01/10/14

Martirologio Romano: En Bellegra, en el Lacio (Italia), santo Tomás de Cori (Francisco Antonio) Placidi, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, preclaro por la austeridad de vida y por la predicación, iniciador de los retiros (1729).

Fecha de canonización: 21 de noviembre de 1999, por el Papa Juan Pablo II.



Nacido en Cori (Latina) el 4 de junio de 1655, Tomás tuvo una infancia marcada por la pérdida prematura de su madre primero y de su padre después, quedando sólo, a los catorce años, al cuidado de la hermana más pequeña. Hará de pastor, aprendiendo la sabiduría de las cosas simples. Casadas las hermanas, queda libre para seguir la inspiración que desde algún año guardaba en el silencio del corazón: pertenecer completamente a Dios en la vida religiosa franciscana. Había conocido a los Frailes Menores en su misma ciudad en el Convento de S. Francisco. Casadas las dos hermanas y libre de toda preocupación, fue acogido en la Orden y enviado a Orvieto para hacer el año de noviciado. Profesada la Regla de S. Francisco y finalizados los estudios de teología, se ordena sacerdote en 1683. Fue nombrado inmediatamente vice maestro de novicios en el convento de la SS. Trinidad de Orvieto; sus superiores reconocieron desde muy pronto sus dotes.

Poco tiempo después fray Tomás oyó hablar de los Retiros que comenzaban a florecer en la Orden y de la intención de los Superiores de la Provincia Romana de instaurar uno en el Convento de Civitella (hoy Bellegra). Su petición fue acogida y el joven fraile llamó así a la puerta del pobre Convento en 1684, diciendo: "Soy fray Tomás de Cori y vengo para hacerme santo". Con un lenguaje quizás lejano al nuestro, expresaba él su ansia de vivir radicalmente el Evangelio según el espíritu de S. Francisco.


Desde entonces, fray Tomás permanecerá en Bellegra hasta la muerte, excepto seis años (1703-1709) en los que será Guardián en el Convento de Palombara, donde instauró el Retiro, en base al de Bellegra. Escribió Reglas para uno y para otro, que él el primero observó cuidadosamente, consolidando con la palabra y con el ejemplo la nueva institución de los dos Retiros.


Los largos años transcurridos en S. Francisco de Bellegra se pueden resumir en tres puntos:


Oración


Santo Tomás de Cori fue seguramente, como se ha dicho de S. Francisco, no tanto un hombre que oraba, como un hombre hecho oración. Esta dimensión animó toda la vida del Fundador del Retiro. El aspecto más evidente de su vida espiritual fue sin duda la centralidad de la Eucaristía, testimoniada por Tomás en la celebración eucarística, intensa y participada, y en la oración silenciosa de adoración en las largas noches de Retiro después del oficio divino celebrado a medianoche. Su vida de oración estuvo marcada por una aridez persistente de espíritu. La ausencia total de una consolación sensible en la oración y en su vida de unión con Dios, se prolongaría durante más de cuarenta años, encontrándole siempre sereno y radical en la vivencia del primado de Dios. Verdaderamente su oración se configuró como " memoria Dei " realizando concretamente la unidad de vida no obstante las múltiples actividades.


Evangelización


Santo Tomás no se cerró en el Retiro, olvidando el bien de sus hermanos y el corazón de la vocación franciscana, que es apostólico. Fue llamado con razón el apóstol del " Sublacense ", habiendo recorrido comarcas y ciudades en el anuncio incansable del Evangelio, en la administración de los sacramentos y en el surgir de milagros a su paso, signo de la presencia y cercanía del Reino. Su predicación era clara y simple, persuasiva y fuerte. No subió a los púlpitos más ilustres del tiempo: su personalidad pudo entregar lo mejor de sí en el ambito restringido de la región del Lazio, viviendo su vocación franciscana en minoridad y a la opción concreta por los más pobres.


Exquisita caridad


Santo Tomás de Cori fue para sus hermanos padre amabilísimo. Ante las resistencias de algunos hermanos en su deseo de reforma y de radicalidad en vivir el ideal franciscano, el Santo supo responder con paciencia y humildad, encontrándose incluso sólo para atender el convento. Había comprendido muy bien que toda auténtica reforma inicia por sí mismo.


El notable epistolario que nos ha llegado, demuestra la atención de Tomás a las más pequeñas espectativas y necesidades de sus hermanos y de tantos amigos, penitentes y frailes que se dirigían a él para recibir un consejo. En el convento demostró su espíritu de caridad en la disponibilidad a cualquier necesidad, incluso la más humilde.


Rico de méritos, se durmió en el Señor el 11 de enero de 1729. Santo Tomás de Cori resplandece entre nosotros y en Roma, del que es co-patron, sobre todo en su ansia de ideal cristiano y franciscano puro y vivido en lo esencial. Una provocación para todos nosotros, a no tomar a la ligera el Evangelio y sus exigencias radicales.


Reproducido con autorización de Vatican.va



Vital tenía nada menos que sesenta años cuando descubrió la riqueza del Evangelio de Jesús de Nazaret.

Se dio cuenta de que Dios invita a las "mujeres de mala vida" a que entren en su reino.


El vivía tranquilo como ermitaño en su ermita de Gaza en Palestina, tan actual en nuestros días por motivos políticos y bélicos, no por cuestiones religiosas.


Dejó su vida apacible y se marchó a Alejandría, célebre por su barrio chino al lado del puerto.


Allí se construyó su ermita. Se dedicó a hacer dos cosas importantes: una, pedir limosna de puerta en puerta; otra fue la dedicación completa al mundo de la prostitución.


