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Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa
Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa

La primera aparición de la Medalla Milagrosa tuvo lugar el domingo 18 de Julio 1830, en París, justo en la capilla de la casa central de las Hijas de la Caridad, a una religiosa llamada Catalina Laboure. El padre Aladel, confesor de la vidente, fue quien insertó el relato en el proceso canónico siete años más tarde.


"A las cinco de la tarde, estando las Hijas de la Caridad haciendo oraciones, la Virgen Santísima se mostró a una hermana en un retablo de forma oval. La Reina de los cielos estaba de pie sobre el globo terráqueo, con vestido blanco y manto azul. Tenía en sus benditas manos unos como diamantes, de los cuales salían, en forma de hacecillos, rayos muy resplandecientes, que caían sobre la tierra... También vio en la parte superior del retablo escritas en caracteres de oro estas palabras: ¡Oh María sin pecado concebida!, rogad por nosotros que recurrimos a Vos. Las cuales palabras formaban un semicírculo que, pasando sobre la cabeza de la Virgen, terminaba a la altura de sus manos virginales. En esto volvióse el retablo, y en su reverso viose la letra M, sobre la cual había una cruz descansando sobre una barra, y debajo los corazones de Jesús y de María... Luego oyó estas palabras: Es preciso acuñar una medalla según este modelo; cuantos la llevaren puesta, teniendo aplicadas indulgencias, y devotamente rezaren esta súplica, alcanzarán especial protección de la madre de Dios. E inmediatamente desapareció la visión".


Esta visión se repitió algunas veces, durante la Misa y durante la oración, siempre en la rue du Bac, de París, cerca de la parada de "Metro" Sèvre-Babylone, detrás de los grandes almacenes "Au Bon Marché" donde está el edificio de las Hijas de la Caridad, en la capilla rectangular y sin estilo definido similar a las miles que existen en las casas religiosas.


¡Oh María sin pecado concebida!, rogad por nosotros que recurrimos a Vos.

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Sacerdote de la Primera Orden (1420‑1503).

Su culto fue aprobado por León XII el 26 de marzo de 1828.

Bernardino Amici, predicador y escritor franciscano, nació en 1420 en Fossa, cerca de Aquila. No se conocen sus padres ni su procedencia social.


Se laureó en jurisprudencia en Perusa, allí ingresó entre los Hermanos Menores en 1445 en el convento de Monterípido, en Perusa. Vivió en Gubbio, en Stroncone y en otros conventos de la Umbría, luego pasó a los Abruzzos, y residió especialmente en Aquila.


Fue Ministro provincial de su región en los años 1454‑1460 y 1472‑1475. Estuvo en Bohemia y en Dalmacia en los años 1464‑1467; luego fue Procurador general de la Orden en la curia romana de 1467 a 1469.


Participó en el Capítulo general de la Orden en Aquila en 1452, en Asís en 1455, en Milán en 1457, en Roma en 1458 y en Mantua en 1467. Varias veces rechazó el Obispado de Aquila.


Fue célebre también como predicador, se recuerda su cuaresma en Sebenice en Dalmacia en 1465. En los últimos años de su vida se dedicó a difundir sus escritos de carácter teológico e histórico. La mayor parte de ellos sin embargo permaneció inédita.


Hijo auténtico del Seráfico Pobrecillo, ardiente ministro de Cristo, Fray Bernardino se propuso seguir las huellas del amable San Bernardino de Siena, a quien varias veces había oído predicar y por quien había quedado fascinado, especialmente cuando en 1438 en la plaza de Santa María de Collemaggio de Aquila predicó sobre la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo. La inmensa multitud, entre la cual se encontraba también el Beato Bernardino, admiró en el cielo una estrella luminosa, cuyo resplandor superaba al del sol. También tuvo la alegría de conocer a San Juan de Capistrano.


De San Bernardino el Beato logró copiar el espíritu de fe y de recogimiento, la prudencia, la humildad, la modestia, el celo ardiente por la gloria de Dios. Lo vemos recorrer ciudades y más ciudades para predicar la palabra de Dios, suscitando por todas partes el entusiasmo y obteniendo conversiones.


Durante ocho meses estuvo postrado en cama en medio de terribles sufrimientos que soportó con gran resignación. Un día se le apareció su patrono San Bernardino de Siena, quien le obtuvo del Señor la completa curación.


Libre de los compromisos que la Orden le había confiado, regresó a los Abruzzos y prosiguió sus andanzas apostólicas con renovado fervor.


Su predicación era docta y popular al mismo tiempo y suscitaba gran entusiasmo y muchas conversiones. Fundó nuevos conventos, entre ellos el de San Angel d’Ocre en su región natal, donde él mismo habitó hasta avanzada edad.


Dios selló su santidad con el don de los milagros. Cansado por las fatigas apostólicas y por las penitencias se retiró al convento de San Julián cerca de Aquila, y pasó los últimos años revisando sus escritos teológicos e históricos, que más tarde fueron publicados, como la Chronica Fratrum Minorum Observantiae (Roma 1902), Funerale (32 sermones, Venecia 1572), Sermón sobre la Virgen según las palabras de Dante (L’Aquila 1856), y se preparó para el encuentro con la hermana muerte, que le sobrevino el 27 de noviembre de 1503. Tenía 83 años. Fue un digno hijo de San Francisco y fiel imitador del Santo de Siena.




Noviembre 27




Etimológicamente significa “don de Dios”. Viene de la lengua griega.


Nunca en el Evangelio, Cristo invita a la tristeza o a la melancolía. Todo lo contrario, hace accesible una alegría apacible, e incluso un júbilo en el Espíritu Santo.


Este joven anacoreta murió en 1363. Se le conoce gracias a una amplia “Vida” escrita por el patriarca de Constantinopla Calixto I(1350-1363).


Fue su amigo hasta la muerte. Es posible que fuera originario de Bulgaria y que naciera en Turnovo.


Desde joven entró en el monasterio de san Nicolás, en el que mostró un gran sentido de la obediencia, humildad y tenacidad.


Buscando mayor perfección personal, se fue al de la Señora situado en la Montaña Sagrada.


Sus deseos no se vieron cumplidos y entonces fue pasando de uno a otro hasta que se enteró que había venido un monje santo procedente de del monasterio del Monte Atos.


Este monje tuvo que huir de las invasiones turcas. Se estableció en Paroria y construyó un centro de espiritualidad.


Junto a él encontró la alegría con que soñaba. Fue uno de sus amigos más íntimos y fiel seguidor de sus reglas para, con ellas, alcanzar la santidad.


Le encantaba la invocación frecuente a Jesús.


Poco a poco aprendió a orar con total inmovilidad, buscando la unión perfecta con Dios.


A pesar de los ataques turcos, él no perdía la calma. Más de una vez, por mandato de sus superiores, tuvo que ir al rey de Bulgaria pidiendo ayuda y protección. Lo hicieron abad pero por poco tiempo. Lo suyo seguía siendo la inquietud de buscar siempre el lugar idóneo para desarrolla su santidad. Fundó el monasterio de Kafaralevo, verdadera escuela y centro de literatura búlgara.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!




