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Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En Ávila, España, Beato José Máximo Moro Briz y cuatro compañeros sacerdotes, asesinados por odio a la fe. ( 1936)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

D. Damián Gómez Jiménez nació en Solana del Rioalmar, el 12 de febrero de 1871. Sus padres se llamaban Nicolás y Josefa. Recibe el bautismo en dicho pueblo el día 17 del mismo mes y año. En la misma parroquia de Solana recibe el sacramento de la confirmación en el año 1877. En el hogar de sus padres, en la escuela y en la parroquia percibe un ambiente profundamente cristiano. Con esas ayudas surge y se desarrolla su vocación sacerdotal.

Fue ordenado sacerdote de Ávila, el 8 de junio de 1895. Su ultimo destino fue la parroquia de Mombeltrán desde el 24 de mayo de 1911. Primero como cura regente, después como ecónomo y finalmente en calidad de párroco. Don Damián, como buen pastor de sus feligreses, derrochaba abnegación constante en el servicio de todos. Aparecía sencillo,modesto, caritativo. Todos cuantos le conocieron resaltan subondad y paternal trato. Muy inclinado a la comprensión y al perdón, a pesar de que iban surgiendo en Mombeltrán no pocas dificultades en los años inmediatamente anteriores al estallido bélico del día 18 de julio de 1936.

Asesinado en el puerto del Pico, el 19 de agosto de 1936. Primeramente le arrojan con violencia desde la camioneta. Caído al suelo, donde ya no pudo moverse. Había sido intenso y prolongado el sufrimiento. Moral y físico. Le colocaron junto a una piedra. Lo fusilaron aunque no habría sido muy necesario gastar munición, porque las fuerzas de don Damián eran mínimas. Los tiros terminaron con la vida del bondadoso párroco de Mombeltrán. Serían las siete de la tarde de aquel caluroso día de verano.

Este grupo de mártires está integrado por:

1. JOSÉ MÁXIMO MORO BRIZ, sacerdote de la diócesis de Ávila
nacimiento: 29 Mayo 1882 en Santibáñez de Béjar, Salamanca (España)
martirio: 24 Julio 1936 en la Cebreros carretera, El Tiemblo, Ávila (España)

2. JOSÉ GARCÍA LIBRÁN, sacerdote de la diócesis de Ávila
nacimiento: 19 Agosto 1909 en Herreruela de Oropesa, Toledo (España)
martirio: 14 Agosto1936 en Pedro Bernardo, Ávila (España)

3. JUAN MESONERO HUERTA, sacerdote de la diócesis de Ávila
nacimiento: 12 Septiembre 1913 en Rágama, Salamanca (España)
martirio: 15 Agosto 1936 en Arenas de San Pedro, Ávila (España)

4. DAMIÁN GÓMEZ JIMÉNEZ, sacerdote de la diócesis de Ávila
nacimiento: 12 Febrero 1871 en Solana de Rioalmar, Ávila (España)
martirio: 19 Agosto 1936 en Puerto del Pico, Ávila (España)

5. AGUSTÍN BERMEJO MIRANDA, sacerdote de la diócesis de Ávila
nacimiento: 10 Abril 1904 en Puerto Castilla, Ávila (España)
martirio: 28 Agosto 1936 en El Barraco, Ávila (España)

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Por: . | Fuente: JesuitasAntillas.org

Presbítero y Mártir

Martirologio Romano: En la ciudad de Gandía, de Valencia, España, beato Tomás Sitjar Fortiá, presbítero de la Compañía de Jesús y mártir, que, persecución contra la Iglesia, derramó su sangre por Cristo (1936).

Fecha de beatificación: El Papa Juan Pablo II lo agregó al número de los beatos proclamados el 11 de marzo del 2001, en la ceremonia en que beatificaba en la Plaza de San Pedro a 233 víctimas de la guerra civil española.

Tomás Sitjar Fortiá nació el 21 de marzo de 1866 en Girona (Cataluña), e ingresó en la Compañía en el noviciado de Veruela (Zaragoza), el 21 de julio de 1880. Estudió Filosofía en Tortosa, y durante ocho años hizo su magisterio enseñando Filosofía en el Seminario Diocesano de Montevideo (Uruguay).

