03/16/19

10:24 p.m.

Por: . | Fuente: icmsec.webnode.com

Fundadora de la Congregación
de las hermanas del Inmaculado Corazón de María

Martirologio Romano: En Catumbi, Rio de Janeiro, Brasil, Beata María Bárbara de la Santísima Trinidad (en el siglo Bárbara Maix), fundadora de la congregación de las hermanas del Inmaculado Corazón de María ( 1873)

Fecha de beatificación: 6 de noviembre de 2010, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI</span></span></span>

Breve Biografía

Nació en Viena, Austria el 27 de junio de 1818, hija de José Maix y Rosalía Mauritz.

Los registros históricos nos dicen que José Maix era empleado público. Encontramos a su padre en el año 1782, trabajando como ayudante de cocina para el príncipe José Luis Lischtein. Poco después, en el año 1786, pasa a trabajar en el Palacio de Schönbrunn , en la función de ordenanza y luego chambelán del emperador.

Las muertes en la familia Maix eran frecuentes y la enfermedad una constante. Bárbara, la menor de 9 hijos del segundo matrimonio, tuvo su infancia y adolescencia marcada por muchas dificultades que le causaron debilidad en su organismo.

De hecho, fue muy difícil para el padre José Maix trabajar en el palacio donde se realizaban muchas fiestas, llenas de elegancia y lujo, y ver morir a sus hijos, uno tras otro, por no poder vencer, con el fruto de su trabajo, el hambre y la enfermedad. Vivían junto al palacio, en la casa número uno de los empleados.

En esta atmósfera de los contrastes entre el lujo y la abundancia del palacio con la pobreza y el dolor en su familia, se fue formando la personalidad de Bárbara. Hereda de sus padres la fe cristiana, el espíritu de lucha y resistencia, la tenacidad constante para resistir lo que tocara vivir, el coraje para enfrentar el imperio del lujo ante las apremiantes necesidades de la familia. Es el amor sin los límites por la vida lo que la hace fuerte, intrépida, llena de energía. Ella aprende de los sufrimientos diarios a no dejarse vencer frente a las dificultades, por más grandes que estas sean.

Desde temprana edad, manifiesta un espíritu misionero y profético frente a los desafíos de la realidad:

En tiempos de guerra, en los que el estado prohíbe la fundación de congregaciones religiosas, reúne jóvenes y con ellas inicia el proyecto de las Hermanas del Inmaculado Corazón de María.

Ante una situación social de desempleo en la que el mayor número de nacimientos correspondián a madres solteras, abre una casa de huéspedes para albergar a empleadas domésticas, dándoles orientación y asistencia, evitando que cayeran en la prostitución y otras desigualdades sociales.

Perseguida por el contexto político-económico de Viena y ante la necesidad de salir del país, planea ir a América del Norte, mas las circunstancias hacen que junto a 21 compañeras viaje a Brasil, país del que no conoce ni su cultura ni su geografía. Escribiendo a una compañera le dice: "Llegamos a Río de Janeiro el 9 de noviembre (1848), sin dinero, sin conocer a nadie, sin conocer el idioma, con mucha hambre, pero llenas de confianza en Dios y en Nuestra Señora”.

En una época en que las mujeres no tenían participación social, acceso a los conocimientos y a la educación escolar, se convirtió en educadora y permitió el estudio a las niñas, especialmente a las huérfanas y pobres.

Atenta a los hechos, percibe otras necesidades de la época: asilos y pensionados. Ante las epidemias de cólera y fiebre amarilla y por la Guerra con Paraguay, se hace cargo de las actividades en dispensarios y hospitales.

Frente a una sociedad que mantiene el sistema de la esclavitud, María Bárbara no acepta que las personas que trabajan junto a las Hermanas lo hagan en condiciones de esclavitud, todos realizan los mismos servicios y tienen los mismos derechos en una relación de total igualdad y colaboración.

En un contexto en el que las órdenes religiosas eran de estilo puramente contemplativa, María Bárbara hace una innovación: una forma de Vida Consagrada forjada para el trabajo profano y social. Este modelo de la Vida Religiosa era nuevo tanto para la Iglesia como para el gobierno. Ella fundó el 8 de mayo de 1849 la primera congregación femenina de vida activa en Brasil.

