03/04/16

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Obispo

Martirologio Romano: En Arlés, en la Provenza, Francia, san Virgilio, obispo, que recibió como huéspedes a san Agustín y a sus monjes, cuando viajaban hacia Inglaterra por encargo del papa san Gregorio I Magno ( c. 618).

Breve Biografía

San Virgilio nació en Gascuña, pero se educó en el monasterio de San Honorato, en una de las dos islas que se hallan a tres kilómetros de Cannes, tan conocidas por los turistas de la Costa Azul. Según su biógrafo, que es nuestra principal fuente -aunque vivió varios siglos después de los hechos y tiende a inventar todo lo que pueda glorificar el santo-, Virgilio fue monje y abad del monasterio de San Honorato.

Una noche estaba el santo paseándose en la playa cuando vio un extraño navío cerca de la costa; sobre la cubierta, trabajaban algunos marinos, quienes desembarcaron y vinieron al encuentro de Virgilio. Le saludaron por su nombre, le dijeron que su fama había llegado hasta el extranjero y le aseguraron que si les acompañaba a Jerusalén, haría mucho bien a los cristianos y alcanzaría un alto grado de perfección. Pero Virgilio no se dejó engañar y, haciendo la señal de la cruz, replicó: «Las mañas del enemigo no pueden engañar a los soldados de Cristo y vosotros sois totalmente impotentes contra los protegidos de Dios, porque la oración ha arrojado al dragón de la Isla de San Honorato y el demonio no tiene en ella ningún poder para hacer mal». En cuanto el santo acabó de pronunciar estas palabras, el navío y los marineros desaparecieron.

El nombre de san Virgilio no figura en la lista de los abades de Lérins; en algunas crónicas figura como un monje de Lérins que más tarde llegó a ser abad del monasterio de San Sinforiano de Autún. Lo que sí se tiene por seguro es que san Virgilio era monje antes de ser nombrado obispo de Arles y que recibió el palio de manos del Papa Gregorio I, quien le nombró vicario apostólico ante el rey Childeberto II. El Venerable Beda menciona a san Virgilio a propósito de la misión de san Agustín de Canterbury en Inglaterra. Según parece, san Virgilio lo consagró por orden del Papa Gregorio. San Virgilio gobernó su diócesis con gran vigor; su celo lo llevó demasiado lejos en una ocasión, pues san Gregorio le reprendió por haber intentado convertir, por la fuerza, a los judíos de su arquidiócesis y le recomendó que se limitase a orar y predicar.

San Virgilio construyó varias iglesias en Arles. Se cuenta que, durante la construcción de la basílica de San Honorato, los obreros se encontraron un día con que no podían mover las columnas para transportarlas a su sitio. San Virgilio acudió al punto y vio que era el demonio, bajo la forma de un negro muy vigoroso, el que impedía con su peso que los obreros moviesen la columna; pero éstos no le veían. El santo increpó al demonio, que desapareció, dejando una estela pestilente y los obreros pudieron continuar su trabajo. El biógrafo de san Virgilio da otros muchos ejemplos de los milagrosos poderes de su héroe: cuenta que el santo obró numerosas curaciones, resucitó a varios muertos y destruyó a una terrible serpiente que había causado grandes estragos.

Sin duda que el pueblo de Arles tenía entera confianza en la protección de su arzobispo, persuadido de que mientras los restos del santo permaneciesen en la ciudad, ésta vencería a todos sus enemigos. San Virgilio fue sepultado en la iglesia de San Salvador, que él mismo había construido.

VIDAS DE LOS SANTOS Edición 1965
Autor: Alban Butler (†)
Traductor: Wilfredo Guinea, S.J.
Editorial: COLLIER´S INTERNATIONAL - JOHN W. CLUTE, S. A.

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Por: . | Fuente: Mercaba.org

Mártir

Martirologio Romano: En Sinope, en el Ponto, actualmente en Turquía, san Focas, mártir, labrador de oficio, que sufrió muchas injurias por el nombre del Redentor (c. s. IV).

Breve Biografía

Hay varios santos con este nombre (que en Oriente no sonaba a raro, lo lleva un emperador bizantino) Natural de Sínope, era de los pocos cristianos que moraban en aquella ciudad de Asia Menor, y era justo, como Abraham, en medio de los gentiles.

Cuando se decreta una persecución contra los cristianos, no se altera en lo más mínimo, no huye, sigue con su vida de siempre, como si la cosa no fuera con él, porque uno de sus rasgos más característicos es la serenidad o, por así decirlo, la sangre fría.