Martirologio Romano: En Apt, de la Provenza, beata Delfina, esposa de san Elzear de Sabran, con el cual prometió guardar la castidad, y después de su muerte permaneció en la pobreza y en la oración. ( 1358/1360)

Etimológicamente: Delfina = Aquella que mata serpientes. Viene de la lengua griega


Fecha de beatificación: 24 de julio de 1694 por el Papa Inocencio XII





Delfina de Signe, nació hacia 1284 en Puy•Michel en los montes del Luberón, Francia, de la noble familia Glandèves. Una encantadora figura de mujer, que pasa por el mundo llevando a todas partes la luz de su gracia, el perfume de la virtud, el calor de su afecto. No era una santidad ruidosa, que haya marcado la historia de su tiempo, sino una santidad delicadamente femenina que se difundió a su alrededor como linfa silenciosa y generosa para alimentar en el bien a cuantos estuvieron a su alrededor a lo largo de su vida.

Desde niña su presencia fue luz y consuelo para su familia. A los 12 años ya estaba prometida a un joven no inferior a ella por su gentileza, nobleza de sangre y belleza de alma. Elzeario, el novio, era hijo del Señor de Sabran y conde de Ariano en el reino de Nápoles. Desde el nacimiento su madre lo había ofrecido en espíritu a Dios y más tarde un austero tío lo había educado en un monasterio. Las bodas tuvieron lugar cuatro años más tarde. Fue un matrimonio “blanco”, porque los dos jóvenes esposos escogieron la castidad, un medio de perfección espiritual más alto y arduo. En el castillo de Ansouis, los dos nobles cónyuges vivieron no como castellanos sino como penitentes; no como señores feudales sino como ascetas dignos de los tiempos heroicos de la primitiva Iglesia.


Pasados al castillo de Puy•Michel, entraron a la Tercera Orden Franciscana. Su vida interior se enriqueció con una nueva dimensión, la de la caridad, mediante la cual ellos, ricos por su condición, se hicieron humildes y pobres para socorrer a los pobres. Delfina y su esposo a más de las penitencias, oraciones y mortificaciones, se dedicaron a todas las obras de misericordia, destacándose en todas.


Cuando Elzeario fue enviado a su ducado de Ariano como embajador en el reino de Nápoles, la actividad benéfica de los dos esposos continuó en un ambiente todavía más difícil. En medio de tumultos y rebeliones, los dos Santos fueron embajadores de concordia, de caridad, de oración. Continuaron sus buenas obras multiplicando sus propios esfuerzos y sacrificios hasta conquistarse la admiración del pueblo.


Elzeario murió poco después en París. Delfina en cambio le sobrevivió largo tiempo y honró la memoria de su esposo del mejor modo posible continuando las buenas obras e imitando sus virtudes. Tuvo la alegría de ver a su esposo colocado por la Iglesia en el número de los Santos. Ella, a los 74 años pudo reclinar su cabeza serena y feliz para el eterno descanso.


Murió en Calfières, el 26 de noviembre de 1358.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



Martirologio Romano: Santa Catalina, mártir, que, según la tradición, fue una virgen de Alejandría dotada tanto de agudo ingenio y sabiduría como de fortaleza de ánimo. Su cuerpo se venera piadosamente en el célebre monasterio del monte Sinaí (s. inc.)

La veneración de los restos de santa Catalina en el monte Sinaí y la celebridad del monasterio ortodoxo que lleva su nombre y que los guarda ha hecho que casi haya disminuido la figura del mismo Moisés. Se la venera tanto en Oriente como en Occidente. Los aficionados al saber la tienen como patrona.


Nada sabemos con certeza histórica del lugar y fecha de su nacimiento. La historia nos tiene velado el nombre de sus padres. Los datos de su muerte, según la "passio", son tardíos y están pletóricos de elementos espureos. Por esto, algún historiador ha llegado a pensar que quizá esta santa nunca haya existido. Así, Catalina de Alejandría sería un personaje aleccionador salido de la literatura para ilustrar la vida de los cristianos y estimularles en su fidelidad a la fe. De todos modos es seguro que la fantasía ha rellenado los huecos en el curso del tiempo.


Se la presenta como una joven de extremada belleza y aún mayor inteligencia. Perteneciente a una familia noble. Residente en Alejandría. Versada en los conocimientos filosóficos de la época y buscadora incansable de la verdad. Movida por la fe cristiana, se bautiza. Su vida está enmarcada en el siglo IV, cuando Maximino Daia se ha hecho Augusto del Imperio de Oriente. Sí, le ha tocado compartir el tiempo con este "hombre semibárbaro, fiera salvaje del Danubio, que habían soltado en las cultas ciudades del Oriente", según lo describe el padre Urbel, o, con términos de Lactancio, "el mundo para él era un juguete". Recrimina al emperador su conducta y lo enmudece con sus rectos razonamientos.


Enfrentada con los sabios del imperio, descubre sus sofismas e incluso se convierten después de la dialéctica bizantina. Aparece como vencedora en la palestra de la razón y vencida por la fuerza de las armas en el martirio de rueda con cuchillas que llegan a saltar hiriendo a sus propios verdugos y por la espada que corta su cabeza de un tajo.


Sea lo que fuere en cuanto se refiere a la historia comprobable, lo cierto es que la figura de nuestra santa lleva en sí la impronta de lo recto y sublime que es dar la vida por la Verdad que con toda fortaleza se busca y una vez encontrada se posee firmemente hasta la muerte. Esto es lo que atestigua la tradición, la leyenda y el arte.


¡Que bien nos vendrían hoy unas cuantas Catalinas que sepan ser mártires por la Verdad que es lo mismo que ser de Él testigos!



Martirologio Romano: En Cesarea de Capadocia, san Mercurio, mártir (250).

Etimología: significa “perteneciente a Mercurio”. Viene de la lengua latina.


Uno se queda alucinado cuando lee le biografía de este mártir del siglo III.


Todos los paganos invocaban al dios Mercurio como el protector de los comercios.


En el calendario cristiano hay dos santos que llevan este nombre. Los dos son mártires y soldados. El de hoy gozó de una gran popularidad en Oriente en donde se difundió su Pasión o teatro para darlo a conocer mejor.


Según este teatro, Mercurio militó en los ejércitos de Decio y Valeriano, dos insignes -¡ valga el adjetivo! – perseguidores de los creyentes en Cristo Jesús.


Cuando estaba a punto de que lo nombraran jefe superior de los ejércitos imperiales, se acordó de que había sido bautizado con el nombre de Filopatrós, es decir, “que ama al padre”.


Entonces no tuvo la menor duda en presentarse a su jefe superior, e emperador, para decirle que era cristiano.


Le dieron azotes. Y nada. Entonces lo cargaron en un asno para llevarlo a Capadocia en donde debería ser decapitado para escarmiento de los cristianos de ese lugar.


Sus reliquias dieron lugar a muchas curaciones e incluso conversiones al cristianismo.


Según los fieles de Capadocia fue san Mercurio quien empleó su lanza para luchar contra el emperador apóstata Juliano.


Es una leyenda. Históricamente no se sabe nada de este mártir, pero su culto data desde la antigüedad en Capadocia.