Volvió a Tortosa para estudiar Teología y recibió el sacerdocio en 1900, enseñando luego Filosofía durante nueve años en el mismo lugar y luego en Sarriá. Acto seguido fue nombrado superior de la residencia de Tarragona (1923-1929), y hasta la supresión de la Compañía en España, sería rector de Gandía (1929-1932). Desde entonces hasta el estallido de la guerra en julio de 1936 vivió en un apartamento con el H. Pedro Gelabert.

Una semana después (25 julio 1936), se oyeron fuertes golpes en la puerta, pero el P. Sitjar no abrió hasta que su compañero no saltó por una ventana. Le apresaron y llevaron a una escuela convertida en cárcel. A la mañana siguiente se le unieron los H. Gelabert y Ramón Grimaltos Monllor y el P. Constantino Carbonell Sempere.

Algunos amigos les visitaron y les facilitaron comida y ropa, hasta que el día 17 y 18 de agosto desfilaron ante un tribunal, sólo para esperar que uno o dos días más tarde, prometiéndole que le pondrían en libertad, llevaron a Sitjar con otros dos presos cerca de Palma de Gandía, y allí a las tres de la madrugada les ejecutaron. Los otros jesuitas fueron fusilados camino de Valencia el 23 de agosto, mientras un total de 12 jesuitas (7 sacerdotes y cinco coadjutores), cayeron de modo similar entre el 19 de agosto y el 29 de diciembre.

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Abad

Martirologio Romano:En el monasterio de Igny, en Francia, beato Guerrico, abad. Verdadero discípulo de san Bernardo, al no poder dar ejemplo en el trabajo a sus hermanos por la debilidad de su cuerpo, los fortalecía en la humildad y caridad con reiteradas exhortaciones espirituales (1151/1157).

Fecha de beatificación: Su culto fue confirmado en 1889.

Guerrico vivió entre los siglos XI y XII, no se cuenta con información sobre sus primeros años, los detalles que tenemos son gracias a la biografía de Hugo abad de Marchiennes conocemos que llevó vivió solo en una casa cercana al monasterio de Tournai, que siendo inicialmente agustino pasa a ser benedictino bajo el episcopado de Odón de Cambrai. Fue San Bernardo quien lo conquisto para Claraval, y en 1138 llegó a ser abad de Igny (diócesis de Reims) sucediendo al Beato Humberto que fue el primer Abad, el monasterio mientras él lo regento llegó a ser muy prospero, murió en “su” monasterio posiblemente un 19 de agosto, entre los años 1151 y 1157.

Cultivó un tierno amor a Jesús y su Madre. Se conservan 54 sermones de Guerrico, todos llenos de una gran inspiración bíblica, patrística y sacramental.

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BEATOS PEDRO ZÚÑIGA Y LUIS FLORES 

PRESBÍTEROS Y MÁRTIRES






PALABRA DE DIOS DIARIA


El día 22 de julio de 1620, el navío inglés «Elizabeth» interceptó frente a las costas de Formosa (Taiwan), a una nave japonesa en la que viajaban cuatro europeos y, al hacer el abordaje, descubrieron, con gran regocijo, que entre los pasajeros había dos religiosos. Los piratas se apoderaron del barco y, una vez en alta mar, hubo una repartición del botín y los cautivos entre ingleses y holandeses. La tripulación y los cuatro pasajeros europeos quedaron en manos de estos últimos que consideraron a todos como sus prisioneros y los condujeron al puerto de Firando. El barco holandés atracó ahí el 4 de agosto y, el mismo día, el padre Bartolomé Gutiérrez se puso en camino hacia el puerto con la intención de gestionar la libertad de sus hermanos en religión capturados, pero llegó demasiado tarde: desde el primer momento, los dos sacerdotes habían sido desembarcados y entregados al agente holandés Juan Specx. Este se apresuró a desempeñar su papel de juez y, en seguida, sometió a un riguroso interrogatorio a sus reos, quienes se mantuvieron firmes en su negativa de que fuesen sacerdotes o religiosos, a fin de no comprometer a los tripulantes de la nave japonesa que tan generosamente los había acogido. A los dos se les amenazó con someterlos a torturas hasta que admitieran su identidad y, mientras tanto, se los arrojó en una inmunda prisión.





