Por: P. Felipe Santos | Fuente: Cathoic.net
Monja Clarisa
Etimológicamente significa “franca, libre”. Viene de la lengua alemana.
Moisés dice: “Abre la mano a tu hermano, a aquel de los tuyos que es humillado y pobre en tu tierra”.
Fue una monja clarisa del siglo XIII.
Cuando se visita Así, la cuna de san Francisco y de santa Clara, hay un convento, el de san Damián, que muestra un portento de la fundadora de las clarisas.
La santa que hoy veneramos, tuvo parte activa en este portento.
Santa Clara cayó enferma con la invasión sarracena. Fue a socorrerla Francisco de Colledimezzo, mientras mantenía elevado el pan eucarístico enfrente de sus opresores.
Francisca fue una seguidora fiel de santa Clara. De su alma y de su trato aprendió y mamo el carisma mejor que nadie.
El testimonio atrae mucho más que los escritos y las palabras.
Su contacto personal hizo que floreciera en esta joven el amor por la contemplación y la vida de oración tal y como lo vivía santa Clara.
Eran como palomas que seguían con su vuelo a la fundadora adondequiera que fuera.
Era un grupo de mujeres llenas de amistad, no sólo sentimental, sino perfumada con el amor sobrenatural a Jesucristo y a todo el santo Evangelio.
Francisca fue la confidente del corazón de santa Clara. Ella nunca se ausentó de Asís hasta la muerte de santa Clara.
Su cuerpo se encuentra en la cripta de la iglesia de san Damián.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!
“Muchos reciben consejos; sólo los sabios les sacan provecho” (Siro).
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