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Martirologio Romano: En Numancia, en la Hispania Cartaginense, san Saturio, eremita (606).

Etimología: Saturio = saturado. Viene de la lengua latina.


San Saturio, fue un noble visigodo del siglo IV, que repartió todos sus bienes entre los pobres y se retiró a a una cueva cercana a la ciudad de Soria, junto al Duero, para meditar y enseñar a quienes a él acudían.


La ermita del santo anacoreta se sostiene espectacularmente sobre una peña abierta por amplia cueva. Frente a la verja de entrada, una vidriera muestra al santo adoctrinando a su discípulo, San Prudencio, quien más tarde fue obispo de Tarazona y canonizó a su maestro. Al fondo se encuentra una espaciosa sala del s. XVIII con bancos de piedra y un busto del santo. Se trata del lugar donde celebraba sus juntas el Cabildo de Heros, Hermandad de labradores sorianos. Más arriba, subiendo por la escalera adyacente, se llega a la cueva de San Miguel, de quien era muy devoto San Saturio y lugar donde según la tradición habitó durante 36 años, y a la derecha, una losa donde se cuenta que se encontraron en 1580 sus reliquias.


Los frescos de la capilla, que reflejan la leyenda saturiana en las paredes y es una antología del anacoretismo primitivo en la cúpula, fueron pintadas por Juan Antonio Zapata, discípulo de Lucas Jordán y de Palomino, que concluyó su obra en 1704.


San Saturio es el patrón de la ciudad de Soria, España, y una figura muy entrañable y querida por los sorianos.



Martirologio Romano: En Lyon, en Francia, beato Antonio Chevrier, presbítero, que instituyó la Obra de la Providencia del Prado, para preparar sacerdotes destinados a enseñar la doctrina cristiana a jóvenes pobres (1879).

Nació en Lión el 16 de abril de 1826 de una familia modesta. A los diecisiete años el joven Antonio sintió la llamada al ministerio sacerdotal. En el primer año de los estudios teológicos pensó seriamente ingresar en el Instituto de Misiones extranjeras de París. No logró realizar su deseo, pero el anhelo misionero permaneció en él y se manifestó concretamente en el momento de su ordenación sacerdotal, en 1850, cuando aceptó gustoso el nombramiento rechazado por otros, de vicario en la parroquia de San Andrés, en pleno barrio obrero, en medio de los pobres. Allí ejerció un apostolado fructuoso por su caridad inagotable.


La noche de Navidad de 1856, delante del pesebre, recibió la revelación de la divina pobreza y el amor de Navidad, y desde entonces, como perfecto imitador de San Francisco de Asís, vivió una vida cada vez más pobre. Alentado por el santo Cura de Ars aceptó en 1857 el oficio de director espiritual de la “Ciudad del Niño Jesús”, una obra fundada en Lión para niños pobres, que se proponía sobre todo la preparación de los niños para la primera comunión y la acogida de niños abandonados. En 1859 decidió fundar una obra suya en favor de los muchachos marginados. Con la ayuda de Fray Pedro Louat y de Sor Amelia y Sor María compró un gran salón de baile, situado cerca de la parroquia de San Andrés en Lión, que se llamaba “Prado” y que fue el centro de sus obras asistenciales.


A la obra para los muchachos añadió pronto una escuela para clérigos de la cual salieron los sacerdotes que formaron la “Sociedad de los Sacerdotes del Prado”. Antonio Chévrier está ciertamente entre los primeros en tomar conciencia de la apostasía de las masas y del riesgo que corría el sacerdote permaneciendo lejos de los pobres. Por eso quiso “sacerdotes pobres entre los pobres”, verdaderos testigos de Cristo buen samaritano y, como él, solícitos sobre todo de la salvación de los hermanos.


Como los grandes apóstoles de la juventud, Antonio meditaba a menudo las palabras de Jesús (Mc 10,14): “Dejad que los niños vengan a mí y no se lo prohibáis, porque de los que son como ellos es el reino de Dios”. “Si no os convertís y no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos (Mt 18,3). “El que acoge a uno de estos mis pequeños, a mí me acoge!”.


En Lión, después de un año de agudos dolores a causa de una úlcera, se durmió en la paz de los santos el 2 de octubre de 1879, a los 53 años. Fue beatificado por Juan Pablo II durante su peregrinación apostólica a Lión el 4 de octubre de 1986.



Martirologio Romano: En Fianarantsoa, en la isla de Madagascar, beato Juan Beyzym, presbítero de la Compañía de Jesús, que ejerció su ministerio junto a los leprosos, a los que prodigó una obra de caridad en favor de sus cuerpos y de sus espíritus (1912).

Nacido en Beyzymy Wielkie (actualmente Ucrania), el 15 de mayo de 1850 y murió el 2 de octubre de 1912, en en Fianarantsoa, Madagascar, es el apóstol de los leprosos de Madagascar.


Fray Beyzym fue el primer sacerdote en vivir entre las víctimas de la enfermedad de Hansen (lepra) en la historia de la misión de Madagascar.


Apostolado instrucción


Después de que sus estudios secundarios, él entró al noviciado Jesuíta Stara Wies el 10 de diciembre de 1872. Se ordenó el 26 de julio de 1881 en Kraków.


Fray Beyzym trabajó durante 17 años como un educador de jóvenes en las Universidades Jesuítas de Tarnopol y Chyrów. Durante todo este tiempo él estaba discerniendo un llamado de Dios para servir en la difícil misión entre los leprosos en Madagascar. En 1898, cuando tenía 48 años, viajó hacia Madagascar para empezar su apostolado. "Yo sé muy bien", escribió en 1897 a Fray Louis Martin (General en Roma), "lo que es la lebra y lo que debo esperar, pero todo esto no me asusta, al contrario, me atrae."


Misión entre los leprosos en Madagascar


Apenas llegado a Red Island (Madagascar) fue enviado al leprocomio de Ambahivoraka cerca de Antananarivo, donde 150 personas enfermas vivían en abandono casi total en el desierto, lejos de las personas sanas. Vivían en chozas que eran divididas en pequeños cuartos sin piso ni moviliario. No recibían ninguna medicación y vivían, día a día, sin ningún tipo de asistencia. Muchos morían a menudo de hambre en lugar de su enfermedad.


Después de dos semanas en el hospicio, Fray Beyzym escribió en 1899 a Rodolphe de Scorraille, Superior de la Provincia de Champagne y sus misiones, una carta para presentar las condiciones indescriptibles encontró y admite que le pidió al Señor que le ayudara a traer alivio a esta miseria y que lloró en privado por los sufrimientos de estas personas.


Sin embargo, él no se doblegó ante esta realidad. Consagró toda su fuerza, sus talentos como organizador y, sobre todo, su corazón al enfermo. Vivió entre ellos para demostrarles el hecho de que eran seres humanos y que ellos merecían la salvación.


Recolectó dinero y probó ayudándolos de cuanta manera pudo. En aquel momento no existía ninguna medicación eficaz para la enfermedad de Hansen. Sin embargo, Fray Beyzym notó que una comida saludable y la higiene adecuada limitaba el contagio, y que estas dos condiciones juntas impidian progresar a la enfermedad.


Fray P. Sau, testigo ocular, escribió de Fr Beyzym que durante su vida, "sorprendido dolorosamente por la visión de la pobreza extrema de Ambahivoraka, llamó a la caridad de sus compatriotas polacos y pronto pudo aumentar la ración de arroz de sus niños. La mejora en la dieta redujo el número de entierros de 5 o 7 por semana a 5 por año" (La Mission de Madagascar a vol d´oiseau, pp. 62-63).


Otro testigo ocular, Fray A. Niobey, escribió sobre la devoción de Fray Beyzym al cuerpo y alma del enfermo: "Su devoción a sus leprosos era inquebrantable. No poseía nada, pero entregaba lo poco que podía disponer desinteresadamente. Su respuesta a cada objeción siempre era: "Lo que hagas a la menor de mis criaturas a mi me lo haces. Nosotros debemos hacer como los comerciantes de esta tierra: debemos buscar la mayor ganancia" (Carta, junio 3 de 1913).