¡Felicidades quien lleve este nombre!



Martirologio Romano: En Roma, beata María Beltrame Quattrocchi, que, siendo madre de familia, ilustró de modo conspicuo a la familia de Cristo y a la sociedad, viviendo ejemplarmente su vida matrimonial y mostrando su comunión de fe y amor hacia el próximo. (26 de agosto de 1965).

En Roma, beato Luis Beltrame Quattrocchi, que, siendo padre de familia, en los asuntos publicos y en los privados respetó los mandamientos de Cristo y los proclamó con celo y honradez de vida. (9 de noviembre de 1951).



Un abogado del Estado y una profesora han subido juntos a los altares igual que lo hicieran a la basílica romana de Santa María Mayor el 25 de noviembre de 1905 para contraer matrimonio. Juan Pablo II ha manifestado su alegría pues, «por primera vez dos esposos llegan a la meta de la beatificación». Luigi (1880-1951) y María (1884-1965) Beltrame Quattrochi, originarios de Roma, fueron un matrimonio feliz.

María era profesora y escritora de temas de educación, comprometida en varias asociaciones (Acción Católica, Scout, etc.). Luigi fue un brillante abogado que culminó su carrera siendo vice-abogado general del Estado italiano. Estuvieron casados durante cincuenta años y tuvieron cuatro hijos: Filippo (hoy padre Tarcisio), nacido en 1906; Stefania (sor Maria Cecilia), nacida en 1908 y fallecida en 1993; Cesare (hoy padre Paolino), nacido en 1909; y Enrichetta, la menor, que nació en 1914. Dos de ellos, Filippo y Cesare, se encontraban entre los sacerdotes que concelebraron la Misa de beatificación con el Papa. La tercera, Enrichetta, se sentaba entre los peregrinos que llenaron hasta los topes el templo más grande de la cristiandad.


El Papa subrayó que la primera beatificación de un matrimonio llega justo «en el vigésimo aniversario de la exhortación apostólica «Familiaris Consortio», que puso de manifiesto el papel de la familia, particularmente amenazado en la sociedad actual». Recién licenciado en Derecho, el joven siciliano tuvo la suerte de descubrir a una muchacha florentina alegre y decidida, que no dudaría en ejercer como enfermera voluntaria en la guerra de Etiopía y en la Segunda Guerra Mundial. Luigi y María eran una familia acomodada y a la vez generosa, que supo acoger en su casa romana a muchos refugiados durante el último gran conflicto y organizar grupos de «scouts» con muchachos de los barrios pobres de Roma durante la postguerra.


Pero eran, sobre todo, una pareja normal -con las aficiones típicas de la clase media romana desde la política hasta la música-, que se apoyaban el uno en el otro para sacar adelante a sus cuatro hijos. Por su cargo de abogado del Estado, Luigi conoció a los grandes políticos de la postguerra mientras que María fue profesora y escritora. No fundaron ninguna orden religiosa, ni tuvieron experiencias místicas, pero convirtieron su trabajo en servicio habitual a los demás y volcaron todo su cariño en la vida familiar hasta la muerte de Luigi, en 1951 y de María en 1965. La santidad de ambos creció en pareja pues, de hecho, antes de casarse, Luigi Beltrame Quattrocchi no vivía su fe cristiana con especial fervor.


La vocación religiosa prendió, en cambio, muy pronto en sus cuatro hijos, tres de los cuales acudieron a la ceremonia en la Plaza de San Pedro. Según Tarsicio, sacerdote diocesano de 95 años, «nuestra vida familiar era muy normal» mientras que Paolino, padre trapense de 92 años, recuerda «el ambiente ruidoso y alegre de nuestra casa, sin beaterías o ñoñerías». Enrichetta, que tiene 87 años y se consagró privadamente a Dios, asegura que sus padres no discutieron jamás delante de los hijos. «Es lógico que hayan tenido divergencias, pero nosotros nunca las vimos. Los problemas los resolvían hablando entre ellos».


El heroísmo de la pareja se puso a prueba cuando esperaban a Enrichetta, la última de sus dos hijas, y los médicos diagnosticaron una complicación gravísima que aconsejaba abortar. Uno de los mejores ginecólogos de Roma les dijo que las posibilidades de supervivencia de la madre eran de un 5 por ciento, pero ambos prefirieron arriesgar. Enrichetta nació en 1914 y agradece a sus padres «aquel acto de heroísmo cristiano».


Los dos nuevos beatos, explicó el Papa durante la homilía de la beatificación, vivieron «una vida ordinaria de manera extraordinaria». «Entre las alegrías y las preocupaciones de una familia normal, supieron realizar una existencia extraordinariamente rica de espiritualidad. En el centro, la eucaristía diaria, a la que se añadía la devoción filial a la Virgen María, invocada con el Rosario recitado todas las noches, y la referencia a sabios consejos espirituales».


«Estos esposos vivieron a la luz del Evangelio y con gran intensidad humana el amor conyugal y el servicio a la vida --añadió el Santo Padre--. Asumieron con plena responsabilidad la tarea de colaborar con Dios en la procreación, dedicándose generosamente a los hijos para educarles, guiarles, orientales, en el descubrimiento de su designio de amor».


En la historia hay otros casos de santidad de matrimonios reconocidos oficialmente por la Iglesia. Es la primera vez, sin embargo, que la ceremonia de beatificación se realiza de manera conjunta. La beatificación se convirtió en el momento culminante de la fiesta de la familia que ha organizado este fin de semana la Iglesia católica en Italia, al cumplirse los veinte años de la publicación de la exhortación apostólica «Familiaris Consortio», el documento sobre la vida matrimonial más importante escrito por Juan Pablo II. En la tarde del sábado anterior, 50 mil personas se habían congregado en la plaza de San Pedro para participar con el obispo de Roma en un encuentro de fiesta, oración y testimonio. El pontífice pidió en esa circunstancia «un decidido salto de calidad en la programación de las políticas sociales» a favor de la familia y volvió a recordar que la familia no puede ser equiparada a otro tipo de formas de convivencia.


La fiesta, sin embargo, quedó algo estropeada por una torrencial lluvia que azotó la plaza de San Pedro con ráfagas violentas. Por este motivo, a última hora, se decidió celebrar la misa en la Basílica del Vaticano. La fachada de Maderno reservó en esos momentos un espectáculo único: miles de peregrinos, que se resguardaban del aluvión tratándose de cubrir con sillas, entraron en masa mojados hasta los topes en la gran basílica. Al final de la celebración, antes de presidir la oración mariana del «Angelus», Juan Pablo II condenó con palabras durísimas la violencia que ha tenido lugar estos tres últimos días en Belén y presentó a la familia como un signo de esperanza en este mundo atenazado por el miedo a los atentados y la violencia. «La familia, de hecho --dijo--, anuncia el Evangelio de la esperanza con su misma constitución, pues se funda sobre la recíproca confianza y sobre la fe en la Providencia. La familia anuncia la esperanza, pues es el lugar en el que brota y crece la vida, en el ejercicio generoso y responsable de la paternidad y de la maternidad». «Una auténtica familia, fundada en el matrimonio, es en sí misma una "buena noticia" para el mundo», concluyó.


