03/30/14

10:32 p.m.
El XIV obispo de Mérida, Renovato, cierra la época gloriosa de santidad y esplendor emeritense: fue un varón ecuánime, justo e ingenioso. Maestro acabado por su doctrina y ejemplaridad de vida.

Después de gobernar la Iglesia durante muchos años murió en la paz de Dios en el año 633.


Su cuerpo, junto con los de sus obispos predecesores (Masona e Inocente), descansan sepultados con los mayores honores en una misma cripta en Mérida, en la cripta de la Iglesia martirial de Santa Eulalia. Ante sus sepulcros se dieron continuos signos de protección; de aquí que su culto se iniciara por asentimiento o aclamación de la iglesia local en la liturgia, al uso de la época.


Es el último biografiado por el autor de las "Vitas" que dice: ´El santo Renato, hombre adornado de todas las virtudes; godo de origen, nacido de rancia prosapia e insigne por el lustre de su familia. Era esbelto de cuerpo, de distinguidos modales, de singular estatura... era mayor aún por dentro su hermosura, inundado en la posesión del Espíritu Santoª.


Antes había sido abad del monasterio de Cauliana. Se distinguió en las artes y en las ciencias eclesiásticas, especialmente en las Sagradas Escrituras. Su agudo ingenio le hizo maestro de no pocos discípulos.


Su fiesta se celebra el 31 de Marzo.



10:32 p.m.
Martirologio Romano: En Carlisle, en Inglaterra, conmemoración del beato Cristóbal Robinson, presbítero y mártir, que fue testigo del martirio de san Juan Boste y, finalmente, bajo el reinado de Isabel I, en día no precisado, sólo por el hecho de ser sacerdote, también fue ajusticiado, recibiendo de esta forma la palma de la gloria. (1597)

Fecha de beatificación: 22 Noviembre de 1987 por el Papa Juan Pablo II, junto a otros 84 mártires de Inglaterra, Gales y Escocia.



Cristóbal Robinson está en todas las antiguas listas de mártires durante la Reforma Protestante, pero su vida es todavía poco conocida. Sin embargo, su memoria nunca ha sido olvidada en Cumberland (hoy es parte de Cumbria), en donde él es el único mártir católico. Su muerte, evidentemente, causó una profunda impresión, especialmente en su natal: Carlisle.

Cristóbal Robinson nació probablemente en Woodside, cerca de Carlisle, entre 1565 y 1570. Fue admitido, con otras seis jóvenes, el 17 de agosto 1589 en el colegio de Douai como estudiante. Esta escuela había sido fundada el 29 de septiembre de 1568 por William Allen, un ex profesor de Oxford y que más tarde llegaría a ser cardenal. Los primeros cuatro sacerdotes fueron enviados a Inglaterra en 1574, y en los próximos diez años algo más de un centenar serían ordenados y partirían hacia Inglaterra.


De 1568 a 1594 el Colegio fue reasentado junto a la Universidad de Reims y fue en este período en el que Cristóbal Robinson era estudiante del Colegio.


Inmediatamente comenzó sus estudios teológicos y recibió la tonsura y las primeras Órdenes Menores el 18 de agosto de 1590. Era tal la necesidad urgente de sacerdotes que habían concedido al Colegio una dispensa general para acortar el tiempo de formación para el sacerdocio que habitualmente es de seis años. Cristóbal Robinson recibió el resto de órdenes menores y también las ordenes del subdiaconato y el diaconato en ceremonias realizadas durante los tres últimos días del mes de marzo de 1591. El 24 de febrero de 1992 fue ordenado sacerdote por el Cardenal Philip Sega en su capilla privada en Reims. Partió para Inglaterra el 1 de septiembre de 1592.


Cumberland y probablemente parte de Westmorland iban a ser su campo de trabajo. Existe una lista de 1596 en la que junto a su nombre se indica “vive principalmente en Woodside, cerca de Carlisle en Cumberland”. La única vivienda conocida con certeza por haber sido visitada y usada por él fue Johnby Hall, hogar de la familia Musgrave, a unas seis millas de Penrith, cerca de Castillo de Greystoke.


