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Si no fuera por sus escritos, todos marcados por la controversia semipelagiana, y por el testimonio del historiador Gennadio no sabríamos gran cosa de su vida que destaca por su virtud, por la perseverancia en la lucha por la ortodoxia y por el apasionamiento por la verdad.

Parece ser que era natural de Aquitania y así se añade a su nombre, como apellido, el de su patria y vió la luz a finales del siglo IV. Debió recibir una buena y sólida formación y parece ser que frecuentó la compañía de los monjes que estaban en el monasterio de san Víctor, en Marsella, al sur de Francia. Consta que nunca entró en el mundo de los clérigos, siempre permaneció en el estado seglar y hay indicios prudentes que llevan a pensar que estuvo casado; de hecho, se le atribuye el «Poema de un esposo a su esposa» en cuyo caso no habría duda sobre su estado matrimonial e incluso se le podría aplicar la profundidad de pensamiento y las claras actitudes de vida cristiana que en él aparecen, pero no puede afirmarse con total seguridad por negar algún autor de peso la autoría prosperoniana del poema.


Bien conocida es la controversia teológica suscitada en el siglo V por la desviada enseñanza de Pelagio contraria al pensar cristiano poseído pacíficamente en la Iglesia. La reacción de san Agustín -con toda clase de argumentos bíblicos y teológicos- no se hizo esperar en defensa de la fe y la sanción de los concilios de Cartago en los años 416 y 418 con la posterior aceptación del papa parecía haber solucionado para siempre el problema. Pero no fue así y es aquí donde entra en juego Próspero de Aquitania.


Los monjes de san Víctor en Marsella empiezan a inficionar las Galias con un pelagianismo camuflado que enseña el abad Casiano, escritor y teólogo, secundado por sus monjes. Dice en sus «Colaciones» que admite la doctrina contra los pelagianos expuesta por san Agustín y aprobada por los concilios y los papas, pero sostiene con sus monjes que depende del hombre la primera elección que en términos teológicos se denominará desde entonces el «initium fidei». Este es el pensamiento teológico que en el siglo XVI recibirá el nombre de semipelagianismo. Próspero detecta el mal larvado y habla, y discute, y visita, y escribe a Agustín propiciando la escritura de los tratados maduros agustinianos «Sobre el don de la perseverancia» y «De la predestinación de los santos» que escribió, ya anciano, el obispo de Hipona. Es toda una controversia de alto nivel. Como es laico y su fuerza termina en su pobre persona, no cede en la verdad teológica y marcha a Roma para implicar en la defensa de la fe al mismo papa Celestino I que era ya un hombre avezado en este tipo de discusiones y escribió a los obispos galos pidiendo sometimiento al magisterio de la Iglesia recogido de san Agustín.


Se trataba de intrincadas cuestiones que, en sus matices, son para especialistas teólogos y en las que los incautos son fácil presa al engaño. En juego está la idea de Dios y del hombre, el valor de la Redención y la necesidad de los sacramentos. No era poca cosa la que estaba sobre el tapete. Había que saber conciliar la evidencia del absoluto poder de Dios, su voluntad salvífica universal, y su absoluta libertad con la libertad del hombre que es un ser dependiente y el papel que le concierne en su propia salvación, correspondiendo personalmente a la gracia. Si se concedía excesivo protagonismo a la libertad humana se llegaba al extremo inaceptable de que el hombre puede llegar a la salvación sobrenatural por sus propias fuerzas; si, por el contrario, se acentuaba la absoluta dependencia del hombre con respecto a Dios, se hacía a Dios responsable de la condenación, cosa igualmente imposible. Llegar a la expresión técnica de la fe era cosa de preclaras inteligencias, grandes teólogos y extraordinarios santos.


Muerto Casiano y fallecido también san Agustín, no se acabó la discusión entre los seguidores del fraile y tuvo que ser el laico o seglar Próspero quien mantuviera firme y alta la bandera de la ortodoxia. Que se sepa, escribió «La vocación de todos los gentiles», «Contra el autor de las Colaciones», «Sobre la Gracia y el libre albedrío» y «De los ingratos».


Terminó sus días el seglar Próspero siendo secretario nada menos que del papa san León Magno y hasta se piensa que pudo poner su aportación en la Epístola Dogmática escrita a los Orientales para exponer magisterialmente el misterio de la Encarnación, declarando la unión Personal en Cristo contra la herejía de Nestorio y contra Eutiques y los monofisitas las dos naturalezas de Cristo.


Murió después del año 455, sin que se pueda aventurar con más exactitud la fecha de su muerte en el actual estado de investigación.


Da gusto ver en el siglo V la entrega de un laico sabio y santo responsable de su misión y puesto en la Iglesia sin renunciar al estado que Dios quiso para él. Aunque en aquella época no se hablaba aún de «promocionar al laicado», ni de «laicos comprometidos», se demuestra una vez más que, para cada uno en particular, la santidad no depende del modo de ser Iglesia en la Iglesia, sino de la fidelidad a la gracia de Dios y del esfuerzo por poner en juego todos los dones recibidos.



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Martirologio Romano: En Laval, Francia, beata María Lhuillier, virgen y mártir, que, recibida en la Congregación de Hermanas Hospitalarias de la Misericordia, durante la Revolución Francesa fue decapitada por mantenerse fiel a los votos religiosos de la Iglesia. ( 1794)

Fecha de beatificación: 19 de junio de 1955 por el Papa Pío XII



Nació en Arquenay, Francia. Creció analfabeta y muy pronto se quedó huérfana. Después de servir a una señora del lugar, fue a llamar a la puerta del convento de San Giuliano de las Canonesas Regulares Hospitalarias de la Misericordia de Jesús. Fue enviada al servicio del hospital de Château Gontier y, después de muchos sufrimientos y humillaciones, en el 1778, fue admitida en la profesión religiosa de este Instituto como hermana conversa, tomando el nombre de María de Santa Mónica.

Cuando estalló la Revolución francesa, en febrero de 1794, las religiosas fueron obligadas abandonar el hospital y a refugiarse en Laval en el exconvento de las Ursulinas. Acusada de distribuir parte de la ropa limpia del hospital, a personas necesitadas, María Lhuillier fue arrestada y conducida delante de una comisión. El juez declaró que ignoraría aquella infracción si la religiosa prestase el juramento de "Libertad e Igualdad", pero ella no quiso saber nada. El juez la amenazó con la guillotina y a cuantos hubieran seguido su ejemplo, pero ella permaneció impertérrita y dijo: "Tanto mejor para mí y para mis hermanas. Así tendremos el gozo de morir por nuestra fe, más pronto podremos ver a Dios. El juez le insinuó: "Mira bien que queremos salvarte y te ofrecemos lo mejor". Pero ella respondió: "Todos los medios que me ofreces son sólo para engañarme, pero gracias a Dios, no lo conseguís. Yo no quiero perderme para toda la eternidad".


