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Presbítero Servita

Martirologio Romano: En Viareggio, ciudad de Italia, san Antonio María Pucci, presbítero de la Orden de los Siervos de María, el cual, párroco durante casi cincuenta años, se dedicó sobre todo a atender a los niños pobres y enfermos (1892).

San Antonio María Pucci, aunque miembro de la Congregación de los Siervos de María (Servita), pasó casi toda su vida y se santificó como sacerdote de una parroquia. Nació en Poggiole, cerca de Pistoia, en 1810. Fue uno de los siete hermanos de la humilde familia de Agustín y María Pucci.

No obstante la heroicidad de sus virtudes, los trazos elementales de su biografía traen al recuerdo tantas vidas paralelas de seminaristas y sacerdotes, compañeros de estudios unos, conocidos otros tal vez en la propia parroquia. Ya durante su vida el padre Pucci se hizo tan familiar e intimo a sus feligreses, que cariñosamente le llamaban, "el Curatino". Una de estas figuras de párroco, que ha visto nacer y morir casi toda una generación y ahonda en el corazón del pueblo, como una institución patriarcal.

Su nombre bautismal era Eustaquio. Monaguillo servicial y piados, ganó la confianza de don Luigí, su párroco. En cambio de los servicios prestados recibía clase de latín y cultura general. No conoció el Liceo del Renacimiento italiano. Y no lo echaría de menos después; su vida sacerdotal transcurrió ajena a la lucha de políticas y de culturas; y eso que su tiempo fue el de la unidad italiana y en parte pertenecía al de la "Kulturkampf". En último término, su padre no pretendía hacer de Eustaquio más que un buen labrador; y se opuso cuando el párroco de Poggiole fue a hablarle de que Eustaquio, joven ya de dieciocho años, aspiraba a "hacerse cura". Considerando su piedad mariana, don Luigi le había propuesto ingresar en la Orden de los Siervos de la Madre de Dios, de Florencia, con quienes cultivaba una sincera amistad y estima.

Al fin, el hombre del arado y de la esteva cedió al hombre de iglesia, y consintió; el padre de Eustaquio no era de los peores parroquianos de don Luigi. Y el "curato" se hace respetar mucho también en Italia, hoy todavía, entre las buenas familias de las parroquias rurales.

Conseguido el permiso paterno, Eustaquio ingresaba el 10 de julio de 1837 en el convento de la Anunciación. La primera etapa de su vida aldeana se cierra con un certificado protocolario de buena conducta, presentado por el párroco al superior de Florencia. ¡Habría hecho tantos otros para sus feligreses! Y, sin embargo, aquel del hijo de la familia Pucci sería un eslabón más del proceso de canonización de un santo.

Su inclinación al sacerdocio, observada por don Luigi y alguno de sus familiares que le habían visto jugar "a decir misa", se convirtió en realidad. Eustaquio, ahora fray Antonio María, fue ordenado sacerdote el 24 de septiembre de 1843.

Fue destinado a ejercer su ministerio en Viareggío, pequeña ciudad junto al Tirreno, hoy famosa playa internacional. Tres años de coadjutor y después... siempre párroco de San Andrés. Sus feligreses eran casi todos pescadores, que se fueron encariñando poco a poco con el párroco de pequeña estatura y ojos serenos. Los más íntimos se sentirían orgullosos de tener un párroco apreciado en la curia de Lucca, de la que había sido nombrado, tan joven como era todavía, examinador prosinodal. Los primeros años de actividad pastoral no le habían impedido preparar el examen de "maestro en Sagrada Teología", título que concedía el capitulo de la Orden. En otro ambiente, el padre Pucci hubiera sido tal vez un hombre de estudios; pero si la Orden ha perdido un científico, ha ganado, en cambio, un santo.

Los que le conocieron, confiesan que no era simpático; su voz nasal y de tono monótono, la cabeza siempre inclinada, sus ligeros gestos nerviosos, no hacían de su persona una figura estética. Se diría que era un hombre con complejo de inferioridad. Algunos contemporáneos, al saber que se introducía su proceso de canonización, desconfiaban del éxito, porque consideraban que era una personalidad ordinaria. No es un caso aislado. También el alcalde de Viareggio, de aquella época liberal, respondía al superior de San Andrés, que solicitaba la dedicación de una calle en recuerdo del padre Pucci, minimizando su actuación y justificando su negativa. "Al fin y al cabo, es un cura que no ha hecho más que cumplir con su deber."

Es bella esta heroicidad humilde de un párroco que cumple durante cuarenta y cinco años con su deber. Heroicidad perseverante y desapercibida en su actividad apostólica y en su vida de religioso. Como el cardenal Laurenti, prefecto de la Congregación de Ritos, decía, de broma y de veras, al padre Ferrini, postulador general de la Orden: "Si el padre Pucci ha sido siempre buen párroco y buen religioso a la vez, es sin duda un santo de verdad."

Objetivo central de sus preocupaciones pastorales fue la organización parroquial: la enseñanza del catecismo y la beneficencia, grupos de seglares y fundación de religiosas, acción social y apostolado del mar.

Para desarrollar más eficazmente sus tareas de catequista, organizó la Congregación de la Doctrina Cristiana. Con sorprendente espíritu de dinamismo apostólico utilizaba todos los resortes para atraer los niños a la parroquia; ayudado de sus fieles militantes de la congregación, daba especial relieve, religioso y espectacular a la vez, a las fiestas de las primeras comuniones, del reparto de premios, de la "Befana" (o "´hada - buena"), manifestación italiana de la tradición española de los Reyes Magos, llevando él mismo los juguetes a casa de los niños.

Con una concepción orgánica de las obras parroquiales, instituyó para la formación integral de los jóvenes y en función también de la enseñanza del catecismo, la "Compañía de San Luis". Sin conocerse, el padre Pucci realizaba con los jóvenes una labor paralela a la que contemporáneamente San Juan Bosco lleva a cabo en Turín. Humano y perspicaz psicólogo, no olvidaba prescribir a sus muchachos en el reglamento de la asociación que "buscaran un buen amigo y huyeran de los tristes". Posteriormente, esta asociación fue la base en Viareggio de uno de los primeros centros interparroquiales de la Acción Católica, promovida poco después de la muerte del padre Pucci con las directrices pontificias.

Incrementó la devoción eucarística con la Cofradía del Santísimo Sacramento y organizó los grupos apostólicos femeninos, cuya dirección encomendó a una joven piadosa, Giuliana Luccí; más tarde, con otro grupo de jóvenes de la parroquia, ingresó en las Siervas de María de Viareggio, cuyo fundación se atribuye fundidamente al Beato Pucci.pa, en frase de Chateaubriand, "León de la libertad italiana".

Contra tal previsión ilusionada, la unidad de Italia, sin intervención pontificia, fue proclamada por Cavour en Turín, en 1861. En 1870 las tropas italianas eran saludadas en Roma, como libertadoras y Pío IX se refugiaba en el Vaticano. Cairoli, Crispí, Zanardellí, De Pretiis son nombres de notables republicanos, antipontificios, conmemorados ahora como gloria nacional en las calles de la que en otros tiempos fue la Roma papal. Cavour resumía su ideología política en pocas palabras: "La Iglesia libre en Estado libre". El espíritu laico tomó auge en Italia después de la constitución del Reino; en 1873 era abolida la Facultad de Teología de las Universidades y suprimida la enseñanza religiosa en las escuelas.

El ambiente cargado de incertidumbre religiosa se hacia sentir también en Viareggio. Para el párroco de San Andrés la 8ituación ofrecía un aspecto eminentemente pastoral. Frente al problema de la descristianización pública que se planteaba en Viareggio, cuyas autoridades civiles eran todas republicanas y hacían profesión de incredulidad, el "Curatino" pensó en una asociación de hombres católicos; así organizó "La Pía Unión de los hijos de San José para mantener incólume la fe católica en la familia y en la sociedad cristiana".

Podría pensarse con motivo, que el párroco de Viareggio habría sido criticado de "hacer política"; sobre todo, cuando los biógrafos aseguran que "defendía con todas las armas de la ciencia y de la historia los sacrosantos derechos de la Iglesia, incluido el poder temporal de los Papas". Pero el "Curatino" no fue tildado de clericalismo político, campaña preferida de los grupos de oposición desde que en Italia comenzó a desarrollarse la democracia cristiana. Ni siquiera los republicanos de Viareggio quisieron mezclar el recuerdo del padre Pucci con la política; porque el "Curatino" ¡había sido tan bueno! Había socorrido heroicamente a los enfermos en los días de la epidemia. 1854-55; había dado tantas veces su manteo y su colchón a los pobres ateridos de frío, no excluidos los anticlericales; había instituido para la beneficencia la Cofradía de la Misericordia y la Conferencia de San Vicente; su vida había sido una cadena de heroica caridad.

La venerable figura del párroco. recorriendo las calles a socorrer a los pobres o a asistir a los enfermos, se había grabado hondamente en los miembros del Consejo Comunal y en atención a su obra asistencial, declaraban en sesión plenaria, después de su muerte: "Que el padre Pucci, no ocupándose nunca de política, dejó esta misión a quien pertenecía, siendo así ejemplo de cómo se debería comportar el clero en la convivencia social".

El "Curatino" había conquistado de veras el amor de su pueblo. Los hechos de celo y de caridad se sucedían día a día. De sus obras asistenciales merece destacarse la Colonia Marina, que organizó para hijos de obreros, la primera en Italia, superando así con su acción su ideología social, enmarcada en el "paternalismo" propio de la época y paralela al título que el pueblo le dio de "Padre de los pobres".

Su temple de santo se acendraba en la vida religiosa. Elegido superior de la casa de Viareggio en 1859, fue reelegido, contra toda costumbre, continuamente, llegando a ser en 1883 Superior Provincial en toda la Toscana. Pero su personalidad de párroco modelo absorbe la de religioso observante.

San Antonio Pucci murió el 14 de enero de 1892, a los setenta y tres años de edad. Su muerte causó gran consternación den Viareggio. Su tumba fue honrada por Dios con algunas curaciones. Fue beatificado sesenta años después de su muerte por Pío XII, en 1952 y canonizado el 9 de Diciembre de 1962 por Juan XXIII.

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Por: P. Joan Antoni Mateo Garcia | Fuente: InfoCatolica.com

Religiosa y Fundadora
del Instituto de Hermanas de la Sagrada Familia de Urgell

Martirologio Romano: En Talarn, Lleida, España, beata Ana María Janer Anglarill, virgen, fundadora del Instituto de Hermanas de la Sagrada Familia de Urgell, que se distinguió por su insigne caridad para con los heridos de las guerras carlistas. ( 1885)

Fecha de beatificación: 8 de octubre de 2011, durante el pontificado de Benedicto XVI

El día 11 de enero de 1885, en Talarn, histórica Villa situada junto a la Ciudad de Tremp, Ana María Janer Anglarill, poco antes de entregar su alma a Dios, expresó su último deseo de morir sobre el desnudo suelo como penitente por amor a Cristo. Culminaba así una trayectoria vital de probada santidad: de correspondencia fiel al Amor de Dios.