Respondiendo al provincial que le preguntó sobre las condiciones de trabajar con los enfermos, dijo: "Uno debe estar en unión constante con Dios y debe orar sin la tregua. Uno debe acostumbrarse poco a poco al hedor, aquí nosotros no respiramos el olor de flores sino el olor de putrefacción generado por la lepra en los cuerpos". (Carta, abril 18 de 1901).


Sin embargo, esto "habilidad" no vino en seguida. Fray Beyzym admitió que al principio sentía repulsión a la vista de las víctimas. Varios veces incluso se desmayó.


Su ardiente meta era construir un hospital donde los leprosos tendrían cuidados de y se protegerían de la permisibidad moral que prevaleció en los hospicios. En 1903 dejó Ambahivoraka para ir a construir un hospital a Marana cerca de Fianarantsoa. Hablando de la inauguración del hospital el 16 de agosto de 1911, Fray J. Lielet, doctor en medicina, dijo "el leprocomio de Fray Beyzym ha sido abierto finalmente.... La construcción y equipamiento de este inmenso hospital en un país donde falta todo era una tarea colosal, pero él completó la tarea. Llegando sin dinero, encontró maneras de colectar miles de francos en Europa (principalmente en Polonia, Austria y Alemania) para semejante distante proyecto, su confianza en la ayuda de Dios era inbatible. La providencia ha realizado casi milagros para él" (Chine, Ceylan, Madagascar, 1912, pág. 94). Él deseaba lograr condiciones de vida más humana para las víctimas de la enfermedad de Hansen.


El hospital todavía existe hoy e iradia amor, esperanza y justicia - las virtudes que hicieron su construcción posible. Desde 1964 pequeñas casas han sido construidas cerca al hospital para alojar a los familiares de los enfermos.


Vida interna, alma de su apostolado.


La vida interna de Fray Beyzym está marcada por una atadura profunda con Cristo y la Eucaristía. La Misa era el centro de su vida; él deploró el hecho que la pequeña iglesia cerca de la misión no tenía ni siquiera un tabernáculo permanente y que durante la estación lluviosa el agua goteaba sobre el altar durante Misa. Él era gran devoto de María y atribuyó sus éxitos a María siendo él tan sólo su instrumento. Era un hombre de acción y un obrero incansable, pero también un hombre de oración - Atribuyó a la oración un papel esencial en su vida apostólica, subrayando su importancia para lograr santidad. Fray Beyzym era un contemplativo en acción en el estilo de San Ignacio de Loyola. Tenía problemas diarios y batalló contra mil cuidados y sufrimientos, pero era sobre todo un hombre de oración. La oración era la fuente de su fortaleza. No teniendo mucho tiempo por la oración callada, oraba todo el tiempo y en todas partes. Repitía a menudo que su oración no merecía mucho la pena y que tenía problema orando. Por esto era qué él les pidió a las monjas Carmelitas que oraran para él.


Fué beatificado por Su Santidad Juan Pablo II el 18 de agosto del 2002, en Kraków, Polonia



San Eleuterio, mártir

En Nicomedia, de Bitinia, san Eleuterio, mártir (s. III/IV).


San Beregiso, abad


En Andage o Andain, en los bosques de Ardennes, en Austrasia, san Beregiso, abad, que fundó en este lugar un monasterio de canónigos regulares, el cual presidió con fidelidad (c. 725).


San Teófilo, monje


En Constantinopla, conmemoración de san Teófilo, monje, que, por defender el culto de las santas imágenes, fue torturado cruelmente por el emperador León el Isáurico y después exiliado (795).


San Ursicino, abad y obispo


En la Recia, san Ursicino, obispo de Chur (Coira) y primer abad del monasterio de Disentis, que él mismo había fundado (s. VIII).


Beatos Luis Yakichi y Lucía, Andrés y Francisco, mártires


En Nagasaki, en Japón, beatos Luis Yakichi y Lucía, esposos, junto con sus hijos Andrés y Francisco, mártires, que murieron por Cristo. La madre y los hijos fueron degollados en presencia del padre, y éste fue quemado vivo (1622).


Beato Jorge Edmundo René, presbítero y mártir


En el mar frente a Rochefort, en el litoral norte de Francia, en una vieja nave anclada, beato Jorge Edmundo René, presbítero y mártir, que, siendo canónigo de Vézelay, durante la Revolución Francesa fue encarcelado por su condición de sacerdote, muriendo víctima de tuberculosis (1794).


Beatos Francisco Carceller, religiosos presbíteros y mártires


Cerca de Castellón, en el levante español, beatos Francisco Carceller, de la Orden de los Clérigos Regulares de las Escuelas Pías, e Isidoro Bover Oliver, de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, presbíteros y mártires, que, durante la persecución, en odio al sacerdocio fueron fusilados junto al muro del cementerio, consumando así su martirio (1936).




Beata María Antonina Kratochwil, religiosa mártir


En la ciudad de Stanislanòw, de Polonia, beata María Antonina Kratochwil, virgen, de la Congregación de las Hermanas de las Escuelas de Nuestra Señora y mártir, que, durante la guerra mundial, fue encarcelada por su fe y murió a causa de las torturas soportadas por Cristo (1942).



Martirologio Romano: Memoria de san Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia, que, nacido en Dalmacia, estudió en Roma, cultivando con esmero todos los saberes, y allí recibió el bautismo cristiano. Después, captado por el valor de la vida contemplativa, se entregó a la existencia ascética yendo a Oriente, donde se ordenó de presbítero. Vuelto a Roma, fue secretario del papa Dámaso, hasta que, fijando su residencia en Belén de Judea vivió una vida monástica dedicado a traducir y explicar las Sagradas Escrituras, revelándose como insigne doctor. De modo admirable fue partícipe de muchas necesidades de la Iglesia y, finalmente, llegando a una edad provecta, descansó en la paz del Señor (420).

Etimología: Jerónimo = Aquel que lleva nombre santo, viene del griego


El IV siglo después de Cristo, que tuvo su momento importante en el 380 con el edicto del emperador Teodosio que ordenaba que la fe cristiana tenía que ser adoptada por todos los pueblos del imperio, está repleto de grandes figures de santos: Atanasio, Hilario, Ambrosio, Agustín, Crisóstomo, Basilio y Jerónimo.


Este último nació en Estridón (Dalmacia) hacia el año 340; estudió en Roma y allí fue bautizado. Su espíritu es enciclopédico: su obra literaria nos revela al filósofo, al retórico, al gramático, al dialéctico, capaz de pensar y escribir en latín, en griego, en hebreo; escritor rico, puro y robusto al mismo tiempo. A él se debe la traducción al latín del Antiguo y del Nuevo Testamento, que llegó a ser, con el titulo de Vulgata, la Biblia oficial del cristianismo.


Jerónimo es de una personalidad fortísima: en cualquier parte a donde va suscita entusiasmos o polémicas. En Roma fustiga los vicios y las hipocresías y también preconiza nuevas formas de vida religiosa, atrayendo a ellas a algunas mujeres influyentes patricias de Roma, que después lo siguen en la vida eremítica de Belén.


La huída de la sociedad de este desterrado voluntario se debió a su deseo de paz interior, no siempre duradero, porque de vez en cuando reaparecía con algún nuevo libro. Los rugidos de este “león del desierto” se hacían oír en Oriente y en Occidente. Sus violencias verbales iban para todos. Tuvo palabras duras para Ambrosio, para Basilio y hasta para su amigo Agustín que tuvo que pasar varios tragos amargos. Lo prueba la correspondencia entre los dos grandes doctores de la Iglesia, que se conservan casi en su totalidad. Pero sabía suavizar sus intemperancias de carácter cuando el polemista pasaba a ser director de almas.


