01/25/14

Martirologio Romano: Fiesta de la Conversión de san Pablo, apóstol. Viajando hacia Damasco, cuando aún maquinaba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, el mismo Jesús glorioso se le reveló en el camino, eligiéndole para que, lleno del Espíritu Santo, anunciase el Evangelio de la salvación a los gentiles. Sufrió muchas dificultades a causa del nombre de Cristo.

Pablo, llamado Saulo en el uso y rigor judío, afirmaba con vehemencia que el Evangelio que predicaba no lo había aprendido o recibido de los hombres.


Perteneció a la casta de los fariseos. Había nacido en Tarso, ciudad que pertenecía al mundo grecorromano; quien nacía allí tenía la categoría de ciudadano romano y lo era tanto como el centurión, el procurador, el tribuno o magistrado. Necesariamente, por ser judío no le cupo más suerte en la niñez que andar disimulando su condición entre los demás del pueblo, ocultando su creencia, tenida como superstición por los paganos romanos. Es posible que esto le fuera encendiendo por dentro y le afirmara aún más en su fe, cuando iba creciendo en edad y tenía que defenderse marchando contra corriente.


Era más bien bajo, de espaldas anchas y cojeaba algo. Fuerte y macizo como un tronco. Un rictus tenía que le hacía fanático. Conocía los manuscritos viejos escritos con signos que a los griegos y a los romanos les parecían garabatos ininteligibles, pero que encerraban toda la sabiduría y la razón de ser de un pueblo. Listo como un sabio en las escuelas griegas de Tarso, familiarizado con los poetas y filósofos que habían pasado el tiempo escribiendo en tablillas o pensando. Para los griegos solo era un hebreo, miembro de aquellas familias que vivían en un islote social, aislado entre misterios inaccesibles a los de otra raza, uno de los que tenían prohibido el acceso a las clases cultas y dirigentes; era de esos que se hacían despreciables por su puritanismo, por sus rarezas ante los alimentos, su modo de divertirse, de casarse, de entender la vida, de no asistir a los templos ¡un ambiente nada claro!


A los dieciocho años se fue a Jerusalén para aprender cosas del judío verdadero, las de la Ley patria, la razón de las costumbres; ansiaba profundizar en la historia del pueblo y en su culto. Gamaliel lo informó bien por unos cuartos. Aprendió las cosas yendo a la raíz, no como las decía la gente poco culta del pueblo sencillo y llano. Supo más y mejor del poder del Dios único; aprendió a darle honra y alabanza en el mayor de los respetos y malamente soportaba con su pueblo el presente dominio del imponente invasor. Esto le ponía furioso. Los profetas daban pistas para un resurgimiento y los salmos cantaban la victoria de Dios sobre otros pueblos y culturas muy importantes que en otro tiempo subyugaron a los judíos y ya desaparecieron a pesar de su altivez; igual pasaría con los dominadores actuales. El Libertador no podría tardar. Mientras tanto, era preciso mantener la idiosincrasia del pueblo a cualquier costa y no ser como los herodianos, para que la esperanza hiciera posible su supervivencia como nación. No se podía dejar que un ápice lo apartara de la fidelidad a las costumbres patrias. Eso le hizo celoso.


Y mira por donde, aquella herejía estaba estropeando todo lo que necesitaba el pueblo. Locos estaban adorando a un hombre y crucificado. No se podía permitir que entre los suyos se ampliara el círculo de los disidentes. Había que hacer algo. No pasaban, sino que las noticias decían que estaban por todas partes como si se diera una metástasis generalizada de un cáncer nacional. Hacía años que ya estuvo, colaborando como pudo, en la lapidación de uno de aquellos visionarios listos, serviciales, piadosos y caritativos pero que hacían mucho daño al alto estamento oficial judío; fue cuando lo apedrearon por blasfemo a las afueras de Jerusalén, y lastimosamente él sólo pudo guardar los mantos de los que lo lapidaron. Hasta le parecía recordar aún su nombre: Esteban.


