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De hecho, por los breves apostólicos de dos papas, Gregorio XIII y Sixto V, se celebra en Santiago y en España la fiesta de la Traslación.

El rey Herodes mandó decapitar a Santiago. Fue el protomártir de los Apóstoles; luego le seguirían todos los demás y sucedió en la ciudad Santa de Jerusalén. Este es el dato histórico y punto de partida de una leyenda que parece ser un inverosímil juego imaginativo pero, como tantas veces sucede, la fantasía mejor intencionada cubre los espacios en blanco que la historia no puede rellenar con datos comprobables.


Y la leyenda se expone así resumiendo: Una vez muerto Santiago, los siete discípulos que había llevado consigo cuando estuvo en España robaron por la noche el cuerpo que Herodes prohibió enterrar y dejó expuesto a las aves, perros y alimañas. Ocultamente lo llevaron hasta el puerto de Jaffa donde milagrosamente encontraron una nave sin remeros ni piloto, pero con todo lo necesario para una larga travesía. Ayudados por un viento favorable y sin escollos ni tempestad arriban a Iria Flavia —hoy Padrón— cerca de Finisterre. Con esto cumplen el deseo que les había encargado el propio Santiago previendo el acontecimiento de su muerte.


Tierra adentro encuentran una gruta. Les parece sitio apto para depositar los restos mortales. Manos a la obra, destruyen un ídolo de piedra de los paganos del país y excavan en la piedra un sepulcro donde depositan el cuerpo con su cabeza que habían transportado. Luego levantan una casa que será capilla. Teodoro y Atanasio se quedarán custodiando la reliquia, mientras que los otros cinco compañeros saldrán por los campos y poblados a predicar el Evangelio. Cuando mueren los dos custodios reciben sepultura junto a los restos de Santiago.


Las invasiones y guerras que se suceden en el lugar son factores determinantes para que, junto con el mismo paso de los años, se relegue al olvido transitoriamente tanto el lugar ya tapado por los matorrales como el tesoro que contiene.


Cuando reina Alfonso el Casto se descubren los antiguos sepulcros y el rey manda edificar un templo. Y otros monarcas le siguen. Es Compostela. Los papas conceden privilegios, Urbano II desliga el obispado de la jurisdicción de Braga y con Calixto II comienza a ser arzobispado. Los milagros y las maravillas se producen en el tiempo para españoles y extranjeros. Se señala de modo muy especial la protección en la larga lucha de reconquista llegando a aplicársele el alias de "Matamoros" por haberlo visto con todas las armas precediendo al ejército cristiano. Las rutas del peregrinaje de Europa comienzan a tener otro camino para culminar el perdón de los pecados con arrepentimiento.


Este día también se festeja a San Fulgencio



Martirologio Romano: En Tours, de la Galia Lugdunense, san Perpetuo, obispo, que edificó la basílica de San Martín y muchas otras en honor de los santos, y reguló en su Iglesia la práctica de ayunos y vigilias (491).

Etimológicamente: Perpetuo = duradero, es de origen latino.



Perpetuo era de familia senatorial. Una vez que lo nombraron obispo de Tours, dejó todo cuanto tenía – que era mucho – para el consuelo de los pobres. Los pobres son mis herederos. Les dejó campos, casas, jardines, pastizales, viñas y hasta la propia ropa.

Sin duda alguna fue uno de los obispos más sobresalientes de su tiempo.


Tenía siempre presente a su predecesor, san Martín, el soldado que rompió su capa en dos para entregar una parte a un mendigo.


Perpetuo agrandó la basílica dedicada a san Martín e hizo una casa grande a su lado para albergue de peregrinos.


Desde el primer año de su episcopado, convocó un concilio provincial en Tours.


Decretó que los fieles observaran algunos días de la semana con especial atención a las cosas del espíritu.


La influencia de san Perpetuo fue enorme. Trece siglos después de su muerte , alguien escribió estas palabras atribuidas al santo: “Vosotros, mis queridos hermanos, mi corona, mi alegría, es decir, el pobre de Cristo, necesitados, mendigos, enfermos, viudas y huérfanos...A todos vosotros os declaro mis herederos”.


Tenía una primavera en el corazón, porque sabía perdonar a todo el mundo y, además, entregaba su propio ser para el bien de los demás.


Catorce años antes de morir, escribió su testamento, un documento perfecto de cómo debían ser los obispos de aquellos tiempos.


Los últimos años de su vida fueron malos, debido a la invasión de lo Godos y a la doctrina arriana.


Murió en el año 494.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


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Etimología: Judith = aquella que alaba a Dios. Viene de la lengua hebrea.

Si quieres leer y meditar un libro sumamente interesante en la Biblia es el de esta heroína que defendió la libertad de su pueblo y la religión contra el tirano general Holofernes.


Este militar, asesorado por sus jefes, sabía que el pueblo judío cuando está bien con su Dios, no hay quien pueda con ellos.


El orgulloso general, con tantos hombres bajo sus órdenes, mandó sitiar la ciudad hasta que murieran extenuados de hambre y de sed. Cuando las cosas iban muy mal, el sacerdote Ozías, le dijo:"Esperen cinco días y en ese plazo decidiremos qué debemos hacer".


Pero en este momento se presentó una bella mujer, viuda y entregada a la penitencia y a la oración. Era la admiración de todos por su belleza física y su simpatía.


Judith les dijo:" Dios nos está probando pero no nos ha abandonado. Yo voy a hacer en estos días algo cuyo recuerdo se prolongará por muchos siglos. Esta noche saldré de la ciudad y luego Dios hará por mi mano algo que ahora no les puedo contar". Luego se postró ante Dios y le rogó que bendijera su plan y la ayudara. El sacerdote y los demás jefes le dijeron: "Vete en paz y que el Señor te proteja y te guíe".


Se puso bellísima con sus mejores vestidos y joyas y se largó al campo de los enemigos. Al verla los centinelas, ella les dijo que huía de Betulia para entrevistarse con Holofernes.


Le pidió al general que la dejaran actuar y que cada noche le permitiese ir al campo a orar. Le dijo que no había inconveniente. Se enamoró de ella al instante. Mandó hacer una gran fiesta en la que se emborrachó. Una vez que se quedó solo, cogió una espada y le cortó la cabeza.


Actuó en conciencia. Entre dos males, eligió el menor. Todos fueron a felicitarla. Y le dijeron:"Tú eres la gloria de Jerusalén, el orgullo de Israel. Bendita seas por el Señor Omnipotente por todos los siglos. Amén".


¡Felicidades a las Judith!


Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com



Etimología: Sabino = Nativo en las Sabinas (antiguo pueblo de la Italia Central). Viene de la lengua latina.

Este mártir es de época incierta. Al leer su “Pasión” o teatro para darlo a conocer, se habla que el emperador ordenó a Venustiano que se presentara ante el tribunal Sabino, que era obispo de Asís.


¿Por qué y con qué derecho dices al pueblo que deje nuestros dioses para adorar a un hombre muerto?


Sepa, contestó Sabino, que Cristo, después de morir, resucitó al tercer día.


Puedes elegir entre adorar a nuestros dioses o morir. Y a ver si resucitas como Cristo, tu maestro.


Venustiano ordenó que le fueran cortando las manos y lo llevaran así a la cárcel.


En ella le devolvió la vista a un ciego. El propio gobernador fue a ver si era verdad.


Y no solamente le curó la vista, sino también el alma en cuanto que el curado le pidió que lo bautizara porque quería ser cristiano.


Y no solamente a él sino también a su mujer e hijos. Una vez que llegó a Roma la noticia de que se habían convertido, cambió al gobernador y le encargó que acabase con el obispo y con el gobernador.


Todo esto es fruto de la “Pasión”, escrita en el siglo V ó VI. Pero lo claro es que san Sabino es un mártir auténtico, aunque sepamos poco de su vida.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com



Martirologio Romano: En Palestrina, del Lacio, beata Margarita Colonna, virgen, que prefirió a las riquezas y deleites del siglo la pobreza por Cristo, a quien sirvió profesando la Regla de santa Clara (1280).

