de agosto de 1929 su cuerpo fue trasladado al santuario del Sagrado Corazón, en Scanzano. El proceso de beatificación comenzó el 4 de abril de 1939. Con decreto pontificio del 7 de julio de 2003, Juan Pablo II la declaró venerable. Benedicto XVI, el 26 de junio de 2006, firmó el decreto de beatificación.


La semilla sembrada por sor María Magdalena de la Pasión se ha convertido hoy en un gran árbol, cuyas ramas se extienden más allá de los confines de su tierra natal: 24 comunidades en Italia y 14 en el extranjero (Canadá, México, Chile, India, Indonesia y Filipinas), 350 religiosas, 34 novicias y 35 postulantes.


Beatificada por Su Santidad Benedicto XVI el 15 de abril del 2007 en la Catedral Castellammare de Stabia. En el decreto de beatificación fijó el 5 de septiembre como su fiesta litúrgica.


Reproducido con autorización de Vatican.va











Amalia, Santa
Amalia, Santa

Diciembre 12

Mártir




Etimológicamente significa “negligencia”. Viene de la lengua alemana.


Jesús dice: “ Quiero la misericordia y no el sacrificio”.


Fue mártir en el siglo III.


Es un nombre de origen germánico. Aparece en muchos calendarios en el día de hoy.


Muchos mártires murieron tal día como hoy bajo la tiranía del emperador Dioceciano.


De entre estos mártires había una llamada Ammonoaria, de cuyo nombre – cambiado , claro está -, viene el de Amalia.


Eran nombres paganos pero que, al convertirse al cristianismo, se los cambiaban.


Esta chica sufrió el martirio por haber tenido la valentía de plantarle cara al juez.


Cuando éste vio la decisión de la joven, se quedó dubitativo y dándole vueltas a la cabeza.


Pensaba en el origen de la fuerza que demostraban los cristianos ante él por defender su fe en el Crucificado.


Tras meditar seriamente qué tenía que hacer con la chica, mandó que le cortasen la cabeza a ella y a todas sus amigas y amigos.


El juez seguía meditando en lo que había ordenado. No se le veía feliz porque, en el fondo, había actuado en contra de su conciencia.

No veía nada falso ni malo en ella.


¿Cuál era su problema?


O bien moría él siendo coherente con su conciencia,









Amalia, Santa
Amalia, Santa

o bien hacer lo que hizo. Había que obedecer las órdenes del emperador.

Otros jueces – lo hemos visto – ante una verdad tan clara -, se convirtieron al cristianismo. No le ocurrió igual al de Alejandría.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


“No es prudente despertar a un león dormido” (Sydney Philip).





Etimológicamente significa “ de Corinto”. Viene de la lengua griega.

Fue el primer obispo de Quimper en el siglo VI o VII.


Formó parte de un grupo de los siete bretones santos.


Es totalmente cierto que existió Corentino. Es infinitamente probable que evangelizara las regiones armoricanas.


El hecho es que desde entonces es el santo al que más se venera en la región francesa de la Bretaña.


El padre Alberto Magno, un dominico del siglo XVII. Cuenta que en el tiempo en que él llevaba una vida eremítica, Corentino tenia un pescado como amigo, que le ayudaba muchísimo.


Dice estas palabras textuales:" Para su alimento y sustento, Dios hacía con él un milagro continuo".


Hay personas que viven inmersas en el mudo de Dios. No andan preocupadas por otros asuntos que no sean los estrictamente relacionados con Dios.


Pero el caso es que todas estas personas unidas a Dios, son después las que más hacen por los demás. No son solitarios sino solidarios.


Se contentaba con un trozo de pan y raíces que conocía como comestibles en el campo.


No obstante, Dios le enviaba cada día un pescado a su fuente.


Hay cosas que no podemos explicarnos humanamente si no hay fe.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


“El hoy es discípulo del ayer” (Siro).



San Finiano de Clonard fue el más distinguido de los santos de Irlanda en el período inmediatamente posterior al de San Patricio.

Los relatos de su vida están llenos de contradicciones y anacronismos. Tres siglos después de su muerte, se creía que había pasado largo tiempo en Gales, siendo ya monje.


Se cuenta que estuvo algún tiempo en el monasterio de San Cadoc de Nantcarfan, y que acabó milagrosamente con las plagas que echaban a perder las cosechas de la isla en el estuario de Severn, llamada actualmente Flatholm.


Entre otros muchos milagros que se le atribuyen, se dice que salvó a sus huéspedes de los piratas sajones, haciendo que un terremoto se tragase el campamento de los invasores. San Finiano tenía la intención de hacer una peregrinación a Roma con San Cadoc, pero un ángel le disuadió de ello y le ordenó que volviese a Irlanda.


Aunque es imposible probarlo en detalle, parece que San Finiano estuvo bajo la influencia de San Cadoc, San Gildas y otros monjes ingleses, por la importancia que le atribuía a los estudios y el énfasis que ponía en la superioridad de la vida monástica.


A su regreso a Irlanda, el santo fundó varias iglesias en Leinster y las escuelas y monasterios de Aghowle y Mugna. En este último monasterio se tramó contra él una conspiración, en efecto, Cormac, el hijo del reyezuelo del lugar, indujo a su hermano mayor, Crimtan a que persiguiera al santo, con la esperanza de que así pereciese en la empresa. El siniestro plan de Cormac tuvo éxito hasta cierto punto, ya que Crimtan trató de expulsar a San Finiano por la fuerza y, al hacerlo, se rompió la pierna.


