07/03/14

11:58 p.m.

Reina de Portugal

Terciaria Franciscana.


Isabel significa "Promesa de Dios"

Nacida en Aragón, España en 1271, santa Isabel es la hija del rey Pedro III de ese reino y nieta del rey Jaime el Conquistador, biznieta del emperador Federico II de Alemania. Le pusieron Isabel en honor a su tía abuela, Santa Isabel de Hungría.


Su formación fue formidable y ya desde muy pequeña tenía una notable piedad. Le enseñaron que, para ser verdaderamente buena debía unir a su oración, la mortificación de sus gustos y caprichos. Conocía desde pequeña la frase: "Tanta mayor libertad de espíritu tendrás cuando menos deseos de cosas inútiles o dañosas tengas". Se esmeró por ordenar su vida en el amor a Dios y al prójimo, disciplinando sus hábitos de vida. No comía nada entre horas .


La casaron cuando tenía 12 años con el rey Dionisio de Portugal. Esta fue la gran cruz de Santa Isabel ya que era un hombre de poca moral, siendo violento e infiel. Pero ella supo llevar heroicamente esta prueba. Oraba y hacía sacrificios por el. Lo trataba siempre con bondad. Tuvo dos hijos: Alfonso, futuro rey de Portugal y Constancia, futura reina de Castilla. Santa Isabel llegó hasta educar los hijos naturales de su esposo con otras mujeres.


El rey por su parte la admiraba y le permitía hasta cierto punto su vida de cristiana auténtica. Ella se levantaba muy temprano y leía 6 salmos, asistía a la Santa Misa y se dedicaba a regir las labores del palacio. En su tiempo libre se reunía con otras damas para confeccionar ropas para los pobres. Las tardes las dedicaba a visitar ancianos y enfermos.


Hizo construir albergues, un hospital para los pobres, una escuela gratuita, una casa para mujeres arrepentidas de la mala vida y un hospicio para niños abandonados. También construyó conventos y otras obras para el bien del pueblo. Prestaba sus bellos vestidos y hasta una corona para la boda de jóvenes pobres.


Santa Isabel frecuentemente distribuía Monedas del Tesoro Real a los pobres para que pudieran comprar el pan de cada día. En una ocasión, el Rey Dionisio, sospechando de sus actos, comenzó a espiarla. Cuando la Reina comenzó a distribuir monedas entre los pobre, el rey lo observó y enfurecido fue a reclamarle. Pero el Señor intervino, de manera que, cuando el rey le ordenó que le enseñara lo que estaba dando a los pobres, las monedas



de oro se convirtieron en rosas.

Forjadora de la paz


El hijo de Isabel, Alfonso, tenía como su padre un carácter violento. Se llenaba de ira por la preferencia que su padre demostraba por sus hijos naturales. En dos ocasiones promovió la guerra civil contra su padre. Isabel hizo todo lo posible por la reconciliación. En una ocasión se fue en peregrinación hasta Santarém lugar del Milagro Eucarístico, y vestida de penitente imploró al Señor por la paz.


Llegó hasta presentarse en el campo de batalla y, cuando los ejércitos de su esposo y su hijo se disponían a la guerra, la reina se arrodillaba entre ellos y de rodillas ante su esposo e hijo, les pedía que se reconciliasen.


Se conservan algunas de sus cartas las cuales reflejan el calibre evangélico y la audacia de nuestra santa.


A su esposo: "Como una loba enfurecida a la cual le van a matar a su hijito, lucharé por no dejar que las armas del rey se lancen contra nuestro propio hijo. Pero al mismo tiempo haré que primero me destrocen a mí las armas de los ejércitos de mi hijo, antes de que ellos disparen contra los seguidores de su padre".


A su hijo: "Por Santa María Virgen, te pido que hagas las paces con tu padre. Mira que los guerreros queman casas, destruyen cultivos y destrozan todo. No con las armas, hijo, no con las armas, arreglaremos los problemas, sino dialogando, consiguiendo arbitrajes para arreglar los conflictos. Yo haré que las tropas del rey se alejen y que los reclamos del hijo sean atendidos, pero por favor recuerda que tienes deberes gravísimos con tu padre como hijo, y como súbito con el rey".


