09/27/13

Estos mártires, juntamente con otros compañeros salieron de Siria hacia Roma.

Deseaban confesar su fe en Cristo aunque les costase la muerte. Era durante el tiempo del emperador Diocleciano, el cruel perseguidor de los cristianos.


Llegados a Roma, tuvieron ocasión de proclamar ante la gente que ellos eran cristianos llegados de Calcedonia de Siria.


Su proclama llegó bien pronto a oídos del emperador. Mandó a unos soldados que los llevaran a un sitio escondido fuera de la ciudad y que les diesen muerte.


Pero ya en el sitio elegido, los osos comenzaron a dar gritos y los soldados salieron huyendo asustados.


Un ángel los escondió en un lugar apartado hasta que pudieron marcharse a Todi en donde sí que los decapitaron.


Esta biografía novelada fue escrita en el siglo IX. Pero sea como sea, lo importante es que su fiesta se sigue celebrando cada año en Todi desde hace muchos siglos.


Algunos dicen que es un doble de Terenciano, que fue obispo de Todi.


Las reliquias las llevó Teodorico de Metz, en el año 970. Así lo narra o cuenta Sigeberto de Gembloux en su Vida.


Una vez más, la acción de Dios se ve reflejada en quien entrega su vida a su servicio. Hoy, aunque parezca raro, hay mártires en algunos lugares de la tierra, y persecuciones en algunos países de confesiones religiosas intolerantes que no transigen la cristiana.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



Martirologio Romano: En París, en Francia, san Elzearo de Sabran, conde de Arian, que viviendo la virginidad y todas las virtudes con su esposa, la beata Delfina, murió en la flor de la edad (1323).

Fecha de canonización: Fue canonizado solemnemente en la basílica de San Pedro de Roma por el papa Urbano V el 1 de abril de 1369.



Elzeario de Sabrán y Delfina de Provenza, esposos, vivieron virginalmente el matrimonio. Vistieron el hábito de la Tercera Orden Franciscana, cuyo espíritu orientó y conformó sus vidas. De condición noble y rica, distribuían abundantes limosnas a los pobres, y se dedicaban de continuo a la oración y a las obras buenas. La Beata Delfina vivió 35 años en santa viudez.

Tengamos en cuenta, antes de entrar en la vida de este matrimonio santo, que también la santidad, como todas las cosas, sufre las influencias del ambiente. Muchas cosas hay en los santos enteramente acordes con las ideas del tiempo en que vivieron, y que hoy, o no resultarían imitables, o en algunos casos podrían llegar a ser perjudiciales. Esto no quita para que podamos leer con fruto su vida, porque aunque no podamos imitar detalladamente los ejemplos concretos que nos dieron, podemos y debemos, en cambio, sentir el estímulo que supone la contemplación de la generosidad con que ellos respondieron al llamamiento divino. Así, aunque en la vida de este santo matrimonio haya cosas que choquen con nuestra mentalidad actual, no podemos menos de reconocer que constituye un magnífico ejemplo de dócil entrega a los impulsos del Espíritu Santo y que en lo sustancial puede servir como actualísima lección de lo que ha de ser un hogar cristiano.


Catorce años tenía Delfina, nacida en Puimichel (Provenza) en 1282, cuando le propusieron el matrimonio con Elzear, quien había nacido en Aussouis (Provenza) el año 1285, y era dos años más joven que ella. Y a sus catorce años, rechazó con energía aquella unión que le proponían. Sin embargo, y cediendo a los consejos de un franciscano, terminó por consentir, y dos años después se celebró el matrimonio. Los dos jovencitos así unidos, quedaron solos después de cuatro días de fiesta, y entonces tuvo lugar en realidad, históricamente demostrado, lo que tantas veces ha sido un elemento claramente legendario en la vida de los santos. Solos en su cámara nupcial, Delfina mostró a su esposo el gran deseo que tenía de quedar siempre virgen. Él consintió en ello, pero sin querer en manera alguna obligarse con voto, como ella se lo pedía. Entonces ella insistió una y otra vez en los ejemplos de San Alejo y de Santa Cecilia, en consideraciones sobre la brevedad de esta vida, lo despreciable del mundo, lo hermoso de la gloria eterna. Con todo, Elzear no consentía en el voto, aunque continuaba respetando la virginidad de su esposa. Un día cayó ésta gravemente enferma y declaró de manera rotunda a su esposo que estaba persuadida de que sólo el doble voto de castidad la curaría. Entonces Elzear prometió satisfacerle. Ambos hicieron su voto ante un franciscano, que era su confesor, y entraron en la Tercera Orden.


