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Perteneciente a la noble familia Prueba, Querubín nació en Avigliana, provincia de Turín (Italia), el año 1451. Abrazó en edad temprana la vida religiosa y vistió el hábito de los Ermitaños de S. Agustín en el convento local de la Orden, fundado por el beato Adriano Berzetti de Buronzo. Allí llevó, hasta al final de su breve existencia, una austera vida de mortificación y santidad, marcada siempre por un profundo espíritu de obediencia y una inmensa piedad. Se distinguió, además, por su pureza y por una particular profunda devoción a la Pasión de Cristo, hasta el extremo de pasar gran parte del día llorando, en extática contemplación de Jesús crucificado.

Querubín murió, con sólo veintinueve años, el 17 de septiembre de 1479, en el convento de Avigliana. Se cuenta que, en el momento mismo en que exhaló el último aliento, las campanas del lugar comenzaron a tocar por sí solas, como para anunciar a los cuatro vientos el feliz tránsito de su alma al paraíso.

En una pintura existente tiempo atrás en el claustro del antiguo convento agustino de Tolentino, en las Marcas, el beato Querubín estaba representado con la aureola del santo, una azucena florecida sobre el corazón y un crucifijo en la mano derecha. Bajo la imagen se podía leer la siguiente inscripción: Beatus Cherubinus de Aviliana, conventus S. Augustini Avilianae magnus splendor. La razón por la que fue representado con la azucena floreciente que salía del corazón, es explicada por algunos antiguos escritores agustinos, como, por ejemplo, Torelli y Elsen, con el hecho de que advirtiendo algunos religiosos que surgía una suave fragancia de su sepulcro cada vez que pasaban delante del mismo para ir al coro, se decidió exhumar el cuerpo del beato para trasladarlo a una sepultura más digna; y al abrir el sepulcro todos pudieron ver que una azucena perfumada había brotado milagrosamente del corazón de Querubín.

Tales prodigios, ocurridos después de su muerte, favorecieron la inmediata afirmación del culto en su honor, conservado siempre vivo, e hicieron posible conseguir la solemne confirmación por parte de Pío IX, el 21 de septiembre de 1865

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Por: . | Fuente: Vatican.va

Obispo y Fundador

Martirologio Romano: En Cracovia, ciudad de Polonia, beato Segismundo Félix Felinski, obispo de Varsovia, que en medio de grandes dificultades trabajó por la libertad y la instauración de la Iglesia, y, para atender a las necesidades del pueblo, fundó el Instituto de las Hermanas Franciscanas de la Familia de María ( 1895).

Fecha de canonización: 11 de octubre de 2009, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI

Etimológicamente: Segismundo = Aquel que defiende la victoria

Breve Biografía

Segismundo Félix Felinski (1822-1895) arzobispo de Varsovia y fundador de las Hermanas Franciscanas de la Familia de María, nació el 1 de noviembre de 1822 del matrimonio formado por Gerard Felinski y Eva Wendorff, en Wojutyn en Volinia (actualmente Ucrania), en lo que entonces era territorio ruso. Fue arzobispo de Varsovia por 16 meses, pasó 20 años en el exilio en Siberia, pasó 12 años en el semiexilio como tit. Arzobispo de Tarso y párroco en el país. Murió en Cracovia que entonces pertenecía a Austria, el 17 de septiembre de 1895. De hecho, pasó 58 de sus 73 años en un territorio que pertenecía al imperio ruso.

Figura nacional y espiritual

Él es venerado como Pastor en el exilio, un apóstol de la armonía nacional y la unidad en el espíritu del Evangelio, un modelo de dedicación sacerdotal. Como arzobispo de Varsovia y fundador de una congregación religiosa, ejerció sus funciones y obligaciones como un "Buen Pastor" con gran fortaleza, amor y coraje, manteniendo siempre una cuidadosa vigilancia sobre sí mismo. Escribió: "estoy convencido de que al mantener mi corazón incontaminado, que vive en la fe y de amor fraterno hacia mi prójimo, no estoy fuera del camino. Tan sólo ese es mi tesoro y él no tiene precio".

Familia

El tercero de seis hijos, dos de los cuales murieron a temprana edad, fue criado con la fe y la confianza en la Divina Providencia, el amor a la Iglesia y a la cultura polaca. Cuando Segismundo tenía 11 años su padre murió. Cinco años más tarde, en 1838, su madre fue detenida por los rusos y enviada al exilio en Siberia por su participación en actividades patrióticas. Aquella actividad patriótica consistía en trabajos para mejorar las condiciones sociales y económicas de los agricultores.

Educación y antecedentes

Segismundo tuvo una buena educación. Después de completar la escuela secundaria, estudió matemáticas en la Universidad de Moscú de 1840-1844. En 1847 se trasladó a París, donde estudió Literatura Francesa en la Sorbona y el Collège de France. Conocía a todas las figuras importantes de la emigración polaca, por ejemplo: Adam Mickiewicz. Fue amigo del poeta nacionalista Juliusz Slowacki quien murió después de la revuelta de Poznan. En 1848, participó en la revuelta de Poznan, misma que fracasó. Desde 1848-50 fue tutor de los hijos de Eliza y Zenon Brzozowski en Munich y París. En 1851 regresó a Polonia y entró en el seminario diocesano de Zytomierz. Estudió en la Academia Católica de San Petersburgo. El 8 de septiembre de 1855 el Arzobispo Ignacy Holowinski, Arzobispo de Mohilev lo ordenado. Fue asignado a la Parroquia de los Padres Dominicos de Santa Catalina de Siena en San Petersburgo hasta 1857, año en el que el obispo lo nombró director espiritual y profesor de filosofía de la Ecclesiastical Academy. En 1856 fundó la organización benéfica llamada "Rescate de los Pobres" y en 1857 fundó la Congregación de las Hermanas Franciscanas de la Familia de María.

Arzobispo de Varsovia

El 6 de enero de 1862, el Papa Pius IX designó a Segismundo Felinski Arzobispo de Varsovia. El 26 de enero de 1862 el Arzobispo Zylínski lo consagró en San Petersburgo. El 31 de enero partió hacia Varsovia ciudad a la que llegó el 9 de febrero de 1862. Los rusos, aniquilaron brutalmente el levantamiento Polaco contra Rusia que tuvo lugar en Varsovia el año 1861, dando lugar a un estado de sitio. Como respuesta a las bruscas medidas de los rusos, las autoridades eclesiásticas cerraron todas las iglesias durante cuatro meses. El 13 de febrero de 1862, el nuevo Arzobispo consagró nuevamente la catedral de Varsovia; el Ejército ruso lo había profanado el 15 de octubre de 1861. El 16 de febrero ordeno que se abrieran nuevamente todas las iglesias de la ciudad con la celebración solemne de la Exposición de Cuarenta Horas del Santísimo Sacramento.

Segismundo Felinski fue Arzobispo de Varsovia durante 16 meses, del 9 de febrero de 1862 al 14 de junio de 1863. Fueron tiempos difíciles dado los enfrentamientos diarios entre los usurpadores rusos que tenían el poder y el Partido Nacionalista. Desafortunadamente, él encontró una atmósfera de desconfianza de parte de algunos ciudadanos e incluso de una parte del clero, todo debido a que el gobierno ruso, mediante engaños, les hizo pensar que el Arzobispo Felinski colaboraba secretamente con el gobierno. El Arzobispo siempre dejó en claro que tan sólo estaba al servicio de la Iglesia. También trabajó por la supresión sistemática de toda interferencia gubernamental en los asuntos internos de la iglesia. Reformó la diócesis para lo cual hacía visitas regulares a las parroquias y a las organizaciones caritativas dentro de la diócesis de modo de poder entender y conocer sus necesidades. Modificó los programas de estudio de la Ecclesiastical Academy de Varsovia y de los seminarios diocesanos, dando un nuevo ímpetu al desarrollo espiritual e intelectual del clero. Hizo todos los esfuerzos posibles para liberar a los sacerdotes encarcelados. Los animó a proclamar el Evangelio abiertamente, a catequizar a sus feligreses, a iniciar escuelas parroquiales para así lograr que las nuevas generaciones sean más serias, devotas y honestas. Cuidó de los pobres y huérfanos, comenzando un orfanato en Varsovia que confió a las Hermanas de la Familia de María.

