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12:19 a.m.
El 3 de noviembre de 1534 el parlamento inglés declaraba que el rey era la cabeza suprema de la iglesia en Inglaterra. Resultaba así oficializado, ejecutado y obligatorio para todos los súbditos de la corona el cisma entre la iglesia anglicana y la católica.

A los religiosos no les quedaba otra alternativa que la de elegir una de estas tres posibilidades: jurar fidelidad al rey y abandonar la vida religiosa, refugiarse en el extranjero o afrontar la cárcel con gran probabilidad también de muerte. El Padre John Stone, del convento agustiniano de Canterbury, tomó la decisión más coherente con su fe cuando el 14 de diciembre de 1538 un agente regio se presentó a la puerta del convento con la orden de cerrar la casa religiosa y hacer firmar a los miembros de la comunidad el prescrito juramento de fidelidad. Muchos se sometieron por temor. El P. John, no.


Encarcelado inmediatamente, compareció ante el primer ministro Thomas Cromwell. Se intentó persuadirlo para que diera su asentimiento a la nueva normativa, pero nada ni nadie consiguió convencerlo. Es más, durante los doce meses de prisión que siguieron a su captura, por su espontánea voluntad quiso añadir ulteriores penitencias a los ya numerosos sufrimientos que le eran infligidos para así tener la fuerza de permanecer fiel a Cristo en el momento del testimonio supremo. La sentencia con la que se cerró el proceso era apremiante: el “papista” fue condenado a sufrir la pena capital.


El 27 de diciembre de 1539 una procesión lenta y lúgubre se movió por las calles de Canterbury. El Padre John, atado sobre un enrejado movido por un caballo, fue conducido a través de la ciudad hasta una colina fuera de las murallas, y allí fue ahorcado. A continuación, siguiendo la inhumana costumbre del tiempo, fue despedazado y sus restos cocidos en una caldera.


En el libro contable del camarlengo de Canterbury aparece la lista de los gastos a cargo de la caja común efectuados para pagar la madera utilizada en la construcción del patíbulo y la adquisición de la cuerda: «Pagado por media tonelada de madera para una horca en la cual ajusticiar al fraile Stone: 2s 6d.».


Beatificado por León XIII en 1886, Pablo VI el 25 de octubre de 1970 lo canonizaba junto con otros treinta y nueve mártires ingleses, sacerdotes, religiosos y laicos, hombres y mujeres, todos ellos sacrificados por la defensa de la verdad y de la unidad de la Iglesia.


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12:18 a.m.

Presbítero


Martirologio Romano: En São Paulo, Brasil, san Antonio de Santa Ana Galvao de França, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que se dedicó con gran fruto al ministerio de la predicación y de la penitencia, y fundó el Retiro de la Luz (Recolhimento da Luz), en donde dirigió con gran discreción espiritual una comunidad de Hermanas. ( 1822)

Fecha de canonización: 11 de mayo de 2007, por S.S. Benedicto XVI



Nació en 1739 en Guaratinguetá (Estado de São Paulo), ciudad que en aquel tiempo pertenecía a la diócesis de Río de Janeiro. Con la fundación de la diócesis de São Paulo, en 1745, Galvão vivió prácticamente sólo en esta diócesis, desde 1762 hasta 1822.

Su familia era profundamente cristiana. Su padre, Antonio Galvão de França, pertenecía a la tercera Orden Franciscana y del Carmen, y era conocido por su gran generosidad; su madre, Izabel Leite de Barros, murió con fama de mujer caritativa.


Antonio vivió, con sus diez hermanos, en una casa cómoda y lujosa, pues sus padres gozaban de prestigio social e influencia política. A la edad de 13 años, su padre lo envió a estudiar al seminario de los padres jesuitas, en Belém, donde ya se encontraba su hermano José. Permaneció allí de 1752 a 1756, haciendo notables progresos en el estudio y en la práctica de la vida cristiana. Quería entrar en la Compañía de Jesús, pero su padre, preocupado por el clima antijesuita impulsado por el gobierno del marqués de Pombal, lo convenció a irse con los padres franciscanos, que tenían un convento en Taubaté, no muy lejos de Guaratinguetá.


El 15 de abril de 1760, a los 21 años, entró en el noviciado del convento de San Buenaventura, en la aldea de Macacu, en Río de Janeiro. Durante su formación se distinguió por su piedad y su celo, y era un dechado de virtudes, hasta tal punto que en el libro de los religiosos brasileños se leen palabras muy elogiosas sobre él. El 16 de abril de 1761 emitió la profesión solemne y, con un juramento que entonces pronunciaban los franciscanos, también se comprometió a defender el título de "Inmaculada" de la Virgen.


El 11 de julio de 1762, apenas un año después de su profesión religiosa, sus superiores lo admitieron a la ordenación sacerdotal, pues reconocieron que eran suficientes los estudios teológicos que había hecho anteriormente. Fue un signo evidente de la confianza que depositaban en el joven clérigo, al que destinaron al convento de São Paulo, donde perfeccionó sus estudios filosóficos y teológicos. Terminados los estudios en 1768, fue nombrado predicador, confesor y portero del convento. Este ultimo oficio le permitió entrar en contacto con la gente y hacer un intenso apostolado. Continuamente escuchaba y aconsejaba. Era un confesor muy estimado.


Entre 1769 y 1770, por una circunstancia providencial, fue nombrado confesor de un "Recolhimento" (casa de retiro donde se reunían muchachas piadosas y temerosas de Dios para vivir como religiosas) en São Paulo. Allí encontró a sor Helena Maria del Espíritu Santo, religiosa que tenía visiones en las que Jesús le pedía que fundara un nuevo "Recolhimento". Fray Antonio, con la ayuda de personas sabias, estudió sus mensajes y llegó a la conclusión de que eran de origen sobrenatural. El 2 de febrero de 1774 se procedió a la fundación de la nueva casa, que se llamó "Recolhimento" de Nuestra Señora de la Concepción de la Divina Providencia. El 23 de febrero de 1775 murió repentinamente sor Helena Maria, y fray Antonio debió asumir la responsabilidad de guiar a las "recogidas". A pesar de las presiones políticas que tuvo que afrontar inmediatamente después de su fundación, la comunidad salió adelante y aumentó. Fray Antonio redactó un Estatuto para ellas una especie de guía de vida interior y de disciplina religiosa, en el que plasmó sus características como futura institución eclesiástica. Años más tarde, precisamente en 1929, el "Recolhimento" se incorporó a la Orden de la Inmaculada Concepción.


En 1781 el santo franciscano fue nombrado maestro en el noviciado de Macacu, en Río de Janeiro, pero el obispo de São Paulo, que no quería privarse de un religioso tan virtuoso y amado por su gente, no le permitió marcharse. En 1798 fue nombrado guardián del convento de San Francisco, en São Paulo, y reelegido en 1801. Prodigándose incansablemente por su pueblo con verdadero espíritu evangélico, fray Antonio desempeñó numerosas actividades al servicio de su Orden y de la Iglesia, entre las que figuran la de definidor de la provincia de la Inmaculada Concepción, visitador general y presidente del capítulo. Falleció el 23 de diciembre de 1822. Sus restos mortales descansan en la iglesia del "Recolhimento da Luz".


El Papa Juan Pablo II lo beatificó el domingo 25 de octubre de 1998, en la plaza de San Pedro. Fue canonizado por Benedicto XVI en São Paulo, Brasil, el 11 de mayo de 2007, siendo el primer santo nacido en tierras brasileñas.



12:18 a.m.

Por: P. Fernando Pascual | Fuente: Catholic.net


Pablo Meléndez Gonzalo, padre de familia numerosa, abogado y periodista, había nacido en Valencia (España) el 7 de noviembre de 1876. A los 14 años perdió a su padre. Desde ese momento, dedicó el tiempo disponible que le dejaba la escuela para ayudar a su madre y a otros 6 hermanos menores que él.

Dios le concedió una vida espiritual intensa, profunda, sincera. A los 15 años ingresó en las congregaciones marianas, y pronto pudo participar en los grupos de Adoración nocturna. Además, su amor a Dios le llevaba a amar a los demás, especialmente a los enfermos (con frecuencia iba a visitarlos). Todo lo hacía con la fuerza que le daba su continuo contacto con Jesús: iba a misa y recibía la comunión diariamente.


