08/26/13

Martirologio Romano: En Bérgamo, de Traspadana, san Alejandro, mártir (s. III/IV).

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.



Perteneciente a la legión tebana, murió en un 26 de agosto, por no querer acceder a la orden del emperador Maximiano, de sacrificar a los dioses. La villa de Bérgamo se atribuye la posesión de sus reliquias auténticas. — Fiesta: 26 de agosto.

Si cada persona es objeto de una providencia especial por parte de Dios, y tiene un designio determinado que cumplir en este mundo, más aún los Santos, amados de Él de un modo particular, son objeto de una determinación concreta. O dicho de otra manera: Cada persona, en los planes divinos, viene al mundo para hacer algo que Dios ha determinado de antemano. Según su adaptación a los divinos planes, así sus méritos; la gracia necesaria no le faltará en ningún momento. Pues bien, en esa ordenación especial de cada uno —y, por tanto, de cada Santo—, están las diferencias personales que hacen a éste el Santo de la pobreza, a aquél el de la obediencia; y a todos, los Santos del amor a Dios y al prójimo.


Si hubiéramos de poner un sobrenombre a Alejandro, seguramente le aplicaríamos el de «Santo del primer mandamiento», o el de «mártir de la confesión de Dios». Dios, que promulgó su Ley en el Sinaí, Nuestro Señor Jesucristo, que la revalorizó con su predicación y vida, nos la han transmitido e interpretado por medio de su Iglesia: «Yo soy el Señor, tu Dios»; «no tendrás otro Dios más que a Mí». Y toda la vida de Alejandro, especialmente su martirio, no vienen más que a dar cumplimiento a este mandato. Y su negativa de sacrificar a los dioses es una afirmación del supremo respeto al Dios uno y verdadero.


Poco sabemos de la vida de Alejandro. Únicamente, que era portaestandarte y oficial de la legión africana de Tebas, que luchó en Europa. Aprisionado por motivos que ignoramos —seguramente por su confesión cristiana—, en Milán, es presentado al emperador, que le obliga a sacrificar a los dioses. A su negativa, sigue la amenaza del martirio, y a nuevas negativas, su ejecución.


Y aquí prácticamente termina nuestro trabajo de presentación. Vale la pena ahora que dejemos hablar a las actas del martirio, un documento hermosísimo y de especial valor. El emperador dice a Alejandro:


—Si yo te he hecho comparecer delante de mí, es únicamente para que sacrifiques a los dioses inmortales, que tú has abandonado. Sé, en efecto, que has renunciado al culto de los dioses y que te has hecho cristiano.


Y, haciendo traer el altar sagrado, cubierto con sus ricos paños propios, añade:


—Aproxímate y sacrifica a los dioses, si quieres escapar al castigo terrible reservado a los que los desprecian.


Alejandro le responde:


—Es proponerme un crimen abominable, ¡oh emperador!; yo bien quiero respetarte y honrarte como príncipe, pero no adorarte como a un dios.


Maximiano dice


—Si no sacrificas pronunciaré contra ti sentencia de muerte.


Alejandro responde:


—Esta muerte, con la que me amenazas, será para mí la vida en el seno de mi Dios. Porque apenas haya abandonado este mundo, iré a gozar de la vida verdadera y de la posesión de este Rey lleno de justicia, que es mi Creador y el tuyo.


La respuesta parece haber impresionado a Maximiano, que hace al intrépido confesor de Cristo esta propuesta:


—No pretendo obligarte a sacrificar por tu propia mano. Asóciate, al menos, a los sacrificios ofrecidos por los demás, y serás libre.


Entonces el emperador manda aproximar el altar y preparar el sacrificio. Pero el prisionero, elevando los ojos a Dios, exclama:


—¡Si pudiese llevarte al conocimiento del Dios verdadero y arrancar de tu espíritu los pensamientos vanos! Tus amenazas, ¡oh César!, son para mí más agradables que las promesas más seductoras, y los tormentos que tu cólera me tiene reservados me darán la corona inmortal...