Cuando terminaba un libro, iba a visitar a las monjas que llevaban vida ascética en un monasterio no lejos del suyo. El las escuchaba, contestando sus preguntas. Estas mujeres inteligentes y vivas fueron un filtro para sus explosiones menos oportunas y él les pagaba con el apoyo y el alimento de una cultura espiritual y biblica. Este hombre extraordinario era consciente de sus limitaciones y de sus propias faltas. Las remediaba dándose golpes de pecho con una piedra. Pero también se daba cuenta de sus méritos, tan es así que la large lista de los hombres ilustres, de los que hizo un breve pero precioso resumen (el De viris illustribus) termina con un capítulo dedicado a él mismo. Murió a los 72 años, en el 420, en Belén.


Si quieres ahondar más en la vida de Jerónimo consulta corazones.org en donde también tienen una biografía completa de San Jerónimo



Fundador y santo patrón de la Iglesia Apostólica Armenia, llamado el segundo Iluminador de Armenia, tras los apóstoles Judas Tadeo y Bartolomé.

Martirologio Romano: En Armenia, san Gregorio, apellidado el Iluminador, obispo, que, después de sobrellevar muchos trabajos, se retiró a una cueva cerca de la confluencia del Éufrates ramificado y allí descansó en paz. Es considerado apóstol de los armenios (c. 326).

Etimología: Gregorio = aquel que está siempre preparado


Pertenecía a la línea real de la Dinastía arsácida, siendo el hijo de un parto de nombre Anak, que asesinó a Chosrov I rey de Armenia, y por lo tanto, trajo la ruina sobre sí mismo y su familia. Su madre se llamaba Okohe, y los biógrafos armenios afirman que la primera influencia cristiana que recibió fue en el momento de su concepción, que tuvo lugar cerca del monumento elevado a la memoria del santo apóstol Tadeo.


Educado en Cesarea de Capadocia por un cristiano noble llamado Euthalius, Gregorio solicitó, al llegar a la mayoría de edad, ser el encargado de evangelizar en la doctrina cristiana su tierra natal. A los 22 años se casó con una cristiana de nombre Mariam, de cuyo matrimonio nacen dos hijos, Vartanés y Aristakés. Tras siete años de enlace, interrumpen su vida matrimonial de común acuerdo, siguiendo las enseñanzas de san Pablo. Gregorio se va de Cesarea y Mariam se retira a un convento, para llevar una vida retirada, pero sin ser religiosa.


Evangelizador de Armenia


En ese momento reina el Armenia Tiridates III, hijo del rey Chosroes. Influido en parte por el hecho de que Gregorio era el hijo del enemigo de su padre, capturó a Gregorio y le sometió a un cruel encarcelamiento de catorce años en un agujero en la llanura de Ararat. En ese mismo lugar se levanta hoy en día la iglesia de Khor Virap, cerca de la histórica ciudad de Artashat.


Las crónicas ortodoxas describen numerosas y variadas formas de tortura sufridas por el santo, hasta llegar a ser juzgado y condenado a muerte en doce ocasiones, penas a las que sobrevivió, ayudado, según la tradición, por una mujer creyente que le llevaba cada día un trozo de pan.


Tirídates cayó en profunda tristeza, rozando con la locura y durante un día de caza, comienza una vida errante en el bosque, padeciendo un síndrome similar a la licantropía, ante el que nadie podía acercársele ni llevarlo al palacio. La hermana del rey tiene, según la leyenda, una visión, en la cual Dios le revela que solamente Gregorio, que está en la mazmorra de Artashat, puede curar a su hermano. Gregorio fue requerido para restaurar la razón del rey, en base a su reconocida santidad. Una vez en la corte, predica la religión cristiana y hace oración a Dios para curar al rey Tirídates. Cuando éste sana, pide el bautismo y en 301, Armenia se convirtió en el primer país que adoptó el cristianismo como religión del estado.


Éxito


La causa del cristianismo parecía garantizada: el Rey, los príncipes y el pueblo compitieron entre sí en la obediencia a Gregorio. Como resultado, se establecieron numerosos monasterios, iglesias y escuelas. En 302, Gregorio recibió su consagración como Patriarca de Armenia de parte de Leontius de Cesarea. En 318 Gregorio nombró a su hijo Aristaces como su sucesor.


Hacia el año 331 se retiró a una cueva y vivió como un ermitaño en el Monte Sebuh, en la provincia de Daranalia en la Alta Armenia, y allí falleció pocos años después sin que nadie le acompañase. Cuando se descubrió que había muerto, su cadáver fue trasladado a la aldea de Thodanum (o Tharotan). Los restos del santo fueron repartidos por varios países a modo de reliquias. Se cree que su cabeza se encuentra en Italia, su mano derecha en Echmiadzin, Armenia, y su izquierda en la Santa Sede de Cilicia, en Antelias, Líbano.


A su muerte la Iglesia armenia se convirtió en extremadamente rica, pues además de los antiguos templos que el rey había confiscado para los católicos, se le otorgaron grandes extensiones de tierra. La iglesia se convirtió en la dueña de aproximadamente 10000 explotaciones ganaderas, que fueron utilizadas igual por el clero que por los príncipes. Era tal la importancia económica de la institución que durante las épocas de guerras la iglesia estaba obligada a ayudar al rey con soldados e impuestos. Se sabe que la iglesia, en un caso de necesidad, se vio obligada a proporcionar al rey 5.000 caballeros y 4.000 soldados de infantería.


La fuente más autorizada de la vida de Gregorio es Agathangelos, secretario del rey, cuya Historia de Tiridates fue publicado por el Mekhitarists en 1835. También aparece ampliamente en la Historiae Armenicae de Moisés de Chorene y en la obra de Simeon Metaphrastes. en 1749 se publicó en Venecia una biogrfía de Gregorio compuesta por el Vartabed Mateo, publicado en armenio, obra se tradujo al inglés por el reverendo S.C. Malan en 1868.


Gregorio es venerado en la Iglesia Católica Apostólica Romana, Iglesia Católica Armenia, Iglesia Apostólica Armenia, Iglesia Ortodoxa, Antiguas Iglesias Orientales y por las Iglesias Orientales Católicas.





Martirologio Romano (1956): En Roma, santa Sofía, Viuda, madre de las santas Vírgenes y Mártires Pistis (Fe), Elpis (Esperanza) y Agape (Caridad). ( c.s.II)

Etimológicamente: Sofía = aquella que posee sabiduría, viene del griego.

Sonia = variante rusa de Sofía.



Sofía se veneraba juntamente con sus tres hijas: Pistis, Elpis y Agape, nombres que significan Sabiduría, Fe, Esperanza y Caridad.

Santa Sofía, sabiamente, enseñó a sus tres hijas en el temor de Dios. Cuando ella tenían ocho, diez y once años respectivamente, su madre se mudó a Roma y las llevó con ella. Todos los domingos, las cuatro visitaban juntas las diversas iglesias de la ciudad.


Santa Sofía hizo amistad con muchas matronas romanas y logró convertir a varias de ellas. Alguien denunció este hecho ante el emperador Adriano, quien al conocer a las tres niñas quedó tan prendado de ellas y de su hermosura que intentó adoptarlas como hijas, pero como a este proyecto se enfrentaran firmemente tanto las niñas como su madre, el emperador las condenó a diferentes tormentos.