Su conversión fue en un día insospechado. Nada propiciaba aquel cambio. Precisamente llevaba cartas de recomendación de los judíos de Jerusalén para los de Damasco; quería poner entre rejas a los cristianos que encontrara. Hasta allí se extendía la autoridad de los sumos sacerdotes y principales fariseos; como eran costumbres de religión, los romanos las reconocían sin hacerles ascos. Saulo guiaba una comitiva no guerrera pero sí muy activa, casi furiosa, impaciente por cumplir bien una misión que suponían agradable a Dios y purga necesaria para la estabilidad de los judíos y para proteger la pureza de las tradiciones que recibieron los padres. Aquello parecía la avanzada de un ejército en orden de batalla, con el repiqueteo de las herraduras en las pezuñas de las monturas sobre el duro suelo de roca ante Damasco donde caracoleaban los caballos. Llevaban ya varios días de caminata; se daban por bien empleados si la gestión terminaba con éxito. Iba Saulo "respirando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor". En su interior había buena dosis de saña.


"Y sucedió que, al llegar cerca de Damasco, de súbito le cercó una luz fulgurante venida del cielo, y cayendo por tierra oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dijo: ¿Quién eres, Señor? Y él: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, y entra en la ciudad y se te dirá lo que has de hacer. Y los hombres que le acompañaban se habían detenido, mudos de espanto, oyendo la voz, pero sin ver a nadie. Se levantó Saulo del suelo y , abiertos los ojos, nada veía. Y llevándole de la mano lo introdujeron en Damasco, y estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió" (Act. 9, 3-9).


Tres días para rumiar su derrota y hacerse cargo en su interior de lo que había pasado. Y luego, el bautismo. Un cambio de vida, cambio de obras, cambio de pensamiento, de ideales y proyectos. Su carácter apasionado tomará el rumbo ahora marcado sin trabas humanas posibles _su rendición fue sin condiciones_ y con el afán de llevar a su pueblo primero y al mundo entero luego la alegría del amor de Dios manifestado en Cristo.


El relato es del historiador Lucas, buen conocedor de su oficio. Se lo había oído veces y veces al mismo protagonista. No hay duda. Vió él mismo al resucitado; y lo dirá más veces, y muy en serio a los de Corinto. Por ello fue capaz de sufrir naufragios en el mar y persecuciones en la tierra, y azotes, y hambre y cárcel y humillaciones y críticas, y juicios y muerte de espada; por ello hizo viajes por todo el imperio, recorriéndolo de extremo a extremo. Y no creas que se lamentaba; le ilusionaba hacerlo porque sabía que en él era mandato más que ruego; el dolor y sufrimiento más bien los tuvo como credenciales y las heridas de su cuerpo las pensaba como garantía de la victoria final en fidelidad ansiada.


Entre tantas conversiones del santoral, la de Pablo es ejemplar, paradigmática. Más se palpa en ella la acción divina que el esfuerzo humano; además, enseña las insospechadas consecuencias que trae consigo una mudanza radical.



Martirologio Romano: En Ulm, ciudad de Suabia (hoy Alemania), beato Enrique Suso, presbítero de la Orden de Predicadores, que soportó pacientemente muchos contratiempos y enfermedades, compuso un tratado sobre la sabiduría eterna y predicó a menudo sobre el Nombre de Jesús (1366).

Etimológicmente: Enrique = Aquel que es el caudillo de su morada, es de origen germánico.


Fecha de beatificación: En 1831 por Gregorio XVI.



Místico alemán, nació en Constanza el 21 de Marzo probablemente de 1295; murió en Ulm, el 25 de Enero de 1366.

SU VIDA


Su padre perteneció a una noble familia de Berg; su madre, una santa mujer de la cual él tomó su nombre, a una familia de Sus (o Süs, de ahí el nombre Suso o Susso). A los trece años de edad ingresó al convento de los Dominicos en Constanza, donde realizó estudios de preparatoria, filosofía y teología. De 1324 a 1327 tomó un curso suplementario de teología en el Estudio General de los Dominicos en Colonia, donde se sentó a los pies de Johann Eckhart "el Maestro", y probablemente fue condiscípulo de Tauler, ambos célebres místicos. De regreso a Constanza fue nombrado para el oficio de lector, del cual parece haber sido removido varias veces entre 1329 y 1334. En el último año comenzó su carrera apostólica. Para 1343 fue elegido superior de un convento, probablemente en Diessenhofen. Cinco años más tarde fue enviado de Constanza a Ulm donde permaneció hasta su muerte.


