12/25/13









Eugenia, Santa
Eugenia, Santa

Etimológicamente significa “bien nacida”. Viene de la lengua griega.


Dios no quiere las guerras, ni los terremotos, ni el hambre, ni los accidentes. Dios no suscita ni la enfermedad, ni le miedo, ni la desgracia. Nunca viene Dios a atormentar la conciencia humana. En cambio, Cristo sufre con el inocente, con quien lo pasa mal.


No cabe la menor duda de que esta chica murió en Roma por defender su fe. Fue enterrada en el cementerio de Aproniano, en la Via Latina.


Pertenece esta mártir a los primeros siglos del cristianismo. En la “Pasión” o teatro que se escribió después, se narra su martirio.


Era la hija de Felipe, gobernador de Alejandría. A los 16 años ya se había leído los autores griegos y latinos, sabía todas las filosofías y era la joven más bella de la ciudad.


Cuando le forzaron a que se casara con un joven de ilustres antecesores, ella se opuso diciendo:"¿ Me caso con él o con los suyos?"


Se convirtió al cristianismo de una forma original. Al pasar delante de un convento, oyó a los monjes cantar:" Los dioses de los gentiles son demonios; el que nosotras adoramos es el verdadero Dios, creador del cielo y de la tierra".


Tuvo imaginación. Para poder entrar en seguida, se vistió de hombre, se puso el nombre de Eugenio. A tan alto grado llegó su perfección que los monjes le nombraron abad.


Sin embargo, pronto fue denunciado por una mujer ante el gobernador. Le dijo a la autoridad de que le había violado y tuvo un hijo de esta relación.


Su padre Felipe echó a todos los monjes y citó a Eugenio. Se quitó su falsa barba y sus vestidos.


Los jueces dijeron que era inocente. El gobernador, que había reconocida en él a su hija, la cogió con sus manos y aquel mismo día se bautizó.


El juez, padre de Eugenia, llegó a ser un santo obispo y, mientras cantaba misa, fue degollado por la fe de Jesucristo.


Además, la dama Claudia (madre de Eugenia) y todos sus hijos, se trasladaron a Roma para enseñar la doctrina.


Fueron muchas las gentes comunes convertidas por ellos, mientras que Eugenia conquistaba innumerables doncellas para el servicio de Dios.


La dicha Eugenia, ya en Roma, fue atormentada de muy diversas maneras y al fin, la espada consumó su martirio. Así ofreció su propío cuerpo a Nuestro Señor Jesucristo,


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



Jacopone, a quien se bautizó con el nombre de Jacobo, nació en Todi, ciudad de Umbría, en el seno de una buena familia apellidada Benedetti.

Su nacimiento ocurrió alrededor del año 1230. Estudió leyes en Bolonia, donde pro bablemente hizo su doctorado para iniciar sus prácticas en su ciudad natal.


Al parecer, en aquellos años, no se destacó, ni por su virtud, ni por su mala vida, y ciertamente que no dio muestras del fervor religioso que le caracterizó más tarde.


Alrededor del 1267, se casó con Vanna di Guidone, una joven mujer muy hermosa en lo físico y de grandes cualidades morales que, durante el único año que vivió casada con él, antes de que la arrebatase la muerte, demostró ser el ángel bueno de Jacopone.


Vanna murió trágicamente durante una fiesta de bodas, al desplomarse un balcón donde se encontraba junto con otros invitados.


Ella fue la única que perdió la vida entre los que cayeron, y el golpe de aquella inesperada pérdida produjo un dolor tan profundo en Jacopone, que su vida cambió completamente.


Quizá la transformación se debió sobre todo a que, al morir Vanna, su marido cayó en la cuenta de lo virtuosa que era; se dice incluso, que él fue quien más se sorprendió al descubrirse en el cadáver de Vanna una camisa de cerdas que usaba, según se supone, para hacer penitencia por sus pecados.


A decir verdad, el golpe fue tan rudo que, durante algún tiempo, Jacopone estuvo decididamente trastornado.