Ana María, había nacido el 18 de diciembre de 1800 en Cervera (Lérida). Entró como Hermana de la Caridad en el hospital de Cervera donde se entregó al cuidado de los enfermos y a la educación de las niñas, en momentos especialmente difíciles marcados por las llamadas guerras carlistas y civiles que ensangrentaron la historia de España en el siglo XIX. En 1836 el gobierno liberal decretó la supresión de las órdenes religiosas, la confiscación de los bienes eclesiásticos y la expulsión de las comunidades religiosas de las obras sociales y educativas que hasta entonces sostenían. Nuestra historia es rica en tropelías de éste género.

Acabada la guerra Ana María conoció el exilio en Francia hasta 1844. En 1849 Ana María se ofrece como voluntaria para trabajar como Hermana en la institución de caridad en la casa de Misericordia de Cervera. Durante diez años atendió amorosamente a los huérfanos de aquella casa, a los niños de familias muy pobres, a los jóvenes discapacitados sin esperanza y a los ancianos. En su entrega hacía realidad esta presencia constante de la Iglesia de Jesucristo en la vida de los más pobres.

El gran obispo de Urgell que fue Josep Caixal llamó a Ana María en 1858 para hacerse cargo de la dirección del hospital de la Seu d’Urgell. Allí fundará un año más tarde su propio Instituto y en 1860 recibe la aprobación diocesana del nuevo Instituto dedicado a la asistencia de pobres y enfermos y a la enseñanza de la infancia y de la juventud marginada. Ana María, en una actividad incansable, fundó colegios, hospitales y casa de caridad en las diócesis de Urgell, Solsona y Barcelona.

El período revolucionario comprendido entre 1868 y 1875 representó un duro golpe para las obras de Ana María. Entre 1874 y 1880 afrontó también Ana María otro tipo de luchas y pruebas en las que manifestó su gran sentido de Iglesia, su silencio y obediencia. En 1879, Mons. Casañas, nuevo Obispo de Urgell y posteriormente creado Cardenal, reorganizó la vida del Instituto de Ana María y ésta, a sus ochenta años, en merecido reconocimiento, es nombrada primera superiora general. Pasa sus últimos años en la casa de Talarn siendo ejemplo de luminosa caridad.

La madre Janer tenía un amor especial por la cruz. Mirar a Cristo crucificado se convirtió para ella en un aliciente que le permitía ser signo y testimonio claro de aquel que nos amó primero, de aquél que nos ama hasta dar la vida. Ana María murió el 11 de enero de 1885 y pidió morir en el suelo como penitente por amor a Cristo "que por mí expiró clavado en la cruz", dijo la beata.

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Por: . | Fuente: misa_tridentina.t35.com

Obispo

Martirologio Romano: En Forlí, ciudad de la región de Venecia, san Paulino, obispo de Aquileya, que se esforzó en convertir a los ávaros y a los eslovenos, y presentó al rey Carlomagno un poema insigne sobre la Regla de la fe (804).
Uno de los más ilustres y santos prelados de los siglos VIII y IX fue Paulino de Aquileya, quien parece haber nacido hacia el año 726, en una granja cerca de Friuli. Su familia vivía del laboreo de la granja, y el joven Paulino pasaba buena parte de su tiempo en los trabajos del campo. Sin embargo, lograba reservar algunas horas al estudio, y con los años llegó a ser un famoso gramático. Carlomagno le llamó, en una carta, Maestro de Gramática y Muy Venerable. Estos epítetos nos hacen suponer que Paulino era ya sacerdote. El mismo monarca, en reconocimiento de los méritos de Paulino, le regaló ciertas posesiones en su país. Parece que hacia el año 776, Paulino fue elevado contra su voluntad a la sede del Patriarcado de Aquileya. En dicha Iglesia se dejaron sentir los benéficos efectos de su celo, piedad e inteligencia. Carlomagno le pidió que asistiera a todos los grandes concilios de su tiempo, por remotos que fuesen los sitios en que se reunían, y el propio santo reunió un sínodo en Friuli, en 791 o 796, contra los errores que se iban propagando sobre el misterio de la Encarnación.

El más grave de esos errores era la herejía adopcionista: Félix, obispo de Urgel de Cataluña, profesaba que Cristo, en cuanto hombre, era simplemente hijo adoptivo de Dios. San Paulino escribió contra él una refutación que remitió a Carlomagno. El santo prelado no se ocupaba menos de la conversión de los paganos, que de la supresión de los errores, y predicó incansablemente el Evangelio a los idólatras de Carintia y Estiria que no habían abandonado la superstición. Al mismo tiempo, la conquista de los avaros por Pipino había abierto un nuevo campo al celo del obispo. Muchos de los avaros, evangelizados por los misioneros enviados por San Paulino y los obispos de Salzburgo, abrazaron la fe. El santo se oponía con todas sus fuerzas a que los bárbaros fuesen bautizados antes de haber sido suficientemente instruidos en la fe, y en general al abuso, tan común en aquellos tiempos, de imponérsela.

Cuando el duque de Friuli fue nombrado gobernador de las tribus de los hunos, a las que había recientemente conquistado, San Paulino escribió para él una excelente «Exhortación», en la que urgía a buscar la perfección cristiana, le daba reglas sobre la práctica de la penitencia y remedios contra los diferentes vicios, especialmente contra el orgullo; le instruía además sobre el deseo de agradar a Dios en todas las acciones, sobre la oración y las disposiciones esenciales para ella, sobre la comunión, el cuidado de evitar las malas compañías y algunos otros puntos. El libro termina con una hermosa oración y la promesa del santo de pedir por la salvación del buen duque.

Las ardientes súplicas de San Paulino atraían constantes bendiciones del cielo sobre las almas que le habían sido confiadas. Alcuino le rogó que no se olvidase de implorar para él la divina misericordia, cada vez que ofreciera el santo sacrificio del altar. La vida de Paulino terminó con una santa muerte, el 11 de enero de 804.

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Presbítero y Mártir

Martirologio Romano:En Gdansk, ciudad de Polonia, beato Francisco (Franciszek) Rogaczewski, presbítero y mártir, que fue fusilado durante la ocupación de Polonia por un régimen contrario a Dios (1940).

Fecha de beatificación: 13 de junio de 1999 por el Papa Juan Pablo II.

Nació en Lipanki en 1892 y fue martirizado durante la ocupación nazi.

Fue asignado a la Parroquia Cristo Rey de la diocesis de Gdansk. Era un pastor estimado muy buscado como confesor.

Lo arrestaron por ser sacerdote católico el 1º de septiembre de 1939, debiendo sufrir prolongadas torturas, hasta que fue finalmente fusilado el 11 de enero de 1940.

Forma parte de los 108 mártires polacos de la Segunda Guerra Mundial beatificados por el Papa Juan Pablo II, en 1999.

Para ver más sobre los 108 mártires Polacos durante la segunda guerra mundial haz "click" AQUI

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Por: . | Fuente: Enciclopedia Católica

XXXII Papa

Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio de Calixto, en la vía Apia, san Melquíades, papa, oriundo de África, que conoció la paz concedida por el emperador Constantino a la Iglesia, pero víctima de los ataques de los donatistas, se distinguió por sus esfuerzos encaminados a obtener la concordia (314).

Observación: En el antiguo martirologio se lo recordaba el 10 de diciembre

Breve Biografía

Se desconoce la fecha de su nacimiento; fue elegido Papa en el 310 ó 311; murió el 10 u 11 de enero de 314. Después del destierro del Papa San Eusebio, la Sede de Roma estuvo vacante por un tiempo, probablemente a causa de las complicaciones surgidas debido a los apóstatas (lapsi), y que no fueron resueltas por el exilio de Eusebio y Heraclio. El 2 de julio del 310 ó 311, Melquíades (su nombre también se escribe Milcíades), nativo de África, fue elevado al pontificado. Existe incertidumbre en cuanto al año exacto, puesto que el Catálogo Liberiano de Papas (Duchesne, “Liber Pontificalis”, I, 9) da el 2 de julio de 311 como la fecha de la consagración del nuevo Papa (ex die VI non. iul. a cons. Maximiliano VIII solo, quod fuit mense septembri Volusiano et Rufino); pero en contradicción a esto se dice que la muerte del Papa ocurrió el 2 de enero del 314, y que la duración del pontificado son tres años, seis meses y ocho días; posiblemente debido al error de un escribano, debería decir «ann. II» en lugar de «ann. III»; y, por lo tanto, el año de su elevación al papado fue muy probablemente en el 311. Cerca de este tiempo (el 311 ó 310), un edicto de tolerancia firmado por los emperadores Galerio, Licinio y Constantino puso fin a la gran persecución de los cristianos, y se les permitió vivir como tales y asimismo reconstruir sus lugares de culto religioso (Eusebio de Cesarea, Hist. Eccl., VIII.17; Lactancio, Cómo murieron los perseguidores, 34). Sólo en aquellos países de Oriente que estaban bajo el dominio de Maximino Daia continuó la persecución de los cristianos. El emperador le dio ahora al Papa Melquíades en Roma el derecho a que se le restituyeran, por mediación del prefecto de la ciudad, todas las edificaciones eclesiásticas y posesiones que habían sido confiscadas durante las persecuciones. El Papa ordenó a los dos diáconos romanos, Strato y Casiano, que discutieran el asunto con el prefecto, y que tomaran posesión de las propiedades eclesiásticas (Agustín, Breviculus collationis cum Donatistis, III, 34); así fue posible una sólida reorganización de la administración eclesiástica y de la vida religiosa de los cristianos en Roma.

Melquíades hizo que los restos de su predecesor, Eusebio, fueran regresados de Sicilia a Roma y los mandó enterrar en una cripta en las catacumbas de San Calixto. El siguiente año, el Papa atestiguó el triunfo final de la Cruz con la derrota de Marco Aurelio Maxentio y la entrada a Roma del emperador Constantino (ahora converso al cristianismo), tras la victoria en el Puente Milviano (27 de octubre de 312). Después, el emperador obsequió a la Iglesia Romana con el Palacio de Letrán, el cual entonces se convirtió en la residencia del Papa y, consecuentemente, también en la sede de la administración central de la Iglesia Romana. La basílica contigua al palacio, o que fue construida allí después, se convirtió en la iglesia principal de Roma. En el 313, los donatistas vinieron a Constantino con la petición de que nombrara a obispos de Galia como jueces en la controversia del episcopado africano respecto a la consagración en Cartago de los dos obispos, Cæciliano y Mayorino. Constantino escribió sobre esto a Melquíades, y también a Marco, pidiéndole al Papa, junto con tres obispos de Galia, que diera una audiencia en Roma a Cæciliano y su oponente, y que resolviera el caso. El 2 de octubre de 313, se reunieron en el Palacio Lateranense, bajo la presidencia de Melquíades, un sínodo de dieciocho obispos de Galia e Italia, que, después de considerar meticulosamente la controversia donatista por tres días, decidieron a favor de Cæciliano, cuya elección y consagración como obispo de Cartago fue declarada legítima. En la biografía de Melquíades, en el Liber Pontificalis, se dice que en aquellos tiempos se encontraban los maniqueos en Roma; esto es muy posible, ya que el maniqueísmo comenzó a difundirse en Occidente en el siglo IV. La misma fuente atribuye a este Papa un decreto que prohibía terminantemente que los cristianos ayunaran los domingos o los jueves, «porque estos días eran guardados por los paganos como ayuno sagrado». Esta razón es sorprendente; es muy probable que salga del autor del “Liber Pontificalis”, quien con este supuesto decreto remonta una costumbre romana de su tiempo a una ordenanza de Melquíades. El “Liber Pontificalis” es, probablemente, no menos arbitrario al atribuir a este Papa el mérito de un decreto que indicaba que la Oblación consagrada por el Papa en una Misa solemne (refiriéndose al Pan Eucarístico) debía ser llevada a diferentes iglesias en Roma. Tal costumbre ciertamente existió en Roma (Duchesne, Culto cristiano, Londres, 1905, 185); pero no hay nada definitivo que muestre que haya sido introducida por Melquíades, como afirma el “Liber Pontificalis”.