Su hijo Cesare Beltrame Quattrocchi, de 92 años, quien al abrazar la vida religiosa asumió el nombre de Paolino, recuerda con sencillez la figura de sus padres. «Si bien nunca había imaginado que un día serían proclamados santos por la Iglesia, puedo afirmar sinceramente que siempre percibí la extraordinaria espiritualidad de mis padres. En casa, siempre se respiró un clima sobrenatural, sereno, alegre, no beato. Independientemente de la cuestión que debíamos afrontar, siempre la resolvían diciendo que había que hacerlo «de tejas para arriba». Entre papá y mamá se dio una especie de carrera en el crecimiento espiritual. Ella comenzó en la parrilla de salida, pues vivía ya una intensa experiencia de fe, mientras que él era ciertamente un buen hombre, recto y honesto, pero no muy practicante. A través de la vida matrimonial, con la decisiva ayuda de su director espiritual, también él se echó a correr y ambos alcanzaron elevadas metas de espiritualidad. Por poner un ejemplo: mamá contaba cómo, cuando comenzaron a participar diariamente en la misa matutina, papá le decía «buenos días» al salir de la iglesia, como si sólo entonces comenzara la jornada. De las numerosas cartas que se dirigieron, que hemos podido encontrar y ordenar, emerge toda la intensidad de su amor. Por ejemplo, cuando mi padre se iba de viaje a Sicilia, era suficiente que llegara a Nápoles para que enviara un mensaje, en el que contaba a su mujer lo mucho que la echaba de menos. Este amor se transmitía tanto hacia dentro --durante los primeros años de matrimonio vivían también en nuestro piso los padres de ambos y los abuelos de ella-- como hacia fuera, con la acogida de amigos de todo tipo de ideas y ayudando a quien se encontraba en la necesidad. La educación, que nos llevó a tres de nosotros a la consagración, era el pan cotidiano. Todavía tengo una «Imitación de Cristo» que me regaló mi madre cuando tenía diez años. La dedicatoria me sigue produciendo escalofríos: «Acuérdate de que a Cristo se le sigue, si es necesario, hasta la muerte».


Esta causa de beatificación ha sido también especial por otro motivo: la Congregación para las causas de los santos aceptó un sólo milagro para los dos siervos de Dios. Según revela el postulador -el padre Rossi-, se trata de Gilberto Grossi, un joven que hoy es neurocirujano, pero que en el momento en el que lo experimentó trabajaba en la casa Beltrame Quattrocchi catalogando los escritos de los dos esposos. «Su invocación a Dios por la curación de alteraciones óseas, que con frecuencia le obligaban a permanecer inmóvil, fue dirigida por intercesión de ambos cónyuges», revela el postulador. «Al reconocer su "común intercesión" --concluye el postulador--, podemos decir que los teólogos han subrayado que los esposos no sólo están unidos en una dimensión humana, sino también espiritual». Rossi explica que «Luigi y María no tenían aparentemente nada de "extraordinario". Lo que les distingue es la "manera extraordinaria" con la que vivieron». «Los dos esposos fueron cristianos convencidos, coherentes y fieles a su propio bautismo; supieron acoger el proyecto de Dios sobre ellos y respetaron su prioridad; fueron personas de gran caridad, entre sí, con los hijos y con el prójimo, promoviendo el bien y la justicia; fueron personas de esperanza, que supieron dar el justo significado de las realidades terrenas, con la mirada puesta siempre en la eternidad». Según el padre Rossi, estos dos nuevos beatos dejan al mundo un «mensaje de esperanza, consuelo y apoyo a la familia cristiana, asaltada hoy por tantos problemas y asediada en sus valores fundamentales, en su ideal, en su configuración genuina».


Cuando se aprobó la causa de beatificación conjunta del primer matrimonio en la historia de la Iglesia, a la Congregación vaticana para las Causas de los Santos le surgió un problema: ¿cuándo se celebrará su fiesta? En general, la fiesta de los beatos y santos suele celebrarse el día de su muerte, día de su abrazo con Dios. ¿Debería celebrarse en fechas diferentes la memoria de Luigi y Maria Beltrame Quattrocchi creando así dos fiestas? Juan Pablo II, que desde hacía años soñaba con poder beatificar a una pareja, tomó entonces una decisión revolucionaria: la fiesta de los dos beatos se celebraría conjuntamente en un mismo día, en el aniversario de su boda. Dado que Luigi y María contrajeron matrimonio el 25 de noviembre de 1905, por lo tanto esa es la fecha de su festividad.


Por el momento, la fiesta sólo se celebra en Roma, la diócesis de los nuevos beatos, pues la beatificación, que el Papa Juan Pablo II celebró el 21 de octubre de 2001, tiene carácter local. En caso de que sean canonizados, entonces la fiesta alcanzará un carácter universal.



Martirologio Romano: En el monasterio de Arlanza, en la región de Burgos, en España, memoria de san García, abad (1073).

nació a finales del siglo X o principios del XI en la localidad burgalesa de Quintanilla, que con el tiempo completaría el suyo con el nombre de San García. Muy joven, el futuro santo García alcanzó, en compañía de algunos familiares, a orillas del río Arlanza, donde se ubicaba el monasterio de San Pedro de Arlanza, antigua abadía de la orden benedictina. A sus puertas, y ajeno a los rigores que exigía la vida monacal, San García resolvió ingresar en la orden.


El mozo adquiriría con los años reputación de santidad y a él se atribuyen no pocos actos milagrosos. Las crónicas cuentan que, durante una de las hambrunas que cíclicamente azotaban la Europa medieval, el monje benedictino asombró a sus compañeros de refectorio con lo que lo que se testimonia como uno de los milagros atribuidos al santo. Ante la estupefacción de los presentes, el agua contenida en una jarra se convirtió en vino.


Los monjes tenían vedado el consumo de carne. La dieta estaba constituida por una libra de pan diaria y dos platos en cada comida. Con todo, los monjes consagraban ocho meses del año al ayuno. El ajuar del benedictino se ceñía a una manta, un cobertor, un jergón y una almohada. Su atavío, a la cogulla, la túnica, el escapulario, las calzas, los calzoncillos y el calzado. El trabajo en el campo, el canto y la redacción de códices ocupaban la mayor parte del tiempo de los hermanos.


Con los años, y tras concluir sus estudios de Teología, San García fue elevado en 1039 a la dignidad de abad y, más tarde, a la de consejero del rey Fernando I. En compañía de este monarca fue testigo de la batalla de Atapuerca en el año 1054. San García mantendría su condición de consejero real el reinado de Sancho II. Los historiadores concluyen que el santo trabó conocimiento con los más conspicuos personajes de su tiempo. Así, por ejemplo, se conservan documentos de donaciones en los que, junto a la rúbrica del santo, figura la de Rodrigo Díaz de Vivar. Su nombre también es consignado por Gonzalo de Berceo en sus textos. San García fallecería en el año 1073.



