06/28/13

Etimológicamente significa “ piedra, roca”. Viene de la lengua hebrea.

San Pedro Apóstol -- Pedro es mencionado frecuentemente en el Nuevo Testamento -- en los Evangelios, en los Hechos de los Apóstoles, y en las Epístolas de San Pablo. Su nombre aparece 182 veces.


Lo único que sabemos de su vida antes de su conversión es que nació en Betsaida, junto al lago de Tiberíades y se trasladó a Cafarnaum, donde junto con Juan y Santiago, los hijos del Zebedeo, se dedicaba a la pesca. Existe evidencia para suponer que Andrés (el hermano de Pedro) y posiblemente Pedro fueron seguidores de Juan el Bautista, y por lo tanto se habrían preparado para recibir al Mesías en sus corazones.


Imaginamos a Pedro como un hombre astuto y sencillo, de gran poder para el bien, pero a veces afligido un carácter abrupto y tempestivo que habría de ser transformado por Cristo a través del sufrimiento.


Nuestro primer encuentro con Pedro es a principios del ministerio de Jesús. Mientras Jesús caminaba por la orilla del lago de Galilea, vio a dos hermanos, Simón Pedro y Andrés, echar la red al agua. Y los llamó diciendo: << Síganme, y yo los haré pescadores de hombres.>> (Mateo 4,19). Inmediatamente abandonaron sus redes y lo siguieron. Un poco después, aprendemos que visitaron la casa en la que estaba la suegra de Pedro, sufriendo de una fiebre la cual fue curada por Jesús. Esta fue la primera curación atestiguada por Pedro, quien presenciará muchos milagros más durante los tres años de ministerio de Jesús, siempre escuchando, observando, preguntando, aprendiendo.


Profesión de fe y primado de Pedro:

Cristo resucitado es el fundamento de la Iglesia: "porque nadie puede poner otro fundamento que el que está ya puesto, que es Jesucristo" -1 Cor 3,10. Sin embargo, el mismo Jesús quiso que su Iglesia tuviese un fundamento visible que serán Pedro y sus sucesores. Jesús presenta la vocación singular de Pedro en la imagen de roca firme. Pedro= Petros= Quefá= Piedra= Roca. Es el primero que Jesús llama y lo nombra roca sobre la cual construirá su Iglesia. Pedro es el primer Papa ya que recibió la suprema potestad pontificia del mismo Jesucristo. El ministerio Petrino asegura los cimientos que garantizan la indefectibilidad de la Iglesia en el tiempo y en las tormentas. La barca del pescador de Galilea es ahora la Iglesia de Cristo. Los peces son ahora los hombres.


Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo , hizo esta pregunta a sus discípulos: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?" Ellos dijeron: "Unos, que Juan el Bautista, otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas." Díceles el: "Y vosotros ¿quién decís que soy yo?" Simón Pedro contestó: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo" Replicando Jesús dijo: "Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del Reino de los Cielos y lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos. -Mateo 16: 13-20.


Dar las llaves significa entregar la autoridad sobre la Iglesia con el poder de gobernar, de permitir y prohibir. Pero no se trata de un gobierno como los del mundo sino en función de servicio por amor: "el mayor entre vosotros sea el último de todos y el servidor de todos" (Mt 23,11).


Recordemos algunos de los episodios Bíblicos en los que aparece Pedro.


Después del milagro de la multiplicación de los panes, Jesús se retiró a la soledad de un cerro a orar, mientras sus discípulos cruzaban en una barca el lago de Galilea. De improviso vieron a Jesús caminando sobre el agua y según San Mateo Jesús les dijo: <<¡Soy yo, no temáis!>>. Pedro respondió: <<Señor, si eres tú, ordena que yo vaya hasta ti sobre el agua.>> Entonces Pedro empezó a caminar confiadamente pero al notar la fuerza del viento titubeó y comenzó a hundirse. Al momento, Jesús lo tomó de la mano y le dijo: <<¡Que poca fe! ¿Por qué dudaste?>> (Mateo 14, 22-31)


Pedro siempre figura entre los tres mas allegados a Jesús. Fue elegido con Santiago y Juan, para subir al monte Tabor donde ocurrió la Transfiguración. Aquí contempló la Gloria del Señor y escuchó la proclamación de Dios: <<Este es mi Hijo amado, en quien me complazco, escuchadle.>> (Mateo 17, 1-5)


Después bajaron a Jerusalén donde Jesús comenzó a preparar a sus discípulos para el fin de su ministerio en la tierra. Pedro llevó a Jesús aparte y comenzó a reprenderlo porque no quería aceptar un fin tan terrible como la cruz.


Al estar todos reunidos en la Última Cena, Pedro declaró su lealtad y devoción con estas palabras: <<Aunque todos pierdan su confianza, yo no.>> E insistió: <<Me quedaré contigo aunque tenga que dar la vida.>>. Con inmensa tristeza Jesús le contestó: <<Te aseguro que esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda vez, me negarás tres veces.>> Al desenvolverse esta trágica noche se realizó esta profecía. Cuando los soldados llevaron a Jesús a los judíos, Pedro se quedó en el patio y tres veces lo acusaron de ser discípulo de Jesús. El lo negó las tres veces. En aquel mismo momento, cantó el gallo por segunda vez y Pedro empezó a llorar.


Pedro es un pecador arrepentido. Cristo lo perdona y confirma su elección. Pregunta a Pedro: "¿Me amas más que éstos?" (Jn 21,15). Pedro afirma tres veces su amor. Jesús entonces le dice "Apacienta mis ovejas". Signo de su misión como pastor universal de la Iglesia. Su ministerio se sostendrá gracias al poder de Cristo, quien ora por el. "He rogado por ti para que tu fe no desfallezca. Cuando te conviertas, confirma a tus hermanos" (Lc 22,32). Es Cristo el Buen Pastor quien confiere su poder de perdonar, consagrar, enseñar y dar testimonio.