En la gestión política trató de impedir que su nación se lanzase precipitadamente en una visión imprudente y desconsiderada. Como una muestra de su protesta contra la sangrienta represión ejecutada por los rusos a la “Rebelión de enero” de 1863, el Arzobispo Felinski dimitió al Consejo de Estado y el 15 de marzo de 1863 escribió una carta al Emperador Alexander II, impulsándolo a acabar con la violencia. De la misma manera protestó contra el ahorcamiento del frayle capuchino Agrypin Konarski, “capellán de los rebeldes”. Su intrepidez e intervenciones rápidamente ocasionaron que Alexander II lo enviara al exilio.

Exiliado a Siberia durante 20 años

De hecho, el 14 de junio de 1863, él fue deportado de Varsovia a Jaroslavl, en Siberia, donde él pasó, por ordenes directas del Zar, los siguientes 20 años totalmente incomunicado de Varsovia. Encontró un modo de organizar los trabajos de caridad para ayudar a sus compañeros de prisión y sobre todo a los sacerdotes. A pesar de las restricciones de la policía rusa, logró recaudar fondos para construir una Iglesia católica que más tarde se convirtió en parroquia. La gente se sorprendía de su actitud espiritual y tarde o temprano comenzaron a llamarle “el santo obispo polaco”.

Semiexilio en la región de Cracovia

En 1883, después de negociaciones entre la Santa Sede y Rusia, el Arzobispo Felinski fue liberado y el 15 de marzo de 1883, el Papa Leo XIII lo transfirió de la Sede de Varsovia a ser Arsobispo titular en Tarso. Como clérigo de la capilla pública de la casa señorial de los Condes Keszycki y Koziebrodzki, proyectó una intensa actividad pastoral. De su propio peculio, estableció en el pueblo la primera escuela y un jardín de infancia. Construyó una iglesia y el convento para las Hermanas Franciscanas de la Familia de María.

Murió en Cracovia el 17 de septiembre de 1895 y donde fue enterrado el 20 de septiembre. Más tarde sus restos fueron trasladados a Dzwiniacza (el 10 de octubre de 1895). Finalmente en 1920 sus restos fueron llevados a Varsovia donde, el 14 de abril de 1921, fueron solemnemente enterrados en la cripta de la Catedral de San Juan donde actualmente son venerados.

Su Santidad Juan Pablo II lo beatificó el 18 de agosto de 2002.
 

Reproducido con autorización de Vatican.va

traducido por Xavier Villalta


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Sacerdote y Fundador

Martirologio Romano: En Gora Kalwaria, Polonia, San Estanislao de Jesús y María Papczynski, presbítero y fundador de los Clérigos Marianos de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María ( 1701)

Etimológicamente: Estanislao = Aquel que es gloria y honor de su pueblo, es de origen polaco y eslavo.

Fecha de beatificación: 16 de septiembre de 2007, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI
Fecha de canonización: 5 de junio de 2016, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Biografía


Estanislao de Jesús y María (nombre de pila Juan) Papczynski, sacerdote y fundador de los Clérigos Marianos de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María, primera congregación masculina polaca, fue beatificado el domingo 16 de septiembre en Polonia, en el santuario mariano de Lichen, por el secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, s.d.b.

El crecimiento en las virtudes y en la educación

"Son dos los adornos que dan mucho brillo a las santas instituciones religiosas: la virtud y la educación", así escribía el padre Papczynski en el ocaso de su vida (1690), en una de sus cartas, mencionando asimismo los atributos que caracterizaron también su propia vida. Nació en Podegrodzie, en el seno de una familia numerosa, cerca de Stary Sacz, el 18 de mayo de 1631.

Corrían los tiempos en que Polonia, uno de los mayores Estados de Europa, con un territorio de casi un millón de kilómetros cuadrados, gozaba con orgullo de su poderío y esplendor. En aquellos días no se prestaba gran atención a los acontecimientos que hoy consideramos signos que auguraban las tragedias nacionales, cuyas tristes consecuencias, en corto tiempo, también el padre Papczynski tendría que sufrir.

Su padre, Tomás, que era un sencillo y apreciado herrero, durante algunos años fue alcalde y encargado de la iglesia en Podegrodzie. Su madre era una mujer piadosa y diligente. Eran relativamente pudientes por la posición social que tenían, y no ahorraron esfuerzos ni medios para la sólida educación y formación de su hijo, quien, no sin considerables dificultades, estudió en colegios de escolapios y jesuitas. Tuvo que interrumpir en varias ocasiones sus estudios, al principio a causa de dificultades en el aprendizaje, y más tarde como resultado de las guerras y epidemias que se difundían por el país. Así, en 1648, como consecuencia de la epidemia que se extendía en Lvov, enfermó gravemente; con la ayuda de personas desconocidas, se salvó de forma verdaderamente milagrosa.

En 1650 interrumpió sus estudios en Podoliniec (hoy Eslovaquia) porque la epidemia que se aproximaba del lado de Hungría obligó a las autoridades a cerrar el colegio escolapio. Más tarde, en 1651, tuvo que escapar de Lvov, junto con otros estudiantes del colegio jesuita, porque después de la derrota de los ejércitos reales se aproximaba a la ciudad el ejército cosaco.

De igual manera, tuvo que interrumpir sus estudios teológicos cuando, en mayo de 1656, a causa de la guerra con Suecia, estalló un combate por la ocupación de la ciudad. Durante estos intervalos en sus estudios realizaba trabajos físicos en el campo. Más adelante, en Secreta conscientiae, confesaría: "Le doy gracias a Dios porque, por voluntad suya, fui entonces obligado por mis padres a apacentar rebaños, porque (me atrevo a declararlo con conciencia tranquila), al pasar el tiempo en los pastizales, en medio de los rebaños, conservé una conciencia pura y santa. ¡Señor mío! Lo que te suplico humildemente es que este género de providencia de tu majestad —el cual espero para el futuro y en el cual creo— me conduzca hasta el final de mi vida, para que tú seas glorificado en todos mis actos, pensamientos y palabras".

Las dificultades en la consecución de su propia educación y su solicitud personal por ser fiel a Dios, le exigieron magnanimidad y firmeza de espíritu. Su valoración del estudio y la educación fue el fruto de aquellas virtudes; el padre Estanislao llegó a ser un buen maestro y educador de la juventud.

Primera vocación

Después de terminar la retórica y el curso de dos años de filosofía en el colegio jesuita en Rawa Mazowiecka, a la edad de 23 años, ingresó en la Orden de las Escuelas Pías (escolapios), oponiéndose a los insistentes esfuerzos de su madre y de su familia por casarlo. Los escolapios habían iniciado su actividad en Polonia en 1642 y gozaban ya de un considerable reconocimiento. Juan los conocía, con anterioridad a su ingreso, porque en los años 1649-1650 había estudiado en sus colegios de Podoliniec. La decisión había sido discernida con detenimiento y brotaba de la fe. No se excluye que esta decisión haya sido fortalecida, además, por la necesidad de oponerse a sus parientes, que veían su futuro de modo diferente.

