mayo 2016

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Martirologio Romano:En la ciudad de Alba, en el Piamonte, beato Teobaldo, que por amor a la pobreza dio todo su dinero para socorrer a una viuda y, trabajando como mozo de cuerda, por humildad llevó las cargas de los demás. ( 1150)

Fecha de beatificación: Culto Confirmado por el Papa Gregorio XVI en el año 1841.

A Teobaldo Roggeri se le honra en todo el Piamonte como patrón de los zapateros remendones y los cargadores, pero con particular devoción en Vico, el lugar donde nació, y en Alba, la población donde pasó la mayor parte de su vida. Sus padres eran personas acomodadas que le dieron una buena educación; pero el respeto que se dispensaba a la buena posición de su familia, le parecía a Teobaldo incompatible con las condiciones de humildad que debe observar todo buen cristiano. Por ese motivo abandonó el hogar y fue a vivir en la ciudad de Alba, donde fue admitido en el taller de un zapatero para aprender el oficio. Se desempeñó con tanta honradez y destreza, que su amo, en el lecho de muerte, le pidió que se casara con su hija única y siguiera al frente del negocio como dueño. Como Teobaldo no quería apenar a un anciano con sus horas contadas, le dio una respuesta rápida y evasiva que él pudiera tomar como afirmativa; pero no eran esos los planes del piadoso joven que había hecho votos de guardar la castidad y, tan pronto como su amo fue sepultado, se despidió de la viuda, entregándole todas sus ganancias para que las distribuyera entre los pobres, y partió.

Sin ningún bien en este mundo, atenido a las limosnas que recibía, emprendió una peregrinación a Santiago de Compostela. De regreso en Alba, no trató de reanudar su oficio de zapatero, sino que buscó la labor más penosa y dura que pudiera realizar y se ofreció a cargar las bolsas de cereales y otras mercancías. Desde entonces vivió en las calles y las plazas, junto a los mendigos y los menesterosos de toda especie, para quienes era como un ángel de consuelo. Invariablemente, las dos terceras partes de todo lo que ganaba, eran para sus pobres. A pesar de la naturaleza agobiante de su trabajo, practicaba con frecuencia ayunos y otras austeridades; hasta el día de su muerte, durmió siempre sobre el duro suelo. A fin de expiar la culpa de haber proferido una maldición cuando otro hombre lo provocó, se propuso barrer todos los días las naves de la iglesia de San Lorenzo y mantener ardiendo sus lámparas. Se afirma que en su tumba se obraron muchos milagros, lo que dio enorme incremento a su culto.

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Por: . | Fuente: VidasEjemplares.org

Laico Franciscano

Martirologio Romano: En Urbino, del Piceno, en Italia, beato Juan Pelingotto, de la Tercera Orden de San Francisco, que, siendo comerciante, procuraba favorecer más a los otros que a sí mismo, y viviendo recluido en una celda, solamente salía para atender a pobres y enfermos (1304).

Etimológicamente: Juan = Dios es misericordioso, es de origen hebreo.

Su culto fue aprobado por S.S. Bendedicto XV el 13 de noviembre de 1918.

Juan Pelingotto nació en Urbino en 1240, hijo de un rico mercader de telas que bien pronto, si bien de mala gana, hubo de permitirle dedicarse libremente a los ejercicios de piedad. A los once años ya lo había iniciado en el comercio.

Vistió el hábito de la Tercera Orden de la penitencia en la iglesia de Santa María de los
Ángeles, la primera iglesia franciscana de Urbino, y como fiel imitador del Seráfico Padre, vivía austeramente. El amor por los pobres lo movía a privarse aun de lo necesario para socorrerlos; humildísimo, al caer en la cuenta de que sus conciudadanos lo tenían en grande estima, para despistarlos se hizo el loco, pero mientras más procuraba ocultarse, más manifiestas hacía Dios sus virtudes.

En 1300 fue a Roma para ganar el jubileo decretado por Bonifacio VIII. Era la primera vez
que iba a la ciudad eterna y no era conocido por nadie; sin embargo, un desconocido al
encontrarse con él, lo señaló a sus compañeros diciendo: “¿No es este aquel santo hombre de Urbino?”. Otros varios hechos manifestaron claramente que el Señor quería hacer conocer su santidad. De regreso a su ciudad natal, intensificó su vida espiritual deseando ardientemente la patria celestial. Fue atacado por una gravísima enfermedad que lo redujo pronto a las últimas, y lo hizo perder hasta el habla, que recuperó completamente sólo en los últimos días de su vida terrena. Supo ser imitador del Seráfico Padre incluso en el dolor.

El demonio no cesaba de molestar con horribles tentaciones a este terciario penitente que siempre había guardado intacta la pureza de su alma. Andaba repitiendo: “¿Por qué me molestas? ¿Por qué me echas en cara cosas que nunca he cometido y en las cuales nunca he consentido?”. Y abandonándose confiado en los brazos de la misericordia divina, con voz fuerte dijo: “Y ahora, vamos con toda confianza!”. Uno de los presentes dijo: “Padre, ¿a
dónde vas?”. “Al Paraíso!”, respondió. Dicho esto, su rostro se puso bellísimo, sus miembros se distensionaron y, poco después expiró serenamente. Era el primero de junio de 1304; tenía 64 años de edad.

Juan había pedido que se le sepultara en la iglesia de San Francisco, pero en un primer
tiempo no se cumplió su voluntad: tuvo solemnes funerales y fue sepultado en el cementerio franciscano, en el claustro del convento. Dios glorificó bien pronto a su fiel servidor. Tantas fueron las gracias que se decían obtenidas por su intercesión, tanto era el concurso de los fieles a su sepulcro, que los hermanos exhumaron sus restos y los llevaron a la iglesia de San Francisco. Aumentándose los prodigios se erigió un altar sobre su tumba, donde se celebraron misas en su honor.

Su culto continuó a través de los siglos.

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11:33 p.m. ,

Por: . | Fuente: Vatican.va

Fundador de las Congregaciones de
Misioneros de San Carlos (Scalabrinianos) y de las
Hermanas Misioneras de San Carlos Boromeo (Scalabrinianas)

Martirologio Romano: En Piacenza, en Italia, beato Juan Bautista Scalabrini, obispo, quien trabajó incansable por el bien de su iglesia, mostrado un especial interés por los sacerdotes, agricultores y obreros. En favor de los emigrantes a los países de América fundó las Congregaciones de Misioneros y de Hermanas Misioneras de San Carlos (1905).

Etimológicamente: Juan = Dios es misericordioso, es de origen hebreo.

Juan Bautista Scalabrini nació y fue bautizado el 8 de julio de 1839 en Fino Monasco (Como, Italia). Era el tercero de ocho hijos de una familia muy religiosa, de clase media. Estudió en el instituto «Volta de Como». Ingresó en el seminario diocesano, donde realizó sus estudios de filosofía y teología. Recibió la ordenación sacerdotal el 30 de mayo de 1863. Durante sus primeros años de sacerdocio fue profesor y luego rector del seminario comasco de San Abundio; en 1870 fue nombrado párroco de San Bartolomé.

Nombrado obispo de Piacenza por el Papa Pío IX, recibió la consagración episcopal el 30 de enero de 1876. Desarrolló una actividad pastoral y social muy amplia: visitó cinco veces las 365 parroquias de la diócesis, a la mitad de las cuales sólo se podía llegar a caballo o a pie; celebró tres sínodos, uno de ellos dedicado al culto eucarístico, difundiendo entre todos los fieles la comunión frecuente y la adoración perpetua; reorganizó los seminarios y reformó los estudios eclesiásticos, anticipando la reforma tomista de León XIII; consagró doscientas iglesias; fue incansable en la administración de los sacramentos y en la predicación; impulsó al pueblo a profesar un amor activo a la Iglesia y al Papa, fomentando la verdad, la unidad y la caridad.

Practicó de forma heroica la caridad asistiendo a enfermos del cólera, visitando a los enfermos y a los encarcelados, socorriendo a los pobres y a las familias en desgracia, y siendo generoso en el perdón. Salvó del hambre a miles de campesinos y obreros, despojándose de todo, vendiendo sus caballos, así como el cáliz y la cruz pectoral que le regaló el Papa Pío IX.

Fundó un instituto para sordomudas, sociedades de mutua ayuda, asociaciones obreras, cajas rurales, cooperativas y otras formas de Acción católica.

Pío IX lo definió «apóstol del catecismo », porque hizo lo posible para que lo enseñaran en todas las parroquias bajo forma de escuela, incluso para los adultos. Ideó y presidió el primer Congreso catequístico nacional de 1889 y fundó el primer periódico catequístico italiano.

Ante el desarrollo dramático de la emigración italiana, que se convirtió en fenómeno de masas, desde el comienzo de su episcopado se hizo apóstol de millones de italianos, que vivían en otros países, a menudo en condiciones de semi-esclavitud, y corrían el peligro de abandonar su fe o la práctica religiosa.

El 28 de noviembre de 1887, fundó la congregación de los Misioneros de San Carlos (Scalabrinianos), aprobada por León XIII, para proporcionar asistencia religiosa, moral, social y legal a los emigrantes. Impulsó a santa Francisca Javier Cabrini, la madre de los emigrantes, a partir rumbo a América en 1889 para encargarse de los niños, los huérfanos y los enfermos italianos. Él mismo fundó, el 25 de octubre de 1895, la congregación de Hermanas Misioneras de San Carlos Boromeo (Scalabrinianas). De sus enseñanzas nacieron en 1961 las Misioneras Seglares Escalabrinianas.

Su intensa actividad episcopal tenía su origen e inspiración profunda en una fe ilimitada en Jesucristo. Su programa era: «Hacerme todo a todos para ganarlos a todos para Cristo». Estaba profundamente enamorado de la Eucaristía: pasaba horas en adoración delante del Santísimo; durante la jornada le hacía muchas visitas y hasta quiso ser sepultado con todo lo necesario para la celebración de la santa misa.

Sentía gran pasión por la cruz y una tierna devoción a la Virgen, que se manifestaba en sus homilías y peregrinaciones a santuarios marianos. Este amor le llevó a entregar las joyas de su madre para la corona de la Virgen.

Falleció el 1 de junio de 1905, fiesta de la Ascensión del Señor. Sus últimas palabras fueron: «¡Señor, estoy listo. Vamos!».

Fue beatificado por S.S. Juan Pablo II el 9 de noviembre de 1997.

Reproducido con autorización de Vatican.va

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Memoria de san Justino, mártir, que, como filósofo que era, siguió íntegramente la auténtica sabiduría conocida en la verdad de Cristo, la cual confirmó con sus costumbres, enseñando lo que afirmaba y defendiéndola con sus escritos. Al presentar al emperador Marco Aurelio, en Roma, su Apología en favor de la religión cristiana, fue conducido ante el prefecto Rústico y, por confesar que era cristiano, fue condenado a la pena capital (c. 165).

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En Messina, de Sicilia, en Italia, beato Aníbal María Di Francia, presbítero, que fundó la Congregación de los Rogacionistas del Corazón de Jesús y las Hijas del Celo Divino, para rogar al Señor que dé santos sacerdotes a su Iglesia.

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En Messina, de Sicilia, en Italia, beato Aníbal María Di Francia, presbítero, que fundó la Congregación de los Rogacionistas del Corazón de Jesús y las Hijas del Celo Divino, para rogar al Señor que dé santos sacerdotes a su Iglesia.

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Virgen y Mártir

Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio de Domitila, en la vía Ardeatina, santa Petronila, virgen y mártir. ( s. inc.)
A medida que el hagiógrafo avanza en la familiaridad con las Vitae Sanctorum y las Actas de los martirios de los santos comprueba, entre susto y fascinación, los esfuerzos de escritores anteriores -algunos lo hacen desde los albores de la historia cristiana- por pasar a la posteridad los modelos de fe y vida que ellos han visto o cuyas noticias han recibido oralmente, o quizá tuvieron entre sus manos documentación anterior que no ha sobrevivido al tiempo. Lo hicieron movidos por el cariño agradecido a los que supieron ser fieles y transmitieron el heroísmo de sus virtudes de la mejor manera que pudieron; con frecuencia estaban por la labor de dejar en el mejor papel posible al santo protagonista de su relato y por ello no es infrecuente notar añadiduras a la personalidad que relatan, aunque sea acumulando dones, milagros y hechos portentosos que demuestren más y más a quienes les escuchan o a sus posibles lectores la complacencia de Dios en sus santos. No fueron mentirosos; no intentaban hacer historia, o al menos, no se adaptaban al modelo de historia que hoy pide la crítica; incluso, en ocasiones, fueron poco respetuosos con ella. Porque lo que pretenden es animar a la fidelidad a Cristo al tiempo que ponen ante los ojos de los creyentes a alguien que le entregó la vida con la coherencia entre las obras y la fe.

Las inexactitudes sólo son afecto y los anacronismos le interesan al autor lo que importa un sello de correos o una bufanda al caracol. No es su cometido la exactitud en los detalles propia del juez inquisidor; prefieren la llaneza de ensalzar las apoteosis del amor. Sólo con este principio es posible acercarse con alegría y temblor a la lectura de las Vidas y de las Actas para aprender de personas que triunfaron del egoísmo hasta el fin.