Consiguió la paz en mas de una ocasión y su esposo murió arrepentido, sin duda por las oraciones de su santa esposa.


Entra en el convento de las Clarisas después de enviudar


Por el amor tan grande que Santa Isabel le tenía a la Eucaristía, se dedicó a estudiar la vida de los santos mas notables por su amor a la Eucaristía, en especial Santa Clara. Después de enviudar, Santa Isabel se despojó de todas sus riquezas. Emprendió un peregrinaje a Santiago de Compostela, donde le entregó la corona al Arzobispo para recibir el hábito de las Clarisas como terciaria. El Arzobispo fue tan movido por este acto de la santa, que el le entregó su callado pastoral para que la ayudara en su regreso a Portugal.


Vivió los últimos años en el convento, dedicada a la adoración Eucarística.


Cuando estalló la guerra entre su hijo y su yerno, el rey de Castilla, Santa Isabel, a pesar de su ancianidad, emprendió un largísimo viaje por caminos muy peligrosos y logró la paz. Sin embargo el viaje le costó la vida. Al sentir próxima la muerte pidió que la llevasen al convento de las Clarisas que ella misma había fundado. Allí murió invocando a la Virgen Santísima el 4 de julio de 1336.


Dios bendijo su sepulcro con milagros. Su cuerpo se puede venerar en el convento de las Clarisas en Coimbra.


Fue canonizada en 1625


Santa Isabel de Portugal, ruega por la paz en nuestros países.


Es patrona de los territorios en guerra.



11:58 p.m.
Etimológicamente significa “resplandeciente”. Viene de la lengua alemana.

En Blangy, en la región de la Galia Atrebatense, santa Berta, abadesa, la cual, habiendo ingresado junto con sus hijas Gertrudis y Deotila en el monasterio que ella misma había fundado, pasados unos años se encerró en una celda, donde vivió en completa clausura (c. 725).


Berta murió hacia el año 725. Sus padres fueron el conde Rigoberto y Ursana, relacionados con los reyes del condado de Kent, Inglaterra.


A la edad de veinte años, contrajo matrimonio con Sigefroi y tuvieron cinco hijas.


Movida por su religiosidad profunda, se dio cuenta de que hacía falta fundar monasterios o abadías. Comenzó por la de Blangy en Artois.


La cuidó con esmero hasta después de la muerte de su esposo. Y como cuando se respira el aire de lo espiritual en casa es fácil que salgan vocaciones religiosas, Berta tuvo la suerte de que dos de sus hijas, Gertrudis y Deotila, sintieran como su madre el ansia de la perfección.


Y sin más, se fueron las tres a llevar una vida alejada del mundanal ruido.


No esperaban, sin embargo, que su retiro le sentara tan mal a Roger. No podía ni verla. La razón no era otra que el haberle negado la mano de su hija Gertrudis para casarse con ella.


El rey Thierry, una persona sensata y buena gente, al ver la actitud del joven, le dijo que Berta era inocente de cuanto le acusaba y que su hija era muy libre de rechazarle en su proposición matrimonial.


Y para evitar que hiciera daño a la madre e hijas, las puso bajo su protección hasta que volvieran a Blagny.


Antes de volver, logró terminar Blagny y construyó, además, tres iglesias en honor de los santos de su devoción: San Audomaro y San Martín de Tours. Estableció una observancia regular en su comunidad. Y según se cuenta, ella pasó el resto de su vida en una pequeña habitación con una ventana que daba a la iglesia y al altar.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com



11:58 p.m.
Etimológicamente significa “ laureado, coronado”. Viene de la lengua griega.

El portentoso san Laureano, arzobispo de Sevilla y glorioso mártir de Cristo, nació de padres nobles en la provincia de Pannonia que ahora llamamos Hungría.