Estudió derecho en la Universidad de Valencia y obtuvo excelentes notas. Pero ello no le apartó de sus convicciones: sus compañeros y profesores notaron en seguida la fe profunda y el compromiso que Pablo tenía con la Iglesia. Por esa fe y esa convicción participó activamente en la Juventud Católica, de la que llegó a ser presidente para la zona de Valencia.


Terminados los estudios, empezó a trabajar como abogado. También fue un buen periodista. Con el tiempo, llegó a ser director del periódico “Las Provincias”.


El 25 de enero de 1904 se casó con Dolores Boscá. Dios bendijo a los esposos con 10 hijos: Pablo, Antonio, Alberto, Rafael, Carlos, María Teresa, María de los Desamparados, María Luisa, Josefa y María Dolores.


También participó en política, como miembro de la Liga católica, y ocupó algunos cargos públicos en su ciudad. Por eso, era conocido su compromiso por defender la moralidad pública y la libertad religiosa de la Iglesia. En la España de aquellos años este compromiso público podía ser muy peligroso, más en una Valencia en la que se notaba una especial hostilidad de algunos contra todo lo que “oliese a incienso” (como se decía despectivamente de la gente de la Iglesia).


Los hechos se precipitan a partir de 1931. La tensión política es muy alta en los años iniciales de la II República española. En 1934 se produce un primer intento, fracasado, de revolución izquierdista. Pero el ambiente sigue sumamente tenso, una tensión que culmina en julio de 1936 con el inicio de la guerra civil española.


Pablo Meléndez se encuentra, ese mes de julio, en un pueblo de la provincia, Paterna. La zona queda bajo gobierno de las autoridades republicanas y de los comités comunistas y revolucionarios, que no dudarán en poner en marcha una persecución sistemática contra muchos católicos.


Pablo sufre un primer registro como sospechoso, pero no es arrestado. Se traslada a la ciudad de Valencia. No le resulta posible buscar un escondite, pues tiene que proveer de atención médica a uno de sus hijos, Carlos, que está gravemente enfermo. Algunos le ofrecen ayuda para escapar, pues saben que su vida corre peligro, pero Pablo se niega: antes está el cuidado de su hijo.


Pasados algunos meses, el peligro se hace realidad. El 25 de octubre, hacia las 6 de la tarde, llegan a arrestarle. Se lo llevan con uno de sus hijos, Alberto. Uno de los que le detiene pregunta: “¿es usted católico?” Pablo Meléndez contesta con seguridad: “soy católico, apostólico y romano”.


La orden de arresto viene del Gobierno civil de Valencia, a petición del Consejo provincial de Vigilancia popular antifascista, y con un motivo sumamente concreto: Pablo Meléndez era conocido como persona comprometida con su fe católica.


Pasa a la cárcel, y allí parece sentirse algo seguro, aunque todo puede cambiar en un instante. Un compañero de prisión le pregunta si cree que saldrán vivos. Pablo le responde: “si la Providencia nos destina para mártires nos fusilarán, y si no, quedaremos libres”. Otro de los compañeros de prisión le escucha decir lo siguiente: “estamos aquí pues Dios lo ha permitido, en sus manos estamos. He ordenado a mi familia que no haga gestiones para conseguir mi libertad. Sólo pido al Señor me dé su amor y gracia, y esto me basta”. Esa última frase le gusta mucho. La repite cuando le informan que su hijo Carlos acaba de fallecer.


Se acerca la navidad de 1936. Para todo cristiano, una fiesta grande. Pablo Meléndez no sabe, quizá, que va a celebrar esa fiesta en el cielo, acompañado por sus hijo Alberto y Carlos.


El día 24 de diciembre, en la madrugada, sacan de la cárcel a Pablo y a Alberto, y los fusilan con rapidez. A la familia les dicen que los han puesto en libertad. Una de las hijas, sin embargo, sospecha lo que acaba de ocurrir. Va al cementerio, y encuentra los cadáveres de su padre y de su hermano, acribillados por las balas.


“Estamos aquí porque Dios lo ha permitido”. La vida y la muerte pertenecen a Dios, aunque a veces los hombres sienten que son ellos quienes deciden y escriben la historia. La historia terrena de Pablo Meléndez y de su hijo terminó así, en vísperas de la Navidad.


No resulta fácil comprender por qué Dios permitió su muerte, por qué privó a una familia numerosa de aquel padre que tanto amaba a los suyos. Desde la fe sabemos, sin embargo, que Pablo no dejó a los suyos: Dios lo acogió en su seno. Desde el cielo, supo seguir cerca de la familia, cerca también de todos los que seguimos en camino hacia la Casa del Padre.


La Iglesia ha sabido reconocer su fidelidad al amor y nos lo presenta como ejemplo para nuestra vida diaria. Fue declarado beato por Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001.



12:18 a.m.
San Sérvulo, como el Lázaro de la parábola de Cristo, era un hombre pobre y cubierto de llagas que yacía frente a la puerta de la casa de un rico. En efecto, nuestro santo estuvo paralítico desde niño, de suerte que no podía ponerse en pie, sentarse, llevarse la mano a la boca, ni cambiar de postura. Su madre y su hermano solían llevarle en brazos al atrio de la iglesia de San Clemente de Roma. Sérvulo vivía de las limosnas que le daban las gentes. Si le sobraba algo, lo repartía entre otros menesterosos. A pesar de su miseria, consiguió ahorrar lo suficiente para comprar algunos libros de la Sagrada Escritura. Como él no sabía leer, hacía que otros se los leyesen, y escuchaba con tanta atención, que llegó a aprenderlos de memoria. Pasaba gran parte de su tiempo cantando salmos de alabanza y agradecimiento a Dios, a pesar de lo mucho que sufría. Al cabo de varios años, sintiendo que se acercaba su fin, pidió a los pobres y peregrinos, a quienes tantas veces había socorrido, que entonasen himnos y salmos junto a su lecho de muerte. El cantó con ellos. Pero, súbita mente, se interrumpió y gritó: "¿Oís la hermosa música celestial ?" Murió al acabar de pronunciar esas palabras, y su alma fue transportada por los ángeles al paraíso. Su cuerpo fue sepultado en la iglesia de San Clemente, ante la cual solía estar siempre. Su fiesta se celebra cada año, en esa iglesia de la Colina Coeli.

San Gregorio Magno concluye un sermón sobre San Sérvulo, diciendo que la conducta de ese pobre mendigo enfermo es una acusación contra aquellos que, gozando de salud y fortuna, no hacen ninguna obra buena ni soportan con paciencia la menor cruz. El santo habla de Sérvulo en un tono que revela que era muy conocido de él y de sus oyentes, y cuenta que uno de sus monjes, que asistió a la muerte del mendigo, solía referir que su cadáver despedía una suave fragancia. San Sérvulo fue un verdadero siervo de Dios, olvidado de sí mismo y solícito de la gloria del Señor, de suerte que consideraba como un premio el poder sufrir por Él. Con su constancia y fidelidad venció al mundo y superó las enfermedades corporales.

MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA DE SAN SÉRVULO


I. San Sérvulo soportó, con heroica paciencia, una extrema pobreza y una cruel enfermedad. Jamás se le oyó una queja; en medio de sus sufrimientos, pedía sufrir más todavía. ¿Qué respondes tú a este ilustre mendigo? Compara tus aflicciones con las suyas, tu paciencia con su paciencia, y cesa de quejarte de tu pobreza y del menosprecio de que se te hace objeto. ¡Avergüénzate! Jesucristo ha sido pobre, ha sido humilde. (San Pedro Crisólogo).


II .Este santo sobreabundaba de alegría en la tribulación: el gozo de su corazón resplandecía en su rostro y se reflejaba en sus palabras. No cesaba de rezar a Dios y de celebrar sus alabanzas. Todas las aflicciones, por grandes, por penosas que fueren, te serán agradables si pides a Dios que te dé la fuerza necesaria para soportarlas, y si piensas en las promesas que hace Jesús en el Evangelio, a los que se resignan. ¿De dónde proviene que tan a menudo te veas agobiado de violenta pena, sino de que no piensas en Dios que puede consolarte, ni en el paraíso que espera a los que sufren con amor?


III. La muerte de San Sérvulo es aun más dichosa que su vida: nada teme y espera todo; al morir sólo deja dolores y miserias, para tomar posesión del remo de los cielos. Pobres que estáis afligidos, consolaos: la muerte vendrá a trocar vuestros dolores en alegría. ¡En cuanto a vosotros, los felices de este mundo, la muerte vendrá a cambiar vuestros gozos en dolores! Ancianos, ella está a vuestra puerta; jóvenes, ella os tiende asechanzas por doquier. (Guerrico).