Él seguramente conocía a John Boste, natural de Dufton, cerca de Appleby, quien era el sacerdote más perseguido en los condados del norte. Él sería eventualmente capturado cerca de Brancepeth, en el Condado de Durham, el 13 de septiembre de 1593. Cristóbal Robinson se enteró de su captura y, teniendo la seguridad de que nadie lo reconocería, cabalgó para asistir a su juicio. Después escribió un detallado relato del proceso y muerte de John Boste. Este es el único documento de tu testigo presencial de un martirio, escrito inmediatamente luego de ocurrido los hechos.


Él mismo fue detenido tres años y medio después, el 4 de marzo de 1597. Una carta del P. Henry Garnett S.J., fechada el 7 de abril de 1597 establece lo siguiente:


"Robinson, un sacerdote del seminario, fue recientemente encarcelado y ahorcado en Carlisle. Durante la ejecución la cuerda se rompió dos veces y a la tercera el P. Robinson reprochó al comisario por su crueldad, diciéndole que, aunque él nunca cedería y se alegraba de su lucha, sin embargo la carne y la sangre eran débiles, por lo pedía un poco más de humanidad para no atormentar a un hombre durante tanto tiempo. Cuando ellos optaron por usar dos cuerdas, él dijo: con eso tardaré más en morir, pero no importa, estoy dispuesto a sufrir todo”.


El tiempo se ha encargado de hacer desaparecer los motivos por los que Cristóbal Robinson fuera juzgado, pero hay pruebas abundantes de que la única causa de su ejecución fue el ser un sacerdote católico.


También hay muchas evidencias de que en Carlisle el nombre de Cristóbal Robinson no es sólo recordado sino también invocado como un verdadero mártir.



10:32 p.m.
Martirologio Romano: En el lugar de Argol, en Persia, san Benjamín, diácono, que al predicar insistentemente la palabra de Dios, consumó su martirio con cañas agudas entre sus uñas, en tiempo del rey Vararane V (c. 420).

Etimológicamente: Benjamín = Aquel que es el último nacido o Hijo de dicha, es de origen hebreo.



El rey Yezdigerd, hijo de Sapor II puso fin a la cruel persecución de los cristianos que había sido llevado al cabo en Persia durante el reinado de su padre. Sin embargo, el obispo Abdas con un celo mal entendido incendio el Pireo o templo del fuego, principal objeto del culto de los persas.

El rey amenazó con destruir todas las iglesias de los cristianos, a menos que el obispo reconstruyera el templo, pero éste se rehusó a hacerlo; el rey lo mandó a matar e inició una persecución general que duró 40 años.


Uno de los primeros mártires fue Benjamín, diácono. Después de que fuera golpeado, estuvo encarcelado durante un año.


Benjamín era un joven de un gran celo apostólico en bien de los demás. Hablaba con fluida elocuencia.


Incluso había logrado muchas conversiones entre los sacerdotes de Zaratustra. Los meses que pasó en la cárcel le sirvieron para pensar, orar, meditar y escribir.


En estas circunstancias llegó a la ciudad un embajador del emperador bizantino y lo puso en libertad. Y le dijo el rey Yezdigerd: "Te digo que tú no has tenido culpa alguna en el incendio del templo y no tienes que lamentarte de nada".


¿No me harán nada los magos?, preguntó el rey al embajador. No, tranquilo. No convertirá a nadie, añadió el embajador.


Sin embargo, desde que lo pusieron en libertad, Benjamín comenzó con mayor brío e ímpetu su trabajo apostólico y convirtió a muchos magos haciéndoles ver que algún día brillará en sus ojos y en su alma la luz verdadera.


De no ser así –decía – yo mismo sufriré el castigo que el Señor reserva a los seguidores que no sacan a relucir los talentos que él les ha dado.


Esta vez no quiso intervenir el embajador. Pero poco después, el rey lo encarceló de nuevo y mandó que le dieran castigos hasta la muerte,siendo luego decapitado


Murió alrededor del año 420.