Martirologio Romano: En Alejandría, en Egipto, san Pedro, obispo y mártir, que, dotado de todas las virtudes, fue decapitado por mandato del emperador Galerio Maximiano, viniendo a ser la última víctima de la gran persecución y como el sello de los mártires. Con él se conmemoran tres obispos egipcios, que son Hesiquio, Pacomio y Teodoro, junto con otros muchos que, también en Alejandría, sufrieron en la misma persecución y subieron al cielo por medio de cruel espada (305/311).

Etimología: Pedro = roca, piedra. Viene de la lengua hebrea.


Nació Pedro en Alejandría. Y con el tiempo llegó a ser patriarca de esta floreciente ciudad.


Mientras tanto Maximiano y Diocleciano estaban haciendo estragos con sus persecuciones.


El se entregó a ayudar a todos los creyentes hablando con ellos y con quienes no podía, lo hacía mediante cartas.


Escribió más de 600. En ellas les advertía del peligro que corrían por causa de su fe..


Además de hacer todo esto, luchó valerosamente contra los herejes y paganos.


Sintió mucho tener que destituir al obispo Melecio porque había sacrificado a los dioses.

Arrio, ya excomulgado por Pedro, le azuzaba en esta labor.


Cuando Maximiano tenía el cetro en el Oriente, mandó a la muerte a san Pedro


La gente fue a la cárcel y lo sacaron aunque sus vidas estaban en peligro.


El gobernador quería que se retractara de su doctrina. No cedió. Entonces lo sacaron sigilosamente de la prisión y murió felizmente en el año 311.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



Martirologio Romano: En la región de Valence, en la Galia, beata Beatriz de Ornacieux, virgen de la Orden Cartujana, insigne por el amor a la Cruz, que vivió y murió con pobreza extrema en el monasterio de Eymeu, fundado por ella (1303/ 1309).

Etimología: Beatriz = Aquella que enriquece o gratifica, viene del latín


Beatriz nació en la segunda mitad del siglo XIII en el solar feudal de la noble familia de los Ornacieux, en los confines del Delfinado y de la Saboya (Sudeste de Francia).


Recibió una rica educación cristiana que la llevaría, con apenas 13 años, a abandonar para siempre el mundo para entrar en la cartuja del Monte de Santa María, en el desierto de Parménie (Isére, Francia ).


Margarita d’Oygnt, monja cartuja que la conoció, nos dejó escrita en lionés su vida. No se ha escrito todavía una biografía crítica sobre la beata Beatriz, ni tengo noticia que se esté intentando.


Según Margarita d’Oygnt, desde los comienzos como monja cartuja, Beatriz se destacó por la santidad de vida. Se manifestó siempre llena de mucha caridad y de una profunda humildad de corazón; procuraba en todo ayudar a sus hermanas de religión y manifestó una gran capacidad para sufrir.


Su obediencia extrema y su fidelidad a la vida de oración fueron otros dos rasgos característicos de su vida. Nuestro Señor le concedió el don de lágrimas y en tal grado que estuvo a punto de perder la vista en varias ocasiones. Su gran deseo fue siempre hacer la santa voluntad de Dios.


Un día delante del Sagrario pedía a Nuestro Señor que la sacase del mundo para ponerla así a salvo de los continuos ataques del demonio; pero una voz salida del Sagrario le prohibió desear otra cosa que no fuera hacer la voluntad del Señor; entonces sintió interiormente que su deseo de morir se cambiaba por un inmenso anhelo de vivir para la mayor gloria de Dios, y suplicó al Señor que le concediera la salud que en tantos momentos le faltaba debido a sus numerosas enfermedades; pero, una vez más, la voz del Señor se hizo oír diciéndole: “Recibe las consolaciones que te doy y no rehúses los sufrimientos que te envíe”; a partir de entonces, aleccionada por estas locuciones divinas, ya no deseó más algo que no fuera la voluntad divina, convirtiéndose ella misma en un modelo de confianza y de abandono en la Divina Providencia.


Amó profundamente la penitencia, expresión de su amor loco a la Cruz.


Se entregaba a prolongados ayunos, se daba sangrientas disciplinas.


Fue especialmente devota de la Pasión de Cristo y se dice que perforó su mano izquierda con un clavo para recordar mejor los sufrimientos de la crucifixión.


Por otra parte, tuvo que soportar los asaltos frecuentes del demonio, en especial, la tentaba contra de la virtud de la santa pureza, poniéndole delante representaciones obscenas, a las cuales Beatriz siempre resistió con invencible pureza de alma y de cuerpo. En medio de estos ataques del enemigo y de las victorias de la gracia, sentía los consuelos de Jesús y María.


Un día la Virgen Santísima le dijo: “Nada temas, ten confianza; soy la Madre del Rey Omnipotente, tu Esposo, la Madre de la misericordia, y tomo tu alma y tu cuerpo bajo mi cuidado y protección; yo te defenderé contra los asaltos del demonio y te salvaguardaré de sus engaños”.


Dios la enriqueció con múltiples dones y carismas extraordinarios: gozaba continuamente de la presencia del Señor en visión corporal a su lado; veía a Jesús Niño en la Sagrada Forma eucarística. Y también sentía, en ciertos momentos, las sequedades y los aparentes abandonos de Dios, motivos de gran sufrimiento para su alma.


Una noche de Navidad, llena de angustia mortal por la duda de si estaría en pecado mortal, permaneció en su silla en el coro mientras sus hermanas fueron a comulgar; pero, recorriendo con gran devoción a la Divina Misericordia, le pidió que se dignara mostrarle su voluntad para que la cumpliera ciegamente. Entonces, sin saber como, y sintiéndose como que arrastrada por una fuerza superior, se encontró junto al comulgatorio. Comulgó, pues, y el Señor le concedió en esta comunión una infinidad de gracias. Como ejemplo de estas, se puede referir el hecho de que una porción de la Hostia sagrada se quedó en su boca, sin que la pudiera tragar, con un claro sabor a carne y sangre: esto le produjo gran aflicción; pero, luego sintió cómo esta porción eucarística le pasaba al corazón, abrasándola con un gran fuego de amor, dejándola sumida en un arrobamiento amoroso que permaneció durante varios días; y, todavía más, desde entonces, volvió al perfecto gozo de la unión amorosa con Dios y recobró la perfecta paz del alma, para nunca más perderla.


En 1300 fue obligada, bajo obediencia, a aceptar el priorato de la cartuja de Eymeux, departamento de Drome; en esta nueva fundación cartujana, en el ejercicio del cargo de priora, brillaron sus grandes virtudes.


Por fin, el 25 de Noviembre de 1303, el Señor vino a llamar a su esposa para las bodas celestiales, terminando su vida santa en la tierra con una preciosa muerte. Sin embargo, otras fuentes la dan por fallecida a 5 de febrero dos años después.


Fue sepultada en Eymeux, y casi de inmediato, empezaron a obrarse milagros en su tumba, extendiéndose su fama de santidad. Algún tiempo después, su cuerpo fue trasladado a su primera cartuja de Parménie.


El 15 de Abril de 1869 el Beato Pío IX, Papa, aprobó su culto.


Su fiesta se celebra el día 25 de noviembre, aniversario de su nacimiento para el cielo.