12:18 a.m.

Sacerdote y Maestro


Martirologio Romano: San Juan de Kety, presbítero, el cual, siendo sacerdote, se dedicó a la enseñanza durante muchos años en la Academia de Cracovia, después recibió el encargo pastoral de la parroquia de Olkusia, en donde, añadiendo a la recta fe un cúmulo de virtudes, se convirtió para los cooperadores y discípulos en ejemplo de piedad y caridad hacia el prójimo, y después emigró a los gozos celestiales en Cracovia, ciudad de Polonia. ( 1473)


Etimológicamente: Juan = Dios es misericordia. Viene de la lengua hebrea.


Observación: En el antiguo santoral se lo recordaba el 20 de octubre.



Hagamos un esfuerzo por imaginarnos el ambiente en que se encuadra la figura de este Santo y que es, en verdad, muy diverso del que hemos encontrado al hablar de otros muchos. Porque Polonia, en plena Edad Media, presentaba características profundamente similares. No era sólo su clima, extremado y duro, ni la vecindad, siempre amenazadora de los turcos, ni de la singularidad de su régimen político, fuertemente dominado por una aristocracia que, en su ceguera, habrá de conducir reiteradamente a lo largo de la historia al país hacia su ruina. Es, sobre todo, el carácter abigarrado del elemento humano.


Polonia, sin fronteras naturales, fácilmente accesible a sus vecinos, presentaba entonces, como continúa presentando hoy mismo, una extremada mezcla de razas. Cuando en 1390 nace el que habia de ser San Juan Cancio, su pueblo, Kanty, situado cerca de Auschwitz, al oeste de Cracovia, no pertenecía propiamente a Polonia, sino a Silesia y sólo muchos años después, hacia el fin de la vida del Santo, vol]vería a ser polaco. Pero no demos demasiada importancia a esto, porque todo era mezcla. En las mismas poblaciones inequívocamente polacas, continuaba rigiendo el Derecho germánico, juntamente con el polaco, y no era raro oir hablar alemán. Las mismas costumbres estaban fuertemente impregnadas de orientación teutónica, Lo mismo se diga, y mucho más, de Cracovia, donde habría de transcurrir casi toda la vida del Santo. Ciudad cosmopolita, constituía el más importante mercado del este de Europa. Aún no se había descubierto América, ni la ruta del Cabo de Buena Esperanza permitía traer los productos exóticos desde el Lejano Oriente. Por eso Cracovia era el gran mercado en que se abastecían españoles, italianos, franceses..., y al que concurrían también húngaros, checos, eslovacos e incluso, en los tiempos de paz, los mismos turcos.


En este ambiente va a actuar nuestro Santo. Y lo va a hacer en tiempos de intensa fermentación intelectual. Durante toda su vida ha de sentir frente a si el peso del atractivo que sobre la multitud estudiantil ejercían las nuevas ideas. La Universidad pasaba por un buen momento. Fundada por Casimiro el Grande en 1364, había conseguido en 1397 la Facultad de Teología, y se encontraba al mediar el siglo xv en una etapa de extraordinario florecimiento. Los reyes la habían mimado, y los estudiantes acudían a ella en gran cantidad. Pero... Ios errores de los husitas y taboritas no dejaban de ejercer atractivo y se imponia un trabajo duro para defender la ortodoxia.


Al llegar a la Universidad, Juan ponia fin a una educación que pudiéramos llamar casi campesina. Habia nacido en el seno de una familia patriarcal, y se habia educado cristianísimamente, con una orientación ortodoxa, sólida y segura. Incorporado a la Universidad, después de algunas duras pruebas que él supo sobrellevar con firmeza, se dedicó con tal entusiasmo a los estudios que su figura pronto destacó. En 1417 obtuvo el doctorado en Filosofía, y poco después en Teología. Ordenado de sacerdote, nombrado canónigo de Cracovia, obtuvo una cátedra de teologia en la Universidad, y continuó residiendo en el mismo Colegio Mayor en que había residido mientras fue estudiante. Fuera de su estancia en una parroquia y de sus viajes, no conocerá Juan ninguna otra residencia.


La estampa que nos ha llegado de él a través de los siglos es la de un profesor universitario verdaderamente ejemplar; sin faltar jamás a clase, enteramente al servicio de los estudiantes, consagrando largas horas al estudio, explicando con claridad y humildad, viviendo intensamente la vida universitaria. Sus méritos le llevarán hasta el mismo rectorado y durante muchos siglos la toga morada que él había ostentado mientras fue rector servirá también a quienes le sucedan en el cargo como una consigna de superación y de fidelidad.


No escapó, sin embargo, a las intrigas, no infrecuentes por desgracia en ambientes universitarios. Cuando el claustro hubo de designar algunos de sus miembros para tareas muy delicadas, pudo observarse que prescindían de él. Es posible que su rectitud hiciera de él un profesor incómodo, de los que no transigen, de los que, con su cumplimiento, constituyen una muda reprensión para los demás. Lo cierto es que un buen día la Universidad, correspondiendo a una petición de los feligreses de la parroquia de Olkusz, le designó como párroco de la misma.


La prueba debió de resultarle dura, porque no suele ser fácil que un intelectual se adapte a las tareas pastorales, en directo contacto con las almas. De hecho nos consta, sin embargo, que fue un párroco admirable, y que en los años, que no fueron muchos, que estuvo al frente de su parroquia, esta cambió profundamente. Había estado hasta entonces muy descuidada, faltando la instrucción religiosa, existiendo en ella facciones y partidos que se odiaban a muerte, y pudiéndose encontrar no poca indiferencia en algunos feligreses. Pero el párroco consiguió transformar por completo la parroquia: la caridad, la unión fraternal, el destierro de los vicios, proclamaron la fina calidad del buen pastor. Sin embargo, a éste se le hacía dura aquella vida, que parece que le condujo a sentir fuertes escrúpulos, y la Universidad terminó por darse cuenta del disparate que había hecho. En 1340 volvía a triunfar a su cátedra de teología. Y poco después fue designado como profesor de religión de la familia real de Polonia.


Es curioso que el Santo, que jamas se permitía faltar a clase, hiciera una excepción para emprender por dos veces muy largos viajes. En efecto, primero emprendió una peregrinación hacia Jerusalén, pasando por Roma, ciudad para él amadisima como sede del Papa. Y años después vuelve de nuevo a emprender el camino de Roma, aunque sin condescender con las peticiones de quienes, pasmados por su ciencia, querían que se quedase allí.


En uno de estos viajes le ocurrió el conocido episodio de su encuentro con los ladrones, que demuestra su amor a la verdad. Cuando le hubieron despojado de todo su dinero le preguntaron si tenía más, contestó que no, pero habiendo recordado que le quedaban unos escudos cosidos en el forro de su manto, llamó a los ladrones para entregárselo.


Más hermosa aún es la anécdota ocurrida en el refectorio del Colegio Mayor en que vivía. Iba a sentarse a la mesa cuando vió a la puerta un pobre pidiendo limosna. Los ojos de todos estaban fijos en él. Con toda sencillez se levantó, entregó su comida íntegra al pobre y al volver a su sitio... estaba allí la comida. Desde entonces, durante siglos, en el Colegio Universitario de Cracovia se preparaba siempre una ración para un pobre. "Pauper venit", viene un pobre, exclamaba el rector. "Iesus Christus venit", Jesucristo viene, contestaban todos los reunidos. Y la comida era entregada al pobre.


Notemos que, no sólo en su época de párroco, sino también en su cargo de profesor de Universidad, San Juan sentía como exigencia de su sacerdocio el trabajo directo con las almas. Con frecuencia se le veía predicando en las iglesias de la ciudad, ordinariamente en latín, lengua entonces muy corriente en Polonia, y a veces en polaco, porque, paradójicamente, en las iglesias de la ciudad se usaba el latín, mientras en la de la Universidad se usaba la lengua nacional.


Inmensamente limosnero, era el paño de lágrimas de todos los estudiantes necesitados de la ciudad. En cierta ocasión, en medio del crudísimo invierno polaco, cruzando la plaza a media noche, encontró a un pobre que temblaba, le entregó su manteo y siguió a cuerpo, muerto de frío, camino de la iglesia para recitar maitines. Casos como éstos, en ocasiones florecidos de milagros, se conservan en gran número en los documentos de la época.