Al oir la sentencia de muerte, nuestra beata se arrodilló y exclamó: "Dios mio, cuanta gracias me hacéis contándome en el número de vuestros mártires, mientras yo soy una gran pecadora". Después cuando estuvo sola, se cortó el pelo, entonces un ayudante del verdugo la agarró y con un golpe de sable le rompió los vestidos. La mártir palideció por el ultraje y se desmayó. Cuando se repuso comentó: "La muerte no me da miedo, pero podíais ahorrarme este dolor". Nuevamente fue invitada a prestar juramento, pero ella suspiró: "¡Oh Dios! Preferir una vida pasajera y caduca a una vida gloriosa e inmortal. No, no, prefiero la muerte". Antes de subir al cadalso exclamó: "¡Dios mío, yo debo morir de una muerte así de dulce, mientras tu has sufrido tanto por mi!". Murió en Laval.


El 15 de junio de 1955 el Papa Pío XII beatificó a 19 mártires franceses de Laval, el grupo de mártires está conformado por:


1.- Juan Bautista Turpin du Cormier, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

2.- Juan María Gallot, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

3.- José Pellé, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

4.- René Luis Ambroise, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

5.- Franisco Duchesne, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

6.- Julián Franisco Morin de la Girardière, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

7.- Juan Bautista Triquerie, Sacerdote Franciscano Conventual, 21 de enero

8.- Jacobo André, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

9.- Andrés Duliou, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

10- Luis Gastineau, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

11- Franiscos Migoret-Lamberdière, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

12- Julián Moulé, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

13- Augustín Manuel Philippot, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

14- Pedro Thomas, Sacerdote de la diócesis de Laval, 21 de enero

15- Francisca Mézière, Laica de la diócesis de Laval, 5 de febrero

16- Franisca Tréhet, Hna. de la Caridad de Notre-Dame d´Evron, 13 de marzo

17- Juana Véron, Hna. de la Caridad de Notre-Dame d´Evron, 20 de marzo

18- María Lhuillier (Sor Mónica), Canónica Regular Hospitalaria de la Misericordia de Jesús, 25 de junio

19- Jacobo Burin, Sacerdote de la diócesis de Le Mans, 17 de octubre.


La fecha indicada corresponde a la de sus martirios.



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Fecha de beatificación: Culto confirmado en el año 1612 siedo Papa Pablo V.

Etimológicamente significa “el que guía y conoce todos los caminos”. Viene de la lengua alemana.


¡Que se regocije el corazón sencillo! ¡Dichoso quien tenga un corazón de niño! Todas las realidades de Dios están en él.


Guido fue un confesor del siglo XIV. Pertenecía a una familia de Nápoles de origen noble. Eran cuatro hermanos, y en todos ellos brillaba la flor de la sencillez, uno de los dones grandes que Dios concede a las personas que quieren serlo.

Uno fue un soldado valeroso; otro, un brillante hombre de gobierno y primer ministro de Nápoles; el tercero fue un arzobispo ejemplar de Bari y, más tarde, llegó a ser cardenal de la Iglesia.


El menos brillante a los ojos del mundo, era Guido. Escogió el camino de la humildad en lugar del sendero de la ambición.


Entró muy joven en la Orden de los Dominicos. Encontró dificultades para entrar por motivos de salud, mucho más que por causas familiares.


Una vez que entró en la Orden, se reveló como un dominico de primera línea en la predicación – lo típico de esta Orden – y por su virtud.


Fue el maestro del convento napolitano; después se marchó de misionero a tierras del Sur.


En Sicilia adquirió una fama sensacional como un comunicador claro.


Todo el mundo que le escuchaba, lo entendía todo. Sabía adaptarse a a los oyentes con el lenguaje adecuado.


En Ragusa fundó un nuevo convento. Fue nombrado por la Santa Sede Inquisidor de la fe en Nápoles. Lo ejerció con prudencia. Murió en el año 1391.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com



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Martirologio Romano: En Turín, en el Piamonte, Italia, san José Cafasso, presbítero, que se dedicó a la formación espiritual y cultural de los futuros clérigos, y a reconciliar con Dios a los presos encarcelados y a los condenados a muerte. ( 1860)

Fecha de canonización: 22 de junio de 1947 por el Papa Pío XII



Este humilde sacerdote fue quizás el más grande amigo y benefactor de San Juan Bosco y, de muchos seminaristas pobres más, uno de los mejores formadores de sacerdotes del siglo XIX.

Nació en 1811 en el mismo pueblo donde nació San Juan Bosco. En Castelnuovo (Italia). Una hermana suya fue la mamá del Beato José Alamano, fundador de la comunidad de los Padres de la Consolata.


Desde niño sobresalió por su gran inclinación a la piedad y a repartir ayudas a los pobres.


En el año 1827, siendo Caffaso seminarista se encontró por primera vez con Juan Bosco. Cafasso era de familia acomodada del pueblo y Bosco era de una vereda y absolutamente pobre. Don Bosco narra así su primer encuentro con el que iba a ser después su Benefactor, su defensor y el que mejor lo comprendiera cuando los demás lo despreciaran: "Yo era un niño de doce años y una víspera de grandes fiestas en mi pueblo, vi junto a la puerta del templo a un joven seminarista que por su amabilidad me pareció muy simpático. Me acerqué y le pregunté: ´¿Reverendo: no quiere ir a gozar un poco de nuestras fiestas?´. Él con una agradable sonrisa me respondió: ´Mira, amiguito: para los que nos dedicamos al servicio de Dios, las mejores fiestas son las que se celebran en el templo´. Yo, animado por su bondadoso modo de responder le añadí: ´Sí, pero también en nuestras fiestas de plaza hay mucho que alegra y hace pasar ratos felices´. Él añadió: ´Al buen amigo de Dios lo que más feliz lo hace es el participar muy devotamente de las celebraciones religiosas del templo´. Luego me preguntó qué estudios había hecho y si ya había recibido la sagrada comunión, y si me confesaba con frecuencia. Enseguida abrieron el templo, y él antes de despedirse me dijo: ´No se te olvide que para el que quiere seguir el sacerdocio nada hay más agradable ni que más le atraiga, que aquello que sirve para darle gloria a Dios y para salvar las almas´. Y de manera muy amable se despidió de mí. Yo me quedé admirado de la bondad de este joven seminarista. Averigüé cómo se llamaba y me dijeron: ´Es José Cafasso, un muchacho tan piadoso, que ya desde muy pequeño en el pueblo lo llamaban -el santito".


Cafasso que era un excelente estudiante tuvo que pedir dispensa para que lo ordenaran de sacerdote de sólo 21 años, y en vez de irse de una vez a ejercer su sacerdocio a alguna parroquia, dispuso irse a la capital, Turín, a perfeccionarse en sus estudios. Allá había un instituto llamado El Convictorio para los que querían hacer estudios de postgrado, y allí se matriculó. Y con tan buen resultado, que al terminar sus tres años de estudio fue nombrado profesor de ese mismo instituto, y al morir el rector fue aclamado para reemplazarlo, y estuvo de magnífico rector por doce años hasta su muerte.