Etimología: Margarita = Aquella de belleza poco común, es de origen latino.


Margarita nació en 1255, en Palestrina, hija de Odón, de los Príncipes Colonna, y de Mabilia o Magdalena Orsini, que tenían otros dos hijos: Juan y Giacomo (Santiago). Corría en ella, por tanto, la sangre de dos de las más poderosas familias romanas, protagonistas de excepción de la historia de la ciudad de Roma, con fases de paz y fases de enconados enfrentamientos. Palestrina era la plaza fuerte de la familia. Las grandes familias romanas estaban estrechamente unidas al papado y a la curia, y los Colonna. En 1212 había sido legado pontificio para la V Cruzada Juan Colonna, cardenal de Santa Práxedes. Fue él quien trajo a Roma desde Oriente la columna a la que, según la tradición, estuvo atado Jesús durante la flagelación, y que aún se conserva en la iglesia de la que él fue titular.


Los años en los que vivió Margarita fueron tumultuosos y complicados para la Iglesia. La sede papal quedó vacante durante 20 años, el periodo más largo de la historia. Los pontificados de los papas que salían del cónclave eran demasiado breves, y eso perjudicaba su autoridad y prestigio, tan necesarios para mantener el equilibrio entre las pretensiones de Francia y del Imperio germano sobre el territorio italiano.


Desde la más tierna infancia había sido educada por su madre en las virtudes cristianas por su madre, que había conocido a san Francisco en la casa de su hermano Mateo, tío de Margarita. Pero ella y sus hermanos quedaron pronto huérfanos, primero de padre, y luego de madre. Quedó bajo la tutela de su hermano Juan, dos veces senador de Roma, quien le preparó un matrimonio prestigioso y conveniente para las alianzas nobiliarias, mas ella sólo deseaba ser esposa virginal de Jesucristo.


El 6 de marzo de 1273, apoyada por su otro hermano, el cardenal Giacomo Colonna, se retiró con otras dos jóvenes piadosas en la iglesia de Santa María de la Costa, en el Monte Prenestino, hoy llamado Castel San Pietro, encima de Palestrina, donde fundaron una comunidad religiosa, sin aprobación canónica. Vistió el sayo de las damianitas, bajo el cual llevaba un cilicio ceñido a sus carnes. Entre ayunos y penitencias pedía al Señor le concediese su mayor deseo: ser clarisa. Así vivió unos años, siendo un escándalo para su familia.


En 1278, siendo su hermano Juan senador de Roma, su otro hermano, Giacomo, fue nombrado cardenal por expreso deseo del papa Nicolás III (Giangaetano Orsini, también pariente de Margarita). La elección no se obedeció solamente al hecho de pertenecer a una familia importante. El joven Giacomo era un verdadero creyente y amaba a Cristo, de modo que tomó consigo a su hermana y la llevó a Roma, para orar juntos ante los sepulcros de san Pedro y san Pablo. Fue el comienzo de una nueva etapa en la vida de Margarita, pues su ejemplo despertó el interés de otras mujeres, interesadas en dedicar enteramente su vida, como ella, al servicio de Cristo.


Hacía sólo 20 años que había muerto santa Clara, y su ideal de vida y el de Francisco atraía a multitud de personas de toda condición social. A petición de Margarita, el ministro general de los frailes menores fray Jerónimo Masci, futuro papa Nicolás IV, le permitió entrar en el monasterio de santa Clara de Asís, pero los planes del Señor eran otros, y una enfermedad se lo impidió. Pensó entonces en retirarse con sus compañeras en el convento de la Méntola sobre el monte Guadagnolo, entre Palestrina y Tívoli), donde se veneraba una imagen de la Virgen a la que le tenía mucha devoción, pero era un feudo del conde de Poli, que no veía con buenos ojos a una Colonna en su territorio. Fue por eso que, al poco tiempo, se trasladó a Roma, y pasó largo tiempo como huésped de una noble muy piadosa y generosa, llamada Altrudis, apodada “de los pobres” por aquellos a quienes ella había dado sus bienes. Hasta que, en 1278, con ayuda de su hermano cardenal, regresó al monte Prenestrino, junto a su ciudad natal, para fundar monasterio donde se viviera pobremente y se alabara al Señor día y noche.


Ella misma se ocupó de la formación de sus compañeras; pero su caridad se extendía más allá, hasta los enfermos y pobres de la comarca. Cada año, para la fiesta de San Juan Bautista, del que era muy devota, organizaba para ellos una comida. Cuenta la tradición que, en cierta ocasión, se presentaron Jesús y el Bautista a su mesa, pero desaparecieron cuando los reconoció Margarita. Toda su rica dote fue a parar a manos de los pobres y enfermos. Una vez agotado su rico patrimonio personal, no permitió que sus hermanos le ayudasen, sino que prefirió vivir como franciscana, y no le importó recurrir a la “Mesa del Señor”, pidiendo limosna de puerta en puerta, para continuar su obra en favor de los pobres.


Practicó de manera heroica todas las virtudes, edificando al pueblo con la oración asidua y el ejemplo de una caridad heroica. Con ocasión de una epidemia, Margarita se hizo “toda para todos” asistiendo maternalmente a los hermanos enfermos y corrió también en ayuda de los franciscanos de Zagarolo. Otra vez acogió en casa a un leproso de Poli, comiendo y bebiendo en el mismo plato y, en un ímpetu de amor, besó aquellas repugnantes llagas. Sería demasiado prolijo recordar todas las manifestaciones de la intensa vida mística de Margarita: la observancia escrupulosa de la regla de Santa Clara, el amor a la pobreza, la continua unión con Dios, los éxtasis, las efusiones de lágrimas, las frecuentes visiones celestiales, el matrimonio místico con el Señor, quien se le apareció colocándole un anillo en el dedo y una corona de lirios sobre la cabeza y le imprimió la llaga del corazón.


Durante siete años sobrellevó pacientemente una herida ulcerosa en el costado, como si llevara una llaga de la pasión de Jesucristo. Aún no había cumplido los 30 años cuando murió al alba del 30 de diciembre de 1284, a causa de la úlcera y de unas fiebres altísimas. Su muerte fue en todo digna de una perfecta hija de San Francisco, el cual por amor de dama pobreza quiso morir desnudo sobre la desnuda tierra. La noche de Navidad se le había aparecido la Virgen con el Niño en brazos, y la dejó en un estado de profunda exaltación. Después que hubo recibido el viático y la unción de los enfermos, pidió a su hermano el cardenal Giacomo, que la colocaran en tierra, deseando morir pobre como Jesús y el Seráfico Padre San Francisco. Fue complacida, pero sólo por un breve espacio de tiempo, porque estaba demasiado extenuada. Por último pidió que le dieran el crucifijo: habiéndolo besado con intenso afecto, lo mostró a sus hermanas, exhortándolas a amarlo con todas sus fuerzas. Se adormeció un poco y luego volviendo en sí exclamó con vigor: “He ahí a la santísima Trinidad que viene, adoradla!”. Luego, cruzados los brazos sobre el pecho, y fijando los ojos en el cielo, expiró serenamente.


Los funerales se desarrollaron el mismo día, en la iglesia de San Pietro sul Monte Prenestino con gran concurso de pueblo y de todos los franciscanos de la zona. El sepulcro de Margarita se convirtió enseguida en meta de peregrinos, que recibían gracias por su intercesión. Cuando el papa Honorio IV autorizó en 1285 el traslado de su comunidad de clarisas al monasterio de San Silvestre in Cápite de Roma, éstas se llevaron consigo el cuerpo de la beata, que permaneció allí hasta el año 1871. Hoy sus reliquias se veneran en la iglesia de Castel San Pietro, donde la semilla sembrada por Margarita hace más de siete siglos sigue aún viva, gracias a las clarisas del monasterio de Santa María de los Ángeles.