Maximiano se irrita. Manda a sus esbirros drogarle y obligarle a participar en el sacrificio. Alejandro es arrastrado por la fuerza, pero una vez delante de aquel altar, lo derriba de un puntapié. El emperador, exasperado por tal audacia, ordena que sea ejecutado al momento el cristiano sacrílego. Antes de ser decapitado, Alejandro, elevando los ojos al cielo, rezará a Dios diciendo:


—Bendito seais, Creador todopoderoso, que otorgáis los bienes eternos a aquellos que os sirven dignamente. Bienaventurado seáis, Dios de la gloria, que anonadándoos tomando la forma de esclavo, habéis querido, por nosotros, obedecer a vuestro Padre hasta la muerte, y muerte de Cruz; por la que después de haber destruido el imperio de la muerte, habéis subido glorioso al cielo y allí nos habéis preparado un lugar. Bendito seais, oh indulgente, que dais el arrepentimiento a aquellos que abandonan el pecado, y que os habéis dignado conceder una recompensa plena a los obreros de la hora undécima. ¡Bendito seais, oh Señor, que en vuestra sabiduría habéis apartado de mí la ignorancia de la impiedad, arrancándome del culto a los ídolos, y me habéis admitido misericordiosamente en el culto de los que os veneran!



Martirologio Romano: En La Puye, cerca de Poitiers, en Francia, santa Juana Isabel Bichier des Ages, virgen, que, durante la Revolución Francesa, ayudó a san Andrés Huberto Fournet cuando éste ejercía clandestinamente su ministerio. Restablecida la paz de la Iglesia, fundó la Congregación de las Hijas de la Cruz, para la educación de los pobres y la ayuda a los enfermos (1838).

Fecha de canonización: Fue canonizada el 6 de julio de 1947 por S.S. Pío XII.



Nació en Ages, Francia en 1773. Su padre era empleado del gobierno. Desde niña tenía gran compasión por los enfermos y mendigos de modo que hacía todo lo que podía por ayudarlos.

Un día encontró a una pobre mujer con hambre y frío y con un niño en los brazos. La llevó a su casa, le dio de comer y le dio un manto de lana.


Desde niña le encantaba construir castillos de arena en la playa. Más tarde Dios la llamará para construir hogares para los pobres. Exclamará: "La inclinación a construir edificios la tuve desde muy chiquita". Era una inclinación regalada por Dios para que hiciera un gran bien a la humanidad.


A los 19 años Juana Isabel tenía varios pretendientes pero ella declaró a su madre que su deseo era dedicarse totalmente a buscar el reino de Dios y la salvación de las almas. En aquellos tiempos comenzó la Revolución Francesa. Perseguían a muerte a los propietarios de tierras. El hermano de Juana Isabel tuvo que huir al extranjero y la herencia del padre estaba en gran peligro. Ante la necesidad, Juana Isabel estudió para saber administrar los bienes y defenderlos. Lo hizo con tanto éxito que pudo también socorrer a muchas familias pobres. Los mismos estudios le ayudaron después al fundar una comunidad religiosa.


Juana Isabel visitaba también a los sacerdotes y religiosas que la Revolución encarceló por negarse a renunciar a su fe. También mostró gran caridad con los carceleros de manera que estos trataban mejor a los presos.


Se conserva una estampita de Nuestra Señora del Socorro donde nuestra joven escribió: "Yo Juana Isabel, me consagro y dedico desde hoy y para siempre a Jesús y María". 5 de mayo de 1797. Poco tiempo después, Juana se enteró de que a 15 kilómetros de su casa celebraba la misa clandestinamente el Padre Andrés Fournet (santo canonizado). Debía ser de noche en un granero.


Juana Isabel quiso hablar con el sacerdote quien al verla tan elegante la puso a prueba: "Usted, aguarde, que antes debo atender a estas personas pobres". Ella aceptó con buena voluntad y después se acercó a confesarse con el padre. El fue desde entonces su director espiritual y entre ellos creció una santa amistad que los llevó a fundar una comunidad. Ella le pidió permiso para irse de monja a un monasterio trapense (de clausura). Pero él le aconsejó que más bien se quedara en el mundo ayudando a la juventud pobre y que se encuentra siempre tan desprotegida.