De torturar a Fe, la mayor, se encargaron treinta y seis soldados, quienes primero la azotaron, y luego, delante de una enorme multitud, le arrancaron de cuajo los pechos. Cuantos presenciaron tan terribles escenas fueron testigos de que mientras las heridas que los azotes produjeron en el cuerpo de la jovencita brotaba leche en vez de sangre, de las de sus senos manaba sangre en lugar de leche. En vista de este milagro, el público empezó a protestar y a insultar al césar, calificando su proceder de injusto. Fe, a pesar de que estaba contenta de padecer aquellos suplicios por Cristo, unió sus voces a las de la multitud e despreció también al emperador. Entonces éste ordenó que colocaran a la doncella sobre una parrilla de hierro incandescente. Ilesa salió la niña de tan terrible tormento, tercero de la serie de ellos a que fue sometida, e ilesa salió del cuarto que a continuación le aplicaron, que consistió en ser arrojada a una sartén llena de aceite y de cera hirviendo, visto lo cual Adriano mandó a sus verdugos a que la degollaran, y a través de esta quinta tortura la santa niña murió.


Inmediatamente el emperador hizo comparecer a Esperanza, y como no logró doblegar su voluntad para que sacrificara ante los ídolos, ordenó que la metieran en una caldera en la que hervía a borbotones un líquido compuesto de grasas, cera y resina derretidas. Al introducir a la muchachita en el recipiente, las gotas que de él saltaron produjeron quemaduras en los infieles que presenciaban el espectáculo; pero, como a Esperanza aquel baño no le producía ni la más mínima lesión, Adriano mandó que la sacaran de la caldera y que le cortaran la cabeza con una espada.


Mientras duraron los martirios de sus dos hijas mayores, Sofía permaneció al lado de Caridad dándole ánimos, y ésta, a pesar de ser tan pequeñita, ni trató de congraciarse con el emperador, ni cuando le llegó el turno hizo caso alguno de los halagos ni de sus amenazas, por lo cual el impío Adriano mandó que la tendieran en el suelo y que le descoyuntaran todos sus miembros; después, la apalearon, luego la azotaron con varas, seguidamente la arrojaron a un horno encendido del que salían aparatosas y prolongadas llamas que alcanzaron y abrasaron a muchos idólatras que se encontraban cerca, presenciando el macabro espectáculo. La niña, sin embargo, totalmente ilesa, y radiante como el oro, risueña y feliz, iba de un lugar a otro, paseando contenta, entre el fuego de la hoguera. Desde el exterior los verdugos atravesáronle el cuerpo con barras de hierro al rojo vivo; mas como tampoco esto hiciera mella en el ánimo de la pequeña, Adriano mandó que la degollaran, como a sus hermanas. De este modo, Caridad, que había sufrido alegremente las pruebas a las que fue sometida, conquistó también la corona del martirio.


La santa madre, ayudada por alguno de los presentes, enterró los cuerpos de sus santas hijas, y postrada ante la tumba común, exclamaba:


- ¡Hijas mías queridísimas! ¡Yo quiero reunirme con vosotras!


Algún tiempo después Sofía murió en la paz del Señor. Su cuerpo fue enterrado por los cristianos en la misma sepultura de sus hijas. También ella fue mártir, puesto que padeció en sus entrañas maternales cada uno de los tormentos que padecieron sus tres hijas.


Adriano acabó su vida roído de podredumbre y de remordimientos, reconociendo que se había comportado inicuamente con aquellas santas y cruelmente con los adoradores de Cristo.


Esta historia se encuentra recopilada en la Leyenda Dorada.



Martirologio Romano: En Canterbury, en el condado de Kent, en Inglaterra, san Honorio, obispo, antes monje romano, enviado por el papa san Gregorio I Magno como compañero de san Agustín para evangelizar Inglaterra, a quien sucedió, finalmente, en la sede episcopal (653).

Etimología: Honorio = que recibe dones. Viene de la lengua griega.


Este prelado era romano por nacimiento y monje por vocación. San Gregorio el Grande, que conocía las virtudes, la destreza y la sabiduría de Honorio en las ciencias santas, le eligió para que formase parte del grupo de misioneros que envió para evangelizar a los ingleses, aunque no se sabe si Honorio llego con el primer grupo que acompañaba a San Agustín o hizo el viaje más tarde. A la muerte de San Justo, en 627, se eligió a Honorio como obispo de Canterbury. San Paulino, obispo de York, le consagró en Lincoln y, poco después, recibió el palio que le enviaba el Papa Honorio I junto con una carta en que el Santo Padre mandaba que, en caso de que alguna de las dos sedes: la de Canterbury o la de York, quedase sin su titular, el otro obispo debería consagrar a la persona elegida para ocupar la sede vacante, "en vista", decía el Pontífice, "de la enorme distancia de tierra y de mar que nos separa de vosotros." A fin de confirmar aquella delegación de los poderes patriarcales para consagrar obispos, el Santo Padre envió también un palio al obispo de York.


Honorio, el nuevo arzobispo, comprobó con júbilo creciente que la fe de Cristo se extendía, a diario, hacia todos los rincones de las islas y que el espíritu del Evangelio se arraigaba en los corazones de numerosos siervos de Dios. Su propio celo y su ejemplo contribuyeron grandemente a esos progresos, durante los veinticinco años en que ejerció su episcopado.


Uno de sus primeros actos y de los más importantes fue el de consagrar al burgundio San Félix como obispo de Dunwich y enviarlo en una misión destinada a convertir a los anglos del oriente. Tras la muerte del rey Edwin en el campo de batalla, su vencedor, el "cadwallon" de Gales, "con una crueldad peor que la de cualquier pagano", como dice San Beda, "resolvió exterminar a todos los ingleses en las Islas Británicas" y comenzó por hacer una incursión devastadora y sangrienta en Nortumbría. Fue entonces cuando San Paulino huyó junto con la reina Etelburga, y ambos recibieron, con San Honorio, generosa hospitalidad. Pasado el peligro, Honorio designó a San Paulino para que ocupase la sede vacante de Rochester. A la muerte de San Paulino, precisamente en Rochester, en el 644, Honorio consagró en su lugar a San Ithamar, un sacerdote de Kent que fue el primer obispo inglés.


El 30 de septiembre de 653, murió San Honorio y fue sepultado en la iglesia de la abadía de San Pedro y San Pablo en Canterbury. A este santo se le nombra en el Martirologio Romano y se le conmemora en la diócesis de Southwark y de Nottingham.















Monje Eremita


Martirologio Romano: En Roma, san Simón, monje, antes conde de Crespy, en Francia, que, renunciando a la patria, al matrimonio y a todo, eligió la vida monástica y después la eremítica en las montañas del Jura, y reclamado muchas veces como legado de paz para conciliación entre príncipes, murió finalmente en Roma, siendo sepultado en la Urbe, en la basílica de San Pedro (1082).


Simón, conde de Crépy, en la región de Valois, estaba emparentado con Matilde, la esposa de Guillermo el Conquistador, y se educó en la corte de ese rey. Gozaba de la confianza y los favores de Guillermo, quien le llevó consigo a las campañas contra Felipe I de Francia para arrojarlo de las tierras de Normandía. Se dice que al término de aquella guerra, el padre de Simón murió en la localidad de Montdidier y éste se propuso transportar el cadáver hasta las tierras de Crépy para sepultarlo; y sucedió que en el largo trayecto el cuerpo del conde entró en descomposición y su hijo, después de velarlo toda la noche en solitaria meditación sobre lo transitorio de esta vida, sepultó los restos en el campo y regresó a la corte decidido a hacerse monje. Asimismo se afirma que acabó por convencer a su prometida, la hija de Hildeberto, conde de Auvernia, para que ingresara a un convento y así, un buen día, los dos novios huyeron juntos de la corte, pero no para casarse, como lo pensaban todos los cortesanos, sino para entregarse a la vida del claustro. La joven quedó a buen resguardo con las monjas, pero cuando Simón se dirigía a otro monasterio para hacer lo propio, fue alcanzado por los enviados del rey, quienes le llevaron de nuevo a la corte. Ahí Guillermo el Conquistador le reveló al noble joven que deseaba casarlo con su propia hija Adela. Simón no se atrevió a rechazar directamente los ofrecimientos de su real benefactor, pero trató de demorar la boda y partió en viaje a Roma con el pretexto de averiguar en la Santa Sede si su proyectado matrimonio era legal en vista de que la hija del rey era su pariente. Pero ni siquiera llegó a la mitad del camino, porque a su arribo a la ciudad de Condal, en el Jura, se hospedó en la abadía de Saint-Claud, ahí tomó el hábito y no lo abandonó jamás.