Dejó su patria siendo de poca edad, y fue a Milán donde por misericordia del Señor se hizo cristiano, recibiendo el bautismo de manos del obispo Eustorgio II, y ordenándose de diácono a la edad de treinta y cinco años.


Pasó después a España, guiado por la Providencia, para resistir con su predicación y doctrina a los herejes arrianos que eran muy poderosos y señores de la nación, y perseguían a los católicos.


Muriendo en esta sazón Máximo, arzobispo de Sevilla, por la malicia de los herejes, estuvo vacante aquella cátedra por espacio de dos años, hasta que por común voto de los prelados sufragáneos fue elegido para aquella dignidad el varón de Dios san Laureano, el cual gobernó diez y siete años aquella Iglesia. Mas como los herejes levantasen en Sevilla una grande persecución contra el santo arzobispo, y el mismo rey Theudes que injustamente ocupaba el trono, enviase gente que le matasen, el santo, avisado de todo por un ángel, dijo misa, convocó al pueblo, hizo un largo sermón, y tomando después su báculo rodeó parte de la ciudad, llorando y dando voces diciendo: «Haced penitencia, y mirad que está Dios enojado y tiene levantado el brazo para heriros»- y en efecto, poco después fue reciamente castigada de Dios aquélla ciudad con sequedad, hambre y pestilencia.


Saliendo desterrado de ella el santo obispo, en el camino sanó a un ciego; entró en un navío llegando a Marsella, donde resucitó a un hijo de un hombre principal. De allí pasó a Italia y llegó a Roma, sanando muchos enfermos. En Roma visitó al Sumo Pontífice y consolóse con él; dijo Misa Pontifical delante del Papa el día de la Cátedra de san Pedro, y allí sanó a un viejo que desde niño estaba tullido de pies y manos.


Partió después para visitar el cuerpo de san Martín, en Francia, y tuvo la revelación de que venían por parte del rey Totila algunos soldados con el fin de quitarle la vida. No se turbó el santo, ni se congojó, antes encendido de amor del Señor y deseoso del martirio, salió a buscarles, y encontrándose con ellos en un campo raso, siendo conocido por ellos, dieron en él y le cortaron la cabeza.


Tomáronla y la llevaron al tirano, el cual cuando la vio y supo lo que había pasado, la envió a Sevilla, y con su entrada respiró aquélla ciudad y cesó la sequedad, hambre y pestilencia con que había sido azotada y afligida por el Señor a causa de sus pecados. El cuerpo del santo lo sepultó Eusebio, obispo de Arlés, en la iglesia de la ciudad de Bourges: y el Señor glorificó su sepulcro con innumerables prodigios.



11:58 p.m.
Martirologio Romano: En Turín, Italia, beato Pedro Jorge Frassati, joven militante en varias asociaciones de seglares católicos y gran deportista, que se entregó alegremente y con toda su energía a las obras de caridad en favor de pobres y enfermos, hasta que, afectado por una parálisis fulminante, descansó en el Señor. ( 1925)

Fecha de beatificación: 20 de mayo de 1990 por el Papa Juan Pablo II



“Vivir sin fe, sin un patrimonio que defender, sin mantener una lucha por la Verdad no es vivir, sino ir tirando...”

“Cada día comprendo mejor la gracia de ser católico. Vivir sin fe, sin un patrimonio que defender, sin mantener una lucha por la Verdad no es vivir, sino ir tirando... Incluso a través de cada desilusión tenemos que recordar que somos los únicos que poseemos la verdad”.


Quizá sean pocos los que se atrevan a escribir hoy día, con grandes letras, el párrafo anterior. Escribirlo no sólo con las palabras, sino, sobre todo, con la vida. Como lo hizo un joven decidido e intrépido que se llamaba Pier Giorgio Frassati.


Pier Giorgio había nacido el 6 de abril de 1901 de una rica familia de Turín. Su padre, Alfredo, era el fundador del periódico La Stampa, en el que se divulgaban ideas liberales, no ciertamente favorables a la Iglesia. Alfredo llegó a ser embajador de Italia ante Alemania, lo cual permitió a la familia el vivir y establecer amistades en el mundo alemán.