Murió a los ochenta y tres años, en la vigilia de Navidad del año 1473. Pero antes pronunció, ante todo el claustro de la Universidad, reunido en torno a su lecho, una hermosisima alocución, en la que condensó su espiritualidad de sacerdote, de canónigo y de profesor de Universidad santo:


"Confiándoos el cuidado de formar la juventud en la ciencia y en las buenas costumbres, Dios os ha elevado, señores y hermanos mios, lo bastantemente alto para que no dudéis en pisotear, como indigna de vosotros, la gloria que los hombres reciben unos de otros, y cuya búsqueda insensata trae frecuentemente la muerte a nuestras almas. Velad cuidadosamente de la doctrina, conservad el depósito sin alteración y combatid, sin cansaros jamás, toda opinión contraria a la verdad; pero revestíos en este combate de las armas de la paciencia, de la dulzura y de la caridad recordando que la violencia, aparte del daño que hace a nuestras almas, daña las mejores causas. Aunque hubiera estado en el error sobre un punto verdaderamente capital, jamás un violento hubiera conseguido sacarme de él; muchos hombres están sin duda hechos como yo. Tened cuidado de los pobres, de los enfermos, de los huérfanos."


Su voz se quebró al llegar aquí, sin duda por el esfuerzo que estaba haciendo. Descansó un momento, y continuó después:


"Causa y fin de todo lo que existe, Dios eterno y todopoderoso, que gobiernas y conservas por tu divina providencia todo lo que has creado, recíbeme en tu inefable misericordia, y consiente que por la pasión y los méritos infinitos de tu Hijo, yo me reúna a Ti por toda la eternidad."


Y dicho esto, expiró suavemente.


Toda la ciudad se conmovió. Sus funerales fueron verdaderamente extraordinarios. Pronto empezó el rumor de los milagros obtenidos por su intercesión, que Matías de Miechow primero, y después otros continuadores fueron recogiendo en un curioso diario, en el que se reflejan las costumbres polacas del siglo xv, desde 1475 a 1519. Su cuerpo fue enterrado en la iglesia de Santa Ana de Cracovia, en la que sesenta años después se le dió una sepultura más honrosa. Sin embargo, su causa de beatificación se fue retrasando durante muchos años. En 1628 el cura de la iglesia de Santa Ana, Adán Opatavius (Opatowczyk) publicó una vida con un catálogo de milagros, en latín. En 1632 aparecía la traducción polaca. Y en 1680 Inocencio XII le beatificaba. Por fin, el 16 de julio de 1767, Clemente XII le canonizó, cinco años antes de la primera partición de Polonia. Su fiesta fue fijada el 20 de octubre y elevada por Pío VI en 1782 a rito doble.


"Insigne Juan, tú eres la gloria de la nación polaca, el orgullo del clero, el honor de la Universidad, el padre de tu patria".



12:27 a.m.
San Dionisio de Alejandría, en su carta a Fabiano de Antioquía, hablando de los cristianos egipcios que padecieron en la persecución de Decio, cuenta que muchos fueron arrojados al desierto, donde murieron de hambre, de sed, de insolación, o perecieron atacados por las fieras o por hombres no menos feroces.

Otros muchos cristianos fueron vendidos como esclavos; cuando escribía San Dionisio, muy pocos habían sido rescatados.


El santo menciona en particular al anciano obispo de Nilópolis, Queremón, quien había ido a refugiarse a las montañas de Arabia con otro compañero y a quien nadie había vuelto a ver.


Los cristianos los buscaron, pero no lograron encontrar ni siquiera los cadáveres.


El Martirologio Romano conmemora a estos dos mártires el día de hoy.



12:27 a.m.
En la cripta de San Saturnino de Toulouse, se compendió taxativamente en estos términos, debajo de unas reliquias:

"San Honorato, segundo Obispo de Toulouse. Había nacido en la provincia de España llamada Tarraconensis. Fue convertido y bautizado en Pamplona por San Saturnino, al cual se vinculó de una manera especial."


"Después del martirio del apóstol de Toulouse, fue llamado a sucederle. Él confirió la unción episcopal a San Fermín, primer Obispo de Amiens, y que era como él uno de los más ilustres convertidos de Pamplona."


No sólo Toulouse, en la cripta de su catedral venera destacadamente el sepulcro de San Honorato. También la catedral de Amiens conserva su figura en piedra, formando el cortejo de San Fermín



11:58 p.m.

Presbítero Dominico


Martirologio Romano: En Montecerignone, de la Romagna, beato Domingo Spadafora, presbítero de la Orden de Predicadores, que trabajó diligentemente en el ministerio de la predicación (1521).

Domingo Spadafora, nació en Randazzo en 1450, de la nobilísima y antiquísima familia Spadafora, oriunda de Costantinopoli, llamada así porque tenía el privilegio de llevar la espada desenvainada en presencia del Emperador. Domingo, despreciando cualquier humana grandeza, decidido honrar y servir al Señor de los Señores entró en la Orden Dominica, en el floreciente Convento de Santa Zita en Palermo, fundado por Pedro Jeremías.


Enviado a Padua para completar sus estudios, si admirables fueron sus progresos en la ciencia, más admirables fueron los adquiridos en la sólida virtud. Conseguido el doctorado, y de regreso en su patria, su santidad y saber no pudieron permanecer escondidos y fue nombrado ayudante del Maestro General.


En una capillita de Monte Cerignone, en el estado de Urbino, había una milagrosa imagen de la Santísima Virgen por la que los habitantes tenían gran veneración; deseando edificar allí una iglesia con religiosos que se dedicasen a la cura espiritual de la población circundante, pensaron en los dominicos.


Se dirigieron al Maestro General para conseguir que se iniciara una obra tan ventajosa para las almas y para la gloria de la Virgen, a la cual la Orden profesa especial devoción. El proyecto se aprobó, y Domingo fue elegido para dirigir la nueva fundación. En 1491 surgieron así la iglesia y el Convento del cual Domingo fue guía hasta su muerte. Para edificación de toda la población, en la ferviente comunidad florecieron las leyes y el espíritu de la Orden.


En todo Montefeltro se lo consideraba a Domingo un santo, y como tal fue venerado después de su muerte, sobrevenida el 21 de diciembre de 1521. Fue sepultado en la iglesia conventual, y en 1545 se encontró su cuerpo incorrupto. Desde 1677 es venerado en la iglesia de Santa Maria in Reclauso en Monte Cerignone.


El Papa Benedicto XV confirmó su culto el 12 de enero de 1912. El 3 de octubre se conmemora el aniversario de la traslación de sus reliquias llevada a cabo en 1677.



11:58 p.m.

Por: Pilar Civera | Fuente: Memorias de mi abuela. Ed. Congregación de Colegios de la Pureza de María Q21



Fundadora de la Congregación Pureza de María


(Pollensa, 6 de agosto de 1837 - 21 de diciembre de 1922).

Alberta nació un 6 de agosto, hace unos 170 años, en un atractivo pueblecito mallorquín llamado Pollensa. Sus padres se llamaban Alberto y Apolonia. Desde muy temprana edad sus padres se preocuparon de darle una formación sólida, y a ella le gustaba la idea pues sentía una viva inclinación por saber el por qué de las cosas, la naturaleza atraía poderosamente su atención, disfrutaba subiendo una montaña y contemplando una puesta de sol en el silencio de un tarde de verano, le impresionaba muchísimo la inmensidad del mar, su alma se dilataba observando una noche de luna llena o un eclipse, y no le importaba interrumpir su sueño para ver una lluvia de estrellas o el paso de un cometa.


Aseguraba haber nacido en el marco de un hogar disciplinado, este factor fue determinante para forjar su carácter; era alegre, abierta, generosa, segura de sí misma serena y recta, muy recta, de ninguna manera pactaba con la mentira ni con la hipocresía, y decía que los asuntos relevantes, se resolvían con mucha oración y prudencia, y que debían de analizarse detenida y seriamente.


Por razones de trabajo de su padre que era militar, vivió un tiempo en Barcelona, cuando regresó de esta ciudad la familia se estableció en Palma, la capital de Mallorca, entonces recibió unas clases particulares para optar al título de maestra, se las impartió un joven que más tarde


sería parte del plan de Dios en su vida, Francisco Civera; ella era apenas una adolescente que como todas las demás, despertaba a la vida y notaba que su corazón empezaba a latir aceleradamente.