San José Cafasso formó más de cien sacerdotes en Turín, y entre sus alumnos tuvo varios santos. Se propuso como modelos para imitar a San Francisco de Sales y a San Felipe Neri, y sus discípulos se alegraban al contestar que su comportamiento se asemejaba grandemente al de estos dos simpáticos santos.


En aquel entonces habían llegado a Italia unas tendencias muy negativas que prohibían recibir sacramentos si la persona no era muy santa (Jansenismo) y que insistían más en la justicia de Dios que en su misericordia (rigorismo).


El Padre Cafasso, en cambio, formaba a sus sacerdotes en las doctrinas de San Alfonso que insiste mucho en la misericordia de Dios, y en las enseñanzas de San Francisco de Sales, el santo más comprensivo con los pecadores. Y además a sus alumnos sacerdotes los llevaba a visitar cárceles y barrios supremamente pobres, para despertar en ellos una gran sensibilidad hacia los pobres y desdichados.


Cuando el niño campesino Juan Bosco quiso entrar al seminario, no tenía ni un centavo para costearse los estudios. Entonces el Padre Cafasso le costeó media beca, y obtuvo que los superiores del seminario le dieran otra media beca con tal de que hiciera de sacristán, de remendón y de peluquero. Luego cuando Bosco llegó al sacerdocio, Cafasso se lo llevó a Turín y allá le costeó los tres años de postgrado en el Convictorio. El fue el que lo llevó a las cárceles a presenciar los horrores que sufren los que en su juventud no tuvieron quién los educara bien. Y cuando Don Bosco empezó a recoger muchachos abandonados en la calle, y todos lo criticaban y lo expulsaban por esto, el que siempre lo comprendió y ayudó fue este superior. Y al ver la pobreza tan terrible con la que empezaba la comunidad salesiana, el Padre Cafasso obtenía ayudas de los ricos y se las llevaba al buen Don Bosco. Por eso la Comunidad Salesiana ha considerado siempre a este santo como su amigo y protector.


En Turín, que era la capital del reino de Saboya, las cárceles estaban llenas de terribles criminales, abandonados por todos. Y allá se fue Don Cafasso a hacer apostolado. Con infinita paciencia y amabilidad se fue ganando los presos uno por uno y los hacía confesarse y empezar una vida santa. Les llevaba ropa, comida, útiles de aseo y muchas otras ayudas, y su llegada a la cárcel cada semana era una verdadera fiesta para ellos.


San José Cafasso acompañó hasta la horca a más de 68 condenados a muerte, y aunque habían sido terribles criminales, ni uno sólo murió sin confesarse y arrepentirse. Por eso lo llamaban de otras ciudades para que asistiera a los condenados a muerte. Cuando a un reo le leían la sentencia a muerte, lo primero que pedía era: "Que a mi lado esté el Padre Cafasso, cuando me lleven a ahorcar" (Un día se llevó a su discípulo Juan Bosco, pero éste al ver la horca cayó desmayado. No era capaz de soportar un espectáculo tan tremendo. Y a Cafasso le tocaba soportarlo mes por mes. Pero allí salvaba almas y convertía pecadores).

La primera cualidad que las gentes notaban en este santo era "el don de consejo". Una cualidad que el Espíritu Santo le había dado para saber aconsejar lo que más le convenía a cada uno. Por eso a su despacho llegaban continuamente obispos, comerciantes, sacerdotes, obreros, militares, y toda clase de personas necesitadas de un buen consejo. Y volvían a su casa con el alma en paz y llena de buenas ideas para santificarse. Otra gran cualidad que lo hizo muy popular fue su calma y su serenidad. Algo encorvado (desde joven) y pequeño de estatura, pero en el rostro siempre una sonrisa amable. Su voz sonora, y encantadora. De su conversación irradiaba una alegría contagiosa (que San Juan Bosco admiraba e imitaba grandemente). Todos elogiaban la tranquilidad inmutable del Padre José. La gente decía: "Es pequeño de cuerpo, pero gigante de espíritu". A sus sacerdotes les repetía: "Nuestro Señor quiere que lo imitemos en su mansedumbre".


Desde pequeñito fue devotísimo de la Sma. Virgen y a sus alumnos sacerdotes los entusiasmaba grandemente por esta devoción. Cuando hablaba de la Madre de Dios se notaba en él un entusiasmo extraordinario. Los sábados y en las fiestas de la Virgen no negaba favores a quienes se los pedían. En honor de la Madre Santísima era más generoso que nunca estos días. Por eso los que necesitaban de él alguna limosna especial o algún favor extraordinario iban a pedírselo un sábado o en una fiesta de Nuestra Señora, con la seguridad de que en honor de la Madre de Jesús, les concedería su petición.


Un día en un sermón exclamó: "qué bello morir un día sábado, día de la Virgen, para ser llevados por Ella al cielo". Y así le sucedió: murió el sábado 23 de junio de 1860, a la edad de sólo 49 años.

Su oración fúnebre la hizo su discípulo preferido: San Juan Bosco.


El Papa Pío XII canonizó a José Cafasso en 1947, y nosotros le suplicamos a tan bondadoso protector que logremos imitarlo en su simpática santidad.


Antes de morir escribió esta estrofa: "No será muerte sino un dulce sueño para ti, alma mía, si al morir te asiste Jesús, y te recibe la Virgen María". Y seguramente así le sucedió en realidad.



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María de Oignies, Beata
María de Oignies, Beata

Reclusa y Fundadora


Martirologio Romano: En Oignies, también en Hainaut, beata María, que, dotada de dones místicos, con el permiso de su esposo se recluyó en una celda, y después inició y reglamentó el instituto llamado de las "Beguinas". ( 1213)


El cardenal Jacques de Vitry, quien fue amigo, discípulo y tal vez, durante algún tiempo, el confesor de María de Oignies, escribió la biografía de esta beata. Por influencias de María, el futuro cardenal tomó las órdenes sacerdotales; sin embargo, al examinar, en su libro, las virtudes de su personaje, advierte a los lectores que no es precisamente un ejemplo que él recomendase imitar.

Nació en el seno de una acaudalada familia de Nivelles, en Brabante y, no obstante que todas sus aspiraciones estaban centradas en la vida religiosa, sus padres la dieron en matrimonio a un hombre joven y gentil, de buena posición, tan pronto como cumplió los catorce años. Pero si los padres pensaron que el matrimonio de su hija le haría olvidar su vocación, estaban equivocados. María, joven y hermosa, adquirió una gran ascendencia sobre su esposo, hasta el grado de convencerle a que viviesen juntos en absoluta continencia y a que tarnsformasen su casa en un hospital para los leprosos. La joven pareja se dedicó a cuidar a sus pacientes con una abnegación sin límites: tanto María como su esposo lavaban personalmente a los leprosos, velaban a los más enfermos durante noches enteras y distribuían limosnas entre ellos y todos los pobres de la comarca, con tanta prodigalidad, que continuamente recibían airadas recriminaciones por parte de todos sus parientes.