Posiblemente éste fuera el intento del autor anónimo que dejó por escrito la vida de santa Petronila llamada también con los nombres de Perina, Petronela y Pernela. La total carencia de datos da origen a la historia apócrifa claramente imaginativa que pondera excelsas virtudes -ésas que intenta poner como paradigma en la mente de los lectores- y que carga las tintas más sobre las bondades de las situaciones del entorno que sobre la misma realidad personal que lógicamente desconoce.

Pues bien; el tiempo es el siglo primero y el lugar de la narración, Roma; Petronila está presentada como hija de san Pedro. Su máximo anhelo es padecer por Jesús que tanto quiso padecer por ella. Una extraña enfermedad la mete en cama con agudísimos dolores imposibles de aliviar; pero su semblante alegre y su actitud llena de optimismo demuestran a todos los que van a visitarla la aceptación voluntariosa y complacida de Petronila que, por fin, puede sufrir algo por su Señor. Se prolonga por mucho tiempo la postración. Entre los creyentes romanos se empiezan a correr rumores; ¿cómo es posible conciliar tamaño sufrimiento de Petronila con la actitud permisiva del padre Pedro, si es verdad que sólo su sombra llegaba a curar a enfermos, hace unos años, en Jerusalén?, ¿será que Pedro ha perdido virtud?, ¿será esto una muestra de falta de cariño?, ¿no deben preocuparse los padres por la salud de los hijos?... Un día Pedro reúne a una gran multitud de creyentes en Cristo en su casa y manda con imperio a su hija: «Petronila, levántate y sírvenos la mesa». Asombrados y estupefactos contemplan a la dulce joven incorporarse del lecho y salir dispuesta al cumplimiento del encargo toda llena de facultades. Terminada su misión vuelve a la cama, recupera la enfermedad con incremento de sufrimiento y ya no se restablecerá hasta después del martirio de Pedro.

No ha hecho mella en su físico el terrible padecimiento soportado, se han rejuvenecido sus facciones y hasta se diría que se ha multiplicado la belleza previa a la enfermedad. Ahora dedica Petronila todas sus energías a la oración y a la caridad. Parece un hada madrina que con vara mágica va solucionando problemas de cristianos irradiando continuamente el influjo benéfico ante cualquier necesidad: pobres, lisiados, enfermos, ciegos, leprosos y todo tipo de carenciales van a visitarla y salen pletóricos de felicidad. Por toda Roma corre un inmenso e imparable rumor que transmite de boca a boca la explosión de la caridad de Jesucristo patente en las obras de Petronila.

Pero hay más. Por todo lo relarado, no es extraño el enamoramiento del joven Flaco que se acerca con gran séquito de criados y esclavos a solicitar el consentimiento para hacerla su esposa. La reacción ahora de la virgen es de indecible sorpresa; pero guarda las formas, agradece al noble joven enamorado el honor que le hace y pide suave y dulcemente tres días para reflexionar al término de los cuales debe Flaco enviarle sus doncellas y criadas para que la acompañen.

Todo es llanto en Petronila. Jesucristo llena su corazón; no quiere romper la unidad del amor; sólo a Jesús quiere como Esposo. Pasa los tres días encerrada, en compañía de Felícula, dada al ayuno, a continua oración, penitencias y súplicas al Señor. El último día del retiro llega el presbítero Nicodemus, le celebró la misa, le dio la Comunión y contempló cómo moría Petronila al pie del altar consumida de amor.

Las criadas de Flaco que ya esperaban jubilosas trocaron el cortejo de nupcial en fúnebre para llevarla a enterrar.

¿Te gustó la historia de Petronila?

Poco le importaba al autor la diferencia de edades entre el joven enamorado y la madurez de Petronila, ni el que fuera hija de sangre de Pedro o sólo hija espiritual, si lo que quiso enseñar fue la ejemplar actitud de una mujer cristiana de los primeros tiempos que supo ser paciente en la enfermedad, que descubrió en sus padecimientos la ocasión de participar de los redentores de Jesucristo a quien amó por encima de todas las cosas y en cualquier situación, que por ello no descuidó la caridad con los demás, que ese estilo de vida tiene gran repercusión sobrenatural en el cuerpo social y que fue enterrada en el cementerio que había en el camino de Ardi, allí donde luego se construyó una iglesia con su nombre.

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11:49 p.m.

Por: Lamberto de Echeverría | Fuente: AÑO CRISTIANO Edición 2004 || santiebeati.it

Mártir

Martirologio Romano: En el lugar de Mityana, en Uganda, san Noé Mawaggali, mártir, que, siendo servidor del rey, iniciada la persecución rehusó impávido emprender la fuga y ofreció voluntariamente su pecho a las lanzas de los soldados, quienes, tras atravesárselo, lo colgaron de un árbol hasta que entregó el espíritu por Cristo. ( 1886)

Fecha de canonización: 18 de octubre de 1964, junto a otros 21 mártires, por S.S. Pablo VI.

Breve Biografía


Causó un gran revuelo en el año 1920 la beatificación realizada por el Papa Benedicto XV de veintidós mártires ugandeses, tal vez porque en aquellos días la gloria de los altares estaba vinculada a ciertos parámetros raciales, de cultura y de idiomas, (afortunadamente esto ha disminuido con el pasar de los años). De hecho, estos fueron los primeros africanos subsaharianos (por llamarlo de algún modo, nativos del “África Negra”) en ser reconocidos como mártires, y como tales ser venerados por la Iglesia Católica.

Su vida terrena la pasaron bajo el reinado de Mwanga, un joven rey que, habiendo asistido a la escuela de los misioneros (los “Padres Blancos” del Cardenal Lavigerie), no aprendió ni a leer ni a escribir porque era “obstinado, indisciplinado e incapaz de concentrarse”. Actitudes que podrían sembrar alguna duda sobre sus facultades mentales, además de los comerciantes blancos venidos del norte aprendió lo peor: habituarse a fumar hachís, beber alcohol en grandes cantidades y disfrutar de prácticas homosexuales. Para esto último construye un harén bien surtido compuesto por pajes, funcionarios e hijos de los nobles de su corte.

Respaldado al inicio de su reinado por los cristianos (católicos y anglicanos) que se unen a él para hacer frente común contra la tiranía del rey musulmán Kalema, el rey Mwanga pronto ve en el cristianismo la mayor amenaza contra las tradiciones tribales y, principalmente, un obstáculo para su libertinaje. Quienes apoyan su enfrentamiento contra el cristianismo son, primordialmente, los hechiceros y fetichistas que ven comprometidos su poder tradicional, y así, en 1885, comenzó una feroz persecución, la primera víctima es Hannington, obispo anglicano, pero la lista incluye al menos 200 jóvenes asesinados por su fe.

El 15 de noviembre de 1885 Mwanga hace decapitar al maestro de los pajes y prefecto de la sala real. ¿Su delito?, ser católico y además catequista, haber reprendido al monarca por el asesinato del obispo anglicano y haber defendido en repetidas ocasiones a los pajes de los “avances” sexuales del rey. José Mkasa Balikuddenbe pertenecía al clan Kayozi y tenía apenas 25 años.

El sustituto en el prestigioso cargo es Carlo Lwanga, del clan Ngabi, que se convierte en el centro de la mórbida atención del rey. Pero Lwanga tiene un “defecto”, es católico, y además en un período en que los misioneros están prohibidos asume el papel de “líder” y sustenta la fe de los nuevos conversos.

El 25 de mayo de 1886 fue condenado a muerte junto a un grupo de cristianos y cuatro catecúmenos a quienes Lwanga logra bautizar secretamente por la noche, el más joven es Kizito, del clan Mmamba, tiene apenas 14 años. El 26 de mayo son asesinados Andrés Kaggwa, (jefe de los músicos y pariente del rey, quien había demostrado ser especialmente generoso y valiente durante una epidemia), y Dionisio Ssebuggwawo.

Se ordena que sean trasladados desde Munyonyo, donde estaba el palacio real y donde se dictaron las sentencias, a Namugongo, lugar donde se efectuarán las ejecuciones, un “vía crucis” de 27 millas, (44.6 kilómetros), recorridos en 8 días, junto a presiones de familiares para que adjuraran de su fe y la violencia de los soldados. Una muere en el camino: Ponciano Ngondwe, del clan Nnyonyi Nnyange, es atravesado por una lanza, era el paje real, había sido bautizado en el apogeo de la persecución y por ello fue inmediatamente aprendido; Atanasio Bazzekuketta, del clan Nikima, es martirizado el 27 de mayo.

Unas horas más tarde cae atravesado por las lanzas de los soldados, el siervo del rey Gonzaga Gonga, del clan Mpologoma, y poco después es asesinado Mateo Mulumga, del clan Lugane, quien tenía el rango de “juez”, tenía ya más de cincuenta años de edad pero apenas tres de haberse convertido al catolicismo.

Noé Mawaggali nacido en el distrito de Singa, en la zona de Mityana, en 1851, pertenecía al clan del Antílope y era alfarero de profesión. Vino al conocimiento del cristianismo y se adhirió a Cristo, bautizándose el 1 de noviembre de 1885. Nombrado catequista de la comunidad cristiana, cumplía su encargo con gran celo, y estaba precisamente dando catequesis en su casa cuando los emisarios reales vinieron a su poblado, Kiwanga, a poner fin a la comunidad cristiana. Se le avisó y pudo huir, pero no quiso abandonar su puesto y por ello fue martirizado. Atravesado primero con lanzas hasta dejarlo todo lleno de heridas, fue luego colgado de un árbol para que fuese pasto de los perros y fueron echadas a las hienas algunas vísceras suyas. Era el 31 de mayo de 1886. Su hermana Munaku, entonces catecúmena, presenció su martirio y manifestó el deseo de ser ella también martirizada, pero no lo fue. Vivió en la misión consagrada al Señor y aún vivía cuando los mártires fueron beatificados(1).

El 3 de junio, sobre la colina de Namugongo, son quemados vivos 31 cristianos, (entre ellos algunos anglicanos). Allí están los doce católicos a cargo de Carlo Lwanga, quien le habría prometido al joven Kizito “voy a tomarte de la mano, si hemos de morir por Jesús, lo haremos juntos, mano a mano”. En ese grupo también estaban:
• Lucas Baanabakintu, Musoke Gyaviira y Tuzinde Mbaga, todos del clan Mmamba;
• Santiago Buuzabalyawo, hijo del tejedor real y miembro del clan Ngeye;
• Ambrosio Kibuuka, del clan Lugane
• Anatolio Kiriggwajjo, guardián de los rebaños el rey;
• Mukasa Kiriwawanvu, camarero real;
• Adolofo Mukasa Ludico, del clan Ba´Toro, guardián de los rebaños del rey;
• Mugagga Lubow sastre real, del clan de Ngo;
• Aquiles Kiwanuka, del clan Lugave, y
• Bruno Sserunkuuma, del clan Ndiga.

Quienes asistieron a la ejecución se impresionaron al oírlos orar hasta el final, sin un gemido. Es un martirio que no apagó la fe de Uganda, más bien se convierte en semilla de muchas conversiones, como anunciara proféticamente Bruno Sserunkuuma justo antes de su martirio: “un manantial que tiene muchas fuentes no se secará nunca, nosotros ya no estemos pero otros vendrán despues de nosotros”.

El grupo de mártires católicos elevados a los altares se completa el 27 de enero de 1887 con la muerte del siervo del rey, Juan María Musei, que espontáneamente confesó su fe ante el primer ministro del rey Mwanga por lo que fue decapitado de inmediato.

Carlo Lwanga y sus 21 jóvenes compañeros fueron canonizados por el Papa Pablo VI en 1964 y en el lugar de su martirio se construyó una magnífica santuario, a poca distancia, otro santuario recuerda a los cristianos no católicos que fueron martirizados también. Hay que señalar que junto a los cristianos también fueron martirizados algunos musulmanes.

responsable de la traducción del texto en italiano: Xavier Villalta

(1)Este párrafo es tomado de: AÑO CRISTIANO Edición 2004
Autores: Lamberto de Echeverría (†), Bernardino Llorca (†) y José Luis Repetto Betes
Editorial: Biblioteca de Autores Católicos (BAC)
Tomo V Mayo ISBN 84-7914-709-1

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11:49 p.m. ,

Por: . | Fuente: franciscanos.org || L´Osservatore Romano

Religioso Franciscano

Martirologio Romano: En el pueblo de Bellegra, en los alrededores de Roma, Italia, beato Mariano de Roccacasale, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, que, cumpliendo el oficio de portero, abrió la puerta del convento a los pobres y a los peregrinos, a quienes con suma caridad atendía en todo. ( 1866)

Fecha de beatificación: 3 de octubre de 199 por el Papa Juan Pablo II.