¡Felicidades a quienes lleven este nombre!



10:32 p.m.
Se encuentran en Roma recuerdos de Santa Balbina en tres puntos diferentes, que están relacionados con las primeras antigüedades de la Cristiandad en esa ciudad.

En el relato puramente legendario del martirio de San Alejandro (acta SS., Maii, I, 367 sqq.) se menciona al tribuno Quirino, quien murió mártir y fue enterrado en la catacumba de Praetextatus sobre la Via Appia.


Su gracia fue estimada con gran veneración y se describe en los viejos itinerarios (guías para los peregrinos) de las catacumbas romanas. La tradición dice que su hija Balbina, quien había sido bautizada por San Alejandro y que pasó su vida siendo soltera, fue enterrada luego de la muerte de su padre en la misma catacumba.


La fiesta de Santa Balbina se celebra el 31 de marzo. Usuardo habla de ella en su martirologio, y su relato de Santa Balbina se apoya en los registros del martirio de San Alejandro.


Existe otra Balbina cuyo nombre fue dado a una catacumba (come. Balbinae) que se extiende entre la Via Appia y la Via Ardeatina, a poca distancia de la pequeña Iglesia llamada Domine quo vadis (Dónde vas Señor).


Sobre este cementerio en el siglo cuarto el Papa Marcos erigió una basílica. Existe todavía sobre la pequeña Aventina dentro de la misma ciudad el viejo título de San Balbina, primero mencionado en un epitafio del siglo sexto y en las firmas del Consejo romano (595) en tiempos del Papa Gregorio I. Esta iglesia fue erigida en un antiguo y amplio salón. Su santo titular se supone es idéntico con San Balbina que fue enterrada en las catacumbas de Praetextatus y cuyos huesos junto con los de su padre fueron traídos aquí en fecha más tardía. Sin embargo, no es seguro que los dos nombres se refieran a la misma persona.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



12:25 a.m.
Martirologio Romano: En Aguilera, en la región española de Castilla, san Pedro de Valladolid Regalado, presbítero de la Orden de Hermanos Menores, conspicuo por la humildad y el rigor de la penitencia, que fundó dos conventos, para que en ellos viviesen sólo doce hermanos solitarios (1456).

Fecha de canonización: 29 de junio de 1746 por el Papa Benedicto XIV.



«Pisad despacio, que debajo de estas losas descansan los huesos de un santo» decía Isabel la Católica a las damas de su séquito aquel día veraniego del 1493, cuando visitaba el convento de la Aguilera. Se refería a la tumba que guardaba los restos de Pedro Regalado, fraile franciscano, pobre y humilde que había muerto aún no hacía cuarenta años. Antes que la reina había estado allí mismo el cardenal Cisneros en las postrimerías de la vida del santo. Luego vendrían también el emperador Carlos -el que decía que al salir de Aranda hacia La Aguilera debía ir el visitante con la cabeza descubierta-, don Juan de Austria, Felipe II y tantos obispos, nuncios y legados papales. Eran tiempos dorados; se habían unido las dos Castillas, se había descubierto el nuevo mundo, se reconquistó Granada y se había echado a los moros de España.

Nació Pedro en Valladolid, en el año 1390. A los trece años -bien joven- entró en el convento de los franciscanos de la ciudad que entonces era Corte. Cuando tiene quince se hace compañero inseparable del anciano y enjuto Pedro Villacreces -antiguo profesor de Salamanca, franciscano andante por Guadalajara- que tiene sueños de reforma y ha obtenido permiso del obispo de Osma para fundar por tierras burgalesas, en La Aguilera. Desde esa época serán maestro y discípulo, dos frailes con verdaderos deseos de santidad; el mayor pondrá al joven en la órbita de la más pura observancia franciscana.