A ella le encantaba ir a Valdemar, un pueblecito muy lindo a unos pocos kilómetros de Palma, a ella le gustaba descansar allí, en el patio de la casa, había un asiento en el que permanecía largo rato cosiendo, rezando o contemplando una flor


Después de algunas clases con el apuesto profesor, descubrió que él, Francisco, era estupendo; no sólo lo admiraba por sus conocimientos sobre las Matemáticas y las ciencias, sino por su nobleza y caballerosidad, algo estaba pasando dentro de ella , se sorprendía pensando en él a cualquier hora , se fijaba en los colores de su camisa, de su corbata, pero además, intuía que también dentro de él había un afecto serio y delicado hacia ella que no se reducía a la simple cortesía de un profesor con su alumna, por aventajada que esta fuese; cuando pasaron unos días no dudó e n contarlo a su madre, que por supuesto, ya había advertido que algo estaba pasando en el corazón de su querida Alberta, recordaba cómo que la abrazó y sonrió , y que este gesto le infundió confianza y seguridad.


Un día decidió hacerle un regalo a Francisco, y se lo comunicó a su madre, ella compartió su ilusión y le compró un pluma para obsequiarle, Francisco, impresionado por aquel detalle, respondió con unos versos que comienza así:


Gracias mil el alma mía Te rinde, Alberta, en verdad, Por tu fina cortesía, Por la pluma que me envía Tu dulce y tierna amistad…


El amor entre los dos se iba consolidando, Francisco cada vez se sentía más atraído por su madurez , inteligencia y la belleza de su alma limpia, el noviazgo se formalizó y contando con la probación de las dos familias, el 7 de abril de 1860, el Señor bendijo su matrimonio en la Iglesia de San Nicolás de Palma, fue un día maravillosos, los recuerdos le venían a borbotones; al recordar este día, que ella calificaba como inolvidable, a sus ojos se asomaban dos tímidas lágrimas , como si decirlo, le restara encanto.


El hogar supo pronto de la alegría indecible de la llegada del primer hijo que lo bautizaron con el nombre de Bernardo, todo era luminoso, ni una nube se interponía en su incipiente felicidad, pero después de una año,, la vida del niño se apagó. Alberta y su esposo se abrazaron fuerte y desde lo profundo de sus corazones doloridos preguntaron ¿ Por qué Dios mío?, ¿Por qué?, pero sólo el silencio encontraban por respuesta.


Al cabo de un año, la alegría regresó de nuevo a sus corazones con el nacimiento de Catalina, pero dos años más tarde una epidemia de cólera se la llevó también al cielo.


A Alberta le costaba mucho recordar esas cosas, las decía despacio, se notaba que el dolor la había marcado, hacía breves pausas, como para descansar y tomar fuerzas.


Después, nacieron otros dos niños Bernardo y Alberto. Francisco y ella tenían mucho miedo de que la muerte se los arrebatara, estaban muy unidos, su amor había crecido muchísimo y todas las noches, después de cenar y acostar a los niños, ante la imagen de la Virgen que tenían sobre la cómoda de su habitación, rezaban, y su oración se mezclaba con el llanto y el dolor.


Bernardo también murió a los pocos años de nacer, sólo les quedó Alberto con una salud muy precaria que exigía muchos cuidados y atenciones.


Francisco y ella no entendían nada de todo lo que sucedía, en la oración encontraban la paz y la fuerza para seguir. Albertito iba creciendo y alegraba sus vidas, hacían proyectos…


Se entregó de lleno al colegio que con Francisco había fundado y en el desplegó todo su bagaje pedagógico, todo les iba bien.


Un día Francisco se sintió mal, lo vio el médico y comprobó que padecía de unas fiebres muy altas que no pudo controlarle, ningún esfuerzo por aliviarle tuvo éxito, Francisco también se iba, era el 17 de junio de 1869, esta muerte la sumió en una tristeza muy honda, experimentó una soledad muy grande y sólo en la oración encontraba sosiego; en nueve años había perdido tres hijos y el esposo, ¡había pasado rápido el tiempo!, parecía ayer que se habían conocido… ¿Quién entiende los designios de Dios?. Sin Francisco todo parecía carecer de sentido, pero ella buscaba… su fe la invitaba a rastrear en su interior y en el recuerdo de los acontecimientos alguna luz que le permitiera descubrir su nuevo camino; cuidaba de Alberto, atendía a sus padres que se iban haciendo mayores, Saturnino, su hermano, era de gran ayuda y apoyo, con él conversaba largos ratos de todo lo sucedido, tratando de vislumbrar el querer de Dios para ella.


A su mente acudió le idea hacerse monja salesiana, de las que tenían un convento en Palma, iría a hablar, tal vez ese era su lugar. Llegó el día de la cita, se levantó haciendo lo de un día normal y pensando en lo que debía explicar, y mientras estaba en su habitación arreglando cosas, le anunciaron que el Señor Alcalde y el Vicario de la diócesis, Dn. Tomás Rullán la esperaban en el salón para hacerle una propuesta de parte del Señor Obispo, Dn. Manuel Salvá. Ella se sorprendió enormemente de aquella vivita, le pedían hacerse cargo del Real Colegio de la Pureza, aquella invitación era claramente la voz de Dios, no tenía ninguna duda.


Al irse los distinguidos visitantes, lo comunicó a su familia. Humanamente hablando, la oferta no era absolutamente halagadora, pues se trataba de un colegio en ruinas en todos los aspectos, por lo tanto, requería de un temple gigante para volverlo a la normalidad.


Más que una invitación, aquello era un reto a su fe y a su confianza en Dios. Canceló su visita a las Salesas y por las noches después de dormir a Albertito, se retiró a su habitación a orar, en el silencio y a solas con Dios, aceptó, dijo Sí, iría al Colegio de la Pureza, tenía la certeza, de que allí, le esperaba Dios. Su familia la apoyó, Alberto pasaría al cuidado de su tío Saturnino.


El 23 de abril de 1870 fue la fecha elegida para ingresara a aquel viejo caserón llamado Can Clapers. La situación del centro tanto en su personal como en su mobiliario era lamentable, pero una fuerza interior la impulsaba a no dejarse vencer por el pesimismo y el cansancio, y así, en septiembre de ese mismo año, se inició el nuevo curso escolar, a los pies del Sagrario y de la Virgen de la Pureza, depositaba todas las noches sus preocupaciones, sus ilusiones, sus planes.


El Colegio crecía, los patios y pasillos rebosaban de rostros infantiles juguetones y alegres, impartía clases de gramática., historia, labores… en pocos años el Colegio se había recuperado, fue entonces cuando las autoridades de Palma le ofrecieron la rectoría de la primera Normal de Maestras que deseaba establecer en la capital, ella aceptó; el nombramiento oficial se hizo el 2 de mayo de 1872 y así , en el Colegio de la Pureza, con Alberta Jiménez al frente, el 13 de mayo del mismo año comenzó a funcionar la primer Escuela de Magisterio en la Isla.


Para esta época de su vida, tuvo que estudiar muchísimo, la prensa de Palma hacía eco de todo cuanto en Can Clapers sucedía.


Una vez que lograron la primera promoción de maestras, algunas de ellas pidieron quedarse para ejercer su profesión bajo la dirección de Alberta, a ella esto le satisfizo grandemente, las acogió con el mismo cariño que suele hacerlo las madres.


Al llegar a este punto de su vida, ella se encontraba feliz de hacer lo que hacía, sentía que ese era su camino, pero decía ella, que aún le faltaba algo, que muchas veces en su trato íntimo con el Señor experimentaba un deseo grande de entregarse definitivamente a ÉL.


Cuando se presentó la ocasión, no dudó en comunicarlo a las personas que con ella formaban el grupo de maestras, todas acogieron la idea con inmensa alegría, ya que era un anhelo deseado por todas, oportunamente se lo hicieron saber a Don Tomás, le pareció una idea excelente y comenzaron a redactar unas bases y unos estatutos, casi no podía creer lo que estaba pasando, pues con ese trabajo se estaba iniciando lo que sería la Congregación de Religiosas de la Pureza de María.


La autorización del Señor Obispo no se hizo esperar y el 19 de septiembre de 1874 quedó constituida la Primera Comunidad, los nombres de las Hermanas eran: Alberta Gimenez, María Aloy, Catalina Fornés, Magdalena Frau, Dolores Guardiola, y Catalina Togores.