La vida de Susso como místico comenzó a los dieciocho años, cuando, rompiendo con sus malas costumbres de los cinco años anteriores, se hizo a sí mismo "el Sirviente de la Eterna Sabiduría", la cual él identificaba con la esencia Divina y, en una forma concreta, con la persona de la Eterna Sabiduría hecha hombre. De ahí en adelante, una ardiente amor por la Eterna Sabiduría dominaría sus pensamientos y controlaría sus acciones. Tuvo frecuentes visiones y éxtasis, practicó una severa austeridad (la que prudentemente moderó en sus años maduros), y soportó con paciencia inusual las aflicciones corporales, amargas persecuciones y dolorosas calumnias.


Se convirtió en el más destacado entre los Amigos de Dios en el trabajo por el restablecimiento de la observancia religiosa en los claustros. Su influencia fue especialmente fuerte en muchos conventos de mujeres, particularmente en el convento de las Dominicas de Katherinenthal, una famosa escuela de misticismo en los siglos XIII y XIV, y en el de Toss, donde vivía la mística Elsbeth Stagel, quien tradujo algunos de sus trabajos en Latín al Alemán, reunió y preservó la mayor parte de sus cartas existentes, y consiguió de él la historia de su vida, la cual después él mismo desarrolló y publicó.


En muchas partes era muy estimado como predicador, y fue escuchado en ciudades y pueblos de Suavia, Suiza, Alsacia y los Países Bajos. Sin embargo, su apostolado no era con las masas, sino con individuos de todas las clases, quienes le buscaban por su personalidad singularmente atractiva, y para los cuales él se convirtió en el director personal de su vida espiritual.


A menudo se ha dicho incorrectamente que él estableció entre los Amigos de Dios una sociedad llamada la Hermandad de la Eterna Sabiduría. La así llamada Regla de la Hermandad de la Eterna Sabiduría no es sino una traducción libre de un capítulo de su Horologium Sapientiae, y no hizo su aparición hasta el siglo XV.


SUS ESCRITOS


El primer escrito que salió de la pluma de Susso fue Büchlein der Wahrheit, el cual redactó mientras estudiaba en Colonia. Su doctrina fue criticada desfavorablemente en algunos círculos - muy probablemente a causa de la relación tan estrecha de su autor con Eckhart, quien había sido llamado para explicar o retractarse de ciertas proposiciones - pero se encontró que era completamente ortodoxa. Como en este, en sus otros escritos Susso, aunque revelaba la influencia de Eckhart, siempre evitó caer en los errores del "Maestro". En realidad, el libro fue escrito en parte contra las enseñanzas panteístas de los Beghards, y contra las enseñanzas libertinas de los Brethren del Espíritu Libre. El Padre Denifle lo considera como el "libro pequeño" más complejo entre los escritos de los místicos alemanes.


Mientras en este libro Susso se expresa como un contemplativo intelectual, en su siguiente Das Büchlein der ewigen Weisheit, publicado a principios de 1328, es eminentemente práctico y habla de su rebosante corazón a "hombres comunes que aún tienen imperfecciones por cancelar". Bihlmeyer acepta el juicio de Denifle de que es "el más bello fruto del misticismo Alemán", y lo pone a la par de las Homilías de San Bernardo, y de la Imitación de Cristo de Tomás de Kempis. En la segunda mitad del siglo XIV y en el siglo XV no hubo otro libro de meditación más leído en lengua alemana.


En 1334 Susso tradujo esta obra al Latín, pero aumentando considerablemente sus contenidos, haciendo de este un libro casi completamente nuevo al que dio el nombre de Horologium Sapientiae. Aún más elevado que el original, con un lenguaje acabado, rico en imágenes, ritmo y movimiento, se convirtió en un libro favorito en los claustros a finales de la Edad Media, no solo en Alemania, sino en los Países Bajos, Francia, Italia e Inglaterra.


A este mismo periodo de actividad literaria de Susso podría pertenecer Das Minnebüchlein pero su autenticidad es dudosa.


