07/16/13









Alejo, Santo
Alejo, Santo

Mendigo


Martirologio Romano: En Roma, en la basílica situada en el monte Aventino, se celebra con el nombre de Alejo a un hombre de Dios que, como cuenta la tradición, dejó su opulenta casa para vivir como un pobre mendigo pidiendo limosna (s. IV).

Etimologicamente: Alejo = Aquel que es el defensor, es de origen griego.


"El hombre de Dios" de Edesa, Siria.


A finales del siglo IV, vivía en Edesa, Siria, un mendigo a quien el pueblo veneraba como un santo. Después de su muerte, un anónimo escribió su biografía. Como ignoraba el nombre del mendigo, le llamó simplemente "el hombre de Dios". Según ese documento, el hombre de Dios vivió en la época del obispo Rábula, quien murió el año 436. El mendigo compartía con otros pobres la limosna que recogía a las puertas de las iglesias.


La leyenda


San Alejo es hijo de un senador romano. A la edad de veinte años comprendió que su vida rodeada de riquezas era un peligro para su alma. Para servir a Dios en la mayor humildad, se fue de Roma a Edesa disfrazado de mendigo. En Siria vivió por 17 años dedicado a la oración y a la penitencia. Mendigaba para vivir y para ayudar a otros. Cuando se descubrió que era hijo de una familia rica de Roma, Alejo temió que le rindieran honores y regresó a Roma, a casa de su padre donde vivió por años de incógnito, como un criado, durmiendo debajo de una escalera. Todo lo aceptaba con humildad y lo ofrecía por los pecadores. Ya moribundo, reveló a sus padres que era su hijo y que había escogido vivir aquella vida por penitencia. Los dos ancianos lo abrazaron llorando y lo ayudaron a bien morir. Cuando el obispo se enteró del caso, mandó exhumar el cadáver, pero no se encontraron más que los andrajos del hombre de Dios y ningún cadáver. La fama del suceso se extendió rápidamente.


Antes del siglo IX, se había dado en Grecia al hombre de Dios, el nombre de Alejo y San José el Hinmógrafo (833) dejó escrita en un "kanon" la leyenda, adornada naturalmente con numerosos detalles. Aunque se tributaba ya cierto culto al santo en España, la devoción a San Alejo se popularizó en occidente gracias a la actividad de un obispo de Damasco, Sergio, desterrado a Roma a fines del siglo X. Dicho obispo estableció en la iglesia de San Bonifacio del Aventino un monasterio de monjes griegos, y nombró a San Alejo co-patrono de la iglesia.


Se cuenta que en el siglo XII la leyenda de San Alejo ejerció profunda influencia sobre el hereje Pedro Waldo.


En el siglo XV, los Hermanos de San Alejo le eligieron por patrono y, en 1817, la congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María le nombró patrono secundario. También en el oriente le profesa el pueblo gran devoción y aun le llama "el hombre de Dios."


En 1217 se encontraron unas reliquias en la iglesia de San Bonifacio, Roma, pero ningún martirologio antiguo y ningún libro litúrgico romano menciona el nombre de San Alejo, el cual, según parece, era desconocido en la Ciudad Eterna hasta el año 972.


ORACIÓN

¡Oh gloria de la nobleza romana

y verdadero amador de la pobreza

e ignominia de Cristo!

¡Oh Alejo bendito!

que en la flor de tu juventud,

por obedecer a la inspiración del Señor,

dejaste a tu esposa y saliste como otro

Abraham de la casa de tus padres,

y habiendo repartido lo que llevabas

con los pobres,

viviste como pobre y mendigo tantos años

desconocido y menospreciado entre los hombres.

Tú fuiste muy regalado y favorecido de la Virgen María

nuestra Reina y señora,

y huyendo de las alabanzas de los hombres,

volviste por instinto de Dios

a la casa de tus padres

que por su voluntad habías dejado,

para darnos ejemplo de humildad,

de paciencia, de sufrimiento y constancia,

y para triunfar de tí

y del mundo con un género de victoria tan nuevo y tan glorioso.