Después de muchos años confesaba: "Es muy difícil expresar lo mucho que aprecié mi vocación, la cual era promovida sólo por Dios mismo". Esperó algunos años para poder ingresar, ya que en 1646 los escolapios fueron reconocidos como congregación, pero sin derecho a la profesión de votos, y este estado se prolongó hasta el año 1656. Como Orden de carácter mariano, le parecía muy adecuada para él por su amor a María, en el que se había formado desde la infancia. Además, su dedicación a la formación de la juventud descuidada y pobre de origen campesino, y la idea de "suprema pobreza" contenida en aquella espiritualidad, hicieron que Juan se identificara con esta comunidad y se adhiriese a ella de corazón. Llamaba a su Orden: "La más santa congregación", "más valiosa que la vida", "la más amada".

En el noviciado recibió el nombre religioso de Estanislao de Jesús y María. En el primer año del noviciado hizo tales progresos en la vida religiosa, que al inicio del segundo año fue enviado a realizar estudios teológicos en Varsovia. Allí, el 22 de julio de 1656, profesó los tres votos simples de castidad, pobreza y obediencia e hizo el juramento de permanecer en la Orden hasta el final de su vida. Al recibir las órdenes menores y el subdiaconado algunos días después, tuvo que abandonar el claustro junto con otros escolapios, porque cerca de los muros de Varsovia se desencadenó una batalla contra los ejércitos suecos. Los religiosos huyeron a Rzeszów y después se refugiaron en Podoliniec, donde, a comienzos de 1658, le fue encomendada al hermano Estanislao la enseñanza de retórica en el colegio local. El 12 de marzo de 1661 recibió la ordenación sacerdotal de manos del obispo de Przemysl, Estanislao Sarnowski. Después de tres años de trabajo como profesor de retórica en Rzeszów, fue trasladado a Varsovia.

En búsqueda de la perfección evangélica

Con todo el celo y la pasión propios de su carácter, el padre Estanislao se involucra en el trabajo pastoral. Había comenzado a enseñar retórica ya desde antes de su ordenación. Con el tiempo, para las necesidades de sus estudiantes, elaboró y entregó a la imprenta el Prodromus reginae artium, un manual de retórica que después sería varias veces renovado. Consideraba la enseñanza, que lo ponía en contacto con la juventud, como el medio perfecto para formar una nueva generación de ciudadanos de Polonia.

Procuraba transmitir no sólo la manera de "pronunciar bellas palabras", sino también consejos "para una buena y noble vida", para que los alumnos "con el paso de los años, mediante la adquisición de sabiduría y todo género de virtudes, se convirtieran en la verdadera gloria de su familia, en la verdadera gloria de Polonia". Tenía consciencia de la trágica situación de su país: guerras incesantes y agotadoras que abarcaban todo el territorio, el ahondamiento de la miseria social, el vaciamiento del tesoro real, el descuido en el área de la fe y la moral, los irreprimibles privilegios de la nobleza, las luchas de partidos, la parálisis del parlamento. Por lo tanto, incluyó en su enseñanza elementos de crítica a la desigualdad y a las degeneraciones sociales, y publicó sus opiniones en dos manuales impresos.

El padre Papczynski, ya desde 1663, se había hecho famoso en Varsovia no sólo como profesor de retórica, sino también como maestro de vida espiritual, predicador y confesor. Imprimió algunos de sus sermones, entre otros, Orator crucifixus (1670), que contiene consideraciones sobre las últimas siete palabras de Cristo. Fue también un incansable propagador del culto a la Inmaculada Concepción de María, dirigiendo, entre otras obras, la cofradía establecida en su honor en la iglesia de los escolapios en Varsovia.

En la Orden, se le encomendó la tarea de prefecto del colegio, el encargo de recolectar las cartas de solicitud en el proceso de beatificación del padre José de Calasanz, y fue también elegido como delegado para el capítulo provincial. Sin embargo, al mismo tiempo, las controversias aumentaban. El padre Estanislao, inspirado por el espíritu del fundador, defendió celosamente la observancia primitiva de la Orden de las Escuelas Pías y el derecho de elección de los superiores provinciales en las provincias.

Sin embargo, comenzaron a aparecer contra él, por parte de otros hermanos, acusaciones de instigación y rebeldía. A este período de su vida lo denominó "martirio de larga duración". Buscó fuerza y apoyo en la cruz de Cristo. De estas experiencias nació el libro Christus patiens, que contiene consideraciones acerca de la pasión del Señor basadas en fragmentos del Evangelio.

Finalmente, movido por un verdadero amor, y deseando el restablecimiento de la paz en la provincia dividida a causa de las controversias, solicitó en 1669 el permiso de abandonar la Orden de las Escuelas Pías y lo obtuvo mediante un breve apostólico del día 11 de diciembre de 1670.

Fundador de los Clérigos Marianos

Mientras aguardaba que llegara la autorización para su partida, en la residencia escolapia de Kazimierz, cerca de Cracovia, el padre Estanislao, de manera inesperada, y ante todos los allí congregados, leyó su Oblatio, un acto —previamente preparado— de consagración total a Dios uno y trino y a la Madre de Dios María Inmaculada, y anunció su propósito de fundar la "Asociación de sacerdotes marianos de la Inmaculada Concepción".

Al mismo tiempo, confesó su fe en la Inmaculada Concepción y profesó el llamado "voto de sangre", es decir, la disposición de defender esta verdad incluso hasta dar la vida por ella. En los planes de la Providencia divina, la Orden de los Escolapios fue para el padre Estanislao una escuela de vida religiosa, un lugar de preparación para entrar en una nueva vocación. Más tarde confesó que aquel acto de consagración lo hizo por inspiración divina, y que la "visión" de la nueva congregación fue formada en su mente por el Espíritu Santo. Inmediatamente después de abandonar la Orden de los Escolapios, comenzó a buscar formas de realización de esos propósitos y, por esa razón, no aceptó las invitaciones de otras congregaciones que le ofrecieron el ingreso en sus comunidades. También rechazó varios beneficios que le fueron ofrecidos por algunos obispos.

Con el apoyo del obispo de Poznan, Esteban Wierzbowski, se instaló en un terreno de su diócesis, y en 1671 vistió allí un hábito blanco para honrar a la Inmaculada Concepción. Entre tanto, preparó para la futura congregación una nueva regla y la llamó Norma vitae. Para dar inicio a su instituto se encaminó a una pequeña comunidad de ermitaños en Puszcza Korabiewska (hoy Puszcza Marianska) y les expuso su visión de la vida religiosa. Los "Ermitaños Marianos" obtuvieron la aprobación eclesial el 24 de octubre de 1673 mediante el decreto del obispo Estanislao Swiecicki. En 1677, el obispo Esteban Wierzbowski donó a los marianos la iglesia de la Última Cena en Nowa Jerozolima (hoy Gora Kalwaria), junto a la cual surgió la nueva casa religiosa. El 21 de abril de 1679, ese mismo obispo erigió canónicamente la congregación de los Marianos en el territorio de su diócesis. El padre Estanislao no cesó en sus esfuerzos por conferirle una forma de vida que no fuera ermitaña —con la que había surgido la primera casa religiosa—, sino apostólica, según el modelo escolapio que conocía y apreciaba en gran manera.

El carisma y desarrollo de la Congregación

Antes que Estanislao Papczynski fundara la Orden de los Marianos, cuyo primer objetivo era la difusión del culto a la Inmaculada Concepción de la santísima Virgen María, la espiritualidad mariana había impregnado ya completamente medio siglo XVII. Esta espiritualidad estaba vinculada a variadas y bastante originales formas de piedad, entre las cuales la más significativa era la esclavitud mariana. Elaborada teológicamente y siendo bastante popular entre la sociedad, con seguridad tuvo influencia en los votos del rey Jan Kazimierz y la consagración de Polonia como esclava de María.