Estas mujeres le tomaron en seguida un gran afecto, y entablaron con él una seria amistad porque estimaban en mucho sus palabras y sus sanos juicios acerca de sus vidas.


A pesar de ser un trabajo difícil, tenía las puertas de su ermita abierta para que fueran a hablar con él cuando quisieran. Les hablaba de la felicidad que da la honestidad de costumbres.


Gracias a sus palabras y al amor sincero y puro que les tenía, además de ser su paño de lágrimas, muchas se convertían y dejaban su mala vida.


Pero como suele ocurrir, había “beatos y beatas” que veían con malos ojos que se dedicara a este trabajo. Lo denunciaron al obispo y lo encerraron.


Las chicas prostitutas pasaban cada noche frente al palacio episcopal gritando y reclamando la libertad de su amigo Vital. El obispo lo comprendió.


Pero días más tarde lo mataron los “beatos o santones cumplidores farisaicos”.


Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com



El bienaventurado padre san Teodosio, llamado cenobita, que quiere decir padre de muchos monjes, nació en una aldea de Capadocia.

Habíase dado a los estudios, y aun declaraba al pueblo las letras divinas, cuando deseoso de la perfección, partió a los santos lugares.


En llegando a Antioquía, quiso ver al insigne anacoreta san Simeón Estilita, el cual, inspirado del Señor, le dijo: «Teodosio, varón de Dios, seáis bien venido». Espantóse Teodosio oyendo esta voz, porque le llamaba por su nombre, y porque le honraba con el titulo de varón de Dios.


Subió a la columna por orden de san Simeón y echóse a sus pies; oyó sus consejos y todo lo que en adelante le había de suceder; y tomada su bendición, siguió su camino hacia Jerusalén, donde él adoró y regó con sus lágrimas aquellos sagrados lugares que Cristo nuestro Señor consagró con su vida y su muerte.


Retiróse después a la soledad, y vino a tener tantos discípulos, que labró un gran monasterio, en el cual acogía a los pobres.


Aconteció aparejarse en un mismo día cien mesas para darles de comer, y en tiempo de hambre, como los que tenían a cargo de darles de comer les cerrasen las puertas, san Teodosio mandó abrírselas y darles a todos lo necesario, y el Señor les proveía con tan larga mano, que después quedaban las arcas llenas de pan.


Era también su monasterio, hospital de enfermos, a quienes servía y besaba las llagas con grande amor.


Había entre sus discípulos hombres ricos y poderosos, militares y sabios, de los cuales salieron muchos obispos y superiores de suerte que cuando murió el santo, habían ya fallecido seiscientos noventa y tres de sus discípulos.


El emperador Anastasio, que favorecía a los herejes Acéfa1os, le envió una buena cantidad de oro para sus pobres: aceptóla y repartióla el santo pero escribió al emperador, que ni él ni los suyos consentirían con los herejes, aunque la vida les costase.


Fuese luego, viejo como era, a predicar sin temor alguno por las ciudades de aquellos herejes que condenaban el concilio de Calcedonia; y subiendo una vez al púlpito, hizo señal al pueblo que callasen, y dijo: «El que no recibiere los cuatro concilios generales, como los cuatro Evangelios sea maldito y excomulgado».


Entonces el emperador le desterró, pero duró bien poco el destierro, porque el monarca hereje cayó muerto, herido por un rayo.


Teodosio volvió de su destierro, glorioso y triunfante. Muchas fueron las obras admirables que hizo este varón de Dios en su larga vida; muchas veces multiplicó el pan, anunció el terremoto que asoló la ciudad de Antioquía, y lleno de méritos y virtudes, descansó en la paz del Señor a la edad de ciento cinco años.


Honraron su cadáver el patriarca de Jerusalén con otros obispos y multitud de monjes, clérigos y seglares.


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CENOBITA: Miembro de una comunidad religiosa que profesa vida monástica. Se llama así a la persona que vivía en comunidad religiosa en los primeros siglos del cristianismo. Habitaban un edificio llamado cenobio que administraba un cenobita superior.



San Gregorio de Nisa, obispo

En la ciudad de Nisa, en la región de Capadocia, san Gregorio, obispo, hermano de san Basilio el Grande, admirable por su vida y doctrina, que, por haber confesado la recta fe, fue expulsado de su sede por el emperador arriano Valente (c. 394).

San Juan de Jerusalén, obispo

En Jerusalén, san Juan, obispo, que en tiempo de la controversia acerca de la doctrina ortodoxa trabajó denodadamente en favor de la fe católica y de la paz en la Iglesia (417).


San Petronio, obispo

En la ciudad de Die, en la región de la Galia Vienense (hoy Francia), san Petronio, obispo, que antes había abrazado la vida monástica en la isla de Lérins (después de 463).


San Marciano, presbítero

En Constantinopla, san Marciano, presbítero, que se distinguió en la ornamentación de las iglesias y en la ayuda prestada a los pobres (471).


San Valerio, eremita

En la ciudad de Limoges, en Aquitania, san Valerio (Valéry), que llevó vida solitaria (s. VI).


San Domiciano, obispo

En Melitene, ciudad de Armenia, san Domiciano, obispo, que trabajó con ahínco en la conversión de los persas (c. 602)


San Arconte, obispo

En la región de Viviers, cerca del Ródano, san Arconte, obispo (c. 745).


Beato Benincasa, abad

En el monasterio de Cava, en la Campania (hoy Italia), beato Benincasa, abad, que envió cien monjes a Sicilia para restaurar la vida regular en el abandonado cenobio de Monreale (1194).



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