Sus primeros biógrafos fueron su hermano Juan y la primera abadesa de San Silvestre. Pío IX aprobó su culto el 17 de septiembre de 1847. Pocos años antes el papa Gregorio XVI había dispuesto que los Colonna y los Orsini eran las únicas familias con el privilegio exclusivo de Príncipes asistentes de la sede pontificia.


Margarita representa para el mundo una delicadísima figura de mujer en quien las dotes naturales de inteligencia, fascinación y sensibilidad, unidas al realismo y a la dignidad de su hogar, se insertan en el robusto árbol de la espiritualidad franciscana. Su vida brilla como un arco iris de paz en la historia tormentosa de su tiempo.



ORACIÓN

Oh Dios, que has hecho admirable

en el desprecio de los bienes terrenos

a la Beata virgen Margarita,

ardiente de amor por ti:

concédenos, por su intercesión,

permanecer siempre unidos solamente a ti

mientras cargamos con nuestra cruz.

Derrama sobre nosotros, Señor,

el espíritu de santidad

que concediste a la Beata Margarita Colonna,

para que podamos conocer el amor de Cristo,

que supera todo conocimiento,

y gozar de la plenitud de la vida divina.

Por Cristo nuestro Señor.

Amén.


Martirologio Romano: En el pueblo de Pancalieri, cerca de Turín, en Italia, beato Juan María Boccardo, presbítero, el cual, trabajando infatigablemente en el cuidado de los ancianos y enfermos, fundó la Congregación de Hermanas de los Pobres Hijas de San Cayetano (1913).

Nacido en 1848 dedicó su vida a asistir a los enfermos durante la epidemia de cólera de 1884.


Fue Párroco de Pancalieri, al norte de Italia, fundó la congregación religiosa de las Pobres Hijas de San Cayetano.


Don Giovanni Maria Boccardo fue un hombre de profunda espiritualidad y, a la vez, un apóstol dinámico, promotor de la vida religiosa y del laicado, siempre atento a discernir los signos de los tiempos. Escuchando, en la oración, la palabra de Dios, maduró una fe vivísima y profunda. Escribió: «Sí, Dios mío, lo que quieres tú, lo quiero también yo».


Y ¿qué decir de su infatigable celo en favor de los más pobres? Supo acercarse a todas las miserias humanas con el espíritu de san Cayetano de Thiene, espíritu que infundió en la congregación femenina que fundó para el cuidado de los ancianos y los enfermos, y para la educación de la juventud. Hizo suya la invitación evangélica: «Buscad primero el reino de Dios y su justicia» (Mt 6, 33).


Como el santo cura de Ars, del que era devoto, indicó a sus parroquianos, con su palabra y sobre todo con su ejemplo, el camino del cielo. El día de su ingreso en Pancalieri como párroco, dijo a los fieles: «Vengo aquí, queridos hermanos, para vivir como uno de vosotros, como vuestro padre, vuestro hermano y vuestro amigo, y para compartir con vosotros las alegrías y las penas de la vida (...). Vengo como servidor de todos, y cada uno podrá disponer de mí, y yo me consideraré siempre dichoso y feliz de poderos servir, buscando sólo hacer el bien a todos».


Se declaraba siempre hijo devoto de la Virgen, y a ella recurría con constante confianza. A una persona que le preguntó: «¿Es tan difícil ganar el Paraíso?», le respondió: «Sé devoto de María, que es su "puerta", y entrarás». Su ejemplo sigue vivo en la memoria de la gente, que a partir de hoy puede invocarlo como intercesor en el cielo.


Muriò el 30 de Diciembre de 1913, y beatificado por Juan Pablo II el 24 de Mayo de 1998, durante la celebraciòn del V Domingo de Pascua en su visita apostòlica a Turín.



Martirologio Romano: Conmemoración de san David, rey y profeta, hijo de Jesé betlehemita, quien encontró gracia ante Dios y fue ungido con el santo óleo por el profeta Samuel para regir el pueblo de Israel. Trasladó a la ciudad de Jerusalén el arca del Señor, y el Señor le juró que su descendencia permanecería para siempre, porque de él nacería Jesucristo según la carne.

Etimología: David = aquel que es amado, es de origen hebreo.


En la Biblia, el nombre de David sólo lo ostenta el segundo rey de Israel, el bisnieto de Booz y Rut (Rut 4 18 ss.). Era el más joven de los ocho hijos de Isaí, o Jesé (I Reyes 16 8; cf. I Cro 2 13), un pequeño propietario de la tribu de Judá que habitaba en Belén, dónde nació David. Nuestro conocimiento de la vida y características de David se deriva exclusivamente de las páginas de Sagrada Escritura (ver I R 16; II R 2; I Cro 2, 3 y 10-19; Rut 4 18-22) y los títulos de muchos Salmos. Según la cronología usual, David nació en 1085 y reinó de 1055 a 1015 a.C. Recientes escritores han datado su reinado, deduciéndolo de inscripciones asírias, unos 30 ó 50 años más tarde. Por las limitaciones, no es posible dar más que un esbozo de los eventos de su vida y una simple estimación de sus características y su importancia en la historia del pueblo elegido, como rey, salmista, profeta e imagen del Mesías.


La historia de David se divide en tres períodos: (1) antes de su elevación al trono; (2) su reinado, en Hebrón sobre Judá y en Jerusalén sobre todo Israel, hasta su pecado; (3) su pecado y sus últimos años. Aparece primero en la historia sagrada como un joven pastor que cuidaba los rebaños de su padre en los campos cercanos a Belén, "rubio, de bellos ojos y hermosa presencia”.


Samuel, el profeta y último de los jueces, fue enviado a ungirlo en lugar de Saúl. a quien Dios había rechazado por su desobediencia. Los relatos de David no parecen haber reconocido la importancia de esta unción que lo marcó como sucesor al trono después de la muerte de Saúl.


Durante un período de enfermedad, cuando un espíritu maligno atormentaba a Saúl, David fue llevado a la corte para aliviar al rey tocando el arpa. Ganó la gratitud de Saúl y lo puso al frente del ejército, pero su estancia en la corte fue breve. Más tarde, mientras sus tres hermanos mayores estaban en el campo, luchando bajo Saúl contra los Filisteos, David fue enviado al campamento con algunos comestibles y regalos; allí oyó las palabras con las que el gigante, Goliat de Gat, desafiaba a todo Israel a un combate singularizar y él se ofreció para matar al filisteo con la ayuda de Dios. Su victoria sobre Goliat provocó la derrota del enemigo. Las preguntas de Saúl a Abner en este momento, parecen implicar que él nunca había visto antes a David, sin embargo, como hemos visto, David ya había estado en la corte. Se han hecho varias conjeturas para explicar esta dificultad. Como el pasaje hace pensar en una contradicción en el texto hebreo, es omitido por la traducción de los Setenta, algunos autores han aceptado el texto griego en preferencia al hebreo. Otros suponen que el orden de las narraciones se ha confundido en nuestro texto hebreo actual. Un solución más simple y más probable mantiene que, en la segunda ocasión, Saúl sólo preguntó a Abner por la familia de David y sobre su infancia. Antes no había prestado atención a estas cosas.


La victoria de David sobre Goliat le ganó la amistad entrañable de Jonatán, el hijo de Saúl. Obtuvo un lugar permanente en la corte, pero su gran popularidad y las imprudentes canciones de las mujeres excitaron los celos del rey, que intentó matarlo en dos ocasiones. Como jefe de mil hombres buscó nuevos riesgos para ganar la mano de Merab, la hija mayor de Saúl: pero, a pesar de la promesa del rey, fue dada a Adriel de Mejolá. Mical, la otra hija de Saúl, estaba enamorada de David, y, con la esperanza de que finalmente fuera muerto por los Filisteos, su padre prometió dársela en matrimonio, con tal de que David matara a cien Filisteos. David tuvo éxito y se caso con Mical. Este éxito, sin embargo, hizo temer más a Saúl y finalmente le indujo a ordenar que debiera matarse a David. Por mediación de Jonatán fue perdonado durante un tiempo, pero el odio de Saúl le obligó finalmente a huir de la corte.