Pedro ejerció su primacía entre los Apóstoles con entereza y valor. El fue << La Piedra>> en la que la Iglesia fue fundada. Su capacidad de conversión quizás sea lo que hace su historia ejemplar para nosotros pecadores. Pedro cayó muy bajo en la noche que negó al Señor. Después se arrepintió y ascendió hasta llegar a obispo de Roma, mártir, y <<guardián de las llaves del reino de los cielos.>>.


Lo vemos a la cabeza de los Apóstoles. Fue Pedro quien tomó la iniciativa de elegir uno que tomara el lugar de Judas y quien realizó el primer milagro. Un mendigo le pidió limosna. Pedro le dijo que no tenía dinero, pero en el nombre de Jesús Nazareno le mandó levantarse y andar. El mendigo, curado de su mal hizo lo que le mandó Pedro.


La esparción del cristianismo atrajo persecuciones en las que fue martirizado San Esteban y muchos de los convertidos se esparcieron o escondieron. Los Apóstoles permanecieron firmes en Jerusalén donde los líderes judíos eran sus peores perseguidores. Pedro decidió predicar en las aldeas circundantes y cada vez mas lejos. En Samaria donde predicó y realizó milagros, Simón, un mago, le ofreció dinero para que le enseñara el secreto de sus poderes. Pedro lo reprendió fuertemente y le dijo: << Quédate con tu dinero, que te pudras con él, porque has pensado que los dones de Dios se pueden comprar.>>


Por su sinceridad, Pedro inevitablemente tuvo muchos conflictos con las autoridades judías, hasta dos veces los jefes de los sacerdotes lo mandaron arrestar. Nos dice la Escritura que fue milagrosamente desencadenado y librado de la prisión e impresionó a los demás Apóstoles al llegar repentinamente donde ellos moraban. Pedro después predicó en los puertos marítimos de Joppa y Lydda, donde conoció hombres de diferentes razas y en Cesarea donde se convirtió el primer gentil, Cornelio.


Fue obispo de Antioquía y después pasó a ser obispo de Roma donde fue martirizado durante el reinado de Nerón alrededor del año 67, el mismo año que San Pablo. Así lo estiman tres Padres de la Iglesia: San Ireneo, San Clemente de Alejandría y Tertuliano. Fue sepultado en lo que hoy es el Vaticano donde aun se encuentran su restos bajo el altar mayor de la basílica de San Pedro. Esto ha sido comprobado en los encuentros arqueológicos y anunciado por Pío XII al concluir el año santo de 1950.


Martirio de San Pedro


San Pedro murió crucificado. El no se consideraba digno de morir en la forma de su Señor y por eso lo crucificaron con la cabeza hacia abajo. El lugar exacto de su crucifixión fue guardado por la tradición. Muy cerca del circo de Nerón, los cristianos enterraron a San Pedro.


Las palabras de Jesús se cumplen textualmente.


"Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella".

Mateo 16:18


Hay testimonios arqueológicos de la necrópolis con la tumba de San Pedro, directamente bajo el altar mayor. Esta ha sido venerada desde el siglo II. Un edículo de 160 d.C. en el cual puede leerse en griego "Pedro está aquí".


Recordemos algunos de los episodios Bíblicos en los que aparece Pedro.


Después del milagro de la multiplicación de los panes, Jesús se retiró a la soledad de un cerro a orar, mientras sus discípulos cruzaban en una barca el lago de Galilea. De improviso vieron a Jesús caminando sobre el agua y según San Mateo Jesús les dijo: ¡Soy yo, no temáis!. Pedro respondió: Señor, si eres tú, ordena que yo vaya hasta ti sobre el agua. Entonces Pedro empezó a caminar confiadamente pero al notar la fuerza del viento titubeó y comenzó a hundirse. Al momento, Jesús lo tomó de la mano y le dijo: ¡Que poca fe! ¿Por qué dudaste? (Mateo 14, 22-31)


Pedro siempre figura entre los tres mas allegados a Jesús. Fue elegido con Santiago y Juan, para subir al monte Tabor donde ocurrió la Transfiguración. Aquí contempló la Gloria del Señor y escuchó la proclamación de Dios: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco, escuchadle. (Mateo 17, 1-5)


Después bajaron a Jerusalén donde Jesús comenzó a preparar a sus discípulos para el fin de su ministerio en la tierra.



Pedro llevó a Jesús aparte y comenzó a reprenderlo porque no quería aceptar un fin tan terrible como la cruz.


Al estar todos reunidos en la Última Cena, Pedro declaró su lealtad y devoción con estas palabras: Aunque todos pierdan su confianza, yo no. E insistió: Me quedaré contigo aunque tenga que dar la vida.. Con inmensa tristeza Jesús le contestó: Te aseguro que esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda vez, me negarás tres veces. Al desenvolverse esta trágica noche se realizó esta profecía. Cuando los soldados llevaron a Jesús a los judíos, Pedro se quedó en el patio y tres veces lo acusaron de ser discípulo de Jesús. El lo negó las tres veces. En aquel mismo momento, cantó el gallo por segunda vez y Pedro empezó a llorar.


Pedro es un pecador arrepentido. Cristo lo perdona y confirma su elección. Pregunta a Pedro: "¿Me amas más que éstos?" (Jn 21,15). Pedro afirma tres veces su amor. Jesús entonces le dice "Apacienta mis ovejas". Signo de su misión como pastor universal de la Iglesia. Su ministerio se sostendrá gracias al poder de Cristo, quien ora por el. "He rogado por ti para que tu fe no desfallezca. Cuando te conviertas, confirma a tus hermanos" (Lc 22,32). Es Cristo el Buen Pastor quien confiere su poder de perdonar, consagrar, enseñar y dar testimonio.