Pier Giorgio recibió en casa una educación correcta, pero sin una fe vivida. Al iniciar la adolescencia sintió una fuerte necesidad de zambullirse en el Evangelio, de ser un cristiano al cien por ciento. Por eso fue miembro de un gran número de asociaciones católicas: tenía un gran anhelo de conocer más su fe, de crecer en la vida de oración, de vivir en un sincero compromiso por los demás, sea en la asistencia social, sea en el enseñar y dar testimonio de sus convicciones cristianas.


Cuando llega a la Universidad, percibe un ambiente hostil contra todo lo que huela a católico. Pier Giorgio no duda en promover actividades espirituales entre los universitarios. A veces a riesgo de más de algún choque violento con grupos intolerantes (esos que presumían de “liberales”, de “libertadores comunistas”, o de “patriotas” en las filas del fascismo).


En el panel de anuncios de la universidad de Turín pone un día, entre las muchas hojas y folletos que hablan de fiestas y diversiones, un cartel para invitar a los estudiantes a la adoración nocturna. Los “anticlericales” deciden intervenir para arrancar la “provocación” de Pier Giorgio. Al llegar, se encuentran allí delante al joven, que defiende enérgicamente su derecho a expresar las propias convicciones. Al final el panel queda completamente destruido, y el anuncio de Pier Giorgio acaba hecho pedazos...


Además del trabajo con los jóvenes universitarios, Pier Giorgio quiere dedicarse a los más necesitados, a los pobres, a los enfermos. Encuentra también tiempo para acompañar a un sacerdote dominico que da catequesis a los niños de



un barrio obrero para defenderle ante los insultos y agresiones de algunos comunistas amenazadores, y no pocas veces se llega a los golpes...

Cuando el fascismo llega a su apogeo, Pier Giorgio intuye el carácter anticatólico (y antihumano) de la nueva ideología, y no duda en enfrentarse con los nuevos enemigos. Se irrita especialmente cuando ve cómo algunos católicos muestran su simpatía hacia los fascistas. Su fama de enemigo del nuevo poder llega a ser conocida. Hasta tal punto, que un domingo, cuando Pier Giorgio come en casa con su madre, un escuadrón de fascistas entra para destrozarlo todo. Nuestro joven aparece en el vestíbulo de ingreso, arranca un bastón a uno de los agresores y, con el bastón en mano, pone en fuga a los fascistas.


Es una vida apasionante: compromiso social, compromiso político, compromiso militante en numerosas organizaciones católicas, especialmente en los grupos de universitarios católicos. Compromiso, como dijimos, entre los más necesitados.


A muchos impresiona ver al hijo de los Frassati por las calles con un carro con los bártulos de gente pobre que busca una casa, o mientras visita a los hijos de los obreros para darles catequesis. En su familia lo tienen por loco. Casi siempre llega tarde, muchas veces sin dinero. No duda en prescindir del tranvía para dar lo ahorrado a quien pueda necesitar una limosna.


Un día invita a uno de sus amigos a un mayor compromiso de caridad, a visitar y atender a los pobres. El amigo le dice que tiene miedo, que no se atreve a entrar en casas miserables, donde todo es suciedad, donde las enfermedades contagiosas dominan por doquier. Pier Giorgio le responde con sencillez y convicción: visitar a los pobres es ¡visitar a Jesús!


Entre los pobres la providencia tenía prevista la llegada de la hora definitiva. Un día de finales de junio de 1925, el peligro se hace realidad. Pier Giorgio contrae, después de una de sus visitas, una poliomielitis fulminante.


Empieza a sentir fuertes dolores de cabeza y pierde el apetito. En su casa, sin embargo, no le hacen mucho caso, pues apenas tiene 24 años y es un joven robusto. Además, la abuela se encuentra muy grave, y todos están volcados sobre ella.