Después de establecerse la Primera Comunidad, el trabajo pedagógico se intensificó, pues ella decía que la educación es una obra que siempre debe estar renovándose, le gustaba vivir informada, buscaba siempre nuevas forma de enseñar, la gente decía que era una pedagoga de vanguardia.


El 2 de agosto de 1892 se aprobaron las Constituciones, la obra iba viento en popa. En 1897 un nuevo visitador de la Congregación hace su estreno, se llamaba Don Enrique Reig, era secretario del Obispo y simpatizante de la Enseñanza, fue un gran apoyo para Alberta, siempre mostró interés por todo lo de La Pureza, y la animó a fundar Colegios fuera de Mallorca, pues ya entonces había en las ciudades de Manacor y de Inca. Valencia, fue la primogénita en la Península.


Don Enrique trabajaba con ahínco para la Congregación, el 10 de mayo de 1901, envió un telegrama desde Roma, en el que se informaba que La Pureza había tenido la probación del Papa León XIII para funcionar como Congregación de Derecho Pontificio.


Por estas fechas, Alberto, era un joven y vivía en Zaragoza, se relacionaba con frecuencia con Alberta, y la mantenía informada de sus planes, a su vez, ella le escribía con asiduidad y le hacía sentir el amor que como madre guardaba para él, en varias ocasiones se lo manifestaba a través de poesías sencillas y llenas de ternura. Un día ella recibió una carta en la que le participaba su noviazgo y su decisión de contraer matrimonio con una joven llamada Joaquina Llonch, en el corazón de Alberta se hicieron presente muchos recuerdos ya lejanos pero que parecía que habían sucedido ayer. Leyó la carta más de una vez y se retiró a la capilla, aquella noticia necesitaba ser compartida con Dios.


Pocos años después, Alberto enfermó, y Alberta tuvo que acudir de manera inmediata a su lado, acompañada por H. Ferrá, al llegar, pudo comprobar que realmente su salud estaba muy deteriorada, los médicos y toda la familia le prodigaban cuidados y atenciones.


Después de una leve mejoría, sufrió una recaída muy fuerte que no pudo superar. Murió la noche del 18 de junio de 1908; Alberta, naturalmente lloró, pero estaba serena.


El 22 de julio de 1912, una orden ministerial le arrebató la rectoría de la Normal, fue un sufrimiento grande para ella, pues le había dedicado mucho tiempo, esfuerzo y cariño, la gente de Palma que la conocía, no daba crédito a lo que leían en los diarios, ella estaba tranquila, muchas ex alumnas y padres de familia llegaron a darle su apoyo y le hicieron ver la injusticia que se estaba cometiendo, y ella los calmaba diciéndoles : "Dios permite las cosas para nuestro bien, no se mueve una hoja del árbol sin su voluntad, yo había pedido varias veces que me quitasen el cargo, y ahora Dios, por otros caminos, me ha concedido lo que tantas veces pedí".


En agosto llegaron Hermanas de las otras casas ya que se celebraba el capítulo general, ella puso su renuncia como Superiora General de la Congregación, argumentaba su falta de salud y lo avanzado de su edad. La renuncia fue aceptada, Alberta estaba muy enferma, pero esto no le impedía ayudar en los menesteres de la casa, siempre estaba ocupada, rezaba muchos rosarios y pasaba largas horas en la capilla…


Entraba el año 1920, por todos los rincones del Colegio se comentaba que en mayo serían las bodas de oro, se preparó una fiesta por todo lo alto, acudieron todas las antiguas alumnas, el día esperado era el 1º de mayo, se despertó con una diana, luego Misa solemne, almuerzo, tarde literaria, música, fuegos artificiales, fiesta mucha fiesta, llegaron flores y regalos de amigos, de padres de familia, de autoridades de Palma, todos reconocían su labor y en un acto oficial se le concedió la Gran Cruz de Alfonso XII, ella se dejó festejar con la serena alegría de siempre, lógicamente se emocionó pues no esperaba tanto, en todo momento se mostró atenta, fina y muy agradecida con la sencillez que la caracterizaba.


Su vida se fue gastando entre las paredes del viejo caserón que desde que ella llegó le dio sabor a hogar, se le vio muy contenta con las fundaciones del Puerto de la Cruz y de Santa Cruz en las Islas Canarias, sin embargo, sus movimientos eran cada vez más lentos y veía con mucha dificultad , todas las Religiosas, ex alumnas y alumnas que la visitaban estaban conscientes de que el final estaba cerca, llegaban Sacerdotes a animarla, a orar con ella, a darle el Sacramento de los Enfermos, algunos días los pasaba mejor que otros, la sentaban en un sillón que tenía en su habitación, decía que así estaba más cómoda , y en la madrugada del 21 de diciembre de 1922, dormida en el sillón, sin ruido, sin palabras, entregó su alma a Dios ,


Toda Palma la lloró , todos querían acercarse a ella para darle el último adiós ; su nieta repasaba en silencio todos los momentos felices que había compartido con ella, recordaba sus consejos, sus gestos bondadosos, todo se le agolpaba en la mente y en el corazón, sentía que algo de ella se iba con su abuela Alberta y calaba hondo en su alma, aquella frase que tantas veces la escuchó pronunciar:


"Nací para el Cielo y a Él todas mis aspiraciones"


El 22 de marzo de 1986 fue declarada Venerable por el Papa Juan Pablo II.



11:58 p.m.
Nació en Weitersburg, cerca de Koblenz, Alemania.

Siendo aun niño murieron sus padres, y tuvo la necesidad de trabajar como deshollinador.


En su juventud, estableció con esfuerzo un taller pero nuna olvidó destinar parte de sus ganancias para los más necesitados.


Dios lo inspiró y en su afán de caridad y servicio, con varios jóvenes que compartían sus ideas, organizó la Cofradía de San Luis, siempre procurando ayudar a los más desposeidos.


Poco después tomó los hábitos e hizo votos de castidad y pobreza.


Se distinguió por su ferviente devoción a la santísima Virgen, en su advocación de María Auxiliadora, a quien solicitaba protección.


Su amor a Dios en el servicio al prójimo lo llevó a fundar en su país, en 1849, la congregación de los Hermanos de la Misericordia de María Auxiliadora.


Su congregación creció, aun con penurias, enfermedades que soportó con paciencia, y calumnias y envidias que toleró con valor hasta su muerte, acaecida en la sede de su fundación.


Su obra se ha extendido en Europa, Malasia y Brasil con el apostolado a beneficio de los indigentes y los enfermos, para quienes se han fundado hospitales, clínicas de rehabilitación, hospicios, asilos y otros establecimientos como éstos.


Beatificado por Juan Pablo II en 1985.



11:58 p.m.

Por: P. Felipe Santos | Fuente: Catholic.net



Mártir




Etimológicamente significa “glorioso por la justicia”. Viene de la lengua griega.

Elegir a Cristo supone avanzar por un solo camino, no sobre dos a la vez.


La “Pasión” o teatro que da a conocer la vida del santo continúa inédita, aunque se sabe que existe en lengua griega.


La noticias de su martirio nos ha llegado gracias a los bizantinos que la colocan tal día como hoy.


Era originario de Mira en Licia. Le tocó vivir el tiempo difícil del emperador romano Decio (249-251).


Se desencadenó una terrible persecución contra los cristianos. Los gobernadores de cada región tenían que cumplir escrupulosamente las órdenes que emanaban del imperio.


Lo primero que hacían era la búsqueda policial de todos los cristianos, principalmente aquellos o aquellas que sobresalían entre los demás.


Uno de los más conocidos era Dioscoride, pero se refugió y escondió en la montaña, muy cerca de donde estaba Temístocles. Este era un pastor que guardaba y apacentaba el ganado.


La policía no tardó en encontrarlos. Una vez que los cogieron, les preguntaron por el motivo de su fuga.


Temístocles se guardó bien de denunciar a su amigo. Y no solamente no lo denunció, sino que él mismo se confesó cristiano.


Inmediatamente lo llevaron a la cárcel. Tras torturas y sufrimientos, lo trasladan ante la presencia del gobernador. La interrogación fue una farsa. Al confirmar su fe en Cristo, lo mandó asesinar.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


“Un santo triste es un triste santo” (San Francisco de Sales).



11:58 p.m.

