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11:25 p.m.

Mafalda de Borgoña y de Barcelona
(1190/1200 - 1256)

Infanta de Portugal y reina de Castilla. Era hija de Sancho I el Poblador y de su mujer, Dulce de Barcelona.

En 1215 contrajo matrimonio con Enrique I de Castilla pero la juventud de ambos hizo que el matrimonio no se llegara a consumar. Al año siguiente, el matrimonio fue anulado por el Papa Inocencio III.

A la muerte de su padre, Mafalda, según las disposiciones del testamento, tenía que recibir el castillo de Seia y la porción restante del término municipal así como todas las rentas que ahí se producían. Además, se le concedía el derecho a utilizar el título de reina.

Esto generó un conflicto con su hermano Alfonso II el Gordo que, deseando un poder centralizado, obstaculizó que su hermana pudiera recibir los títulos y derechos que le correspondían. Alfonso temía que algo parecido pudiera suceder con sus otras dos hermanas, Teresa y Sancha, y con los eventuales herederos de estas, creando un problema de soberanía que podía llegar a dividir el país.

Una buena parte de los nobles portugueses se pusieron de parte de Mafalda y sus hermanas, pero terminaron derrotados. A la muerte de Alfonso II, su hijo Sancho II concedió a sus tías algunas tierras y castillos pero les hizo renunciar al título de princesa-reina. La paz definitiva llegó en 1223.

VIDA RELIGIOSA

Finalmente, tanto Mafalda como sus hermanas se hicieron monjas cistercienses. Mafalda fundó la Abadía de Arouca. El 1 de mayo de 1256 falleció en el monasterio de río Tinto. Al querer trasladar su cuerpo hasta Arouca lo encontraron incorrupto, lo que generó una fuerte devoción hacia la infanta portuguesa.

El 27 de junio de 1793 fue beatificada por el Papa Pío VI, acompañando así a sus hermanas Teresa y Sancha, declaradas beatas desde principios del siglo XVIII.

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Por: P. Felipe Santos | Fuente: Catholic.net

Profeta

Etimológicamente significa “Dios me levanta”. Viene de la lengua hebrea.

Vivió en el año 566 antes de Cristo. Este profeta es uno de los llamados grandes por la extensión de sus escritos. Dios se vale de personas en cada tiempo para hacer el bien y para dar a conocer la buena noticia que viene del cielo.

El vivía feliz con sus padres en una aldea cercana a Jerusalén. De pronto el Señor irrumpió en su vida y le trastornó todos sus planes. Al principio se opuso indicándole que era muy joven y que, además, era tartamudo.

Ante estas palabras, Dios le dijo:" No digas que eres demasiado joven o demasiado débil, porque yo iré contigo y te ayudaré". Le tocó predicar en tiempos difíciles en los que reinaron varios reyes. Profetizó acerca de la destrucción que sufriría Jerusalén. Ante profecías como ésta, alguna gente reaccionaba en contra suya apedreándolo o expulsándolo a otros lugares o naciones.

Entre tanta pena tuvo el consuelo de que el rey Josías lo entendió y le ayudó en suscitar o restaurar la religiosidad del pueblo elegido por Dios, Israel. Otros reyes, sin embargo, le hicieron la vida imposible.

Jeremías, a pesar de su juventud, no tenía pelillos en la lengua para decir las verdades a cualquiera. Cosa que también ocurre con los mártires y profetas de este siglo XXI y del recién acabado XX.

Hubo reyes que se permitieron el lujo de quemarle sus escritos proféticos. Otros lo encarcelaban y le amenazaban con darle muerte si no se callaba.

Estando en estas circunstancias, el Señor que nunca defrauda a nadie que se fíe de él, le dijo estas palabras:" Te haré fuerte como el diamante si no te acobardas. Pero si te dejas llevar por el miedo, me apartaré de ti".

Estas palabras le animaron a proseguir en su labor apostólica. Sentía en sus carnes que parte del pueblo y sus gobernantes “pasaban” de él. "Señor, todos se burlan de mí. Cuando voy por las calles se ríen y y dicen: Allá va el de las malas noticias". Eran los desahogos del profeta ante Dios.

¡Felicidades a quienes lleven este nombre!

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Nació el 22 de Noviembre de 1822 en Mittelbronn, Mosela, Francia.

En la aldea de Son-Tay, en Tonquín (Vietnam), san Agustín Schoeffler, presbítero de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París, después de haber ejercido durante tres años su ministerio, fue encarcelado y, por orden del emperador Tu Duc, en un paraje denominado “Cinco Yugadas” fue decapitado, obteniendo así la gracia del martirio que cada día había pedido a Dios. Era el año 1851.

Fue canonizado el 19 de Junio de 1988 por S.S. Juan Pablo II.

Para ver más sobre los 117 mártires en Vietnam haz "click" AQUI

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5:09 p.m.



