Etimológicamente significa “amante de los caballos”. Viene de la lengua griega.
Hoy hay en el mundo joven y adulto frecuentes rupturas afectivas, sacudidas que les dejan sorprendidos o bien con el ánimo destrozado. Es en estos momentos cuando deben descubrir los creyentes que Cristo Resucitado está ahí.
Nació en 1856 y tuvo la suerte de conocer a san Juan Bosco cuando era niño. El santo le invitó a que se hiciera salesiano cuando contaba 21 años.
Apenas fue ordenado de sacerdote en 1882, se le confió la formación de los adultos que aspiraban al sacerdocio. A partir de 1889 trabajó en España y Portugal.
En 1901 el sucesor de D. Bosco lo nombró administrador general de la congregación, cargo que entonces abarcaba los actuales de vicario del Rector Mayor y la administración central.
El intenso trabajo que le acarreaba un puesto tan complejo no le impidió ejercer el ministerio sacerdotal y ser un guía espiritual de finísima condición.
Dio impulso a la Familia Salesiana en toda su amplitud, y la enriqueció con la genial institución, entonces completamente nueva, de lo que hoy se conoce con el nombre de “Voluntarias de D. Bosco”, chicas que viven su consagración a Dios en su trabajo respectivo y en casa. Monjas a lo moderno.
Elegido Rector Mayor en 1922, se dedicó en particular a la formación de los salesianos y, paralelamente, al desarrollo del culto al Fundador cuando éste fue declarado beato, insistiendo sobre todo en la imitación de su vida interior, en su unión con Dios, en su misión y en su ilimitada confianza en María Auxiliadora.
Interpretando genuinamente su espíritu, supo captar con intuición profética los signos de los tiempos y adecuarse a ellos con audacia. Murió en Turín tal día como hoy del año 1931.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!
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