Por: P. Felipe Santos | Fuente: Cathoic.net



Diciembre 21

Obispo


Etimológicamente significa “ matador de serpientes”. Viene de la lengua griega.


Pablo escribe: “ El Reino de Disonó depende de reglas externas; él es justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo”.


Delfín fue obispo en el siglo IV.


San Delfín es un santo francés que vivió al final del siglo IV y en los inicios del V.


Era obispo de Burdeos. Fue el maestro de san Paulino de Nola.


Lo bautizó y se intercambiaron muchas cartas. Fue a los concilios de Zaragoza y de Burdeos.


En ellos, una vez más, se condenó la herejía prisciliana.


Fueron días duros para la Iglesia y para él mismo. Pero confortado por el Espíritu y la alegría de Dios, hizo frente a todo con suma valentía y rectitud de conciencia..


Murió en el año 401, ya que en el 404 era ya considerado como el patrono de Aquitania.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


“Muchas personas cuidan de su reputación y no cuidan de su conciencia” (Siro).



12:02 a.m.
Nacido en Lomsa, Polonia, el 1 de Noviembre de 1885

Presbítero qeu por su fe fue encarcelado en el extranjero y llevado al campo de concentración de Sachsenhuse, soportados los tormentos, pasó a la gloria celeste el 20 de Diciembre de 1940.


Beatificado por Juan Pablo II el 13 de junio de 1999 junto a otros 107 mártires polacos.


Para ver más sobre los 108 mártires Polacos durante la segunda guerra mundial haz "click"; AQUI



12:02 a.m.
Ursicino era un monje irlandés compañero de San Columba.

Ellos estaban a cargo de las Galias en el año 610.


Ursicino se quedó en las montañas de Jura en busca de los lugares para vivir como ermitaño.


Se dice que Ursicino lanzó un palo desde la cima de las montañas para que el ciele le indicase el lugar justo donde construir su ermita.


El palo de Ursicno acabó, de hecho, cerca de una cueva en el valle del río Doubs.


Aquí construyó una capilla dedicada al San Pedro y un monasterio que asumieron la regla de Colombano.


Ursicino murió alrededor de 620.



12:02 a.m.

XV Papa




En el año 199, cuando murió el papa San Víctor I, el clero romano oró pidiendo consejo a Dios para nombrar al nuevo Pontífice. La señal esperada se produjo bajo la forma de una paloma que se posó unos instantes sobre la cabeza de nuestro santo e inmediatamente desapareció. Se vio en ella una imagen del Espíritu Santo, y Ceferino subió a la silla de San Pedro de inmediato.

Al iniciar su pontificado nombró a Calixto, quien luego sería su sucesor, como archidiácono de Roma, cargo equivalente al actual de Secretario de Estado, y que supuso convertirlo en su principal consejero, lo que dada la escasa formación teológica de Ceferino lo hizo depender totalmente de aquel.


Por otra parte, Ceferino estableció que los jóvenes cumplidos los 14 años hiciesen la comunión por Pascua, y que los cálices no fueran de madera introduciendo además el uso de la patena. Asimismo excomulgó a Tertuliano.


Fue por aquellas mismas fechas cuando el emperador Severo, que hasta entonces se había mostrado, si no favorable, sí al menos neutral con los cristianos, publicó su primer edicto de persecución contra éstos. Ceferino supo afrontar la noticia con gran presencia de ánimo.


A pesar de su alta dignidad, pasaba gran parte de su tiempo visitando los refugios de cristianos, animándoles con sus palabras y proporcionándoles recursos para sobrevivir. En ocasiones iba a verlos a la cárcel, y no pocas veces estuvo presente durante las torturas, intentando dar apoyo y esperanza con su presencia.


Al cabo de nueve años, las persecuciones cesaron con la muerte de Severo. Pero los problemas a los que debía enfrentarse nuestro Santo no habían terminado. Los herejes aprovecharon aquel momento de relativa tranquilidad para difundir sus doctrinas erróneas por doquier.


Durante su pontificado, inciado bajo el gobierno del emperador Septimio Severo, se reanudaron las persecuciones contra los cristianos, persecuciones que se suavizaron a la muerte de este y durante el mandato de su sucesor Caracalla pero que se reactivaron al ascender, en 217, al trono del imperio Macrino y que hace afirmar a ciertas fuentes que Ceferino murió en ese mismos año tras sufrir martirio aunque, al no existir pruebas documentales de tal afirmación, lo más probable es que falleciera de muerte natural.



12:02 a.m.

Abad




Su vida la escribió con devoción precisa un monje contemporáneo llamado Grimaldo, que además fue religioso de su casa. Lo que se describe en latín decadente de última hora fue luego puesto en el balbuciente romance de lengua castellana por Gonzalo de Berceo ya en el siglo XIII.


Nace alboreando el siglo XI en Cañas, cerca de Nájera, en el reino de Navarra; no se sabe si de cuna noble o del pueblo llano, ni si rico o pobre. Sí se le conoce pastoreando cuando niño y dado a compartir comida y leche de oveja con los viandantes. Es apacible de carácter y muestra cierta inclinación al estudio; quizá por eso sus padres le orientan hacia la clerecía que es, en su tiempo, un modo de conseguir honores y riquezas, casi tanto como las armas, aunque él piensa más en su santificación y en la gloria de Dios que en los triunfos humanos.


El obispo lo ordena sacerdote. Pero Domingo Manso llega a sentirse indigno y nota pavor porque es duro y muy difícil vivir en solitario tan sublime ministerio. Después de año y medio se retira. Ya no hay eremitas; la quintaesencia se busca en los monasterios. Entra en el antiguo y observante cenobio de San Millán de la Cogolla, tomando el hábito negro de San Benito. Recibe y da ejemplo.


Encargado del priorato de Santa María, lo rehace.


Los monjes de San Millán vuelven los ojos a él y le piden sea su prior. Pasa de "pastorcillo" a "pastor". Y mientras cumple este encargo, el rey don García de Navarra, duro de carácter y tenaz, conocido como "el de Nájera", le pide los tesoros del cenobio; pero da con un compatriota que también lleva en la sangre lo que dan la tierra y la época en cuanto se refiere a tozudez y firmeza. Pone cara al rey y defiende lo que es patrimonio de su casa y de su iglesia. Esta actitud le valió el destierro voluntario a las tierras de Castilla donde reina el hermano de don García.


El bondadoso rey Fernando, le encomienda poner en pie el monasterio —por entonces en ruinas— de San Sebastián de Silos que fundó o restauró Fernán González en el 909 y que sobrevive casi deshabitado. Fue una obra gigantesca que en España ayuda a la configuración de la gran Castilla en cuanto llega a convertirse en un foco civilizador en el lugar por donde poco antes andaban los sarracenos. Llegan más y más gentes al calor del monasterio. Entre el ruido de los martillos de canteros, las sierras de carpinteros, los cinceles de los escultores, los cencerros de las vacas y las esquilas de las mulas, también suenan las campanas que llaman a Vísperas, a Misa y a los rezos. Con ello, se escucha la alabanza de los monjes que va aprendiendo el pueblo. Las tierras son bien labradas y hay horno de pan dispuesto. Ovejas y bueyes pastan por los amplios campos llanos. Se va haciendo arte al terminar las obras con esmero. Y el estudio de los monjes requiere libros que se guardan como tesoro sin precio.


Murió el santo abad —"Abad de santa vida, de bondad acabado", según escribe su cantor— que supo vivir de oración y penitencia el 20 de diciembre del año 1073 dejándole al monasterio de Silos su nombre como título.



12:06 a.m.

XXXIX Papa




Fue de nación romano; su padre se llamó Máximo. Fue elegido Sumo Pontífice imperando Graciano, y sucedió en la silla apostólica a San Siricio en diciembre del 398. Tuvo el sumo pontificado tres años, diez meses y veinticinco días.

Constituyó que los sacerdotes no estuviesen sentados, sino en pie e inclinados, cuando se leyese o cantase el Evagelio en la Iglesia, y que ningún peregrino, mayormente si era transmarino, fuese admitido en la clerecía si no traía fe de quién era, sellada y firmada de cinco obispos. Esto mandó por los Maniqueos, que entonces eran muy estimados en Africa, y para corromper a los católicos enviaban muchos de los suyos a diversas partes donde pudiesen sembrar sus herejías. Constituyó también que los débiles o mancos, o cualesquiera otros que careciesen de algún miembro, no fuesen clérigos.