Lo mismo que a muchos otros monjes pertenecientes a la nobleza, los superiores y los familiares de Simón insistieron para que emplease su influencia en arreglar discordias y restablecer los derechos. San Hugo de Cluny le envió ante el rey de Francia para que recuperase unas tierras que habían sido quitadas al monasterio y, asimismo, intervino activamente para obtener la reconciliación entre Guillermo el Conquistador y sus hijos. Cuando el Papa San Gregorio VII, en conflicto con el emperador, decidió concertar un acuerdo con Roberto Guiscard y sus normandos que ocupaban parte del territorio de Italia, mandó llamar a San Simón para que le ayudase en las negociaciones. Estas concluyeron felizmente en la ciudad de Aquino, en 1080 y, desde entonces, el Papa conservó a su lado a Simón. Este murió en Roma y recibió los últimos sacramentos de manos del propio San Gregorio.

¡Felicidades a quienes lleven este nombre!






Martirologio Romano: Don Luis Monza, sacerdote de la Archidiócesis de Milán y fundador de las Pequeñas Apóstoles de la Caridad.

Fecha de beatificación: 30 de abril de 2006 por el Papa Benedicto XVI, en ceremonia realizada en Milán, Italia.



Nació en Cislago, provincia de Varese (Italia), el 22 de junio de 1898, en una familia campesina cuyas únicas riquezas eran el trabajo y la fe. Entró en el seminario a los dieciocho años, después de haber conocido a fondo la fatiga del trabajo del campo.

El 19 de septiembre de 1925 recibió la ordenación sacerdotal, incardinado en la Archidiócesis de Milán.


Como primera labor pastoral, fue destinado al Oratorio masculino de la parroquia de Vedano Olona. El inicio de su ministerio sacerdotal estuvo marcado por todo tipo de pruebas, incluida la cárcel durante el régimen fascista: fue acusado injustamente de haber organizado un atentado. Tras cuatro meses de prisión fue absuelto y liberado.


En 1929 el arzobispo metropolitano lo trasladó al santuario de la Virgen de los milagros de Saronno, donde se dedicó a la animación de la juventud.


Allí, ensanchó su mirada al mundo entero, marcado por la soledad, la tristeza y el egoísmo, pues estaba convencido de que "urgía ayudarle a experimentar el amor de Dios". Se trataba de una gran intuición, aunque tuvo que esperar que el Señor le indicara cuál era el camino concreto que debía seguir.


En particular, ante el mundo "paganizado" tuvo la intuición de ver en la caridad de los primeros cristianos el medio más apto para acercarse al hombre contemporáneo y anunciarle el Evangelio de Cristo. Los cristianos debían ser testigos del amor de Dios dentro de la sociedad misma, en la vida diaria y en la actividad profesional. "Cada uno de vosotros —decía— debe ser un artista de almas. Debemos reproducir la belleza de Jesús no en una tela, sino en las almas. Y el pincel del apostolado no debe caer nunca de nuestra mano".


En 1936 fue nombrado párroco de San Giovanni, en Lecco, donde destacó como "sacerdote según el corazón de Dios". Siempre estaba disponible para los pobres, los enfermos y los perseguidos injustamente. Durante la segunda guerra mundial se esforzó en particular por ayudar a sus feligreses que estaban en el frente de batalla.


En 1937 encontró el camino que el Señor le tenía preparado: fundar el instituto secular de las Pequeñas Apóstoles de la Caridad. Primero creó la asociación "Nuestra Familia" para la asistencia socio-sanitaria, la instrucción y la formación de las personas discapacitadas y menos favorecidas, sobre todo niños, a fin de que pudieran luego insertarse en el difícil contexto social. Las Pequeñas Apóstoles de la Caridad siguen realizando ese apostolado. Están presentes en Italia, Sudán, Brasil, Ecuador; y colaboran también en China, Marruecos y Palestina.


Sin embargo don Luigi Monza no pudo ver el desarrollo de su obra: murió, a causa de un infarto, el 29 de septiembre de 1954.


Su celo en el ministerio parroquial, el esmero que ponía en la catequesis y la liturgia, la predicación fervorosa y concreta, y la cercanía a la gente pobre del barrio, hicieron de él un modelo de vida sacerdotal.


Reproducido con autorización de Vatican.va



Martirologio Romano: En Ossernenon, pasión de san Renato Goupil, mártir, que, médico y cooperador con san Isaac Jogues, fue asesinado a golpes de hacha por un nativo (1642).

Fecha de canonización: Fue canonizado por Pío XI el 29 de junio de 1930, junto con siete mártires del Canadá .



San René Goupil, nació en Anjou (Francia) el 15 de mayo de 1608 y murió el 29 de septiembre de 1642 en Ossernenon (cerca de Nueva York, E.E.U.U.). Es un Santo Mártir jesuita y primer mártir en EE.UU.

Fue bautizado en St-Martin-du-Bois cerca a Angers, Francia el 15 de mayo de 1608. Trabajó como voluntario en hospitales de Quebec junto a los jesuitas, considerándosele un "donado" (persona que, previas fórmulas rituales, ha entrado por sirviente en una orden o congregación religiosa, y asiste en ella con cierta especie de hábito religioso, pero sin hacer profesión).


En 1642 viajó a las misiones de los hurones. Estuvo trabajando en Nueva York con San Isaac Jogues . Fue capturado por los iroqueses y torturado.


Los iroqueses habían desencadenado desde 1642 una guerra implacable, armados por los colonos holandeses establecidos en Nueva Amsterdam, la factoría de la desembocadura del río Hudson (más tarde Nueva York). Las tribus algonquinas y huronesas, aliadas de los franceses, padecieron un feroz ataque. Bajo la amenaza que se cernía, el padre Jogues se ofreció a llevar un mensaje a Quebec desde la misión de Santa María. La flotilla en que viajaba fue capturada por los iroqueses y el padre Jogues y el hermano Renato Goupil, que le acompañaba, quedaron prisioneros.


Goupil perdió la vida el 29 de septiembre de 1642, a manos de un mohawk, furioso porque René ha hecho la señal de la cruz en la frente de su hijo, descarga con todas sus fuerzas, sobre la cabeza del jesuita, el tomahawk, o hacha de guerra. Esto ocurrió cerca de Aviesville, Nueva York.


Es el patrón de los anestesistas.



Martirologio Romano: En el monasterio cisterciense de Longpont, en Francia, beato Juan de Montmirail, que dejó su profesión de esclarecido caballero por la de humilde monje (1217).

Etimología: Juan = Dios es misericordia. Viene de la lengua hebrea.



Una persona cristiana es aquella que está llena de Dios y de su Espíritu. Y cuando esto sucede se siente querido por todo el mundo, y trabaja sin descanso por amor al Evangelio.

Desde niño tuvo la suerte de recibir una educación hondamente cristiana. Su padre, que tenía gran influencia, lo colocó en la corte del rey Luis VII.


El joven era de un espíritu alegre, vivaz, divertido, con valor tanto en el trabajo como en el juego.


El rey de Francia, Felipe Augusto, lo nombró su consejero personal. Se casó con una joven de la alta nobleza.


Desde este instante tan sólo pasaba por su cabeza la pasión de la gloria y de la fama.


Se convirtió en el prototipo de la Edad Media.


Era un señor con dinero en abundancia, buena educación, liberal, guerrero...todo esto y más le hicieron brillar a gran altura entre sus contemporáneos.


Pero se encontró con un religioso que fue su director espiritual. Poco a poco su forma de ser fue cambiando. Pasó del orgullo a la humildad.


Lentamente iba dejando los placeres de la corte por los del espíritu.