Pier Giorgio siente cómo el mal va avanzando, sin que se le atienda debidamente. Sólo cuando ya se encuentra en una situación dramática, sus padres se dan cuenta y reaccionan. Demasiado tarde. Desesperados, piden un suero especial al instituto Pasteur de París, pero ya no queda nada por hacer.


Con la humildad y el desapego con el cual había vivido se enfrentaba ahora, en plena juventud, a la muerte. O, mejor, al encuentro con aquel Jesús que tanto había amado, por el cual había luchado en la universidad y en la calle, entre los pobres o entre jóvenes de clase media poco activos en su fe.


Por eso no resultó extraño su último gesto. Pidió a su hermana Luciana que tomase de su habitación una caja con inyecciones, y escribió encima de ella la dirección de la persona a la cual había que llevar la medicina.


La muerte llega el 4 de julio de 1925. Los funerales se tienen dos días después. Son una explosión de cariño y afecto hacia un joven que había vivido para los demás. Son también el momento en el cual los padres de Pier Giorgio descubren realmente quién era su hijo, cuánta gente lo quería, lo mucho que había hecho, sencillamente, sin aspavientos, en las largas horas que pasaba fuera de casa.


“Vivir sin fe, sin un patrimonio que defender, sin mantener una lucha por la Verdad no es vivir, sino ir tirando...”. La vida de Pier Giorgio fue, realmente, vida. Porque amó su fe, y porque su fe le llevó a amar y a servir a Jesús en sus hermanos.


Pier Giorgio Frassati fue declarado beato por Juan Pablo II el 20 de mayo de 1990. Sobre su personalidad, Benedicto XVI comentaba:


"Joven como vosotros, vivió con gran compromiso su formación cristiana y dio su testimonio de fe, sencillo y eficaz. Fue un muchacho fascinado por la belleza del Evangelio de las Bienaventuranzas, que experimentó toda la alegría de ser amigo de Cristo, de seguirle, de sentirse de manera viva parte de la Iglesia" (a los jóvenes, Turín 2 de mayo de 2010).


(Esta breve biografía se inspira en un trabajo de Antonio Sicari, Retratos de santos, vol. 2, Editorial Encuentro, Madrid 1996).


Preguntas o comentarios al autor



12:23 a.m.
Tomás significa "gemelo"

La tradición antigua dice que Santo Tomás Apóstol fue martirizado en la India el 3 de julio del año 72. Parece que en los últimos años de su vida estuvo evangelizando en Persia y en la India, y que allí sufrió el martirio.


De este apóstol narra el santo evangelio tres episodios.


El primero sucede cuando Jesús se dirige por última vez a Jerusalem, donde según lo anunciado, será atormentado y lo matarán.


En este momento los discípulos sienten un impresionante temor acerca de los graves sucesos que pueden suceder y dicen a Jesús: "Los judíos quieren matarte y ¿vuelves allá?. Y es entonces cuando interviene Tomás, llamado Dídimo (en este tiempo muchas personas de Israel tenían dos nombres: uno en hebreo y otro en griego. Así por ej. Pedro en griego y Cefás en hebreo). Tomás, es nombre hebreo. En griego se dice "Dídimo", que significa lo mismo: el gemelo.


Cuenta San Juan (Jn. 11,16) "Tomás, llamado Dídimo, dijo a los demás: Vayamos también nosotros y muramos con Él". Aquí el apóstol demuestra su admirable valor. Un escritor llegó a decir que en esto Tomás no demostró solamente "una fe esperanzada, sino una desesperación leal". O sea: él estaba seguro de una cosa: sucediera lo que sucediera, por grave y terrible que fuera, no quería abandonar a Jesús. El valor no significa no tener temor. Si no experimentáramos miedo y temor, resultaría muy fácil hacer cualquier heroísmo. El verdadero valor se demuestra cuando se está seguro de que puede suceder lo peor, sentirse lleno de temores y terrores y sin embargo arriesgarse a hacer lo que se tiene que hacer. Y eso fue lo que hizo Tomás aquel día. Nadie tiene porque sentirse avergonzado de tener miedo y pavor, pero lo que sí nos debe avergonzar totalmente es el que a causa del temor dejemos de hacer lo que la conciencia nos dice que sí debemos hacer, Santo Tomás nos sirva de ejemplo.