Estas actividades no impedían a María entregarse a la práctica de rigurosas austeridades. Empleaba las disciplinas, llevaba cuerdas apretadas en torno a su cuerpo y se privaba del sueño y de los alimentos. Se afirma que durante todo un invierno excesivamente riguroso, desde el día de san Martín hasta la Pascua, pasó todas las noches tendida sobre las losas de una iglesia, con la ropa que llevaba puesta únicamente, sin que durante toda aquella larga penitencia sufriese un resfriado o un dolor de cabeza. Cuando se hallaba en su casa, dedicada a hilar o en otro trabajo manual sedentario, trataba de evitar las distracciones de sus pensamientos, mediante el procedimiento de poner abierto frente a ella, un salterio o libro de oraciones para leer alguna frase edificante, de tanto en tanto. Su biógrafo hace hincapié en la anormal abundancia de sus lágrimas, que tanto él como otros que escribieron sobre la beata, atribuyen a una gracia espiritual. Por nuestra parte, estamos mejor dispuestos a tomar semejante anormalidad, como una reacción física de la tensión nerviosa bajo la cual mantenía constantemente su cuerpo; pero no debe olvidarse que, en aquellos tiempos, la facilidad de llorar y la abundancia del llanto se consideraban como un signo de verdadera contrición. Hasta hace poco figuraban en el misal romano numerosas colectas pro petitione lacrymarum (para pedir lágrimas) y san Ignacio de Loyola, como se puede comprobar en uno de los fragmentos que aún se conservan de su diario espiritual, consideraba los días en que no era capaz de derramar lágrimas durante la celebración de la misa, como períodos de desolación, cuando Dios, por así decirlo, escondía el rostro. María, por su parte, afirmaba que el llanto la aliviaba y la refrescaba.


La fama de santidad de la bendita asceta atrajo a muchos visitantes, y casi todos regresaron a sus hogares, edificados con sus admoniciones y consolados por sus consejos. Poco tiempo antes de su muerte, María se sintió llamada a buscar la soledad. Por lo tanto, con el consentimiento de su esposo, dejó su casa de Williambroux y se estableció en una celda contigua al monasterio de los canónigos agustinos, en Oignies. Si ya en el pasado había tenido visiones y éxtasis, en su vida presente se multiplicaron las manifestaciones celestiales. Tras una larga y penosa enfermedad, que ella misma había vaticinado, murió a la edad de veintiocho años, el 23 de junio de 1213.


Uno de los rasgos más notables en la existencia de María de Oignies, es el hecho de que ella, lo mismo que otros místicos de los Países Bajos, sobre todo las beguinas, parecen haberse anticipado bastantes años a la transformación del espíritu de la devoción católica, cuyo principio data de la iniciación del movimiento franciscano. El cardenal Vitry, en el prefacio a su "Vida de la beata María", apela al obispo Fulk, de Toulouse, testigo ocular del extraordinario acrecentamiento de la piedad, del que Bélgica era el núcleo y, no hay duda de que el biógrafo pensaba en María de Oignies, al dirigirse al obispo Fulk en estos términos:



Tengo bien presentes vuestras palabras cuando hablasteis de haber dejado el Egipto de vuestra diócesis y, luego de atravesar un árido desierto, descubristeis, en la comarca de Lieja, la Tierra Prometida ... Ahí encontrasteis también, como os oí decir con acento jubiloso, a muchas santas mujeres de las que moran entre nosotros, quienes lamentan en mayor grado un pecado venial, que todo el pueblo de vuestra comarca pudiese lamentar haber cometido un millar de pecados mortales ... Visteis numerosos grupos de esas santas mujeres que despreciaban los deleites terrenales y las riquezas de este mundo, por el anhelo de un reino celestial; que se ataban a su Eterno Esposo con los lazos de la pobreza y la humildad. Las observasteis mientras trataban de ganar su pobre subsistencia con el trabajo de sus manos y, no obstante que sus padres o parientes nadaban en la riqueza, preferían olvidarse de los seres de su misma sangre y de sus hogares, y soportar las estrecheces de la pobreza, a gozar de una abundancia malhabida.



La nota característica del mencionado movimiento de transformación era la afectuosa devoción por la Pasión de Nuestro Señor, y debe recordarse que "cuando María lloraba tan copiosamente, según dice el cardenal Vitry, que podían seguirse sus pasos en las iglesias donde oraba por las manchas de humedad sobre el pavimento, era porque tomaba sus lágrimas en el cáliz inagotable de la Pasión o contemplaba un crucifijo, sin caer desvanecida".

Igualmente notable fue su anticipación a la devoción por la presencia real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento, sobre la cual no hay mención hasta entonces en la literatura devocional o de culto (pero si en la liturgia y teología). Al hablar de la beata María, dice su biógrafo: "A veces, se permitía tomar un descanso en su celda, pero en otras ocasiones, sobre todo cuando se aproximaba alguna gran fiesta, no podía encontrar reposo ni tranquilidad más que en presencia de Cristo, en la iglesia".


En fechas posteriores, cualquier duda que pudiese haber sobre que el significado de la frase "en presencia de Cristo, en la iglesia" se refiere a la presencia eucarística, quedaron disipadas por un breve estudio sobre María de Oignies, hecho por Tomás de Cantimpré, que los bolandistas agregaron como un apéndice a la biografía de Jacques de Vitry. En ese estudio se hace referencia a un hombre muy rico que, en cierto sentido, había vuelto a su religión gracias a los esfuerzos de María. En el momento en que aquel hombre atravesaba por un gran desaliento espiritual, la beata le aconsejó "que entrase en la iglesia más próxima; una vez en el templo, cayó de rodillas ante el altar y clavó la vista en la píxide que contenía el Cuerpo de Cristo, encima del altar". Entonces el hombre vio que, por tres veces, la píxide se desplazaba de su lugar, atravesaba los aires en dirección a donde él estaba de rodillas y permanecía unos instantes suspendida frente a sus ojos. En la tercera ocasión, el hombre cayó en un arrobamiento y mantuvo una secreta comunión con Dios.


Si tenemos presente la fecha en que fue escrito, el siguiente párrafo puede resultar muy interesante:



El mayor consuelo y gran deleite de María, hasta la hora en que llegó a la Tierra Prometida, fue el maná de vida que viene del cielo. El Pan Sagrado fortalecía su corazón y el Vino celestial embriagaba de placer su alma. Se saciaba con el santo alimento de la carne de Cristo, y su sangre vivificante la limpiaba y purificaba. Aquel era el único consuelo del que no podía privarse. Recibir el cuerpo de Cristo era para ella lo mismo que vivir y, en su mente morir era apartarse de su Señor al no participar en su bendito Sacramento. El cumplir con las palabras: "A menos que el hombre coma la Carne ...", lejos de ser, para ella, una dura prueba, como sucedía con los judíos, le resultaba dulce y reconfortante, puesto que no solamente experimentaba el deleite y el consuelo interiores al recibirle, sino también un sabor dulce en la boca, como el de la miel ... También su sed por la Sangre Regeneradora de su Señor era tan aguda, que a duras penas podía soportarla, y muchas veces suplicaba que se dejase el cáliz vacío sobre el altar, después de la misa, para tener la dicha de mirarlo.



