12/10/17

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Si se exceptúa al primero y más grande de todos los estilistas, San Simeón, el más famoso de ese grupo de santos es San Daniel.

Sus padres, que habían rogado a Dios que les concediese un hijo, le consagraron a El desde antes de su nacimiento. Daniel nació en Martha, cerca de Samosata.

A los doce años, ingresó en un monasterio de los alrededores y a los trece tomó el hábito. El abad del monasterio llevó a Daniel por compañero en un viaje a Antioquía. Al pasar por Telenissae, visitaron a San Simeón en su columna. Este ordenó a Daniel que se acercase, le dió su bendición y le predijo que sufriría mucho por Jesucristo. A la muerte del abad, ocurrida poco después, Daniel fue elegido para sucederle pero se negó a aceptar el cargo y fue nuevamente a visitar a San Simeón. Después de pasar dos semanas en el monasterio próximo a la columna de San Simeón, Daniel emprendió una peregrinación a Tierra Santa, pero, como la guerra le impidiesen proseguir, se dirigió a Constantinopla.Ahí pasó una semana en la iglesia de San Miguel extra muros, y después, se construyó una ermita en un templo abandonado de Filémpora, donde pasó nueve años, bajo la protección del patriarca San Anatolio.

Finalmente, Daniel se decidió a imitar el género de vida de San Simeón.

San Simeón había legado su túnica al emperador León I, pero como su discípulo Sergio, encargado de hacer llegar la prenda a su destinatario, no obtuvo audiencia del emperador, regaló la túnica a San Daniel. Este eligió un sitio sobre el Bósforo, a unos cuantos kilómetros de la ciudad, y se instaló en una ancha columna que un amigo le había mandado construir. Como el santo hubiese estado a punto de perecer de frío una noche, el emperador le construyó más tarde una columna más alta y mejor, en realidad eran dos columnas unidas con varillas, y en la plataforma superior rodeada por una balaustrada, había una especie de refugio.

Aunque en la región abundaban los vientos helados, San Daniel vivió en su columna hasta los ochenta y cuatro años. La ordenación sacerdotal de Daniel tuvo lugar ahí mismo. En efecto, San Genadio, patriarca de Constantinopla, leyó las oraciones desde abajo, en seguida subió a la columna, probablemente para imponerle las manos, aunque las crónicas dicen simplemente que subió para darle la comunión. San Daniel no quería recibir la ordenación y por ello no bajó de la columna en esa ocasión. El año 465, un incendio destruyó ocho de los barrios de Constantinopla. San Daniel había predicho la catástrofe y había aconsejado al patriarca y al emperador que se hiciesen oraciones públicas dos veces por semana, pero éstos no habían creído la profecía. Al cumplirse el vaticinio, todo el pueblo acudió a la columna de San Daniel, quien extendió los brazos hacia el cielo y oró por la multitud. El emperador León, que tenía gran veneración por el santo, iba a visitarle con frecuencia. Cuando el rey de los lazios de Cólquide llegó a renovar su alianza con los romanos, León I le llevó a visitar a San Daniel, a quien consideraba como una de las maravillas del imperio. Sin embargo, no todos respetaban al santo. En efecto, algunos hombres "que solían frecuentar a las prostitutas", enviaron a una mujer de mala vida llamada Basiana, para tentar a San Daniel. La tentativa fracasó, pero Basiana afirmó que había tenido éxito, hasta que, enredada en sus propios embustes, confesó públicamente la verdad y delató a los que la habían enviado. León I murió el año 474. Zenón que le sucedió en ese mismo año, tenía tanta confianza como él en la prudencia y virtud de San Daniel. Basilisco, hermano de la reina viuda Verina, usurpó el trono y se declaró protector de los herejes eutiquianos. Acacio, patriarca de Constantinopla, mandó informar a San Daniel sobre la actitud del usurpador. Por su parte, Basilisco se quejó ante el santo de que Acacio estaba tramando una rebelión contra él. San Daniel replicó que Dios iba a derribarle de su trono y pronunció tales invectivas contra el usurpador, que el mensajero no se atrevió a comunicárselas de palabra y rogó al santo que las escribiese y sellase la carta. El patriarca mandó pedir en dos ocasiones a San Daniel que acudiese en auxilio de la iglesia. Finalmente, el santo descendió de su columna "con dificultad, porque le dolían los pies", y fue acogido con gran gozo por el pueblo. Basilisco, asustado ante la actitud de la muchedumbre, se retiró a un palacio que tenía en el campo. San Daniel fue a verle allá. Como apenas podía caminar por falta de práctica, fue transportado en una silla de manos, escoltado por el pueblo.

Alguien comentó, para burlarse del santo, que parecía un cónsul. Los guardias de palacio impidieron la entrada a San Daniel, alegó que él era "simplemente un soldado", y prometió que dejaría de favorecer a los herejes. San Daniel le reprendió ásperamente por los desórdenes que había provocado y retornó a su columna. Ahí vivió todavía muchos años, observando los acontecimientos del mundo que se extendía a sus pies y ejerciendo gran influencia en la turbulencia histórica de Constantinopla. Zenón volvió de Isauria con su ejército veinte meses más tarde y Basilisco emprendió la fuga. Una de las primeras cosas que hizo el emperador fue visitar a San Daniel, quien había predicho su destierro y reencumbramiento.