Primero fue a Ramá y desde allí, con Samuel, a Nayot. Los grandes esfuerzos de Saúl por asesinarlo eran frustrado por la interposición directa de Dios. Una entrevista con Jonatán le convenció de que la reconciliación con Saúl era imposible y de que, para el resto del reino, él era un desterrado y un bandido. En Nob, David y sus compañeros fueron armados por el sacerdote Ajimélec, que después fue acusado de conspiración y asesinado con todos sus sacerdotes. De Nob, David fue a la corte de Aquis, rey de Gat, de donde escapó de la muerte fingiendo locura. En su retorno se convirtió en cabeza de una banda de aproximadamente cuatrocientos hombres, algunos parientes suyos otros entrampados y desesperados, que se reunieron en la cueva o refugio de Adulán. Poco tiempo después su número llegó a seiscientos. David liberó la ciudad de Queilá de los filisteos, pero fue obligado a huir de nuevo de Saúl. Su siguiente morada fue el desierto de Zif, memorable por la visita de Jonatán y por la alevosía de los zifitas que avisaron al rey. David se libró por la llamada a Saúl para rechazar un ataque de los filisteos. En los desiertos de Engadí estuvo de nuevo en gran peligro; pero, cuando Saúl estaba a su merced, él generosamente le perdonó la vida. La aventura con Nabal, el matrimonio de David con Abigail, y una segunda ocasión rehusada de matar a Saúl, fueron seguidas por la decisión de David de ofrecer sus servicios a Aquis de Gat y así poner fin a la persecución de Saúl. Como vasallo del rey filisteo, se estableció en Sicelag, desde donde hizo incursiones a las tribus vecinas, devastando sus tierras y no dejando con vida hombre ni mujer. Pretendiendo que estas expediciones eran contra su propio pueblo de Israel, se aseguró el favor de Aquis. Sin embargo, cuando los filisteos se prepararon en Afec para emprender la guerra contra Saúl, los otros príncipes no fueron partidarios de confiar en David, y él regresó a Sicelag. Durante su ausencia había sido atacada por los amalecitas. David los persiguió, destruyó sus fuerzas y recuperó todo su botín. Entretanto había tenido lugar la fatal batalla en el monte de Gelboé, en la que Saúl y Jonatán fueron muertos. La elegía conmovedora, que se conserva para nosotros en II Reyes 1, es un arranque de pesar de David por su muerte.


Por mandato de Dios, David, que tenía ahora treinta años, subió a Hebrón para reclamar el poder real. Los hombres de Judá lo aceptaron como rey y fue ungido de nuevo, solemne y públicamente. Por influencia de Abner, el resto de Israel permanecía fiel a Isbóset, hijo de Saúl. Abner atacó las fuerzas de David, pero fue derrotado en Gabaón. La guerra civil continuó durante algún tiempo, pero el poder de David aumentaba continuamente. En Hebrón tuvo seis hijos: Amnón, Quilab, Absalón, Adonías, Sefatías, y Yitreán. Como resultado de una riña con Isbóset, Abner hizo maniobras para llevar a todo Israel bajo el poder de David; sin embargo, fue alevosamente asesinado por Joab, sin el consentimiento del rey. Isbóset fue asesinado por dos benjamitas y David fue aceptado por todo Israel y ungido rey. Su reinado en Hebrón sobre Judá había durado siete años y medio.


David tuvo éxito en sus sucesivas guerras, haciendo de Israel un estado independiente y provocando que su propio nombre fuera respetado por todas las naciones circundantes. Una notable hazaña fue, al principio de su reinado, la conquista de la ciudad jebusita de Jerusalén, a la que hizo capital de su reino, “la ciudad de David”, el centro político de la nación. Construyó un palacio, tomó más esposas y concubinas, y engendró más hijos e hijas. Habiéndose liberado del yugo de los filisteos, resolvió hacer de Jerusalén el centro religioso de su pueblo, transportando el Arca de la Alianza (ver artículo) desde Baalá (Quiriat Yearín). La trajo a Jerusalén y la puso en la nueva tienda construida por el rey. Después, cuando propuso construir un templo para ella, le fue dicho, por el profeta Natán, que Dios había reservado esta tarea para su sucesor. En premio a su piedad, le fue hecha la promesa de que Dios le construiría a una casa y establecería su reino para siempre.


No hay detalles sobre las diversas guerras emprendidas por David; sólo tenemos algunos hechos aislados. La guerra con los amonitas es recordada de un modo más completo porque, cuando su ejército estaba en el campo durante esta campaña, David cometió los pecados de adulterio y asesinato, atrayendo por ello grandes calamidades para él y su casa. Estaba entonces en la plenitud de su poder, era un gobernante respetado por todas las naciones, del Eufrates al Nilo. Después de su pecado con Betsabé y el asesinato indirecto de Urías su marido, David la convirtió en su esposa. Pasço un año de arrepentimiento por su pecado, pero su contrición fue tan sincera que Dios le perdonó; aunque, al mismo tiempo, le anunció los severos sufrimientos que le sucederían. El espíritu con que David aceptó estas penas lo ha hecho en todo tiempo modelo de penitentes. El incesto de Amnón y el fratricidio de Absalón (ver artículo) trajeron la vergüenza y la aflicción a David. Absalón permaneció tres años en el destierro. Cuando fue llamado de regreso, David lo mantuvo en desgracia durante dos años más y entonces le restauró a su anterior dignidad, sin ninguna señal de arrepentimiento. Molesto por el tratamiento de su padre, Absalón se consagró durante los siguientes cuatro años a seducir a la gente y finalmente se proclamó rey en Hebrón. David fue cogido por sorpresa y obligado a huir de Jerusalén. Las circunstancias de su huída se narran en la Escritura con gran simplicidad y patetismo. El rechazo de Absalón del consejo de Ajitófel y su consecuente retraso en la persecución del rey, hizo posible a éste último reunir sus fuerzas y vencer en Majanáin dónde Absalón murió. David retornó triunfante a Jerusalén. Una gran rebelión bajo Seba fue reprimida rápidamente en el Jordán.


En este punto de la narración de II de Reyes leemos que “hubo hambre, en los días de David, durante tres años consecutivos”, en castigo por el pecado de Saúl contra los gabaonitas. A su llamada, siete de la familia de Saúl fueron entregados para ser crucificados. No es posible fijar la fecha exacta de la hambruna. En otras ocasiones, David mostró gran compasión con los descendientes de Saúl, sobre todo con Mefibóset, el hijo de su amigo Jonatán. Después de una breve mención de cuatro expediciones contra los filisteos, el escritor sagrado recuerda un pecado de orgullo por parte de David en su resolución de hacer un censo del pueblo. Como penitencia por este pecado, se le permitió escoger entre hambre, derrotas o peste. David escogió la tercera y en tres días murieron 70.000. Cuando el ángel estaba a punto de golpear Jerusalén, Dios se apiadó y cesó la peste. David fue enviado a ofrecer un sacrificio en la era de Arauná, el lugar del futuro templo.


Los últimos días de David fueron perturbados por la ambición de Adonías, cuyos planes para la sucesión fueron frustrados por Natán, el profeta, y Betsabé, la madre de Salomón. El hijo que nació después del arrepentimiento de David, fue elegido con preferencia sobre sus hermanos mayores. Para asegurarse que Salomón le sucedería en el trono, David lo había ungido públicamente. Las últimas palabras recogidas del anciano rey son una exhortación a Salomón a ser fiel a Dios, premiar a los sirvientes fieles y para castigar a los malos. David falleció a la edad de setenta años, tras haber reinado en Jerusalén treinta y tres años. Fue enterrado en el Monte Sión. San Pedro dice que su tumba todavía existía en el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles (Hch 2 29). David es honrado por la Iglesia como un santo. Se le cita en el Martirologio romano, el 29 de diciembre.