Tras su muerte, el 10 u 11 de enero (el Catálogo Liberiano la registra como III id. jan.; el “Depositio Episcoporum” como IIII id. jan.), de 314, Melquíades fue sepultado en la catacumba de san Calixto y fue venerado como santo. De Rossi lo considera como altamente probable esta localización de la cripta de este Papa (Roma Sotterranea, II, 188 sq.).

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

Nota: En el actual Martirologio Romano se lo recuerda el 10 de enero, pero por tradición en muchos santorales y diócesis se lo recuerda el 10 de diciembre.

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Por: . | Fuente: Vatican.va

Fundadora de la Congregación
de Oblatas de San Francisco de Sales

Nació en Sézanne (Francia), departamento del Marne, el 16 de septiembre de 1844. Fue bautizada al día siguiente de su nacimiento con el nombre de Leonia. Frecuentó las primeras clases elementales en su pueblo natal; después, sus padres la llevaron al monasterio de la Visitación de Troyes pues, aunque practicaban poco, eran honrados comerciantes que deseaban para su hija una buena educación cristiana.

Su vida estuvo marcada por tres etapas fundamentales: el período de formación en el monasterio de la Visitación de Troyes, capital de Champagne; el encuentro con el p. Louis Brisson, futuro fundador de los Oblatos de San Francisco de Sales; y la aplicación de las leyes subversivas contra los institutos religiosos en Francia a finales de siglo.

Leonia permaneció en el monasterio de la Visitación hasta la edad de 16 años. Ya entonces manifestó a la superiora su deseo de hacerse religiosa, pero ella le respondió: "Aquello para lo que Dios te tiene destinada no está aún preparado; déjale actuar y haz siempre la voluntad divina".
Cuando salió del monasterio, su padre había dispuesto para ella un matrimonio con un rico y distinguido señor del lugar, pero Leonia pensaba ya en la vocación religiosa y no quiso acceder a los deseos de su padre. A la edad de 21 años, en 1865, visitó un establecimiento industrial de Sézanne y surgió en ella el deseo de atender a las obreras. Entretanto, el p. Louis Brisson, que había sido capellán de la Visitación cuando ella estaba interna allí, dado su incansable celo por la protección y la formación religiosa de las jóvenes obreras que venían de los campos y estaban expuestas a los peligros más graves, había fundado en el año 1858 las "Obras para las trabajadoras jóvenes", poniéndolas bajo la protección de san Francisco de Sales: proporcionaban a las jóvenes locales seguros, comida y la asistencia de almas buenas y generosas, pero les hacía falta también la formación humana y la educación religiosa.

En 1866 Leonia pidió regresar a la Visitación para pedir luz al Señor, antes de tomar una decisión definitiva sobre su vocación. Entonces conoció la obra de asistencia a las jóvenes que había comenzado el p. Brisson, el cual estaba pensando en fundar una congregación de religiosas. Compartió inmediatamente el proyecto del padre. El 30 de octubre de 1868 Leonia vistió el hábito religioso, junto con otra antigua compañera del internado, y tomó el nombre de Francisca de Sales.

El 11 de octubre de 1871 emitió los votos religiosos, junto con su primera compañera, iniciando así la congregación de Oblatas de San Francisco de Sales. Otras jóvenes se unieron a ellas, pero la ocupación alemana de 1870 retardó su profesión religiosa. Se multiplicaron los patronatos y casas-familia; las jóvenes recibían, junto con la formación religiosa, la educación práctica que las preparaba para su vida futura de madres de familia. La madre Francisca de Sales, que fue la primera superiora general, se hizo obrera entre las obreras; les ayudó a disfrutar del trabajo bien realizado, aunque la ganancia fuera mínima; las jóvenes trabajadoras comprendían la dignidad del trabajo, como algo que viene de Dios e instrumento de caridad, porque permite ayudar a las compañeras que están necesitadas. De ahí nació una competición de solidaridad humana.

Después de haber consolidado las obras en Troyes, fue a París y organizó allí un internado para jóvenes de posición social acomodada. Obtuvo con la alta sociedad parisina el mismo éxito que había tenido con las obreras. Ocho años más tarde regresó a Troyes, donde estuvo otros 15 años, cuatro de ellos como una religiosa más, y en los que tuvo que soportar la hostilidad de algunos miembros de su comunidad. En 1893 fue elegida nuevamente superiora general, cargo que ejerció hasta su muerte. Envió religiosas a las misiones de Sudáfrica y de Ecuador. El instituto se extendió también por Suiza, Austria, Inglaterra e Italia. En 1903 entraron en vigor en Francia las leyes subversivas, que decretaron la expropiación de los bienes de las congregaciones religiosas: se cerraron 23 casas bien organizadas y 6 de apoyo a los padres oblatos. La madre Francisca de Sales y su consejo se refugiaron en Italia y desde allí perfeccionaron la organización de la congregación y sostuvieron a las religiosas con cartas y visitas.

Su última gran prueba fue la muerte del p. Brisson, acaecida en su pueblo natal de Plancy el 2 de febrero de 1908. En sus últimos seis años de vida veló celosamente por la redacción definitiva de las Constituciones, que fueron aprobadas por el Papa Pío X en 1911. Falleció a la edad de 69 años, en Perusa (Italia), el 10 de enero de 1914.

El Papa Juan Pablo II la beatificó el 27 de Septiembre de 1992 y él mismo la canonizó el 25 de Noviembre de 2001.

Reproducido con autorización de Vatican.va

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Por: . | Fuente: ElTestigofiel.org

Obispo

Martirologio Romano: En la ciudad de Nisa, en la región de Capadocia, san Gregorio, obispo, hermano de san Basilio el Grande, admirable por su vida y doctrina, que, por haber confesado la recta fe, fue expulsado de su sede por el emperador arriano Valente (c. 394).
San Gregorio de Nisa (o Nissa), a quien el séptimo Concilio ecuménico y segundo de Nicea llamaron «Padre de los Padres», era hermano de los santos Basilio el Grande, Pedro de Sebaste y de Macrina e hijo de los santos Basilio y Emelia; esta última era, a su vez, hija de un mártir. Gregorio nació en Cesárea de Capadocia. Probablemente quedó huérfano muy pronto, pues sus hermanos mayores Basilio y Macrina, se encargaron de su educación. En una carta a su hermano menor, Pedro, san Gregorio nombra a Basilio «nuestro hermano y maestro». La veneración que tenía por él duró toda la vida. Terminada su excelente preparación en las letras sagradas y profanas, Gregorio tomó el oficio de retórico y se casó con una joven llamada Teosebeia. Cuando era ya lector en la Iglesia, aceptó el puesto de profesor de retórica, disciplina en la que era muy versado. Gregorio no encontró el cargo muy de su gusto, pues sus alumnos se interesaban más en las glorias militares, que en las académicas. San Gregorio de Nazianzo le escribió una dura carta, en la que le exhortaba a renunciar a «ese infame honor». La carta tuvo el efecto apetecido. Gregorio volvió al servicio de la Iglesia y fue ordenado sacerdote. Algunos autores llegan a decir que dejó de vivir con su esposa, pero la afirmación carece de fundamento. En aquella época, el celibato sacerdotal no era de precepto ni siquiera en la Iglesia de occidente; en todo caso, no sabemos con certeza si Teosebeia siguió viviendo con san Gregorio o si entró en el convento de santa Macrina. San Gregorio de Nazianzo, que profesaba el mayor respeto a Teosebeia, la llamaba su «santa y bendita hermana» y en el panegírico que pronunció a su muerte, la califica de «gloria de la Iglesia y bendición de nuestra generación».

Según parece, san Gregorio pasó sus primeros años de sacerdocio en el retiro, tal vez en Iris del Ponto. Entre tanto, su hermano Basilio, que era obispo de Cesárea, tenía que hacer frente a la herejía y a la oposición; entre sus enemigos se contaba su propio tío, Gregorio, obispo del Ponto. Esta división en el seno de la familia escandalizó profundamente al joven Gregorio, el cual, con la intención de hacer la paz, falsificó una carta de reconciliación de su tío a su hermano. Naturalmente el fraude se descubrió pronto; san Basilio reprendió a su hermano, por más que el incidente no dejó de divertirle un tanto.

Parece que san Basilio fue quien sugirió el nombre de su hermano para que ocupase la sede de Nisa en 372, pues su política consistía en hacer nombrar prelados ortodoxos en las regiones cercanas a su diócesis para combatir eficazmente la herejía. Así pues, el mismo san Basilio consagró a su hermano, muy contra la voluntad de éste, como obispo de la sede en los confines de la Baja Armenia. Las dificultades empezaron a surgir cuando san Gregorio llegó a Nisa. La ciudad estaba llena de arrianos y uno de los miembros de la corte del emperador había tratado de hacer que se nombrara obispo de la diócesis a un amigo suyo. A pesar de toda su buena voluntad, san Gregorio carecía de tacto y no tenía la menor noción de cómo se gobernaba una diócesis. Con la intención de ayudar a su hermano Basilio, convocó un sínodo de obispos de la provincia de Ancira; pero como Gregorio no supo manejar a los delegados, el sínodo hizo más mal que bien a su hermano. Nada tiene, pues, de extraño que Basilio se haya opuesto al nombramiento de san Gregorio como delegado ante el Papa san Dámaso, diciendo que carecía de experiencia en los asuntos eclesiásticos y era muy mal diplomático.

Apoyado por los arrianos, Demóstenes, gobernador del Ponto, convocó a una reunión, en la que un tal Filocarres acusó a san Gregorio de abuso de las propiedades de la Iglesia y de irregularidad en su elección episcopal. Este se dejó arrestar por los soldados, sin oponer resistencia, pero después consiguió escapar de la brutalidad de sus carceleros y refugiarse en sitio seguro. Sus enemigos alegaron que su fuga era la señal de su culpabilidad; pero san Basilio escribió una violenta carta para hacer notar que el tesorero de la Iglesia había declarado inocente a Gregorio. No obstante eso, un sínodo de obispos de Galacia y del Ponto depuso a san Gregorio, quien anduvo errante hasta el año 378, cuando el emperador Graciano arrojó de la sede al usurpador y llamó al desterrado. El pueblo le recibió con un gran júbilo, que poco después quedó empañado por la muerte de san Basilio y la de santa Macrina. San Gregorio presintió la muerte de su hermana y, la víspera, tuvo con ella una larga conversación, que más tarde relató en sus escritos.