La segunda intervención:


Sucedió en la Última Cena. Jesús les dijo a los apóstoles: "A donde Yo voy, ya sabéis el camino". Y Tomás le respondió: "Señor: no sabemos a donde vas, ¿cómo podemos saber el camino?" (Jn. 14, 15). Los apóstoles no lograban entender el camino por el cual debía transitar Jesús, porque ese camino era el de la Cruz. En ese momento ellos eran incapaces de comprender esto tan doloroso. Y entre los apóstoles había uno que jamás podía decir que entendía algo que no lograba comprender. Ese hombre era Tomás. Era demasiado sincero, y tomaba las cosas muy en serio, para decir externamente aquello que su interior no aceptaba. Tenía que estar seguro. De manera que le expresó a Jesús sus dudas y su incapacidad para entender aquello que Él les estaba diciendo.


Admirable respuesta:


Y lo maravilloso es que la pregunta de un hombre que dudaba obtuvo una de las respuestas más formidables del Hijo de Dios. Uno de las más importantes afirmaciones que hizo Jesús en toda su vida. Nadie en la religión debe avergonzarse de preguntar y buscar respuestas acerca de aquello que no entiende, porque hay una verdad sorprendente y bendita: todo el que busca encuentra.


Le dijo Jesús: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí" Ciertos santos como por ejemplo el Padre Alberione, Fundador de los Padres Paulinos, eligieron esta frase para meditarla todos los días de su vida. Porque es demasiado importante como para que se nos pueda olvidar. Esta hermosa frase nos admira y nos emociona a nosotros, pero mucho más debió impresionar a los que la escucharon por primera vez.


En esta respuesta Jesús habla de tres cosas supremamente importantes para todo israelita: el Camino, la Verdad y la Vida. Para ellos el encontrar el verdadero camino para llegar a la santidad, y lograr tener la verdad y conseguir la vida verdadera, eran cosas extraordinariamente importantes.


En sus viajes por el desierto sabían muy bien que si equivocaban el camino estaban irremediablemente perdidos, pero que si lograban viajar por el camino seguro, llegarían a su destino. Pero Jesús no sólo anuncia que les mostrará a sus discípulos cuál es el camino a seguir, sino que declara que Él mismo es el Camino, la Verdad y la Vida.


Notable diferencia: Si le preguntamos al alguien que sabe muy bien: ¿Dónde queda el hospital principal? Puede decirnos: siga 200 metros hacia el norte y 300 hacia occidente y luego suba 15 metros... Quizás logremos llegar. Quizás no. Pero si en vez de darnos eso respuesta nos dice: "Sígame, que yo voy para allá", entonces sí que vamos a llegar con toda seguridad. Es lo que hizo Jesús: No sólo nos dijo cual era el camino para llegar a la Eterna Feliz, sino que afirma solemnemente: "Yo voy para allá, síganme, que yo soy el Camino para llegar con toda seguridad". Y añade: Nadie viene al Padre sino por Mí: "O sea: que para no equivocarnos, lo mejor será siempre ser amigos de Jesús y seguir sus santos ejemplos y obedecer sus mandatos. Ese será nuestro camino, y la Verdad nos conseguirá la Vida Eterna".


El hecho más



famoso de Tomás

Los creyentes recordamos siempre al apóstol Santo Tomás por su famosa duda acerca de Jesús resucitado y su admirable profesión de fe cuando vio a Cristo glorioso.