Padre Fournet y Juana Isabel, con un grupo de muchachas piadosas, fundaron la comunidad de Hijas de la Cruz, para atender a la juventud pobre y abandonada. La santa se dedicó a fundar casas de su comunidad en diversos sitios de Francia. Cuando las vocaciones escaseaban ella redoblaba la oración y Dios enviaba vocaciones. El Padre Fournet le mandó a vestir de negro con tela ordinaria, lo cual disgustó a sus familiares ricos.


Fundó más de 60 escuelas para niñas pobres. Con un entusiasmo parecido al de Santa Teresa de Avila viajaba, dirigía y administraba. Hacía además agotadores trabajos, oraciones, ayunos y penitencias.


Al final de su vida mucho. Murió el 26 de agosto de 1838.


Fue canonizada el 6 de julio de 1947 por S.S. Pío XII.


Santa Juana Isabel ruega por nosotros.



Martirologio Romano: En la Dehesa de la Villa, Madrid, España, beata María de los Ángeles Ginard Martí, virgen y mártir (1936)

Fecha de beatificación: 29 de octubre de 2005, siento pontífice S.S. Benedicto XVI.



Religiosa de las Hermanas Celadoras de Culto Eucarístico, nació en Llucmajor, Mallorca, España, el 3 de abril de 1894. A los dos días, siguiendo la costumbre cristiana de la época de bautizar a los niños al poco de nacer, la llevaron a la pila bautismal de la parroquia de San Miguel de Llucmajor, imponiéndole el nombre Ángela Benita Sebastiana Margarita, pero usaba en el siglo el de Ángela y al entrar en religión el de María de los Ángeles.

Fueron sus padres don Sebastián Ginard García, que pertenecía al cuerpo de la Guardia Civil y en el que alcanzó el grado de capitán, y su madre doña Margarita Martí Canals. Ambos procedían de familias mallorquinas muy católicas y en ese ambiente religiosos formaron su hogar y educaron a los nueve hijos, de los que María de los Ángeles ocupaba el tercer lugar.


La niñez de María de los Ángeles transcurrió entre Llucmajor, Palma y Binisalem. En este último pueblo hizo su primera comunión el día 14 de abril de 1905. En torno a este acontecimiento empezó a sentirse inclinada a una piedad cristiana con tendencia hacia la vida religiosa, la cual estaba motivada por las visitas que con su madre hacía a dos tías monjas, sobre todo a la que estaba en el monasterio de las jerónimas de San Bartolomé de Inca.


La juventud la pasó en Palma de Mallorca, donde se trasladó la familia buscando trabajo para mejorar la situación económica que era escasa para sacar adelante una familia tan numerosa. María de los Ángeles y sus dos hermanas mayores se dedicaros a bordar y a confeccionar sombreros de señoras. Con estas labores que realizaban en el hogar por encargo y cuando estos le faltaban para vender después, conseguían unos ingresos económicos muy necesarios para un digno bienestar de la familiar. Esta ocupación no la liberaban de los trabajos propios del hogar y de la atención a los hermanaos pequeños. Hacia éstos María de los Ángeles se volcó en la atención y en la formación religiosa: les enseñaba a rezar, el catecismo; le leía la historia Sagrada y la de los primeros mártires cristianos.


Se levantaba temprano para oír misa y comulgar en la iglesia del Socorro o en la vecina parroquia de la Santísima Trinidad, donde estaba su director espiritual, el padre Sebastián Matas. Durante el día hacía la visita al Santísimo Sacramento expuesto en el Centro Eucarístico, rezaba el santo Rosario, hacía oración particular y se daba a otras devociones particulares.


El plan de vida espiritual que llevaba María de los Ángeles la apartaba de las diversiones propias de su edad y la iba centrando en la vocación que sentía desde su niñez. Así cuando contaba unos veinte años de edad pidió permiso a sus padres para ingresar en el monasterio de las jerónimas de San Bartolomé de Inca. Éstos le aconsejaron que era muy joven, que lo pensara bien y dejara la decisión para más tarde. Con estos consejos no trataban de oponerse a su hija, sino retenerla por un tiempo en el hogar pues la necesitaban, pues el dinero ganado de su trabajo les era necesario para sacar adelante con dignidad a los hermanos menores. María de los Ángeles comprendió a sus padres y, sin perder la ilusión de entregarse a Dios en una vida consagrada, supo esperar.