Nació el 14 de junio de 1778 en Roccacasale, pueblo de la provincia de L´Áquila (Italia). En su bautismo recibió el nombre de Domingo. Sus padres, Gabriel De Nicolantonio y Santa De Arcángelo, agricultores y pastores, profundamente creyentes, educaron a sus hijos en los valores cristianos. Domingo fue precisamente el que se quedó con sus padres, después de que los demás se casaron. Le tocó cuidar el rebaño. La soledad de los campos y majadas formó el temperamento del joven Domingo para la reflexión y el silencio, haciendo resonar en él la voz del Señor: comprendió que el mundo no era para él. Tenía entonces veintitrés años. No podía resistir a esta fuerza interior. Y decidió dedicarse con más radicalidad al seguimiento de Cristo.

El 2 de septiembre de 1802 vistió el sayal franciscano en el convento de Arisquia y tomó el nombre de fray Mariano de Roccacasale. Terminado el año de noviciado se consagró definitivamente a Cristo con la profesión de los votos. Permaneció en ese convento doce años.

Su vida se puede resumir en dos palabras: oración y trabajo; eran como dos cuerdas en las que vibraba su existencia. Cumplía escrupulosamente los múltiples encargos que se le confiaban: carpintero hábil y valioso, hortelano, cocinero y portero.

Pero su aspiración a la santidad no encontraba en Arisquia el ambiente favorable, no por culpa de los compañeros o de los superiores, sino porque aquella época no era propicia para la vida religiosa y los conventos.

En 1814, tras el regreso del Papa a Roma, la vida conventual pudo rehacerse lentamente en medio de dificultades sin número. Hicieron falta varios años para que todos los religiosos regresaran a sus conventos, y la vida de oración y de apostolado volviera a florecer con regularidad en los claustros.

En ese momento llegó a los oídos de fray Mariano el nombre del Retiro de San Francisco en Bellegra. La fama de la vida regular y austera que desde hacía tiempo se había instaurado en ese convento por obra de santos religiosos ya corría por los alrededores. Fray Mariano acogió aquella voz como una invitación del Señor. Los superiores aceptaron su petición de dirigirse a Bellegra en peregrinación. Así fray Mariano dejó el convento de Arisquia por el Retiro de Bellegra. Tenía treinta y siete años.

Poco tiempo después, recibió del superior el encargo de la portería, oficio que desempeñó durante más de cuarenta años y que se convirtió en su medio de santidad. Abrió la puerta a muchos pobres, peregrinos y viandantes, y convirtió muchos corazones, cerrados hasta entonces a la gracia divina. Para todos tenía una sonrisa, que acompañaba siempre con el saludo franciscano: «¡Paz y bien!»; les besaba los pies, los instruía en las verdades de la fe y rezaba con ellos tres avemarías; después se ocupaba del cuerpo: les lavaba los pies; si hacía frío, les encendía el fuego y les distribuía la sopa, mientras les daba consejos. Jamás se lamentaba del trabajo ni daba signos de cansancio; siempre sereno, afable, sonriente. La fuente de tanta virtud era, sin duda, la oración. Todo el tiempo que le quedaba libre de sus ocupaciones lo dedicaba a la adoración eucarística y a la participación en la misa. Era también muy devoto de la pasión del Señor.

Falleció el 31 de mayo de 1866, jueves del «Corpus Christi».

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En Nicosia, en Sicilia, beato Félix (Jacobo) Amoroso, religioso, que después de haber sido rechazado durante diez años, finalmente ingresó en la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, desempeñando humildísimos oficios con sencillez e inocencia de corazón.

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Por: . | Fuente: Bibliotheca hagiographica latina

Martirologio Romano: En Tervuren, en Brabante, en la actual Bélgica, tránsito de san Huberto, obispo de Mastrique-Tongeren, discípulo y sucesor de san Lamberto, que se dedicó con todas sus fuerzas a la difusión del Evangelio por Brabante y las Ardenas, donde terminó con las costumbres paganas ( 727)
Nació probablemente en Tolosa del Languedoc, Francia , hacia el 656 o 658; murió el 30 de mayo de 727 o 728, en Tervuren, Bélgica. Es un santo católico, al que se invoca como protector contra la rabia y se le tiene por celestial patrono de los cazadores, matemáticos, ópticos y metalúrgicos.

Huberto fue el hijo mayor de Bertrán. Como los nobles merovingios de su tiempo, Huberto practicaba asiduamente la caza. Se trasladó a Metz, donde se casó (682) con Floribana, hija de Dagoberto, Conde de Lovaina. Fue una elección matrimonial conveniente por la importancia de las dos familias. Su hijo Floriberto, como Huberto, llegaría a ser obispo de Lieja.

Huberto partió, luego de sentir el llamado del Señor, hacia Mastrique, donde Lamberto era obispo, y a partir de entonces actuó como su director espiritual. Huberto renunció a su rango y derechos de primogenitura en el Ducado de Aquitania en favor de su hermano Eudo, que fue nombrado tutor de Floriberto, el hijo de Huberto y Floribana. Distribuyó a los pobres su riqueza y estudió órdenes sagradas, para ser consagrado presbítero, asistiendo en la administración de la diócesis de Mastrique-Tongeren a San Lamberto. Siguiendo su consejo, partió en romería hasta Roma el año 708, durante su ausencia fue asesinado su obispo y mentor. La hagiografía de Huberto indica que este asesinato fue revelado al Papa con la indicación de designar a Huberto, sucesor de San Lamberto en la diócesis de Mastrique-Tongeren, como así sucedió.

Como obispo, trasladó la sede de Mastrique a Lieja, enterró a su predecesor en una basílica construida para honrar su memoria en el lugar mismo del asesinato y sentó las bases para hacer de Lieja una gran ciudad. Ësta tiene hoy a San Lamberto como su santo patrón y a San Huberto es contado como su primer obispo. El obispo Huberto destacó por su sencillez y austeridad, por intensidad de sus oraciones y ayunos y su famosa elocuencia. Evangelizó el área de la Ardenas.

Huberto muró en Tervuren, Brabante en 727 o 728 y fue enterrado en Lieja. Sus restos fueron luego exhumados el año 825 y trasladados a la abadía benedictina de Andain, situada en la población que actualmente se llama San Huberto. En los siguientes años hasta el Siglo XVI, en que desaparecieron los restos, su sepulcro fue muy visitado y centro de peregrinación.

El nombre y la protección de San Huberto se tomó por algunas Órdenes Militares en el Sglo XV. Felipe IV de España, rey cazador, tenía a San Huberto como protector.

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Por: . | Fuente: Corazones.org

Patrona de los epilépticos y de los enfermos mentales

Martirologio Romano: En Gehele, de Brabante, en Austrasia, en territorio de la moderna Bélgica, santa Dimpna, virgen y mártir ( s.VII)

Etimológicamente: Dimpna = ciervo pequeño, venadito. Viene de la lengua irlandesa.

La devoción a Sta. Dimpna se hizo muy popular a causa de las curaciones de epilépticos y lunáticos con sus reliquias. Desde entonces se le considera patrona de los enfermos mentales. En el siglo XIII se construyó en Gheel una enfermería para enfermos mentales que hoy en día es un moderno hospital psiquiátrico. Allí se veneran las reliquias de la santa.

Dimpna es la hija única de un rey pagano irlandés. Era bellísima y muy parecida a su madre. Cuando esta murió el rey viudo quedó desconsolado hasta el punto de quedar mentalmente perturbado. Sus cortesanos le sugirieron que se vuelva a casar. El aceptó pero buscaba a una mujer que fuera una réplica exacta de su difunta esposa. Al no encontrarse, un consejero le sugirió que se case con su hija que tanto se parecía a su madre. Aunque al principio el rey rechazó la idea, por su estado de obsesión, terminó aceptando.

La hija rehusó y se mantuvo firme como una roca. "Definitivamente no. Si tuvieras algo de decencia no me propondrías esta unión. Sabes que soy cristiana. Tu te atas a tus creencias paganas. Al menos permíteme vivir según mis propias convicciones"

El trató de convencerla con halagos, peticiones... cuando eso no dio resultado, la amenzó y juró hacerla pagar por su rechazo. Dimpna logró una prórroga de 40 días. En ese tiempo fue a dirigirse con el Padre Gereberto quien le aconsejó guardar su distancia. Después de pensarlo mas, el padre le aconsejó que huyera del palacio.

El Padre Gereberto, Dimpna junto con otros cruzaron el mar y llegaron a Antwerp, en la costa de Bélgica. Se asentaron en el pueblo de Gheel, cerca de un santuario dedicado a San Martin de Tours. Por tres meses vivió entre ellos. Pero el rey por medio de espías logro conocer su paradero y fue en persona Gheel.

Trató una vez mas de atraerla, con promesas, ofreciéndole dinero y prestigio. Dimpna sabía que aquella propuesta ofendía a Dios. Además, con el consentimiento del Padre Gereberto, había hecho un voto de virginidad.

Para aislarla de su apoyo moral, el rey mandó a matar a Padre Gereberto. Pero Dimpna aun se mantuvo firme: "Nada, nada me inducirá a ofender a Jesucristo". Enfuriado, el rey mandó a sus vasallos a que la maten. Pero ellos, por primera vez, rehusaron obedecerle. Ellos conocían que la princesa era virtuosa y la respetaban. No podían disponerse a matarla. Entonces el rey con su propia arma cortó la cabeza de su hija. Dipna muere mártir a los 15 años de edad.

Además de los patronatos ya señalados, también es la patrona de los sonámbulos, de las víctimas de incesto y de las víctimas de violación.

ORACIÓN
Señor,
Dios nuestro,
Amablemente adoptaste a Santa Difna
como patrona de aquéllos afligidos
con desórdenes mentales y nerviosos.
Ella es fuente de inspiración
y símbolo del amor para todos quienes piden su intercesión.
Por favor concede, Señor,
a través de las oraciones de esta pura y joven mártir,
alivio y consuelo a todos los que sufren tales pruebas,
y en especial a aquéllos por los que nosotros oramos.
(Aquí se mencionan los nombres de aquéllos por los que usted desea orar).
Nosotros te suplicamos, Señor,
oír las oraciones que Santa Difna presenta en nuestro nombre.
Concede a todos aquéllos,
por los que nosotros oramos,
paciencia en sus sufrimientos
y resignación ante tu voluntad.
Por favor llénalos de la esperanza,
y concédeles el alivio y cura que tanto desean.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor
que sufrió la agonía en Getsemaní.
Amén.

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11:33 p.m. ,

Por: . | Fuente: Vatican.va

Hija de la Caridad

Martirologio Romano: En Sniatyn, en el Ivano-Frankivsk (Ucrania), beata Marta María Wiecka, virgen. ( 1904)

Fecha de beatificación: 24 de mayo de 2008, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI.

Nació el 12 de enero de 1874 en Nowy Wiec al noroeste de Polonia. Fue bautizada seis días después con los nombres de Marta Ana. Era la tercera de los 13 hijos de Marcelino y Paulina. Sus padres, dueños de un campo de cien hectáreas, vivían un ambiente de fe profunda. En la casa de Marta se rezaba el Rosario en familia todos los días, se leían las biografías de los santos u otros libros religiosos, y se compartía el contenido de la homilía dominical.

El Estado polaco había desaparecido del mapa de Europa en el año 1795 después de las tres reparticiones sucesivas de su territorio entre Austria, Prusia y Rusia. Nowy Wiec se hallaba en la región prusiana cuyas autoridades, aplicando métodos impositivos y a veces brutales, sometían a la población a una germanización forzosa. La familia Wiecka, juntamente con otras muchas, constituyeron la base de la oposición ante la invasión germánica.

A la edad de dos años Marta cayó tan gravemente enferma, que estuvo a las puertas de la muerte. La mejoría radical sucedió tras una insistente oración a la Virgen en su santuario de Piaseczno. La familia interpretó este hecho como milagro, e impulsó a Marta a mantener siempre una relación cercana y filial con la santísima Virgen. Toda su vida estuvo marcada por la devoción mariana. Ella misma afirmaba que recurría a la Virgen en todas sus necesidades y María jamás le había negado nada de lo que pedía.

Desde su infancia, Marta ayudaba en casa cuanto podía. Los vecinos testimoniaron que era una chica piadosa, amable y humilde de corazón, de carácter recto; sobre todo, irradiaba serenidad y alegría. Su familia y sus vecinos conocían también su honda devoción a san Juan Nepomuceno. Siendo niña encontró una estatua de este santo y organizó su restauración, tras la cual fue colocada frente a su casa. Muchas veces se la podía ver rezando ante ella; y durante toda la vida conservó la devoción a este santo.

El 3 de octubre de 1886, a los 12 años de edad, recibió la primera Comunión. A partir de esta fecha, su unión con Jesucristo Eucaristía se fortaleció y su vida de oración se centró totalmente en él. Cuando podía, se dirigía a la iglesia parroquial, a 12 kilómetros de Nowy Wiec, para participar en la Eucaristía. En su casa dedicaba frecuentemente su tiempo a la oración. Cuando su madre se enfermó, la reemplazó en algunos trabajos de la casa, sobre todo en el cuidado de los niños más pequeños.