Asimismo, María fue una de las primeras místicas de quienes se haya registrado, con bastantes detalles, las experiencias de lo que nos sentimos tentados a llamar atributos psíquicos. Se afirma que, algunas veces, supo con extraordinaria claridad, lo que en aquel preciso instante sucedía a muchas leguas de distancia; que tenía extrañas premoniciones sobre el futuro y que podía adivinar, con absoluta precisión, la historia pasada de las reliquias, por ejemplo, que todos ignoraban (hierognosis y psicometría). Jacques de Vitry, sin duda un testigo presencial, habla admirativamente de un inexplicable relato que hizo la beata, con lujo de detalles, sobre la ceremonia de la ordenación sacerdotal de "un amigo suyo", que en aquellos precisos instantes se desarrollaba en París.

Es importante tener presente que Jacques de Vitry es un testigo digno de toda confianza. Aparte de que pasó cerca de cinco años en compañía de la beata, desde 1208 hasta su muerte, ocurrida en 1213, toda su carrera y sus escritos ponen de manifiesto que fue un hombre de escrupulosa integridad y muy buen juicio. Siempre vio en María una especie de segunda madre y se sintió sinceramente honrado de que ella le designara como su "predicador" especial y se identificara con su trabajo apostólico. La biografía de la beata parece haber sido escrita poco después de su muerte y antes de que Jacques de Vitry fuese consagrado cardenal, pero es evidente que el autor conservó, hasta el último día de su vida, la devoción que le inspiró su personaje, y la localidad de Oignies, donde vivió. María, por su parte, siempre declaró que la amistad del cardenal se le había dado como respuesta a sus plegarias y que, aparte de ser su amigo, era su delegado, ya que ella, a causa de su sexo, no estaba en condiciones de instruir a los fieles y llevarlos hacia Dios. Ciertamente que, entre ellos, hubo un gran afecto; durante su última enfermedad, la beata oraba sin descanso por Jacques y pedía a Dios que le protegise de todo mal para que, llegado el momento de su muerte, pudiera ofrecer al Señor el alma limpia de su amigo sobre la que ella había velado en vida, para devolverla a su Creador intacta. En su oración mencionaba todas las pruebas, tentaciones y aun pecados de "su predicador" y luego, suplicaba al Señor que le apartase de ellos. El prior que confesaba a María y conocía bien su conciencia, la oyó decir aquellas cosas y fue en busca del cardenal para preguntarle si le había confesado a la beata todos sus pecados, "puesto que en sus cantos, dijo el prior, María hizo relación de todo lo que tú has hecho, como si lo leyese en un libro". Con la palabra "cantos", el prior se refería a la extraordinaria manifestación que se produjo durante los últimos días de vida de la beata, cuando ésta, como si fuera presa del delirio, hablaba sin cesar de cosas celestiales, pero en prosa rimada y aun en versos.


También eran extraordinarias las condiciones físicas en que vivía. Se nos dice, por ejemplo, que "ni siquiera en lo más crudo del invierno requería el fuego material de la chimenea para evitar el frío, porque incluso cuando la temperatura era tan baja que toda el agua se convertía en hielo, ella, por maravilla de la gracia, tenía encendido el espíritu con un fuego tan vivo, que el calor de su alma, sobre todo durante la plegaria, le calentaba el cuerpo; muchas veces sucedió que, en las noches más frías se la veía traspirar y, de sus ropas húmedas, se desprendía una dulce fragancia. Con mucha frecuencia también, el olor de sus ropas era como el del incienso, en los instantes en que las oraciones ascendían desde el brasero de su corazón".


Semejantes declaraciones podrían parecer sospechosas si procedieran de oídas; pero el caso es que Jacques de Vitry se encontraba presente y no hay duda de que era un hombre devoto, honesto, sereno, que decía la verdad sin circunloquios.


NOTA: Las Beguinas fue una asociación de mujeres cristianas, contemplativas y activas, que dedicaron su vida, tanto a la defensa de los desamparados, enfermos, mujeres, niños y ancianos, como a una brillante labor intelectual. Organizaban la ayuda a los pobres y a los enfermos en los hospitales, o a los leprosos. Trabajaban para mantenerse y eran libres de dejar la asociación en cualquier momento para casarse.


En el curso de la historia el comportamiento y fidelidad a la Santa Madre Iglesia se fue disolviendo en esta asociación, lo que postre la llevó a su extinción.


VIDAS DE LOS SANTOS Edición 1965

Autor: Alban Butler (†)

Traductor: Wilfredo Guinea, S.J.

Editorial: COLLIER´S INTERNATIONAL - JOHN W. CLUTE, S. A.






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Tomás Garnet, Santo
Tomás Garnet, Santo

Presbíero y Mártir


Martirologio Romano: En Londres, Inglaterra, santo Tomás Garnet, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús y mártir, el cual, ordenado en el Colegio de los Ingleses de Valladolid, en España, al regresar a Inglaterra fue encarcelado dos veces y, finalmente, en tiempo del rey Jacobo I, ajusticiado en Tyburn. ( 1608)

Fecha de canonización: 25 de octubre de 1970por el Papa Pablo VI, como parte de los 40 mártires de Inglaterra y Gales



Tomás Garnet fue sobrino del famoso sacerdote jesuita, P. Enrique Garnet, e hijo del señor Ricardo Garnet, católico fiel y alumno distinguidísimo de Balliol Collage, de Oxford. Tomás recibió su primera educación en la Escuela Primaria de Horsham, pero a la edad de dieciséis o diecisiete años, fue enviado a Francia para que completase su educación en el recién inaugurado colegio de Saint Omer. En enero de 1595, Tomás y varios de sus compañeros se embarcaron con destino a España, pero no fue sino hasta catorce meses después, tras una serie de calamidades, incluida una temporada de cárcel en Inglaterra, cuando arribó a su destino: el colegio de los jesuitas ingleses en Valladolid. Ahí terminó su curso de teología y fue ordenado sacerdote. Inmediatamente se le asignó a la misión de Inglaterra, junto con el beato Marcos Barkworth. Tal como él mismo declaró durante su proceso, su existencia en los seis años siguientes queda cabalmente descrita con sus propias palabras: "Anduve errante de un lugar a otro para rescatar almas que se habían desviado y se hallaban perdidas en el error en cuanto a la doctrina de la verdadera Iglesia católica".