El carácter histórico de las narraciones sobre la vida de David ha sido atacado principalmente por escritores que han desatendido el propósito del narrador de I Cro. Este pasa por encima los acontecimientos que no están relacionadas con la historia del Arca. En los Libros de los Reyes se narran los eventos principales, buenos y malos. La Biblia recuerda los pecados de David y sus debilidades sin excusa ni paliativos, pero también recuerda su arrepentimiento, sus actos de virtud, su generosidad hacia Saúl, su gran fe y su piedad. Los críticos que han juzgado duramente su carácter no han considerado las circunstancias difíciles en las que vivió o los modales de su edad. No es crítico ni científico exagerar sus faltas o imaginar que toda la historia es una serie de mitos. La vida de David fue un momento importante en la historia de Israel. Fue el fundador real de la monarquía, la cabeza de la dinastía. Escogido por Dios “como un hombre según Su propio corazón”, David fue probado en la escuela del sufrir durante los días de destierro y se convirtió en un renombrado líder militar. A él es debida la completa organización del ejército. Dio una capital, una corte y un gran centro de culto religioso, a Israel. La pequeña banda de Adulán se convirtió en el núcleo de una eficiente fuerza. Cuando fue proclamado rey de todo Israel, tenía 339.600 hombres bajo su mando. En el censo se cuentan 1.300.000 capaces de empuñar un arma. Un ejército dispuesto, que constaba de doce cuerpos, cada uno con 24.000 hombres, que se turnaban para servir durante un mes cada vez, en la guarnición de Jerusalén. La administración de su palacio y su reino exigió un gran séquito de sirvientes y oficiales. Sus diferentes funciones están fijas en I Cro 27. El rey mismo ejerció la función de juez, aunque posteriormente los levitas fueron designados para este propósito, así como otros oficiales menores.


Cuando el Arca fue llevada a Jerusalén, David emprendió la organización del culto religioso. Las funciones sagradas se confiaron a 24.000 levitas; además 6.000 fueron escribas y jueces, 4.000 porteros, y 4.000 cantores. Organizó las diversas partes de los ritos, y asignó a cada sección sus tareas. Los sacerdotes estaban divididos en veinticuatro familias; los músicos en veinticuatro coros. A Salomón había sido reservado el privilegio de construir la casa de Dios; pero David hizo amplias preparaciones para el trabajo reuniendo tesoros y materiales, así como transmitiendo a su hijo un plan para el edificio y todo sus detalles. Se nos relata en I Cro., cómo exhortó a su hijo Salomón para llevar a cabo este gran trabajo y dio a conocer a la asamblea de jefes la importancia de las preparaciones.


La parte más importante de los trabajos del templo, musicada y cantada, como compuso David, está rápidamente explicada con sus habilidades poéticas y musicales. Su habilidad para la música se recuerda en I Reyes, 16 18 y Amós 6 5. Se encuentran poemas compuestos por él en II Reyes, 1, 3, 22 y 23. Su conexión con el Libro de Salmos, muchos de los cuales se atribuyen expresamente a diferentes situaciones de su carrera, fue tomada para atribuirle por parte de muchos, en los últimos tiempos, todo Salterio. La paternidad literaria de estos himnos y las cuestiones acerca de en qué medida pueden ser considerados un medio para proporcionar material ilustrativo sobre la vida de David, se trata en el artículo los SALMOS.


David no fue meramente un rey y gobernante, también fue un profeta. “El espíritu del Señor ha hablado por mi y su palabra por mi lengua” (II Reyes, 23 2), es una declaración directa de inspiración profética en el poema allí recordado. San Pedro nos dice que era un profeta (Hch 2 30). Sus profecías están inmersas en los Salmos literalmente mesiánicos que compuso y en las “últimas palabras de David” (II R 23). El carácter literal de estos Salmos Mesiánicos se indica en el Nuevo Testamento. Ellos se refieren al sufrimiento, la persecución y la liberación triunfante de Cristo, o a las prerrogativas conferidas a Él por el Padre. Además de estas profecías directas, el propio David siempre ha sido considerado como un modelo del Mesías. En esto la Iglesia siguió las enseñanzas de los profetas del Antiguo Testamento. El Mesías sería el gran rey teocrático; David, el antepasado del Mesías, era un rey según el corazón de Dios. Se atribuyen sus cualidades y su mismo nombre al Mesías. Episodios en la vida de David son considerados por los Padres como prefiguración de la vida de Cristo; Belén es el lugar de nacimiento de ambos; la vida de pastor de David apunta hacia Cristo, el Buen Pastor; las cinco piedras escogidas para matar a Goliat son tipo de las cinco llagas; la traición por su consejero de confianza, Ajitófel, y el pasaje en el Cedrón nos recuerda la Sagrada Pasión de Cristo. Muchos de los Salmos davídicos, tal y como los comprendemos, desde el Nuevo Testamento, son claramente el anuncio del futuro Mesías.



Martirologio Romano: En la ciudad de Paterna, en la región de Valencia, en España, beato José Aparicio Sanz, presbítero y mártir, que derramó su sangre por Cristo cuando arreciaba la persecución contra la fe (1936).

El P. José Aparicio Sanz nació el 12 de marzo de 1893 en Enguera. Sus padres fueron Manuel Aparicio Sanz y Leonor Sanz Sanz, quienes lo educaron en un ambiente profundamente cristiano, dando señales desde muy niño de piedad y vocación sacerdotal.


Luego de finalizar sus estudios secundarios, ingresó en el Colegio de Vocaciones Eclesiásticas de San José, de Valencia. Después pasó al Seminario Conciliar Central de Valencia, que entonces tenía el rango de Universidad Pontificia, donde fue un seminarista modelo tanto por su aplicación al estudio como por sus virtudes.


Fue ordenado sacerdote el 17 de junio de 1916 por el obispo de Segorbe, el también Siervo de Dios fray Luis Amigó Ferrer. El día 30 del mismo mes celebró su primera Misa en su parroquia natal, la arciprestal de San Miguel de Enguera. Ejerció su primer ministerio sacerdotal en la vicaría de Benalí, donde, además de su buen ejemplo, dejó el recuerdo de la reconstrucción de la iglesia y de la casa abadía.


En 1917 fue trasladado a Santa María de Oliva, como coadjutor, y, al tratarse de una parroquia mayor, pudo tener más campo para desarrollar sus actividades en todos los sectores de la pastoral, añadiendo a ello el alto espíritu de caridad que demostró durante la epidemia de gripe del año 1918, que afectó gravemente a numerosas poblaciones valencianas.


Más tarde pasó a Luchente, parroquia de la que tomó posesión el 16 de octubre de 1921 y lugar apropiado para el desarrollo de su profunda devoción eucarística. Tal vez desde entonces comenzó a firmar sus escritos como director espiritual de almas y escritor místico con el título de "Centinela de mi Sagrario". De este pueblo, santificado por el prodigio de los Corporales de Daroca, hizo un centro de irradiación y atracción eucarísticas.


En 1930, cuando tenía 37 años, fue nombrado arcipreste de su población natal, Enguera, parroquia que dirigió hasta coronar su vida de apóstol con el martirio. Fue en esta parroquia donde culminó su trabajo pastoral iniciado anteriormente en otros pueblos, y en todos los campos, aspectos y matices del apostolado dejó huellas indelebles de la fuerza de su espíritu. Al estallar la revolución española de 1936, el P. José Sanz reaccionó como verdadero sacerdote católico. El 11 de octubre de 1936 fue detenido por unos milicianos en casa de su familia, siendo trasladado a la Cárcel Modelo donde encontró a otros feligreses. Estos feligreses le pidieron al P. Sanz que interceda y pida clemencia al Comité de Enguera, que los habaía encarcelado, al estar cerca las fiestas navideñas. El sacerdote accedió y el resultado fue que pusieron en libertad a unos y a otros les martirizaron, entre ellos el fiel sacerdote. Durante los meses que permaneció en cautiverio, el P. Sanz animó a sus compañeros a sufrir el martirio por Cristo y a perdonar de corazón a sus ejecutores, pues la recompensa del "cielo" estaba esperando por ellos. Fue ejecutado el 29 de diciembre de 1936 en Paterna. Sus restos descansan en la Capilla del Santísimo de la parroquia de Enguera.