A los dieciséis años pidió el ingreso en la Compañía de las Hijas de la Caridad. La visitadora la hizo esperar dos años, hasta alcanzar la edad exigida. En el año 1892, a los 18 años lo solicitó de nuevo con su amiga Mónica Gdaniec, pero no fue admitida en Chelmno porque había exceso de postulantes. Entonces el número de admisiones estaba restringido por las autoridades prusianas. Ambas amigas, viajaron a Cracovia, que estaba entonces bajo el dominio austriaco, y allí, el 26 de abril de 1892, fueron admitidas en el postulantado. Después de cuatro meses, el 12 de agosto, entraron en el noviciado. Allí, durante ocho meses de formación inicial, asimiló el ideal de las Hijas de la Caridad que iba a desarrollar en los años posteriores.

Después de la toma de hábito, el 21 de abril de 1893, sor Marta fue destinada al Hospital general de Lvov, que se hallaba en la parte austriaca, y pertenecía a la provincia de Cracovia. Muy pronto se ganó la estima de una hermana por su amor y servicio a los enfermos con gran entrega y abnegación. La estancia en Lvov duró año y medio. Luego fue trasladada al pequeño hospital de Podhajce, donde durante cinco años también dio testimonio de devoción y cariño en el cuidado de los pacientes. En este hospital emitió los primeros votos, el 15 de agosto de 1897, ratificando su entrega total a Dios para servirle en los más pobres.

En 1899 fue destinada al hospital de Bochnia, ciudad cercana a Cracovia. En ese tiempo sor Marta tuvo una visión de la cruz, desde la cual le habló el Señor animándola a soportar todas las contrariedades y le prometió llevarla pronto consigo. Este acontecimiento despertó en ella un celo todavía más intenso en su trabajo y una fuerte añoranza del cielo. La prueba anunciada no tardó en llegar. Un hombre desmoralizado, al salir del hospital, divulgó por la ciudad la falsa noticia de que sor Marta había quedado embarazada por su relación amorosa con un paciente joven, pariente del párroco. A partir de entonces cayó sobre ella una ola de afrentas maliciosas de parte de los habitantes de la ciudad. Ella no dejó de cumplir sus deberes con la servicialidad y cariño de siempre. A pesar de sufrir persecución moral, soportaba esta calumnia en silencio abandonándose en manos de Dios.

En el año 1902 fue destinada al hospital de Sniatyn (hoy en Ucrania). El párroco del lugar pronto se dio cuenta de la profundidad espiritual de sor Marta y de su don de discernimiento de las almas. Y empezó a enviarle personas que no necesitaban cuidados de enfermería sino consejo y dirección espiritual. Sor Marta no se limitaba sólo a esta tarea; socorría y servía con fervor a todos los necesitados.

Amaba mucho su vocación e irradiaba alegría y satisfacción en su entrega a los pobres. Siempre tenía una sonrisa sincera en su rostro. Sabía establecer empatía con sus pacientes cuyos sufrimientos físicos y morales aliviaba. De forma discreta y callada les ayudaba en la preparación para la confesión, les instruía sobre la doctrina de la fe, les ayudaba a resolver los problemas en coherencia con su visión cristiana de la vida. Para el rezo del vía crucis en la capilla la acompañaban habitualmente cerca de cuarenta enfermos.

Poseía un don singular para reconciliar las almas con Dios. En su departamento nadie moría sin confesarse e incluso, más de una vez, algunos pacientes judíos pidieron ser bautizados. Sor Marta trataba con la misma atención y caridad a todos los enfermos , fueran polacos, ucranios o judíos, greco-católicos, ortodoxos o católicos. La fuerza para servir con esta entrega radical le venía de la oración.

Tanto su vida como su muerte estuvieron selladas por el amor auténtico a Dios y al prójimo, fuente y centro de su existencia. En 1904, consciente del peligro que esto conllevaba, se ofreció a sustituir a un empleado del hospital en la desinfección de una habitación donde había muerto una enferma de tifus. Sor Marta realizó este trabajo de buen grado. Y lo hizo para que no se contagiase el operario que debía hacerlo, cuyo trabajo constituía el sustento de su mujer e hijo. Sor Marta sintió la fiebre enseguida, pero se empeñó en terminar todas sus actividades. Durante la última semana en el hospital se hizo todo lo posible para curarla. A estos esfuerzos les acompañaba una continua oración de pacientes y empleados del hospital y personas buenas de toda la ciudad. Los judíos encendían velas en la sinagoga por sus intenciones. Gran número de personas esperaba frente al hospital interesándose por su salud. Después de recibir el santo Viático, sor Marta realizó una oración intensa y profunda, considerada por los testigos como un verdadero éxtasis. Murió serenamente, en Sniatyn, el 30 de mayo de 1904.

Los fieles del lugar cuidaron y veneraron la tumba de sor Marta. Durante más de cien años ha estado continuamente cubierta de flores, velas y una especie de tapetes bordados, muy tradicionales en esa región. Aun en los años del régimen soviético acudían a ella, y así lo siguen haciendo en la actualidad los peregrinos y habitantes del lugar.

Reproducido con autorización de Vatican.va

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6:08 p.m.

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En Sevilla, en España, san Fernando III, rey de Castilla y León, que fue prudente en el gobierno del reino, protector de las artes y las ciencias, y diligente en propagar la fe.

6:08 p.m.

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En Rouen, de Normandía, en Francia, santa Juana de Arco, virgen, que, conocida como la doncella de Orleans, luchó firmemente por su patria, pero al final fue entregada al poder de los enemigos, condenada en un juicio injusto y quemada en la hoguera.

9:31 a.m.

Por: . | Fuente: OP.org.ar

Mártires

Guillermo fue uno de los primeros frailes a los que fue encargado el oficio de inquisidor en la diócesis de Tolosa (Francia) “en favor de la fe cristiana y de la obediencia a la Iglesia romana”.

Fue apresado dolosamente por los herejes en Aviñón junto con otros frailes de nuestra Orden: el presbítero Bernardo de Rochefort y el hermano García de Aure, junto con otros ocho compañeros de ambos cleros.

Estos ilustres protomártires dominicos, como testigos excelsos de su fe, se entregaron al martirio “gozosos como hombres apostólicos” y cantando el Te Deum, (Vidas de los frailes, Parte V c. I, 1) la noche de la ,Ascensión del Señor, un 29 de mayo de 1242. Sus reliquias se perdieron en el s. XVI.

La lista de mártires está integrada por:
- Guillermo Arnaud (Dominico);
- Bernardo di Roquefort (Dominico);
- Garcia d’Aure (Dominico converso, nativo de la diócesis de Comminges);
- Stefano di Saint-Thibery (inicialmente abad, luego fraile menor);
- Raimondo Carbonius (fraile menor);
- Raimondo di Cortisan (conocido como "el Escritor", detto “lo Scrittore”, canonico de Tolosa y archidiacono de Lézat);
- Bernardo (miembro del clero de la catedral de Tolosa);
- Pietro d’Arnaud (notario de la inquisición);
- Fortanerio (clérigo);
- Ademaro (clérigo);
- El Prior de Avignonet (Monje profeso en Cluse, cuyo nombre lastimosamente no se conoce).

Pío IX confirmó su culto el 6 de septiembre de 1866.

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11:31 p.m. ,

Por: . | Fuente: testigosdelaredencion.blogspot.com

Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En Cuenca, España, Beatos José Javier Gorosterratzu y cinco compañeros de la Congregación del Santísimo Redentor asesinados por odio a la fe ( 1936-1938)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Integran el grupo: José Javier Gorosterratzu Jauranena, Ciriaco Olarte Pérez de Mendiguren, Miguel Goñi Áriz, Julián Pozo Ruiz de Samaniego, Víctor (Victoriano) Calvo Lozano y Pedro Romero Espejo



Superando dificultades para cumplir la voluntad de Dios

El 28 de abril de 1871 a las 16,30 hs. en Pancorbo, a Cirilo Romero y a Paula Espejo les había nacido un hijo varón. Al día siguiente, en el que el Martirologio señalaba la memoria de San Pedro Mártir y Papa, fue llevado a la Iglesia y bautizado, dándole por nombre los de Pedro y Prudencio. Cirilo era de un pueblecito cercano a Briviesca (Burgos) llamado Vileña; tenía por oficio tratante de cerdos. Paula era del mismo Pancorbo (Burgos) y se dedicaba a las tareas domésticas. El hogar tenía en el pueblo de ser extremadamente caritativo, pues tanto Cirilo como Paula eran muy caritativos con los pobres y necesitados: si algún mendigo pasaba por el pueblo lo enviaban a la casa de Cirilo a pasar la noche. Otra de las características del hogar fue la piedad; los padres inculcaron a Pedro, desde muy niño, el respeto a las cosas de Dios.

Pedro fue creciendo en ese hogar, en el que tuvo que superar numerosas pruebas. La primera de éstas fue la enfermedad, pues durante la infancia fue muy enfermizo, no creyendo nadie que llegaría a la edad adulta. Otra dificultad que tuvieron que sortear la familia fue el destierro: cuando Pedro contaba con 4 años, la familia fue expulsada de Pancorbo por tener un tío paterno carlista; durante unos 7 meses tuvieron que refugiarse en el País Vasco, en pleno frente de batalla.

A partir de los 6 años comenzó a ir a la escuela, teniendo facilidad para el aprendizaje. Aunque era algo pícaro y travieso, se aplicó al estudio. A esa edad recibió el Sacramento de la Confirmación en la Iglesia Parroquial de San Nicolás de Bari de Pancorbo el día 9 ó 10 de septiembre de 1877 de manos del Arzobispo de Burgos D. Anastasio Rodrigo Justo. Comenzó a sentirse muy inclinado a la piedad: “Tenía gusto en ir a la iglesia para aprender las cosas que había el párroco u otro sacerdote determinado enseñarnos a los niños”.

Comulgó por primera vez a los 9 u 10 años; a partir de esa fecha, se confesaba unas 4 u 5 veces al año y ayudaba a misa todos los días. Por aquellos días los Redentoristas, recién instalados en El Espino, dieron una misión en Pancorbo, y esto infundió en el corazón de Pedro el deseo de ser algún día otro misionero como aquellos. Y aunque desde pequeño albergó un deseo por la vida eclesiástica, poco a poco, este se fue incrementando y orientando hacia la vida religiosa. Pero las cosas no iban a ser fáciles; dos obstáculos se interpondría entre los deseos y la consecución de estos: su excesiva timidez y la pobreza familiar. Y así fue como después de escuchar la llamada al sacerdocio y ayudado por el párroco, anduvo su padre viendo donde podía estudiar. Para prepararse a para su ingreso en el seminario, cuando cumplió los 13 años fue a aprender la gramática latina con un profesor durante un año y medio.

Pero la pobreza era un obstáculo; por eso decidieron que hiciera la carrera corta o que entrara en un convento. Parece que Pedro se inclinaba por esto último, así que el Sr. Cirilo se puso mano a la obra para buscar qué religiosos lo acogían: Sagrados Corazones de Miranda, Jesuitas de Oña, otros religiosos… pero todo eran obstáculos. Así que casi desistió. Pero Pedro, sintiéndose llamado a la vida religiosa y empujado por el mal carácter que de vez en cuando aparecía en su padre, resolvió irse de casa. El Sr. Cirilo, viendo el estado de las cosas y la testarudez de su hijo por ser religioso, hizo el último intento; y esta vez consiguió que se resolvieran todas las dificultades yendo personalmente a El Espino, un Colegio Seminario que los Redentoristas habían iniciado en el cercano pueblo de Santa Gadea del Cid (Burgos) el 16 de julio de 1882 y donde había algunos otros jóvenes de Pancorvo; convenció al R.P. Charrot, Director del Espino, para que acogiese a su hijo a mitad del curso.

Su testarudez por ser religioso motivó para que su padre resolviera todas las dificultades. Tenía 14 años y 10 meses cuando ingresó a mitad de curso, el domingo 21 de febrero de 1886, después de haber confesado y comulgado en su pueblo. En el Espino, como ya tenía nociones de latín, fue incorporado al 2º curso; terminó los años preparatorios en 3 años y medio. Durante este tiempo fue un seminarista normal, que cumplía el reglamento.

Vida como misionero

Tenía 18 años y 4 meses cuando salió del Espino y fue a Nava del Rey (Valladolid) para hacer el Noviciado, donde llegó el 22 de agosto de 1889. Después de un tiempo de preparación para el año de probación, vistió el hábito redentorista el 22 de septiembre de 1889,. Con el cual comenzó el Noviciado bajo la dirección del P. José Chavatte. Profesó como Redentorista el 24 de septiembre de 1890. Continuó su preparación para el presbiterado en Astorga (León), donde después terminados estos estudios sacerdotales, se ordenó de sacerdote el 29 de febrero de 1896.

Para estrenar su ministerio sacerdotal es destinado a Nava del Rey, de donde a las pocas semanas sale en dirección al Perpetuo Socorro de Madrid. El 9 de mayo de 1997 comienza el 2º Noviciado en en la madrileña casa Pontificia de San Miguel, dirigido por el P. Otmaro Allet. Terminado éste, en noviembre del mismo año es destinado a San Juan de los Reyes de Granada, en el Albaicín. En 1899 pasó a Astorga (León) como Misionero; esta época será la de más actividad misionera, participando en un centenar de misiones. En 1911 deja Astorga y va a San Miguel de Madrid; en 1913 a El Espino y al año siguiente a lo encontramos en Granada en la recién bendecida Iglesia-Santuario del Perpetuo Socorro. Allí disfrutará de la nueva residencia comunitaria aneja al Santuario. Además del culto de la Iglesia, muy floreciente, de las misiones, aquí va a ser consultor del Superior, el P. Yañez y del P. Ruiz Abad. Y con este cargo de Consultor pasa a Cuenca en 1921, manteniéndose en el cargo hasta el final de su vida.