Su santidad se inserta de lleno en la maravillosa corriente de espiritualidad franciscana que recorre toda la Edad Media. Ambos pertenecían a familias de la primera nobleza, y gozaban, por consiguiente, de gran abundancia de bienes de fortuna. Pero, como San Luis de Francia, San Fernando de Castilla, Santa Isabel de Portugal y su homónima la de Hungría, supieron en medio de las riquezas conservar enteramente libre su corazón, y aplicar, a su vida de seglares, el admirable contenido evangélico de la regla de los terciarios franciscanos.


Marido y mujer llevaban la estameña bajo sus nobles vestidos. Por la noche se reunían para pasarla en oración y disciplinarse. Delfina no tocó nunca a su marido más que para hacerle pequeños servicios. Elzear había hecho un reglamento muy preciso y detallado para la buena marcha de la casa, que le exigía, entre otras cosas, la misa diaria y una especie de círculo de estudios familiar.


Pero todo esto se hacía sin abandonar la vida propia de un matrimonio seglar. Así vemos a Elzear abandonar a su esposa para marchar al reino de Nápoles, en el que había heredado el condado de Ariano Irpino (Benevento). Allí brillaba, de una parte, la bondad, y, de otra parte, la firmeza del joven señor provenzal. Encantador en el trato con los pobres, sabía, sin embargo, hacer frente con valentía a la turbulencia de sus vasallos italianos. Y al terminar el ejercicio de las armas, retirarse, después del combate, para disciplinarse. Su destreza en el manejo de las armas brillaba en la corte napolitana. Un día, Delfina se encontraba entonces con él, hubo una gran fiesta en Nápoles. Ambos cónyuges supieron hacer un magnífico papel. Elzear arrebató un anillo con su lanza, desde el caballo lanzado a todo galope, en pleno torneo. Horas después, en el baile, Delfina se mostraba encantadora, evolucionando con una gracia enteramente singular.


Su existencia venía repartiéndose entre la Provenza natal y aquellas tierras de Italia. Hacia 1317, Elzear ve aumentarse sus responsabilidades, porque el rey Roberto I le encarga administrar justicia en el Abruzo citerior. Poco después el matrimonio tiene que marchar a París, nombrado Elzear embajador extraordinario por el mismo rey Roberto para negociar un matrimonio de príncipes. Pero sólo Elzear pudo hacer el viaje. Delfina se vio obligada a quedarse en la corte del rey Roberto, en Aviñón, lejos de pensar que aquella separación iba a ser definitiva.


En París, el 27 de septiembre de 1323, cuando solo tenía treinta y ocho años, moría Elzear. El rey de Francia Carlos IV enviaba rápidamente un correo que diera la noticia a su esposa. Pero ya ella la había conocido misteriosamente. Sin vacilar un momento, abandonó la corte del rey y se volvió a sus tierras.


Elzear dejaba en pos de sí el recuerdo de una vida verdaderamente santa. Como el rey San Luis, se le había visto visitar los hospitales, atender a los leprosos, cuidarles con sus propias manos y besarles. Verdadero asceta en el mundo, había sido un constante abogado de los pobres, un mentor ejemplar del joven príncipe Carlos de Calabria, hijo de Roberto I, y un esposo modelo para su mujer, que confesaba que junto a él sentía una constante invitación a crecer en la gracia divina, y veía a su esposo como a su ángel guardián.


Un año después de su muerte, Elzear se apareció a su esposa y le reprochó con dulzura la pena que mostraba por su muerte. «El lazo se ha roto, y ahora estamos libres», le dijo recordando las palabras del salmo 123 y la liturgia de los Santos Inocentes. Delfina sonrió en medio de sus lágrimas, volvió a su antigua alegría, y se dedicó de lleno a la tarea de santificarse más y más.