Aunque la espiritualidad de la congregación de los Marianos refleja, de algún modo, la espiritualidad y la mentalidad de la Iglesia en Polonia, al mismo tiempo se puede advertir que su fundador no quería ser un simple continuador de esa devoción mariana. Concentró su atención, sobre todo, en el misterio de la Inmaculada Concepción, hallando en él, de alguna manera, el corazón del cristianismo: el don gratuito del infinito amor de Dios por los hombres, obtenido por Cristo, es acogido por María como la primera entre los creyentes, en total amor y docilidad a Dios, durante toda su vida.

También, por esa razón puso en este misterio una gran esperanza de alcanzar los bienes celestiales, orando con frecuencia: "Que la Inmaculada Concepción de la Virgen María sea nuestra salvación y protección". Vio en la imitación evangélica de la vida de María la forma fundamental del culto a la Inmaculada Concepción.

Su sensibilidad a la actuación del Espíritu Santo y a los signos de los tiempos, en especial a las vicisitudes de los más pobres, hicieron que en 1676 añadiera al objetivo original de la Congregación la oración por los difuntos, sobre todo por los soldados caídos y por las víctimas de las epidemias. Los primeros biógrafos del padre Estanislao citan que él mismo frecuentaba los campos de batalla, curaba las heridas de los soldados, enterraba a los muertos y oraba por ellos. Son aquí significativas las reminiscencias de su servicio durante la batalla contra los turcos en territorio ucraniano, en los años 1675-1676.

El padre Estanislao tuvo muchas experiencias místicas vinculadas con el purgatorio, durante las cuales hubo de experimentar los sufrimientos de los difuntos sometidos a la purificación. Además de orar más por ellos en forma personal y de asumir diferentes actos de penitencia por esa intención, exhortó a sus hermanos a hacer lo mismo.

El fundador de los Marianos también deseaba ayudar a los párrocos en su trabajo pastoral y se dedicó con celo a esta actividad apostólica. La crisis de Polonia, sentida por todos en aquel tiempo, afectó también a la Iglesia y se manifestó no sólo en la falta de formación religiosa —en especial entre las capas sociales más bajas— sino también, en la carencia de sacerdotes. En su celo por la santificación del pueblo, el padre Estanislao escribió y editó en 1675, en Cracovia, el libro titulado Templum Dei mysticum. En él expone a los fieles laicos la manera de aspirar a la santidad, apoyándose en las palabras de san Pablo referentes a que el cristiano es "templo de Dios" (1 Co 3, 16). El padre Estanislao también se dedicó con celo a las obras de misericordia, tanto espirituales como materiales.

Con el objeto de obtener la aprobación pontificia, en 1690 se dirigió a Roma, pero desafortunadamente se encontró con la muerte del Papa Alejandro VII. Mientras esperaba la elección del nuevo Papa, cayó enfermo y tuvo que regresar a su país. Solamente alcanzó a obtener el consentimiento de los franciscanos observantes para poner bajo su cuidado la congregación de los Marianos. Esta anexión a los franciscanos había sido solicitada por él en 1691 a fin de asegurar un desarrollo estable para la nueva comunidad. Después de regresar a Polonia, convencido de la proximidad de su muerte, escribió su testamento. No obstante, recobró la salud y continuó dirigiendo el desarrollo de la comunidad.

En la primavera de 1698, como no se sentía con suficientes fuerzas para hacerlo él mismo, envió a Roma al procurador general Kozlowski con la tarea de obtener la aprobación pontificia, y en el otoño de ese mismo año emprendió la fundación en Gozlin, Mazovia. Kozlowski obtuvo la aprobación pontificia para los Marianos en el año de 1699, después de recibir la Regula decem beneplacitorum. El 24 de noviembre de 1699, Inocencio XII aprobó canónicamente a los Marianos, la última Orden de clero regular en la historia de la Iglesia. El Papa encomendó al nuncio de Varsovia que recibiera la profesión de votos solemnes de los religiosos Marianos.

Estanislao Papczynski fue superior general hasta el final de su vida. Murió el 17 de septiembre de 1701 en la casa religiosa de Gora Kalwaria, pronunciando las palabras: "En tus manos Señor, encomiendo mi espíritu", bendiciendo antes a quienes lo acompañaban, animándolos a conservar la Regla y las Constituciones, y expresando su ardiente deseo de unirse a Cristo.

La Orden fundada por él fue desarrollándose, aunque no sin considerables dificultades. Al poco tiempo de la muerte de su fundador, atravesó una crisis que por poco no acabó con su existencia. Después de superar las dificultades, la comunidad salió fortalecida y comenzó el dinámico desarrollo de los Marianos en Polonia, en Portugal y en Roma. El siglo XIX trajo un tiempo de encarnizadas persecuciones por parte de las autoridades seculares y la clausura de las casas religiosas en todos los países en los que se encontraba la Orden de los Marianos.

A comienzos del siglo XX, quedaba un solo sacerdote Mariano, en Mariámpole, Lituania. No obstante, Dios salvó su obra sirviéndose del beato Jorge Matulaitis Matulewicz quien, con el consentimiento de la Santa Sede y en cooperación con el superior general, ingresó en secreto en la Orden y, a escondidas de las autoridades seculares, llevó a cabo una reforma. El rápido desarrollo que siguió a la reforma hizo que los Marianos emprendieran sucesivas obras en nuevos países. Al presente, la Congregación cuenta con más de 500 miembros en 18 países, en todos los continentes.

Historia del proceso de beatificación

Estanislao Papczynski murió en olor de santidad. Esta fama de santidad era conocida ya durante su vida terrena. Sin embargo, como resultado de las dificultades que atravesó la Orden de los Marianos después de su muerte, no se emprendieron entonces las gestiones para su beatificación. La actividad intensa en esa dirección fue iniciada por el siervo de Dios Kazimierz Wyszynski, sacerdote Mariano, a mediados del siglo XVIII. El proceso informativo, iniciado en la diócesis de Poznan, duró desde 1767 a 1769.

A principios del siglo XX, inmediatamente después del renacimiento de la Congregación, durante el capítulo general presidido por el beato Jorge Matulaitis Matulewicz en 1923, se tomó la decisión de reanudar las gestiones del proceso de beatificación. Sin embargo, el proceso sólo se inició formalmente en 1953. La Congregación para las causas de los santos emitió en 1992 el decreto sobre la heroicidad de las virtudes del padre Estanislao, y el 16 de diciembre del 2006, emitió el decreto que reconocía el milagro realizado por su intercesión.

¿Cuál fue ese milagro?

Zbigniew Chojnowski con una foto de Sebastián, el niño salvado por un milagroOcurrió a finales de marzo en 2001, una mujer estaba embarazada y la estaba pasando muy mal, estaba en el hospital, tenía apenas dos meses de embarazo. Todo el mundo tenía motivo de preocupación. El año anterior había perdido un hijo por un aborto involuntario.

Tras los exámenes, su médico descubrió que el saco fetal se había reducido debido a la falta de flujo de sangre a través del cordón umbilical. Además, la mujer tenía un desgarro en su saco amniótico por el que se había drenado prácticamente todo el líquido amniótico. Pruebas realizadas al bebé dentro del útero confirmaron que el corazón del bebé había dejado de latir. El médico declaró que el bebé muerto. Al día siguiente, una segunda prueba confirma que el feto no tenía latido del corazón.

Pero la familia de ella, en especial su primo Zbigniew Chojnowski, no dejaron de rezar pidiendo la intercesión del Siervo de Dios Estanislao.

Pasaron dos días, la madre desconsolada aún no había abortado, por lo que su médico preparó todo para llevar a cabo la cirugía para quitar el bebé muerto del vientre de su madre.