Los religiosos tan arbitrariamente capturados eran el padre Luis Flores, dominico, y el padre Pedro de Zúñiga, de la orden de los Ermitaños de San Agustín. Luis Flores había nacido en Amberes, entre 1565 y 1570; sus padres emigraron a España y se trasladaron a México, donde el joven Luis entró al convento de San Jacinto, de la capital del Virreinato de la Nueva España. Tuvo que cambiar su apellido flamenco Frayrin o Froryn, por el de Flores, para que le permitieran ir a las Filipinas, adonde llegó en 1602. Se embarcó para el Japón el 6 de junio de 1620, en compañía del padre Pedro de Zúñiga, que era hijo de un muy gran señor, llamado Alvaro de Zúñiga, marqués de Villamanrique y virrey de Nueva España. Pedro nació en Sevilla y tomó el hábito en el convento de dicha ciudad. Hizo su profesión el 2 de octubre de 1604 y llegó a las Filipinas en 1610. De ahí pasó al Japón en 1618. Obligado a esconderse, tuvo que dejar el país al cabo de un año y se sintió inmensamente feliz cuando se le designó de nuevo para regresar al Japón, en 1620.

El 2 de octubre, los holandeses interrogaron otra vez a los dos religiosos para hacerlos confesar su identidad. El gobernador de Nagasaki, Gonrocu, conocía al padre de Zúñiga, puesto que le había prohibido que huyera un año antes. El gobernador tenía simpatías por aquel sacerdote tenaz y le habría gustado ir a saludarle en la prisión, pero no se atrevía a desobedecer las órdenes del emperador. De todas maneras, se alegraba al saber que los dos religiosos ocultaban su identidad y no estaba dispuesto a denunciarlos. A pesar de sus buenas intenciones, el gobernador se vio obligado a presidir una audiencia pública destinada a desenmascarar a los dos supuestos sacerdotes apóstatas, asamblea ésta en la que participaba el alcalde de Firando y donde debían comparecer, como testigos de la acusación, el sacerdote jesuita Carlos Spínola y varios otros prisioneros cristianos, entre los que figuraban muchos futuros mártires. El padre Spínola declaró que él no conocía a ninguno de los acusados y afirmó que si bien un cristiano siempre tiene que declarar su religión cristiana, no por eso está obligado a declararse sacerdote. Se rehusó a prestar juramento sobre su declaración, en base a que no podía hacerlo sin la autorización de sus superiores. Desgraciadamente, numerosos testigos japoneses reconocieron al padre de Zúñiga. A fin de cuentas, en la sesión del 30 de noviembre, éste confesó libremente su calidad de sacerdote y declaró que la había ocultado con el único objeto de no perjudicar a los marineros japoneses, inocentes en aquella aventura. El padre de Zúñiga reingresó a la prisión y, a partir del 23 de diciembre, fue encerrado en una jaula; el capitán y los marineros del barco japonés fueron arrestados a su vez. El padre Flores permanecía en la cárcel, pero su verdadera identidad era todavía desconocida.

El padre Collado trató de conseguir la libertad del padre Flores con la ayuda del japonés Yachiki. Se fraguó un plan y, el 4 de marzo, el padre Flores fingió que iba a tirar al mar las aguas sucias y se deslizó en la barca que le esperaba; pero los guardias dieron la alarma y los fugitivos fueron detenidos. Al día siguiente, comenzaron los interrogatorios a los japoneses y en seguida el padre Flores para evitarles las torturas, confesó que él era sacerdote. Inmediatamente fue enviado a Yuchinochima, donde ya estaba el padre de Zúñiga.