A la muerte de san Basilio, la influencia de san Gregorio empezó a aumentar, lo mismo que su actividad; asistió al Concilio de Antioquía, convocado contra los errores de los melecianos; los obispos ahí reunidos le enviaron a Palestina y Arabia con la misión de poner fin a los desórdenes que la herejía meleciana había provocado. Para facilitar su trabajo, el emperador le concedió el libre uso de los caballos y carruajes del correo imperial. San Gregorio ocupó un sitio muy destacado en el Concilio ecuménico de Constantinopla, el año 381. Era considerado como «la columna de la Iglesia»; estar de su parte era estar con la ortodoxia. El Concilio, que había sido convocado por el emperador Teodosio, manifestó su conformidad con el credo de Nicea y combatió el arrianismo. La asamblea confió a san Gregorio una especie de derecho inquisitorial sobre el Ponto. Hacia el fin de su vida, el santo visitó nuevamente Palestina; los abusos de los peregrinos y la atmósfera herética que encontró allí le llevaron a la conclusión de que, en tales condiciones, las peregrinaciones no constituían una devoción recomendable. En una carta o tratado sobre las peregrinaciones a Jerusalén hace notar que éstas no constituyen un precepto evangélico y añade que él personalmente no había sacado ningún provecho de la visita a los Santos Lugares.

El emperador designó tres diócesis supremas en oriente: la de Gregorio de Nisa, la de Heladio de Cesárea y la de Otreyo de Mitilene. Este honor ganó a san Gregorio la envidia y mala voluntad de Heladio, quien se consideraba como obispo metropolitano y llevó a mal que otro prelado fuese su igual. En una de sus cartas, el santo describe la falta de cortesía con que Heladio le había tratado. Pero en Constantinopla era muy honrado y consultado. Ahí predicó las oraciones fúnebres de san Melecio de Antioquía, de la princesa Pulqueria y de la emperatriz Flaccila, así como un sermón con motivo de la entronización de san Gregorio de Nazianzo. Más tarde predicó también el sermón de la dedicación de la gran iglesia que el prefecto Rufino había erigido cerca de Calcedonia. Es cosa cierta que san Gregorio vivió hasta edad muy avanzada, pero ignoramos la fecha exacta de su muerte.

La veneración de que san Gregorio fue objeto durante su vida y después de su muerte, no tiene eco entre los escritores eclesiásticos modernos, quienes ven en él menos al enemigo del arrianismo, que al causante principal de las cláusulas que el Concilio de Constantinopla insertó en el Credo de Nicea. En todo caso, debemos reconocer que san Gregorio ejerció una gran influencia sobre el segundo Concilio ecuménico y que su ortodoxia es indiscutible. Pero hay que admitir igualmente que se inclinaba a la doctrina universalista, donde se sostiene que todas las cosas serán restauradas en Cristo al fin del mundo. Los escritos del santo demuestran que conocía a fondo a los filósofos paganos. San Gregorio utilizó a Platón, de la misma manera que los escolásticos usaron a Aristóteles. La influencia de Orígenes se deja sentir en sus escritos para los que adoptó, en gran parte, las interpretaciones alegóricas de la Sagrada Escritura. Sus obras literarias, admirables por la elegancia del lenguaje, ofrecen una síntesis exacta de la fe cristiana y son particularmente interesantes por la mezcla de ideas ordinarias con especulaciones místicas y poéticas muy complicadas. Entre las numerosas obras del santo, se destacan el «Discurso Catequético» o instrucción sobre le fe, dos libros contra Eunomio y Apolinar, que constituyen una fuente muy importante para el estudio de las doctrinas de esos dos herejes y muchos comentarios sobre la Sagrada Escritura. Entre las obras ascéticas, hay que mencionar el libro sobre la virginidad, muchos sermones sobre la vida y la conducta del cristiano, así como numerosos panegíricos. Uno de éstos narra la vida y la muerte de santa Macrina; otro, la de tres damas de Jerusalén y un tercero describe en forma muy moderna las bellezas de una «villa» en Galacia donde estuvo san Gregorio. Tanto san Gregorio como san Basilio poseían un sentido de las bellezas naturales que se encuentra muy de cuando en cuando entre los escritores de los primeros siglos.

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Mártires

Martirologio Romano: En Antinoe, de la Tebaida (hoy Egipto), santos Julián y Basilisa, mártires (s. IV).

Etimología: Julián = Aquel que pertenece a la familia Julia, es de origen latino.

Mártir en Antince (Egipto); a menudo se le confunde con San Julián de Anazarba, situándole por este motivo en Antioquía, de Siria. Martirizado durante la persecución de Diocleciano y Maximiano a finales del siglo III. - Fiesta: 9 de enero.

Julián es el paradigma de la castidad cristiana. En nuestro tiempo de materialismo, cuando el concepto de la castidad va decayendo visiblemente, la imagen de San Julián y de su esposa Santa Basilisa resaltan con maravillosos fulgores. San Julián es uno de los esclarecidos héroes del cristianismo.

Hijo único de una noble y rica familia, profundamente educado en la religión cristiana, tenía hecho voto de castidad cuando al cumplir los dieciocho años de edad sus padres se empeñaron en que contrajese matrimonio con una joven de igual nobleza, llamada Basilisa. Temeroso el virtuoso muchacho de faltar a su voto, pero sintiendo también desobedecer a sus padres, acude al Señor con la oración y el ayuno. Y dice la tradición que por celestial revelación le fue dado a conocer que con su esposa podría guardar la anhelada virginidad. Julián y Basilisa son milagrosamente arrastrados hacia el amor virginal; apareciéndoseles Nuestro Señor Jesucristo, que aprueba su determinación de conservarse castos. Desde aquel día consagran plenamente sus vidas a los demás. Reparten sus bienes entre los pobres y se retiran a vivir en dos casas situadas en las afueras de la ciudad que convierten en monasterios. A la de Julián acuden hombres de todas las clases sociales, para que les guíe con sus prudentes y santos consejos. A la de Basilisa una multitud de muchachas que, edificadas con el ejemplo de su virtud, muchas de ellas abrazan la vida religiosa viviendo en santa paz bajo su dirección. Muy pronto la fama de ambos esposos se extenderá por todo el Imperio.

Suscitada en aquel tiempo la persecución de Diocleciano y Maximiano contra el Cristianismo, se ordena apresar y encarcelar a Julián y a cuantos con él residen en su apacible monasterio.

San Julián profesa con gran valentía ante el tirano su fe en Cristo Jesús. Hay expectación en la gente cuando Marciano, el juez, increpa con solemnidad a Julián: "Adora a los dioses". "No hay más omnipotente que Dios, Nuestro Padre". "Obedece los decretos del emperador". "Jesucristo es mi único César". "¿Crees en un Crucificado?" "Él tiene escuadrones inmortales". "Marcharás a la muerte". "El emperador de Roma también es polvo y en polvo se convertirá". "¿Te ríes de nuestros dioses y de nuestro emperador? Ante los tormentos no habrá réplicas". Marciano, viéndose fracasado intenta cambiar de táctica para vencerle: "Tus padres, Julián, fueron nobles. Te daremos honores". "Desde el cielo me alientan a permanecer fiel a mi santa religión".

Lleno de confusión, el magistrado condena a Julián a morir degollado. Su gloriosa muerte arrastra hacia la fe en Cristo a muchos paganos, que admiran su firmeza. Y la proyección de su ejemplaridad se dilata a través de los siglos en la devoción de los fieles.

Basilisa murió en la paz del Señor, después de haber sido muy perseguida.


Esculturas de San Julián y Santa Basilisa procedentes de la desaparecida iglesia del mismo nombre, en Valladolid.
En la actualidad están en la parroquia de San Miguel y San Julián en Valladolid.

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Reclusa

Martirologio Romano:En Certaldo, lugar de la Toscana (hoy Italia), beata Julia de la Rena, de la Tercera Orden de San Agustín, que permaneció encerrada en una pequeña celda junto a la iglesia, en la que vivió sólo para Dios (1367).

Etimología: Julia = Nacida en el séptimo mes. Es de origen latino

Fecha de beatificación: 1819 por el Papa Pío VII.

Nace en Toscana (Italia), no distante de Certaldo, en torno al año1320, de padres de nobles venidos a menos. Huérfana en su juventud, pasa al servicio de la familia Tinolfi, en la vecina ciudad de Florencia. Tras entrar en contacto con los agustinos y conocida su espiritualidad, sin contar veinte años de edad, solicita y recibe el hábito de agustina secular.

Sintiéndose llamada a una forma de vida más radical y austera, en plena flor de su existencia, decide abandonar la ciudad y recogerse en un lugar solitario. Vuelta a Certaldo se aloja en un pequeño local contiguo a la iglesia agustiniana de San Miguel y Santiago, en el cual hizo abrir dos minúsculas ventanas, una que miraba a la iglesia para en poder asistir a las sagradas funciones, y la otra hacia el exterior, por donde recibir el alimento que la piedad popular pudiera proporcionarla. Y una vez colocado sobre la pared un gran crucifijo, con solemnidad y en presencia de numeroso público entre devoto e incrédulo, desde el exterior un maestro albañil tapió la entrada.

Desde este momento ya nunca saldrá de su pequeño reclusorio. Como una emparedada, vivirá segregada del mundo por un período de aproximadamente treinta años, recorriendo hasta el fondo el largo camino de la ascética y de la mística. Penitencia y oración fueron sus ocupaciones cotidianas. De su manutención se encargaban los habitantes de Certaldo y sus alrededores. Tradiciones populares refieren que hasta los niños, privándose de alimentos y golosinas, corrían en su ayuda llevándole algo de comer, y que Julia, agradecida y sonriente, a cambio, hasta en invierno les obsequiaba con flores frescas. Nada más se sabe de esta intrépida mujer, a no ser la gran veneración hacia ella de sus conciudadanos por semejante vida de piedad vivida ante sus propios ojos.

Julia muere en torno a 1370. Su culto se inició inmediatamente después de su deceso, pues ya en 1372 consta la dedicación de un altar en la iglesia junto a la cual había transcurrido la mayor parte de su vida y donde al fallecer había sido sepultado su cuerpo. Desde 1506 la alcaldía corre con los gastos de la fiesta en honor de la beata, a cuyo favor varias veces fue atribuida la liberación de pestes y contagios en toda la comarca.

El culto ab immemorabili fue confirmado por Pío VII en 1819.

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Por: . | Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina02

Abad

Martirologio Romano: En la ciudad de Canterbury, en Inglaterra, san Adriano, abad, el cual, nacido en África, llegó a Inglaterra desde la ciudad de Nápoles, de la Campania, y muy preparado en ciencias eclesiásticas y civiles, educó egregiamente a gran número de discípulos (710).

Etimología: Adrián = Adriano = Aquel que viene del mar, es de origen latino.

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.