Es la única monja cartuja beatificada; no dejó ningún escrito.



Martirologio Romano: En Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, santas Flora y María, vírgenes y mártires, que en la persecución llevada a cabo por los musulmanes fueron encarceladas con san Eulogio y después muertas a espada (856).

Etimología: Flora = Aquella que es una bella doncella adornada con una flor, es de origien latino.


María = Aquella que es excelsa - la amada por Dios, es de origen hebreo.


Los martirologios de Adón, Usuardo, Maurolico, del obispo Equilino y el Romano hacen memoria de estas dos vírgenes mártires de Córdoba lo que hace pensar en la repercusión que debió tener el doble martirio en toda la España del siglo IX y explicar la rápida difusión de su culto.


Flora es hija de madre cristiana y padre musulmán. Fue educada por su madre desde pequeña en el amor a Jesucristo y aprendió de sus labios el valor relativo de las cosas de este mundo. Tiene un hermano —musulmán fanático— que la denuncia como cristiana en la presencia del cadí. Allí es azotada cruelmente para hacerla renegar, pero se mantiene firme en la fe. El cadí la pone bajo la custodia de su hermano que ahora tiene el encargo de la autoridad para hacerla cambiar de actitud. Soporta todas las vejaciones y ultrajes a que la somete su hermano siempre con la intención de pervertirla.


María es hija de cristianos que han puesto a su hijo Walabonso bajo la custodia de un sacerdote con el encargo de educarlo en un monasterio; mientras ella entra en el cenobio de Cuteclara. Muerto mártir su hermano, se dirige ahora a la iglesia de san Acisclo después de haber tomado una firme resolución.


Las dos jóvenes coinciden a los pies de san Acisclo. El saludo de la paz les ha facilitado abrirse mutuamente las almas y se encuentran en comunión de sentimientos, deseos y resoluciones. Se juran amistad para siempre, una caridad que dura hasta el Cielo.


Se encaminan con valentía al palacio del cadí y hacen ante él pública profesión de fe cristiana.


Encarceladas junto con prostitutas y gente de mal vivir, son condenadas por los jueces a morir decapitadas, no sin el consuelo, ánimo y bendición de san Eulogio que las conoció. Hecha la señal de la cruz, primero será la cabeza de Flora la cortada por el alfanje, después rueda la de María. Sus cuerpos quedan expuestos, para disuasión de cristianos y demostración de poder musulmán, a las aves y los perros. Al día siguiente los arrojaron al Guadalquivir.


Sus cabezas se depositaron en la iglesia de san Acisclo.



Martirologio Romnao: En la ciudad de Dông Hoy, en Annam, santos mártires Pedro Dumoulin- Borie, obispo de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París, Pedro Vo Dang Khoa y Vicente Ngyen Tho Diem, presbíteros, de los cuales, por orden del emperador Minh Mang, el primero fue degollado y los demás estrangulados (1838).

Este joven, amante de la misiones, nació el 20 de febrero de 1808 en Beynat de Corrèze.


Sus padres eran reacios ante cualquiera de las decisiones de su hijo. Le dijeron en su cara que no sería ni misionero, ni de la Trapa, ni médico.


No podía salir de Francia. Lo querían cerca de sí mismos. Egoísmo de padres.


Todo lo más que le consentían, era que fuese cura pero sin salir del país.


Siguiendo los consejos de los padres, entró un buen día en el seminario mayor de Tulle. El, sin embargo, tenía las ideas muy claras acerca de su vida futura:"Seguiré mi vocación por donde quiera que me llaman, aunque sea en las misione extranjeras".


Con el paso del tiempo, la ocasión se le presentó propicia en octubre de 1829.


Durante el tiempo de los motines y revueltas en París, le dieron una paliza de muy señor mío porque lo tomaron por un suizo. En esta ocasión Dios lo libró del peligro porque su acento era típicamente francés.


Llegó al sacerdocio el 21 de noviembre de 1830. Sin tener la menor duda, se embarcó en el norte de Francia, en el puerto Le Havre con destino a Mónaco .


Era el 18 de julio de 1831. De aquí continuó su rumbo hacia tierras lejanas del Oriente. Desembarcó en Saigón porque unos contrabandistas chinos atacaron el barco.


En este país se desencadenó una revolución persecutoria. El, con toda la fuerza interior que llevaba en su espíritu, comenzó a evangelizar la región que se le había confiado.


Entre tanto lío, lo arrestaron las hordas enemigas en 1838. Y es curioso que estando en la misma cárcel, recibió el encargo de nombramiento de obispo.


El mismo verdugo que debía darle muerte, no quería. Pero tuvo que hacerlo recurriendo para ello a la borrachera.


Sus restos se conservan en la Sala de los mártires del Seminario de las Misiones Extranjeras de París.


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Martirologio Romano: En el monasterio de Cava, en la Campania, beato Balsamo, abad, que en medio de las turbulencias y contradicciones de su tiempo desempeñó su cargo con sabiduría y prudencia (1232).

Etimología: Bálsamo = aquel de alma perfumada. Viene de la lengua latina.


Fue un abad del siglo XIII. La historia de la abadía de la Trinidad de Cava, junto a Salerno, fue fundada cerca del año mil.


La historia de sus abades es muy interesante para los historiadores y gente dedicada al estudio y a la investigación.


Esto se debe al mantenimiento perfecto de sus bibliotecas que contienen nada menos que mil años de historia.


Bálsamo fue un abad de ese monasterio que encierra una serie de hombres impresionantes para hoy y siempre.


Se sabe que la abadía de Cava tuvo una gran influencia e importancia en toda la Edad Media por la capacidad de trabajo de sus monjes y por su alto grado de santidad.


El fue uno de los más ilustres.


Dirigió el monasterio con suma maestría, con sabiduría y con un trato exquisito a los hermanos.

Estuvo en ella 25 años: desde el 1208 a 1232, el año de su muerte.


Era un hombre de letras. Por eso, se había ganado la amistad de los Papas y de los mismos emperadores.


Federico II lo llamaba cariñosamente “el martillo del mundo”.


Este emperador favoreció mucho este monasterio y le dio al abad la potestad de juzgar a quienes atentasen contra la abadía.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



Maritrologio Romano: En Amelia, ciudad de la Umbría, santa Firmina, mártir (303).

Etimología: Firmina = firme. Viene de la lengua latina.


Fermina fue una mártir en el siglo III.


Cuando hay falta de muchos datos históricos serios, existen, por el contrario, muchas leyendas acerca de la vida de algunos santos.


Según la narraciones tradicionales, Fermina era romana, y vivió en el siglo III.


Debió nacer en el seno de una familia llamada Pisoni.


Su padre era el gobernador de la ciudad, y su madre una cristiana llena del amor a Dios y al prójimo.


La joven debía tener 16 años cuando estalló la persecución en Roma, la siempre y traída persecución de Diocleciano.


Viendo el peligro que se avecinaba, salió de la ciudad, pero antes vendió todas sus cosas – con gran alegría desprendimiento – y se las entregó a los pobres.