Pedro ejerció su primacía entre los Apóstoles con entereza y valor. El fue La Piedra en la que la Iglesia fue fundada. Su capacidad de conversión quizás sea lo que hace su historia ejemplar para nosotros pecadores. Pedro cayó muy bajo en la noche que negó al Señor. Después se arrepintió y ascendió hasta llegar a obispo de Roma, mártir, y guardián de las llaves del reino de los cielos..


Lo vemos a la cabeza de los Apóstoles. Fue Pedro quien tomó la iniciativa de elegir uno que tomara el lugar de Judas y quien realizó el primer milagro. Un mendigo le pidió limosna. Pedro le dijo que no tenía dinero, pero en el nombre de Jesús Nazareno le mandó levantarse y andar. El mendigo, curado de su mal hizo lo que le mandó Pedro.


La esparción del cristianismo atrajo persecuciones en las que fue martirizado San Esteban y muchos de los convertidos se esparcieron o escondieron. Los Apóstoles permanecieron firmes en Jerusalén donde los líderes judíos eran sus peores perseguidores. Pedro decidió predicar en las aldeas circundantes y cada vez mas lejos. En Samaria donde predicó y realizó milagros, Simón, un mago, le ofreció dinero para que le enseñara el secreto de sus poderes. Pedro lo reprendió fuertemente y le dijo: Quédate con tu dinero, que te pudras con él, porque has pensado que los dones de Dios se pueden comprar.


Por su sinceridad, Pedro inevitablemente tuvo muchos conflictos con las autoridades judías, hasta dos veces los jefes de los sacerdotes lo mandaron arrestar. Nos dice la Escritura que fue milagrosamente desencadenado y librado de la prisión e impresionó a los demás Apóstoles al llegar repentinamente donde ellos moraban. Pedro después predicó en los puertos marítimos de Joppa y Lydda, donde conoció hombres de diferentes razas y en Cesarea donde se convirtió el primer gentil, Cornelio.










Pablo, Santo
Pablo, Santo

Apóstol de los Gentiles


San Pablo es un hombre que se entrega por completo. Cuando Cristo lo tiró por tierra fue capaz de entregarle absolutamente todo su ser hasta poder decir "ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mi" .

Pablo escribió 13 cartas que forman parte del Nuevo Testamento y están dirigidas a las comunidades de gentiles, paganos convertidos por su predicación. En ellas les exhorta, les guía en la fe y enseña sobre ética y doctrina. Estas cartas son inspiradas por el Espíritu Santo y forman parte de la revelación divina. Es decir, son Palabra de Dios y por medio de ellas Dios mismo se da a conocer. Pablo es el instrumento en esta comunicación divina pero al mismo tiempo las cartas nos ayudan a conocer al autor humano. Reflejan su personalidad, sus dones y sus luchas intensas. Otras fuentes que nos ayudan a conocer el apóstol son los Hechos de los Apóstoles escritos por San Lucas y ciertos libros apócrifos.


Pablo nació con el nombre judío de Saúl el cual mantuvo hasta su conversión. Era de una familia acomodada de Tarso, hijo de un ciudadano romano, por lo tanto ciudadano romano el también. La fecha de su nacimiento se calcula alrededor del año 3 A.D. Según se cree, Jesús nació alrededor del 6 o 7 B.C. Entonces Jesucristo sería sólo unos 10 años mayor que San Pablo.


Hacia el año 18 de nuestra era, Saúl, que tendría unos 15 años, fue a estudiar en Jerusalén en la famosa escuela rabínica dirigida por Gamaliel. Además de estudiar la ley y los profetas, allí aprendió un oficio como era la costumbre. El joven Saúl escogió el de construir tiendas. Aunque criado en una ortodoxia rigurosa, mientras vivía en su hogar de Tarso estuvo bajo la influencia liberal de los helenistas, es decir de la cultura griega que en ese tiempo había penetrado todos los niveles de la sociedad en el Asia Menor. Se formó en las tradiciones y culturas judaicas, romanas y griegas.


En el año 35 Saúl aparece como un recto joven fariseo, fanáticamente dispuesto contra los cristianos. Creía que la nueva secta era una amenaza para el judaísmo por lo que debía ser eliminada y sus seguidores castigados. Se nos dice en los Hechos de los Apóstoles que Saúl estuvo presente aprobando cuando San Esteban, el primer mártir, fue apedreado y muerto. Fue poco después que Pablo experimentó la revelación que iba a transformar su vida. Mientras iba a la ciudad de Damasco para continuar su persecución contra los cristianos, Jesucristo se le apareció y tirándolo por suelo le pregunta: «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?» Hechos 9,4. Por la luz sobrenatural quedó ciego. Pablo ante el Señor se entregó totalmente: -"Señor, ¿qué quieres que haga?. Jesús le pide un profundo acto de humildad ya que se debía someter a quienes antes perseguía: -"vete donde Ananías y él te lo dirá". Después de su llegada a Damasco, siguió con dramática secuencia su repentina conversión, la sanación de su ceguera por el discípulo Ananías y su bautismo. Pablo aceptó ávidamente la misión de predicar el Evangelio de Cristo, pero como todos los santos, vio su indignidad y se apartó del mundo para pasar tres años en << Arabia >> en meditación y oración antes de iniciar su apostolado. Hacía falta mucha purificación. Jesucristo lo constituyó Apóstol de una manera especial, sin haber convivido con El. Es pues el último apóstol constituido. "Y en último término se me apareció también a mí, como a un abortivo." I Corintios 15:8.