Gonrocu tuvo que informar al emperador de todo lo que había pasado. Incitado por los holandeses, que le convencieron de que el padre de Zúñiga era un conquistador español, el emperador dio la orden de ajusticiar a los detenidos. El 17 de agosto fueron llevados a Nagasaki y condenados a muerte. El dominico, padre Pedro Vázquez, tuvo la oportunidad de reunirse con los reos y confesarlos. Por el contrario el 18 de agosto, tuvieron que soportar las intrigas de un sacerdote apóstata, Araki, quien no obtuvo ningún resultado. La mañana del 10 de agosto, Gonrocu notificó la sentencia: los dos padres y el capitán Firayama serían quemados vivos, los doce tripulantes del navío, decapitados, Yachiki y los cuatro japoneses que habían ayudado al padre Flores en su fracasada evasión, quedaron encarcelados para completar la información (les llegó su turno el 2 de octubre). Firayama reclamó a Gonrocu: «¿Por qué el emperador del Japón nos condena a muerte, sin que nosotros seamos culpables de crimen alguno?» El gobernador respondió: «Porque está prohibido que se predique en el Japón la fe de Jesucristo y que los japoneses la practiquen».



Los condenados fueron conducidos al lugar habitual de las ejecuciones. Entre la multitud inmensa que acudió a presenciar los ajusticiamientos, se ocultaban tres dominicos. Numerosos cristianos cantaban el Magnificat y el Laudate. Los doce japoneses fueron decapitados los primeros. Eran cofrades del Rosario; eran León Sukemeyon, segundo del navío; Juan Soyemon, jefe de tripulación; Miguel Díaz, comerciante; Antonio Yamanda, pasajero; Santiago Matsouwo Dcnchi, pasajero; Laureano Rocouyémond, comerciante, y cuatro marineros: Pablo Sankichi, Juan Yango, Juan Matachiki Nangata y Bartolomé Mofióyé. Los dos sacerdotes y Joaquín Firayama fueron atados a columnas con lazos débiles, pues los verdugos tenían la esperanza de verlos renegar bajo el exceso del dolor; el fuego era lento para alargar el suplicio, pero los tres mártires permanecieron invencibles. El padre Flores murió el primero, después Firayama; al fin de tres cuartos de hora, el padre de Zúñiga estaba muerto también. Los cristianos entonaron el Te Deum y esperaron durante cinco horas a que se retiraran los guardias para apoderarse de las reliquias de los mártires. El Papa Pío IX los beatificó el 7 de julio de 1867.

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SAN JUAN EUDES

SACERDOTE Y FUNDADOR




San Juan Eudes, presbítero, que durante muchos años se dedicó a la predicación en las parroquias y después fundó la Congregación de Jesús y María, para la formación de los sacerdotes en los seminarios, y otra de religiosas de Nuestra Señora de la Caridad, para fortalecer en la vida cristiana a las mujeres arrepentidas. Fomentó de una manera especial la devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, hasta que en Caen, de la región de Normandía, en Francia, descansó piadosamente en el Señor (1680).

Fecha de canonización: Fue canonizado en 1925 y su fiesta fue incluida en el calendario de la Iglesia de occidente en 1928. 

Etimología Juan = Dios es misericordia. Viene de la lengua hebrea.

En la segunda mitad del siglo XVI, vivía en Ri, Normandía (Francia), un granjero llamado Isaac Eudes, casado con Marta Corbin. Como no tuviesen hijos al cabo de dos años de matrimonio, ambos esposos fueron en peregrinación a un santuario de Nuestra Señora. Nueve meses después tuvieron un hijo, al que siguieron otros cinco. El mayor recibió el nombre de Juan y, desde niño, dio muestras de gran inclinación al amor de Dios. Se cuenta que, cuando tenía nueve años, un compañero de juegos le abofeteó; en vez de responder en la misma forma, Juan siguió el consejo evangélico y le presentó la otra mejilla. 