El monasterio más importante de San Finiano estaba situado en Clonard de Meath. Poco después de la llegada del santo a ese sitio, fue a visitarle un pagano de cierta edad llamado Fraechman, que era un mago muy famoso. San Finiano le preguntó si su arte procedía de Dios o de alguien más. Fraechman replicó: "A vos toca averiguarlo". Finiano repuso: "Muy bien. Decidme entonces dónde se halla el sitio de mi resurrección". "No en la tierra, sino en el cielo", fue la respuesta. El santo le dijo: "Tratad otra vez de adivinarlo" .Fracchan volvió a dar la misma respuesta. "Tratad otra vez", le dijo Finiano levantándose de su asiento. Entonces el mago, comprendiendo que San Finiano se estaba burlando de él, le respondió: "El sitio de tu resurrección es el sitio en el que estabas sentado".


La réplica del mago resultó cierta, ya que la sede de Finiano era Clonard, donde tuvo el santo muchos discípulos, y sus enseñanzas produjeron una verdadera resurrección de la religión y el saber. Según se dice, llegó a tener 3,000 discípulos, por lo que se le llamó "el maestro de los santos de Irlanda", o simplemente "El Maestro" y se dijo de él que irradiaba bondad y sabiduría para iluminar al mundo, lo mismo que el sol desde lo alto del cielo".


Varios santos muy posteriores debieron su santidad a las enseñanzas de San Finiano. Fue famoso por su conocimiento de la Sagrada Escritura y su celebridad de exegeta se perpetuó durante muchos siglos en Clonard. Pero la escuela bíblica sufrió mucho durante las invasiones de los daneses y de los normandos; finalmente, a principios del siglo XIII, el monasterio de Clonard dejó de ser el centro religioso de la diócesis de Meath y se transformó en monasterio de agustinos, en cuyas manos estuvo hasta el siglo XVI. Tanto en sus viajes misioneros como durante su estancia en Clonard, San Finiano, que murió durante la epidemia de fiebre amarilla, a mediados del siglo VI, ofreció su vida por sus compatriotas, la fiesta de San Finiano de Clonard se celebra en toda Irlanda. Aunque suele venerársele como obispo, es dudoso que lo haya sido.



Bartolo o Bartolomé Bompedoni de Mucchio nació en 1227 en el castillo feudal de los Condes de Mucchio, cerca de San Gimignano, en la provincia de Siena. Desde joven se consagró al servicio de Dios contra la clara oposición de su padre, que nunca toleró en su hijo este género de vida. Bartolo se trasladó a Pisa y fue durante un año huésped de los benedictinos de San Vito.

Habiendo entrado en la Orden Franciscana Seglar fue a Volterra, donde el Obispo quiso que fuera sacerdote y lo destinó primero como capellán a Peccioli, luego como párroco en Pichena. Atacado de lepra, se retiró al leprosorio de Celiole, cerca de San Gimignano, donde vivió veinte años y mereció, por la paciencia demostrada en soportar tanto tiempo el mal, el sobrenombre de “Job de la Toscana”.


Nunca se acaba de admirar la maravillosa florescencia espiritual que brotó en el siglo XIII tras la palabra y el ejemplo de San Francisco, madurada en la Primera Orden de los Hermanos Menores, en la Segunda Orden de las Clarisas y sobre todo en la Terdcera Orden, querida por el Santo de Asís para los laicos y casados, gracias a la cual la enseñanza franciscana penetró y renovó la vida espiritual de la sociedad de la época, la vida civil y el tejido social.


A la Tercera Orden de San Francisco pertenecieron personajes encumbrados en la historia como San Luis IX rey de Francia, Santa Isabel de Hungría, San Fernando, rey de Castilla, figuras excelsas en el arte y en la cultura, como Giotto, pintor, y Dante, poeta.


¿Qué decir de tantos que vivieron en un plano modesto pero no menos tenaz a la sombra de estas grandes plantas? Terciarios como el Beato Luquesio y su mujer Buonadonna, comerciantes de Poggibonsi; San Ivo de Bretaña, abogado de los pobres; Santa Margarita de Cortona, pecadora y penitente; la Beata Humiliana dei Cerchi, asceta y sin mancha. ¿Qué decir de figuras todavía más modestas y hasta pintorescas, como el Beato Novelón, escrupuloso y devoto zapatero de Faenza; el Beato Pedro Pettinaio, silencioso mercader sienés de los peines, y finalmente el Beato Bartolo Buonpedoni de Mucchio, cerca de San Gemignano?.


Enviado como párroco a Puchena, durante veinte años maravilló y conmovió al pueblo por su celo excepcional, por la extraordinaria caridad para con los pobres. A los cincuenta años enfermó de lepra, se retiró a un leprosorio, donde se distinguió por su paciencia en la desgracia, o más bien se podría decir serenidad, felicidad y “perfecta alegría”, lograda en la dura tribulación.


Murió a los 73 años en 1300, sepultado en San Gemignano en la bella iglesia de San Agustín, Bartolo Buonpedoni de San Gemignano sembró en el mundo, no los gérmenes de su enfermedad, sino el gozo y la serenidad de su alma franciscana.


San Pió X aprobó su culto el 27 de abril de 1910.



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