San Adrián había nacido en África. Era abad de Nérida, cerca de Nápoles, cuando el Papa San Vitaliano, a la muerte de San Adeodato, arzobispo de Canterbury, le escogió por su ciencia y virtud para instruir a la nación inglesa, aún joven en la fe. El humilde siervo de Dios trató de declinar la elección, recomendando a San Teodoro para el cargo, pero se mostró dispuesto a compartir los trabajos de la misión. El Papa accedió a sus súplicas y le nombró asistente y consejero del nuevo obispo, en lo cual San Adriano convino gustosamente.

San Teodoro le nombró abad del monasterio de San Pedro y San Pablo de Canterbury, que más tarde había de llamarse San Agustín, donde nuestro santo enseñó el griego, el latín, la ciencia de los Padres y, sobre todo, la virtud. Bajo Adrián y Teodoro, la influencia de la escuela monástica de Canterbury se extendió enormemente. San Aldelmo acudió a ella desde Wessex, Oftforo desde Whitby, y otros estudiantes desde Irlanda. Era una escuela de Derecho Romano y de Ciencias eclesiásticas. Beda refiere que los discípulos de San Adrián conocían bastante bien el griego y hablaban el latín como el inglés. San Adrián ilustró el país con su doctrina y el ejemplo de su vida, durante treinta y nueve años. Murió el 9 de enero del ano 710.

Goscelino de Canterbury nos ha dejado una narración muy interesante del descubrimiento de los restos de San Adrián, que se hallaban incorruptos y despedían una suave fragancia. Las recientes excavaciones confirman este relato.

La tumba de San Adrián se hizo famosa por los milagros en ella obrados, según nos dice Goscelino, citado por Guillermo de Malmesbury.

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Por: . | Fuente: www.bisbatlleida.org

Religioso y Mártir

Martirologio Romano: En diversos lugares de la diócesis de Lleida (Lérida), España, Beatos Mariano Alcalá Pérez y 18 compañeros de la Orden de la Bienaventurada Virgen de las Mercedes, asesinados por odio a la fe. ( 1936-37)

Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Fue un hombre de mala suerte. Claro que en términos humanos, porque para los creyentes todo es buena suerte, aunque no percibamos los porqués de los planes de Dios.

Nació en Arbucias, Gerona, el 26 de junio de 1874, de padres desconocidos. Cargó con el estigma de su nacimiento.

Estudió en el seminario diocesano de Gerona. Pero le tiraba el convento, y como conocía a los Mercedarios de San Ramón, pidió el ingreso en la Merced.

Y, adelantado en la carrera eclesiástica, fue referido a El Olivar, donde recibió el hábito el 19 de agosto de 1909, a las 8’15 de la tarde, de manos del padre Pascual Tomás y ante el padre Mariano Pina, contando treinta y cinco años, y previa la dispensa de nacimiento irregular. Emitió los votos el 8 de diciembre de 1910, ante los padres Pascual Tomás, Mariano Pina y Pedro Bolet. En el mismo cenobio continuó los estudios, hasta que el 25 de octubre de 1911 pasó a Lérida. El padre Jaime Monzón, que convivió con él en El Olivar, lo halló simple y humilde, dispuesto a los oficios más humildes y a dar clase con gran competencia cuando se le solicitaba. El padre Juan Parra ponderó su especialísima devoción a la Virgen María echándose de ver a las pocas palabras de conversación con él. De Ella hablaba con frecuencia, le componía y dedicaba versos, se le veía con frecuencia con su rosario entre las manos, y entre los libros de lectura solía escoger siempre los que trataban de la excelsa Madre y Señora nuestra.

Cursó tres años de latín, uno de retórica, tres de filosofía, tres de teología, con calificaciones de méritus y beneméritus. Pero, mala suerte, aunque llevaba brillantemente los estudios, y los tenía casi concluidos, lo encontraron deficiente de los ojos, y le cortaron el paso al anhelo de su vida, ser sacerdote. Del cuarto de teología (1900-1901) no fue examinado. La prueba fue sobrehumana, acató con humildad y entereza, pero con enorme amargura, la decisión de los superiores. Y se abandonó por completo, para toda la vida, en las manos de Dios con una paciencia perseverante e invicta, unida al silencio y la plena abnegación. Una pena, porque fray Mitjá era eminente. Lo sabía todo y en grado sumo, poseía un caudal nada común en los diferentes ramos del saber: dominaba el latín, el griego, el francés, amén del castellano y el catalán. Enseñó excelentemente gramática, retórica, aritmética, métrica y composición latinas. Tenía amplios conocimientos humanísticos y teológicos. Escribía poesías no mediocres…

No pudo ordenarse por visión deficiente, pero, de hermano lego, rindió como el mejor sacerdote en la docencia, pasando su vida entre Lérida y San Ramón, siempre al servicio de los colegios. En San Ramón para niños, en Lérida a todos los niveles, y hasta para los propios estudiantes mercedarios. Sus alumnos manifestarán que era un gran educador, por su corrección, sus sabios consejos y su caridad exquisita.

Dejándose mover sin resistencia, anduvo toda su vida religiosa entre ambos centros docentes. Lo hallamos, de hermano, en Lérida en 1915, 1917, 1919, 1920, cuando consta de un viaje a Barcelona. El 26 de septiembre de 1924 se localiza en San Ramón. El 27 de octubre de 1926 regresaba de San Ramón a Lérida. El 27 de junio de 1927 radicaba en San Ramón, lo mismo que el 24 de abril de 1929, mas en agosto de 1929 viajaba de Lérida a San Ramón. Desde Lérida se desplazó a Barcelona en agosto de 1930. El 9 de mayo de 1934 moraba en San Ramón.

Llegó el apocalíptico julio de 1936. El día, a las diez de la noche, a una con los demás conventuales, padres Antonio Gómez, Pedro Bolet, Amancio Marín, los hermanos Juan Sangrá y José Gascón tuvieron que abandonar su cenobio. Parecíamos -cuenta el padre Gómez- hombres que iban al destierro, ya que nuestro silencio y taciturnidad eran tales que parecía que habíamos perdido el uso de la palabra. Los seis religiosos acudieron a las familias que, ante el cariz político, anteriormente se les habían ofrecido.

Pero fray Mitjá afrontó la terrible situación con mucha entereza, estaba avezado a todo. Pero además, lo contaron sus hermanos de hábito, ansiaba ardientemente ser mártir. Se acogió de inmediato a casa del veterinario Emilio Más. Permaneció en este hogar unos diez o quince días, guardando un sistema de vida ejemplarísima, muy similar a la conventual; humilde, rezador, mariano entusiasta, muy reconocido a los favores. Cuidaba del niño pequeño, ayudaba en las faenas domésticas... Cuando no había qué hacer se empleaba en la meditación, la lectura espiritual, el rezo del rosario él solo y con la familia. No tenía miedo, ni se percataba del peligro; a mí –decía- no me harán daño. Iré pidiendo limosna como un mendigo y cuando acabe la guerra volveré aquí con luengas barbas y no me conocerán. El comité rojo supo del Fraile escondido, y conminó al señor más que lo echara de su casa, o se atuviera a las consecuencias. Enterado fray Mitjá, quiso irse de inmediato, y con gran dolor el buen samaritano sacó al religioso de su domicilio, encaminándolo hacia la vivienda de otro afecto de la comunidad en un pueblo próximo.

Anduvo vagando por los montes de Torá, mendigando por las masías.

Recaló en casa Gras, de Sellés, pidiendo limosna. Luego de identificarse, solicitó hospedaje para aquella noche, rezó el rosario con la familia, se entretuvo con los niños y se retiró. Se quedó por algunos días; porque era servicial y laborioso, se empleaba en enseñar las primeras letras a los pequeños de la familia y a otros dos vecinitos, colaborar en el hogar, rezar el rosario con sus protectores… admirando a todos por su bondad y humildad, su manera de rezar y de realizar las labores de la casa, manifestando gran entereza y mucho espíritu ante lo que se barruntaba. Pero el temor a perjudicarles, pues los rojos hacían registros sistemáticos, le motivó a internarse por el bosque. Retornó preguntando si había pasado el peligro, y se quedó segunda vez, volviendo a salir ante nueva amenaza.

Luego paró algunos días en casa Roure, aledaño de Su, y, siempre servicial y agradecido, realizó cuantas faenas se ofrecían y pintó el inmueble.

Luego moró, como unos dos meses, en casa Fornells, de Matamargó, y así mismo agradeció la acogida ayudando en los quehaceres domésticos y enseñando el catecismo a los niños; y, como en todos sus refugios, daba buen ejemplo y se comportaba como un santo. Porque había peligro de registros, se ausentó, volviendo de nuevo, hasta nuevo aviso de peligro. De aquí salió cuatro o seis días antes de su martirio.

Una patrulla del comité de Pinós, dirigida por su alcalde, lo encontró en las inmediaciones de casa Torrededía, cacheándolo le encontraron una navaja de afeitar y unas monedas de plata. Apercibidos de que era fraile o cura, alguno de la patrulla pretendió maltratarlo, pero el alcalde lo impidió, dejándole ir. Cenó en casa Torrededía, y el dueño lo acomodó en una choza de carboneros, distante como quinientos metros. A la mañana siguiente el señor de Torrededía oyó disparos. Lo presintió. Al cabo de una semana, en la primera quincena de enero de 1937, Francisco Oliva Comas, emboscado por estar igualmente perseguido, oyó grandes ladridos de perros, vio un bulto, pero no le prestó atención por el momento, mas retornando pudo ver un cadáver despedazado y medio comido. Volvió al día siguiente con otros emboscados y pudieron comprobar que era el fraile al que varias veces habían socorrido; dedujeron que había sido golpeado y arrojado desde una altura de como de treinta metros y que, medio muerto, se había arrastrado como veinte metros hasta expirar. Los perros le habían comido el cuello y parte de una pierna. Por otra parte José Rovira vio su cadáver en medio del torrente, bastante descompuesto; regresando al día siguiente con otros emboscados vieron junto al cadáver un paquete de ropa con algunas monedas dentro, con las que el padre Jaime Tristán, escondido en una cueva, aplicó misas por su alma. Gerardo Lladós, benedictino del Miracle, supo que a fray Mitjá lo había atrapado y abaleado el sanguinario Juan Pons, llamado el Sastre de los calzones.

Sus despojos aún quedaron en el barranco como dos meses. Cuando por autorización el juez de Pinós, José Oliva y Pedro Pons levantaron su cadáver, únicamente quedaba la cabeza, que fue enterrada en Matamargó. Allí sigue lo que pueda quedar de sus restos, porque nadie se ha cuidado de comprobarlo.