A los catorce años, Juan ingresó en el colegio de los jesuitas de Caén. Sus padres deseaban que se casara y siguiera trabajando la granja de la familia. Pero Juan, que había hecho voto de virginidad, recibió las órdenes menores en 1621 y estudió la teología en Caén con la intención de consagrarse a los ministerios parroquiales. Sin embargo, poco después determinó ingresar en la congregación del oratorio, que había sido fundada en 1611 por el futuro cardenal Pedro de Bérulle. Tras de recabar con gran dificultad el permiso paterno, fue recibido en París por el superior general en 1623. Juan había sido hasta entonces un joven ejemplar: su conducta en la congregación no lo fue menos, de suerte que el P. Bérulle le dio permiso de predicar, aunque sólo había recibido las órdenes menores. Al cabo de un año en París, Juan fue enviado a Aubervilliers a estudiar bajo la dirección del P. Carlos de Condren, el cual, según la expresión de Santa Juana Francisca de Chantal, "estaba hecho para educar ángeles". El fin de la congregación del oratorio consistía en promover la perfección sacerdotal y Juan Eudes tuvo la suerte de ser introducido en ella por dos hombres de la talla de Condren y Bérulle.

Al servicio de los enfermos

Dos años más tarde, se desató en Normandía una violenta epidemia de peste, y Juan se ofreció para asistir a sus compatriotas. Bérulle le envió al obispo de Séez con una carta de presentación, en la que decía: "La caridad exige que emplee sus grandes dones al servicio de la provincia en la que recibió la vida, la gracia y las órdenes sagradas, y que su diócesis sea la primera en gozar de los frutos que se pueden esperar de su habilidad, bondad, prudencia, energía y vida". El P. Eudes pasó dos meses en la asistencia a los enfermos en lo espiritual y en lo material. Después fue enviado al oratorio de Caén, donde permaneció hasta que una nueva epidemia se desató en esa ciudad, en 1631. Para evitar el peligro de contagiar a sus hermanos, Juan se apartó de ellos y vivió en el campo, donde recibía la comida del convento. 

Predicador ungido

Pasó los diez años siguientes en la prédica de misiones al pueblo, preparándose así para la tarea a la que Dios le tenía destinado. En aquella época empezaron a organizarse las misiones populares en su forma actual. San Juan Eudes se distinguió entre todos los misioneros. En cuanto acababa de predicar, se sentaba a oír confesiones, ya que, según él, "el predicador agita las ramas, pero el confesor es el que caza los pájaros". Mons. Le Camus, amigo de San Francisco de Sales, dijo refiriéndose al P. Eudes: "Yo he oído a los mejores predicadores de Italia y Francia y os aseguro que ninguno de ellos mueve tanto a las gentes como este buen padre". San Juan Eudes predicó en su vida unas ciento diez misiones.

Confesor: Las gentes decían de él: "En la predicación es un león, y en la confesión un cordero".

Las mujeres atrapadas en mala vida

Una de las experiencias que adquirió durante sus años de misionero, fue que las mujeres de mala vida que intentaban convertirse, se encontraban en una situación particularmente difícil. Durante algún tiempo, trató de resolver la dificultad alojándolas provisionalmente en las casas de las familias piadosas, pero cayó en la cuenta de que el remedio no era del todo adecuado. Magdalena Lamy, una mujer de humilde origen, que había dado albergue a varias convertidas, dijo un día al santo: "Ahora os vais tranquilamente a una iglesia a rezar con devoción ante las imágenes y con ello creéis cumplir con vuestro deber. No os engañéis, vuestro deber es alojar decentemente a estas pobres mujeres que se pierden porque nadie les tiende la mano".

Estas palabras produjeron profunda impresión en San Juan Eudes, quien alquiló en 1671, una casa para las mujeres arrepentidas; en la que podían albergarse en tanto que encontraban un empleo decente. Viendo que la obra necesitaba la atención de religiosas, el santo la ofreció a las visitandinas, quienes se apresuraron a aceptarla.

Formación del clero

San Juan Eudes se dio cuenta de que para que el pueblo sea ferviente y llevarlo a la santidad era necesario proveerlo de muy buenos y santos sacerdotes y que para formarlos se necesitaban seminarios donde los jóvenes recibieran muy esmerada preparación. Por eso se propuso fundar seminarios en los cuales los futuros sacerdotes fueran esmeradamente preparados para su sagrado ministerio.