Por su carácter tímido y severo, no le fue bien en su tarea de misionero, y se dedicó a predicaciones esporádicas en fiestas, en la confesión, retiros a religiosas, a cuidar el culto en la iglesia de los redentoristas y al cultivo de la vida interior, como si de un monje se tratara. No le fue fácil asumir sus limitaciones, pero su espíritu sobrenatural y ascético le ayudo para ello.

Un condiscípulo y compañero, el P. Lorenzo González, nos deja de él este retrato: “Del P. Pedro Romero, ¿qué le diré? Convivimos juntos como jovenistas, como estudiantes y dos o tres años como Padres y misioneros. El mejor elogio que se puede hacer de él es decir que el P. Pedro Romero fue siempre el P. Pedro Romero. Serio de jovenista, serio de novicio, serio de estudiante, serio de Padre y misionero... Religioso observantísimo de la Regla, amantísimo de la pobreza, vigilantísimo en el trato con las mujeres. Jamás se le oyó hablar mal de un cohermano…. Consigo fue siempre muy austero”. El P. José Machiñena, que fue su Provincial algún tiempo nos lo describe así: “muy buen Religioso, muy rezador, muy serio en su porte y muy rígido (esclavo de la letra de la Regla) en el trato con las personas.” Destacó en “su amor a la oración y en su amor a la santa pobreza (siempre quería lo más pobre), muy amigo del recogimiento”.

Su tarea como misionero en Cuenca, “se dedicaba al culto de la iglesia y a dar ejercicios a Religiosas, desempañando estos ministerios bien. Su carácter era tímido; y resultaba escrupuloso en su proceder… Tenía mucho confesionario” donde solía repetir a los que acudían a él “no somos ángeles, no somos ángeles”.

Misionero en medio de la persecución religiosa

El P. Pedro Romero abandonó el convento el 19 de julio de 1936 a la fuerza y por mandato del superior. Se refugió en el Asilo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, con el P. Pedrosa, superior de la Comunidad y el H. Clemente. En el Asilo era un anciano más y estaba contento, porque podía seguir su vida de convento: celebraba la eucaristía y predicaba a diario a las religiosas, rezaba su breviario, ejercía el apostolado entre los ancianos y de vez en cuando salía a la calle a ejercer el ministerio y hacer el bien por la ciudad. En una de estas salidas corrió peligro de perder la vida en manos de los milicianos. En el asilo estuvo hasta agosto de 1937, en que tuvo que irse por haber quedado este en manos de un Comité de la CNT.

 Cuando salió del Asilo se refugió en casa de Doña Bienvenida Herráez, en la calle de San Miguel, donde le ofreció un cuarto oscuro en el que además de vivir, confesaba a cuantos se acercaban; allí estuvo hasta que, denunciado por la suegra de ésta que tenía una enfermedad mental, tuvo que presentarse en el Gobierno Civil a declarar. En el Gobierno Civil dieron orden de que fuera incluido en la asistencia social. Ingresó en Beneficencia, pero, no pudiendo aguantar las blasfemias y las burlas; salió de allí y vivió como un mendigo por las calles de la ciudad.

Por las calles de Cuenca fue un auténtico Misionero; vivía mendigando el pan. Atendía a enfermos, confesaba a unos u otros. Celebraba la Eucaristía por las casas; siempre que se le llamaba para administrar sacramentos acudía sin tardanza. Todo el mundo sabía que era religioso. Muchos le conocían personalmente. No se recataba de llevar al descubierto el breviario, el rosario y el crucifijo a la vista de todos. Rezaba por los parques, vivía de la limosna. Asistió en la hora de la muerte a la madre del Vicario General, D. Trifón Beltrán, quien no tardará éste en pagarle el favor.

Pero este tenor de vida no podía prolongarse mucho. Su organismo de anciano no podía resistirlo. Por algún tiempo iba a dormir en la llamada Posada de Ruperto, en la Puerta de Valencia, donde dormía en la cuadra. Algunas familias piadosas de Cuenca le ofrecían algo caliente, lo único que él admitía. Rehusó cuantos ofrecimientos le hicieron de recogerlo familias amigas primero y después sus cohermanos redentoristas. No quería comprometerlos complicarle la vida a nadie y, además, así estaba más libre para ejercer el apostolado. Rechazó también una oferta para salir de Cuenca por no dejar abandonada y sin sacerdotes aquella ciudad en la que había pasado un tiempo considerable de su vida. Pero cada día se sentía más agotado y cansado ya de aquella vida y resquebrajada su salud, llegó a pensar en la cárcel como un beneficio.

En el libro de registro de la Prisión Provincial de Cuenca (Causa General de Cuenca, Leg. 675, Exp. 2, Fol. 26, nº 1316) nos ofrece el dato de que ingresó en la Cárcel con fecha de 6 de junio de 1938. Ante la comida que les daban consistente sobre todo en lentejas, solía decir con chiste: “a mí unas chuletillas me harían muy bien”. Allí encontró un verdadero ángel tutelar en la persona del joven Gabriel Lozano, sacristán de Rubielos; él nos ha dejado en una carta lo que pudo contemplar:

“El año 1938, …, llegó el Padre Romero a la Prisión de las Descalzas con una blusa oscura, el paraguas, una bolsa con ropa, una manta, sus libros, dos o tres crucifijos, rosario grande y chico, y con los ojos bañados en lágrimas, que corrían hasta el suelo; en seguida me precipité para saludarle y consolarle en su profunda amargura, y me correspondió al punto con una agradable sonrisa, tranquilizándose mucho; le invité a mi departamento, con el fin de asistirle en cuanto pudiera, pero como éramos cuarenta los que allí pernoctábamos, dijo prefería un sitio aislado; y, en efecto, lo trasladé a una habitación que nadie ocupaba; le preparé una cama en el mullido suelo, un saco con paja, dos mantas y la suya, con la bolsa de ropa para almohada, para que descansara y le ofrecí algún alimento; dijo que sería mejor después; pero me fui a buscar un vaso de leche y se la di y pasé la tarde con él para distraemos y darle ánimos; y en este y otro ratos estuvimos hablando ... Como la comida que daban en la cárcel le sentaba mal, tuve que pedir limosna a señores muy pudientes, como don Julio Izquierdo, Jefe Ingeniero de Montes; don Rafael Ripollés, Arquitecto de la casa Real; don Trifón Beltrán, Vicario capitular; don Ramón Melgarejo, Marqués de Melgarejo; don José Echevarría, don Felipe Quintero, médico dentista, y otros, que les llevaban comida de fuera; pero como habían sido despojados de todo, vivían de la caridad; pero para lo poquísimo que tomaba el Padre Romero no faltó. Todo el día lo pasaba en fervorosa oración, ya con el rosario, ya con el Kempis, que me prestaba, ya con el rezo del breviario y con mucha meditación. También oía algunas confesiones y daba muy buenos y provechosos consejos. Yo de cuando en cuando le mullía la cama, lavaba, fregaba, etc. Fue acometido de disentería; mucho padeció en estos días y estas noches, pero sin dejar su profunda oración; y ya tuvo tal debilidad, que los servicios se los hacía yo ... Un día o dos pude asistirle; cuando volví era un cuadro triste y compasivo; lo cubría una plaga de moscas en aquel ambiente infecto; su aspecto era lo más alarmante y casi agónico: pude notar que hacía algunas jaculatorias. Yo le pregunté:

- ¿Cómo se encuentra, Padre?

- Ya lo ves - me respondió.

Hice por levantarlo; con esfuerzo se puso en pie, y envuelto en una manta y apoyado sobre mí, lo llevé a un cuarto solitario donde lo lavé de pies a cabeza, lo mudé y vestí, y como yo iba teniendo buena fama en la prisión, me dispuse a pedir utensilio para el Padre: conseguí habitación decente, cama, colchón, almohada, sábanas; después de acostado abrió los brazos indicándome que me acercara y me dio un abrazo prolongado y fuerte con repetidos ¡Dios se lo pague! ¡Dios se lo pague!

Salí por la prisión a pedir alimentos; me dieron leche, huevos, azúcar, café y de todo; pidió el crucifijo y el rosario; tomó alimento y rezando el rosario se durmió; después tuve que quitar las sábanas y poner otras y parte de la ropa interior; mejoró y llegó a levantarse para hacer sus devociones; en estos días llegó la notificación de su libertad y se puso muy contento diciendo que se iba; pero se la anularon, causándole honda pena; pero de nada se quejaba; finalmente se le presentó la enterocolitis ... Yo lavando de día y de noche; él no dejaba el rosario y el crucifijo; ya no tomaba alimento; sólo repetía: ´¡Agua fresca! ¡Agua fresca! Jesús, José y María!´. Como ya no podía quedar solo y yo estaba rendido, le hizo compañía por las noches un Padre agustino de Zamora, llamado Padre José; un paisano mío de Rubielos y don Trifón. Viéndole tan grave, le dije yo: Padre, ¿se acuerda de Dios, de la Virgen, de la otra vida y de la cuenta que hemos de dar a Dios? Y me respondió, con los ojos fijos en el crucifijo que tenía en las manos: ¡Cómo no; habiéndolo predicado toda la vida a los demás! … entró en la agonía. Llamé a don Trifón, que le leyó la recomendación del alma; le pusieron dos inyecciones de aceite alcanforado ... Levantó los brazos y, conociendo yo su deseo me acerqué a él; me abrazó fuertemente y así expiró en breves momentos. Esto fue por la noche; le amortajamos entre el Padre agustino, Luciano Checa y yo, y lo velamos. Al día siguiente los señores antes mencionados me dijeron que encargase caja por cuenta de ellos ... Cuando vinieron por el difunto me dieron permiso para acompañarle hasta la vía pública.

El Hermano Lozano”

Según la partida de defunción “falleció en la Prisión Provincial el día cuatro del actual [julio], a las ocho horas y treinta minutos, a consecuencia de enteritis tuberculosa según resulta de la certificación facultativa y reconocimiento practicado” (Cf. Partida de Defunción Pedro Romero: Registro Civil de Cuenca, Secc. 3ª, T. 44 Folio 300. Nº 599). Aunque no fue asesinado, el desenlace de su vida fue reconocido por el Tribunal eclesiástico como martirial y así lo ha confirmado el Congreso de Teólogos celebrado en la Sagrada Congregación de las Causas de los Santos el día 11 de junio de 2011.

S.S. Benedicto XVI firmó el 20 de diciembre de 2012 el decreto con el cual se reconoce el martirio del Siervo de Dios José Javier Gorosterratzu y sus cinco compañeros de la Congregación del Santísimo Redentor.

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Por: . | Fuente: Vatican.va

Fundadora

Martirologio Romano: En Roma, tránsito de santa Úrsula (Julia) Ledóchowska, virgen, que fundó el Instituto de Religiosas Ursulinas del Sagrado Corazón de Jesús Agonizante, y afrontó fatigosos viajes a través de Polonia, Escandinavia, Finlandia y Rusia ( 1939).

Breve Biografía

Nació el 17 de abril de 1865 en Loosdorf (Austria), segunda de nueve hijos. Su madre, de nacionalidad suiza, descendía de una familia noble; su padre procedía de la antigua y noble familia polaca Ledóchowski, en la que destacaron hombres de Estado, militares, eclesiásticos y personas consagradas. Creció en un clima familiar lleno de amor y exigente. María Teresa, su hermana mayor, fundadora de las Misioneras de San Pedro Claver (Hermanas Claverianas), conocida como "madre de África", fue beatificada por el Papa Pablo VI en el año 1975; su hermano Vladimiro, un año menor que ella, fue superior general de la Compañía de Jesús de 1915 a 1942. Otro de sus hermanos, Ignacio, general del ejército polaco, murió asesinado por los nazis en el campo de concentración de Dora-Nordhausen, el año 1945.

En 1883 la familia se trasladó de Austria a Polonia. Tres años después, Julia entró en el convento de las Ursulinas de Cracovia. Durante la profesión religiosa, emitida en 1889, tomó el nombre de María Úrsula de Jesús. Destacó por su amor al Señor, su talento educativo y su sensibilidad ante las necesidades de los jóvenes en las difíciles circunstancias sociales, políticas y morales de su tiempo. En 1904 fue elegida superiora del convento de Cracovia. En ese tiempo emprendió valientes iniciativas apostólicas. Abrió un internado para jóvenes universitarias -el primero en Polonia-, donde las muchachas no sólo pudieran encontrar un lugar seguro, sino también una sólida formación religiosa: les organizaba la Congregación mariana y cursos para profundizar la visión cristiana de la vida, dirigidos por eminentes teólogos.