Salió para retirarse a sus propiedades en un primer momento; ya no escuchaba los consejos que le daba el rey y se pasaba grandes ratos en oración con los canónigos.


Se hizo una pequeña cabaña para vivir en soledad, sin por eso descuidar sus deberes, entre los que figuraban en primer lugar la educación de sus seis hijos, la administración de sus tierras.


Después dejó sus bienes a su mujer y tomó el hábito de cisterciense en la abadía de Longpont.


Su familia lo trató de loco, la corte lo rechazó y los mismos campesinos se reían de él. Había crucificado su vida con la de Cristo. Murió en el año 1217.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com



Hay personas que entran jóvenes en las congregaciones religiosas, San Alarico entró muy joven en la abadía de los Benedictinos de Eissieden, Suiza.

Se cree que pertenecía a una familia noble e ilustre de los Buckhard.


Antes de ser benedictino, había vivido como ermitaño. Después incluso, siendo muy joven, se iba de vez en cuando a esta vida solitaria a la isla de Ufnau, en el lago de Zurcí.


Una vez que volvía al monasterio, le encargaron que se hiciera cargo de la portería del monasterio.


Había tres clases de porteros: los del coro, para avisar las horas de la oración a cada monje; el portero de los vinos para las comidas y cenas.


Y por último estaba el portero que atendía con amor y exquisitez a los viajeros y huéspedes.


No se sabe cuál de los tres fue el de Aalarico.


Desde luego, no debería estar muy a gusto cuando pidió al abad que lo dejara irse para siempre a la isla de Ufnau.


En ella, entre plegaria, penitencia, meditación de la Palabra de Dios y sus contemplaciones de la naturaleza, murió en el año 973.


Escogió el amor de Dios manifestado en su creación divina.


Jamás sufrió la tentación de la desilusión porque Dios habitaba en su bello corazón.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com



Sacerdote profeso de la Orden de los Frailes Menores, primero Conventual y luego Observante o Bernardino.

Nació alrededor del año 1414 en Dukla (Polonia), cerca de las fronteras de Eslovaquia y de Ucrania. Después de una breve experiencia de vida eremítica, ingresó en la Custodia de los Frailes Menores de Rusia (Rutenio). Ordenado sacerdote, se dedicó a la predicación y al servicio pastoral en los vastos territorios de las actuales repúblicas de Ucrania, Moldavia y Bielorrusia. Fue guardián de varios conventos, entre ellos el de Krosno, y gobernó la custodia de Leópoli. Perdió la vista varios años antes de morir.


Falleció el 29 de septiembre de 1484 en Leópoli (hoy, Lvov, Ucrania), recitando los salmos penitenciales con sus hermanos. Tras su muerte, su fama de santidad se convirtió muy pronto en culto público en toda la región. Su tumba se encuentra en el convento franciscano de su ciudad natal, Dukla.


Clemente XII confirmó su culto inmemorial el 21 de enero de 1733, y lo proclamó copatrono principal del reino de Polonia y del gran ducado de Lituania el 5 de septiembre de 1739.


El proceso de canonización se interrumpió con la repartición de Polonia, y se reanudó en 1945. Juan Pablo II lo canonizó en Krosno (Polonia) el 10 de junio de 1997.



Martirologio Romano: Santos Lorenzo de Manila Ruiz y quince compañeros mártires, tanto presbíteros como religiosos y seglares, sembradores de la fe cristiana en Filipinas, Formosa y otras islas japonesas, a causa de lo cual, por decreto del supremo jefe del Japón, Tokugawa Yemitsu, en dis tintos días consumaron en Nagasaki su martirio por amor a Cristo, pero celebrados en única conmemoración (1633-1637)

Integran el grupo: santos Domingo Ibáñez de Erquicia, Jacobo Kyuhei Gorobioye Tomonaga, Antonio González, Miguel de Aozaraza, Guillermo Courtet, Vicente Shiwozuka, Lucas Alfonso Gorda, Jordán (Jacinto) Ansalone y Tomás Hioji Rokuzayemon Nishi, presbíteros de la Orden dominicana; Francisco Shoyemon, Miguel Kurobioye y Mateo Kohioye, religiosos de la misma Orden; Magdalena de Nagasaki, virgen de la Tercera Orden de San Agustín; Marina de Omura, virgen de la Tercera Orden dominicana; Lázaro de Kyoto, seglar.


Fecha de canonización: El Papa Juan Pablo II beatificó a este grupo de mártires el 18 de febrero de 1981 en Manila (Filipinas) y los inscribió en el catálogo de los santos el 18 de octubre de 1987.



1633, (agosto y octubre)

DOMINGO IBÁÑEZ DE ERQUICIA, español, sacerdote dominico. Nace en Régil (San Sebastián), hijo de la Provincia de España hasta su afiliación a la Provincia del Rosario. En Manila enseña en el Colegio de Santo Tomás y predica el Evangelio en diferentes lugares de Filipinas. Pasa a Japón en 1623, donde trabaja clandestinamente. Denunciado por un cristiano apóstata, es encarcelado y ajusticiado. Desempeñó un importante papel, como Vicario provincial de la misión. Se conserva una parte de su epistolario. Edad, 44 años.


FRANCISCO SHOYEMON, japonés, cooperador dominico. Compañero de apostolado del P. Ibáñez de Erquicia. Arrestado en 1633, toma el hábito dominicano en la cárcel. Es ajusticiado junto a su padre espiritual.


SANTIAGO KYUSHEI TOMONAGA DE SANTA MARÍA, japonés, sacerdote dominico. De familia noble cristiana de Kyudetsu, estudia con los jesuitas en Nagasaki. Es expulsado del Japón en 1614 cuando era catequista. En Manila se ordena sacerdote, misionero en Taiwan, regresa a su patria en 1632, con la finalidad de ayudar a sus hermanos cristianos. Es arrestado y torturado, muriendo por "ser religioso y haber propagado la fe evangélica". Es el más anciano del grupo: 51 años.


MIGUEL KUROBIOYE, japonés, catequista laico. Compañero de apostolado del P. de Santa María, OP, es encarcelado y torturado, revelando el escondite del P. de Santa María. Arrepentido, va con él al martirio, confesando su fe.


LUCAS ALONSO DEI. ESPÍRITU SANTO, español, sacerdote dominico. Nace en Carracedo (Astorga), dominico de la Provincia de España, se pasa a la Provincia del Rosario en 1617. Profesor en el Colegio de Santo Tomás de Manila, misionero en Cagayan, en 1623 va al Japón donde trabaja con gran coraje y riesgo de su vida durante diez años. Arrestado en Osaka en 1633, fue torturado y martirizado en Nagasaki. Edad, 39 años.


MATEO KOHIOYE DEL ROSARIO, japonés, natural de Arima. Catequista y ayudante del B. Lucas Alonso, se hace novicio de la Orden. Arrestado en Osaka en 1633, rechaza toda propuesta de dinero y soporta horribles torturas, permaneciendo fiel a Cristo, hasta la muerte. Tenía 18 años.


1634, (octubre-noviembre)


MAGDALENA DE NAGASAKI, japonesa, terciaria agustina y dominica. Hija de cristianos martirizados, se consagra a Dios y es guiada espiritualmente por los agustinos recoletos y después por el dominico Ansalone. Después del arresto del P. Ansalone, Magdalena se presenta a la guardia proclamándose cristiana. Torturada en forma cruel, inamovible en su fe, es colgada del patíbulo donde permaneció viva durante trece días.


MARINA DE OMURA, japonesa. En 1626 ingresa en la Tercera Orden Dominicana, siendo de gran ayuda para los misioneros. Arrestada en 1634, es sometida a vergonzosas humillaciones y finalmente conducida a la hoguera, dando un sublime ejemplo de "mujer fuerte".