Con inteligencia, abre nuevos caminos, vence los obstáculos y se enfrenta firmemente los problemas de orfandad, opresión y autoritarismo de la época.

María Bárbara, mujer de fe, discierne la realidad, toma decisiones, como la de no realizar aquellas tareas que no ayuden al estilo de vida exigido en el Proyecto de la Congregación. "... Yo no creo que haya autoridad en la tierra que me obligaría a hacer nada en contra de mi conciencia. No somos esclavos, Señor Administrador. Somos libres por la misericordia de Dios”.

Su vida dedicada toda a Dios y a los hermanos, especialmente a los más necesitados, fue señalada por muchos sufrimientos, enfermedades, pobreza y luchas. Siguiendo el ejemplo de la Virgen María, se entregó totalmente a la Voluntad del Padre, María Bárbara respondió que sí a la llamada del Señor.

Murió el 17 de marzo de 1873, dejando en herencia “LA BÚSQUEDA CONTINUA DE LA VOLUNTAD DE DIOS, ATENTAS A LOS APELOS DE LA IGLESIA EN CADA MOMENTO HISTORICO”, el perdón, la vivencia fraterna, escuchar la palabra de Dios, el coraje, la osadía y la defensa de la dignidad humana..

Sus restos mortales se conservan en la Capilla de S. Rafaele, Rua Riachuelo, 508, Porto Alegre, RS – Brasil.</span></span></span>

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Por: . | Fuente: Catholic.net

Mártir Jesuita

Martirologio Romano: En la región de los hurones, en Canadá, pasión de san Gabriel Lalemant, presbítero de la Compañía de Jesús, que con celo valeroso difundió la gloria de Dios en el mismo idioma de los pueblos de aquel lugar, antes de que él mismo fuese torturado por los idólatras. Su memoria se celebra, con la de sus compañeros, el día diecinueve de octubre ( 1649).

Etimológicamente: Gabriel = Aquel que es el varón de Dios, es de origen hebreo.

Breve Biografía

Nació en París, Francia, el 3 de octubre de 1610.

Fue mártir en América del Norte, ayudante de San Juan de Brebeuf.

En 1630 se unió a la Compañía de Jesús y en 1632 hizo voto de misionero. Sin embargo, estuvo por 14 años como profesor en diversos colegios jesuitas, como el Colegio de Moulins de 1632 a 1635, y en otros tres colegios. Estudió filosofía y teología en el Colegio de Bourges de 1635 a 1639. Viajó a Canadá, llegando a Quebec en 1646. Su tío jesuita Jerónimo Lalemant era en esos momentos el padre provincial de Canadá. Llegó a Canadá en 1646 y trabajó en la misión de San Ignacio en 1649.

El 16 de marzo, Gabriel y San Juan de Brebeuf fueron tomados prisioneros por los Iroquies.

Ellos eran asesinados con tomahawk al día siguiente.

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Por: . | Fuente: Vatican.va

Presbítero y Fundador

Martirologio Romano: En la ciudad de Málaga, en España, beato Juan Nepomuceno Zegri y Moreno, presbítero, que consagró su vida en el ministerio al servicio de la Iglesia y de las almas, y, para procurar mejor la gloria de Dios Padre en Cristo, fundó la Congregación de las Hermanas de la Caridad de la Santísima Virgen María de la Merced ( 1905).

Etimológicamente: Juan = Dios es misericordia, es de origen hebreo.

Breve Biografía

Juan Nepomuceno Zegrí y Moreno, fundador de la Congregación religiosa de las Hermanas Mercedarias de la Caridad, nació en Granada, el 11 de octubre de 1831, en el seno de una familia cristiana. Sus padres, don Antonio Zegrí Martín y doña Josefa Moreno Escudero, le dieron una esmerada y cuidada educación. Forjaron su rica personalidad en los valores humano‑evangélicos, haciendo de él un verdadero cristiano, comprometido con la causa de Jesucristo y de los pobres, desde su juventud. Fue un excelente estudiante y una gran persona. Cursó estudios de humanidades y de jurisprudencia, destacando por su inteligencia, pero, sobre todo, por su gran humanidad y por una intensa vida cristiana: dedicado a la oración y a la caridad con los pobres.