Convencida de la necesidad de cambiar las Constituciones según las nuevas necesidades pastorales, se dirigió a Roma en 1907. En una audiencia, propuso al Papa Pío X realizar su trabajo apostólico en el corazón de la Rusia hostil a la Iglesia. Con la bendición del Vicario de Cristo, ese mismo año, al concluir su cargo de superiora del convento de Cracovia, acompañada de otra religiosa, ambas vestidas de civil, pues la vida religiosa estaba prohibida en ese país, partió hacia San Petersburgo.

Las religiosas vivían en la clandestinidad y, aunque eran vigiladas continuamente por la policía secreta, realizaban una intensa labor educativa y de formación religiosa, también con vistas a promover buenas relaciones entre polacos y rusos.

En 1908, la Santa Sede, a causa de las grandes dificultades de comunicación, aprobó la erección canónica de la casa de San Petersburgo como casa autónoma, con noviciado. La madre Úrsula fue nombrada superiora. Al año siguiente, la actividad del convento se extendió a Finlandia, donde construyó una escuela con internado para muchachas.

Cuando estalló la primera guerra mundial, en 1914, la madre Úrsula, al ser ciudadana austríaca, tuvo que salir de Rusia y emigró a Escandinavia: primero a Suecia y luego a Dinamarca, desde donde podía mantener más fácilmente contactos con sus religiosas de San Petersburgo. Para evitarles las consecuencias de la revolución bolchevique, trasladó la comunidad a Estocolmo, donde fundó un instituto de lenguas para muchachas. En 1917 se trasladó, con toda la comunidad, a Aalborg, en Dinamarca, donde abrió una casa para niños huérfanos de los inmigrantes polacos.
Durante el tiempo de su estancia en Escandinavia, además de su apostolado educativo, trabajó intensamente en la promoción del compromiso ecuménico. Asimismo, colaboró con el Comité de ayuda a las víctimas de la guerra en Polonia, fundado por Henryk Sienkiewicz, famoso escritor polaco premiado con el premio Nobel por su libro "Quo vadis".

La casa de sus religiosas se convirtió en un apoyo para la gente de diversas orientaciones políticas y religiosas. Su amor ardiente a la patria iba unido a la apertura a los otros. Cuando le preguntaban cuál era su orientación política, respondía sin vacilar: "Mi política es el amor". En ese tiempo, la Santa Sede le concedió el permiso para transformar su convento autónomo de Ursulinas en la congregación de Hermanas Ursulinas del Sagrado Corazón de Jesús Agonizante.

La espiritualidad de la congregación se centra en la contemplación del amor salvífico de Cristo y en la participación en su misión por medio de la labor educativa y el servicio al prójimo, especialmente a los que sufren, a los que viven en soledad, a los marginados y a los que buscan el sentido de su vida.

Úrsula educaba a sus religiosas para amar a Dios sobre todas las cosas y en Dios a toda persona humana y a toda la creación. Recomendaba, como testimonio creíble de una relación personal con Cristo, la sonrisa, la serenidad de espíritu, la humildad y la capacidad de vivir la vida ordinaria como camino privilegiado para la santidad. Ella misma era un ejemplo notable de ese tipo de vida.

La congregación se desarrolló rápidamente. Nacieron comunidades de religiosas Ursulinas en Polonia y en otras regiones. En 1928 abrió en Roma la casa general y una pensión para muchachas pobres. Las Ursulinas comenzaron también a trabajar entre los pobres de los suburbios de la ciudad eterna. En 1930 se establecieron en Francia.

La madre Úrsula fundó numerosos centros de educación y de enseñanza; enviaba a las religiosas a dar catequesis y a trabajar en zonas pobres; organizaba ediciones de libros para niños y jóvenes; ella misma escribió libros y artículos.

Trató de iniciar y apoyar organizaciones eclesiales para niños (Movimiento Eucarístico), para la juventud y para las mujeres. Participaba activamente en la vida de la Iglesia y del país. Recibió condecoraciones estatales y eclesiásticas.

Ejerció gran influjo sobre la vida de la madre Úrsula su tío Mieczyslaw, arzobispo de Gniezno-Poznan, primado de Polonia y después prefecto de la Sagrada Congregación para la propagación de la fe.

Murió en Roma el 29 de mayo de 1939. Fue beatificada por el Papa Juan Pablo II el 20 de junio de 1983 en Poznan y canonizada por el mismo Papa el 18 de mayo de 2003 en la Basílica Vaticana.

Reproducido con autorización de Vatican.va

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11:31 p.m. ,

Por: . | Fuente: omiusa.org

José Gérard nació el 12 de Marzo de 1831 dentro de una familia de labradores en la provincia de Lorraine en Francia. Parte de su niñez la pasó siendo pastor de ovejas.

José Gérard escribe sobre una tal Hermana Odile que lo preparó para su Primera Comunión, un evento que tuvo un gran impacto en su vida. Entre otras personas que tuvieron un gran impacto en su vida están Monsieur Richard y el Abbé Cayens. Monsieur Richard ofreció pagar la educación del joven y lo guió en una enseñanza sobre el arte de orar. El Abbé Cayens fue misionero en Argelia y vio una posible vocación sacerdotal en el joven José Gérard. Por lo tanto lo ayudó a aprender Latín y luego lo guió al seminario menor en Pont-à-Mousson.

También estudió algún tiempo en el seminario mayor de Nancy. Llegó a conocer a los Oblatos a través de algunos misioneros Oblatos que visitaron el seminario. Entró al noviciado y el 10 de Mayo de 1852 tomo sus votos perpetuos.

El 3 de Abril de 1853 fue ordenado Diacono por el Obispo Eugenio de Mazenod. El Obispo luego le pidió que ejerciera su misión en el reino de Natal en el Sur de África. En mayo de 1853 José Gérard tomó un barco con otros dos Oblatos al pequeño reino.

En 1854 El Obispo Allard lo ordenó sacerdote y comenzó su trabajo con un grupo de Irlandeses en Pietermaritzburg. Su misión era de ser con los Zulúes de Natal y por lo tanto tenia que aprender el idioma Zulú junto con el Inglés que usaba con los Irlandeses. Para aprender el idioma decidió pedir permiso para crear una misión en un pueblo Zulú. José Gérard trató varias veces a evangelizar a los Zulúes pero no tuvo éxito.

José Gérard decidió tomar su misión al oeste de Natal a un pueblo llamado Roma en otro reino llamado Lesotho. Allí conversó con el jefe de una tribu familia de los Zulúes de Natal. El jefe le dio permiso a construir una Iglesia y ejercer su misión. Tuvo que aprender un idioma nuevo y una cultura nueva, pero siguió adelante. Después de dos años tuvo su primer catecúmeno. El jefe de la tribu también se convirtió después de algunos años. Después de 22 años en Roma decidió llevar su misión al norte de Lesotho y comenzó la Misión de Santa Mónica donde trabajo con los Basothos. Luego regresó a Roma donde viviría el resto de su vida. En 1914 se encontró con una enfermedad que lo dejó en cama. El 22 de Mayo celebró su última Misa.

El 29 de Mayo Padre José Gérard dio su ultimo sí a Dios con la palabra Amén. Aunque sufrió muchos desafíos en su misión en África, el Padre Gérard nunca se dio por vencido. Siempre fue fiel a su voto de perseverancia. Dado a esto muchos de los nativos de aquellos países en el sur de África se convirtieron a la fe Católica. El Padre José Gérard fue beatificado por el Papa Juan Pablo II el 15 de Septiembre en Maseru, Lesotho donde le dieron el titulo de Apóstol de Lesotho.

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En Tréveris, en la Galia Bélgica, san Maximino, obispo, que, como valiente defensor de la integridad de la fe frente a los arrianos, acogió fraternalmente a [san Atanasio de Alejandría] y a otros obispos desterrados y, siendo expulsado de su sede por sus enemigos, murió en Poitiers, su tierra natal (c. 346).

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En Pisa, de la Toscana, santa Bona, virgen, que peregrinó piadosa y repetidamente a Tierra Santa, Roma y Compostela. Patrona de azafatas, mensajeros y pelegrinos

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En Rávena, de la Flaminia, san Exuperancio, obispo, que gobernó prudentemente esta Iglesia en la época en que el rey Odoacro se apoderó de Italia y de la ciudad (430/476-477).

11:47 p.m. ,

Por: . | Fuente: OP.org.ar

Religiosa Dominica

Nació en Florencia en 1514. Después de rechazar el matrimonio fue víctima de una enfermedad misteriosa que la tuvo inmovilizada en el lecho durante cuarenta y cinco años, con fortísimos ataques dolorosos, tanto que le fue administrada ocho veces la unción dé los enfermos.

Fue el sufrimiento físico el arma con que Dios se, sirvió para, cincelar su santidad. A los treinta y tres años, en 1547, pasa a formar parte de la Orden seglar de santo Domingo. Su apostolado eficacísimo lo realizó con la aceptación gozosa de sus sufrimientos, con las cartas que escribió y con su palabra de consejo.
La paciencia con que soportó su difícil enfermedad creó en tomo a ella una estimación unánime de santidad y muchos vinieron a ella en busca de consejo, y oraciones.

Estuvo muy relacionada con el monasterio carmelitano de Santa María de los Ángeles en Florencia y a su muerte, el 28 de mayo de 1577, fue enterrada en este monasterio y allí se venera su cuerpo incorrupto. Santa María Magdalena de´ Pazzi, que vivió del 1566 a 1595 y fue monja de ese monasterio, atribuyó su curación a la intercesión de la beata María Bartolomea.

Su culto fue aprobado por Pío VII el 11 de julio de 1804.

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Mártir

Martirologio Romano: En Londres, en Inglaterra, beata Margarita Pole, madre de familia y mártir, que, siendo condesa de Salisbury y madre del cardenal Reginaldo, fue decapitada en la cárcel de la Torre de Londres en tiempo del rey Enrique VIII por haber desaprobado su divorcio, encontrando así reposo en la paz de Cristo. ( 1541)

Breve Biografía

«Creo en la Iglesia, que es una. Esto, que manifestamos en la profesión de fe, tiene su fundamento último en Cristo, en el cual la Iglesia no está dividida (1 Cor 1,11-13)», afirma el papa Juan Pablo II en su carta apostólica Novo millennio ineunte, 48, escrita al concluir el Gran Jubileo del año 2000 y comenzar un nuevo milenio.
Y continúa afirmando:

«Como Cuerpo suyo [de Cristo], en la unidad obtenida por los dones del Espíritu, [la Iglesia] es indivisible La realidad de la división se produce en el ámbito de la histona, en las relaciones entre los hijos de la Iglesia, como consecuencia de la fragilidad humana para acoger el don que fluye continuamente del Cristo Cabeza en el Cuerpo místico»

En este ámbito histórico de «fragilidad humana», en el que se produjo la división de la Iglesia con el llamado Cisma anglicano, se sitúa la vida de la Beata Margarita Poleo O mejor, su existencia se inscribe entre la de aquellos que, por «acoger el don que fluye continuamente de Cristo», cabeza de la única e indivisible Iglesia, ofrecieron su vida, hasta entregarla en martirio, para evitar que la fractura histórica desfigurara en el tiempo el rostro de la única esposa del Señor.

Margarita, «la última Plantagenet», nació el 14 de agosto de 1473 en Castle Farley, cerca de Barth, en Wiltshire, y pertenecía a la Vieja Casa Real Inglesa. Era hija de Jorge Plantagenet, duque de Clarence -hermano de los reyes Eduardo IV y Ricardo III de Inglaterra-, y de Isabel Neville, hija mayor del conde Edmundo de Warwick, quien en 1499, bajo Enrique VII, pagó con su vida ser el último representante masculino de la línea de York.

Perdió la madre cuando contaba tres años de edad y aún no había cumplido cinco cuando falleció también el padre, por lo que debió ser educada junto a los hijas de su tío el rey Eduardo IV, en el palacio de Shene.

En 1491, a los 18 años, el entonces rey Enrique VII la prometió en matrimonio a Sir Richard Pole, cuya madre, Edith St. John, era medio hermana de la madre del rey, Margaret Beaufort, y él hombre de confianza suyo hasta el punto de haberle encargado el cuidado de su primogénito, Arturo. Se celebró la boda el 22 de septiembre de 1494. Pero Margarita quedó viuda muy pronto, en 1505, con no demasiados recursos económicos y con cinco hijos pequeños que cuidar: Enrique, futuro Lord Montague; Godofredo; Arturo; Reginaldo, nacido en 1500, que llegó a ser cardenal en 1536, legado pontificio en 1553 y finalmente Arzobispo de Canterbury (1555-1558), y Úrsula, que se
Casaría con Enrique, Lord Stafford.

Al subir al trono el Joven rey Enrique VIII, que consideraba a su tía Margarita Pole la mujer más santa de Inglaterra, le restableció la posesión de todos los derechos de la familia, que le habían sido confiscados en 1499 a causa de la condena a muerte de su hermano Eduardo y, revocando los derechos del príncipe Arturo, el fallecido hermano mayor del rey, la hizo condesa de Salisbury el 14 de octubre de 1513, dándole posesión de los antiguos dominios de esta casa. Fue también dama de la corte de la rema Catalina de Aragón, ruja de los Reyes Católicos, que, casada primero con el príncipe Arturo y viuda de éste, había contraído matrimonio con el hermano del prematuramente fallecido
Príncipe, el rey Enrique VIII.