Para la Iglesia no andan muy bien las cosas. Los reductos de los monjes no son modelo ni de observancia ni de casi nada. Las consecuencias del Cisma de Occidente se hicieron notar en la clerecía alta y baja. La peste negra dejó también tambaleando los monasterios que abrieron sus puertas para reponer números -que no vocaciones- a gente no preparada. Reforma, lo que es reforma, sí se necesitaba. Y allá van los dos Pedros dispuestos a dar entre los monjes la batalla franciscana. Desde muy pronto se les juntan en La Aguilera jóvenes que quieren dar su vida y el maestro Pedro Villacreces puede formarlos desde los cimientos, sin las malformaciones y tibiezas de otros frailes mayores que tuvieran adheridas pesadas taras. Fray Pedro Regalado fue recorriendo en once años todos los cargos propios de un convento pobre: limosnero, sacristán, cocinero y encargado de dar limosna a los pobres que llaman a la puerta.


Villacreces va de nuevo a Valladolid, funda en El Abrojo, y ahora es Pedro Regalado el maestro de novicios. Madura en todas las virtudes: tiempo de oración y mucha penitencia, cumplimiento estricto, por amor, de toda la Regla; predica en los pueblos de alrededor con sencillez y persuasión propiciando conversiones numerosas y la gente ya habla de su ejemplar presencia, y hasta de milagros.


En el 1422 los religiosos de La Aguilera y El Abrojo eligen a Regalado prelado o vicario, cuando muere Villacreces. La reforma se va extendiendo con nuevas fundaciones hasta llegar a ser conocidas como «las siete de la fama» donde se respetan doce horas de oración diarias repartidas entre el día y la noche, trabajos en el campo para ayudar a los agricultores y obtener limosnas, prohibición absoluta de almacenar provisiones, celdas pobres para dormir, silencio casi continuo y nada de dinero por misas o celebraciones litúrgicas. Pasa el tiempo de un convento a otro distinguiéndose por la discreción de espíritus y por la predicación elocuente con ciencia aprendida más en la oración que en los libros. La Aguilera le proporciona el mejor de los retiros y la mejor contemplación para los últimos años de su vida. No abandona la penitencia habitual, pero añade ayuno diario, disciplinas que mortifican la carne, y tres pilares donde basa con toda intensidad su fuerza: amor a la Eucaristía, devoción ternísima a la Santísima Virgen y recuerdo de la Pasión.


¿Algo llamativo?


Cuentan que más de una noche se le podía ver por el cerro del Aguila, próximo al retiro, siguiendo los pasos de la Pasión del Señor con una soga al cuello, cruz de madera pesada en los hombros y una corona de espinas en su frente.


También se conoce un hecho milagroso de su vida recogido en el proceso de canonización y que ofrece los elementos iconográficos de Pedro Regalado. En la madrugada del 25 de marzo, fiesta de la Anunciación, está el fraile Pedro rezando maitines en el convento de El Abrojo; siente añoranza por honrar a María en el convento de La Aguilera consagrado por él a la Virgen bajo esa advocación; los ángeles lo transportan por los aires en los ochenta kilómetros que separan las casas y lo devuelven de nuevo a El Abrojo, cumplido su deseo.


El sencillo y santo patrono de Valladolid, el Poverello de Castilla, murió con fama de taumaturgo en 1456.



12:24 a.m.
Martirologio Romano: En Vercelli, en el Piamonte, beato Amadeo IX, duque de Saboya, que en el gobierno que se le había confiado fomentó de todas formas la paz y, con su ayuda y celo, sostuvo las causas de los pobres, viudas y huérfanos (1472).

Etimológicamente: Amadeo = Aquel que ama a Dios, es de origen latino.


Fecha de beatificación: 3 de marzo de 1677 por el Papa Inocencio XI.



Fue el noveno de este nombre y el tercer Duque de aquel Estado, entre los de la familia Saboya ( 1435-1472). Reinó solamente siete años (1465-1472). Obtuvo el título de Beato dos siglos más tarde, bajo el Pontificado del Beato Inocencio XI. — Fiesta litúrgica: 31 de marzo.

«Mucho os recomiendo a los pobres, derramad sobre ellos liberalmente vuestras limosnas, y el Señor derramará abundantemente sobre vosotros sus bendiciones. Haced justicia a todos sin acepción de personas; aplicad todos vuestros esfuerzos para que florezca la Religión y para que Dios sea servido”.