Desde entonces era un hombre verdaderamente nuevo y totalmente movido por el Espíritu Santo para anunciar el Evangelio con poder. Saúl desde ahora se llamará con el nombre romano: Pablo. El por su parte nunca descansó de sus labores. Predicación, escritos y fundaciones de iglesias, sus largos y múltiples viajes por tierra y mar (al menos cuatro viajes apostólicos), tan repletos de aventuras, podrán ser seguidos por cualquiera que lea cuidadosamente las cartas del Nuevo Testamento. No podemos estar seguros si las cartas y evidencia que han llegado hasta nosotros contienen todas las actividades de San Pablo. Él mismo nos dice que fue apedreado, azotado, naufragó tres veces, aguantó hambre y sed, noches sin descanso, peligros y dificultades. Fue preso y, además de estas pruebas físicas, sufrió muchos desacuerdos y casi constantes conflictos los cuales soportó con gran entusiasmo por Cristo, por las muchas y dispersas comunidades cristianas.


Tuvo una educación natural mucho mayor que los humildes pescadores que fueron los primeros apóstoles de Cristo. Decimos "educación natural" porque los otros apóstoles tuvieron al mismo Jesús de maestro recibiendo así una educación divina. Esta también la recibió San Pablo por gracia de la revelación. Siendo docto tanto en la sabiduría humana como en la divina, Pablo estaba en posición de enseñar que la sabiduría humana es nada en comparación con la divina:


"Tened un mismo sentir los unos para con los otros; sin complaceros en la altivez; atraídos más bien por lo humilde; no os complazcáis en vuestra propia sabiduría." Romanos 12,16.


A Aquel que puede consolidaros conforme al Evangelio mío y la predicación de Jesucristo: revelación de un Misterio mantenido en secreto durante siglos eternos, pero manifestado al presente, por la Escrituras que lo predicen, por disposición del Dios eterno, dado a conocer a todos los gentiles para obediencia de la fe, a Dios, el único sabio, por Jesucristo, ¡a él la gloria por los siglos de los siglos! Amén. Rm 16,25-27


Pablo inició su predicación en Damasco. Aquí la rabia de los judíos ortodoxos contra este "traidor" era tan









Pablo, Santo
Pablo, Santo

fuerte que tuvo que escaparse dejándose bajar de la pared de la ciudad en una canasta. Al bajar a Jerusalén, fue suspiciosamente vigilado por los judíos cristianos porque no podían creer que él que tanto había perseguido se había convertido. De regreso a su ciudad nativa de Tarso, otra vez se unió Barnabás y juntos viajaron a Antioquía siriana, donde encontraron tantos seguidores que fue fundada por la constancia de los primeros cristianos. Fue aquí donde los discípulos de Jesús fueron llamados cristianos por primera vez (del Griego >, ungido). Después que regresaron a Jerusalén, una vez más para asistir a los miembros de la iglesia que estaban escasos de alimentos, estos dos misioneros regresaron a Antioquía y después navegaron a la isla de Chipre; durante su estancia convirtieron al procónsul, Sergius Paulus.

Una vez mas en tierra de Asia Menor, cruzaron las Montañas Taurus y visitaron muchos pueblos del interior, particularmente aquellos en que habitaban judíos. Generalmente en estos lugares Pablo primero visitaba las sinagogas y predicaba a los judíos; si ellos lo rechazaban entonces predicaba a los gentiles. En Antioquía de Pisid, Pablo lanzó un discurso memorable a los judíos, concluyendo con estas palabras: Hechos 13,46-47 "Entonces dijeron con valentía Pablo y Bernabé: «Era necesario anunciaros a vosotros en primer lugar la Palabra de Dios; pero ya que la rechazáis y vosotros mismos no os juzgáis dignos de la vida eterna, mirad que nos volvemos a los gentiles. Pues así nos lo ordenó el Señor: Te he puesto como la luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra.»


Después de esto Pablo y Bernabé volvieron a Jerusalén donde los ancianos trataban el tema de la posición de la Iglesia, todavía en su mayoría de miembros judíos, hacia los gentiles convertidos. La cuestión de la circuncisión fue problemática porque para los judíos era importante que los gentiles se sometieran a este requisito de la ley judía. Pablo se mostró en contra de la circuncisión, no porque quisiera hacer un cristianismo fácil sino porque comprendía que el Espíritu ahora requería una circuncisión del corazón, una transformación interior. La ley no puede justificar al hombre sino sólo la gracia recibida por medio de Jesucristo. Vivir esta gracia es sin embargo un reto aun mas radical que el que presenta la ley y exige entrega total. Esta llamada a la gracia y a la respuesta total hasta la muerte forma parte esencial de su enseñanza y de su vida.


La segunda jornada misionera, la cual duró del año 49 a 52, llevó Pablo a Silas, su nuevo asistente a Frigia, Galacia, Troas, y a través de tierra de Europa, a Filipos en Macedonia. Lucas el médico era ahora un miembro del grupo, y en el libro de los Hechos él nos da un relato que ellos fueron a Tesalónica, y después bajó a Atenas y Corinto. En Atenas Pablo predicó en el Areópago y sabemos que algunos de los estoicos y epicureanos lo escucharon y discutieron con él informalmente atraídos por su intelecto vigoroso, su personalidad magnética, y su enseñanza ética. Pero mas importante, el Espíritu Santo tocaba los corazones de aquellos que abrían su corazón podían comprender que Pablo tenía una sabiduría nunca antes enseñada.


Pasando a Corinto, se encontró en el mismo corazón del mundo griego-romano, y sus cartas de este período muestran que él está consciente de la gran ventaja en su contra, de la lucha incesante contra el escepticismo e indiferencia pagana. Él sin embargo se quedó en Corinto por 18 meses, y encontró éxito considerable. Un matrimonio, Aquila y Priscila, se convirtieron y llegaron a ser muy valiosos servidores de Cristo. Volvieron con él al Asia. Fue durante su primer invierno en Corinto que Pablo escribió las primeras cartas misioneras. Estas muestran su suprema preocupación por la conducta y revelan la importancia de que el hombre reciba la inhabitación de Espíritu Santo ya que solo así hay salvación y poder para bien.