Dice San Juan (Jn. 20, 24) "En la primera aparición de Jesús resucitado a sus apóstoles no estaba con ellos Tomás. Los discípulos le decían: "Hemos visto al Señor". El les contestó: "si no veo en sus manos los agujeros de los clavos, y si no meto mis dedos en los agujeros sus clavos, y no meto mi mano en la herida de su constado, no creeré". Ocho días después estaban los discípulos reunidos y Tomás con ellos. Se presento Jesús y dijo a Tomás: "Acerca tu dedo: aquí tienes mis manos. Trae tu mano y métela en la herida de mi costado, y no seas incrédulo sino creyente". Tomás le contestó: "Señor mío y Dios mío". Jesús le dijo: "Has creído porque me has visto. Dichosos los que creen sin ver".


Parece que Tomás era pesimista por naturaleza. No le cabía la menor duda de que amaba a Jesús y se sentía muy apesadumbrado por su pasión y muerte. Quizás porque quería sufrir a solas la inmensa pena que experimentaba por la muerte de su amigo, se había retirado por un poco de tiempo del grupo. De manera que cuando Jesús se apareció la primera vez, Tomás no estaba con los demás apóstoles. Y cuando los otros le contaron que el Señor había resucitado, aquella noticia le pareció demasiado hermosa para que fuera cierta.


Tomás cometió un error al apartarse del grupo. Nadie está peor informado que el que está ausente. Separarse del grupo de los creyentes es exponerse a graves fallas y dudas de fe. Pero él tenía una gran cualidad: se negaba a creer sin más ni más, sin estar convencido, y a decir que sí creía, lo que en realidad no creía. El no apagaba las dudas diciendo que no quería tratar de ese tema. No, nunca iba a recitar el credo un loro. No era de esos que repiten maquinalmente lo que jamás han pensado y en lo que no creen. Quería estar seguro de su fe.


Y Tomás tenía otra virtud: que cuando se convencía de sus creencias las seguía hasta el final, con todas sus consecuencias. Por eso hizo es bellísima profesión de fe "Señor mío y Dios mío", y por eso se fue después a propagar el evangelio, hasta morir martirizado por proclamar su fe en Jesucristo resucitado. Preciosas dudas de Tomás que obtuvieron de Jesús aquella bella noticia: "Dichosos serán los que crean sin ver".



12:23 a.m.
Etimológicamente significa “don del sol”. Viene de la lengua griega.

Es contemporáneo y amigo de San Jerónimo. Como él, natural de Dalmacia. Acompaña al bíblico doctor en sus correrías por Jerusalén y Belén, viviendo como anacoreta en el desierto de Judea, dedicados al estudio y a la traducción de los textos sagrados.


Enterado de la muerte de su hermano, Heliodoro retorna a Italia donde cuida de su familia e instruye a su pequeño sobrino en la vida cristiana. San Jerónimo le advierte de los peligros del dinero y las riquezas, si acepta la herencia paterna y conculca el voto de pobreza; pero los temores eran infundados: la caridad de Heliodoro es mayor que sus muchos bienes; asegurado el digno sustento de sus familiares lo demás tiene como únicos dueños a los pobres.


La comunidad de Aquileya le elige obispo y Heliodoro resulta un campeón de la verdad y de la interpretación bíblica en contra de tanta herejía, junto a san Ambrosio de Milán o a su entrañable Jerónimo.


Fallece alrededor del año 410.



12:23 a.m.
Para Dios no hay acepción de personas. Todas, sea cual sea la profesión o el rango social al que pertenezcan, están llamadas a la perfección.

Sitúate en el año 500. Gunter era un príncipe del País de Gales. Todas las tierras y posesiones que tenía vio que no eran nada comparadas con el amor y el ansia de perfección que latía dentro de sí.


Y en plena juventud, cuando la vida se abre como primavera, él, en lugar de hacer como los demás, se sentía llamado a la vida de ermitaño.


¡Qué cosa más rara! Pues así es. Sin embargo, cada uno que tenga la cabeza sobre los hombros, busca la felicidad donde puede encontrarla. Se marchó a la isla de Groie. El gobernador le entregó unos terrenos para que construyera un monasterio.