Para llegar a la nueva región de la Umbría italiana, tuvo que embarcarse en una nave en el Tíber de Civitavecchia.


Como vio muchas necesidades entre los cristianos que eran dura y cruelmente perseguidos, se quedó con ellos para ayudarles en todo aquello que fuera necesario.


Cuando llegó a Amelia, se entregó a una vida de oración y de penitencia.


Su felicidad iba a durar poco tiempo. Descubierta por las autoridades, la llevaron a los tribunales. Y juzgada de mala manera, fue condenada a muerte, En Amelia se conserva su memoria.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!

















Andrés Dung-Lag y compañeros, Santos
Andrés Dung-Lag y compañeros, Santos

Mártires de Vietnam


Esta memoria obligatoria de los ciento diecisiete mártires vietnamitas de los siglos XVIII y XIX, proclamados santos por Juan Pablo II en la plaza de San Pedro el 19 de junio de 1988, celebra a mártires que ya habían sido beatificados anteriormente en cuatro ocasiones distintas: sesenta y cuatro, en 1900, por León XIII; ocho, por Pío X, en 1906; veinte, en 1909, por el mismo Pío X; veinticinco, por Pío XII, en 1951.

No sólo son significativos el número insuperado en la historia de las canonizaciones, sino también la calificación de los santos (ocho obispos, cincuenta sacerdotes, cincuenta y nueve laicos), la nacionalidad (noventa y seis vietnamitas; once españoles; diez franceses, el estado religioso (once dominicos; diez de la Sociedad de las Misiones Extranjeras de París; otros del clero local, más un seminarista, el estado laical (muchos padres de familia, una madre, dieciséis catequistas, seis militares, cuatro médicos, un sastre; además de campesinos, pescadores y jefes de comunidades cristianas).


Seis de ellos fueron martirizados en el siglo XV, los demás, entre 1835 y 1862; es decir, en el tiempo del dominio de los tres señores que gobernaban Tonkín, Annam y Cochinchina, hoy integradas en la nación de Vietnam.


En gran parte (setenta y cinco) fueron decapitados; los restantes murieron estrangulados, quemados vivos, descuartizados, o fallecieron en prisión a causa de las torturas, negándose a pisotear la cruz de Cristo o a admitir la falsedad de su fe.


De estos ciento diecisiete mártires, la fórmula de canonización ha puesto de relieve seis nombres particulares, en representación de las distintas categorías eclesiales y de los diferentes orígenes nacionales. El primero, del que encontramos una carta en el oficio de lectura, es Andrés Dung-Lac. Nació en el norte de Vietnam en 1795; fue catequista y después sacerdote. Fue muerto en 1839 y beatificado en 1900. Otros dos provienen del centro y del sur del Vietnam. El primero, Tomás Tran-VanThien, nacido en 1820 y arrestado mientras iniciaba su formación sacerdotal, fue asesinado a los dieciocho años en 1838; el otro es Manuel Le-Van-Phung, catequista y padre de familia, muerto en 1859 (beatificado en 1909).


Entre los misioneros extranjeros son mencionados dos españoles y un francés. El dominico español Jerónimo Hermosilla, llegado a Vietnam en 1829, vicario apostólico del Tonkín oriental, fue muerto en 1861 (beatificado en 1909); el otro dominico, el obispo vasco Valentín de Berriochoa, que llegó a Tonkín en 1858, a los treinta y cuatro años, fue muerto en 1861 (beatificado en 1906).


El francés Jean-Théophane Vénard, de la Sociedad de las Misiones Extranjeras de París, llegó a Tonkín en 1854 y fue asesinado a los treinta y dos años (beatificado en 1906): sus cartas inspiraron a santa Teresa de Lisieux a rezar por las misiones, de las que fue proclamada patrona junto con san Francisco Javier.