La tercera jornada misionera cubrió el periodo del 52 a 56. En Éfeso, ciudad importante de Lidia, donde el culto a la diosa griega Artemisa era muy popular. Pablo fue motivo de un disturbio público ya que los comerciantes veían peligrar sus negocios de imágenes de plata de la diosa que allí florecía. Después, en Jerusalén, causó una conmoción al visitar el templo; fue arrestado, tratado brutalmente y encadenado. Pero cuando fue ante el tribunal, él se defendió de tal forma que sorprendió a sus opresores. Fue llevado a Cesarea por el rumor de algunos judíos en Jerusalén que lo habían acusado falsamente de haber dejado entrar a gentiles en el templo. Así planeaban matarlo. Fue puesto en prisión en Cesarea esperando juicio por aproximadamente dos años bajo el procónsul Félix y Festus. Los gobernadores romanos deseaban evitar problemas entre judíos y cristianos por lo que postergaron su juicio de mes a mes. Pablo al final apeló al Emperador, demandando el derecho legal de un ciudadano romano de tener su juicio escuchado por el mismo Nerón. Fue entonces colocado bajo la custodia de un centurión, el cual lo llevó a Roma. Los Hechos de los Apóstoles lo dejan en la ciudad imperial esperando su tribunal.


Aparentemente la apelación de Pablo fue un éxito porque hay evidencia de otra jornada misionera, probablemente a Macedonia. En esta última visita a las comunidades cristianas, se cree que nombró a Tito obispo en Creta y a Timoteo en Efeso. Volviendo a Roma, fue una vez mas arrestado. Su espíritu no decae ante las tribulaciones porque sabe en quien ha puesto su confianza.


Por este motivo estoy soportando estos sufrimientos; pero no me avergüenzo, porque yo sé bien en quién tengo puesta mi fe, y estoy convencido de que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel día. -II Timoteo 1,12


Después de dos años en cadenas (cárcel Mamertina que puede ser aun visitada en Roma) sufrió martirio en Roma al mismo tiempo que el Apóstol Pedro, obispo de la Iglesia de Roma. San Pablo, por ser romano, no fue crucificado sino degollado. Según una antigua tradición su martirio fue cerca de la Via Hostia, donde hoy está la abadia de Tre Fontana (llamada así por tres fuentes que según la tradición surgieron cuando su cabeza, separada ya del cuerpo, rebotó tres veces)


Las inscripciones del segundo y tercer siglo en las catacumbas nos dan evidencia de un culto a los Santos Pedro y Pablo. Esta devoción nunca ha disminuido en popularidad.


En el arte cristiano San Pablo normalmente es pintado como un hombre calvo con barba negra, pero vigoroso e intenso. Cerca del lugar de su martirio se levantó una preciosa basílica mayor: San Pablo extramuros. Sus restos junto con los de San Pedro están bajo el altar mayor de la Basílica de San Pedro en el Vaticano, cede de la Iglesia Católica.


San Pablo que al final dijo: "He competido en la noble competición, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe" -II Timoteo 4,7. Nos ha dado la Palabra de Dios que nos fortalece para nuestras luchas y salir como el victoriosos. Es por lo tanto esencial que meditemos asiduamente sus cartas como toda la Palabra de Dios que encontramos en la Santa Biblia. Allí encontraremos la Sabiduría


¡Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus designios e inescrutables sus caminos! -Romanos 11,33




En los Hechos de los Apóstoles, se narran varias hazañas y aventuras de Pedro como primer jefe de la Iglesia. Nos narran que fue hecho prisionero con Juan, que defendió a Cristo ante los tribunales judíos, que fue encarcelado por orden del Sanedrín y librado milagrosamente de sus cadenas para volver a predicar en el templo; que lo detuvieron por segunda vez y aún así, se negó a dejar de predicar y fue mandado a azotar.


Pedro convirtió a muchos judíos y pensó que ya había cumplido con su misión, pero Jesús se le apareció y le pidió que llevara esta conversión a los gentiles, a los no judíos.

En esa época, Roma era la ciudad más importante del mundo, por lo que Pedro decidió ir allá a predicar a Jesús. Ahí se encontró con varias dificultades: los romanos tomaban las creencias y los dioses que más les gustaban de los distintos países que conquistaban. Cada familia tenía sus dioses del hogar. La superstición era una verdadera plaga, abundaban los adivinos y los magos. Él comenzó con su predicación y ahí surgieron las primeras comunidades cristianas. Estas comunidades daban un gran ejemplo de amor, alegría y de honestidad, en una sociedad violenta y egoísta. En menos de trescientos años, la mayoría de los corazones del imperio romano quedaron conquistados para Jesús. Desde entonces, Roma se constituyó como el centro del cristianismo.


En el año 64, hubo un incendio muy grande en Roma que no fue posible sofocar. Se corría el rumor de que había sido el emperador Nerón el que lo había provocado. Nerón se dio cuenta que peligraba su trono y alguien le sugirió que acusara a los cristianos de haber provocado el incendio. Fue así como se inició una verdadera “cacería” de los cristianos: los arrojaban al circo romano para ser devorados por los leones, eran quemados en los jardines, asesinados en plena calle o torturados cruelmente. Durante esta persecución, que duró unos tres años, murió crucificado Pedro por mandato del emperador Nerón.


Pidió ser crucificado de cabeza, porque no se sentía digno de morir como su Maestro. Treinta y siete años duró su seguimiento fiel a Jesús. Fue sepultado en la Colina Vaticana, cerca del lugar de su martirio. Ahí se construyó la Basílica de San Pedro, centro de la cristiandad.