Fiel a la espiritualidad franciscana, quiso abrazarse con la pobreza. Pero eso no era fácil. Poco a poco fue despojándose de sus bienes. Abandonó sus tierras de Provenza y se fue a Nápoles. Aunque le ofrecieron alojamiento en la corte, ella prefirió vivir miserablemente y mendigando. Los chiquillos la injuriaban por la calle, y ella se gozaba en aquella humillación.


Pero he aquí que sobreviene algo imprevisto: la reina doña Sancha había quedado viuda del rey Roberto en 1343 y quería tener junto a sí alguien que le apoyara en su vida espiritual. Llamó a Delfina y la hizo su consejera. Por indicación de ella entró la reina en las franciscanas de Santa Cruz de Nápoles, donde murió el año 1345.


Delfina volvió a la ciudad francesa de Apt, donde ya había vivido buena parte de la última fase de su vida, y allí pasó sus quince últimos años. Humilde y pobre, no desatendió, sin embargo, a sus conciudadanos. Cuando una guerra local amenaza arruinar el país, Delfina, aunque enferma, se interpone y consigue un apaciguamiento. Es hermoso también verla organizando una caja rural, en la que ella actuaba de secretaria y de fiadora. Prestando sin interés, conseguía resolver dificilísimas situaciones de los pobres labradores. La santidad, bien conocida por todos, de Delfina, era la garantía que permitía que aquella interesante empresa funcionara.


Por fin, el 26 de noviembre de 1360, a sus setenta y ocho años, murió en Apt, donde se la enterró, juntamente con su marido, en la iglesia de los franciscanos.


El pueblo rodeó aquella tumba bien pronto de una espontánea y cariñosa veneración. Tres años después de la muerte de Delfina, los comisarios apostólicos enviaban al Papa un informe sumamente favorable a su causa. Pero el resultado no fue decisivo por el momento. Había temor de que Delfina, en su trato con la reina doña Sancha y los franciscanos «espirituales», rebeldes a la Santa Sede, se hubiera contaminado de algunos de sus errores. Sólo años después su nombre empieza a aparecer en los martirologios franciscanos, y el Papa Inocencio XII aprobó su culto el 24 de julio de 1694.


Por lo que hace a Elzear, fue canonizado solemnemente en la basílica de San Pedro de Roma por el papa Urbano V el 1 de abril de 1369. Se conserva su proceso de canonización, en el que, desgraciadamente, falta la declaración, que tan interesante hubiese sido, de su esposa Delfina. La fiesta de San Elzear se celebraba el 27, y se celebra juntamente con la de su esposa el 26 de septiembre.


A propósito del caso de estos santos esposos escribió Blondel unas palabras con las que terminamos esta semblanza: «Asociarse (en el matrimonio) para ayudarse mutuamente en la caridad humana y divina o para realizar una especie de respetuosa inmolación doblemente meritoria, no es incompatible con la confianza en gracias excepcionales o en circunstancias impuestas por estados físicos y morales. Por eso ha sido posible canonizar vocaciones paradójicas y de una virtud singular, como la de San Elzear y la Beata Delfina de Provenza, verdaderos esposos, pero unidos en una emulación virginal».


¡Felicidades a quien lleve este nombre!

















Vicente de Paul, Santo
Vicente de Paul, Santo

Fundador de la Congregación de la Misión y las Hijas de la Caridad


Martirologio Romano: Memoria de san Vicente Paúl, presbítero, que lleno de espíritu sacerdotal y entregado en París al servicio de los pobres, veía el rostro del Señor en cada persona doliente. Fundó la Congregación de la Misión (Paúles), al modo de la primitiva Iglesia, para formar santamente al clero y subvenir a los necesitados, y con la cooperación de santa Luisa de Marillac, fundó también la Congregación de Hijas de la Caridad (1660).

Fecha de canonización: Beatificado por el Papa Benedicto XIII el 13 de agosto de 1729, fue canonizado por Clemente XII el 16 de junio de 1737.