Tremenda vida, terrible final. Para los hombres una vida sin pena ni gloria. Pero cómo lo acogería su tan querida Madre de la Merced. Se parecía tanto a Ella este niño grande candoroso, sencillo, laborioso, que tenía tal mano con los pequeños…

Este grupo de mártires está integrado por:

1. MARIANO ALCALÁ PÉREZ, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 11 Mayo 1867 en Andorra, Teruel (España)
martirio: 15 Septiembre 1936 en Andorra, Teruel (España)

2. TOMÁS CARBONELL MIQUEL, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 20 Diciembre 1888 en Jijona, Alicante (España)
martirio: 25 Julio 1936 en Lleida (España)

3. FRANCISCO GARGALLO GASCÓN, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 24 Febrero 1872 en Castellote, Teruel (España)
martirio: 07 Agosto 1936 en Muniesa, Teruel (España)

4. MANUEL SANCHO AGUILAR, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 16 Enero 1874 en Castellote, Teruel (España)
martirio: 07 Agosto 1936 en Muniesa, Teruel (España)

5. MARIANO PINA TURÓN, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 13 Atril 1867 en Híjar, Teruel (España)
martirio: 08 Agosto 1936 en Muniesa, Teruel (España)

6. PEDRO ESTEBAN HERNÁNDEZ, religioso mercedario profeso
nacimiento: 27 Julo 1869 en Híjar, Teruel (España)
martirio: 01 Septiembre 1936 en "Mas de los Sidricos", Híjar, Teruel (España)

7. ANTONIO LAHOZ GAN, religioso mercedario profeso
nacimiento: 22 Octubre 1858 en Híjar, Teruel (España)
martirio: 01 Septiembre 1936 en "Mas de los Sidricos", Híjar, Teruel (España)

8. JOSÉ TRALLERO LOU, religioso mercedario profeso
nacimiento: 28 Diciembre 1903 en Oliete, Teruel (España)
martirio: 05 Agosto 1936 en "Barranco del Agua", Estercurel, Teruel (España)

9. JAIME CODINA CASELLAS, religioso mercedario profeso
nacimiento: 03 Mayo 1901 en Aguilar de Segarra, Barcelona (España)
martirio: 05 Agosto 1936 en "Barranco del Agua", Estercurel, Teruel (España)

10. JOSEP REÑÉ PRENAFETA, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 15 June 1903 en Lleida (España)
martirio: 16 Agosto 1936 en Barcelona (España)

11. ANTONIO GONZÁLEZ PENÍN, religioso mercedario profeso
nacimiento: 01 Marzo 1864 en San Salvador de Rabal, Celanova, Orense (España)
martirio: 10 Agosto 1936 en Barcelona (España)

12. TOMÁS CAMPO MARÍN, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 23 Enero 1879 en Mahamud, Burgos (España)
martirio: 20 Agosto 1936 en Lleida (España)

13. FRANCESC LLAGOSTERA BONET, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 30 Agosto 1883 en Valls, Tarragona (España)
martirio: 20 Agosto 1936 en Lleida (España)

14. SERAPIO SANZ IRANZO, religioso mercedario profeso
nacimiento: 01 Octubre 1879 en Muniesa, Teruel (España)
martirio: 20 Agosto 1936 en Lleida (España)

15. ENRIC MORANTE CHIC, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 23 Septiembre 1896 en Lleida (España)
martirio: 25 Julio 1936 en Lleida (España)

16. JESÚS EDUARD MASSANET FLAQUER, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 16 Enero1899 en Capdepera, Islas Baleares (España)
martirio: 25 Julo 1936 en Lleida (España)

17. AMANCIO MARÍN MÍNGUEZ, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 26 Marzo 1908 en Celada del Camino, Burgos (España)
martirio: 26 Julo 1936 en Binéfar, Huesca (España)

18. LORENZO MORENO NICOLÁS, sacerdote mercedario profeso
nacimiento: 24 Marzo 1899 en Lorca, Murcia (España)
martirio: 03 Noviembre 1936 en Lorca, Murcia (España)

19. FRANCESC MITJÁ i MITJÁ, religioso mercedario profeso
nacimiento: 26 June 1864 en Arbucias, Girona (España)
martirio: Enero 1937 en Ivorra, Lleida (España)

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Por: . | Fuente: ACIprensa.com

Obispo

Martirologio Romano: En la ciudad de Venecia (hoy Italia), san Lorenzo Giustiniani, obispo, que ilustró a esta Iglesia con su doctrina de sabiduría eterna (1456).

Fecha de canonización: 16 de octubre de 1690 por el Papa Alejandro VIII.


San Lorenzo nació en Venecia en 1381, y desde niño abrigó el deseo de ser santo. Cuando tenía diecinueve años sintió el llamado de Dios para consagrarse de manera especial a su servicio, y por revelación divina se entregó enteramente a la búsqueda de la ciencia y el amor de Dios. La fuerza de su resolución para seguir el tortuoso camino de la cruz quedó demostrada en la rigurosa severidad con que trataba a su cuerpo y la constante dedicación de su mente a los asuntos de la religión.

En 1406, el santo recibió la ordenación sacerdotal. El fruto de su espíritu de plegaria y penitencia fue el conocimiento profundo de las cosas espirituales y los caminos interiores de la virtud, así como una gran destreza y una enorme prudencia en la dirección de las almas. Poco después de su ordenación fue nombrado preboste de San Jorge y, para instruir a sus discípulos, sólo trataba de inculcarles la más sincera humildad.

En 1433, el Papa Eugenio IV nombró a San Lorenzo para la sede arzobispal de Castello, una diócesis que incluía parte de Venecia. Lo mismo como religioso que como prelado, fue admirable su piedad sincera hacia Dios y la grandeza de su caridad hacia los pobres.

San Lorenzo dejó algunos escritos ascéticos muy valiosos; tenía setenta y cuatro años cuando escribió su último trabajo, titulado "Los Grados de Perfección".

San Lorenzo falleció el 8 de enero de 1455, pero su recordación litúrgica se celebra el 5 de septiembre, día en el que recibió su consagración episcopal. Fue canonizado en 1690.

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Por: . | Fuente: Vatican.va

Terciaria Franciscana

Martirologio Romano: Cerca de Vicenza, Italia, beata Eurosia Fabris, madre de familia y miembro de la Orden Franciscana Seglar (1932).

Fecha de beatificación: 6 de Noviembre de 2005 por el Papa Benedicto XVI.

Nació en Quinto Vicentino, pequeña localidad situada cerca de la ciudad de Vicenza (Italia), el 27 de septiembre de 1866; sus padres eran campesinos.

En 1870 la familia se trasladó a Marola, otro pueblo de la provincia de Vicenza, donde Eurosia pasó toda su vida. Sólo pudo ir dos años a la escuela, entre 1872 y 1874, pues tuvo que ayudar a su padre en los trabajos del campo y a su madre en los quehaceres domésticos. En la escuela aprendió al menos a leer y escribir. Eso le permitió leer la sagrada Escritura y algunos textos de contenido religioso, como el Catecismo y la historia sagrada.

Ayudaba a su madre en el oficio de costurera, en el que llegó a ser experta. Dotada de grandes cualidades humanas y religiosas, siempre estuvo atenta a las exigencias de su familia.

A los doce años recibió la primera Comunión. Desde ese día comulgaba en todas las fiestas religiosas, pues en ese tiempo no estaba permitida la Comunión diaria.

Se inscribió en la asociación de Hijas de María, en la parroquia de Marola. Asistía con asiduidad a las reuniones periódicas del grupo y cumplía sus estatutos con diligencia.

Cultivó una ferviente devoción al Espíritu Santo, a Cristo crucificado, a la Virgen María y a las almas del Purgatorio. Su amor a María se vio favorecido por la cercanía del santuario de la Virgen de Monte Berico, que se divisaba desde su pueblo.

Fue apóstol en su familia, entre sus amigas y en la parroquia; enseñaba el catecismo a las niñas y a las adolescentes que acudían a su casa para aprender el arte del corte y confección.

A los dieciocho años era una joven responsable, piadosa y laboriosa. Estas virtudes y su belleza no pasaron desapercibidas, y recibió varias propuestas de matrimonio, que no tomó en consideración.

En 1885 vivió una dolorosa experiencia que marcó su vida: una vecina, joven esposa, murió dejando tres hijas muy pequeñas, la primera de las cuales murió poco después; la segunda tenía veinte meses y, la tercera, cuatro. Con Carlos, el padre de las dos huérfanas, vivían un tío y el abuelo, enfermo crónico: tres hombres de carácter diverso y a menudo en conflicto entre sí.

Durante seis meses, Eurosia acudía todas las mañanas para cuidar de las niñas y arreglar la casa. Luego, siguiendo el consejo de los parientes y del párroco, después de orar intensamente, aceptó casarse con Carlos, aunque era consciente de los sacrificios que debería afrontar. Consideró ese matrimonio como voluntad de Dios, que la llamaba a una nueva misión. El párroco diría después: "Fue realmente un acto heroico de caridad con el prójimo".

El matrimonio se celebró el 5 de mayo de 1886 y se vio coronado con nueve hijos.

Cumplió con la máxima fidelidad sus deberes de esposa y madre: profunda comunión con su marido, del que se hizo consejera y consoladora; tierno amor a todos sus hijos; laboriosidad incansable; intensa vida de oración, amor a Dios y devoción a la Eucaristía y a la Virgen María.

Entró en la Tercera Orden Franciscana —hoy llamada Orden Franciscana Seglar—, y vivió su espíritu de pobreza y alegría en el trabajo y en la oración, en la alabanza a Dios creador, fuente de todo bien y de toda nuestra esperanza.

Convirtió su familia en una auténtica iglesia doméstica, donde supo educar a sus hijos en la oración, la obediencia, el temor de Dios, el sacrificio, la laboriosidad y las demás virtudes cristianas.

Así se sacrificó y consumó, día a día, como una lámpara en el altar de la caridad.

Murió el 8 de enero de 1932.

Fue beatificada por Su Santidad Benedicto XVI el 6 de Noviembre de 2005.

Para ver algo más sobre ella haciendo "click" AQUI

Reproducido con autorización de Vatican.va

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Por: . | Fuente: misa_tridentina.t35.com

Martirologio Romano: En la ciudad de Cenomanum (hoy Le Mans), en el reino de los francos, san Alderico (Aldric), obispo, que se esforzó en promover el culto a Dios y a los santos (856).

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.

El Santo nació de una noble familia, de ascendencia en parte sajona y en parte bávara, hacia el año 800. A los doce años su padre le envió a la corte de Carlomagno, donde formó parte de la servidumbre de Luis el Piadoso y se ganó la estima de todos. Hacia el año 821 pasó de Aquisgrán a Metz, para ingresar en la escuela episcopal y recibió la tonsura clerical. Después de su ordenación, el emperador Luis le llamó de nuevo a la corte y le nombró capellán y confesor suyo. El año 832, san Alderico fue elegido obispo de Le Mans. Empleó toda su fortuna y sus fuerzas en socorrer a los pobres, mejorar los servicios públicos, construir iglesias y monasterios y promover la religión. Su fidelidad a Luis el Piadoso y a Carlos el Calvo permaneció inalterable durante las guerras civiles que dividieron el Imperio. Una facción le expulsó de su sede durante casi un año, por haber declarado a los monjes de Saint-Calais que estaban sujetos a su jurisdicción. Tal pretensión del santo obispo no estaba en realidad justificada, pues se apoyaba en documentos falsificados, aunque no nos consta que el prelado haya sido personalmente responsable de tal falsificación.