JACINTO JORDÁN ANSALONE, italiano, sacerdote dominico. Nativo de S. Stefano Quisquina (Agrigento), habiendo profesado en la Provincia de Sicilia, pasa a la Provincia del Santo Rosario. En Filipinas desarrolla su apostolado entre los pobres y enfermos. En el año 1632 va al Japón, donde trabaja por dos años. Arrestado en el 1634, soporta con firmeza las torturas, y es colgado del patíbulo. Edad, 36 años.


TOMÁS HIOJI NISHI DE SAN JACINTO, japonés, sacerdote dominico. Hijo de cristianos martirizados de Hirado, y discípulo de los jesuitas de Nagasaki. Expulsado de su país por la persecución, emigra a Manila en el año 1614. Estudiante en el Colegio de Santo Tomás, se traslada a las misiones de Taiwan, regresando posteriormente a su patria en plena persecución religiosa. Entre grandes peligros trabaja durante cinco años. Arrestado, es torturado y condenado a muerte. Edad, 44 años.


1637, (septiembre)


En el año 1636 los dominicos de Manila organizaron una expedición de voluntarios a fin de ayudar a los cristianos del Japón. Cuando llegaron a la isla de Okinawa fueron arrestados y permanecieron en la cárcel más de un año antes de ser trasladados y condenados a muerte por el tribunal de Nagasaki. Ellos son:


ANTONIO GONZÁLEZ, español, sacerdote dominico. Natural de León, se hace dominico en la Provincia de España y después se pasa a la Provincia del Rosario, trasladándose a Manila en 1631, en donde será profesor y rector del Colegio de Santo Tomás, siendo un hombre de mucha oración y penitencia. En 1636 guía un grupo de misioneros al Japón, donde es rápidamente arrestado y muere en la cárcel después de un año, extenuado por los tormentos. Edad, 45 años.


GUILLERMO COURTET o TOMAS DE S. DOMINGO, francés, sacerdote dominico. Nacido en Sérignan (Montpellier), de familia noble, ingresa como dominico en la Congregación reformada de San Luis, pasa a la Provincia del Rosario y se traslada a Filipinas, en 1634, en donde es profesor del Colegio de Santo Tomás. En Japón murió entre torturas elevando alabanzas a la Virgen del Rosario y recitando salmos. Edad, 47 años.


MIGUEL DE AOZARAZA, español, sacerdote dominico. Natural de Oñate (Guipúzcoa), ingresa como dominico en la provincia de España y posteriormente se pasa a la Provincia del Rosario. En Filipinas trabaja en la Misión de Bataan (Luzón). Refutó apostatar de su fe y aceptó con alegría tremendos suplicios. Edad, 39 años.


VICENTE SCHIWOZUKA DE LA CRUZ, japonés, sacerdote dominico. De familia cristiana, discípulo de los jesuitas de Nagasaki, catequista. En 1614 es expulsado del Japón por ser cristiano. En Manila se ordena de sacerdote y desarrolla su apostolado entre los exilados japoneses. Antes de regresar a su patria con el P. González, toma el hábito dominicano en 1636. Después de un año de cárcel y torturado cede a la apostasía, pero rápidamente se arrepiente y sale con los demás compañeros camino del patíbulo, profesando su fe.


LÁZARO DE KYOTO, japonés, laico. Atacado por la lepra, es deportado con otros leprosos cristianos en Filipinas. En 1636 se une como guía e intérprete del grupo del P. González; no resistiendo las torturas, reniega por pocas horas de la fe, pero arrepentido muere por Cristo junto a los demás.


LORENZO Ruiz, filipino, laico. Nacido en Binondo (Manila) de padre chino y madre filipina. Educado por los dominicos y ayudante de ellos, se hace miembro de la Confraternidad del Rosario. Se casa y es padre de tres hijos. Implicado en un oscuro hecho de sangre, se unió al grupo del P. González para salvarse. En Japón fue arrestado y se declaró dispuesto a dar mil veces la vida por Cristo. Es el Protomártir de Filipinas.


El milagro propuesto para la Canonización


Ocurrió en Manila el año 1983 por la invocación al grupo en favor de Cecilia Alegría Policarpio, niña de dos años, curada de forma completa y definitiva de una parálisis cerebral anatómica y funcional, sin ninguna terapia eficaz. El milagro ha sido reconocido por Juan Pablo II el 1 de junio de 1987.


Las razones de los perseguidores


" Los seguidores de Cristo, llegados imprevistamente en Japón, no solamente vienen trayendo mercancía en sus naves, sino también, sin permiso alguno, han extendido y propagado su malvada ley, destruyendo aquella buena y legítima y conspirando para derrocar el poder en nuestro país. Esto es el inicio de una gran calamidad, que con todo medio es necesario evitar. El Japón es un país shintoista y budista, que venera a los Dioses, honra a Buda y tiene en gran estima el camino de la benevolencia (confucionismo).


Los seguidores de los Padres (los cristianos) han desobedecido todos a las órdenes dadas por gobierno, despreciando la religión ... y destruyendo el bien. Viendo aquellos que deben ser ajusticiados (los mártires) se alegran y corren detrás de ellos, espontáneamente, los adoran y los saludan. Tal es el supremo ideal de esta religión. Si no se la prohibe inmediatamente, vendrán calamidades sin fin sobre el Estado. Que estos cristianos sean exterminados sin demora en todas las regiones del Japón, de forma que no tengan lugar donde poner sus pies o sus manos. Si alguno se atreviera a contravenir esta orden, sea castigado con la muerte". (Tomado del edicto de 1614, cuya doctrina es retomada substancialmente en los de 1633 y 1636).


Reproducido con autorización de Vatican.va






















Lioba o Leoba, Santa
Lioba o Leoba, Santa

Abadesa


Martirologio Romano: En Maguncia, de la Renania, en Austrasia (hoy Alemania), santa Leoba, virgen, la cual, pariente de san Bonifacio, fue llamada por él desde Inglaterra a Germania y presidió el monasterio, a orillas de Tauber, donde con la palabra y el testimonio condujo a las siervas de Dios por el camino de la perfección (c. 782).


La participación activa de las monjas y hermanas religiosas en las misiones extranjeras se ha extendido y desarrollado tanto en nuestros tiempos, que hemos llegado a considerarlas como una moderna innovación. Por cierto que no hay tal y, aparte de ciertas diferencias de métodos, debidas al desarrollo de las "congregaciones activas sin clausura", nos encontramos con que el mismo sistema de misiones se practicaba ya en las edades sombrías, cuando se iniciaba la evangelización de los bárbaros en Europa. Como ejemplo, basta citar la solicitud de misioneras que hizo San Bonifacio y a la que respondieron Santa Lioba, Santa Tecla, Santa Walburga y otras muchas, desde su tranquila abadía de Wimborne, para trasladarse a las tierras salvajes de los herejes germanos. Lioba pertenecía a una buena familia del Wessex y su madre, Ebba, estaba emparentada con San Bonifacio. Desde niña, Lioba quedó internada en el monasterio de Wimborne, en el Dorsetshire, al cuidado de la abadesa, Santa Tetta. A la muchacha se la había bautizado con el nombre de Thruthgeba, que fue transformado por las gentes que la trataban en Liobgetha (Leofgyth) y abreviado luego a Lioba, que significa "la bien amada", un nombre que cuadraba a maravilla a un ser tan precioso a los ojos de Dios y de los hombres y que su dueña no dejó de usar nunca. Cuando llegó a la mayoría de edad, Lioba decidió permanecer en el monasterio, hizo su profesión y progresó rápidamente en virtud y saber. Su inocencia y su buen sentido servían de ejemplo aun a las monjas de mayor edad y experiencia. Su deleite lo encontraba en la lectura y las devociones.