De la noche a la mañan a abandonó su profesión, se vistió el hábito de los terciarios franciscanos- y se convirtió, como dicen los que le conocieron, en "una especie de Diógenes cristiano".


Sus excentricidades realizadas en público eran tan descabelladas, que los chiquillos en las calles de Todi le seguían por todas partes para divertirse gratuitamente con él, gritándole: ¡ Jacopone, Jacopone! En cierta ocasión, atravesó la plaza pública en cuatro patas y enjaezado con los arneses de un asno; en otra oportunidad, se presentó bañado en alquitrán y emplumado en la casa de su hermano donde se desarrollaba un suntuoso banquete.


Durante diez años llevó esa existencia de penitente público.


En 1278, vencidos algunos naturales escrúpulos por parte de los frailes, Jacopone fue admitido entre los franciscanos de San Fortunato, en Todi, como hermano lego.


Se afirma que eligió aquel estado por humildad. Tal vez haya sido así, pero no hay duda de que Jacopone se sentía inclinado a pertenecer al grupo más estricto de los franciscanos, el de los espirituales, quienes consideraban que San Francisco había deseado que sus frailes se ordenasen para el sacerdocio sólo por excepción.


Durante doce años, permaneció el hermano Jacopo ne en el convento de Todi y, a medida que recuperaba el equilibrio de sus facultades mentales, producía más y más poemas líricos y cantos, cada vez de mejor calidad, en el dialecto de Umbría.


Sus composiciones alcanzaron popularidad. Eran alabanzas de profundo contenido religioso y místico que lle garon a ser adoptadas por los "flagelantes" y otras cofradías penitenciales para cantarlas en público.


Las composiciones se prestaban para expresar jubilus franciscano, pero el hermano Jacopone era cándido y poco dado al exhibicionismo y a la hilaridad. Sin embargo, con frecuencia se veía envuelto en dificultades con sus hermanos en el convento de San Fortunato y, tal vez por eso, se convirtió en una figura cada vez más notable entre los espirituales.


Dos destacados miembros de esta rama, el Beato Conrado de Offida y el Beato de Alvernia, eran sus amigos personales. Jacopone se encontraba entre los frailes que, en 1294, solicitaron al Papa San Celestino V el permiso de vivir a parte de la comunidad, pero a las pocas semanas de recibida la petición, Celestino renunció y el cardenal Gaetani, opositor de los espirituales, fue el Pontífice Bonifacio VIII.


En 1297, se produjo la ruptura entre el Papa y los cardenales Colonna, y Jacopone fue uno de los tres franciscanos que colaboraron en la redacción del manifiesto donde se afirmaba que Bonifacio VIII había sido electo en forma ilegítima. Desde entonces, el hermano Jacopone se convirtió en el propagandista literario de los cardenales Colonna y escribió un famoso y rudo ataque al Papa.


Sin suscribimos a la opinión de que "ya el haber tenido a Bonifacio por adversario es de por sí un gran honor", podemos decir que Jaccopone se opuso al Papa con toda buena fe. Sin contar a los partidaristas, había gran número de gentes que participaban de la idea de que la abdicación de Celestino había ido contra los cánones. Cuando las fuerzas del Papa se adueñaron de Palestina, la fortaleza de los Colonna, el hermano Jacopone aprehendido y encarcelado en un horrible calabozo durante cinco años.


Ni si uiera en el año jubilar de 1300 se le concedió la libertad. Durante sus años de cárcel, compuso algunos de sus más hermosos poemas, así como varias de sus obras más agresivas, satíricas y agudas, en curioso contraste con la unción conmovedora de las primeras.


A J acopone se le conoce también mucho como el supuesto autor del famoso himno Stabat Mater dolorosa, pero no hay certidumbre de que él lo haya escrito. También se le acredita la composición de otro himno menos conocido, que algunos críticos califican de parodia, titulado Stabat Mater speciosa.