Luego de retirarse a Ulm, Susso escribió la historia de su vida interior (Vita o Leben Seuses), revisó el Büchlein der Wahrheit, y el Büchlein der ewigen Weisheit, con los cuales, y junto con once de sus cartas (el Briefbüchlein) y un prólogo, formó un libro conocido como el Exemplar Seuses.


Además de los escritos mencionados anteriormente, tenemos también cinco sermones de Susso y una colección de veintiocho de sus cartas (Grosses Briefbuch), las cuales se pueden encontrar en la edición de Bihlmeyer.


Susso es llamado por Wackernagel y otros un "Un poeta de amor en prosa y en el orden espiritual." El amor mutuo entre Dios y el hombre, el cual es su tema principal, le da calidez y color a su estilo. Aprovechó al máximo la flexibilidad del idioma alemán con una rara habilidad, y contribuyó en mucho a la formación de la bella prosa germana, especialmente matizando con nuevos significados palabras empleadas para describir sensaciones interiores. Su bagaje intelectual fue característico de los escolásticos de su época. En su doctrina jamás hubo el menor rastro de tendencias no ortodoxas.


Durante siglos ejerció gran influencia sobre escritores espirituales. Entre sus lectores y admiradores estuvieron Tomás de Kempis y el Beato Pedro Canisio.



Antonio nació en Amándola (Italia) el 17 de enero de 1355 de una familia de humildes campesinos. Su padre se llamaba Simpliciano Migliorati. La fama de santidad de San Nicolás de Tolentino († 1305) le indujo a solicitar la entrada entre los agustinos de su pueblo natal, en donde fue ordenado sacerdote.

Después de haber vivido cerca de doce años en el convento de Tolentino, la obediencia lo envió por algún tiempo al de la ciudad de Bari, y, ya a principios del siglo XV, al de Amándola (Áscoli Piceno). Nombrado superior del pequeño convento allí existente, lo hizo ampliar, dando además inicio junto a él a la construcción de una nueva iglesia. La muerte, acaecida el veinticinco de enero de 1450 le impediría verla concluida.


La veneración que había suscitado en vida no disminuyó con la muerte. En 1453, con motivo de multiplicarse los prodigios que se le atribuían, inclusive la resurrección de difuntos, su cuerpo, exhumado de la sepultura común de los religiosos en que se hallaba hasta aquel momento, fue puesto en un arca de madera y colocado sobre un altar dedicado a su memoria. En 1641 fue trasladado a otra caja mejor elaborada, también de madera, obra de Domenico Malpiedi, que actualmente puede verse en el coro de la iglesia, tras ser sustituida en 1897 por un sarcófago de mármol.


En 1798 la soldadesca revolucionaria sacó Antonio de la urna en que yacía y profanó sus restos. En 1899 su cabeza fue aureolada con una corona de oro.


El once de julio de 1759 Clemente XIII inscribió a Antonio en el número de los beatos, reconociéndole el culto "ab immemorabili" y el 20 de abril de 1890 León XIII concedió indulgencia plenaria a cuantos visitaran su santuario.






















María Antonia (Teresa) Grillo. Beata
María Antonia (Teresa) Grillo. Beata

Fundadora de la Congregación

de las Hermanitas de la Divina Providencia


Martirologio Romano: En Alejandría, del Piamonte, en Italia, beata María Antonia (Teresa) Grillo, religiosa, que, habiendo quedado viuda, asumió con misericordia las necesidades de los pobres y, después de vender todas sus posesiones, fundó la Congregación de las Hermanitas de la Divina Providencia (1944).

Fecha de beatificación: Su Santidad JUAN Pablo II, con ocasión de la pública exposición de la Sábana Santa, la beatificó en Turín el 24 de mayo de 1998.



Teresa Grillo nace en Spinetta Marengo, provincia de Alessandria, el 25 de setiembre de 1855. Quinta y última hija de José Grillo, médico jefe del Hospital de Alessandria y de María Antonieta Parvopassu, descendiente de una antigua e ilustre familia de aquella región, fue bautizada al día siguiente en la Iglesia parroquial de Spinetta, recibiendo además el nombre de Magdalena.