Pues, ¡oh santo bienaventurado!

rico y pobre, noble y humilde,

casado y puro, llorado de tus padres,

denostado de tus criados,

desestimado de los hombres

y honrado de los ángeles,

abatido en el suelo

y sublimado en el cielo,

yo te suplico,

Alejo dulcísimo,

que por tus merecimientos y oraciones

yo alcance del Señor

la virtud de la perfecta castidad,

de obediencia, de menosprecio de todas las cosas transitorias,

y gracia para vivir como hombre peregrino de su patria,

y desconocido y muerto al mundo. Amén.


Ésta y muchas oraciones las encontrarán en DEVOCIONARIO CATOLICO




Carlota = Aquella mujer fuerte y dotada de noble inteligencia, es de origen francés.<8i>

Carlota de la Resuraccion. Estamos en plena Revolución francesa. Concretamente en el año 1794.


Las beatas carmelitas de Compiegne son llevadas de este lugar a París, en la época del terror más exacerbado que uno se pueda imaginar.


Estas hermanas vivían en su convento entregadas a la vida de oración, al trabajo y al apostolado. ¿Qué daño hacían? Ninguno. Pero las turbas se lanzaron contra ellas y sus inocentes vidas. Siempre se persigue la religión cuando se aleja Dios de la sociedad y de los corazones de los dirigentes.


El 16 de julio, las prisioneras carmelitas, para recordar la conmemoración de Nuestra Señora del Carmen, compusieron unas letrillas que escribieron con unos tizones sobre trozos de papel que luego repartieron; todos corearon las canciones de las religiosas con música de la Marsellesa, el himno revolucionario que nadie les podía prohibir; eran enardecidas loas a la esperanza, un canto de júbilo hecho plegaria y expresión de una viva fe. Al día siguiente fueron condenadas a muerte por el tribunal revolucionario en juicio sumarísimo y por la vía rápida: aquellas monjas eran demasiado peligrosas para los reclusos. Ese mismo día 17 de julio debían ser ejecutadas.


El cortejo de aquellas religiosas por las calles de París, camino del cadalso, no era el espectáculo fúnebre al que estaba acostumbrado a presenciar el populacho parisiense, sino algo muy singular: sobre una carreta al descubierto las dieciséis carmelitas iban cantando en gregoriano el Miserere y la Salve Regina. Y cuando avistaron el lugar del holocausto entonaron el Te Deum, todo un rito, ciertamente, pero que entrañaba un torrente de vida. Al pie de la guillotina y ante un silencio impresionante las carmelitas entonaron el Veni Creator Spiritus y fueron renovando una por una su profesión religiosa en manos de la priora, M. Teresa de S. Agustín Lidoine: “Yo…(Sor Ana María, Sor Carlota, Sor Eufrasia, Sor Enriqueta, Sor Marta, Sor Constanza…) renuevo mis votos de pobreza, obediencia y castidad…usque ad mortem, hasta la muerte. Jamás se habían pronunciado unas fórmulas de profesión más verídicas ni patéticas que aquéllas.


Con sus caras de felicidad y, con la confianza en Dios – tal como él hizo en la cruz – iban derechas al lugar de los tormentos: la vil guillotina en la plaza del Trono parisina.


Después fueron enterradas en el cementerio de Picpus.


La decana de estas hermanas se llamaba Sor Carlota. Tenía 79 años. Había sido bautizada con el nombre de Anne-Marie-Thouret y era originaria de Mouy-sus (Oise).


Cuando hace algunos años se cumplieron los 200 años fatídicos de aquellos días, la hermana Carlota resplandece en el cielo y ante la contemplación de todos los creyentes como una flor que, aunque madura por la vida, sigue expandiendo por todas partes el perfume de su virtud y de su entrega a Dios con su propio martirio.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



Hermanos Franciscanos

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