HUYENDO

Se pasó la vida rehuyendo su condición de aldeano pobre, y el programa de Dios tendrá que retrasar su desenlace tras muchas noches oscuras de Vicente. Como Santa Teresa, que hizo un matrimonio de conveniencia con Dios, cuya noche de bodas y luna de miel se retrasó 25 años, hasta florecer es una espléndida manifestación mística. ¿Podemos ver ahí un signo de la vocación errada? No. Es una realidad de un cambio de rumbo de la persona, a quien le tuercen sus planes propios a través de purificaciones, acontecimientos, circunstancias, realidad de las cosas y desengaños, Vicente lo que no quería es seguir siendo lo que era su padre, campesino. Se avergonzaba de serlo y también de su padre, vestido pobremente y con un defecto físico que le hacía cojear. Tanto se avergonzaba que, cuando ya estudiaba en el colegio de los franciscanos, conseguido por su padre, y reciba la visita de su padre, no saldrá a recibirlo. Pretende el sacerdocio tratando de escalar puestos. Hasta desea ser obispo. Ni idea de lo que es ser sacerdote: "Si yo hubiera sabido, como lo he sabido después, lo que era el sacerdocio, cuando cometí la temeridad de aceptarlo, habría preferido dedicarme a trabajar la tierra antes de ingresar en un estado tan temible," escribirá mas tarde..Había nacido el 2 de abril de 1581, en Ranquine, en el Suroeste de Francia. Su padre es un campesino, Juan de Paúl, que desde muy joven se vio obligado a trabajar. Vicente también, se encargaba de las ovejas, las vacas, los cerdos, descalzo y con comida pobre


Chiquillo despierto, fue enviado por su padre al colegio de los franciscanos de Dax, ciudad próspera, de amplias calles y bellas mansiones. Vicente estudia a gusto, pero siempre con el fin de abandonar la vida rural. Después de cuatro años de estudios en Dax, se va a Toulose, cuando acababa de morir su padre. Tiene 17 años, ha recibido ya la tonsura y las órdenes menores. Aunque su padre le deja parte de la herencia para pagar sus estudios, él la rechaza; pues quiere valerse por si mismo.


QUIERE ASCENDER


Enseña humanidades en el colegio de Buzet y simultaneando con sus estudios de Teología. Recibe el subdiaconado y el diaconado, y el 23 de Septiembre de 1600, es ordenado sacerdote. El obispo de









Vicente de Paul, Santo
Vicente de Paul, Santo

Dax le ofrece una parroquia, pero prefiere seguir sus estudios; apunta más alto: quiere ser obispo. En 1604 obtiene el doctorado en Teología. Se dirige a Burdeos y a Marsella, donde una anciana de Toulose le ha dejado una herencia de 400 escudos, que están en manos de un deudor, a quien persigue hasta Marsella, donde consigue recuperar 300 escudos, y regresar a Toulose. Embarca para Narbona, es atacado por los turcos y cae prisionero. Vendido como esclavo en Túnez, a un pescador, un médico, su sobrino y, a un cristiano renegado, a quien convirtió y se escapó a Roma. Luego fue a París, donde encontró a Pierre de Bérulle, en el hospital de la Caridad. Bérulle era cura y fundador de un grupo de sacerdotes espirituales. El clero había salido en un estado lamentable de las guerras; los decretos del Concilio de Trento sobre la formación de los sacerdotes no se cumplían. Muchos obispos vivían como grandes señores, alejados de sus diócesis.

SE ESTA ABRIENDO PASO UN NUEVO MOVIMIENTO.


En Italia, Felipe Neri ha fundado la congregación del Oratorio, que, como los Oblatos fundados en Milán por Carlos Borromeo, desean vivir un sacerdocio fervoroso. Bérulle trata de convencer a Francisco de Sales para que funde el Oratorio en Francia, pero no lo consigue, aunque, a instancias del Arzobispo de París, Henri de Gondi, fundará en 1611 el Oratorio de París, una "congregación de sacerdotes que practicarán la pobreza, con voto de no pretender beneficio o dignidad, contra la ambición, y el de dedicarse al sacerdocio, contra la inútil inactividad.


VICENTE NOMBRADO PÁRROCO DE CLICHY


Bérulle deseaba que Vicente ingresara en el Oratorio, pero no acepta. Sí en cambio reemplaza a un sacerdote que ingresa en el Oratorio; y acepta su parroquia de "Clichy la Garenne". de 600 habitantes, habitada sobre todo por hortelanos y llega a encontrarse a gusto Allí enseña el catecismo, repara el mobiliario de la Iglesia, cuando después de doce años que es sacerdote, es la primera vez que ejerce un ministerio sacerdotal.