Consagró la Iglesia llamada Crescentina en la región segunda, en la via Mamertina. Celebró dos veces órdenes por el mes de diciembre, y ordenó en ellas a 8 presbíteros, 5 diáconos y 10 obispos; y habiendo servido al Señor fielmente (porque no fue digno el mundo de gozarlo mucho tiempo, como dice San Jerónimo, su contemporáneo, pues fue hecho Pontífice por su gran santidad y pobreza apostólica a los 70 años y más de su edad, y también porque en su tiempo no viese rendida a la siempre triunfante Roma, señora del mundo), pasó de esta presente vida a tomar posesión eterna a los 27 de bril del año 401, imperando Graciano, según algunos Arcadio y Honorio.


San Anastasio combatió la herejía donatista en el Africa septentrional y condenó los errores de Orígenes.


Su santo cuerpo fue sepultado en el Cementerio de San Pedro junto al Oso Pleato y estuvo por su muerte vacante la silla aspostólica 21 días.



12:06 a.m.

Por: P. Felipe Santos | Fuente: Cathoic.net



CC Papa




Etimológicamente significa “habitante de la ciudad”. Viene del latín.

Estamos en el año 1370. Es la triste época de los Papas de Avignon simultaneando con los de Roma.


Se les conoce como los desterrados de Avignon, ciudad amurallada y preciosa por su antigüedad y casco histórico.


No le tocaron tiempos fáciles. Este Papa pertenece a los de Avignon. Fue el mejor de los siete que hubo.


Era francés. Estudió y, al acabar, abrazó la vida religiosa con los benedictinos.


Fue una persona digna para la diplomacia, tan importante en aquellos días. Al morir el Papa, lo hicieron en seguida obispo, cardenal y Papa.


¿Qué hizo de especial?


Intentó reformar las costumbres. Le sentaban mal los lujos, invitó a todos los que trabajaban con él a llevar una vida austera. La cultura fue otra de sus grandes preocupaciones.


Se hizo ayudar de los franciscanos y dominicos para que el Evangelio llegase a las tierras de Bulgaria, Ucrania, Bosnia, Albania, Lituania y a Mongolia.


Pero lo que más sobresale en él es que dejó Avignon y se fue al sitio de donde ningún antipapa debería haber salido.


Esto ocurrió en el año 1366, con la oposición del rey francés y de algunos eclesiásticos de renombre.


Todo el mundo cristiano se sintió feliz de su retorno. Y en Roma hubo recibimientos y homenajes como no se puede uno imaginar después de más de 50 años con dos Papas al mismo tiempo.


Necesitaba emplearse a fondo en la ciudad eterna.


Estaba muy abandonada. Fue él quien comenzó la reconstrucción de los monumentos religiosos.


Su estancia o residencia la puso en el Vaticano.


Ante el esplendor que tomaba la ciudad, comenzó el turismo de gente sencilla e ilustre. Santa Brígida le disuadió para que n volviera a Avignon Murió tal día como hoy del 1370.


¡Felicidades a los Urbanos!



12:06 a.m.

Por: P. Felipe Santos | Fuente: Catholic.net



Diciembre 19

Obispo


Etimológicamente significa “fuerte como el oso”. Viene de la lengua alemana.


Hijo de condes poderosos en tierras y buenos en santidad, tuvo una hermana, santa Paloma y un hermano llamado Rinaldo.


Cerca del castillo de los padres había una abadía benedictina. Y fue en ella en donde le vino la vocación a Berardo.


Una vez que se ordenó de sacerdote, soñaba aún más por lograr la perfección.


Por eso le pidió a sus superiores que lo enviaran al monasterio de san Juan. En él, parece ser, había un mayor recogimiento.


Al final del 1115, murió el obispo de la diócesis. Todo el mundo pensó que el digno sucesor era Bernardo.


Y, desde luego, no se equivocaron lo más mínimo.


Como obispo se caracterizó por su celo pastoral, su amor a la reforma, un príncipe feudal honrado y prudente – cosa difícil en aquella época.


Una vez que hubo desempeñado su trabajo episcopal con suma sencillez, una profunda piedad religiosa y una caridad desbordada hacia los pobres – la clave evangélica por excelencia para medir el grado de santidad -,


Murió en el año 1123 tal día como hoy.

La Iglesia de su diócesis sigue celebrando su fiesta en este día con mucho fervor.

Se conservan dos relicarios, su cabeza y un brazo, con el que bendecía a los fieles desde la escalera de la catedral. Hoy hace el obispo exactamente igual.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


“La prueba del buen predicador es que salga de su púlpito no diciendo “qué hermoso sermón”, sino “voy a hacer algo” ( San Francisco de Sales).




12:06 a.m.

El santo de la verdadera devoción Mariana


La Divina Providencia preparó a este gran santo y lo dio al mundo al final del S. XVII hasta apenas comenzado el XVIII.

Nacido en 1673 en Francia, recibe su educación en uno de los Colegios de la Compañía de Jesús y en 1700 se ordena sacerdote.


Morirá en 1716, habiendo realizado en tan corta carrera cantidad de misiones populares, echado los cimientos de dos congregaciones religiosas (que no llegó a ver en vida), restaurado templos de la Virgen ruinosos o abandonados y, sobre todo, arrancando las almas de las garras del jansenismo para devolverlas al amor ardiente de Dios, mediante la contemplación tierna de Jesús Crucificado y la verdadera devoción a María Santísima.


El jansenismo apartaba a las almas de la intimidad con Dios, de la relación sencilla y confiada característica del espíritu de filiación que es fruto del Espíritu Santo y la presencia de María en la vida del cristiano, acentuando en forma desmedida la Majestad y Santidad Infinita de Dios y nuestra indignidad.


De ahí la obsesión por interminables preparaciones, exámenes de conciencia más que escrupulosos, vueltas y revueltas sobre sí mismo, como si uno tuviera que lograr cierto grado de perfección previa para recibir los Sacramentos... ¡que son los que, en realidad, nos curan y nos perfeccionan..!


La gracia sería (dentro de este esquema), más bien un premio al propio esfuerzo, tal como Jesús nos lo ilustra en la parábola del fariseo y el publicano, que muchos no comprenden todavía...


Y aún nosotros mismos, cada vez que tememos acercarnos al sacramento de la Confesión ‘’porque tengo demasiadas culpas...’’. ¿Y para qué está el Sacramento? Precisamente porque tenemos demasiadas culpas, necesitamos confesarnos con frecuencia y comulgar, porque sólo Jesucristo nos lava de nuestras culpas y nos fortalece para que las recaídas se vayan extinguiendo, poco a poco.


Luis María Grignion de Montfort reacciona con santa violencia ante el estrago que semejante postura causaba dentro de la Iglesia en ese momento, y ante la difusión de una falsa sabiduría en el ambiente intelectual cristiano, que desdibuja la radicalidad del Evangelio y huye del Camino de la Cruz.


Tanto en sus misiones populares como en sus escritos, planta firmemente a Cristo Crucificado (cumbre de la verdadera sabiduría, la sabiduría Divina), y la devoción a María como medio insustituible y necesario para que Cristo se forme realmente en cada alma bautizada.


El desarrollo de estas ideas lo realiza en su primera obra: ‘’El Amor de la Sabiduría Eterna’’ (1703-1704). El capítulo XVII de este libro es ya un anticipo de lo que explicará largamente acerca del papel de María Santísima en nuestra santificación, en el célebre ‘’Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen’’ (1712, aprox.). Valiosísimos consejos de orden práctico para vivir la dependencia total de María nos son dados en su otra obra: ‘’El Secreto de María’’, como resumen y complemento del ‘’Tratado...’’.


El Hijo de Dios, 2da. Persona de la Santísima Trinidad (o también ‘’Verbo’’, o ‘’Sabiduría Eterna’’), ha querido salvarnos y glorificar al Padre haciéndose hombre y muriendo en la Cruz. Y todo esto lo realizó Por María, Con María, En María y Para María, porque a Ella se entregó primero y para Ella en primer lugar derramó su Sangre Preciosa. No ha querido venir a nosotros directamente, sino a través de María.


Y así lo sigue haciendo, porque ha hecho de su Madre verdadera Madre nuestra, ‘’Mater Gratiae’’, Madre de la Gracia en nuestras almas. El Espíritu Santo realiza cada día el milagro de formar a Cristo en el bautizado en unión con María, tal como lo hizo desde el principio.

¿Quieres saber más? Consulta corazones.org



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