Éste fuel el testamento que el Beato Amadeo dio de palabra a su esposa, momentos antes de morir; que había servido de consigna a toda su vida de cristiano y político.


Es muy recomendable, amigo lector, que nos detengamos un poco en contemplar la riqueza de Dios, que ha escogido santos en todas las épocas de la Historia, y en cada uno de los diversos estamentos sociales, de todas las edades, con las más variadas inclinaciones naturales y carismas sobrenaturales. Amadeo supo conocer y amar, y descubrir a Cristo en los hermanos. Esto desde el trono, de donde apareció con más claridad ante sus súbditos su acrisolada virtud cristiana: sobre todo, sus obras de misericordia y deseo de regir justamente a la nación.


Nació y se educó en la región alpina que se extiende, desde la Francia Oriental, en las grandes cordilleras suizas. Cerca tenía el pacífico lago de Ginebra. No muy lejos aparecían las nieves perpetuas del San Bernardo y Monte Blanco. Ello comunicaba gran paz a su interior y a los espíritus de todos los habitantes del Ducado de Saboya; sencillos, religiosos, apegados a sus tradiciones, algo toscos.


La tradición familiar, profundamente religiosa, le llevó por los senderos del bien, de modo espontáneo. En una corte del medievo, pacífica y hogareña, uno puede conservarse sereno y virtuoso, trabajar por el gran ideal. Así las obras de Amadeo fueron conquistando admiradores y seguidores.


Muy joven, contrajo matrimonio con Violante de Valois, hija del rey de Francia. Fue una unión feliz, pues los dos procuraban hacerse suyas las necesidades y gustos del cónyuge para ponerles remedio: hicieron del amor el lema de sus relaciones con Dios y mutuas.


Fecundo matrimonio, tuvieron nueve hijos a los que, sobre las riquezas, supieron darles educación religiosa esmerada. Una de sus hijas subió a los altares con el nombre de Beata Luisa de Saboya.


Dios puso a prueba su virtud, para hacerla más firme y mayor. Tuvo un reinado molestado por luchas frecuentes con señores feudales colindantes; hasta por pretendientes al trono, entre los suyos. Su mansedumbre y misericordia fueron su gran defensa.


También, a menudo, era atacado por la epilepsia, que consideraba como un freno providencial de las pasiones y necesaria mirra entre las dulzuras de la vida. Por esto es invocado contra esta enfermedad.


Su vida entera queda resumida en una anécdota que vamos a citar y que ha sido conservada por la tradición.


Se trata de un diálogo que sostuvo con el embajador de un príncipe extranjero cuando éste le preguntaba qué diversiones tenía, si le gustaba la caza como entretenimiento, y cómo solía solazarse.


—Tengo otros entretenimientos, en los que me ocupo con mayor placer; deseo que vea el señor embajador con sus propios ojos el objeto de mis diversiones.


Seguidamente el príncipe abrió el balcón de la sala, mostrándole un gran patio, en el cual había un incesante desfile de numerosos criados, atendiendo y dando de comer a más de quinientos pobres.


—Ved ahí, señor embajador, mis distracciones, con las que intento conseguir el reino de los Cielos.


El embajador se decidió a censurar diplomáticamente la conducta del bondadoso Duque, y le dijo:


—Muchas gentes se echan a mendigar por pereza y holgazanería.


A lo que respondió el caritativo príncipe:


—No permita el Cielo que yo entre a investigar con demasiada curiosidad la condición de los pobres que acuden a mis puertas; porque si el Señor mirase de igual manera nuestras acciones, nos hallaría con mucha frecuencia faltos de rectitud.


Replicó el embajador:

—Si todos los príncipes fuesen de semejante parecer, sus súbditos buscarían más la pobreza que la riqueza.


A lo que contestó el Beato Amadeo de Saboya:

—¡Felices los Estados en los que el apego a las riquezas se viera por siempre desterrado! ¿Qué produce el amor desordenado de los bienes materiales, sino orgullo, insolencia, injusticia y robos? Por el contrario, la pobreza tiene un cortejo formado por las más bellas virtudes.