Martirologio Romano: En el pueblo de Picadero de Paterna, en la región de Valencia, España, beatos mártires Enrique Juan Requena, presbítero, y José Perpiñá Nácher, los cuales lucharon noblemente por Cristo (1936).

José Perpiña Nácher, fiel laico, nació el 22 de febrero de 1911 en Sueca, cerca de Valencia -España.


Fue bautizado el 25 de Febrero 25 de 1911 y recibió la primera comunión por el mes de mayo de 1919, siempre en la iglesia de la parroquia de San Pedro Apóstol de su ciudad natal.


Telegrafista de profesión, prestó sus servicios en la nave “Buenos Aires”.


Graduado en Jurisprudencia, lo hicieron secretario del Sindicato de la Policía Rural.


Trabajó mucho por los pobres, sobre todo como abogado sin cobrar por sus servicios.


Se uniò a Acción Católica y a la Adoración Nocturna.


Hombre muy devoto, era usual que recibiera la Eucaristía periódicamente y lo distinguió por servir a su comunidad como catequista y periodista.


En abril 22 de 1935 se casó con Francisca Bosch Pieva en la iglesia de la parroquial de la Santísima Virgen de Sales, pero la relación duró desgraciadamente muy poco.


Con el estallido de la guerra civil y la feroz persecución religiosa que la caracterizò,fue arrestado el 3 de septiembre de 1936 y el 29 de diciembre siguiente sufrió el martirio por odio a la fe cristiana en el Picadero Paterna.


Junto a él también murieron José Aparicio Sanz y Enrique Juan Requena.


El Papa Juan Pablo II lo beatificò el 11 de marzo de 2001 con otras 232 víctimas de la misma persecución.



Al creyente no muy metido en el corazón de Dios, es su pasado, sus culpas y sus remordimientos lo que le atormentan. Dios, sin embargo, ha puesto nuestro futuro en manos de Cristo y el pasado lo ha sepultado en el olvido para siempre. ¿Cuándo vas a empezar a vivir esta realidad?

Este nombre ucraniano no te suena de nada. Sin embargo, merece la pena que sepas algo de su vida.

Nació en Ternopil en 1867 y murió tal día como hoy del 1945.


¿Quién fue este joven?


Desde pequeño deseaban entrar en el seminario para llegar un día a ser sacerdote. Este acontecimiento, fundamental para el resto de su vida, tuvo lugar en 1893.


Dada su valía personal, lo eligieron Rector del Seminario en 1902, a los dos años lo consagraron de obispo Ivano-Frankivsk.


Los comunistas de entonces, cegados por su manía de desterrar a Dios de los corazones de la gente, fueron derechos a por él en 1939. Lo sometieron a torturas de todo tipo, sobre todo el “come cocos”.


Lo dejaron en libertad durante dos años.


Esperaban que la tortura a la que le habían sometido, surtiera efecto. Y esto, en un alma de Dios, no es posible.


Por eso, en 1945 lo arrestaron de nuevo. Ya estaba muy mal de salud por los sufrimientos y horribles interrogatorios que había padecido.


Día y noche se turnaba la policía soviética para que abnegara de su fe y no hiciera apostolado entre los fieles católicos.


Como ya no podía soportar tanto dolor, murió en la misma cárcel de Lukianivska en Kiev.

El es uno de los 26 mártires de la iglesia greco-católica muertos entre 1935 y 1973.


Fueron duramente perseguidos por el régimen comunista. Este apoyaba sólo a la iglesia ortodoxa. Ellos no quisieron unirse a ella.


Dados sus méritos, el Papa Juan Pablo II los beatificó el 27 de junio del año 2001 en Leópoli (Lviv) durante su peregrinación apostólica a Ucrania.


El grupo beatificado está integrado por:


Mykolay Charneckyj, Obispo, 2 abril

Josafat Kocylovskyj, Obispo, 17 noviembre

Symeon Lukac, Obispo, 22 agosto

Basilio Velyckovskyj, Obispo, 30 Junio

Ivan Slezyuk, Obispo, 2 diciembre

Mykyta Budka, Obispo, 28 septiembre

Gregorio (Hryhorij) Lakota, Obispo, 5 noviembre

Gregorio (Hryhorij) Khomysyn, Obispo, 28 diciembre

Leonid Fedorov, Sacerdote, 7 marzo

Mykola Konrad, Sacerdote, 26 junio

Andrij Iscak, Sacerdote, 26 junio

Román Lysko, Sacerdote, 14 octubre

Mykola Cehelskyj, Sacerdote, 25 mayo

Petro Verhun, Sacerdote, 7 febrero

Alejandro (Oleksa) Zaryckyj, Sacerdote, 30 octubre

Klymentij Septyckyj, Sacerdote, 1 mayo

Severijan Baranyk, Sacerdote, 28 junio

Jakym Senkivskyj, Sacerdote, 28 junio

Zynovij (Zenón) Kovalyk, Sacerdote, 30 junio

Vidal Vladimir (Vitalij Volodymyr) Bajrak, Sacerdote, 16 Mayo

Ivan Ziatyk, Sacerdote, 17 mayo

Tarsicia (Olga) Mackiv, Monja, 18 Julio

Olympia (Olha) Bidà, Suora, 28 enero

Laurentia (Leukadia) Harasymiv, Monja, 26 agosto

Volodymyr Pryjma, Laico, 26 Junio

(las fechas indicadas corresponden a las de su martirio)



Martirologio Romano: En Nápoles, Italia, santa Catalina Volpicelli, virgen, que entregada a la asistencia de pobres y enfermos fundó el Instituto de Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, con la finalidad de que este siempre manifestase una caridad activa, adaptada a las necesidades de los tiempos. ( 1894)

Fecha de canonización: 26 de abril de 2009, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI



Catalina Volpicelli, Fundadora de Las Esclavas del Sagrado Corazón, pertenece a la compañía de los "apóstoles de los pobres y de los marginados" que, en el siglo XIX, fueron para Nápoles un signo resplandeciente de la presencia del Cristo "buen Samaritano" que se acerca a cada hombre herido en el cuerpo y en el espíritu, para derramar sobre sus heridas el aceite de la consolación y el vino de la esperanza (cf. Misal Romano, 2 ed. Italiana, Roma 1983, Prefacio común VIII, pág. 375).

Nacida en Nápoles el 21 de enero de 1839, Catalina tuvo en su familia, perteneciente a la alta burguesía, una sólida formación humana y religiosa. En el Colegio Real de San Marcelino, bajo la sabia guía de Margarita Salatino (futura cofundadora, con el Beato Ludovico de Casoria de las Hermanas Franciscanas Elizabetinas Bigie), aprendió letras, idiomas y música, cosa que no era usual para una mujer de su tiempo.


Guiada por el Espíritu del Señor, que le revelaba el plan de Dios a través de la voz de sabios y santos Directores espirituales, Catalina que mientras insistía en rivalizar con su hermana y en brillar en la sociedad, frecuentando teatros y espectáculos de danzas, rápidamente renunció a los valores efímeros de una vida elegante y despreocupada, para adherir con generosa decisión a una vocación de perfección y de santidad.