Se dice que el primero de los himnos se le adjudicó a Jacopone en un manuscrito del siglo catorce, y tanto uno como el otro aparecen en una edición de sus alaban zas, impresa en Brescia en 1495. La Speciosa fue rescatada del olvido por Fe derico Ozanam, quien la reimprimió por primera vez en su obra Poètes Franciscains en Italie, au XIIIeme siecle, en 1852. El himnologista inglés Meams, se inclina por el punto de vista de que Jacopone escribió la Speciosa, pero no la Dolorosa; sin embargo, no hay pruebas de que haya escrito poema latino alguno.


A la muerte de Bonifacio VIII, a fines de 1303, el hermano Jacopone quedó en libertad y se fue a vivir primero, como ermitaño, cerca de Orvieto y, después, a un convento de Clarisas Pobres, en Collazzone, entre Todi y Perugia. Ahí murió el día de la Navidad de 1306 (?). El Beato Juan de Au vernia le administró los últimos sacramentos, y se han hecho relatos conmo vedores pero contradictorios sobre sus últimos momentos. En 1433, se trasla daron sus reliquias a la iglesia de San Fortunato en Todi; la veneración en que se le tenía ahí, se deduce por la inscripción en su tumba: "Los huesos da Bendito Jacopone dei Benedetti de Todi, de la Orden de los Frailes Menorres Padeció la locura por la causa de Cristo y, al desilusionar al mundo con un nuevo artificio, tomó al cielo por asalto. Se durmió en el Señor el 25 de marzo A. D. 1296" (sic). El monumento de su tumba fue puesto por mandato de Angelo Cesi, obispo de Todi, en el año de 1596.



Sacerdote de la Primera Orden (1188‑1232). Pío IX aprobó su culto el 30 de septiembre de 1852.

Bentivoglio de Bonis nació en 1188 en San Severino Marcas de Giraldo y Albasia. Después de haber escuchado una serie de predicaciones del fervoroso franciscano Pablo de Espoleto, Bentivoglio se dirigió a Asís, donde el mismo San Francisco lo admitió en la Orden de los Hermanos Menores.


Ordenado sacerdote llegó a ser un modelo de perfección cristiana y tuvo el don de los milagros. Maseo, párroco de San Severino, después de haber asistido a uno de sus éxtasis, decidió abandonar el mundo y entrar en la Orden Franciscana. Lo mismo hicieron sus dos hermanos. Fray Bentivoglio habitó un tiempo solo en un convento llamado “Trave Bonati”, o “Ponte della Trave” para asistir y curar a un leproso. Un día recibió de sus superiores la orden de irse a otro convento, al parecer a Monte San Vinicio, cerca de Potenza Picena, distante unos veinte kilómetros; y para no dejar abandonado al pobre enfermo, por la gran caridad que lo animaba, se lo cargó a las espaldas y lo llevó a su nuevo destino con la admiración y el estupor de todos.


Bentivoglio abrazó con valor la vida de abnegación y de penitencia, de modo que vino a ser modelo de humildad, obediencia y caridad. Lleno de celo por la salvación de las almas, fue incansable en el ejercicio del ministerio apostólico, sea del púlpito como del confesionario, su palabra inflamaba las almas en santos ardores del amor divino. Un día mientras predicaba al pueblo, apareció sobre su frente una estrella luminosa que hizo brillar toda su persona. Con este prodigio Dios quería recompensar su trabajo por la evangelización de las almas.


Bentivoglio sentía gran compasión por los pobres, en los cuales su caridad le hacía ver la imagen de Cristo. Fue también favorecido de Dios con el don de los milagros. Con frecuencia fue visto en éxtasis y luego elevado en el aire y rodeado de luz. Con esto conmovió tanto, que muchos comenzaron una nueva vida.


Después de una vida rica en virtudes y buenas obras, el Beato Bentivoglio entregó su alma a Dios en el convento de San Severino, su patria, el día de Navidad de 1232. Tenía 44 años.


Fue sepultado en la iglesia del convento y los fieles se amontonaron alrededor de su tumba para rendir homenaje a este humilde hermano menor cuyos restos Dios glorificó con muchos milagros.



Hermanos Franciscanos

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