Añadió el embajador:

—En verdad que vuestra ciencia, en relación con los restantes príncipes de este mundo, es totalmente distinta; porque en todas partes es mejor ser rico que pobre, pero en vuestros Estados los pobres son los preferidos.


Y contestó el Duque:

—Así lo he aprendido de Jesucristo. Mis soldados me defienden de los hombres; pero los pobres me defienden ante Dios.



12:24 a.m.
Los padres del santo fueron terratenientes sicilianos, que dedicaron a su pequeño hijo al servicio de Santa Lucía y lo colocaron, a la edad de siete años, en un monasterio que llevaba el nombre de la santa, cerca de su hogar.

Allí su principal ocupación fue la de cuidar las reliquias de la santa, tarea que no iba con la manera de ser del niño acostumbrado a la vida de campo, llegando a escapar del convento.


Fue devuelto con humillación y tras soñar con San Lucía -quien tenia un semblante de enojo- y ver a la Santísima Madre interceder por él, Zósimo prometió que nunca haría de nuevo tales cosas, adaptándose a la vida del claustro.


Durante 30 años vivió casi olvidado; al morir el abad de Santa Lucía, recayó en el obispo de Siracusa designar al nuevo abad, quien eligió a Zósimo, siendo ordenado luego unos días después como sacerdote.


El santo gobernó el monasterio con tal sabiduría, amor y prudencia que superó a todos sus predecesores y a todos sus antecesores.


Cuando la sede de Siracusa quedó vacante, el Papa Teodoro designó a Zósimo y lo consagró. Durante su episcopado, el santo fue notable por su celo en la enseñanza del pueblo y por su generosidad con los pobres.


San Zósimo murió alrededor del año 660, a la edad de 90 años.



12:24 a.m.
Martirologio Romano: En Turín, Italia, san Leonardo Murialdo, presbítero, que fundó la Pía Sociedad de San José, para educar en la fe y la caridad cristianas a los niños abandonados (1900).

Etimológicamente: Leonardo = Aquel hombre con la fuerza de un león, es de origen germánico.


Fecha de canonización: 3 de mayo de 1970 por el Papa Pablo VI.



Leonardo Murialdo no es un hombre lejano: nace en Turín (Italia) el 26 de octubre de 1828 y muere en la misma ciudad el 30 de marzo de 1900. Es una persona dulce y noble, un hermano que se entrega todo a otros hermanos que no tienen casa y familia, que están solos y sin cariño, que non conocen a Dios.

A los 17 años, después de una crisis religiosa, decide consagrarse a Dios y en 1851 recibe la ordenación sacerdotal. Es el cura de los barrios pobres, el apóstol de los pequeños limpiachimeneas, de los chicos de la calle, de los encarcelados, de los jóvenes obreros.


Piensa en la formación profesional de los jóvenes, en su capacitación para el mundo adulto y obrero. En 1866 acepta dirigir el colegio "Artesanitos", una institución para chicos pobres y huérfanos.


Dócil a la voluntad de Dios y para dar continuidad a su misión educativa, el 19 de marzo de 1873 dio vida a la Congregación de San José (Josefinos de Murialdo), formada por sacerdotes y laicos.


La pedagogía de san Leonardo se puede resumir "en el espíritu de dulzura, de paciencia y de familiaridad, porque éste es el secreto para realizar el bien entre los niños y los jóvenes". Este estilo educativo encuentra su fuente en el amor misericordioso de Dios que Murialdo experimentó desde su juventud. Todo esto se puede resumir en el vivir con los niños y jóvenes como "amigo, hermano y padre".


Hoy los Josefinos de Murialdo continúan en la Iglesia su amor hacia los niños y los jóvenes en los centros juveniles, colegios, casa-hogar, parroquias, misiones... Están presentes en varios países de América Latina, de Europa y de Africa.


Su fiesta se celebra el 30 de Marzo, los salesianos lo festejan el 18 de Mayo.