Han llegado hasta nosotros algunos fragmentos del reglamento que san Alderico redactó para su catedral. En él ordena que se enciendan diez cirios y noventa lámparas en todas las grandes fiestas. También nos son conocidos tres testamentos del santo prelado. El último de ellos es un edificante testimonio de su piedad. En los dos primeros cede tierras y posesiones a muchas iglesias de su diócesis, y da prudentes consejos y reglas para mantener el orden y el espíritu de caridad. Alderico quedó paralítico dos años antes de su muerte. Confinado al lecho, redobló su fervor y su asiduidad a la oración. Murió el 7 de enero del año 856, y fue sepultado en la iglesia de San Vicente, de la que había sido un gran bienhechor.

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Mártir Laico

Martirologio Romano: En Melitene, ciudad de Armenia, san Polieucto (Polyeuktos), mártir, que, siendo soldado, a raíz del decreto del emperador Decio que obligaba a sacrificar a los dioses, rompió los ídolos, por lo cual fue cruelmente martirizado hasta ser degollado, recibiendo así el bautismo con su propia sangre (c. 250).

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.

La ciudad de Melitene en Armenia [hoy Turquía], que era una ciudad militar romana, es ilustre por el gran número de sus mártires. Entre ellos, el mártir de mayor alcurnia fue Polieucto, un oficial romano de padres griegos. Siendo aún pagano, se hizo amigo de un celoso cristiano llamado Neraco, quien, cuando llegaron a Armenia noticias de la persecución contra los cristianos, se preparó para entregar su vida por la fe. Su única pena era que Polieucto todavía fuese gentil, pero tuvo la alegría de atraerlo a la verdad y de inspirarle un ardiente deseo de morir por la religión cristiana. Polieucto abiertamente se declaró cristiano, y pronto fue aprehendido y condenado a crueles tormentos. Cuando los verdugos se cansaron de atormentarlo, comenzaron a tratar de persuadirlo para que renunciase a Cristo. Las lágrimas y súplicas de su esposa Paulina, de sus hijos y de su suegro hubieran sido suficientes para hacer flaquear a un hombre menos resuelto. Polieucto, sin embargo, fortalecido por Dios se mantuvo más firme en la fe y recibió con alegría la sentencia de muerte. De camino a la ejecución, exhortó a los circunstantes a que renunciaran a sus ídolos y habló con tanto fervor, que muchos se convirtieron. Fue decapitado durante la persecución de Decio o Valeriano.

Tenemos pruebas convincentes del martirio de San Polieucto en Melitene: se sabe de una iglesia que le fue dedicada antes de 377. Su nombre aparece el 7 de enero, en el martirologio siríaco del siglo cuarto, como el de un mártir muerto en Melitene. El mismo asiento se encuentra en el Hieronymianum.

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Por: . | Fuente: Franciscanos.org

Obispo

Martirologio Romano: En Palermo, ciudad de Sicilia, tránsito del beato Mateo Guimerá, obispo de Agrigento, de la Orden de los Hermanos Menores, propagador devoto del Santísimo Nombre de Jesús (1451)

Fecha de beatificación: La confirmación oficial de su culto inmemorial o beatificación equivalente, con aprobación del culto, misa y oficio del Beato, la concedió el papa Clemente XIII el 22 de febrero de 1767.

Mateo, a quien se le han dado muchos y variados apelativos, nació el año 1376 ó 1377 en Girgenti, hoy Agrigento, en el reino de Sicilia, que entonces pertenecía a la corona de Aragón; más tarde, en su vida de apostolado, gozaría Mateo de la amistad, admiración y protección de sus reyes, D. Alfonso V el Magnánimo y su esposa Dña. María de Castilla.

Sus padres eran, según algunos autores, oriundos de Valencia (España), y ciertamente le dieron una buena educación cristiana. Muy joven, en 1391-92, vistió el hábito de los franciscanos Conventuales en el convento de San Francisco de Agrigento, donde hizo la profesión religiosa en 1394. Prendados de sus cualidades espirituales e intelectuales, los superiores lo enviaron a estudiar al famoso centro de estudios que la Orden tenía en Bolonia. Luego lo mandaron para completar sus estudios a Barcelona, donde los Conventuales tenían otro centro de estudios importante; allí consiguió probablemente el título de maestro, y recibió la ordenación sacerdotal en 1400. Aquel mismo año empezó el apostolado de la predicación en Tarragona y en otras poblaciones.

En los años 1405-1416, lo encontramos en Padua, en el convento de San Antonio de los Conventuales, como maestro de novicios o de recién profesos, lo que, una vez más, muestra el aprecio en que le tenían los superiores. Después volvió a España, donde permaneció hasta finales de 1417; así lo dice una carta del rey Alfonso el Magnánimo, de fecha 28 de noviembre de 1417, que explica además la razón por la que Mateo regresaba tan pronto a Italia: su deseo de encontrarse con san Bernardino de Siena, de conocer el movimiento de la Observancia y de incorporarse al mismo.

El movimiento franciscano de la Observancia, que trataba de llevar a la Orden de Hermanos Menores a una más fiel y estricta observancia de la Regla de San Francisco, sin dispensas ni atenuaciones, surgió en el siglo XIV y se fue organizando y difundiendo en el siglo siguiente, bajo la guía e impulso de san Bernardino de Siena, que tuvo como principales colaboradores a san Juan de Capistrano, Alberto de Sarteano, san Jaime de la Marca y el beato Mateo de Agrigento. Éste se encontró con san Bernardino en 1418, tal vez en el Capítulo general de Mantua, y, con los debidos permisos, se pasó en seguida a los Observantes. Hay que tener en cuenta que la Orden de Hermanos Menores, fundada por san Francisco de Asís, fue una sola Orden hasta que, en 1517, León X la dividió jurídicamente en dos: Conventuales y Observantes; con anterioridad, ya existían en su seno esas diversas tendencias, ramas o grupos, pero seguían siendo una misma familia religiosa.

El encuentro y la amistad con san Bernardino marcaron profundamente la vida del beato Mateo. El gran santo lo tomó como compañero al descubrir en él afanes y sentimientos muy similares a los suyos. Y junto a él en muchas ocasiones y a veces, por indicación suya, en otros lugares predicó Mateo sin descanso; su vida austera y llena de espiritualidad acreditaba por todas partes sus sermones. También se cuentan milagros que Dios obró por medio de su siervo. Al mismo tiempo, se había hecho paladín del Nombre de Jesús, como San Bernardino, pero quería que al de Jesús fuera unido el de María, la Madre del Señor. Y por ello, a muchos de los conventos que fundó en Italia y en España les puso el nombre de Santa María de Jesús.

En época reciente se han encontrado, y los comenzó a editar el P. Agustín Amore en 1960, casi un centenar de sermones del beato Mateo, escritos en lengua vulgar o en latín y que suelen comentar un texto bíblico. En ellos se pone de manifiesto la sólida formación teológica de su autor, la lógica con que argumentaba y el celo apostólico y hasta los sentimientos íntimos que embargaban su espíritu.

A la vez que a la predicación, se dedicó con ardor a la expansión y organización de la Observancia, lo que le valió la estima del rey Alfonso V y la confianza del papa Eugenio IV que le encomendó delicadas misiones para la renovación de los religiosos y del clero, particularmente en Sicilia. En 1425 el papa Martín V concedió al beato Mateo la facultad de fundar conventos de la Observancia, y fueron numerosos los que fundó o reformó tanto en Italia como en España, a la mayoría de los cuales, como queda dicho, aunque no a todos, dio el nombre de Santa María de Jesús: Mesina, Palermo, Agrigento, Siracusa, Barcelona, Valencia, etc. Además ejerció cargos de gobierno en Sicilia: fue Vicario provincial de 1425 a 1430, y Comisario general de la Provincia de Sicilia de 1432 a 1440.

El beato Mateo pasó en España al menos cuatro temporadas, dos cuando estaba con los Conventuales y otras dos estando con los Observantes. A las dos primeras ya nos hemos referido. La tercera tuvo lugar en 1427-28, cuando por invitación de los soberanos aragoneses estuvo predicando en Valencia, Barcelona, Vich y otras ciudades. De nuevo, la primera mitad del año 1430, por invitación insistente de la reina Dña. María, esposa del rey Alfonso V, el Beato la pasó por tierras de Valencia y Barcelona predicando y, como ya había hecho antes, cumpliendo misiones reales de pacificación y de beneficencia, difundiendo la devoción al Santísimo Nombre de Jesús, impulsando la implantación de la Observancia y fundando o reformando conventos.

Dedicado de lleno a un apostolado intenso y fecundo se hallaba el beato Mateo, cuando su diócesis natal lo eligió y reclamó como obispo; él se resistió cuanto pudo a lo que consideraba una dignidad y puesto para el que no estaba preparado. Pero el rey Alfonso insistió ante el papa Eugenio IV, quien lo nombró obispo de Agrigento el 17 de septiembre de 1442. El 30 de junio de 1443 recibió la consagración episcopal y, por obediencia, hubo de tomar el báculo pastoral de la diócesis.

No era un secreto para nadie qué tipo de obispo iba a ser fray Mateo: un obispo reformador, un hombre celoso de la disciplina eclesiástica, impulsor de la renovación, con criterio y actitudes evangélicas, así en el clero como en el pueblo confiado a su cuidado. Ello le enfrentó con quienes se negaban a cualquier reforma que supusiera pérdida de posiciones poco edificantes o de intereses bastardos, y ante la firmeza de Mateo no dudaron en acudir con calumnias a la Santa Sede, que lo llamó y le pidió explicaciones de su conducta. En efecto, por su generosidad hacia los pobres fue acusado por los clérigos que le eran contrarios, de dilapidar los bienes de la Iglesia; lo cierto es que había renunciado a todos sus ingresos en favor de los pobres, reservándose lo estrictamente necesario para sí mismo y para sus más inmediatos colaboradores. Además, lo acusaron falsamente de relaciones ilícitas con una mujer. En el proceso, que se desarrolló en la corte pontificia, se demostró la total inocencia del Beato, por lo que el Papa lo absolvió de todas las acusaciones, le confirmó su confianza y lo devolvió a su sede episcopal.

El beato Mateo se sintió confortado por el esclarecimiento de la verdad y por la bendición que mereció del Papa su conducta y forma de proceder, y continuó en su misma labor reformadora. Pero sus adversarios no se aquietaron y muy pronto le crearon nuevos problemas y conflictos. El santo obispo llegó a pensar que las dificultades se debían a su incapacidad para el episcopado, y rogó y suplicó a la Santa Sede, después de madura reflexión e incluso de consultar el caso con san Bernardino de Siena, que le aceptara la renuncia a su cargo, y tanto insistió que al fin le fue aceptada. Había permanecido tres escasos años al frente de su diócesis. Entonces, con la mayor humildad, se reintegró a su comunidad religiosa en Palermo, en la que vivió como un fraile más, sin admitir que se le dieran honores o privilegios. Y allí falleció santamente el 7 de enero de 1450. El pueblo cristiano lo tuvo por santo desde entonces y su culto continuó a lo largo de los siglos. En 1759 se inició el proceso diocesano de beatificación.