Dotada de un temperamento inclinado a la caridad, alimentado además por un ambiente rico en espíritu cristiano, el 1º de octubre de 1867 recibió el confirmación en la catedral de Alessandria y cinco años después, mientras estaba aún en el colegio, la primera comunión. Después de terminada la escuela elemental, a la que asistió en Turín, donde su madre se había trasladado para acompañar los estudios universitarios de su hijo Francisco, en 1867, luego de la muerte de su padre, fue matriculada como alumna interna en el colegio de las Damas Inglesas, en Lodi, donde se graduó a la edad de 18 años.


Terminado el colegio, regresó a Alessandria, donde, siempre bajo la guía materna, comenzó a frecuentar a las familias aristocráticas de la ciudad. Fue precisamente en este ambiente que conoció a su futuro esposo, el culto y brillante capitán de infantería, Juan Bautista Michel. Celebrada la boda el 2 de agosto de 1877, se trasladó primero a Caserta, luego a Acireale, a Catania, a Portici y finalmente a Nápoles, lugares a los que fuera transferido su esposo. En esta última ciudad, una fulminante insolación durante un desfile militar sorprendió la muerte del capitán Michel, un 13 de junio de 1891. Teresa se sumergió en una profunda angustia que rozó la desesperación.


La recuperación posterior, ocurrida casi de improviso, debida, en parte a la lectura de la vida del Venerable Cottolengo y a la ayuda de su primo sacerdote, Mons. Prelli, desembocó en la opción de abrazar la causa de los pobres y necesitados. Teresa comenzó así a abrir de par en par las puertas de su propia casa señorial a los niños pobres y a las personas abandonadas y necesitadas de ayuda. Hacia el fin del año 1893, dado que “los pobres aumentan a más no poder y que quisiera poder alargar los brazos para acoger a todos bajo las alas de la Divina Providencia”, vendió la gran casa michel y adquirió un viejo edificio en la calle Faa de Bruno. Aquí dio inicio a los trabajos de reestructuración y ampliación, construyendo un piso superior y comprando algunas pequeñas casas vecinas. Surge así el”Pequeño Hogar de la Divina Providencia”.


La obra guiada por Teresa, no estuvo ciertamente libre de adversidades, que aparecieron no sólo por el lado de las autoridades civiles, sino sobretodo por parte de sus amigos y familiares. Especialmente ante la incomprensión de aquellos se hizo evidente la solidaridad y el efecto de los pobres, de las personas generosas y de sus colaboradoras. Siguiendo la solicitud de la Autoridad Eclesiásticas, el 8 de enero de 1899, vistiendo el hábito religioso en la capillita del Pequeño Hogar, Teresa Grillo, con ocho de sus colaboradoras dio vida a la Congregación de las Pequeñas Hermanas de la Divina Providencia.


En los siguientes 45 años, su responsabilidad prioritaria fue la de difundir y consolidar el Instituto. Casi inmediatamente después de realizada la fundación, la Obra comenzó a tener casas en diversos lugares del Piamonte, desarrollándose rápidamente incluso en las regiones del Véneto, Lombardía, Liguria, Puglia y Lucania. A partir del 13 de junio de 1900 el instituto se extendió en el Brasil y desde 1927, por solicitud de San Luis Orione, fundó inclusive casa en Argentina. Sin ahorrar esfuerzos, Teresa animaba y alentaba a sus hermanas con su carismática y solícita presencia en las comunidades. En seis oportunidades atravesó el océano para llegar hasta América Latina, en donde como frutos de su solicitud surgieron numerosas fundaciones con asilos, orfanatos, escuelas, hospitales y asilos para ancianas. El octavo viaje, lo hizo el año 1928, a la edad de 73 años.


El 8 de junio de 1942, la Santa Sede concedía la Aprobación apostólica a la congregación de la Pequeñas Hermanas de la Divina Providencia. La Beata Teresa Grillo se apagó en Alessandria el 25 de enero de 1944 a la edad de 89 años. Su instituto contaba entonces con 25 casas en Italia, 19 en Brasil y 7 en Argentina.