Transcurridos unos años, y viendo que las circunstancias familiares anteriores había cambiado, volvió a pedir permiso a los padres, quienes se lo dieron gustosos.


Obtenido el consentimiento de los padres, ingresó en el postulantado de las Hermanas Celadoras del Culto Eucarístico de Palma de Mallorca el 26 de noviembre de 1921. Muy pronto se adaptó a la nueva vida. La adoración al Santísimo Sacramento, que es fin primordial del instituto en el que había ingresado, le llenaba, era su vida de donde sacaba fuerzas para los trabajos comunitarios de masar el pan para la misa, confeccionar y bordar ornamentos sagrados, preparar los niños para la primera comunión y para lograr una convivencia comunitaria volcándose en caridad a sus hermanas religiosas, la cuales la tenían por religiosa muy ejemplar, abierta y cordial, que se caracterizaba por su sencillez, piedad y, sobre todo, por la obediencia y docilidad en aceptar los cargos y traslados que sus superioras disponían.


Después del año de noviciado y de los tres primeros años de profesión temporal fue destinada a Madrid, luego a Barcelona y nuevamente a Madrid, desempeñando en esta última casa siempre el oficio de procuradora o administradora del convento.


Al estallar la Guerra Civil Española de 1936, sor María de los Ángeles se encontraba en Madrid. Los acontecimientos previos a la guerra eran alarmantes para la Iglesia y sus miembros. La persecución religiosa se manifestó abiertamente con quema de iglesias y conventos y con amenazas a los sacerdotes, religiosos y fieles católicos. En estas circunstancias, a sor María de los Ángeles le apenaba la destrucción y amenazas que habían emprendido los perseguidores “por odio a la fe”, por todo lo relacionado con Dios y con la Iglesia. En la adoración a Jesús Sacramentado pedía por una solución a estos problemas y, firme en la fe, ofrecía, si esa era la voluntad de Dios, su vida en martirio por el triunfo de Cristo.


Cuando las religiosas vieron la necesidad de salir del convento vestidas de seglares se encontraban con el nerviosismo típico del momento, sor María de los Ángeles con serenidad las tranquilizaba a la vez que les decía: «Todo lo que nos pueden hacer a nosotras es matarnos, pero esto...» Es decir, lamentaba más la persecución y destrucción de lo religioso que el que la matasen.


El día 20 de julio de 1936 las religiosas salieron vestidas de seglares del convento. A sor María de los Ángeles le tocó refugiarse en la vivienda de una familia en la calle Monte Esquinza número 24. Desde allí, por la proximidad, vio el saqueo de la iglesia y del convento, y la destrucción de imágenes objetos de culto. En este refugio permaneció hasta el día 25 de agosto por la tarde, en que los milicianos anárquicos, por acusación del portero, que era de ellos, fueron a detenerla.


En el momento de la detención, apresaron a doña Amparo, hermana de la dueña de la casa que le acogía, y sor María de los Ángeles llevada por caridad y bondad, dijo a los milicianos: “esta señora no es monja, dejadla, la única monja soy yo”. Con estas palabras confesó su condición de religiosa y salvó la vida a esta señora.


Detenida la llevaron a la checa de Bellas Artes y el día 26 de agosto de 1936, al anochecer, según acostumbraban los perseguidores en los primeros meses de la guerra, le dieron el “paseillo” a la Dehesa de la Villa donde la fusilaron, pues a la mañana del día siguiente el Poder Judicial levantó el cadáver.


Sus restos mortales fueron enterrados en el cementerio de la Almudena y después de la guerra, el 20 de mayo de 1941, fueron exhumados y trasladados al panteón de las Hermanas del Culto Eucarístico del mismo cementerio, de donde el 19 de diciembre de 1985 fueron trasladados al convento de las Hermanas Celadoras del Culto Eucarístico de la calle Blanca de Navarra, número 9, de Madrid. Y recientemente, el 3 de febrero de 2005, han sido colocados en la iglesia capilla de este convento.


El proceso de canonización por martirio en su fase diocesana fue abierto en Madrid el 28 de abril de 1987, y clausurado, también en Madrid, el 23 de marzo de 1990. El 19 de abril de 2004, su Santidad Juan Pablo II aprobó la publicación del decreto sobre el martirio para su beatificación.



Hermanos Franciscanos

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.