San Pedro escribió dos cartas o epístolas que forman parte de la Sagrada Escritura.


¿Qué nos enseña la vida de Pedro?


Nos enseña que, a pesar de la debilidad humana, Dios nos ama y nos llama a la santidad. A pesar de todos los defectos que tenía, Pedro logró cumplir con su misión. Para ser un buen cristiano hay que esforzarse por ser santos todos los días. Pedro concretamente nos dice: “Sean santos en su proceder como es santo el que los ha llamado” (I Pedro, 1,15)

Cada quien, de acuerdo a su estado de vida, debe trabajar y pedirle a Dios que le ayude a alcanzar su santidad.

Nos enseña que el Espíritu Santo puede obrar maravillas en un hombre común y corriente. Lo puede hacer capaz de superar los más grandes obstáculos.


La Institución del Papado


Toda organización necesita de una cabeza y Pedro fue el primer jefe y la primera cabeza de la Iglesia. Fue el primer Papa de la Iglesia Católica. Jesús le entregó las llaves del Reino y le dijo que todo lo que atara en la Tierra quedaría atado en el Cielo y todo lo que desatara quedaría desatado en el Cielo. Jesús le encargó cuidar de su Iglesia, cuidar de su rebaño. El trabajo del Papa no sólo es un trabajo de organización y dirección. Es, ante todo, el trabajo de un padre que vela por sus hijos.


El Papa es el representante de Cristo en el mundo y es la cabeza visible de la Iglesia. Es el pastor de la Iglesia, la dirige y la mantiene unida. Está asistido por el Espíritu Santo, quien actúa directamente sobre Él, lo santifica y le ayuda con sus dones a guiar y fortalecer a la Iglesia con su ejemplo y palabra. El Papa tiene la misión de enseñar, santificar y gobernar a la Iglesia.


Nosotros, como cristianos debemos amarlo por lo que es y por lo que representa, como un hombre santo que nos da un gran ejemplo y como el representante de Jesucristo en la Tierra. Reconocerlo como nuestro pastor, obedecer sus mandatos, conocer su palabra, ser fieles a sus enseñanzas, defender su persona y su obra y rezar por Él.


Cuando un Papa muere, se reúnen en el Vaticano todos los cardenales del mundo para elegir al nuevo sucesor de San Pedro y a puerta cerrada, se reúnen en Cónclave (que significa: cerrados con llave). Así permanecen en oración y sacrificio, pidiéndole al Espíritu Santo que los ilumine. Mientras no se ha elegido Papa, en la chimenea del Vaticano sale humo negro y cuando ya se ha elegido, sale humo blanco como señal de que ya se escogió al nuevo representante de Cristo en la Tierra.


San Pablo


Su nombre hebreo era Saulo. Era judío de raza, griego de educación y ciudadano romano. Nació en la provincia romana de Cilicia, en la ciudad de Tarso. Era inteligente y bien preparado. Había estudiado en las mejores escuelas de Jerusalén.

Era enemigo de la nueva religión cristiana ya que era un fariseo muy estricto. Estaba convencido y comprometido con su fe judía. Quería dar testimonio de ésta y defenderla a toda costa. Consideraba a los cristianos como una amenaza para su religión y creía que se debía acabar con ellos a cualquier costo. Se dedicó a combatir a los cristianos, quienes tenían razones para temerle. Los jefes del Sanedrín de Jerusalén le encargaron que apresara a los cristianos de la ciudad de Damasco.


En el camino a Damasco, se le apareció Jesús en medio de un gran resplandor, cayó en tierra y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” ( Hechos de los Apóstoles 9, 1-9.20-22.).

Con esta frase, Pablo comprendió que Jesús era verdaderamente Hijo de Dios y que al perseguir a los cristianos perseguía al mismo Cristo que vivía en cada cristiano. Después de este acontecimiento, Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía los ojos abiertos no veía nada. Lo llevaron a Damasco y pasó tres días sin comer ni beber. Ahí, Ananías, obedeciendo a Jesús, hizo que Saulo recobrara la vista, se levantara y fuera bautizado. Tomó alimento y se sintió con fuerzas.

Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco y después empezó a predicar a favor de Jesús, diciendo que era el Hijo de Dios. Saulo se cambió el nombre por Pablo. Fue a Jerusalén para ponerse a la orden de San Pedro.


La conversión de Pablo fue total y es el más grande apóstol que la Iglesia ha tenido. Fue el “apóstol de los gentiles” ya que llevó el Evangelio a todos los hombres, no sólo al pueblo judío. Comprendió muy bien el significado de ser apóstol, y de hacer apostolado a favor del mensaje de Jesús. Fue fiel al llamado que Jesús le hizo en al camino a Damasco.


Llevó el Evangelio por todo el mundo mediterráneo. Su labor no fue fácil. Por un lado, los cristianos desconfiaban de él, por su fama de gran perseguidor de las comunidades cristianas. Los judíos, por su parte, le tenían coraje por "cambiarse de bando". En varias ocasiones se tuvo que esconder y huir del lugar donde estaba, porque su vida peligraba. Realizó cuatro grandes viajes apostólicos para llevar a todos los hombres el mensaje de salvación, creando nuevas comunidades cristianas en los lugares por los que pasaba y enseñando y apoyando las comunidades ya existentes.


Escribió catorce cartas o epístolas que forman parte de la Sagrada Escritura.


Al igual que Pedro, fue martirizado en Roma. Le cortaron la cabeza con una espada pues, como era ciudadano romano, no podían condenarlo a morir en una cruz, ya que era una muerte reservada para los esclavos.


¿Qué nos enseña la vida de San Pablo?


Nos enseña la importancia de la labor apostólica de los cristianos. Todos los cristianos debemos ser apóstoles, anunciar a Cristo comunicando su mensaje con la palabra y el ejemplo, cada uno en el lugar donde viva, y de diferentes maneras.