El encuentro ocasional con el Beato Ludovico de Casoria, el 19 septiembre de 1854, en "La Palma" en Nápoles, fue, como afirmó ella misma: "un momento singular de la gracia obsequiosa, de la caridad y de la predilección del S. Corazón enamorado de las miserias de su Sierva". El Beato la asoció a la Orden Franciscana Seglar y le indicó como única finalidad de su vida, el culto al Sagrado Corazón de Jesús, invitándola a permanecer en medio a la sociedad, en la cual debía ser "pescadora de almas".


Guiada por su confesor, el barnabita P. Leonardo Matera, el 28 mayo de 1859 Catalina entró a formar parte de las Adoradoras perpetuas de Jesús Sacramentado, pero en poco tiempo se retiró, por graves motivos de salud.


Otro era el designio de Dios para Catalina. Lo había intuído muy bien el Beato Ludovico que a menudo le repetía: "El Corazón de Jesús, oh Catalina, ésta es tu obra !"


Por indicación de su confesor, la Volpicelli conoce la hoja mensual del Apostolado de la Oración "Le Messager du Coeur de Jèsus". Escribe al P. Enrique Ramière, director general del Apostolado de la Oración en Francia, recibiendo de él noticias detalladas de la naciente Asociación, con el Diploma de Celadora, el primero llegado a Italia. En julio de 1867, P. Ramière visita el edificio de Largo Petrone en la Salud, en Nápoles, donde Catalina está pensando establecer la sede de sus actividades apostólicas "para hacer renacer en los corazones, en las familias y en la sociedad el amor por Jesucristo".


El Apostolado de la Oración será el centro de todo la estructura espiritual de Catalina, que le permitirá cultivar su amor ardiente por la Eucaristía y se convertirá en instrumento de una acción pastoral que tiene las dimensiones del Corazón de Cristo y por lo tanto abierta a todo hombre, siempre al servicio de la Iglesia, de los últimos y de los sufridos.


Con las primeras celadoras, el 1 julio de 1874 Catalina funda el nuevo Instituto de las "Esclavas del S. Corazón", aprobado en primera instancia por el Cardenal Arzobispo de Nápoles, el Siervo de Dios Sixto Riario Sforza, y posteriormente, el 13 junio de 1890, por el Papa León XIII que concede a la nueva familia religiosa el Decreto de alabanza".


Interesada en el futuro de la juventud, abrió enseguida el asilo de huerfánas las "Margaritas", fundó una biblioteca circulante e instituyó la Asociación de las Hijas de María, con la guía sabia de la Venerable M. Rosa Carafa Traetto (+ 1890).


En poco tiempo abrió otras casas: en Nápoles en el edificio Sansevero y luego junto a la iglesia de la Sabiduría, en Ponticelli, donde las Esclavas se distinguieron en la asistencia a las víctimas del cólera del año 1884, en Minturno, en Meta de Sorrento y en Roma.


El 14 mayo de 1884, el nuevo Arzobispo de Nápoles, el Cardinal Guillermo Sanfelice, OSB, consagró el Santuario dedicado al S. Corazón de Jesús, que la Volpicelli había hecho eregir junto a la Casa Madre de sus obras, destinándolo particularmente a la adoración reparadora, solicitada por el Papa para el sostèn de la Iglesia, en una època difícil para la libertad religiosa y para el anuncio del Evangelio.


La participación de la Catalina al primer Congreso Eucarístico Nacional, que se celebró en Nápoles en el año 1891 (19-22 noviembre), fuè el acto cumbre del apostolado de la Fundadora de las Esclavas del S. Corazón; en aquella ocasión montó una rica exposición de ornamentos sagrados, destinados a las iglesias pobres, organizó la adoración eucarística en la Catedral y fue la animadora de aquel gran movimiento de almas que culminó en la impresionante: "Confesión y Comunión general".


Catalina Volpicelli muere en Nápoles el 28 diciembre de 1894 ofreciendo su vida por la Iglesia y por el Santo Padre.


La Causa de beatificación y canonización de la insigne testigo de la caridad del Corazón de Cristo, despuès de la instrucción del Proceso Ordinario en los años 1896-1902 en la Curia eclesíastica de Nápoles, fue oficialmente presentada ante la entonces S. Congregación de los Ritos el 11 enero de 1911.


El 25 de marzo de 1945, el Santo Padre, Pio XII declaraba la heroicidad de las virtudes, atribuyèndole el titulo de Venerable.


El 28 de junio de 1999, su Santidad Juan Pablo II, aprobó la lectura del decreto para su beatificación.


El 26 de abril de 2009 fue canonizada por S.S. Benedicto XVI.



Virgen religiosa de la Segunda Orden Franciscana (1236‑1320). Clemente XIII aprobó su culto el 27 de julio de 1765.

Matía, nacida hacia el año 1235 en Matelica, en las Marcas, pertenecía a la familia noble De Nazarei. Creció rodeada de los amorosos cuidados de los familiares, que hicieron todo para prepararla para un brillante porvenir. Su padre, se soñaba para ella un matrimonio digno de su categoría. Pero un hecho inesperado trastornó todos sus planes. El ejemplo de las dos santas hermanas Clara e Inés de Asís también se repitió en Matelica. Un día Matía sin avisar a nadie, huyó de su casa y fue a tocar las puertas del monasterio de Santa María Magdalena de las hermanas Clarisas, pidiendo a la abadesa que la recibiera entre sus cohermanas. Esta le hizo notar que era imposible sin el consentimiento de sus padres. Poco después el padre y algunos parientes irritadísimos irrumpieron en el monasterio decididos a llevarla de nuevo a su casa por la fuerza. Pero todo fue inútil. El padre fue vencido por la insistencia de su hija, que así pudo realizar su sueño de seguir a Cristo por el camino de la perfección.


Tenía dieciocho años cuando comenzó el noviciado y antes de la profesión distribuyó parte de sus bienes a los pobres y parte la reservó para urgentes trabajos de restauración del monasterio. Tras su ejemplo otras muchachas la siguieron por el camino de vida evangélica que habían trazado San Francisco y Santa Clara.


Después de ocho años de vida religiosa fue elegida abadesa unánimemente. Durante cuarenta años Matía fue la celosa superiora de las Clarisas, iluminada guía espiritual y al mismo tiempo sagaz administradora. Poseía las cualidades aparentemente contradictorias de una gran mística y de una sabia organizadora. Confiando en la Divina Providencia, con ofrendas de la población y de su familia, reconstruyó casi desde los cimientos la iglesia y el monasterio.


La vida interior de la Beata Matía se modeló sobre la Pasión del Señor. Por muchos años todos los viernes sufrió dolores y numerosos arrobamientos. Fue una mujer de gobierno que a las virtudes contemplativas unía las virtudes prácticas. Se mantuvo también en contacto con el mundo, sabiendo decir una palabra de consuelo, ayuda y exhortación a los muchos que acudían a ella. Fue llamada “Madre de la caridad” pues ayudaba en la medida de las posibilidades aun a indigentes y pobres. Un niño estaba a punto de morir como consecuencia de una caída. La madre desesperada lo llevó a la Beata Matía, quien después de orar lo tocó con la mano y lo restituyó sano y salvo a su madre. Y se cuentan de ella otros prodigios.


El 28 de diciembre de 1320, después de haber exhortado y bendecido por última vez a sus queridas cohermanas, murió serenamente a los 85 años, dejando tras de sí un dulce recuerdo, que luego se transformaría en culto, el cual confirmaría Clemente XIII.











Juan Apóstol y Evangelista, Santo
Juan Apóstol y Evangelista, Santo

El Discípulo Amado

Diciembre 27






Juan, hijo de Zebedeo y de Salomé, hermano de Santiago, fue capaz de plasmar con exquisitas imágenes literarias los sublimes pensamientos de Dios. Hombre de elevación espiritual, se lo considera el águila que se alza hacia las vertiginosas alturas del misterio trinitario: “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios”.