Sin embargo, justo antes de la cirugía, mediante una ecografía el médico descubrió un latido del corazón. Otras pruebas confirmaron que el bebé estaba vivo y que la sangre fluía a través del cordón umbilical. La presencia de líquido amniótico también indicó que el desgarro se había reparado.

"Este fue el octavo día de mi novena", relató Zbigniew. Sebastián nació en octubre de 2001.

fuente de este relato: varios sitios en Internet

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El segundo milagro, el de la canonización

Fue la curación de una joven polaca de 20 años y que sucedió poco después de la beatificación del sacerdote en 2007. La mujer sufría de un problema respiratorio que se asemejaba a un resfriado común, sin embargo todos los tratamientos antibióticos fallaron.

Su condición se deterioraba hasta que perdió la conciencia y su cuerpo comenzó a apagarse. El doctor informó a la familia que sus pulmones estaban destruidos y que su muerte era inminente.

Luego de consultar con la familia, los médicos decidieron remover el soporte que la mantenía con vida. Esto fue el miércoles de Semana Santa. La madre, llena de dolor, fue a la iglesia a rezar. Ahí se le acercó una catequista que la vio llorando, y le entregó un folleto que contenía instrucciones para rezar una novena para pedir la intercesión del Beato Estanislao.

La mujer animó a la madre a recitar la novena y confiar en la gracia de Dios a través del beato polaco. La mamá, junto a su esposo y otros familiares comenzaron a rezar.

Por su parte, aunque le habían quitado el soporte vital, la joven no había muerto. Por el contrario recuperó la conciencia y durante los días que se rezó la novena se recuperó totalmente.

Esto hizo que los médicos –el último día de la novena–, hicieran una nueva prueba de rayos x a los pulmones. Desconcertados, vieron que los pulmones de la joven estaban curados, como si fueran los pulmones de un bebé.

La joven fue dada de alta del hospital durante la semana de Pascua con una curación médicamente inexplicable. Su boda, previamente programada, tuvo lugar poco después. Se casó con el joven que, aunque débil en la fe, se mantuvo a su lado todo el tiempo de la hospitalización. Ahora tienen dos niños y está en perfecto estado de salud.

Un equipo médico de la Santa Sede revisó el caso y el 17 de septiembre de 2015 (en el 314° aniversario de la muerte del beato), afirmó por unanimidad que la curación de la mujer no tiene una explicación científica o natural.

El 10 de noviembre el equipo de teólogos declaró que la curación ocurrió por intercesión del Beato Estanislao; y el 13 de enero de 2016 la Congregación para la Causa de los Santos aprobó el milagro. Ocho días después el Papa Francisco autorizó la promulgación del decreto.

El relato sobre este milagro fue publicado originalmente en ACI Prensa

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Mensaje para el siglo XXI

Podría parecer que las circunstancias de la vida de Estanislao Papczynski, quien vivió hace más de 300 años, no tienen mucho que decirle al hombre contemporáneo. Sin embargo, la divina Providencia, en la que él confió toda su vida sin límites y con perseverancia, quiere que los ojos del hombre de hoy se vuelvan hacia la persona de un religioso que persiguió un fin: que el hombre, redimido por la sangre de Cristo, acoja plenamente la verdad del Evangelio y la gracia de Dios, y que responda a ella con la totalidad de su vida. Con estos objetivos fundó la Congregación; esta es la verdad que procuró llevar a los hombres. Encontró la inspiración para sus convicciones en el misterio de la Inmaculada Concepción, en el que descubrió la inmensidad del amor de Dios por cada hombre, desde el inicio de su existencia y sin mérito alguno de su parte.

La hagiografía fue publicada originalmente en Vatican.va y es reproducida con su autorización

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En el monasterio de monte San Ruperto (hoy Rupertsberg), cerca de Bingen, en Hesse, santa Hildegardis (Hildegard, Hildegarda o Hilda), virgen, que expuso y describió piadosamente en libros sus conocimientos experimentales, tanto sobre ciencias naturales, médicas y musicales, como de contemplación mística.

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San Roberto Belarmino, obispo y doctor de la Iglesia, miembro de la Compañía de Jesús, que intervino de modo preclaro, con modos sutiles y peculiares, en las disputas teológicas de su tiempo. Fue cardenal, y durante algún tiempo también obispo entregado al ministerio pastoral de la diócesis de Capua, en Italia, desempeñando finalmente en la Curia romana múltiples actividades en defensa doctrinal de la fe.

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Por: . | Fuente: «Vidas de los santos», Alban Butler

Obispo

Martirologio Romano: En Cándida Casa, actual Whithorn, en la región de Galloway, en Escocia, conmemoración de san Ninian, obispo, bretón de nacimiento, que llevó el pueblo de los pictos a la verdad de la fe, y fundó allí una sede episcopal. ( c.432)
La Iglesia de Escocia y las diócesis inglesas de Hexham y de Lancaster, celebran en este día la fiesta de san Ninian, «el primer personaje auténtico que se pueda encontrar en la sucesión de misioneros escoceses», de quien tenemos informaciones dignas de confianza en un breve párrafo de la «Ecclesiastical History» de Beda: «Los pictos del sur -nos dice el historiador-, que habitan a este lado de las montañas, habían olvidado desde tiempo atrás los errores del paganismo para abrazar la verdad, gracias a las predicaciones de Ninias, un obispo muy venerable y un hombre santo de la nación británica, que había sido instruido en la fe y en los misterios de la verdad en la misma Roma.

Su sede episcopal, que lleva el nombre de San Martín el Obispo, y que es famosa por la iglesia dedicada a él (y en la que descansan los restos de Ninias y de otros santos), se encuentra ahora en posesión de la nación inglesa. El lugar pertenece a la provincia de los bernicianos, y a la iglesia se le llama, por lo general, la Casa Blanca, porque Ninias la construyó con una piedra de ese color, poco conocida entre los británicos». San Beda declara, en forma definitiva, que san Ninian era británico y no hay razones para pensar que haya estado siquiera en Irlanda, a pesar de que algunos escritores e historiadores irlandeses le han identificado con Moinenn de Cluain Conaire en el condado de Kildare.

En el siglo doce, san Aelredo nos proporciona nuevos detalles sobre la vida de san Ninian y afirma que tuvo en sus manos «un libro con relatos de su vida y milagros, escrito con un estilo bárbaro». Sin embargo, la biografía que nos dejó Aelredo tampoco es digna de confianza. El autor afirma que san Ninian fue el hijo de un caudillo de los británicos cumbrios, convertido al cristianismo y que envió a su hijo a estudiar a Roma. Allá pasó algunos años, pero antes de regresar a su país para predicar el Evangelio a sus compatriotas fue consagrado obispo por el Papa. En su viaje de regreso, pasó por Tours, donde conoció a san Martín, quien le dispensó su amistad. Ya por entonces, Ninian tenía la intención de construir en su tierra una iglesia de piedra semejante a las que había visto en Roma y, con este propósito, contrató algunos albañiles de los que trabajaban para San Martín. Cuando estuvo en su país, estableció su sede y edificó su iglesia en el lugar que ahora se conoce como Whithorh o Whitern en la región de Wigtownshire. Aquel sitio se hallaba en una lengua de tierra que se metía en el mar y sólo por el norte podía llegarse a él a pie. Ahí fue donde se construyó la primera iglesia de piedra que hubo en Gran Bretaña, según dice el historiador Aelredo. Es posible que aquella famosa iglesia fuese la primera construida en piedra en la región de Strathclyde, pero ciertamente no fue la primera de la Gran Bretaña. Desde un principio se le dio el nombre de Casa Blanca (Whitern); fue el centro de la fundación eclesiástica de Escocia y, hasta hoy, el nombre oficial de la diócesis católica de Galoway, es el de Candida Casa.