Fue detenido cerca de Warwick, poco después del descubrimiento del «Complot de la Pólvora» (Gunpowder Plot), un famosa tentativa fracasada de derribar a Jacobo I, a partir de la cual se recrudecieron las medidas contra los católicos, aunque no hayan tenido, como en este caso, participación en el complot. Primero, se le encerró en la prisión de Gatehouse, y después, se le trasladó a Newgate. Como se había hospedado en la casa del señor Ambrose Rookwood, quien se hallaba complicado en la conspiración y, en vista de su parentesco con el padre Enrique Garnet, se pensó que podría suministrar importantes informaciones sobre el caso; pero ni las amenazas del tormento, ni el riguroso interrogatorio a que fue sometido, pudieron arrancarle alguna afirmación comprometedora. Al cabo de ocho o nueve meses, los que Tomás pasó en una celda húmeda, sin otro lecho que el duro suelo, fue deportado a Flandes con otros cuarenta y seis sacerdotes. Mientras se hallaba en Inglaterra, Tomás fue admitido en la Compañía de Jesús por su tío y, durante su destierro, se refugió en Lovaina para hacer su noviciado. Al año siguiente, en septiembre, regresó a Inglaterra. Seis semanas más tarde, fue entregado a sus perseguidores por un sacerdote apóstata.


Aquella vez, inmediatamente después de su detención, fue procesado en el tribunal de Old Bailey, donde se le declaró culpable de alta traición, por haber recibido la ordenación de manos de una autoridad que dependía de Roma y por haber desafiado la ley al regresar a Inglaterra. En el curso del interrogatorio, no llegó a confirmar ni a desmentir que fuese sacerdote, pero se negó resueltamente a hacer el juramento de fidelidad a la supremacía real. Por la declaración de tres testigos en el sentido de que, mientras estuvo preso en la Torre, le habían visto firmar como "Padre" Tomás Garnet, fue declarado culpable y condenado a muerte. Desde el cadalso, proclamó que era sacerdote y jesuita, y explicó que, si no lo había admitido durante el juicio, fue en razón de no aparecer como su propio acusador y obligar a los jueces a condenarle contra su conciencia. El conde de Essex y otros personajes hicieron un último intento para convencerlo de que salvara su vida, pero él persistió en su negativa de tomar el juramento. Al retirarse la carreta para dejar al mártir colgado de la cuerda, aquellos personajes no permitieron que el verdugo comenzara a cortarle el cuerpo, hasta comprobar que estaba muerto.


VIDAS DE LOS SANTOS Edición 1965

Autor: Alban Butler (†)

Traductor: Wilfredo Guinea, S.J.

Editorial: COLLIER´S INTERNATIONAL - JOHN W. CLUTE, S. A.





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Lanfranco de Pavia, Santo
Lanfranco de Pavia, Santo

Obispo


Martirologio Romano: En Pavía, Lombardía, Italia, san Lanfranco, obispo, varón de paz, que sufrió mucho por fomentar la reconciliación y la concordia en su comunidad ( 1198)


Lanfranco, miembro de la familia Beccari, nació en Grupello, una pequeña población vecina a Pavía, en la Lombardia.

A pesar de que por naturaleza era un hombre de paz, durante la mayor parte de sus quince años de episcopado resistió activamente los intentos de las autoridades civiles para echar mano de las propiedades de la Iglesia. Cierta vez, en lo más recio de la lucha, el obispo desapareció del escenario, porque había ido a refugiarse, provisionalmente, al monasterio de San Sepolcro, en busca de la fortaleza y dirección del cielo para continuar con sus esfuerzos; a su regreso, cesaron las hostilidades.


Sin embargo, la paz no duró mucho tiempo, puesto que los regidores municipales exigieron que una buena parte de los ingresos eclesiásticos les fuesen cedidos para terminar la construcción de las fortificaciones de Pavía, a lo que el obispo se negó rotundamente. Como los del municipio no pudieron vencer su resistencia, emitieron una ordenanza que establecía como un delito penado por la ley el suministro de cualquier clase de alimento al obispo y prestarse a hornearle el pan. Ante la amenaza de morir por hambre, el obispo Lanfranco abandonó la ciudad para dirigirse a Roma, donde expuso su caso ante el Papa Clemente III, quien hizo una severa advertencia a los concejales de Pavía y le pidió al obispo que regresara a su sede. Lanfranco obedeció rápidamente y con muy grande complacencia, puesto que había recibido noticias de que Salimbene, un hombre de reconocida piedad y amigo suyo, acababa de ascender a magistrado mayor y, por largo tiempo al menos, era el gobernador de la ciudad. El obispo hizo su entrada en Pavía entre las aclamaciones de la población y, desde entonces, todo fue paz y amistad. Largo tiempo después, cuando el municipio reanudó sus reclamaciones, Lanfranco, ya anciano y enfermo, se declaró incapaz de emprender la lucha nuevamente. Decidió renunciar al gobierno de la diócesis y tomar el hábito en la orden de Valleumbrosa, pero antes de llevar a cabo sus propósitos, se agravaron sus males y murió. La fiesta del Beato Lanfranco se celebra en Pavía, donde también nació otro Lanfranco, el de Canterbury.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


VIDAS DE LOS SANTOS Edición 1965

Autor: Alban Butler (†)

Traductor: Wilfredo Guinea, S.J.

Editorial: COLLIER´S INTERNATIONAL - JOHN W. CLUTE, S. A.






11:42 p.m.
Nace: 353 en Burdeos, Francia.

Su padre era gobernador de familia muy rica. Tuvo como maestros a los mas famosos literatos de su época. Llegó a ser un reconocido abogado con importantes cargos públicos en el Imperio Romano, por lo que viajó extensivamente. Todos le admiraban por su educación y su trato. En Milán se hizo amigo de San Ambrosio y San Agustín. Mantuvo correspondencia con San Jerónimo. Recibió el bautismo de su amigo San Delfín, obispo de Burdeos.


Se retiró a España donde se casó con Teresa. Tras la muerte de su único hijo cuando este tenía ocho días de nacido, el matrimonio decidió repartir sus riquezas entre los pobres y vivir como hermanos.


En la Navidad del 393, el pueblo pidió al Obispo de Barcelona que ordenase a Paulino sacerdote.


Paulino y Teresa se fueron a vivir a Nola, Italia. Allí junto a la tumba de San Félix construyeron su casa donde vivían austeramente en oración y se dedicaban a la ayuda de los pobres.


En el 409, al morir el obispo de Nola, el pueblo aclamó a Paulino como obispo. Fué un pastor ejemplar por 21 años, hasta su muerte.


Sostuvo una extensa evangelización por correo. De el se conservas 50 cartas. También escribía bellas poesías. Conocido también por su poder contra los demonios.


En el año 410 Nola fue invadida por los vándalos del rey Gensérico. Se llevaron muchos esclavos, entre ellos al hijo único de una pobre viuda. Paulino se ofreció de esclavo en lugar de aquel joven. Pero aquellos invasores tuvieron un cambio de corazón y devolvieron libres al obispo Paulino y a los demás prisioneros.