Es de los íntimos de Jesús y le está cerca en las horas más solemnes de su vida. Está junto a él en la última Cena, durante el proceso y, único entre los apóstoles, asiste a su muerte al lado de la Virgen. Pero contrariamente a cuanto pueden hacer pensar las representaciones del arte, Juan no era un hombre fantasioso y delicado, y bastaría el apodo que puso el Maestro a él y a su hermano Santiago -”hijos del trueno”- para demostrarnos un temperamento vivaz e impulsivo, ajeno a compromisos y dudas, hasta parecer intolerante.


En el Evangelio él se presenta a sí mismo como “el discípulo a quien Jesús amaba”. Aunque no podemos indagar sobre el secreto de esta inefable amistad, podemos adivinar una cierta analogía entre el alma del “hijo del trueno” y la del “Hijo del hombre”, que vino a la tierra a traer no sólo la paz sino también el fuego. Después de la resurrección, Juan parmanecerá largo tiempo junto a Pedro. Pablo, en la carta a los Gálatas, habla de Pedro, Santiago y Juan “como las columnas” de la Iglesia.


En el Apocalipsis Juan dice que fue perseguido y relegado a la isla de Patmos por la “palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.” Según una tradición, Juan vivió en Éfeso en compañía de la Virgen, y bajo Domiciano fue echado en una caldera de aceite hirviendo, de la que salió ileso, pero con la gloria de haber dado también él su “testimonio”. Después del destierro en Patmos, regresó definitivamente a Éfeso en donde exhortaba infatigablemente a los fieles al amor fraterno, como resulta de las tres epístolas contenidas en el Nuevo Testamento. Murió de avanzada edad en Éfeso, durante el imperio de Trajano, hacia el año 98.


Referencias Bíblicas:

[1] Santiago y Juan, hijos de Zebedeo cf. Lc. 5, 10; Mc. 10, 35

[2] Salomé, madre de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo cf. Mc. 15, 40; Mt. 27, 56

[3] "En el principio estaba el Verbo..." (Jn. 1, 1)

[4] Juan sentado junto al Señor en la Última Cena cf. Jn. 13, 23

[5] Juan testigo de la transfiguración cf. Mc. 9, 2

[6] Juan junto al Señor en el monte de los Olivos cf. Mc. 14, 32-34

[7] Juan, el discípulo amado por Jesús cf. Jn. 21, 20-25

[8] Juan, junto a Pedro y Santiago, columnas de la Iglesia cf. Gál. 2, 9

[9] Juan, desterrado a la isla de Patmos por la Palabra cf. Ap. 1, 9












Fabiola de Roma, Santa
Fabiola de Roma, Santa

Etimológicamente significa “frijol”. Viene de la lengua latina.


En el creyente hay a veces una gran espera y desde ella percibe la voz de Dios, voz interior que es la oración casi silenciosa. Y para orar, una sola palabra puede ser suficiente.


Esta joven nació y vivió en Roma en el siglo IV.


¿Y sabes cuál fue su mayor timbre gloria?

Sencillamente haber tenido piedad y amor por la gente que nadie quiere en este mundo: los pobres y abandonados de la sociedad.


Pero no se quedó en buenas intenciones y preciosas palabras que se las lleva el viento. No,¡ qué va!


Cerca de Roma, en la playa de Ostia, fundó un hospital enorme en el que eran atendidos gratuitamente todos los que necesitaban de consuelos espirituales y materiales.

Fue, según relatan las crónicas, el primer establecimiento que se puso en marcha en Europa.


Esta fundación, se señala en las fechas soberanas de la historia de la civilización occidental, escribió el historiador Camille Jullian, como uno de los más importantes a tener en cuenta.


Fabiola pertenecía a la ilustre familia de los Flavianos. En su juventud, escandalizó a la Iglesia porque se divorció civilmente de su marido legítimo para casarse con otro.


Loa dos murieron muy pronto. Fabiola, llevada por su amor a Dios, hizo penitencia de sus pecados públicamente en san Juan de Letrán, una de la grandes basílicas de Roma.

El mismo Papa Siricio (384-399) le dio la comunión. Ella se consagró desde entonces a la piedad y empleó su inmensa fortuna en buenas obras.


En el año 395, Fabiola partió para Tierra Santa y pasó allí algún tiempo en el escuela de san Jerónimo.


Este, gran sabio de la Iglesia, se quedó impresionado por su fuerte personalidad, su inteligencia y su virtud. Y fue él quien escribió su pequeña biografía.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


“El que está enamorado de sí mismo no tendrá rivales” (Franklin).



Etimológicamente significa “laurel”. Viene de la lengua latina.

Jesús dice: “ Volveos hacia Dios, porque está llegando el reino de los cielos”.


Loreta o Lorena fue monja en el siglo XV.


Nació en Nurcia, Italia, en la misma patria de san Benito, el gran fundador de la Orden benedictina.


Era hija de una familia importante en la ciudad. Su padre era senador en Roma.


Era amigo del Papa Urbano IV. Tanta era su influencia que llegó a salvar al Papa de un atentado que iba a cometer Banderesi contra él.


Fue un padre ejemplar en casa.


Su hija Loreta encontró en casa los primeros gérmenes de su vocación religiosa.


En el 1400, meditando todo en su corazón y ante la presencia de Dios, tomó la opción de entregarse a Dios por completo en la vida religiosa, y en un convento de las dominicas.


Vistió el hábito en el convento de su ciudad, hizo su postulantado y a continuación el año de noviciado, tras el cual profesó solemnemente en la Orden.


Toda su vida la pasó en el mismo convento.


Estuvo en él 30 años, hasta su muerte, acaecida en el año 1430.


Durante este tiempo, se dedicó entera e intensamente a la oración, a la penitencia, pureza y al heroísmo de la caridad por los más necesitados.


En el gran árbol dominico había nacido una flor nueva de santidad en esta chica Lorena.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


“Perdona a menudo a los demás, nunca a ti mismo” (Siro).



El P. Alfredo se nos presenta como un testigo de Cristo en estos tiempos modernos, víctima de la intolerancia que desencadenó la dura guerra civil española en los años 1.936-39.

En unas cuantas palabras vamos a sintetizar la vida del Beato Alfredo.


FAMILIA CRISTIANA. Nace en Cilleruelo de Bricia (Burgos), el dos de junio de 1.899, en el seno de una numerosa familia cristiana de siete hijos. Él era el mayor. Sus padres: Castor y Justa.


SACERDOTE ESCOLAPIO. De niño quiso seguir a Jesús de Nazaret, imitando a S. José de Calasanz, dedicando su vida a la educación cristiana. Y se ordena Sacerdote en Palencia, en 1.928.


GESTO. Una enfermedad en el fémur le dejó cojo cuando tenía 18 años. Eso le impidió compartir el deporte con sus alumnos, expresando el carácter alegre que tenía. Además, esa enfermedad originó una de las anécdotas más significativas y espontáneas de su martirio. Viéndole cojo los milicianos, quisieron ayudarle a subir a la cubierta del barco para fusilarle. A lo que él respondió. “Hasta ahora he necesitado bastón, pero para subir hacia Dios no lo necesito”. Y la arrojó, trepando como pudo hasta la cubierta.


MÁRTIR. En su vida encontramos rasgos muy marcados del creyente, religioso, educador y sacerdote: generoso, humilde, hombre de oración, devoto de Ntra. Sra., amigo de los chicos, siempre estaba rodeado de ellos. Pero además fue mártir, es decir, dio la vida por la fe. Estaba en el colegio de Villacarriedo cuando estalló la guerra. Se refugió en la casa de su tía, pero lo cogieron preso, llevándole a la bodega del barco Alfonso Pérez, anclado en la bahía de Santander. Pudo disimular su condición de sacerdote pero, ante la pregunta de qué era, confesó en voz alta oyéndolo los compañeros de bodega: “Soy sacerdote Escolapio de Villacarriedo”. Y le fusilaron. Era el 27 de diciembre de 1.936.


BEATIFICADO. Ante los datos claros de su martirio, Juan Pablo II le beatificó en Roma, junto con otros doce escolapios, el 1 de octubre de 1995.



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