La abadía adjunta llegó a ser el Gran Monasterio desde el cual san Ninian y sus monjes partieron a predicar no sólo a los británicos de los alrededores, sino también a los pictos de la antigua provincia romana de Valencia. Es posible que hayan penetrado incluso más allá de Grampians, hasta donde habitaban los pictos del norte. La misión de los monjes entre los pictos tuvo éxito gracias a que san Ninian devolvió la vista a un caudillo local ciego. al que convirtió después.

Gran número de británicos y de pictos recibieron el bautismo, y Ninian consagró obispos para que atendieran a los fieles. San Aelredo relata muchos milagros por los cuales san Ninian confirmaba la autenticidad de su mensaje. Gracias a la fundación de Whitern, fue considerable el efecto que ejerció san Ninian en el cristianismo de los celtas; en cambio, su éxito entre los pictos fue menor y de muy corta duración, puesto que san Patricio, en su carta a Coroticus se refiere a ellos como apóstatas. De todas maneras, se puede decir que abrió camino para las actividades de san Colomba y san Kentigern, y aun se ha sugerido que contribuyó al establecimiento de la fe en Gales, al convertir a los miembros de la familia Cunedda, quienes procedían posiblemente del distrito de Kyle, en Ayrshire.

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Obispo y Mártir

Martirologio Romano: En Cartago, de la África romana, pasión de san Cipriano, obispo muy esclarecido en santidad y doctrina, que gobernó sabiamente la Iglesia en tiempos difíciles, consolidando la fe de los cristianos en medio de tribulaciones, e imperando Galieno, después de sufrir un penoso exilio, consumó su fe en el martirio, decapitado por orden del procónsul, ante gran concurrencia de pueblo.

Memoria de los santos Cornelio, papa, y Cipriano, obispo, mártires, acerca de los cuales el catorce de septiembre se relata la sepultura del primero y la pasión del segundo. Juntos son celebrados en esta memoria por el orbe cristiano, porque ambos testimoniaron, en días de persecución, su amor por la verdad indefectible ante Dios y el mundo (252, 258).

Breve Biografía

A San Cipriano yo no llegué a conocerle y estimarle profundamente hasta que fui a Roma. En mi primera visita a la basílica de San Pedro, después de orar ante la tumba del Príncipe de los Apóstoles, levanté mis ojos hacia la cúpula majestuosa de Miguel Angel Buonarroti y mi mirada se cruzó en seguida con un slogan que me conmovió profundamente. Hinc una fides mundo refulget, hinc sacerdotii unitas exhoritur. Estas palabras están incrustadas con caracteres inmensos y con mosaicos de oro en la banda circular interior de la cúpula de San Pedro: "Desde aquí se esparce por el mundo la única y verdadera fe, aquí nace la unidad del sacerdocio". El texto es de San Cipriano y me parece lo suficientemente indicativo para que a este Padre de la Iglesia podamos apellidarle "Santo de la Romanidad". Mi segundo gran encuentro con San Cipriano lo tuve luego, al comienzo de mis estudios teológicos, profundizando en el tratado De Ecclesia Christi, que me explicó el famoso teólogo padre Zapelena en la universidad Gregoriana. Fue entonces cuando mejor comprendí la magnitud de esta figura egregia, que aparece con tanto relieve en el horizonte de la cristiandad hacia la mitad del siglo III. San Cipriano me enseñó a amar más a la Iglesia y al Romano Pontífice y a mejor comprender la grandeza del Papado. Esta misma lección quiero yo que aprenda el lector de estas líneas dedicadas al santo de hoy.

"Cipriano, nacido en Africa, primero enseñó la retórica con grande gloria; luego se hizo cristiano por consejo del presbítero Cecilio, de quien tomó el nombre, y empleó todos sus bienes en socorrer a los pobres. Poco tiempo después recibió la ordenación de presbítero y luego fue constituido obispo de Cartago. Sería por demás superfluo ponerme a dar una muestra de su ingenio, siendo así que sus escritos resplandecen más que el sol. Padeció martirio bajo los emperadores Valeriano y Galieno, en la octava persecución, el mismo día, bien que no el mismo año, que Cornelio en Roma."

Esta es la estupenda fotografía que nos ha dejado de Cipriano el maestro Jerónimo en su catálogo de varones ilustres. La he copiado íntegra del breviario romano porque su sencillez y su enjundia son más expresivas que todas las páginas que yo pueda escribir. Para erudición y explicación no haré ahora más que apilar sobre las palabras de San Jerónimo algunos otros datos históricos.

Cipriano, además de Cecilio, se llamaba Tascio. Su lugar de nacimiento hay que colocarlo en el norte de Africa, quizá en la misma Cartago, y su fecha en los primeros años del siglo III. Eran sus padres paganos adinerados y le procuraron una buena formación literaria. En su juventud y mientras enseñaba retórica, los vicios del paganismo ensuciaron su vida. Pero un día la luz de la fe y de la gracia que Cecilio le llevó transformó totalmente el rumbo de su existencia, Convertido al cristianismo, empezó una nueva vida, siendo ya de catecúmeno ejemplarísimo en la práctica de la austeridad, la continencia y la caridad. Poco después del bautismo entró en las filas del clero, entregando a la Iglesia el propio patrimonio. Su elección episcopal a la distinguida sede cartaginense hay que ponerla en el año 248 ó 249. Para tan alto cargo jerárquico fue designado (no constituido) por aclamación popular, o sea "democráticamente", según la costumbre de entonces. Y como en todo buen acto democrático, también en éste hubo su oposición organizada. A la elección episcopal de Cipriano se oponía el partido "lapsista" del clero, encabezado por el sacerdote Novato y por un seglar rico cuyo nombre era Felicísimo. Después, durante su gobierno episcopal, el pastor cartaginés tuvo que enfrentarse fuertemente contra este partido en la cuestión de los "lapsi" y "libeláticos".

Se llamaban libeláticos a los cristianos que para librarse de la persecución se procuraban un libellus de apostasía, es decir, un certificado de haber sacrificado a los dioses, sin haberlo hecho en realidad. Pasada la persecución, éstos, lo mismo que los apóstatas, pedían de nuevo ser admitidos en la comunidad cristiana, Para ello se procuraban también de los confesores que habían padecido cárceles y sufrimientos por la fe billetes de paz (libelli pacis), con los cuales debían ser dispensados de la penitencia pública. Esto representaba un verdadero abuso, fomentado por Novato y Felicísimo. Cipriano mantuvo firme su autoridad episcopal frente a los confesores e hizo prevalecer su opinión. Para ello reunió en el año 252 un sínodo en Cartago y tomó medidas rigurosas, que consistían en distinguir entre los que habían sacrificado a los ídolos —a los que se impuso penitencia perpetua, admitiéndoles a la reconciliación sólo a la hora de la muerte— y los libeláticos, a los cuales podía admitirse a la comunión después de un período de prueba. Novato y Felicísimo se declararon en rebeldía frente a estas decisiones e iniciaron un cisma local. Luego, los cismáticos o laxistas de Cartago encontraron apoyo precisamente en la fracción contraria, es decir, en los extremadamente rigoristas del clero romano, partido encabezado por Novaciano, el cual defendía que en ningún caso había que perdonar a los lapsos. Novaciano logró en Roma hacerse elegir antipapa contra Cornelio, produciendo un cisma que tuvo cierta difusión y duración. En Africa, el obispo cartaginés combatió enérgicamente este movimiento, sosteniendo la elección de Cornelio.