Con el Proceso Informativo, en 1953 fue introducida la Causa de Canonización. El 6 de julio de 1985, el Santo Padre Juan Pablo II, declarándola Venerable, decretó la heroicidad de sus virtudes. El Espíritu de la Beata Teresa Grillo Michel hacia los indigentes permanece particularmente en la obra de sus Hermanas, a las que solía repetir: “Continuaré invocando sobre ustedes la abundancia del espíritu que debe distinguir a la Pequeña Hermana de la Divina Providencia: espíritu de confianza verdaderamente heroica en esta admirable emanación de la Divina Bondad, porque nosotras debemos estar totalmente y en cada hora a merced de su Providente ayuda”.


Si usted tiene información relevante para la canonización de la Beata María Antonia, contacte a:

Piccole Suore della Divina Provvidenza

Via Divina Provvidenza, 41

00166 Roma, ITALIA


ORACION

Dios todopoderoso

que en tu infinita misericordia haz querido exaltar a tu sierva,

María Antonia Grillo,

concédenos por su intercesión,

un ardiente amor a tu Hijo,

presente en la Eucaristía,

y un compromiso ardiente en favor de las vocaciones sacerdotales y religiosas.

Haz que imitemos su ejemplo en el servicio a los pobres,

a los pequeños, a los jóvenes, a los ancianos y a los que sufren,

con una entrega total de nuestra vida y de nuestros bienes.

Por tu misericordia,

acoge a los que recurren a Ti mediante

la intercesión de esta tu Sierva, fiel y generosa,

y suscita en todos nosotros la ferviente devoción

que la Madre María Antonia

tuvo hacia la Madre de tu hijo Jesús,

venerada con el título de la “Salve”.

Danos, Señor, la fuerza de imitar sus virtudes

y acrecienta la Familia de sus Hijas espirituales para que su carisma,

don del Espíritu Santo,

se multiplique en el mundo.

Amén







Martirologio Romano: En la ciudad de Tortosa, en España, beato Manuel Domingo y Sol, presbítero, que instituyó la Sociedad de Sacerdotes Operarios, para fomentar las vocaciones sacerdotales (1909).

Fecha de beatificación: El 29 de marzo de 1987 por el Papa Juan Pablo II.



Los orígenes

MANUEL DOMINGO Y SOL nació en Tortosa (Tarragona - España) el día 1 de abril del año 1836. Su vida entera fue una pasión ardiente por el sacerdocio, y lo vivió con toda intensidad. Le atraían, a la vez, todas las facetas del apostolado sacerdotal: “una ilusión santa parecía querernos lanzar al mismo tiempo a todos los campos”, confesaba en cierta ocasión.


A la edad de 15 años ingresó en el seminario diocesano. Fue ordenado sacerdote en Tortosa el día 2 de Junio de 1860 a la edad de 24 años. Celebró su primera Misa en Iglesia de S. Blas, el día 9 de Junio de 1860. Su primer destino fue a La Aldea (Tortosa), el 7 de Marzo 1862 y un año más tarde se hace cargo de la parroquia de Santiago de Tortosa. Durante los primeros 13 años de su sacerdocio, fue misionero diocesano, párroco, confesor de Religiosas -levantó tres conventos de religiosas de clausura- y profesor del Instituto de Tortosa. Se dedicó, sobre todo, al apostolado con la juventud. Construyó de nueva planta un Centro para jóvenes, y fundó la primera revista juvenil católica de España: El Congregante.


Pero nada de esto colmaba sus aspiraciones. Necesitaba un punto de apoyo definitivo para aunarlo todo, influir en todo, y restaurarlo todo. Dios respondió a sus deseos: “El Señor, sin merecerlo, sin advertirlo nosotros casi, sin pensarlo ni poderlo prever, descorrió la cortina, y nos mostró un campo vastísimo, de facilísimo cultivo, de resultados indudables, campo en el cual, y con una vida puramente sacerdotal, pudiéramos impulsar, coadunados, todos los intereses de su máxima gloria, que nuestra piadosa imaginación y nuestro ardiente celo pudiera soñar jamás".


La formación de los futuros sacerdotes


Un día del mes de febrero del año 1873, se encontró con el seminarista Ramón Valero, pobre y humilde, que vivía de limosna con otros seminaristas en una buhardilla. El Seminario de Tortosa había sido destrozado por la Revolución del año 1868, y los pocos seminaristas que aún quedaban vivían diseminados por la ciudad, con hambre y sin formación. Ramón Valero contó a don Manuel las estrecheces en que vivía, sin pan, sin luz para estudiar, sin orientación.