Después de mucho orar, reflexionar y consultar, San Juan Eudes abandonó la congregación del oratorio en 1643. La experiencia le enseñó que el clero necesitaba reformarse antes que los fieles y que la congregación sólo podría conseguir su fin mediante la fundación de seminarios. El P. Condren, que había sido nombrado superior general, estaba de acuerdo con el santo; pero su su-
cesor, el P. Bourgoing, se negó a aprobar el proyecto de la fundación de un seminario en Caén.

Entonces el P. Eudes decidió formar una asociación de sacerdotes diocesanos, cuyo fin principal sería la creación de seminarios con miras a la formación de un clero parroquial celoso. La nueva asociación quedó fundada el día de la Anunciación de 1643, en Caén, con el nombre de "Congregación de Jesús y María". Sus miembros, como los del oratorio, eran sacerdotes diocesanos y no estaban obligados por ningún voto. San Juan Eudes y sus cinco primeros compañeros se consagraron a "la Santísima Trinidad, que es el primer principio y el último fin de la santidad del sacerdocio". El distintivo de la congregación era el Corazón de Jesús, en el que estaba incluido místicamente el de María; como símbolo del amor eterno de Jesús por los hombres.

La congregación encontró gran oposición, sobre todo por parte de los jansenistas y de los padres del oratorio. En 1646, el P. Eudes envió a Roma al P. Manoury para que recabase la aprobación pontificia para la congregación, pero la oposición era tan fuerte, que la empresa fracasó.

En 1650, el obispo de Coutances pidió a San Juan que fundase un seminario en dicha ciudad. El año siguiente, M. Oliver, que consideraba al santo como "la maravilla de su época", Ie invitó a predicar una misión de diez semanas en la iglesia de, San Sulpicio de París. Mientras se hallaba en esa misión, el P. Eudes recibió la noticia de que el obispo de Bayeux acababa de aprobar la congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad del Refugio, formada por las religiosas que atendían a las mujeres arrepentidas de Caén. En 1653, San Juan fundó en Lisieux un seminario, al que siguió otro en Rouen en 1659. ¡En seguida, el santo se dirigió a Roma a tratar de conseguir la aprobación pontificia para su congregación; pero los santos no siempre tienen éxito, y San Juan Eudes fracasó en Roma. 

Un año después, una bula de Alejandro VII aprobó la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad del Refugio. Ese fue el coronamiento de la obra que el P. Eudes y Magdalena Larny habían emprendido treinta años antes en favor de las pecadoras arrepentidas. San Juan siguió predicando misiones con gran éxito; en 1666, fundó un seminario en Evreux y, en 1670, otro en Rennes.

Al afro siguiente, publicó un libro titulado "La Devoción al Adorable Corazón de Jesús". Ya antes, el santo había instituido en su congregación una fiesta del Santísimo Corazón de María. En su libro incluyó el propio de una misa y un oficio del Sagrado Corazón de Jesús. El 31 de agosto de 1670, se celebró por primera vez dicha fiesta en la capilla del seminario de Rennes y pronto se extendió a otras diócesis. Así pues, aunque San Juan Eudes no haya sido el primer apóstol de la devoción al Sagrado Corazón en su forma actual, fue sin embargo él "quien introdujo el culto del Sagrado Corazón de Jesús y del Santo Corazón de María"´, como lo dijo León XIII en 1903. El decreto de beatificación añadía: "El fue el primero que, por divina inspiración les tributó un culto litúrgico."

Clemente X publicó seis breves por los que concedía indulgencias a las cofradías de los Sagrados Corazones de Jesús y María, instituidas en los seminarios de San Juan Eudes.

Durante los últimos años de su vida, el santo escribió su tratado sobre "el Admirable Corazón de la Santísima Madre de Dios"; trabajó en la obra mucho tiempo y la terminó un mes antes de morir. Su última misión fue la que predicó en Sain-Lö, en 1675, en plena plaza pública, con un frío glacial. La misión duró nueve semanas. El esfuerzo enorme acabó con su salud y a partir de entonces se retiró prácticamente de la vida activa. 


Su muerte ocurrió el 19 de agosto de 1680.