LISTA DE LOS 117 MÁRTIRES DE VIETNAM


1 Andrés DUNG-LAC, Sacerdote 21-12-1839

2 Domingo HENARES, Obispo O.P. 25-06-1838

3 Clemente Ignacio DELGADO CEBRIAN, Obispo O.P. 12-07-1838

4 Pedro Dumoulin BORIE, Obispo M.E.P. 24-11-1838

5 José María DIAZ SANJURJO, Obispo O.P. 20-07-1857

6 Melchor GARCIA SAMPEDRO SUAREZ, Obispo O.P. 28-07-1858

7 Jerónimo HERMOSILLA, Obispo O.P. O1-11-1861

8 Valentín BERRIOCHOA, Obispo O.P. 01-11-1861

9 Esteban Teodoro CUENOT, Obispo M.E.P. 14-11-1861

10 Francisco GIL DE FEDERICH, Sacerdote O.P. 22-O1-1745

11 Mateo ALONSO LECINIANA, Sacerdote O.P. 22-O1-1745

12 Jacinto CASTANEDA, Sacerdote O.P. 07-11-1773

13 Vicente LE OUANG LIEM, Sacerdote O.P. 07-11-1773

14 Emanuel NGUYEN VAN TRIEU, Sacerdote 17-09-1798

15 Juan DAT, Sacerdote 28-10-1798

16 Pedro LE TuY, Sacerdote 11-10-1833

17 Francisco Isidoro GAGELIN, Sacerdote M.E.P. 17-10-1833

18 José MARCHAND, Sacerdote M.E.P. 30-11-1835

19 Juan Carlos CORNAY, Sacerdote M.E.P. 20-09-1837

20 Vicente DO YEN, Sacerdote O.P. 30-06-1838

21 Pedro NGUYEN BA TUAN, Sacerdote 15-07-1838

22 José FERNANDEZ, Sacerdote O.P. 24-07-1838

23 Bernardo VU VAN DUE, Sacerdote 01-08-1838

24 Domingo NGUYEN VAN HANH (DIEU), Sacerdote O.P. 01-08-1838

25 Santiago Do MAI NAM, Sacerdote 12-08-1838

26 José DANG DINH (NIEN) VIEN, Sacerdote 21-08-1838

27 Pedro NGUYEN VAN TU, Sacerdote O.P. 05-09-1838

28 Francisco JACCARD, Sacerdote M.E.P. 21-09-1838

29 Vicente NGUYEN THE DIEM, Sacerdote 24-11-1838

30 Pedro VO BANG KHOA, Sacerdote 24-11-1838

31 Domingo TUOC, Sacerdote O.P. 02-04-1839

32 Tomás DINH VIET Du, Sacerdote O.P. 26-11-1839

33 Domingo NGUYEN VAN (DOAN) XUYEN, Sacerdote O.P. 26-11-1839

34 Pedro PHAM VAN TIZI, Sacerdote 21-12-1839

35 Pablo PHAN KHAc KHOAN, Sacerdote 28-04-1840

36 Josée DO QUANG HIEN, Sacerdote O.P. 09-05-1840

37 Lucas Vu BA LOAN, Sacerdote 05-06-1840

38 Domingo TRACH (DOAI), Sacerdote O.P. 18-09-1840

39 Pablo NGUYEN NGAN, Sacerdote 08-11-1840

40 José NGUYEN DINH NGHI, Sacerdote 08-11-1840

41 Martín TA Duc THINH, Sacerdote 08-11-1840

42 Pedro KHANH, Sacerdote 12-07-1842

43 Agustín SCHOEFFLER, Sacerdote M.E.P. 01-05-1851

44 Juan Luis BONNARD, Sacerdote M.E.P. 01-05-1852

45 Felipe PHAN VAN MINH, Sacerdote 03-07-1853

46 Lorenzo NGUYEN VAN HUONG, Sacerdote 27-04-1856

47 Pablo LE BAo TINH, Sacerdote 06-04-1857

48 Domingo MAU, Sacerdote O.P. 05-11-1858

49 Pablo LE VAN Loc, Sacerdote 13-02-1859

50 Domingo CAM, Sacerdote T.O.P. 11-03-1859

51 Pedro DOAN LONG QUY, Sacerdote 31-07-1859

52 Pedro Francisco NERON, Sacerdote M.E.P. 03-11-1860

53 Tomás KHUONG, Sacerdote T.O.P. 30-01-1861

54 Juan Teofano VENARD, Sacerdote M.E.P. 02-02-1861

55 Pedro NGUYEN VAN Luu, Sacerdote 07-04-1861

56 José TUAN, Sacerdote O.P. 30-04-1861

57 Juan DOAN TRINH HOAN, Sacerdote 26-05-1861

58 Pedro ALMATO RIBERA, Sacerdote O.P. 01-11-1861

59 Pablo TONG VIET BUONG, Laico 23-10-1833

60 Andrés TRAN VAN THONG, Laico 28-11-1835

61 Francisco Javier CAN, Catequista 20-11-1837

62 Francisco DO VAN (HIEN MINH) CHIEU, Catequista 25-06-1838

63 José NGUYEN DINH UPEN, Catequista T.O.P. 03-07-1838

64 Pedro NGUYEN DicH, Laico 12-08-1838

65 Miguel NGUYEN HUY MY, Laico 12-08-1838

66 José HOANG LUONG CANH, Laico T.O.P. 05-09-1838

67 Tomás TRAN VAN THIEN, Seminarista 21-09-1838

68 Pedro TRUONG VAN DUONG, Catequista 18-12-1838

69 Pablo NGUYEN VAN MY, Catequista 18-12-1838

70 Pedro VU VAN TRUAT, Catequista 18-12-1838

71 Agustín PHAN VIET Huy, Laico 13-06-1839

72 Nicolás BUI DUC THE, Laico 13-06-1839

73 Domingo (Nicolás) DINH DAT, Laico 18-07-1839

74 Tomás NGUYEN VAN DE, Laico T.O.P. 19-12-1839

75 Francisco Javier HA THONG MAU, Catequista T.O.P. 19-12-1839

76 Agustín NGUYEN VAN MOI, Laico T.O.P. 19-12-1839

77 Domingo Bui VAN UY, Catequista T.O.P. 19-12-1839

78 Esteban NGUYEN VAN VINTI, Laico T.O.P. 19-12-1839

79 Pedro NGUYEN VAN HIEU, Catequista 28-04-1840

80 Juan Bautista DINH VAN THANH, Catequista 28-04-1840

81 Antonio NGUYEN HUU (NAM) QUYNH, Laico 10-07-1840

82 Pietro NGUYEN KHAC Tu, Catequista 10-07-1840

83 Tomás TOAN, Catequista T.O.P. 21-07-1840

84 Juan Bautista CON, Laico 08-11-1840

85 Martín THO, Laico 08-11-1840

86 Simón PHAN DAc HOA, Laico 12-12-1840

87 Inés LE THi THANH (DE), Laica 12-07-1841

88 Mateo LE VAN GAM, Laico 11-05-1847

89 José NGUYEN VAN Luu, Catequista 02-05-1854

90 Andrés NGUYEN Kim THONG (NAM THUONG), Catequista 15-07-1855

91 Miguel Ho DINH HY, Laico 22-05-1857

92 Pedro DOAN VAN VAN, Catequista 25-05-1857

93 Francisco PHAN VAN TRUNG, Laico 06-10-1858

94 Domingo PHAM THONG (AN) KHAM, Laico T.O.P. 13-01-1859

95 Lucas PHAM THONG (CAI) THIN, Laico 13-01-1859

96 José PHAM THONG (CAI) TA, Laico 13-01-1859

97 Pablo HANH, Laico 28-05-1859

98 Emanuel LE VAN PHUNG, Laico 31-07-1859

99 José LE DANG THI, Laico 24-10-1860

100 Mateo NGUYEN VAN (NGUYEN) PHUONG, Laico 26-05-1861

101 José NGUYEN DUY KHANG, Catequista T.O.P. 06-11-1861

102 José TUAN, Laico 07-01-1862

103 José TUC, Laico 01-06-1862

104 Domingo NINH, Laico 02-06-1862

105 Domingo TORI, Laico 05-06-1862

106 Lorenzo NGON, Laico 22-05-1862

107 Pallo (DONG) DUONG, Laico 03-06-1862

108 Domingo HUYEN, Laico 05-06-1862

109 Pedro DUNG, Laico 06-06-1862

110 Vicente DUONG, Laico 06-06-1862

111 Pedro THUAN, Laico 06-06-1862

112 Domingo MAO, Laico 16-06-1862

113 Domingo NGUYEN, Laico 16-06-1862

114 Domingo NHI, Laico 16-06-1862

115 Andrés TUONG, Laico 16-06-1862

116 Vicente TUONG, Laico 16-06-1862

117 Pedro DA, Laico 17-06-1862


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O.P. : Orden de los Predicadores (Dominicos)

T.O.P.: Terciario de la Orden de los Predicadores

M.E.P.: Sociedad de las Misiones Extranjeras de París





Nació en Brivio (pueblo italiano de la provincia de Lecco) el 21 de abril de 1829.

Fue una de las primeras alumnas de la naciente escuela de las Hermanas Marcelinas en el pueblo de Vimercate.


Fue acogida por la Madre Marina Videmari, rápidamente se distinguió por lo ejemplar de su vida y por su aprovechamiento escolar.


En 1848, entró a formar parte de de la nueva Congregación, comprendió de inmediato que su ideal y su misión tendrían que ser en la enseñanza , la educación, la formación de las jóvenes en la escuela y en la familia.


Sor María Ana se santificó en la sencillez por su total fidelidad al Carisma de la congregación que había elegido. De su vida y ejemplo, surgen tres enseñanzas: la necesidad de la formación de un buen carácter firme, sensible, equilibrado; el valor santificador del compromiso en el propio deber, asignado por la obediencia y la importancia esencial de la obra educativa.


Su pedagogía fue la que su director espiritual, Monseñor Luis Biraghi, le recomendó: estar cercana, estar junto a las jóvenes en cada momento y circunstancia, participando de su vida cotidiana, en clases, en la capilla, en el comedor, en la recreación, en el dormitorio.


Entre sus mejores alumnas, se recuerda a la jóven Judith Alghisi Montini, la que después sería mamá del futuro papa Paulo VI.


Maria Ana Murió santamente el 24 de noviembre de 1891.


Fue beatificada por Juan Pablo II en 1980.



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