Entonces los hijos de los reyes no solían crecer junto a sus padres, empleados en el gob1erno y en los asuntos cortesanos; se les dotaba de una casa con buenos tutores y personas de servicio que cuidaban adecuadamente de ellos. Como prueba de afecto, en 1516 Enrique VIII y su esposa Catalina de Aragón confiaron a Margarita Pole la educación de su hija la princesa María -futura rema María Tudor-, de quien fue madrina de bautismo y de confirmación, y a quien ella cuidó como si fuera su propia hija. La condesa de Salisbury Margarita Pole, fue honrada con un lugar muy destacado en su casa, y era frecuente que la rema Catalina de Aragón se comunicase con su ruja María a través de ella.

En las primeras décadas del sig1o XVI, la Iglesia estaba viviendo en toda Europa, y especialmente en Alemania, una situación muy crítica. Precisamente entre 1513 y 1518, el joven doctor en teología y profesor de la Universidad de Wittemberg, Martín Lutero, que había sido ordenado sacerdote en 1507 y pertenecía a la Orden de San Agustín, se estaba planteando en sus clases la autoridad única de la Sagrada Escritura, el tema de la justificación y la cuestión de las indulgencias, concretadas en 95 tesis, que dio a conocer para ser discutidas en ambientes académicos. Aunque esto no tuvo lugar, su difusión por gran parte de Europa llegó también a Inglaterra, siendo enviadas en 1518 a Tomás Moro por su arrugo Erasmo de Rotterdam, creando defensores y adversarios. Estaban en juego, en realidad, la autoridad del Papa, la eficacia de los sacramentos y la naturaleza de las indulgencias, que dividían a los cristianos tanto en el aspecto doctrinal como en las implicaciones políticas que estos temas conllevaban. Clarificadas las opiniones y posturas, en torno a 1530 la situación era muy tensa entre protestantes y católicos, y el emperador Carlos V de Alemania -rey Carlos I de España- estaba haciendo todo lo posible para evitar un verdadero cisma o división dentro de la Iglesia. En realidad se había ido deslizando el centro de gravedad de los problemas de fe a los de la estructura y formas de la Iglesia, adquiriendo clara versión política lo que había empezado como una cuestión doctrinal para ser tratada en las aulas. La poca formación teológica del pueblo favoreció también que las decisiones de sus dirigentes políticos o religiosos fueran colectivamente asumidas.

Para defenderse del emperador católico que actuaba a favor del Papa, los príncipes protestantes constituyeron en 1531 la llamada «Liga de Esmalcalda», que no sólo unía a los alemanes rebeldes a Carlos V, sino que contaba con el apoyo de Francia, Dinamarca e Inglaterra, no siempre en buenas relaciones con la sede romana. Concretamente, ya desde el siglo XIV se habían suscitado algunas tensiones entre el Parlamento Inglés y la autoridad del Papa, abriendo cauces de opinión hacia una Iglesia nacional, desvinculada de Roma. No obstante, a pesar del sentimiento anti-romano existente, la separación de Inglaterra se debió más bien a una acción personal del rey Enrique VIII, que ejercía un dominio casi absoluto sobre sus súbditos.

Enrique VIII, que ostentó la corona de Inglaterra entre 1509 y 1547, al ser hijo segundo de Enrique VII había sido educado para la carrera eclesiástica, reservando la sucesión real para el príncipe Arturo, su hermano mayor. Pero la muerte prematura de éste había elevado al trono a Enrique, Siendo aún muy joven de edad. Dada su preparación religiosa, pronto dictó algunas disposiciones para mejorar la formación teológica del clero y, decididamente opuesto a los seguidores de Martín Lutero, se colocó aliado del emperador Carlos V, sobrino de su esposa Catalina de Aragón, incitándole a que rompiese con el reformador. Incluso escribió la Assertio Septem Sacramentorum, obra en la que se oponía a la negación de los sacramentos hecha por los protestantes, y la dedicó al Papa «como signo de su fe y su amistad». En este libro afirmaba sin equívocos que «da Iglesia entera está sometida no solamente a Cristo, sino al único representante suyo, el papa de Roma». Todo ello le valió el título de defensor fidei, otorgado por el papa en 1521.

No obstante esto, su deseo de reforma de la Iglesia a veces respondía al propio interés, por lo que, para lograrla, parecía dispuesto incluso a prescindir del papado, igual que otros príncipes contemporáneos. Pero, a la altura de 1527, se había ido sumando otro motivo particular que le alejaba de Roma: su asunto matrimonial.

Como ya hemos indicado, al poco de subir al trono, Enrique VIII se había casado con Catalina de Aragón, tía del emperador Carlos V, después de que ésta enviudara del heredero Inglés, Arturo, que falleció siendo muy joven. Para este matrimonio, Enrique había obtenido en 1503 dispensa del Papa del Impedimento de afinidad, por haber sido ella mujer de su hermano mayor. Pero se había creado una situación difícil de resolver:
De los cinco hijos de Enrique VIII y Catalina de Aragón, sólo sobrevivió María, confiada al cuidado de la condesa Margarita Pole, con lo cual la sucesión al trono comenzaba a plantearse como un verdadero problema, ya que en Inglaterra nunca habían gobernado las mujeres. A ello se añadió el enamoramiento del rey de Ana Bolena, dama de la corte, que podría procurarle un heredero varón.

Así las cosas, el rey pensó en la posible nulidad del matrimonio con su esposa Catalina de Aragón, alegando que la Escritura prohibía casarse con la mujer del hermano (Lev 18,16), lo cual invalidaría la dispensa papal de 1503. Sin embargo, no le inquietaba que también la Escritura ordenase el matrimonio levítico (Dt 25,5; Mt 22,24), y que así mismo estuviera emparentado con Ana Bolena, aunque ilegítimamente, por haber sido amante e una hermana suya.

Ante estos planes, que comenzaban a hacerse efectivos, Enrique encontró la oposición de la autoridad eclesiástica, y en 1527 el canciller y cardenal Wosley y el arzobispo de Canterbury William Warham (1503-1533) le citaron a juicio por vivir incestuosamente. Considerando que la instancia competente para decidir era Roma, enviaron allí un legado con este fin, obteniendo del papa Clemente VII (1523-1534), que entonces estaba en guerra con el emperador, la dispensa del parentesco ilegítimo con Ana Bolena, en el caso de que el matrimonio con Catalina de Aragón no fuera válido. Era un modo de zanjar la Cuestión sin definirse con claridad, a la espera de que el rey abandonase su pretensión. Pero ante la insistencia de Enrique VIII, el Papa envió a Inglaterra en 1528 como legado suyo al cardenal Campeggio, quien, junto con el cardenal Wosley, inició un proceso en 1529. Catalina de Aragón no lo aceptó y apeló al Papa que, entretanto, había concertado la paz con el emperador. A instancias de éste, el papa Clemente VII suspendió los poderes de ambos cardenales y trasladó el proceso al fuero romano, Con notorio desagrado del rey. El canciller y cardenal Wosley cayó en desgracia, y le sucedió como lord canciller el conocido humanista Tomás Moro, también adversario de tan enojoso asunto matrimonial, y que, no obstante, intentó algunas consultas y mediaciones para evitar la separación de la Iglesia de Inglaterra. Ante las instancias del rey, en 1531 el papa Clemente VII prohibió a Enrique VIII que celebrase un nuevo matrimonio hasta que no concluyera la investigación. Pero, dispuesto a continuar con sus planes, el rey cayó bajo la influencia de Tomás Cromwell, miembro del Parlamento y gran político, quien le aconsejó separarse de Roma, como habían hecho los príncipes alemanes.

En una asamblea general del clero, Enrique VIII consiguió una declaración de que él era la cabeza suprema de la Iglesia en Inglaterra, con lo que la pretendida Iglesia nacional y el humanismo de tendencia anti-romana parecían confabularse para poner las bases hacia el cisma anglicano, modalidad local de la Reforma protestante en Europa.

Tras la muerte del anciano arzobispo de Canterbury William Warham, el rey nombró para sustituirle a Tomás Cranmer (1533-1555), quien, vinculado con el protestantismo alemán, había contraído matrimonio en secreto. En esta situación, el lord canciller Tomás Moro decidió retirarse para evitar ser cómplice del rey en su camino hacia el cisma, siendo sustituido por Audeley. Con ello, el gobierno espiritual y temporal-arzobispo primado, lord canciller- quedaba en manos de personas proclives al protestantismo, simpatizantes de la Liga de Esmalcalda y absolutamente fieles al rey.

En enero de 1533 el arzobispo Cranmer casó al rey con Ana, declarando después nulo el matrimonio con Catalina y válido el que acababa de celebrar. El 1 de julio fue coronada Ana Bolena y en septiembre nació Isabel, que habría de ser reina de Inglaterra. El papa declaró no válido el nuevo matrimonio, pero hasta 1534 no dio el dictamen final, que reconocía como único legítimo el celebrado con Catalma de Aragón. La censura canónica de excomunión afectaba a Ennque VIII, Ana Bolena y al arzobispo Cranmer, con lo que el rey llevó a cabo la ruptura con Roma. El «Acta de supremacía» votada por el Parlamento Inglés en noviembre de 1534 declaraba que el rey y sus sucesores eran la autoridad suprema de la Iglesia en Inglaterra, hecho que no encontró, en general, oposición en el clero, bastante sometido ya desde antes a la autoridad estatal, ni en el pueblo, con poca formación religiosa.

Muy pocos tuvieron la valentía de no aceptar el «Acta de supremacía», entre ellos el obispo Juan Fisher y el antiguo lord canciller Tomás Moro. Ambos fueron encarcelados y después cruelmente ejecutados. También se negaron a Jurarla numerosos religiosos y varios monasterios, cuyos monjes -algunos centenares- corrieron la misma suerte de la prisión y el martirio. En el norte, hubo también un intento de rebelión campesina, la «peregrinación de gracia», que no se oponía al «Acta de supremacía», pero sí al modo de proceder de las autoridades civiles contra los monasterios, las imágenes sagradas y las reliquias.

La condesa Margarita Pole, siempre considerada como una mujer santa, de profunda y arraigada fe, con gran fortaleza y acostumbrada a sufrir, vivió esta tortuosa historia del rey valientemente cercana a Catalina de Aragón y a su luja María, desaprobando sin paliativos el matrimonio con Ana Bolena. Su sentido de Iglesia y su fidelidad al Papa le impedían también aceptar la posible ruptura con Roma, aun reconociendo las evidentes limitaciones y necesidad de reformas en la vida eclesial. Además, su lujo Reginaldo Pole se manifestó con toda claridad en el mismo sentido, lo cual no la favorecía después a ella. Reginaldo era muy apreciado por Catalina de Aragón y lo había sido también por Enrique VIII, quien le había enviado a estudiar a Oxford y a Padua, de donde volvió a los 27 años con brillante Reputación, ocupando después cargos eclesiásticos hasta llegar a ser arzobispo de York. Pero, tras una dlscusión con el rey, que en vano intentó ganarle para su causa, Reginaldo prefirió marcharse de Inglaterra.

Margarita pudo permanecer algún tiempo junto a María, que llevaba dos años separada de su madre. Pero cuando el rey ordenó a su hija que renunciara a su título de princesa y ella se negó, comenzó a temer que la condesa de Salisbury (Margarita Pole), vieja amiga y admiradora de Catalina, fortaleciera los propósitos de María de no someterse a los deseos de su padre, especialmente en lo concerniente al status de su madre y de ella. Por esto y, sobre todo, por su abierta oposición a la conducta de Enrique VIII en su matrimonio y frente al Papa, Margarita no pudo evitar caer en desgracia y en 1533 el rey la exoneró del cuidado de su hija María y la obligó a abandonar la corte. María estaba viviendo en New Hall, en Essex, y en octubre una comisión del rey le quitó su casa, quedando poco después, en 1534, desposeída de todos sus bienes.

Margarita Pole había insistido en ayudar, incluso económicamente, a que María tuviera su propia independencia, como escribía Chapuys al Emperador el 16 de diciembre de 1533, expresando también el modo de ser de la condesa:

«Una señora de virtud y de honor como no hay otra en Inglaterra se ha ofrecido a servir a la princesa a su propia costa, pero esto no ha sido aceptado para evitar que tuviera poder sobre ella»,

María se vio obligada por su padre a integrarse en la casa de la nueva y «única» princesa de Inglaterra, su pequeña medio hermana Isabel, hija de Ana Bolena. Así empezó María, que permaneció siempre católica, sus días de absoluta miseria, considerada bastarda ante el nuevo y reconocido matrimonio del rey, y Margarita Pole, que nunca dejó de quererla y de rezar por ella y por su atormentada madre y su causa, tuvo que desaparecer del círculo de Enrique VIII. Para María, de 18 años de edad, fue muy duro verse tan relegada, pero lo fue todavía más haberla apartado de Margarita.