Don Manuel vio muy claro y para siempre: la clave de sus anhelos era dar pan y cariño, ilusión sacerdotal y formación adecuada a los futuros sacerdotes. Había encontrado la "perla preciosa" de la parábola, y vendió todas las cosas para comprarla. Desde entonces vivió convencido de que “la formación del Clero es lo que podríamos decir la llave de la cosecha en todos los campos de la gloria de Dios. Nosotros más que apóstoles parciales, hemos de ser moldeadores y formadores de apóstoles”, decía a sus operarios.


En el mes de septiembre de 1873 comenzó la tarea ingente de su vida con la humilde “Casa de San José”, donde reunió a 24 seminaristas pobres. Muy pronto hubo de adquirir una casa más amplia para los 98 alumnos que tenía el año 1876. E1 día 11 de abril de 1878 puso la primera piedra del nuevo “Colegio de San José para Vocaciones Eclesiásticas”, y lo inauguró el 11 de abril de 1879 con 300 seminaristas. Educaba y mantenía, además, gratuitamente a otros 100 seminaristas en el Palacio de San Rufo.


La fundación de la Hermandad


Durante los primeros años de funcionamiento del Colegio de San José, D. Manuel fue madurando ideas y vio que los esfuerzos individuales no tenían garantía de perennidad: el hombre pasa y los problemas permanecen. Quería dar consistencia a su "Obra" e irradiar su actividad a otras diócesis. Así, e1 29 de enero de 1883, después de celebrar la Santa Misa, recibió la luz de lo alto, y “estuvo dos días bajo la influencia de aquella inspiración sobrenatural”. Vio con claridad la fundación de una Hermandad de Sacerdotes Operarios que, con acendrado espíritu de Reparación, se dedicaría a la formación de futuros sacerdotes. La Hermandad será aprobada por el Obispo de Tortosa el día 17 de mayo del año 1883. Con un puñado de sacerdotes buenos y entregados, don Manuel se sintió capaz de llevar a cabo su empresa.


Los Colegios de San José


La situación de los Seminarios españoles era bastante precaria: “No es posible comprender cómo estaba la formación de los jóvenes en mi época, y algo anterior y bastante posteriormente, en estudios, en piedad y disciplina y vigilancia y pruebas de vocación”. Don Manuel supo elevar el nivel espiritual, disciplinar e intelectual de tal manera que resaltaba la formación dada en el Colegio de Vocaciones y comenzaron a llover sobre él peticiones de los Obispos para que los Sacerdotes Operarios fueran a sus diócesis.


1884: Funda el Colegio de Vocaciones en Valencia.

1888: Murcia.

1889: Orihuela.

1893: Plasencia.

1894: Burgos.

1896: Almería.

1896: Lisboa (Portugal).

1898:Toledo.


El Pontificio Colegio Español de Roma


Lo fundó el Beato Manuel Domingo y Sol el año 1892 y es, sin lugar a dudas, una de las más importantes realizaciones suyas. Es indiscutible la influencia de este Centro en la renovación espiritual e intelectual de los seminarios y del clero español.


Desde entonces, en el Pontificio Colegio Español de San José de Roma se han formado más de 3.000 alumnos, ha dado más de 70 obispos a las diócesis españolas, y son muchísimos los antiguos alumnos que han trabajado y trabajan en cargos de dirección y de enseñanza en los centros de formación sacerdotal.


Dirección de los seminarios diocesanos


El nuevo estilo de los Colegios de San José se iba imponiendo poco a poco. “Su método se determina por una selección delicada de los alumnos, candidatos al sacerdocio, un ambiente de familia y de comprensión entre educando y superior y una vida de piedad sincera y profunda, donde se ponen de relieve las máximas cualidades del sacerdocio, unido todo ello a una ferviente adhesión al Vicario de Cristo”. Y por ello muchos obispos se empeñaron en confiar Don Manuel y a su Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos la dirección de sus respectivos Seminarios.


1897: se hizo cargo del Seminario de Astorga.

1898: Toledo.

1898: Chilapa (México).

