06/20/19

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Mártir laico

Martirologio Romano: En Londres, Inglaterra, san Juan Rigby, mártir, el cual, detenido y condenado a la pena capital durante el reinado de Isabel I por haberse reconciliado con la Iglesia católica, fue ahorcado en Southwark y descuartizado mientras aún estaba vivo. ( 1600)

Fecha de canonización: 25 de octubre de 1970, por el Papa Pablo VI, como parte del grupo de 40 mártires de Inglaterra y Gales

A pesar de que fue hijo de un caballero de rancio linaje del Lancashire, los escasos bienes de la familia obligaron a Juan Rigby a ingresar en el servicio doméstico para ganarse la vida. Era un católico fiel que moraba en el seno de una familia protestante, y a menudo se encontraba en situaciones muy difíciles para practicar su religión, en vista de las rigurosas leyes establecidas para combatir al catolicismo. Por esta causa, algunas veces se vio obligado a asistir a los servicios de la iglesia autorizada, una muestra de debilidad que lamentó con toda sinceridad posteriormente. Al sentir remordimientos por su culpa, fue a pedir confesión a un sacerdote encarcelado en la prisión de Clink y, a partir de entonces, llevó una vida cristiana irreprochable. Juan fue el instrumento de que se sirvió Dios para reconquistar a muchos católicos renegados, incluso a su propio padre. Mientras servía como criado de confianza en la casa de Sir Edmund Huddlestone, su amo le envió a la sala de sesiones del tribunal de Old Bailey, para informar que la hija de Sir Edmund, la señora Fortescue, estaba enferma y no podía comparecer ante esa corte, a donde había sido citada para un caso judicial. Hasta aquel momento no había acusaciones en contra de Juan Rigby, pero uno de los magistrados entró en sospechas y comenzó a interrogarle respecto a su religión. El noble criado acabó por reconocer que era católico, que no pensaba poner un pie en las iglesias protestantes y que se negaba a reconocer la supremacía religiosa de la reina. Acto seguido se ordenó que fuese encerrado en la prisión de Newgate.

Un amigo suyo conservó para la historia el interesante relato que escribió Juan sobre sus experiencias en la prisión y las pruebas que debió soportar. Es evidente que algunos de sus jueces, sobre todo el señor Gaudy, quedaron muy favorablemente impresionados por el valor, la resistencia y la sinceridad del reo; aquellos magistrados estaban bien dispuestos a dejarle en libertad, sólo le pedían que hiciese acto de presencia en la iglesia autorizada para cerrar su caso; pero Juan les respondía invariablemente: "Si ése es el único delito que he cometido y no hay otra manera de remediarlo que la de asistir a la Iglesia, no quisiera dejar a Su Señoría en la creencia de que, tras de haber ascendido algunos escalones hacia el Cielo, esté ahora dispuesto a tropezar y caer escaleras abajo hasta los abismos del infierno. Tengo la firme esperanza de que Jesucristo me fortalecerá para sufrir mil muertes si acaso tengo mil vidas para perder. Deje, Su Señoría, que la ley siga su curso".

Al cabo de prolongadas deliberaciones entre ellos, los jueces decidieron condenarlo. El juez Gaudy no pudo dominar el temblor de su voz al leer la sentencia de muerte, pero Juan Rigby la escuchó con absoluta serenidad.

El 21 de junio se le informó que iba a ser ajusticiado y él repuso con sencillez, casi con alegría triunfante: «¡Deo gratiasl Es el mayor premio que se me ha otorgado desde que vine al mundo». Cuando le transportaban dentro de una jaula de cañas, sobre la carreta, hacia Saint Thoma´s Waterings, el sitio de la ejecución, el conde de Rutland y el capitán Whitlock se le acercaron para instarle a «hacer lo que la reina mandaba y salvarse», pero fue en vano. Ya en el cadalso, Juan entregó al verdugo una moneda de oro y le dijo: «Toma esto como prenda de que sinceramente te perdono, a ti y a todos los que han sido causa de mi muerte». La ejecución se llevó a cabo con lujo de crueldad, puesto que fue desmembrado y se le sacaron las entrañas cuando aún tenía vida. Sus últimas palabras fueron: «¡Dios los perdone! ¡Jesús, recibe mi alma!». San Juan Rigby tenía alrededor de treinta años de edad cuando fue martirizado.

VIDAS DE LOS SANTOS Edición 1965
Autor: Alban Butler (†)
Traductor: Wilfredo Guinea, S.J.
Editorial: COLLIER´S INTERNATIONAL - JOHN W. CLUTE, S. A.