Reginaldo Pole se había alejado de Inglaterra, pero su madre estaba todavía al alcance del rey. Aunque la condesa de Salisbury no tenía ya contactos con María ni con Catalina, afectiva y espiritualmente estaba cercana a ellas, y había sido testigo de toda su historia, por lo que era considerada como una amenaza para él y su nueva línea de descendencia sin su hija María. Para evitar este peligro, en la primavera de 1536 Enrique VIII y Cromwell pidieron a Reginaldo Pole que regresara a Inglaterra, con la intención de persuadirle a que se pusiera de parte de ellos. Esperaban su retorno al menos para apoyar a su madre, quien, a pesar de superar los 60 años de edad, había sido alejada de la casa real y privada de todos sus bienes.

Ese mismo año 1536, después de la caída de Ana Bolena, Margarita Pole fue incorporada de nuevo a la corte, pero sin llegar a conseguir el favor del rey. Es más, éste se enfureció fuertemente contra ella al saber que Reginaldo había sido llamado a Roma por el papa Pablo III y lo había elevado a la categoría de cardenal. Y se encolerizó más aún, cuando en 1540 le envió su tratado Pro ecclesiasticae unitatis defensione («En defensa de la unidad de la Iglesia»), como contestación a las preguntas que Cromwell y otros le habían hecho en nombre del rey. Además de responder teológicamente a las cuestiones formuladas, el libro era una abierta denuncia a la conducta de Enrique VIII. Éste puso el grito en el cielo, y pronto se hizo evidente que, no estando a su alcance el autor de la defensio, la ira real se cebaría en los rehenes presentes en Inglaterra, y ello a pesar de que la condesa y su hijo mayor habían escrito a Reginaldo reprobándole su modo de expresarse.

El hecho de que el cardenal Pole rehusara volver a Inglaterra y la anécdota de haber encontrado en la casa de su madre un escudo que entrelazaba el pensamiento -flor característica de la Familia Pole- con una de las flores que usaba como símbolo María
Tudor, desencadenó nuevamente la furia del rey, y el 3 de noviembre de 1538, dos de los hijos de Margarita Pole y algunos se sus familiares fueron arrestados con el cargo de alta traición, aunque Cromwell había escrito antes al rey diciendo que «apenas le habían ofendido, y que no tenían otro delito que ser parientes de sangre del cardenal». Fueron encarcelados en la Torre de Londres y en enero, excepto Godofredo Pole, brutalmente ejecutados.

Aunque Enrique VIII había dicho alguna vez de la condesa Margarita Pole que «la amaba y honraba como si fuera su propia abuela», el 13 de noviembre de 1538, diez días después que a sus hijos, ordenó arrestar a la venerable anciana en su casa de Warblington, junto a Havant, en Hampshire. Allí fue ampliamente interrogada en nombre del rey por el conde De Southampton, William Fitzwilliam, y por el obispo de Ely, Tomás Godrich. Al día siguiente escribían a Cromwell:

«Seguramente no se ha visto ni oído a mujer tan honrada, tan firme en su compostura y tan precisa lo mismo en sus gestos que en sus palabras, que se maravilla uno de verla En sus contestaciones y declaraciones así se ha comportado, con sinceridad pura y justa de su parte, de modo que nos ha convencido de que una de dos o sus hijos no la han hecho participe de sus pensamientos mas profundos, o ella es la traidora mas grande que jamás haya existido Ahora que le hemos quitado todo lo que tiene, y que le hemos comunicado el pensamiento del rey, como está arrestada, esperamos que pueda decir algo, al encontrarse desposeída»

A continuación, desde su casa de Warblington la llevaron prisionera a Cowdray Park, cerca de Midhurst, y la recluyeron en la casa del conde de Southampton, Willlam Fltzwilllam, donde fue sometida a todo tipo de vejaciones. Dos días después, informaban a Cromwell:


«Hemos quitado todo a la Señora de Salisbury y la hemos llevado a Cowdray y cuando pensabamos, como dijimos en la carta antenor, que al quitarle todo quizás confesara algo, tenemos que decir que, desde que llegamos aquí, después de intentarlo de todos los modos posibles, no hemos conseguido nada [ ] Podemos llamarla un varon fuerte y firme, mas que una mujer. Ante todos nuestros intentos, siempre se ha mostrado honrada, valerosa y correcta que mas no puede ser. Tanto que pensamos que, a pesar de que hemos usado toda nuestra industria y diligencia para presionarla a que dijera más y hemos empleado mucho tiempo sin conseguirlo, hemos decidido presentarnos al Rey y no trabajar mas de momento»

En Cowdray estuvo seis meses, sometida a las afrentas más grotescas. Mr. Gairdner la trató «con descortesía bárbara». El 12 de abril de 1539 Cromwell escribía al rey para decirle que no habían sido capaces de encontrar algo de qué acusarla, y que la Condesa y su familia »no le han ofendido más que en ser parientes del cardenal». Ante esta dificultad, Cromwell consultó a los jueces sI una persona acusada de traición podía ser condenada a muerte sin previo juicio o confesión. Esta propuesta tan sin sentido encontró rechazo incluso por parte de los más fieles a Enrique VIII. Le contestaron que sería un precedente peligroso, que ningún tribunal se avendría a un proceso tan ilegal, pero que la Corte del Parlamento era suprema y que su decisión se aceptaría como ley. Es el camino que se decidió seguir.

El bill of attainder, o «Acta de condena», no se presentó a los Lores hasta el 10 de mayo, para dar tiempo a añadir otros nombres. Figuran en ella 16 personas, algunas de las cuales ya habían sido ejecutadas. Las dos primeras lecturas se pasaron en un solo día, sin posibilidad de defensa ni examen de testigos, y en la tercera, Cromwell presentó una túnica de seda blanca, encontrada en uno de los cofres de la condesa, que llevaba bordadas las cinco llagas, signo que el rey pretendió hacer creer que la vinculaba con las revueltas del norte llamadas «peregrinación de Gracia», por lo que «se había hecho acreedora de muerte por orden del Parlamento». Los otros cargos aducidos contra ella, a los cuales no le fue permitido responder, tenían que ver con que se le encontraron bulas del Papa, que había mantenido correspondencia son su hijo y que había prohibido a sus sirvientes tener el Nuevo Testamento y otros libros publicados por la autondad real. Los Comunes se mostraron tan dispuestos como los Lores a aceptar esta condena, finalmente aprobada el 29 de Junio de 1539. Este mismo día trasladaron a Margarita desde Cowdray a las prisiones de la Torre de Londres, para esperar allí la ejecución de la sentencia.

Ante esta noticia, el cardenal Pole escribía el 22 de septiembre al cardenal Contarini:

«He oído que a mi madre la han condenado por concilio publico a morir, o mejor, a la vida eterna No solamente han condenado a una mujer de 70 años con la que el rey estaba muy relacionado y de la que él mismo había dicho que no había mujer mas santa en todo el reino. También ha condenado a su ahijado, el hijo de mi hermano, la unica esperanza de nuestra familia. Mira hasta donde ha llegado esta tiranía, que empezó con sacerdotes, siguió con nobles, destruyendo a los mejores, y al final ha alcanzado a las mujeres y a los niños».

No la ejecutaron de momento, esperando que el rey la perdonara. Pero sí padeció todo género de carencias y agravios durante los casi dos años que permaneció allí prisionera, teniendo que soportar, además, un clima muy severo con insuficiente vestido. Todo ello, digna y pacientemente soportado, la preparó, sin duda, para recibir la gracia del martirio.

No hubo más proceso, m posibilidad de defensa, ni otra sentencia que la dictada por el Parlamento hacía dos años. Margarita Pole, última representante de la rama directa de los Plantagenet, fue decapitada en la mañana del 28 de mayo de 1541, cuando contaba casi 68 años de edad, en East Smithfield Green, en la Torre de Londres, cerca de las estancias donde estaba recluida.

Hay distintas versiones, que se complementan entre sí, de los últimos momentos de esta mujer ya anciana, frágil de salud y de baja estatura, aunque fuerte en su fe y siempre fiel a la Iglesia Católica y a su conciencia, a pesar de los ultrajes y vejaciones que por ello tuvo que sufrir. Algunos la presentan resistiéndose a la injusticia que con su muerte se iba a cometer, y proclamando abiertamente su inocencia, como la balada contemporánea que pone estas palabras en boca de Margarita:

«Los traidores encaminados al patíbulo tienen que morir; yo no soy una traidora, no. ¡Yo no! Mi fidelidad es patente, así que no marcharé hacia el tronco. No daré un paso, como veréis. ¡Cristo, en tu míserlcordja, sálvame!».

Otros dicen que se dirigió con toda dignidad y fortaleza desde su celda al lugar donde había de ser decapitada, diciendo solamente que no sabía por qué crimen se la estaba condenando.

No fue decapitada en un patíbulo, sino sobre un tronco de madera. Parece que, en ausencia del verdugo oficial, el joven encargado de cumplir la sentencia tuvo dificultades para manejar la pesada y dura hacha con que había de sacrificarla, y que, al haber fallado algunos golpes, endureció de modo terrible el ya crudelísimo martirio, ante el espanto del grupo de unas 120 personas que asistían al espectáculo, presidido por el alcalde mayor de Londres. Lo cierto es que Margarita Pole, condesa de Salisbury, murió decapitada de una manera brutal, pero sin perder la dignidad propia de su linaje y de su fe, y con lúcida conciencia de la verdadera causa que la había conducido a tan feroz martirio. Fue enterrada en la capilla de San Pedro ad Vincula, dentro de la Torre de Londres.

Marillac, embajador de Francia, escribía al rey Francisco I el 29 de mayo:

«Para empezar, un caso que más merece compasión que largas cartas. La condesa de Salisbury fue decapitada ayer por la mañana, hacia las 7, en una esquina de la Torre, en presencia de tan poca gente que hasta la tarde se dudó si había sido verdad. Era difícil de creer porque había estado en prisión mucho tiempo [...] La manera de proceder en su caso parece indicar que teman miedo de matarla públicamente y la ejecutaron en secreto»

Al llegar a oídos del cardenal Pole la historia de la muerte cruel y grotesca de su madre, con los terribles detalles que la acompañaron, comentó que «nunca temería llamarse hijo de una mártir» Y más tarde escribía al cardenal S. Marcellus que «si su propia muerte trajera como consecuencia la salvación del rey, voluntariamente se ofrecería».

Cuando doce años después subió al trono María Tudor, la hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón, sucediendo en 1553 a su medio hermano Eduardo VI, estaba decidida a restablecer el catolicismo en Inglaterra, para lo que solicitó la ayuda de su primo el cardenal Pole, quien fue enviado por el Papa como legado suyo con este fin. Tardó algunos meses en llegar y, ya en Inglaterra, actuó con notoria prudencia y discreción, perdonando a quienes habían apoyado a Enrique VIII y promovido el cisma anghcano. El matrimonio de María en 1554 con el príncipe heredero de España -el futuro rey Fehpe II- favoreció también la solemne readmisión de Inglaterra en la Iglesia católica el 30 de noviembre de ese mismo año 1554, Vigorosamente propiciada por el cardenal. Pero, aunque el Parlamento aceptó la reconciliación con Roma, y aunque se persiguió duramente a los protestantes, el estado religioso del país no era favorable a este cambio, pues el pueblo estaba desorientado o indiferente ante tanta lucha y tanta violencia. La muerte temprana de María Tudor en 1558, y la del cardenal Pole con pocos días de diferencia, impidieron la consolidación del catolicismo. Su medio hermana y sucesora Isabel I (1558-1603), aunque se había declarado católica durante el remado de María Tudor, anuló pronto la restauración de la Iglesia católica en Inglaterra, afirmándose el anglicanismo a partir de la bula de excomunión Regnans in excelsis, del 25 de febrero de 1570, del papa Pío V. Así quedó consolidado un cisma que se prolonga hasta la actualidad.

«En esta perspectiva de renovado camino posjubilar –afirma Juan Pablo II en el Citado numero 48 de la carta apostólica Novo millennio ineunte- se ha de cultivar el dialogo ecuménico con los hermanos y hermanas de la Comunión anglicana y de las Comunidades eclesiales nacidas de la Reforma. La confrontación teológica sobre puntos esenciales de la fe y de la moral Cristiana, la colaboración en la candad y, sobre todo, el gran ecumenismo de la santidad, con la ayuda de Dios, producirán sus frutos en el futuro».

Este «ecumenismo de la santidad» es el que aporta hoy la destacada, valerosa y coherente mujer Margarita Pole, cuya memoria ha permanecido bien viva en Inglaterra y fuera de este país, acompañada siempre por su merecida fama de santidad y heroico martirio. Su retrato puede admirarse en la National Portrait Gallery de Londres.

E12 de febrero de 1886 el papa León XIII beatificó, confirmando su culto, a un numeroso grupo de mártires ingleses, correspondientes todos al mismo momento histórico. Los primeros nombrados en el Decreto, Passi sub Henrico Rege, son: Ioannes Fisber, Episcopus Roffensis, S.RE. Cardinalis - Tbomas More, Angliae Cancellarius - Margarita Pole, Comitissa Salisburiensis, Cardinalis Pole mater.
 

VIDAS DE LOS SANTOS Edición 1965
Autor: Alban Butler (†)
Traductor: Wilfredo Guinea, S.J.
Editorial: COLLIER´S INTERNATIONAL - JOHN W. CLUTE, S. A.

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