Le hizo la donación con mucho gusto porque se había quedado impresionado por su aspecto de austeridad, su alta santidad y sus deseos inmensos de hacer el bien.


A la abadía se le conoce con el nombre de Kemperle por estar situada entre el Isol y los ríos Wile.


Se cuenta que hubo una vez una gran plaga de insectos que amenazaban con destruir por completo las cosechas del aquel año.


El conde Guerech I de Vannes, temiendo un hambre feroz en los habitantes, envió a tres dignatarios para que tomasen nota de la realidad sobre el terreno, y al mismo tiempo, que le pidiesen a san Gunter que con sus oraciones evitase la catástrofe.


¿Qué hizo el príncipe?


Bendijo agua y ordenó que la esparcieran por todos los campos.


Siguieron, por supuesto, a rajatabla las órdenes del príncipe santo. Y cuando nadie lo esperaba, no quedó ni un insecto.


Durante las invasiones normandas, el cuerpo del príncipe se llevó a la isla Groie. Al descubrirse en el siglo XI, se hizo su traslado a la abadía de Kemperle que pertenece hoy ala Orden de los Benedictinos. Hay muchas iglesias que llevan su nombre.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com



12:22 a.m.
San Flaviano murió a causa de los malos tratos que había recibido en la asamblea conciliar de Efeso. Anatolio, que fue elegido para sucederle en la sede de Constantinopla, fue consagrado por el monofisita Dióscoro de Alejandría.

San Anatolio, que era originario de Alejandría, se había distinguido en el Concilio de Efeso como adversario del nestorianismo. Poco después de su consagración episcopal, San Anatolio reunió en Constantinopla un sínodo, en el que ratificó solemnemente la carta dogmática ("el Tomo") que el Papa San León había enviado a San Flaviano, mandó a cada uno de sus metropolitanos una copia de dicha carta así como una condenación de Nestorio y Eutiques para que las firmasen.


Inmediatamente después, lo comunicó así al Papa, protestó de su ortodoxia y le pidió que le confirmase como legítimo sucesor de Flaviano. San León aceptó, pero no sin hacer notar expresamente que lo hacía "más bien por misericordia que por justicia", dado que Anatolio había admitido la consagración episcopal de manos del hereje Dióscoro. Al año siguiente, en el gran Concilio de Calcedonia, que definió la doctrina católica contra el monofisismo y el nestorianismo y reconoció, en términos precisos, la autoridad de la Santa Sede,


San Anatolio desempeñó un papel de primera importancia; ocupó el primer sitio después de los legados pontificios y secundó sus esfuerzos en favor de la fe católica. Es lástima que en la décima quinta sesión, a la que no asistieron los legados pontificios, el santo se haya unido con los prelados orientales para declarar que la sede de Constantinopla sólo cedía en importancia a la de Roma, haciendo caso omiso de los derechos históricos de las sedes de Alejandría y Antioquía, las cuales, según la tradición habían sido fundadas por los Apóstoles. San León se negó a aceptar ese canon y escribió a Anatolio que "un católico, y sobre todo un sacerdote del Señor, no debería dejarse llevar por la ambición ni caer en el error."


Es muy de lamentar que no poseamos ningún dato sobre la vida privada de Anatolio, ya que su carrera pública presenta ambigüedades que concuerdan mal con su fama de santidad. Baronio reprochaba a Anatolio la forma en que había sido consagrado y le acusaba de ambición, de convivencia con los herejes y de algunos otros errores. Pero los bolandistas le absuelven de tales cargos. Los católicos del rito bizantino han celebrado siempre su fiesta el 3 de julio. El santo murió en esa fecha, el año 458.


Los bolandistas publicaron una biografía griega muy encomiástica, tomada de un manuscrito de París. Dicho documento es de poco peso; pero en la historia general de la Iglesia se encuentran abundantes materiales sobre San Anatolio. Véase a Hergenrbther en Photius, vol. I, pp, 66 ss; DGH., vol. II, cc. 1497-1500; y las obras de historia referentes a ese período.



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