Murió San Paulino el 22 de Junio de 431, a los 74 años de edad y fue sepultado en la iglesia de San Félix.

Su cuerpo fue trasladado a Roma donde es venerado en la Iglesia de San Bartolomé, en la isla del Tiber, junto con el Apóstol.


Otros santos escribieron sobre sus virtudes de obispo modelo, entre ellos San Ambrosio, San Jerónimo, San Agustín y San Gregorio de Tours.


Según San Francisco de Sales, doctor de la amabilidad, San Paulino vivía un octavo sacramento que consistía en ser exquisitamente amable y bien educado con todos.



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Tomás Moro nació el año 1477, y completó sus estudios en Oxford; se casó y tuvo un hijo y tres hijas.

Ocupó el cargo de Canciller del reino. Intimo compañero y amigo personal del rey Enrique VIII, abogado distinguido, notable humanista de gran cultura, amigo de Erasmo, cariñoso padre de familia, caballero simpático por su buen humor y, además católico fevoroso.


Cuando vió que era incompatible con su religión el juramento de sumisión a Enrique como cabeza de la Iglesia en Inglaterra, presentó du dimisión, intentando vivir una vida tranquila con su familia, sin más complicaciones. Pero fue apresado y metido en la Torre de Londres.


A todos los esfuerzos de sus amigos para convencerle de que debía prestar su juramento contestó sencillamente que no podía reconciliarlo con su conciencia.


Cuando su propia mujer le insiste a hacerlo por lo que ella juzgaba que era bien para su casa, le contestó: «¿Cuántos años crees que podría vivir en mi casa?» «Por lo menos veinte, porque no eres viejo», le dijo ella. «Muy mala ganga, puesto que quieres que cambie por veinte años toda la eternidad».


Escribió varias obras sobre el arte de gobernar y en defensa de la religión.


Junto con Juan Fisher se opuso al rey Enrique VIII en la cuestión de su pretendida anulación de matrimonio, fue decapitado el año 1535: Juan Fisher el día 22 de Junio, Tomás Moro el día 6 de Julio, después de quince meses de cárcel donde escribió «Diálogo en tiempo de tribulación». El obispo Juan Fisher, mientras estaba en la cárcel, fue designado cardenal por el Papa Pablo III.


Claro, la fe no es sólo una cuestión de cabeza, de saber, quiero de decir de instrucción o de conocimiento; implica a toda la persona creyente y la lleva a determinaciones prácticas que, en ocasiones «límite», se resuelven con la entrega de la vida.


Consulta también Tomás Moro, un político como Dios manda



11:42 p.m.
Juan Fisher nació el año 1469; fue hijo de un modesto mercero de Beberly, en el condado de York (Inglaterra); estudió teología en Canbridge, fue ordenado presbítero, por privilegio, cuando solo contaba veintidós años, y a los treinta y cinco ya era Vicecanciller de la Universidad.

Consumado humanista, fundó los Colleges de Cristo y de san Juan, amplió bibliotecas y fundó cátedras con la ayuda de Lady Margaret, madre de Enrique VII. Erasmo llegó a afirmar que no había en el país «hombre más culto, ni obispo más santo».


Fue nombrado obispo de Rochester en el año 1504, cargo que ejerció con una vida llena de austeridad y de entrega pastoral, visitando con frecuencia a los fieles de su grey. Se mostró como decidido apologista antiprotestante. Mantuvo una postura firme y clara ante los proyectos de Enrique VIII sobre su anulación matrimonial, defendiendo la validez y la indisolubilidad del contraido con la reina Catalina de Aragón. Miembro de la Cámara de los Lores, arremete contra ciertas medidas anticlericales y hace añadir una cláusula fatalmente restrictiva al nombramiento de Enrique VIII como Cabeza de la Iglesia en Inglaterra.


Su actitud le llevó a estar dos veces en la cárcel, a sufrir atentados e intentos de asesinato y a soportar bajas calumnias.


Por su negativa a prestar el juramento de Supremacía, se le encarceló en la Torre de Londres, le despojaron de su título episcopal y declararon a Rochester "sede vacante".



11:42 p.m.
Etimológicamente significa “del Alba”. Viene de la lengua latina.

Este joven pertenece al siglo 3º ó 4º. Es muy probable que ya hubiese cristianos en Inglaterra en el siglo I, porque al final del siglo II, muchos de los habitantes del sur de Inglaterra eran cristianos.


Albano es el primero que se recuerda como mártir. Tradicionalmente, todos están de acuerdo que debió morir así en el 304. Pero hay otros estudiosos que sitúan su muerte en el año 209. Todos estos argumentos están sacados del manuscrito “La Pasión de Albano” que se conserva en Turín.


Se supone que fue un soldado romano que alojó a un sacerdote cristiano en su casa durante la dura persecución de Diocleciano.


Al ver cómo quería a Dios y cómo le rezaba, decidió hacerse cristiano. Renunció a la adoración de sus ídolos.


La noticia llegó a oídos del emperador. Enterado Albano, le dio al sacerdote lo que tenía para que escapase. No lo hizo sino que junto con su neófito fueron arrestados.


Ya ante el tribunal, les dijo en su cara que era cristiano. En seguida lo condenaron a muerte.

De camino para el lugar en donde iba a ser ejecutado, Holmhurst. Tuvo que ir por pasos difíciles. La gente, al verlo tan alegre y con los sufrimientos que le proporcionaban, le fue siguiendo y adorando al mismo Dios que hacía Albano.


En lo alto de la colina, cuando el verdugo iba a darle muerte, sintió pena, arrojó la espada y le dijo a todos: “Quiero seguir el ejemplo de este hombre”.


Bautizó al soldado con su propia sangre. A su muerte, hubo muchos milagros, ante los cuales se quedó impresionado el mismo gobernador. San Beda el Venerable decía que siempre se harían milagros en la tumba de este primer mártir de las islas británicas.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com



11:42 p.m.
Etimológicamente significa “ triunfador, victorioso”. Viene de la lengua griega.

Desde el principio Cristo estaba en Dios. Desde el nacimiento de la humanidad, él fue la Palabra viva. Vino a la tierra para hacer accesible la confianza de la fe. Resucitado, hace de nosotros su morada, nos habita.. y descubrimos que el amor de Cristo se manifiesta ante todo por su perdón y su continua presencia.


Estas palabras introductorias han marcado la vida de muchos santos y siguen convirtiéndose hoy en el lema de los creyentes en Cristo.


Sin la presencia vivificadora suya, ¿qué sería de nosotros?

Nació en el año 335 y murió en el 414.

Este santo fue un amigo íntimo de san Paulino de Nola. Lo nombraron obispo de Remesiana (Bela Palanca en Serbia) en el 370.


No se conoce mucho acerca de su vida, salvo que fue muy conocido por sus actividades misioneras, especialmente entre los Godos, Dacianos y Bessi.


Todo esto lo conmemora Paulino en un bello poema.

Eran amigos. Nicetas tuvo la ocasión – y si no se las buscó – de visitarle dos veces en Italia.