Cipriano rigió la iglesia de Cartago hasta el año 257. Su período pastoral se vio agitado por las persecuciones contra los cristianos, que tuvieron lugar en aquella mitad del siglo. Así, desde el año 250 hasta la primavera del 51, con motivo de la persecución de Decio, el intrépido obispo cartaginés tuvo que estar escondido para no privar a su grey de un guía entonces necesario más que nunca. De esa manera, desde su oculto retiro, no lejano de la sede, gobernó a sus fieles por medio de una intensa actividad epistolar. Pasado el huracán, pudo regresar a su ciudad y allí derrochó su vitalidad y sus energías apostólicas hasta que vino la famosa persecución de Valeriano.

El 30 de agosto de 257 el obispo es llevado al pretorio de Cartago ante el procónsul Aspasio Paterno. Este le hizo la pregunta de ritual: "Los sacratísimos emperadores se han servido escribirme con orden de que a quienes no profesan la religión de los romanos se les obligue a guardar sus ceremonias. Quiero saber si eres de ese número. ¿Qué me respondes?" Cipriano confiesa entonces abiertamente su fe: "Soy cristiano y obispo; no conozco más dioses que uno solo, el verdadero Dios, que crió los cielos, la tierra, el mar y cuanto en ellos hay. A este Dios adoramos los cristianos y noche y día rogamos por nosotros mismos, por todos los hombres y también por la "salud" de los emperadores". A este valiente testimonio responde el procónsul con la orden de destierro. Cipriano se ve obligado a salir para Curubi. Allí permanece una temporada hasta que un nuevo procónsul sucede a Paterno. Es Galerio Máximo. Este ordena a Cipriano que se presente en Utica, residencia del magistrado romano; pero el obispo se niega a esto porque quiere morir en medio de su pueblo. Regresa a Cartago y el procónsul, después de oír nuevamente la solemne confesión de fe hecha por el imperturbable obispo el 13 de septiembre, le condena a muerte. A la sentencia proconsular el futuro mártir da por toda respuesta un cordialísimo Deo gratias. Luego, antes de su ejecución, dando muestras de la generosidad en la que tanto se había distinguido toda su vida, ordenó que se diesen 25 monedas de oro a su verdugo. El día 14 Cipriano fue decapitado delante de una inmensa multitud de fieles, que pudieron admirar el ejemplo del santo mártir y que luego lloraron su muerte y esclarecieron su memoria. Fue Cipriano, según afirma Poncio, el primer obispo que, después de los apóstoles, tiñó el Africa con su sangre. Buen patrón podría encontrar en este insigne santo africano ese continente que ahora se abre cada vez más a la luz del Evangelio.

Bonitamente anota San Jerónimo que Cipriano fue martirizado el mismo día, aunque no el mismo año, que el papa Cornelio. Este murió en el 252, después de haber sido desterrado a Centocelle, donde precisamente recibió de Cipriano cartas de consolación. Ahora la Iglesia nos presenta a los dos santos mártires unidos por la misma fiesta en la liturgia del día 16 de septiembre. Buena compañía para el obispo Cipriano la de este Papa, a quien él conoció. Otro detalle que me gusta, cuando considero a San Cipriano entre los santos que se han distinguido por su romanidad.

Quizá alguien proteste porque insisto en poner a Cipriano la etiqueta de "Santo de la romanidad". Es cierto que son muchos los santos a quienes se les puede catalogar dentro de esta línea, pero quizá —dirá el arguyente— a Cipriano no, porque en realidad la historia duda de si fue o no algún tiempo cismático o poco menos. No podemos soslayar este aspecto o este punto obscuro de la vida de Cipriano. Es una cuestión controvertida por historiadores y teólogos y no voy a resolverla aquí, ni siquiera a tratarla con una amplitud que no es propia de este lugar.

El llamado "problema cipriánico", que aparece en el tratado de teología fundamental, se puede resumir en estos términos: Después de la persecución de Decio, en los años que siguieron al 251, la iglesia de Cartago llegó a adquirir un extraordinario esplendor. Cada año Cipriano convocaba un sínodo en su sede residencial y su influencia sobre otros obispos se notaba cada vez más, hasta el punto de que, como dice el padre Hertling, Cipriano no siempre se daba cuenta de que Dios le había consagrado obispo de Cartago y no obispo de toda la Iglesia.

Esta preponderancia manifiesta llevó al fogoso y ardiente obispo de Cartago a tener algunos conflictos con el Papa. Cipriano tuvo ya algún roce con el pontífice Cornelio en ocasión de la elección de éste a la Sede de Roma.

Sin embargo, el problema está en las relaciones del obispo cartaginés con el papa Esteban —año 254-257—. Ya estas relaciones aparecen enturbiadas en el episodio de los obispos españoles Basílides de Astorga y Marcial de Mérida. Estos dos obispos, depuestos como libeláticos, apelaron a Roma y el papa Esteban, creyendo en su inocencia, ordenó que fueran restablecidos en sus diócesis, cuando ya éstas habían sido ocupadas por los nuevos obispos Félix y Sabino. Entonces las comunidades españolas, no satisfechas de la solución de Esteban, recurrieron a San Cipriano, que gozaba de grandísima autoridad. Este reunió un sínodo en Cartago, que confirmó la deposición de Basílides y Marcial, poniéndose así en abierta contradicción con el Papa.

No sabemos hasta qué punto tuvo relación este hecho con la gran controversia que desunió a Cipriano del papa Esteban. La controversia versaba sobre si había que rebautizar o no a los herejes que se convertían. El obispo cartaginés defendía que era inválido el bautismo conferido fuera de la Iglesia católica y que, por lo tanto, los conversos debían ser rebautizados. Para estudiar este asunto Cipriano celebró en Cartago diversos sínodos, al último de los cuales asistieron 87 obispos. Los Padres conciliares proclamaron repetidas veces el principio defendido por Cipriano, aprobando la práctica que se seguía en Africa sobre el particular y enviando emisarios a Roma para dar cuenta a Esteban de las decisiones sinodales. Pero el Papa estaba por la sentencia contraria, que es la que hoy se defiende en la Iglesia, dado que la gracia del sacramento viene directamente de Cristo, no del ministro, y por lo tanto el bautismo, como todo sacramento, produce su efecto por sí mismo, independientemente del estado del que lo confiere.

Esteban acogió mal a los emisarios de Cipriano y mandó decir a éste que siguiese la tradición romana, prohibiendo la repetición del bautismo administrado por los herejes y amenazando con romper la comunión eclesiástica con Cartago. Cipriano, en contra de la decisión del Papa, siguió defendiendo y practicando su doctrina y el resultado fue que de hecho quedó interrumpida la comunicación entre Roma y Cartago. Parece bastante claro que Cipriano quedó objetivamente en situación de cismático. ¿Lo fue subjetivamente? Tal vez —anota el padre Hertling, mi profesor de historia eclesiástica en la universidad Gregoriana—, Cipriano no consideraba como definitiva la difícil situación que se había creado con la decisión de Esteban. Con todo, dado el fogoso e irreductible carácter del obispo cartaginés, no sabemos qué sesgo hubiesen tomado las cosas si la Providencia no hubiera intervenido zanjando de hecho la cuestión. Por fortuna para Cipriano —dice el padre Hertling—, el papa Esteban murió —año 257— y el sucesor de éste, Sixto II, de carácter conciliador, entabló de nuevo la comunión con el obispo Cipriano y la iglesia cartaginense. Poco después el intrépido obispo se encontró con la palma del martirio.