A los ochenta y cuatro años, San Daniel comunicó su testamento a sus amigos y discípulos. Se trataba de un documento brevísimo, lleno de un amable espíritu de caridad y cariño, en el que el santo exponía sucintamente los deberes del hombre. Después de celebrar por última vez los sagrados misterios a media hora en su columna, San Daniel comprendió que Dios ya lo llamaba. Inmediatamente mandó traer al patriarca Eufemio. La muerte del santo ocurrió el año 493. Fue sepultado al pie de la columna en que había vivido treinta y tres años.

(Estilita: 1. adj. Dicho de un anacoreta: Que por mayor austeridad vivía sobre una columna. U. t. c. s.)

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Ermitaño de la Tercera Orden

Hugolino Magalotti nació en Camerino, en las Marcas, de noble y antigua familia. Pronto quedó huérfano de madre y no mucho después también de padre.

Todavía joven se mostró inclinado a la piedad y a la lectura de los libros santos. Habiéndose integrado a la Orden Franciscana Seglar, distribuyó entre los pobres todas sus pertenencias y se retiró a la vida eremítica. Su vida fue probada por violentas tentaciones y apariciones monstruosas y su nombre se hizo famoso por los prodigios, de modo que muchas veces tuvo que cambiar de eremitorio para esconderse del continuo ir y venir de los curiosos.

De tanto en tanto solía ir al vecino monasterio de Riosacro para recibir los sacramentos. Su lecho habitual era una tabla desnuda, sobre la cual tomaba el descanso.

El primer eremitorio de Hugolino fue en las faldas del Monte Ragnolo, no lejos de las fuentes del río Tenna. Lo debió abandonar porque gente de toda condición, especialmente enfermos del alma y del cuerpo iban a él para escuchar su palabra inspirada, para encomendarse a sus oraciones, para pedir ayuda en sus necesidades. Los prodigios hicieron célebre y venerado su nombre desde los primeros años de su vida eremítica. Pedro de Brunfort, tullido desde su infancia, con mucho trabajo logró llegarse a sus pies, él lo bendijo y lo curó inmediatamente. Una pobre mujer, asaltada por dolores agudos y por convulsiones, estaba en peligro de muerte. Fue llevada a donde el ermitaño, quien oró y la paciente se vio libre de todo sufrimiento.

Hugolino decidió cambiar de vivienda para evitar también allí nuevas peregrinaciones. Pasó la cima del monte Ragnolo, bajó hacia la parte opuesta y se estableció en una localidad rodeada de rocas y de añosas hayas en las cercanías de Fiegni. En su nuevo retiro Hugolino intensificó la vida de penitencia y de íntima unión con Dios. También allí sufrió nuevos asaltos de parte del demonio, que una noche intentó sacarlo fuera de su eremitorio. Nuevas peregrinaciones de devotos acudían a él para obtener alivio en sus necesidades espirituales y materiales. Son célebres dos prodigios realizados por él en el nuevo eremitorio. Con la oración hizo brotar del monte una fuente de agua limpia que todavía hoy es utilizada por sus devotos.

Consumido por las abstinencias y por la penitencias, bajo el peso de los años, Hugolino sintió que estaba por llegar su última hora. Se preparó a la venida de la hermana muerte recibiendo devotamente los santos sacramentos. Amorosamente asistido por algunos devotos y un sacerdote del vecino monasterio de Riosacro, acostado sobre la desnuda tabla que por tantos años le había servido de lecho, entregó su alma a Dios. Era el 11 de diciembre de 1373. La constante veneración tributada a sus reliquias y los milagros que hicieron glorioso su sepulcro, movieron al papa Pío IX a aprobar su culto el 4 de diciembre de 1856.

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Soltera, nacida en Valencia el 22 de Enero de 1891

Llevó siempre una vida espiritual intensa, que se manifestó en su actuación pública al servicio de la Iglesia a través de asociaciones católicas.

Murió el 11 de Diciembre de 1936 en el lugar llamado el Saler, cerca de Valencia, en España, virgen y mártir, la cual, durante la persecución religiosa, con su martirio siguió las huellas de Cristo.

Para ver más sobre los 233 mártires en España haz "click" AQUI

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San Dámaso I, papa de origen hispano, que en los difíciles tiempos en que vivió, reunió muchos sínodos para defender la fe de Nicea contra cismas y herejías, procuró que san Jerónimo tradujera al latín los libros sagrados y veneró piadosamente los sepulcros de los mártires, adornándolos con inscripciones.

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En Constantinopla, san Daniel, llamado “Estilita”, presbítero, que, después de vivir en el cenobio y soportar muchos trabajos, según la costumbre y ejemplo de san Simeón permaneció en lo alto de una columna hasta su muerte, durante treinta y tres años y tres meses, sin que le hicieran mella el frío, el calor, ni los vientos.