Habla de él como en auténtico evangelista entre los habitantes de una tierra gélida.


Nicetas escribió una exposición muy importante acerca del Credo de lo Apóstoles, disertaciones sobre la fe, la Trinidad y el valor de los salmos cantados.


Escribió también sobre la importancia del canto en la iglesia. Se cree que fue él el autor y redactor del TE DEUM.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


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11:42 p.m.
Nacido en Tarentasia, hacia el 1225; elegido en Arezzo el 21 de enero de 1276; murió en Roma el 22 de junio de 1276. Tarentasia en el alto Isère en el sudeste de Francia ciertamente fue su provincia natal, y el poblado de Champagny con alta certeza fue su lugar de nacimiento. A los dieciseis años ingresó a la orden de los dominicos.

Luego de completar sus estudios en la Universidad de París, de dónde se graduó con una maestría en teología sagrada en 1259, logró distinción como profesor de esa institución, en la cual se le conoce como “el más famoso doctor” (Doctor famosissimus). Por algún tiempo fue provincial de su orden en Francia, fue nombrado Arzobispo de Lyon en 1272 y Cardenal-obispo de Ostia en 1273. Jugó un papel importante en el Segundo Concilio Ecuménico de Lyon (1274), durante el cual dio dos discursos a los padres conciliares y también pronunció la oración fúnebre de San Buenaventura.


Al ser elegido sucesor de Gregorio X, de quien era consejero íntimo, tomó el nombre de Inocencio V y fue el primer papa dominico. Su política fue pacifista. Buscó la reconciliación entre los güelfos y los gibelinos en Italia, restauró la paz entre Pisa y Lucca y, medió entre Rodolfo de Habsburgo y Carlos de Anjou. Asímismo, buscó consolidar la unión de los griegos con Roma, la cual había sido pactada en el Concilio de Lyon.


Es el autor de varias obras relacionadas con la filosofía, teología y leyes canónicas, algunas de las cuales aún no se han publicado. La más importante de éstas es su “Comentario sobre las Sentencias de Pedro Lombardo” (Toulouse, 1652). Cuatro tratados filosóficos también son de autoría suya: “De unitate formæ”, “De materia cæli”, “De æternitate mundi”, “De intellectu et voluntate”. Algunos críticos también le adjudican un comentario sobre las Epístolas Paulinas, el cual frecuentemente se publica bajo el nombre de Nicolás de Gorran (Colonia, 1478).



5:10 a.m.
Su vida hizo honor a su nombre.

Parece ser que su candidez y humildad jalonaron su ministerio en Mérida, capital de la provincia Lusitana, en el tiempo de la España visigoda.


Se cuenta de él que su santidad y penitencia las ponía al servicio para impetrar las lluvias, tan deseadas en los tiempos de sequía, presidiendo rogativas, que siempre eran escuchadas por el Omnipotente.


Cuando lo eligieron para ser consagrado obispo, era, según se nos dice, el último en el orden de los diáconos. Y lo consagraron para servir a la diócesis emeritense como sucesor del gran obispo visigodo Masona que abrió la «Edad de Oro» del episcopado de Mérida. «Después de él fue elegido un virtuoso varón, de suma santidad y llaneza, llamado Inocencio, cuya condición la expresa bien su propio nombre. Inocente, en verdad, y cándido; que a nadie juzgó, a nadie condenó, a nadie enjuició; y vivió humilde y piadoso todos los días de su vida»


Asistió al Concilio de Toledo del año 610 que preside San Leandro de Sevilla en tiempos de Gundemaro.


Debió estar pocos años al frente de su sede.


Su fiesta es el 21 de junio.



5:10 a.m.



















Radulfo de Bourges, Santo
Radulfo de Bourges, Santo

Obispo de Bourges


Martirologio Romano: En Bourges, en Aquitania, hoy en Francia, san Radulfo, obispo, el cual, solícito por la vida sacerdotal, junto con presbíteros de la Iglesia que tenía encomendada recogió textos de los santos Padres y de los cánones para uso pastoral. ( 866)

Etimológicamente: Radulfo = Consejero valiente, es de origen germano



San Radulfo (cuyo nombre aparece también como Ralph, Rodulphus o Raúl), era el hijo del conde Raúl de Cahors. Desde su niñez fue confiado a la tutela de Bertrand, el abad de Solignac, de quien aprendió a amar las órdenes monásticas, a pesar de que se tiene entendido que él mismo nunca recibió el hábito. Pero ya fuese o no religioso, lo cierto es que en varias ocasiones desempeñó el puesto de abad, incluso quizá en los famosos monasterios de Saint-Médard y Soissons, a los que habían hecho donativos y otorgado privilegios los padres de Radulfo. En 840, fue elevado a la sede arzobispal de Bourges y, a partir de entonces, desempeñó un papel descollante en los asuntos eclesiásticos, dentro y fuera de su diócesis. Se le consideraba como uno de los clérigos más sabios de su tiempo, y en todos los sínodos se reclamaba su presencia. En una de aquellas asambleas, la de Meaux, en 845, se adoptaron las medidas para salvaguardar los ingresos para los hospicios, particularmente los de Escocia {en realidad, Irlanda), y se determinó que todo aquel que metiese mano en dichos ingresos recibiría el estigma de «asesino de los pobres».

San Radulfo empleó toda su fortuna personal en la fundación y construcción de monasterios para hombres y mujeres. Entre sus abadías más famosos figuran la de Dévres, en Berri, la de Beaulieu-sur-Mémoire, la de Végennes, en la región del Limousin y la de Sarrazac, en Quercy.


No fue el menor de sus muchos servicios a la Iglesia la compilación de un libro de instrucciones pastorales destinadas a sus clérigos, y fundado en las capitulares de Teodulfo, obispo de Orléans. Su principal objetivo era el de reanimar el espíritu de los antiguos cánones y corregir los abusos. Por entonces se necesitaban con toda urgencia directivas claras y precisas con respecto al tribunal de la penitencia, a fin de remediar los errores provocados por la ignorancia y por la adopción de normas no autorizadas que se atribuían, equivocadamente, a varios santos y maestros famosos. San Radulfo actuó con mucha prudencia al someter a la consideración de sus clérigos aquellas instrucciones, antes de dar su libro a la publicidad. Al cabo de algún tiempo, la obra fue olvidada y no volvió a saberse de ella hasta principios del siglo dicisiete, cuando fue descubierta de nuevo. El escrito demuestra que su autor era muy versado en los escritos de los Padres y en los decretos de los concilios.


No existe, al parecer, una biografía propiamente dicha de san Radulfo, escrita en los tiempos medievales. En el Acta Sanctorum hay un relato formado por fragmentos tomados de diversas fuentes.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


VIDAS DE LOS SANTOS Edición 1965

Autor: Alban Butler (†)

Traductor: Wilfredo Guinea, S.J.

Editorial: COLLIER´S INTERNATIONAL - JOHN W. CLUTE, S. A.






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