Nos enseña el valor de la conversión. Nos enseña a hacer caso a Jesús dejando nuestra vida antigua de pecado para comenzar una vida dedicada a la santidad, a las buenas obras y al apostolado.


Esta conversión siguió varios pasos:

1. Cristo dio el primer paso: Cristo buscó la conversión de Pablo, le tenía una misión concreta.

2. Pablo aceptó los dones de Cristo: El mayor de estos dones fue el de ver a Cristo en el camino a Damasco y reconocerlo como Hijo de Dios.

3. Pablo vivió el amor que Cristo le dio: No sólo aceptó este amor, sino que los hizo parte de su vida. De ser el principal perseguidor, se convirtió en el principal propagador de la fe católica.

4. Pablo comunicó el amor que Cristo le dio: Se dedicó a llevar el gran don que había recibido a los demás. Su vida fue un constante ir y venir, fundando comunidades cristianas, llevando el Evangelio y animando con sus cartas a los nuevos cristianos en común acuerdo con San Pedro.


Estos mismos pasos son los que Cristo utiliza en cada uno de los cristianos. Nosotros podemos dar una respuesta personal a este llamado. Así como lo hizo Pablo en su época y con las circunstancias de la vida, así cada uno de nosotros hoy puede dar una respuesta al llamado de Jesús.



En la isla de Mallorca, con las alas mayores que el nido, nació Ramón Llull (Raimundo Lulio), en año incierto del primer tercio del siglo XIII. Hijo de la primera generación de los conquistadores, acaudillados por don Jaime I, pudo identificarse ante el tribunal de la Sorbona, en París, y en un trance ambiguo, como catalán de Mallorca. No consiguió retenerle el sortilegio de su tierra natal y se hurtó al abrazo avaro de las costas mallorquinas. Tiempos hubo en que su nombre fue signo de contradicción y bandera de combate. Una anécdota falsa de su vida, la de un amor pecaminoso por una dama, cuyo pecho roía un cáncer con su diente asiduo, le aureoló con una celebridad romántica. Raimundo Lulio, para su gloria, no ha menester ninguna mentira.

Fue varón de deseos, como dijo el arcángel Gabriel, del profeta antiguo; pero lanzóse a la acción con ímpetu de arma arrojadiza. En su pecho, molido por la contrición, en el momento de su crisis espiritual, germinó un triple deseo, tan vasto, que su desmedida ambición predestinábale a un fracaso previsible. Quería la iluminación y enderezamiento de toda la infidelidad, desparramada por el universo mundo. Quería conquistar todas las mentes con el imperio incondicional de la verdad; e inventó un sistema científico, a su parecer irrebatible. Quería coronar esta total dedicación suya con el derramamiento de su sangre, sellándola con una roja rúbrica final.


Centrada y sustanciada así la vida de Raimundo Lulio, todo lo demás en ella es lateral y adjetivo. Son armas de combate al servicio de aquel deseo triple; y las abandona tan pronto como se convence de que no le sirven para la consecución de su ideal inmediato. A la Sorbona de París llevó su sistema filosófico, su Arte Magna, en la que tenía una fe tan ciega, que creíala recibida de Dios, por iluminación, como un don intelectual. No la entienden ni los graves doctores ni los leves escolares, que la conceptúan demasiado sutil de comprender. Raimundo sufre un inenarrable desencanto. Va a mitigar su duelo acerbísimo en las afueras de París, en una bella selva poblada de árboles, abundosa de fuentes, de verdes prados, de hierbas en flor y de aves canoras. Fracasado, como él mismo reconoce, por manera de saber, arrumba su Arte Magna, y sale de nuevo a la palestra a ver si triunfará por manera de amor. Fruto de esta crisis y de esta derrota, es su bellísimo y ameno Árbol de filosofía de amor, con el que se lanza a un camino nuevo.


En vaso infrangible lleva el tesoro del apostolado. Apóstol es, y apóstol incomparable que descuella en su multiforme y proteica personalidad. Apóstol cuando se sienta en los bancos o en la cátedra de la Universidad parisina, donde se le apoda Ramón Barbaflorida. Apóstol es cuando sueña, con antelación de doscientos años a Santo Tomás Moro, una suerte de cristianísima utopía, porque utopía es aquel delicioso libro de Blanquerna por el cual quiere atraer sobre el mundo el reino de la justicia, del amor y de la paz de Cristo. Apóstol cuando rima los versos anfractuosos y abruptos de los Cien Nombres de Dios. Apóstol cuando compone el rústico, digámosle romancerillo en prosa suelta, del Amigo y del Amado, con tantos versículos como tiene el año y dice al avecita cantora en la respuesta enramada de Miramar con un infinito amor franciscano: Si no nos entendemos por lenguaje, entendámonos por amor. Apóstol más que nunca, cuando con el favor de Jaime II de Mallorca, y anticipándose en cientos de años al Colegio de Propaganda Fide, funda el colegio de lenguas orientales, cuyo acabamiento y dilapidación hubo de ver con sus ojos mortales que derramaron las más amargas lágrimas de su vida, en el cáliz de ajenjo de su obra rimada: Desconsuelo. Apóstol cuando acude a la corte del rey de Francia, Felipe, le bel; y a la corte del rey de Aragón, Jaime II, y dedica el libro De oración a su esposa, la dulce doña Blanca de Anjou, reina blanca de blanca paz. Apóstol cuando acude a la corte de Roma, infructuosamente; y con sus ochenta años a cuestas, camina hacia el concilio de Viena, sobre el Ródano, durante la cautividad de Aviñón, y emplaza ante el tribunal de Cristo al papa Clemente V, de quien promete ser testigo de cargo, si el concilio se malogra. Apóstol cuando acude a los capítulos generales de las grandes órdenes religiosas de su tiempo. Apóstol cuando en su opúsculo De fine, sólo conocido por su versión latina, excogita y ofrece planes para la conquista del norte de África, pasando por Málaga y Granada, camino el más rápido y seguro y primer paso para la redención del Santo Sepulcro de Jerusalén. Apóstol en sus proyectos de evangelización del universo mundo, no por violencia de armas materiales, sino con el sistema con que lo cristianizaron los apóstoles, con predicación evangélica persuasiva y con derramamiento de lágrimas y de sangre. Apóstol siempre Raimundo Lulio y fiel a sus tres deseos originales, que fueron el poderoso motor de su vida; ¿consiguió el supremo galardón y la paga del apóstol, que es el martirio?