Un día llegaron a su cabaña unos paganos que no le conocen, llevaban órdenes de matarle, él, según su costumbre, les invita a entrar, les sirve de comer y hospedó aquella noche y, mientras ellos dormían, cavó la fosa para su sepultura.

En la mañana, se presentó a ellos, diciéndoles: "Yo soy Focas, a quien buscáis herid, no temáis. Que el crimen caiga sobre los que os han mandarlo hacerlo”. Y rodó su cabeza.

Desde entonces el sepulcro de San Focas, el hortelano de Sínope, "es un lugar de peregrinación para los que atraviesan el Ponto Euxino, y los que vienen del Adriático y el Egeo y el Océano oriental y occidental se acercan aquí a descansar de sus trabajos, cantando himnos en honor de Focas el santo mártir´, escribía San Asterio en su Homilía IX.

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XXII Papa

Martirologio Romano: En Roma, en la vía Apia, en el cementerio de Calisto, sepultura de san Lucio, papa, sucesor de Cornelio, que sufrió el exilio por la fe de Cristo y fue, en tiempos angustiosos, eximio confesor de la fe, actuando con moderación y prudencia (254).

Etimológicamente: Lucio = nacido con la primera luz, es de origen latino.

Fue Pontífice de 253-254; murió en Roma el 5 de marzo de 254. Después de la muerte del Papa San Cornelio, quien murió en el exilio en el verano del 253, Lucio fue elegido para tomar su lugar, y fue consagrado Obispo de Roma. Nada se sabe de la vida temprana de este Papa antes de su elevación. De acuerdo con el libro "Liber Pontificalis", era romano de nacimiento y su [[padre] se llamaba Porfirio. No se sabe de dónde el autor obtuvo esta información. Todavía continuaba la persecución de la Iglesia bajo el Emperador Gallo durante la cual Cornelio había sido desterrado. Lucio también fue enviado al exilio pronto después de su consagración, pero en un corto tiempo, presuntamente cuando Valeriano fue designado emperador, a él le fue permitido regresar a su rebaño. El Catálogo Feliciano, cuya información se encuentra en el "Liber Pontificalis", nos informa del exilio y del milagroso retorno de Lucio: "Hic exul fuit et postea nutu Dei incolumis ad ecclesiam reversus est." San Cipriano, quien escribió una carta (perdida) de felicitaciones a Lucio en su elevación a la Santa Sede y sobre su exilio, envió una segunda carta de felicitaciones para él y sus acompañantes en el exilio, como también a toda la Iglesia Romana (ep. LXI, ed. Hartel, II, 695 sqq.).

La carta comienza: “Querido Hermano, hace muy poco tiempo te ofrecimos nuestras felicitaciones, cuando Dios te exaltó a gobernar Su Iglesia y te concedió la doble gloria de confesor y obispo. De nuevo te felicitamos a ti, a tus acompañantes y a toda la congregación; con esto, debido a la bondadosa y poderosa protección de nuestro Dios, Él te ha guiado de regreso con alabanzas y gloria a Sí mismo, de manera que el rebaño pueda recibir de nuevo a su pastor, el barco a su piloto y la gente a un director que los gobierne y les muestre abiertamente que fue el designio de Dios que permitió tu destierro, no para que el obispo exiliado fuera privado de su Iglesia, sino más bien para que regresara a su Iglesia con mayor autoridad”.

Cipriano continúa, refiriéndose a los tres niños hebreos en el horno ardiente, que el regreso del exilio no aminoraba la gloria de la confesión, y que la persecución, la cual iba dirigida sólo contra los confesores de la Iglesia verdadera, comprobaba cuál era la Iglesia de Cristo. En conclusión, él describe la felicidad de la Roma cristiana ante la llegada de su pastor. Cuando Cipriano afirma que Dios por medio de la persecución buscó “hacer avergonzar y silenciar a los herejes” y así probar dónde estaba la Iglesia, quién era su único obispo elegido por el designio de Dios, quiénes eran sus presbíteros sujetos al obispo en la gloria del sacerdocio, quiénes eran la verdadera gente de Cristo, unidos a Su rebaño por un amor excepcional, quiénes eran los oprimidos por sus enemigos, y al mismo tiempo dónde estaban aquellos que el Diablo protege como suyos, refiriéndose obviamente a los novacianos. El Cisma de Novaciano, a través del cual se presentó como antipapa, en oposición a Cornelio, todavía continuaba en Roma bajo Lucio.