1899: Zaragoza.

1900: Cuernavaca (México).

1901: Sigüenza y Cuenca.

1902: Badajoz y Puebla de los Angeles (México).

1903: Baeza.

1904: Jaén, Ciudad Real, Málaga.

1905: Barcelona.

1906: Segovia.

1907: Almería.

1908: Tarragona.


Su legado espiritual


La espiritualidad del Beato Manuel Domingo y Sol se cifra en el espíritu de Reparación al Corazón de Jesús, principalmente en la Santísima Eucaristía. Era un ardiente enamorado de la Eucaristía. Decía: “una de las cosas que nos avergonzarían en el cielo, si pudiese haber con fusión, sería el pensar que le hemos tenido en la tierra, y no nos absorbió toda la vida, todo nuestro corazón”. Legó a la Hermandad ese espíritu como uno de sus fines principales.


Este amor a Jesús en la Eucaristía, este espíritu de Reparación, es el manantial de su entrega para trabajar en la delicada y difícil misión de formar a los futuros sacerdotes. Escribe: “si descendiéramos al fondo, al manantial de los sentimientos de nuestra piedad, tal vez encontraríamos lo que no habíamos reparado ni discurrido: que el origen de nuestro deseo por el bien y fomento de las vocaciones eclesiásticas, de que Dios tenga muchos y buenos sacerdotes, ha sido nuestro instintivo amor a Jesús Sacramentado”.


Este amor a Jesucristo en la Eucaristía le hacía arder en ansias de levantar Templos de Reparación. Pudo aceptar el Templo Nacional Expiatorio de San Felipe de Jesús, en México, el año 1889. Pero su ilusión era levantar uno en cada diócesis. E1 año 1903 pudo realizar el sueño de edificar el nuevo Templo de Reparación de Tortosa, donde descansan sus restos mortales.


Dice su última misa el 18 de Enero de 1909. Muere el día 25 de Enero de 1909, dejando a los 75 operarios que componían la Hermandad 10 colegios de vocaciones, 17 seminarios, 2 templos de reparación y el Colegio Español de Roma. Es declarado venerable por el Papa Pablo VI, el 4 de Mayo de 1970, con la denominación de "Santo Apóstol de las Vocaciones".



Nació en Trino (Monteferrato-Italia) en la segunda mitad del siglo XV. Se llamó Leonor en el mundo. Sus padres se oponían a que abrazase la vida religiosa. La célebre Congregación Mantuana, que en inicios estaba en todo su esplendor, fundó un convento de monjas de clausura en Parma y en él, el año 1477, vistió el hábito Leonor, cambiando su nombre por el de Arcángela.

Por su virtud y sus dotes naturales, fue elegida priora por la misma comunidad, cargo que aceptó por cumplir la voluntad de Dios. Fue desde entonces el refrigerio y el consuelo de todas las monjas y entre ellas la más humilde y servicial. A las enfermas consolaba con cariño maternal y les hacía consideraciones oportunas, animándolas a sufrir con resignación.


Quince años llevaba residiendo en el convento de Parma, santificándose y santificando a sus religiosas con su buen ejemplo y la heroicidad de sus virtudes, cuando los superiores determinaron hacer una nueva fundación de monjas en Mantua y eligieron para piedra fundamental a la beata Arcángela.


Con gran sacrificio obedeció al punto y, avezada a los caminos del Señor, en Mantua inicia la misma vida que seguía en Parma, por lo que pronto los habitantes de Mantua se percataron del bien que Dios les había proporcionado con el convento de las carmelitas. Las matronas, a porfía, llevaban a sus hijas, con el fin de que la Beata Arcángela las instruyera en los caminos del Señor.


El efecto no se hizo esperar, pues siete de aquellas jóvenes tomaron el hábito y bajo su dirección, se santificaron en el claustro. Cuando después de penosa enfermedad se sintió morir, reunió a sus monjas para exhortarlas y darles a manera de testamento, sus últimos consejos. Expiró diciendo: “Jesús, amor mío, ten piedad de mí”.


Era el 25 de enero de 1495 y fue enterrada en el mismo convento de Mantua. Su cuerpo se venera en la iglesia del Hospital de San Lorenzo de Turín.



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