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Por: . | Fuente: Vatican.va

Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En Zapotlanejo, Jalisco, México, san José Isabel Flores Varela, presbítero, mártir durante la gran persecución contra la religión en aquel país. ( 1927)

Fecha de canonización: 21 de mayo de 2000 por S.S. Juan Pablo II

Nació en Santa María de la Paz, de la parroquia de San Juan Bautista del Teúl, Zac. (Arquidiócesis de Guadalajara), el 28 de noviembre de 1866. Capellán de Matatlán, de la parroquia de Zapotlanejo, Jal. (Arquidiócesis de Guadalajara).

Por 26 años derramó la caridad de su ministerio en esa capellanía, siendo para todos un padre bondadoso y abnegado que los edificó con su pobreza, su espíritu de sacrificio, su piedad y su sabiduría.

Un antiguo compañero, a quien el Padre Flores había protegido, lo denunció ante el cacique de Zapotlanejo y fue apresado el 18 de junio de 1927, cuando se encaminaba a una ranchería para celebrar la Eucaristía.

Fue encerrado en un lugar degradante, atado y maltratado; el cacique le hizo escuchar música al mismo tiempo que le ofrecía: «Oye, qué bonita música, si afirmas acatando las leyes, te dejo en libertad». Sin alterarse, el mártir le expresó: «Yo voy a oír una música mejor en el cielo». El Padre José Isabel cumplía la palabra expresada varias veces: «Antes morir que fallarle a Dios».

El 21 de junio de 1927 fue conducido, en la noche, al camposanto de Zapotlanejo. Intentaron ahorcarlo pero no pudieron. Ordenó el jefe que le dispararan, pero el soldado, que reconoció al sacerdote que lo había bautizado, se negó a hacerlo, entonces enfurecido el verdugo asesinó al soldado. Misteriosamente las armas no hicieron fuego contra el Padre Flores por lo que uno de aquellos asesinos sacó un gran cuchillo y degolló al valeroso mártir.

El Papa Juan Pablo II lo canonizó, junto a otros 24 mártires méxicanos el 21 de mayo de 2000.

Reproducido con autorización de Vatican.va

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Por: . | Fuente: ServitasCadiz.com

Presbítero

Martirologio Romano: En Orvieto, Umbría, Italia, beato Tomás, religioso de la Orden de los Siervos de María. ( 1343)

Fecha de beatificación: culto confirmado el 10 de diciembre de 1768, por el Papa Clemente XIII

El beato Tomás nació en Orvieto, ciudad de Umbría, a fines del siglo XIII o principios del XIV.

Para alcanzar con mayor seguridad la patria celestial, en lo cual estaban concentrados todos sus pensamientos y anhelos, decidió consagrarse completamente a Dios en una familia religiosa y, por su acendrado afecto hacia la Virgen, pidió y que fue admitido en la Orden de los Siervos de santa María. En él resplandecieron con luz meridiana las virtudes típicas de los Siervos, consideradas como carisma de nuestra Orden: la humildad, la caridad fraternal, el espíritu de servicio, la misericordia. En efecto, - como se lee en los Anales de la Orden -; “con el objeto de dedicarse de una vez para siempre al servicio de la Virgen […] y de sus siervos”, pidió ser agregado en el número de los frailes que la gente suele llamar “legos”.

Durante muchos años pidió limosna de puerta en puerta y, ejerciendo este oficio, mostró suma afabilidad, paciencia y caridad- Sentía una entrañable compasión por los pobres, a quienes no sólo daba con alegría de lo que sobraba de la mesa de los frailes, sino también del sustento que le era necesario. Dios miró con agrado la sencillez con que el Beato desempeñaba su actividad y según el testimonio de antiguos escritores, manifestó su aprobación con diversos prodigios. Las imágenes del beato Tomás, algunas de ellas notables por sus antigüedad y valor artístico, lo representan cargado con la alforja y llevando una ramita de higuera en la mano o dando, en pleno invierno, unos a higos a una mujer embarazada deseoso de esos frutos. En tales imágenes los artistas han querido expresar la solicitud de este hombre de Dios para con todos los que pedían su ayuda, y su poder de intercesión ante Dios, del cual podía obtener milagros.

El humilde siervo de la Virgen murió en Orvieto, el año 1343, como se lee en la Crónica de fray Miguel Poccianti; su cuerpo recibió honrosa sepultura en la iglesia de los Siervos de esta misma ciudad. Por los milagros, cada vez más frecuentes, los habitantes de Orvieto muy pronto empezaron a tributarle una gran devoción y a celebrar su memoria. Este culto, popular e inmemorable, fue ratificado y confirmado por el papa Clemente XIII en el año 1768.

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