Fue una de las primeras alumnas de la naciente escuela de las Hermanas Marcelinas en el pueblo de Vimercate.
Fue acogida por la Madre Marina Videmari, rápidamente se distinguió por lo ejemplar de su vida y por su aprovechamiento escolar.
En 1848, entró a formar parte de de la nueva Congregación, comprendió de inmediato que su ideal y su misión tendrían que ser en la enseñanza , la educación, la formación de las jóvenes en la escuela y en la familia.
Sor María Ana se santificó en la sencillez por su total fidelidad al Carisma de la congregación que había elegido. De su vida y ejemplo, surgen tres enseñanzas: la necesidad de la formación de un buen carácter firme, sensible, equilibrado; el valor santificador del compromiso en el propio deber, asignado por la obediencia y la importancia esencial de la obra educativa.
Su pedagogía fue la que su director espiritual, Monseñor Luis Biraghi, le recomendó: estar cercana, estar junto a las jóvenes en cada momento y circunstancia, participando de su vida cotidiana, en clases, en la capilla, en el comedor, en la recreación, en el dormitorio.
Entre sus mejores alumnas, se recuerda a la jóven Judith Alghisi Montini, la que después sería mamá del futuro papa Paulo VI.
Maria Ana Murió santamente el 24 de noviembre de 1891.
Fue beatificada por Juan Pablo II en 1980.
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