Bérulle consigue que lo nombren preceptor de la familia de Phillipe de Gondi, sobrino del Arzobispo de París. Vicente llega a ese destino en Septiembre de 1613 y escribe a un amigo: "Me alejé con pena de mi pequeña iglesia de Clichy". Da cursos y lecciones a los niños y lleva una vida palaciega en Montmirail, en Joigny, en París, en Folleville... Ya podía darse por contento. Pero no era feliz. No había llegado la hora de Dios. Espera. Compás de espera. Soledad, noche, tristeza, desamparo. Durante los viajes de Gondi, vuelve a entrar en contacto con los campesinos y con las pobres gentes que viven en los dominios de la noble familia. Y se da cuenta de que el Evangelio exige la caridad radical.


DIOS DA EL VUELCO A SU ALMA:


Visita a un moribundo en Gannes, cerca del palacio de los Gondi; aquel hombre, que tenía fama de ser un hombre de bien, reveló a Vicente unos pecados que jamás se había atrevido a confesar a su párroco. El moribundo experimentaba una extrema soledad moral, padecía la noche, el frío y la imposibilidad de hablar con Dios; estaba cerca de la muerte sin haber encontrado una mirada sacerdotal bastante dulce y bastante humana para poder salir de sí mismo y atreverse a creer en la ternura de Dios. He ahí la vocación de Vicente: la ternura. Su corazón ha sido tocado. Dios ha llegado ya. El matrimonio de Teresa de Jesús ha entrado en su meta florida. Vicente, tocado ya por Dios, que no le había abandonado en su dura trayectoria de desierto, le cambia el corazón y el que no quería ir a los campos de su aldea, quiere ahora ir a los campos mas lejanos a expresar a todos los que se sienten perdidos que existe un Dios de ternura que no les ha olvidado. Quiere ser testimonio de ese amor divino. Estar presente con la ternura de Dios. Queda impresionado y el 25 de enero predicó en Folleville, cerca de Amiens, y propuso a todos los fieles de Folleville la idea de hacer venir a algunos sacerdotes con quienes puedan hacer una confesión general de toda su vida. Este sermón fue el origen de la "Congregación de la Misión", instituida para predicar misiones populares y trabajar en la formación del clero de Francia y en otros países. A los sacerdotes y hermanos de la Congregación de la Misión se les conoce en Francia como "Lazaristas" por San Lázaro, su casa madre.


Después el año 1617, en Chatillón-les-Domes, San Vicente palpa la miseria material de los campesinos: "Mientras me revestía para celebrar la Misa, vinieron a decirme... que en una casa apartada, estaban todos enfermos, y no había una sola persona que les pudiera atender. Esto me ocasionó una tremenda impresión."A la llamada de Vicente acuden todos los feligreses en ayuda de esa familia. Pero, para Vicente, este movimiento espontáneo no es bastante, porque corre el peligro de no tener continuidad: "Una enorme caridad, sí; pero mal organizada".


FUNDACIÓN DE LAS HIJAS DE LA CARIDAD


Vicente estudia la situación y el 23 de agosto, lee ante unas cuantas mujeres cuyo corazón ha quedado tocado, igual que el suyo por aquella miseria, un texto que es todo un programa de ayuda a los enfermos, que servirá de modelo a todos los posteriores textos fundacionales de las Hermandades de Caridad. Las Cofradías se multiplicaron; hoy en algunos países se les llama "equipos de San Vicente". Más tarde serán fundadas las Hijas de la Caridad con la co-fundadora Luisa de Marillac


Vicente no quiere permanecer por más tiempo con los Gondi y se lo dice a Bérulle en mayo de 1617. Se traslada a una pequeña parroquia entre Lyon y Ginebra, en al región de Bresse: Chatillon-des-Dombes, como párroco. El que se pasó la vida huyendo de su origen y su destino, se dedica gozoso a lo que venía escapando desde su juventud. Ya encontró su camino: La vocación de la ternura. Vicente, tras un año decisivo, ha encontrado su camino, el camino de la compasión y la ternura con los más abandonados y utiliza su puesto como base de operaciones, para establecer sus pequeñas asociaciones de caridad.


Comentarios al autor: jmarti@ciberia.es


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