Juan Forest, Beato
Juan Forest nació en 1471, probablemente en Oxford, Inglaterra; a los diecisiete años vistió el hábito de los Hermanos Menores en Greenwich. Nueve años después fue enviado a Oxford para los estudios teológicos, realizados los cuales fue ordenado sacerdote y regresó al convento de origen. Del cardenal Wolsey recibió el encargo de predicar en la iglesia de San Pablo de Londres y al mismo tiempo fue escogido por la reina Catalina de Aragón primero como capellán, luego como confesor.
Gozó de la estimación y la amistad de Enrique VIII, hasta cuando Juan se declaró por la validez del matrimonio del rey, que quería disolverlo sosteniendo la invalidez de las primeras nupcias.
Juan Forest, guardián del convento, advirtió a los cohermanos en un capítulo de 1532 que el rey quería suprimir la Orden. Desde el púlpito de la iglesia de San Pablo había defendido enérgicamente la validez de las nupcias puesta en discusión y había hablado abiertamente contra Cromwell e indirectamente contra el rey. La condena papal de 1534 indignó a Enrique VIII, que suprimió los conventos de los franciscanos y les ordenó dispersarse en otros conventos. Al Beato Juan Forest, lo encontramos en prisión en Newgate, hasta 1534.
En 1538 Juan se encontraba en el convento de los Conventuales, en Smithfield. En aquella especie de confinamiento pudo mantener con la reina Catalina, con su dama de compañía Elisabeth Hammon y con el Beato Tomás Abekl una correspondencia que se conserva todavía por lo menos en parte. Escribió también un tratado contra Enrique VIII, que usurpaba el título de cabeza espiritual de la nación. Este tratado irritó al rey, que ordenó fuese arrestado. Conducido al tribunal, fue víctima de un juego de astucia. Se quería que él aceptase en bloque algunos artículos sometidos a su firma, pero cuando pudo leerlos uno por uno, entendió claramente que uno de ellos conllevaba un acto de apostasía. Los rechazó todos juntos y por esto fue condenado a la hoguera.
La ejecución tuvo lugar en Smithfield el 22 de mayo de 1538. En el lugar del suplicio, fue invitado a pedir perdón al rey y a hacer juramento de fidelidad, pero el mártir resistió impávido: antes bien, quiso añadir una bellísima profesión de fe católica: “Creo en la Iglesia, una, santa, católica, apostólica, romana. Juro que no me apartaré jamás del Papa, Vicario de Cristo, sucesor de San Pedro y Obispo de Roma. Aunque bajase un ángel del cielo y me insinuase algo distinto de esto que he creído por toda mi vida, aunque debiera ser despedazado parte por parte, miembro por miembro, quemado, ahorcado o se me infligiera cualquier otro dolor, no me apartaré de mi fe”. Fue atado de los costados y suspendido sobre las llamas. Murió a fuego lento orando e invocando el nombre del Señor. Tenía 67 años.