Etimológicamente: Perpetuo = duradero, es de origen latino.
Sin duda alguna fue uno de los obispos más sobresalientes de su tiempo.
Tenía siempre presente a su predecesor, san Martín, el soldado que rompió su capa en dos para entregar una parte a un mendigo.
Perpetuo agrandó la basílica dedicada a san Martín e hizo una casa grande a su lado para albergue de peregrinos.
Desde el primer año de su episcopado, convocó un concilio provincial en Tours.
Decretó que los fieles observaran algunos días de la semana con especial atención a las cosas del espíritu.
La influencia de san Perpetuo fue enorme. Trece siglos después de su muerte , alguien escribió estas palabras atribuidas al santo: “Vosotros, mis queridos hermanos, mi corona, mi alegría, es decir, el pobre de Cristo, necesitados, mendigos, enfermos, viudas y huérfanos...A todos vosotros os declaro mis herederos”.
Tenía una primavera en el corazón, porque sabía perdonar a todo el mundo y, además, entregaba su propio ser para el bien de los demás.
Catorce años antes de morir, escribió su testamento, un documento perfecto de cómo debían ser los obispos de aquellos tiempos.
Los últimos años de su vida fueron malos, debido a la invasión de lo Godos y a la doctrina arriana.
Murió en el año 494.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!
Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com
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