Como se ve por esta semblanza, Cipriano era una "figura potente" y de una personalidad arrolladora. Resultó un gran pastor de almas, generoso en extremo y lleno de incontenible celo, hasta el punto de que su ansia más ardiente era mostrar a todos los hombres el camino de la salud eterna. Sus afanes apostólicos eran tan grandes que no podían contenerse en los límites de su cristiandad cartaginense, ni siquiera en las fronteras africanas. Manejó la pluma con la destreza periodística de un San Pablo, y con su palabra escrita predicó en todas las iglesias de su tiempo y ha seguido predicando a través de la historia hasta nuestros días. Por sus ideas supo luchar intrépidamente, como debe lucharse cuando se está convencido de la verdad. Fue un gran maestro, un intelectual o, como se dice técnicamente, un Padre de la Iglesia y su fe fue tan profunda, tan viva y tan sólida, que por querer ser consecuente con sus ideas lo fue hasta el extremo desdichado —y aquí está el lado desfavorable de su personalidad episcopal y apostólica— de poner en serio peligro su comunión con Roma. Sin embargo, no se puede negar que esto fue extremadamente paradójico en su vida, porque Cipriano, pese a los errores que haya podido tener en la práctica, ha defendido, como el que más, el amor a la Iglesia Romana y el Primado de Pedro y sus sucesores. Por eso, los teólogos le consideran como uno de los principales doctores antiguos que hay que citar en defensa del Primado Romano. Yo considero y llamo a San Cipriano apóstol y maestro de la romanidad, porque su doctrina contiene un mensaje nítido y entusiasta en esta línea estupenda de amor a la Iglesia y al Vicario de Cristo.

En las magníficas obras de este insigne doctor africano —cartas y tratados—, que son espejo purísimo de su pensamiento, de sus preocupaciones y de su incansable acción pastoral, podríamos espigar multitud de frases que nos darían el ideario del Santo. Contentémonos con reproducir, para terminar, algunas ideas del más hermoso de los opúsculos escritos por San Cipriano, el De Catholicae Ecclesiae unitate: No puede tener a Dios por Padre quien no tiene a la Iglesia por Madre. Hemos de temer más las insidias contra la unidad de la Iglesia que la misma persecución. La Iglesia permaneciendo unida se extiende hasta abrazar la multitud de los hombres, como una única luz de muchos rayos, un único árbol de innumerables ramas, una única fuente con multitud de chorros. Atenta contra la unidad quien no guarda la concordia. La Iglesia está constituida sobre los obispos puestos por Dios para gobernarla. El episcopado tiene el centro de su unión en la cátedra de Pedro y de sus sucesores. Roma es la Iglesia príncipe, donde está la fuente de la unidad sacerdotal.
 

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Por: . | Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01

Mártir Laica

Martirologio Romano: En Praga, en el territorio de Bohemia, santa Ludmila, mártir, duquesa de Bohemia, que como responsable de la educación de su nieto san Wenceslao, procuró infundir en su ánimo el amor de Cristo, hasta morir estrangulada por la conjuración de su nuera Drahomira y otros nobles paganos (921).
Santa Ludmila fue la primera santa checa. El monje Cristian dice de ella: "Era piadosa y mesurada, colmada de cariño. Generosa en limosnas y en oraciones nocturnas perseverante".

Ludmila nació probablemente en el año 860 y a la edad de 14 años se casó con Borivoj, el primer príncipe del Estado premislita cuya existencia está comprobada por las fuentes históricas.

Ludmila vivió con Borivoj en Levy Hradec, lugar fortificado sobre el río Vltava, situado al norte de Praga. En la acrópolis de Levý Hradec se yergue la iglesia de San Clemente, la más antigua construcción cristiana en Bohemia. Debajo del suelo de la iglesia, remodelada sucesivamente en los estilos gótico y barroco, se han conservado los restos de la rotonda construida por Borivoj.

El príncipe Borivoj y su comitiva fueron bautizados en el año 863 por el arzobispo moravo, San Metodio, en la corte del príncipe de la Gran Moravia, Svatopluk. Metodio envió a Bohemia a su discípulo, el sacerdote Kaich, para divulgar la fe cristiana. A la princesa Ludmila le correspondió un notable papel en la propagación del cristianismo. Las leyendas religiosas la describen como una cristiana piadosa, a diferencia de su nuera Drahomíra, descrita como una obstinada pagana.

La historia del monje Cristian, "La vida y el martirio de San Venceslao y su abuela Sta. Ludmila", escrita en latín, reza: "Drahomíra es comparable a aquella Jezabel que en su saña asesinaba a los profetas". Mientras que sobre la princesa Ludmila el religioso afirma: "Remediaba a menudo la miseria de los pobres, prestaba ayuda, alimentando a los hambrientos, refrescando a los sedientos, vistiendo a los forasteros e indigentes. Lo testimonian también los sacerdotes de los que cuidó tan abnegadamente como si fueran sus hijos."

El monje Cristian alude también a la viudez de Ludmila. La princesa perdió bastante temprano a su esposo. Borivoj murió antes de cumplir los cuarenta años. Al trono subió su hijo Syptihnev, y posteriormente Vratislav que murió en el año 921. En ese mismo año se desencadenó el enfrentamiento entre la princesa Ludmila y su nuera Drahomíra. Las leyendas religiosas describen el enfrentamiento entre Ludmila y Drahomíra como la lucha entre el cristianismo y el paganismo, pero los historiadores insisten en haberse tratado de la lucha por el poder en el Estado premislita. Drahomíra optó por una solución cruenta mandando matar a su rival. Ludmila fue asesinada en su sede de Tetín, en los alrededores de Praga, un sábado 15 o domingo 16 de septiembre del año 921.

Los asesinos de Ludmila irrumpieron en su aposento y a pesar de sus sentidas imploraciones la estrangularon. En la iconografía gótica, Ludmila suele ser retratada con el atributo de su muerte mártir: un chal blanco rodeándole el cuello.

La princesa Ludmila murió a la edad de 61 años. Se decía que en torno a su sepultura se producían milagros. De la tumba se exhalaba un agradable aroma, y de noche, muchos vieron cirios y antorchas ardiendo. Por eso la asesina Drahomíra mandó construir sobre la sepultura la iglesia de San Miguel para que los milagros se atribuyeran a él y no a la difunta princesa Ludmila.

Al asumir el poder el príncipe Venceslao, ordenó trasladar el cuerpo de su abuela Santa Ludmila a Praga y sepultarla en la basílica de San Jorge, en el Castillo de Praga. Ello ocurrió en el año 925. Varios siglos después, durante el reinado del monarca Venceslao IV, los restos de la princesa fueron depositados en una nueva tumba, en la capilla de Santa Ludmila, en la misma basílica de San Jorge.

En 1981 se procedió a la investigación médico - antropológica de los restos mortales de la princesa premislita. Dicha investigación estaba relacionada con la exposición, celebrada en 1982 en la basílica de San Jorge y denominada "Los más antiguos Premislitas a la luz de la investigación antropológico - médica". En la muestra estaban expuestos los cráneos de los primeros Premislitas.

En estas investigaciones, conducidas por el Dr. Emanuel Vlcek, participaban los más destacados especialistas en anatomía, neurología, radiología y odontología. Se determinaba la edad, las enfermedades y lesiones padecidas, así como el grupo sanguíneo de los primeros Premislitas.

Al ser abierta la tumba de Santa Ludmila, se verificó que sus restos mortales estaban guardados en una caja de plomo y envueltos en tela. El cráneo se guardaba separadamente en el tesoro de la catedral de San Vito. La investigación médica llegó a confirmar que Ludmila había muerto a la edad de 60 o 61 años.

Ludmila, esposa del Premislita Borivoj, fue la primera santa checa. Sobre su vida y martirio surgieron numerosos tratados. Cincuenta años después de su muerte fue escrita una historia latina sobre Ludmila. A la santa checa se refiere también un monje del convento de San Emeramo, de Ratisbona, en el tratado escrito entre los años 974 y 983. Existió también el "Prólogo sobre Ludmila", escrito en eslavo antiguo quizá a finales del siglo 11.

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