San Dionisio de Alejandría, en su carta a Fabiano de Antioquía, hablando de los cristianos egipcios que padecieron en la persecución de Decio, cuenta que muchos fueron arrojados al desierto, donde murieron de hambre, de sed, de insolación, o perecieron atacados por las fieras o por hombres no menos feroces.
Otros muchos cristianos fueron vendidos como esclavos; cuando escribía San Dionisio, muy pocos habían sido rescatados.
El santo menciona en particular al anciano obispo de Nilópolis, Queremón, quien había ido a refugiarse a las montañas de Arabia con otro compañero y a quien nadie había vuelto a ver.
Los cristianos los buscaron, pero no lograron encontrar ni siquiera los cadáveres.
El Martirologio Romano conmemora a estos dos mártires el día de hoy.
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