SAN JOSÉ OBRERO




Se cristianizó una fiesta que había sido hasta el momento la ocasión anual del trabajador para manifestar sus reivindicaciones, su descontento y hasta sus anhelos. Fácilmente en las grandes ciudades se observaba un paro general y con no menos frecuencia se podían observar las consecuencias sociales que llevan consigo la envidia, el odio y las bajas pasiones repetidamente soliviantadas por los agitadores de turno. En nuestro occidente se aprovechaba también ese momento para lanzar reiteradas calumnias contra la Iglesia que era presentada como fuerza aliada con el capitalismo y consecuentemente como el enemigo de los trabajadores.

Fue después de la época de la industrialización cuando toma cuerpo la fiesta del trabajo. Las grandes masas obreras han salido perjudicadas con el cambio y aparecen extensas masas de proletarios. También hay otros elementos que ayudan a echar leña al fuego del odio: la propaganda socialista-comunista de la lucha de clases.

Era entonces una fiesta basada en el odio de clases con el ingrediente del odio a la religión. Calumnia dicha por los que, en su injusticia, quizá tengan vergüenza de que en otro tiempo fuera la Iglesia la que se ocupó de prestar asistencia a sus antepasados en la cama del hospital en que murieron; o quizá lanzaron esas afirmaciones aquellos que un tanto frágiles de memoria olvidaron que los cuidados de la enseñanza primera los recibieron de unas monjas que no les cobraban a sus padres ni la comida que recibían por caridad; o posiblemente repetían lo que oían a otros sin enterarse de que son la Iglesia aquellas y aquellos que, sin esperar ningún tipo de aplauso humano, queman sus vidas ayudando en todos los campos que pueden a los que aún son más desafortunados en el ancho mundo, como Calcuta, territorios africanos pandemiados de sida, o tierras americanas plenas de abandono y de miseria; allí estuvieron y están, dando del amor que disfrutan, ayudando con lo que tienen y con lo que otros les dan, consolando lo que pueden y siendo testigos del que enseñó que el amor al hombre era la única regla a observar. Y son bien conscientes de que han sido siempre y son hoy los débiles los que están en el punto próximo de mira de la Iglesia. Quizá sean inconscientes, pero el resultado obvio es que su mala propaganda daña a quien hace el bien, aunque con defectos, y, desde luego, deseando mejorar.

El día 1 de Mayo del año 1955, el Papa Pío XII, instituyó la fiesta de San José Obrero. Una fiesta bien distinta que ha de celebrarse desde el punto de partida del amor a Dios y de ahí pasar a la vigilancia por la responsabilidad de todos y de cada uno al amplísimo y complejo mundo de la relación con el prójimo basada en el amor: desde el trabajador al empresario y del trabajo al capital, pasando por poner de relieve y bien manifiesta la dignidad del trabajo -don de Dios- y del trabajador -imagen de Dios-, los derechos a una vivienda digna, a formar familia, al salario justo para alimentarla y a la asistencia social para atenderla, al ocio y a practicar la religión que su conciencia le dicte; además, se recuerda la responsabilidad de los sindicatos para logro de mejoras sociales de los distintos grupos, habida cuenta de las exigencias del bien de toda la colectividad y se aviva también la responsabilidad política del gobernante. Todo esto incluye ¡y mucho más! la doctrina social de la Iglesia porque se toca al hombre al que ella debe anunciar el Evangelio y llevarle la Salvación; así mantuvo siempre su voz la Iglesia y quien tenga voluntad y ojos limpios lo puede leer sin tapujos ni retoques en Rerum novarum, Mater et magistra, Populorum progressio, Laborem exercens, Solicitudo rei socialis, entre otros documentos. Dar doctrina, enseñar donde está la justicia y señalar los límites de la moral; recordar la prioridad del hombre sobre el trabajo, el derecho a un puesto en el tajo común, animar a la revisión de comportamientos abusivos y atentatorios contra la dignidad humana... es su cometido para bien de toda la humanidad; y son principios aplicables al campo y a la industria, al comercio y a la universidad, a la labor manual y a la alta investigación científica, es decir, a todo el variadísimo campo donde se desarrolle la actividad humana.

Nada más natural que fuera el titular de la nueva fiesta cristiana José, esposo de María y padre en funciones de Jesús, el trabajador que no lo tuvo nada fácil a pesar de la nobilísima misión recibida de Dios para la Salvación definitiva y completa de todo hombre; es uno más del pueblo, el trabajador nato que entendió de carencias, supo de estrecheces en su familia y las llevó con dignidad, sufrió emigración forzada, conoció el cansancio del cuerpo por su esfuerzo, sacó adelante su responsabilidad familiar; es decir, vivió como vive cualquier trabajador y probablemente tuvo dificultades laborales mayores que muchos de ellos; se le conoce en su tiempo como José «el artesano» y a Jesús se le da el nombre descriptivo de «el hijo del artesano». Y, por si fuera poco, los designios de Dios cubrían todo su compromiso. 

Fiesta sugiere honra a Dios, descanso y regocijo. Pues, ánimo. Honremos a Dios santificando el trabajo diario con el que nos ganamos el pan, descansemos hoy de la labor y disfrutemos la alegría que conlleva compartir lo nuestro con los demás.

Hermanos Franciscanos

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