En referencia a la confesión y a la restauración de los “Lapsi" (caídos), Lucio se adhirió a los principios de San Cornelio y de San Cipriano. De acuerdo con el testimonio del último, contenido en una carta al Papa San Esteban I (ep. LXVIII, 5, ed. Hartel, II, 748), Lucio, así como Cornelio, había expuesto su opinión por escrito: "Illi enim pleni spiritu Domini et in glorioso martyrio constituti dandam esse lapsis pacem censuerunt et poenitentia acta fructum communicationis et pacis negandum non esse litteris suis signaverunt." (Para ellos, llenos del Espíritu Santo de Dios y confirmado en glorioso martirio, juzgaron que el perdón debe ser otorgado a los Lapsi, y dieron a entender en sus cartas que, que cuando éstos hayan realizado la penitencia, no se les debe negar el gozo de la comunión y de la reconciliación.) Lucio murió a principios de marzo del año 254. En el "Depositio episcoporum" el "Cronógrafo de 354" da la fecha de su muerte como el 5 de marzo, el "Martyrologium Hieronymianum" como el 4 de marzo. La primera fecha es probablemente la correcta. Quizás Lucio murió el 4 de marzo y fue enterrado el 5 de marzo. De acuerdo al "Liber Pontificalis" este Papa fue decapitado en tiempos de Valeriano, pero este testimonio no puede ser comprobado. Es verdad que Cipriano en la antedicha carta a Esteban (ep. LXVIII, 5) le da a él, como también Cornelio, el titulo honorario de mártir: "servandus est enim antecessorum nostrorum beatorum martyrum Cornelii et Lucii honor gloriosus" (pues debe ser preservada la memoria gloriosa de nuestros predecesores los santos mártires Cornelio y Lucio); pero probablemente esto fue un relato del corto destierro de Lucio. Cornelio, quien murió en el exilio, fue honrado como mártir por los romanos después de su muerte; pero no así Lucio. En el calendario romano de fiestas del "Cronógrafo de 354" él es mencionado en el "Depositio episcoporum", y no bajo el encabezado de "Depositio martyrum". Sin embargo, su memoria fue particularmente honrada, como aclara la aparición de su nombre en el "Martyrologium Hieronymianum". Es cierto que Eusebio sostiene (Hist. Eccl., VII, 10) que Valeriano favorecía a los cristianos al principio de su reinado. El primer edicto de persecución del emperador apareció sólo en el año 257.

Lucio fue enterrado en un compartimiento de la bóveda papal en las catacumbas de San Calixto. En la excavación de la bóveda, De Rossi encontró un fragmento grande del epitafio original, el cual sólo da el nombre del Papa en griego: LOUKIS. La losa está quebrada justo atrás de la palabra, así que con toda probabilidad no había nada más escrito excepto el titulo EPISKOPOS (obispo). Las reliquias del santo fueron trasladadas por el Papa San Paulo I (757-767) a la Iglesia de San Silvestre en Capita, o por el Papa San Pascual I (817-824) a la Basílica de San Práxedes [Marucchi, "Basiliques et eglises de Rome", Roma, 1902, 399 (inscripción en San Silvestre), 325 (inscripción en San Práxedes)]. El autor del "Liber Pontificalis" ha atribuido desautorizadamente a San Lucio un decreto, de acuerdo con el cual dos sacerdotes y tres diáconos deben acompañar siempre al obispo para ser testigos de su vida virtuosa: "Hic praecepit, ut duo presbyteri et tres diaconi in omni loco episcopum non desererent propter testimonium ecclesiasticum." Tal medida debió ser necesaria bajo ciertas condiciones en un periodo posterior; pero en época de Lucio esto era increíble. Este supuesto decreto indujo una falsificación posterior para inventar otro decreto apócrifo y se lo atribuyeron a Lucio. Es también fabricada la historia en el "Liber Pontificalis" que Lucio, cuando era llevado a la muerte, dio al archidiácono Esteban poder sobre la Iglesia.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

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En Cesarea de Palestina, san Adriano o Adrián, mártir, que en la persecución bajo el emperador Diocleciano, en el día en que solían celebrarse los festejos de la Fortuna de los Cesarienses, por mandato del procurador y por su fe de Cristo fue arrojado ante un león y después degollado a espada.

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En Pamfilia, san Conón, mártir, hortelano de profesión, que bajo el emperador Decio fue obligado a correr ante un carro con los pies atravesados por clavos y, cayendo de rodillas, entregó el espíritu mientras oraba (c. 250).

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En Sinope, en el Ponto, san Foca (o Focas), mártir, labrador de oficio, que sufrió muchas injurias por el nombre del Redentor (c. s. IV).

Hermanos Franciscanos

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