Dios Padre, que llama a los que quiere para realizar sus grandes obras, le llamó a participar del sacerdocio de Jesucristo para servir a los seres humanos el Evangelio de la caridad redentora. Cursó sus estudios en el Seminario de San Dionisio de Granada, siendo ordenado sacerdote en la catedral de Granada el día 2 de junio de 1855. Ser sacerdote de Jesucristo fue su gran vocación, de tal manera que estaba dispuesto a los mayores sacrificios, con tal de realizar este sueño, alimentado desde su temprana juventud.

Como sacerdote estuvo en las parroquias de Huétor Santillán y de San Gabriel de Loja (Granada). En ambas parroquias desarrolló su vocación de pastor, a ejemplo del Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas. Cuando tomó posesión de una de estas parroquias, dijo lo que quería ser para los demás desde la vocación que había recibido: como buen pastor, correr tras las ovejas descarriadas; como médico, curar los corazones enfermos a causa de la culpa y derramar sobre todos la esperanza; como padre, ser la providencia visible para todos aquellos que, gimiendo en la orfandad, beben el cáliz de la amargura y se alimentan con el pan de la tribulación. Su vida sacerdotal estuvo presidida por una profunda experiencia de Dios; un profundo amor a Jesucristo Redentor, con quien se configuró, aprendiendo desde el sufrimiento la obediencia; un gran amor a María, su sin igual Madre y protectora; una vida intensa de oración, fuente de caridad; una pasión grande por el Reino en sus pobres, y un intenso amor a la Iglesia, viviendo la comunión con ella, a pesar de la oscuridad de la fe y de los sufrimientos que le llegaron desde el seno de la misma Iglesia.

Fue un evangelizador infatigable. Le gustaba orar, reflexionar y escribir sus sermones. No decía lo que no oraba, y proclamaba lo que estaba en el centro de su corazón, inflamado por el amor de Dios. Anunciaba lo que creía. Su palabra invitaba a todos a vivir la vida cristiana con radicalidad y los sagrados vínculos de la religión cristiana. Toda su vida fue Eucaristía, pan partido para ser comido; celebración del amor de Dios en la entrega de su propia existencia. Y fue, también, reconciliación. Celebró el sacramento del perdón haciéndose perdón, misericordia y compasión para todos, especialmente para sus enemigos y para aquellos que le calumniaron.

Ostentó cargos importantes, pero él vivió la maravillosa humildad de Dios, revelada en el himno de la carta a los Filipenses 2,5. Fue examinador sinodal en las diócesis de Granada, Jaén y Orihuela; juez sinodal y secretario en oposiciones a curatos en la diócesis de Málaga; Canónigo de la catedral de Málaga y visitador de religiosas. También fue formador de seminaristas, predicador de su Majestad la Reina, Isabel II, y capellán real.

Impactado por los problemas sociales y por las necesidades de los más desfavorecidos, se sintió llamado a fundar una Congregación religiosa para liberar a los seres humanos de sus esclavitudes. La funda bajo la protección e inspiración de María de la Merced, la peregrina humilde de la gratuidad de Dios, en Málaga, el 16 de marzo de 1878. El fin: Practicar todas las obras de misericordia espirituales y corporales en la persona de los pobres, pidiendo a las religiosas que todo cuanto hicieran fuera en bien de la humanidad, en Dios, por Dios y para Dios. La Congregación, en pocos años, se extiende por muchas diócesis españolas bajo la exigencia de la dinamicidad de su inspiración carismática: Curar todas las llagas, remediar todos los males, calmar todos los pesares, desterrar todas las necesidades, enjugar todas las lágrimas, no dejar, si posible fuera en todo el mundo, un solo ser abandonado, afligido, desamparado, sin educación religiosa y sin recursos. El P. Zegrí, inflamado en el amor de Dios, llegó a decir que la caridad es la única respuesta a todos los problemas sociales y que no concluirá mientras haya un solo dolor que curar, una sola desgracia que consolar, una sola esperanza que derramar en los corazones ulcerados; mientras haya regiones lejanas que evangelizar, sudores que verter y sangre que derramar para fecundar las almas y engendrar la verdad en la tierra.

