06/21/13

Su vida hizo honor a su nombre.

Parece ser que su candidez y humildad jalonaron su ministerio en Mérida, capital de la provincia Lusitana, en el tiempo de la España visigoda.


Se cuenta de él que su santidad y penitencia las ponía al servicio para impetrar las lluvias, tan deseadas en los tiempos de sequía, presidiendo rogativas, que siempre eran escuchadas por el Omnipotente.


Cuando lo eligieron para ser consagrado obispo, era, según se nos dice, el último en el orden de los diáconos. Y lo consagraron para servir a la diócesis emeritense como sucesor del gran obispo visigodo Masona que abrió la «Edad de Oro» del episcopado de Mérida. «Después de él fue elegido un virtuoso varón, de suma santidad y llaneza, llamado Inocencio, cuya condición la expresa bien su propio nombre. Inocente, en verdad, y cándido; que a nadie juzgó, a nadie condenó, a nadie enjuició; y vivió humilde y piadoso todos los días de su vida»


Asistió al Concilio de Toledo del año 610 que preside San Leandro de Sevilla en tiempos de Gundemaro.


Debió estar pocos años al frente de su sede.


Su fiesta es el 21 de junio.



Etimológicamente significa “glorioso”. Viene de la lengua alemana.

Este Obispo, que murió el 21 de junio del año 866, era hijo del conde de Cahors.


Tan buena educación le dieron los padres que no tuvieron la menor duda en dejar que fuese él quien eligiese el lugar, la vocación y la libre voluntad para vivir religiosamente.


Esta libertad se transgrede hoy por otros motivos que, por supuesto, no tienen que ver nada con la libertad del hijo a la hora de seguir su vocación. Hoy prima el dinero ante todo y sobre todo.


Rodolfo llegó a ser obispo de Bourges. El abad Bertrand de Solignac y otros benedictinos célebres lo habían preparado muy bien para ser monje y abad en varios monasterios.


Con este bagaje cultural religioso y un buen grado de santidad, aceptó gustoso el nombramiento de obispo de Bourges.


Durante su episcopado asistió a varios sínodos. El más importante, sin duda alguna, fue el Meaux en el 845.


Pero no solamente se preocupaba de estar al día en cosas o temas de la Iglesia, sino que también se dedicaba a la gente pobre, a fundar nuevos monasterios en su diócesis.


Quedan de sus escritos un Sumario de Instrucciones Pastorales dedicadas al clero.


Consta de 45 capítulos. Tenía un gran talento para la diplomacia. Tan acertadamente supo solucionar todos los problemas que se presentaron en su tiempo, que todo el mundo le llamaba cariñosamente “El Padre de la patria”.


Una de sus grandes tareas pastorales fue la educación y la enseñanza centradas en la comunión diaria.


Murió hacia el año 866.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



Nació en Santa María de la Paz, de la parroquia de San Juan Bautista del Teúl, Zac. (Arquidiócesis de Guadalajara), el 28 de noviembre de 1866. Capellán de Matatlán, de la parroquia de Zapotlanejo, Jal. (Arquidiócesis de Guadalajara).

Por 26 años derramó la caridad de su ministerio en esa capellanía, siendo para todos un padre bondadoso y abnegado que los edificó con su pobreza, su espíritu de sacrificio, su piedad y su sabiduría.


Un antiguo compañero, a quien el Padre Flores había protegido, lo denunció ante el cacique de Zapotlanejo y fue apresado el 18 de junio de 1927, cuando se encaminaba a una ranchería para celebrar la Eucaristía.


Fue encerrado en un lugar degradante, atado y maltratado; el cacique le hizo escuchar música al mismo tiempo que le ofrecía: «Oye, qué bonita música, si afirmas acatando las leyes, te dejo en libertad». Sin alterarse, el mártir le expresó: «Yo voy a oír una música mejor en el cielo». El Padre José Isabel cumplía la palabra expresada varias veces: «Antes morir que fallarle a Dios».


El 21 de junio de 1927 fue conducido, en la noche, al camposanto de Zapotlanejo. Intentaron ahorcarlo pero no pudieron. Ordenó el jefe que le dispararan, pero el soldado, que reconoció al sacerdote que lo había bautizado, se negó a hacerlo, entonces enfurecido el verdugo asesinó al soldado. Misteriosamente las armas no hicieron fuego contra el Padre Flores por lo que uno de aquellos asesinos sacó un gran cuchillo y degolló al valeroso mártir.