Esta es la angustiosa incógnita de nuestros días y el más agudo tormento de sus biógrafos y de sus devotos. Por largos años y generaciones se creyó así. Hasta se fijó una fecha: la que corre desde los postreros días de junio de 1314 al 2 de julio, día de su triunfal arribo a su isla natal, efemérides honrada con la celebridad de su fiesta litúrgica y popular Nihil prius fide. El documento en que se basaba, parece amañado. Documentos auténticos, custodiados en el archivo de la corona de Aragón, atestiguan fechas de cuatro meses y aún más posteriores a aquella data. Su martirio, si fue, es fuerza que sea posterior, pero no nos lo dice la silenciosa historia; siempre queda, fuera de toda posible duda, que si no recibió el bautismo de sangre, durante los ochenta años rebasados de su vida mortal, sufrió a la continua el aguijón urente del bautismo de fuego.


Raimundo Lulio, en el generoso ímpetu de su conversión, en su grandiosa y quizá primogénita obra del Libro de contemplación, escribió estas palabras grávidas de fogoso deseo y llenas, tal vez, de clarividente presagio:


«Bienaventurados son, Señor, aquellos que en este mundo se visten de rojo color y de vestiduras bermejas, semejantes a las que vestisteis Vos el día de vuestra muerte. Esta bienaventuranza y esta gracia espera vuestro siervo, todos los días, de Vos; que sus vestidos sean tintos en sangre y mojados de lágrimas el día de su muerte, si es que a Vos pluguiere que él muera por amor vuestro y por amor de aquellos que os aman.» Y aun, a veces, con golosa anticipación, deléitase saboreando el cáliz embriagante del martirio entrañablemente deseado y con ardientes votos que merecieron ser oídos de Dios:


«Tanto se dilata, Señor, el día en que yo tome martirio en medio del pueblo, confesando la santa fe cristiana, que todo me siento desfallecer y morir de deseo y añoranza porque no llegué a aquel día en que esté en medio del pueblo, acosado como león u otra salvaje alimaña, rodeada de cazadores que la matan y la despedazan.»


La pesadumbre de más de dieciséis lustros gravitaba en sus hombros; su barba, que en sus días de París era florida, ahora pendía cuajada en larga nieve sobre su pecho; y su cabeza blanqueaba con los rayos fríos de una aurora polar. Era llegada la hora de disponer de aquellas cosas que el Amado le diera en comanda. La avara antigüedad nos ha conservado el testamento postrero. Raimundo, como el protagonista de su Árbol de filosofía de amor, dejó su cuerpo al polvo de la tierra para que lo dispersase ante la faz del viento. Distribuyó su rica pobreza entre los dos hijos de su carne, Domingo y Magdalena, esposa del prócer barcelonés Pedro de Sentmenat; los frailes predicadores, los frailes franciscanos; las monjas de Santa Clara y las de Santa Margarita y las de la Penitencia y los niños huérfanos de la ciudad de Mallorca, y la obra de la bienaventurada Virgen María de la Seo, comenzada por el rey don Jaime I. Mayor preocupación le merecen sus obras seniles.


«Quiero y mando que copien sobre pergamino los libros en romance y en latín, que, mediante la divina gracia, compilé.» Quiere con voluntad muy firme que de todas sus obras de su invierno que saben a enjutez de tronco, pero amadas con una ternura especial, como son amados los benjamines, que se envíen ejemplares a la cartuja de París y que uno, en pergamino, se envíe a Micer Percival Spíniola, en Génova, que había de ser la última tierra cristiana que pisó, en saliendo para el supremo apostolado africano.


¿Cuándo volvió a Mallorca, vivo o muerto? No se sabe. ¡O vetustatis silentis obsoleta oblivio! Invidentur ista nobis... ¡Oh herrumbroso olvido de la silente antigüedad! Nos lo ocultó, por envidia, la callada vetustez con un dedo sobre la boca.


Raimundo Lulio, de quien se esperaba que pronto sería canonizado, fue sepultado, provisionalmente, en la sacristía de San Francisco de Asís. Llamado "Doctor Illuminatus" por sus conteporaneos.


Posteriormente, fue depositado el autor del dulcísimo Libro de Santa María, todo leche y miel, en la capilla de Nuestra Señora de la Consolación, del mismo templo, su coetáneo, en donde espera la resurrección de la carne. El sepulcro es bello y solemne, lleno de alegorías, construido por los Jurados de Mallorca, en el declivio del siglo XV. Es imposible acercarse al monumento sepulcral sin que a través del alabastro yerto el devoto no se imagine que va a oír los recios golpes de ala de un huracán aprisionado, o el crepitar del incendio de los huesos abrasados de aquel incendio que los abrasó en vida. Y como de la boca de un oráculo parécele que va a oír aquellas ardientes palabras que el mismo Raimundo escribió en el Amigo y el Amado:


«Si vosotros, amadores, queréis agua, venid a mis ojos, que son fuentes de lágrimas; y si queréis fuego, venid a mi corazón y encended en él vuestras antorchas.»



Hermanos Franciscanos

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