Probado como oro en el crisol, y enterrado en el surco de la tierra, como el grano de trigo, pues fue calumniado y apartado de la obra por él fundada, primero por la Iglesia, y después, por las mismas religiosas, muere un 17 de marzo de 1905 en la ciudad de Málaga, solo y abandonado, como él había decidido morir; a ejemplo del Crucificado, fijos los ojos en el autor y consumador de nuestra fe. Muere como fiel hijo de la Iglesia, y bajo el signo de la obediencia de la fe, como los grandes testigos y los grandes creyentes.

Elaboró una rica espiritualidad en la que hoy bebemos las religiosas, los mercedarios de la caridad y tantos laicos que, impactados por su vida, por la caridad que derramó en los pobres y por la forma en que decidió morir, quieren hacer camino de vida cristiana desde su inspiración carismática. Los ejes fundamentales de la misma son:

— la caridad redentora, para hacer beneficios a la humanidad y servir a los pobres el Evangelio del amor y de la ternura de Dios, pues la caridad, que es Dios, se manifiesta enjugando lágrimas, socorriendo infortunios, haciendo bien a todos y dejando a su paso torrentes de luz

— el amor y la configuración con Jesucristo Redentor, en su misterio pascual, pues el rasgo de amor místico que casi identifica con Jesucristo el corazón del hombre, desprendido de toda recompensa, es el sublime ideal de la caridad

— el amor a María de la Merced, pues Ntra. Sra. de las Mercedes es de todos y para todos, ya que no hay título más dulce, invocación más suave, nomenclatura más amplia que la merced y misericordia de María.

Vivió e hizo suyas todas las virtudes cristianas de manera heroica, sobre todo la fe, la esperanza y la caridad, y todas aquellas virtudes humanas que dan elegancia a la caridad y la hacen entrañable en las relaciones: humildad, afabilidad, dulzura, ternura, misericordia, bondad, mansedumbre, paciencia, generosidad, gratuidad y benevolencia. También se distinguió por su prudencia, por su fortaleza en el sufrimiento, por su transparencia en la búsqueda de la verdad y por el sentido de la justicia que tuvieron todos sus actos y decisiones. La Iglesia reconoció sus virtudes heroicas proclamándolo Venerable el día 21 de diciembre del año 2001.

Dios Padre, por su intercesión, realizó un milagro, en la persona de Juan de la Cruz Arce, en la ciudad de Mendoza, Argentina, que la Iglesia ha considerado de segundo grado, restituyéndole el páncreas, que se le había extirpado totalmente en una intervención quirúrgica.

Su vida es un desafío para todos los que seguimos su espiritualidad, no tanto por lo que hizo, sino porque supo amar a la manera de Dios, sirviendo el Evangelio de la caridad a los más necesitados. Él nos reveló que la ternura y la misericordia de Dios se hacen realidad en el corazón de los seres humanos por el misterio de la redención del Hijo y haciendo camino con Él. El P. Zegrí hizo camino de discipulado entregándose total y exclusivamente a Jesucristo crucificado, como podemos leer en su testamento espiritual, viviendo sus mismas actitudes y sentimientos, ofreciéndose totalmente a Él para bien de la humanidad; perdonando a quienes le calumniaron, no teniendo en cuenta el mal y creando lazos de comunión, de encuentro y de relación; construyendo humanidad nueva en aras de la caridad más exquisita y amando a María, la mujer nueva, que sostuvo su existencia en la fe y su fe anclada en el misterio de Dios.

Su beatificación, (realizada el 9 de noviembre de 2003), nos introduce a todos en la merced de Dios, en ese espacio de gratuidad en la que el Señor es jaris permanente, gracia liberada y redención de todo lo que oprime a los hombres y mujeres de hoy. A este testigo de la caridad de Dios nos encomendamos para que el Espíritu Santo transforme nuestra vida en fuego de amor, de tal manera que en nuestro camino de discipulado, y cargando sobre nuestros hombros los dolores de la humanidad, nos asemejemos a un astro que ilumina sin quemar, a una ráfaga que purifica sin destruir, a un arroyo que fecunda sin inundar.

Si usted tiene información relevante para la canonización del Beato Juan Nepomuceno Zegrí y Moreno, contacte a:
Hermanas Mercedarias de la Caridad
C/ Serrano, 132
28006 Madrid, ESPAÑA</span></span></span>

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