El Papa Juan Pablo II lo canonizó, junto a otros 24 mártires méxicanos el 21 de mayo de 2000.


Reproducido con autorización de Vatican.va



El beato Tomás nació en Orvieto, ciudad de Umbría, a fines del siglo XIII o principios del XIV.

Para alcanzar con mayor seguridad la patria celestial, en lo cual estaban concentrados todos sus pensamientos y anhelos, decidió consagrarse completamente a Dios en una familia religiosa y, por su acendrado afecto hacia la Virgen, pidió y que fue admitido en la Orden de los Siervos de santa María. En él resplandecieron con luz meridiana las virtudes típicas de los Siervos, consideradas como carisma de nuestra Orden: la humildad, la caridad fraternal, el espíritu de servicio, la misericordia. En efecto, - como se lee en los Anales de la Orden -; “con el objeto de dedicarse de una vez para siempre al servicio de la Virgen […] y de sus siervos”, pidió ser agregado en el número de los frailes que la gente suele llamar “legos”.


Durante muchos años pidió limosna de puerta en puerta y, ejerciendo este oficio, mostró suma afabilidad, paciencia y caridad- Sentía una entrañable compasión por los pobres, a quienes no sólo daba con alegría de lo que sobraba de la mesa de los frailes, sino también del sustento que le era necesario. Dios miró con agrado la sencillez con que el Beato desempeñaba su actividad y según el testimonio de antiguos escritores, manifestó su aprobación con diversos prodigios. Las imágenes del beato Tomás, algunas de ellas notables por sus antigüedad y valor artístico, lo representan cargado con la alforja y llevando una ramita de higuera en la mano o dando, en pleno invierno, unos a higos a una mujer embarazada deseoso de esos frutos. En tales imágenes los artistas han querido expresar la solicitud de este hombre de Dios para con todos los que pedían su ayuda, y su poder de intercesión ante Dios, del cual podía obtener milagros.


El humilde siervo de la Virgen murió en Orvieto, el año 1343, como se lee en la Crónica de fray Miguel Poccianti; su cuerpo recibió honrosa sepultura en la iglesia de los Siervos de esta misma ciudad. Por los milagros, cada vez más frecuentes, los habitantes de Orvieto muy pronto empezaron a tributarle una gran devoción y a celebrar su memoria. Este culto, popular e inmemorable, fue ratificado y confirmado por el papa Clemente XIII en el año 1768.



PERSONAJE FICTICIO MENCIONADO POR N.S. JESUCIRSTO EN UNA PARÁBOLA


Este es un caso insólito, aunque no único; La fusión de un Lázaro sano y santo (que si existió) con otro Lázaro leproso y ficticio, pero soporte de un modelo de santidad evangélica, contado y aprobado por el mismísimo Jesús: He aquí el quid del tema de tal fusión.

Las fuentes verídicas para un resultado incorrecto, pero rico en consecuencias de arte, devoción y caridad muy valiosas.» son los dos relatos evangélicos siguientes y bien conocidos de todos:


La resurrección, por Jesucristo, de su amigo Lázaro de Betania (Jn, XI,1-44 y XII,1-11) y la parábola del pobre ulceroso Lázaro y el rico Epulón (Lc, XVI,16-31). El amigo y hospedero de Jesús era sanote y por esto mismo, no venía a la medida para referencia directa con los de piel enferma y , por esto, segregados de la sociedad, pero era acogedor.


El de la parábola carece de cuerpo (es ficticio), pero sí que se le presenta llagado, también con el nom­bre de Lázaro y etiquetado por Cristo (en la parábola) como ciudadano apto para el cielo o santo modélico, en especial para santos leprosos y asimilados.


La coincidencia del nombre y posesión de virtudes: caridad acogedora en el hombre de Betania y la humildad postulante en el modelo para padecidos, son genes estupendos para crear un tipo: en esta circunstancia. San Lázaro.


Ya que las dos fuentes evangélicas las tenemos todos a mano ¿para qué copiarlas aquí?


Pero, visto lo visto, parece conveniente, por el sentir devocional y artístico de los siglos, que no conviene una dicotomía y que debe seguir en los altares la imagen del Lázaro leproso, pero recordando que tan sólo es un personaje ficticio ceado por Jesús como referente de santidad.


Es conocido el uso de este personaje en rituales paganos (p.ej.: en la santería), no es recomendable ni conveniente caer en estos ritos contrarios a nuestra fe.


Lo conveniente es celebrar al Lázaro sano y acogedor hospedero (el amigo del Señor) en las liturgias.



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