En el año de 722, San Bonifacio fue consagrado obispo por el Papa San Gregorio II y al momento se le envió a predicar el Evangelio en Sajonia, Turingia y el Hesse. Bonifacio era natural de Crediton, localidad cercana a Wimborne y, cuando las noticias de sus trabajos y sus éxitos entre los germanos llegaron a oídos de las monjas de aquel monasterio, su joven pariente, Lioba, se atrevió a escribirle en estos términos:


"Al muy reverendo Bonifacio, portador de la más alta dignidad y bienamado de Cristo, yo, Liobgetha, a quién él está vinculado por la sangre, la menor de las siervas de Cristo, manda saludos por la salvación eterna.


"Ruego a vuestra bondad que recordéis la amistad que os unía a mi padre, Dynne, cuando morabais los dos en la comarca del oeste. Mi padre murió hace ocho años, y os suplico que no retengáis vuestras oraciones por la salvación de su alma. También recomiendo a vuestra memoria a mi madre, Ebba, que aún vive, pero entre los sufrimientos; ella está emparentada con vos, como bien lo sabéis. Yo soy la hija única de mis padres y, aunque no lo merezco, me gustaría miraros como a mi hermano, puesto que ya confío en vos más que en cualquier otro de mis parientes. Os envío este pequeño regalo [¿Tal vez la misma carta?], no porque sea digno de vuestra consideración, sino sencillamente para que tengáis algo que os recuerde a la pobre de mí y así no me olvidéis aunque estéis tan lejos que mi presente acorte el lazo de verdadero amor entre nosotros para siempre. Os pido, amado hermano, que me ayudéis con vuestras plegarias contra los ataques del enemigo oculto. Os pediré también que, si vuestra bondad os lo dicta, atendáis mi inculta carta y no rehuséis a enviarme a cambio unas cuantas amables palabras vuestras, que ya desde ahora espero ansiosamente como una muestra de vuestra buena voluntad. He tratado de componer las líneas que siguen, de acuerdo con las reglas del verso, como un ejercicio para mi mínima destreza en la poesía, en lo cual también tengo necesidad de vuestra guía. He aprendido estas artes de mi maestra Edburga, que siempre tiene presente la santa ley divina. ¡Adiós! ¡Qué viváis muchos años muy feliz y que roguéis siempre por mi!


Arbiter omnipotens, solus qui cuncta creavit

in regno Patris semper qui lumine fulget

qua iugiter flagrana, sic regnat gloria Christi,

illaesum servet semper te iure perenni.

(El Supremo Hacedor omnipotente quiera,

desde el esplendor de su reino eterno

do mora Cristo, gloria del divino Verbo,

conservaros en salud imperecedera.)


No dejó Bonifacio de sentirse conmovido por una misiva tan tierna y mantuvo una larga correspondencia con las monjas de Wimborne, hasta el año de 748, cuando escribió a la abadesa Santa Tetta para rogarle que le enviase a Lioba, junto con otras compañeras, para establecer algunos monasterios y centros de religión para mujeres en la naciente Iglesia de Alemania. En seguida respondió la abadesa a la solicitud y envió a las tierras de herejes unas treinta monjas, entre las que figuraban Santa Lioba, Santa Tecla y Santa Walburga. Todas se reunieron con San Bonifacio en Mainz y éste puso a Lioba al frente de la comunidad y la instaló en un monasterio que fue llamado Bischofsheim, es decir, "Casa del Obispo", por lo que puede suponerse que Bonifacio cedió su residencia a las monjas. Bajo la dirección de Lioba, el convento se pobló rápidamente y de él salieron las monjas para ocupar otras casas que la propia Lioba fundó en Alemania.

Un monje de Fulda, llamado Rodolfo, quien escribió un relato sobre la vida de la santa antes de que hubiesen transcurrido sesenta años desde su muerte, según los testimonios de cuatro de las monjas de su convento, afirma que todas las casas de religiosas en aquella parte de Alemania, solicitaban una monja de Bischofsheim para que las guiase. La propia Lioba, entregada totalmente a su trabajo, parecía haberse olvidado de Wessex y de sus gentes. Su belleza era notable: tenía el rostro "como el de un ángel", siempre plácido y sonriente, aunque rara vez se la oía reír. Nadie la vio jamás de mal humor, ni la oyó decir una palabra dura; su paciencia y su inteligencia eran tan amplias como su bondad. Se dice que la copa en que bebía era la más pequeña de todas y ese dato nos da la pauta para afirmar que se entregaba a ayunos y austeridades, en una comunidad sujeta a las reglas de San Benito, donde no se comía más que dos veces diarias. Todas las monjas practicaban los trabajos manuales, ya fuera en la cocina, el comedor, el huerto o los quehaceres domésticos y, al mismo tiempo, recibían lo que ahora se llamaría una "educación superior"; todas aprendían latín, y el salón destinado a la escritura estaba siempre ocupado. Lioba no toleraba las penitencias excesivas, como privarse del sueño, e insistía en que todas descansasen al medio día, como lo mandaba la regla. Ella misma se recostaba durante aquel período, mientras alguna de las novicias le leía un pasaje de la Biblia y, si acaso parecía que la madre abadesa se había dormido y la lectora descuidaba un tanto su tarea, no pasaba un instante sin que Lioba abriese los ojos y la boca para corregirla. Tras el descanso, Lioba dedicaba dos horas para charlas con cualquiera de las hermanas que quisiese hablar con ella. Todas estas actividades estaban al margen del deber principal de la oración pública, la adoración a Dios y la asistencia a los sacerdotes que trabajaban en la misión junto con ellas. Existe todavía una carta de San Bonifacio dirigida a "las muy reverendas y muy amadas hermanas Lioba, Tecla, Cienhilda y las que moran con ellas", para pedirles que continúen la práctica de orar constantemente. La fama de Santa Lioba se había extendido por todas partes; los vecinos acudían a ella cuando les amenazaba el peligro de incendio, la tempestad o la enfermedad, y los hombres responsables en los asuntos de la Iglesia y del Estado le pedían consejo.


En el año de 754, antes de que San Bonifacio emprendiese su viaje misionero a Frieslandia, recibió una conmovedora despedida por parte de Lioba, a quien recomendó encarecidamente a San Lull, el monje de Malmesbury que fue su sucesor en la sede episcopal, lo mismo que a todos sus monjes de Fulda, mandándoles que cuidaran de ella con todo respeto y honor. En aquella ocasión, San Bonifacio manifestó su deseo de que, cuando Lioba muriese, fuera enterrada en su tumba, de manera que sus cuerpos aguardasen juntos la resurrección y se levantasen juntos para ir al encuentro del Señor y estar así eternamente unidos en el reino de Su amor. Después del martirio de San Bonifacio, Lioba visitaba con mucha frecuencia su tumba en la abadía de Fulda y, por dispensa especial, se le permitió algunas veces entrar en la abadía para asistir a ceremonias y conferencias en honor de su santo pariente. Cuando Lioba era ya muy anciana, después de haber gobernado a Bischofsheim durante veintiocho años, hizo visitas de inspección a todos los conventos que estaban a su cuidado renunció a su cargo de abadesa y fue a residir al monasterio de Schónersheim a seis kilómetros de Mainz. Su amiga, la Beata Hildegarda, esposa de Cario-magno, la invitó con tanta insistencia a la corte de Aachen, que no pudo negarse a ir, pero su estadía fue breve, porque insistió, a su vez, en regresar a su soledad. Al despedirse de la reina con muchos abrazos y besos, le dijo: "¡Adiós parte preciosa de mi alma! Cristo, nuestro Creador y Redentor, quiera otorgarnos la gracia de volver a vernos, sin peligro de confundir los rostros, en el claro día del juicio final, porque en esta vida no volveremos a mirarnos". Así fue, porque Santa Lioba murió pocos días después de haber regresado de la corte y fue sepultada en la iglesia de la abadía de Fulda, no en la misma tumba de San Bonifacio, porque los monjes temían perturbar sus reliquias, pero junto a ella, en el lado norte del altar mayor. A Santa Lioba se la menciona en el Martirologio Romano y su fiesta se celebra en varias partes de Alemania.






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