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Por: . | Fuente: Santiebeati.it

Abad

Martirologio Romano: En Würzburg, ciudad de Franconia (hoy Alemania), beato Macario, abad, que fue el primer superior del monasterio de los Escoceses de esta ciudad (1153)
Benedictino desde muy joven, viajó desde Escocia a Alemania, junto con sus compañeros Cristiano y Eugenio, por el año 1138 aproximadamente. Según Zimmermann, fue prior del monasterio de Santiago en Ratisbona y de allí el abad Dermizio (Dermitius) lo envió a Würzburg junto con once monjes. Está registrado que el obispo Embrico (1125-46) consagró en 1139 a Macario como primer abad del monasterio escosés de San Santiago, fundado recientemente en Würzburg. Las fuentes resaltan su erudición, vida ascética y describen milagros realizados por él. Murió en 1153: el aniversario de su muerte de acuerdo a Zimmermann es el 6 de enero, aunque se conoce que en algunos lugares de la diócesis de Würzburg es celebrado en otras fechas (23 o 24 de enero y 19 de diciembre).

Durante la Edad Media, por mucho tiempo, la tumba del beato estaba olvidada; en 1614 se descubrieron sus reliquias y solemnemente fueron depositadas en una urna, al año siguiente, Macario resultó objeto de gran devoción popular: se lo invocaba especialmente para las enfermedades con fiebres altas. Se dice que en junto a su tumba han ocurrido veintiocho curaciones milagrosas. En 1731 se fundó en su honor la «Hermandad de Macario», enriquecida con indulgencias, que dejó de existir después de la Segunda Guerra Mundial. En 1823 se realizó el traslado de las reliquias, desde el monasterio, secularizado en 1803, a la capilla de la Virgen, misma que en 1945 fue destruida y que actualmente se encuentra ya reconstruida.

En el Breve Apostólico de 1734 a la Hermandad y en otros testimonios, a Macario se lo llama "santo".

responsable de la traducción: Xavier Villalta


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Por: José Ma. Pou y Martí | Fuente: Franciscanos.org

Religiioso Franciscano

Martirologio Romano: En Roma, san Carlos de Sezze, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, el cual desde la infancia se vio obligado a ganar el pan cotidiano, e invitaba a sus compañeros a imitar a Cristo y a los santos. Vestido con el sayal franciscano, se entregaba largamente a la adoración del santísimo Sacramento del Altar (1670).

Fecha de canonización: 12 de abril de 1959 por el Papa Juan XXIII.

Algunos escritores modernos han llamado la atención de los teólogos místicos hacia este lego franciscano, antes casi desconocido a causa de quedar todavía inéditos en su mayor parte sus numerosos escritos, que son cuarenta entre tratados y cartas; solamente seis, y no ciertamente los más importantes, merecieron el honor de la imprenta.

Nació este santo varón en Sezze, hermosa villa de la provincia romana, el 22 de octubre de 1613, de padres muy pobres de bienes temporales pero muy ricos de virtudes, los cuales le procuraron únicamente la instrucción elemental, que bien pronto tuvo que interrumpir para dedicarse a la guarda de las ovejas, lo cual empero sirvióle admirablemente, como a otro Pascual Bailón, para el ejercicio de la oración y la lectura de libritos piadosos. Visitaba con frecuencia la iglesia de los Frailes Menores, no muy lejana de su casa, y al contemplar en ella los toscos cuadros de los beatos (hoy canonizados) Salvador de Horta y Pascual Bailón, legos españoles de la expresada Orden, sentía tal entusiasmo que, como escribió después, exclamaba: «Si yo llego a entrar en esta religión imitaré a estos santos: pasaré las noches en la iglesia y haré asperísima penitencia».

Cayó luego en muy grave enfermedad, la cual fue causa decisiva de su vocación religiosa, de modo que a los diecisiete años de edad pidió licencia para entrar entre los religiosos franciscanos de la provincia de Roma en el estado laical, lo cual consiguió después de larga y dura prueba, siendo enviado al convento de Nazzaro, donde vistió el pobre sayal de San Francisco el día 18 de mayo de 1635, empezando luego el noviciado. Pasado el año de probación entre rigurosos ejercicios de penitencia y grandes tribulaciones espirituales, algunos religiosos profesos estaban perplejos en permitirle o negarle la licencia para pronunciar los tres votos perpetuos, dudando que pudiese sostener el peso de la vida regular. En esta lamentable situación acudió el devoto joven a la Virgen Santísima, de quien había recibido ya tantísimos favores; esta clementísima Madre vino sin tardar en su auxilio, de modo que, desapareciendo aquellos temores, pudo el día 19 de mayo de 1636 consagrarse por siempre al Señor, cambiando el nombre de Juan Carlos por el de Carlos de Sezze.

La vida del fervoroso lego después de su profesión fue bastante sencilla, residiendo sucesivamente en los conventos de Morlupo, Ponticelli, Palestrina, Carpineto (patria del futuro papa León XIII), San Pedro in Montorio de Roma (en gran parte edificado por los Reyes Católicos Fernando e Isabel) y San Francisco a Ripa, que conserva el recuerdo de la habitación de San Francisco y donde Carlos de Sezze falleció santamente el día 6 de enero de 1670. Morando en Morlupo tuvo una tremenda visión que lo alentó en el progreso de la vida contemplativa; en Ponticelli dióse enteramente al ejercicio que llamaba «la confianza en Dios» o la pequeñez espiritual, a guisa de un niño descansando en el regazo de su madre y que tanto recomienda el Santo en sus escritos. Bien pronto le cautivó otro ejercicio saludable: rogar todos los días por la propagación de la fe en los países paganos, deseando además derramar en ellos la sangre por Cristo, y al efecto pidió y obtuvo partir como misionero para las Indias de patronato portugués; pero al ir para allá le sobrevino una grave enfermedad, por lo cual fue trasladado a la enfermería de San Francisco a Ripa, llorando amargamente porque no podía acompañar a los que salían destinados a aquellas misiones.

En aquel tiempo la provincia romana abrió un convento de retiro en Castelgandolfo, donde los religiosos vivían con extraordinaria austeridad, muy semejante a la de los antiguos anacoretas; allí acudió nuestro Carlos con permiso de los superiores; pero por lo visto el sitio no era muy sano, así es que poco después, esto es, en 1643, hubo que cerrar aquel convento a causa de las enfermedades contraídas por algunos religiosos; por lo cual el siervo de Dios fue trasladado a Carpineto, donde pudo dar pruebas de su heroica caridad durante la terrible epidemia que devastó aquella región. Viósele muchas veces asistiendo a los pobres apestados más peligrosos, sin cuidarse de su propia salud y también cargando sobre sus espaldas a los muertos para darles cristiana sepultura. Dios permitió que, en vez de premio por tanta abnegación y sacrificio, recibiese una pública reprensión y fuese trasladado al convento romano de San Pedro in Montorio para encargarse del oficio de sacristán y, más tarde, del de cuestor de limosnas en la misma capital. Ejercitando este último humilde servicio recibió de Jesús Sacramentado el más estupendo prodigio de su vida, que le mereció el título de «Serafín de la Eucaristía», pues que entrando una mañana en la iglesia de San José «de Capo de Case», situada cerca de la actual plaza de España, y oyendo allí en compañía de algunos fieles y todo absorto en el amor de Jesús el santo sacrificio de la misa, al llegar el acto de la elevación un rayo luminoso partió de la hostia sagrada hiriendo el costado del Santo hasta penetrar su corazón –cuya señal se observa todavía actualmente–, con lo cual cayó el extático lego en un admirable deliquio de amor y dolor, como él mismo refiere en su autobiografía. Desde este momento la vida de fray Carlos fue eminentemente eucarística, de modo que frecuentemente, después de la santa comunión, experimentaba largos coloquios e íntimas comunicaciones con Jesús, a quien tanto recreaba el fervor y sencillez columbina de su siervo.

Este fidelísimo hijo del «Pobrecillo de Asís» fue decorado con el don de milagros: numerosísimos enfermos recobraron la salud mediante las oraciones que por ellos elevaba al Señor, a la Virgen Santísima y al entonces Beato Salvador de Horta, taumaturgo catalán, cuya devoción habían propagado por Italia los franciscanos de Cerdeña, en cuya capital había fallecido en 1567, y en este mismo tiempo trabajaba en Roma para su canonización el Beato Buenaventura de Barcelona, lego también fallecido igualmente como su compatriota en tierras italianas. El mismo Carlos de Sezze refiere difusamente unos veinte milagros obrados por él mediante una reliquia del prodigioso franciscano de Horta, que llevaba siempre consigo. Estos milagros, lo mismo que sus excelsas virtudes y maravillosas profecías, hicieron popular en el Lacio el nombre de fray Carlos, de modo que hasta algunos cardenales y papas lo colmaron de obsequios. Predijo el honor del Papado a los purpurados Chigi (Alejandro VII), Rospigliosi (Clemente IX), Alfieri (Clemente X) y Albani (Clemente XI); otros pontífices lo invitaron no pocas veces a su corte para aprovecharse de sus sobrenaturales consejos y espiritual doctrina.

Maravilla causa ver en Carlos de Sezze, que solamente había aprendido a leer y escribir, una doctrina mística tan sublime, que algunos escritores modernos la comparan a la de Santa Teresa o de San Juan de la Cruz, proclamándolo uno de los mejores autores de la misma disciplina en el siglo XVII, dotado ciertamente de ciencia infusa. Es verdaderamente un escritor fecundo. No se han conservado todas sus obras, pues sabemos que estando en Carpineto su confesor le mandó quemar un libro de meditaciones, lo cual ejecutó sin resistencia alguna, y otro confesor suyo, el padre Antonio de Aquila, el cual nos ha dado la primera lista de los mismos escritos, asegura que había otros ya entonces perdidos. De todos modos, los que existen actualmente dan derecho a proclamar a San Carlos autor espiritual de grande fecundidad y seguro magisterio.

Entre sus obras, estudiadas recientemente con utilísimos detalles por el docto padre Jaime Heerinckz, descuellan por su importancia: Le tre Vie, tratado sobre la vía purgativa, iluminativa y unitiva; Cammino interno dell´anima; Discorsi sopra la vita di N. Signor Gesù Cristo; Sacro Settenario, que, según dice el mismo autor, la seráfica madre Santa Teresa de Jesús se lo dictó textualmente; finalmente la obra más extensa y de mayores vuelos: Le grandezze della misericordia di Dio in un anima diulata dalla grazia divina, que es su autobiografía, compuesta por inspiración divina y por mandato de su confesor. El Santo trabajó en esta última obra desde 1661 hasta 1665, mientras residía en el convento romano de San Pedro in Montorio. Describe en ella su propia vida y sobre todo las gracias que había recibido del Altísimo desde su infancia a la edad de cincuenta y dos años. El libro está dividido en siete partes y en ciento doce capítulos, su materia está saturada de preciosas ideas y descripciones importantes no solamente por lo que se refiere a la vida del autor, sino también y principalmente por la multitud de fenómenos místicos y muy extraordinarios, en esta voluminosa obra descritos, y que pueden ser utilísimos a los cultivadores de la ciencia mística.

La doctrina espiritual de este siervo de Dios es siempre sólida y sustancial; y a pesar de que su autor no pudo dedicarse a estudios de alta teología, trata de ella de una manera maravillosa, describiendo sapientemente los grados más elevados de la mística católica, de modo que en este sujeto verificóse de nuevo la verdad de la sentencia evangélica según la cual el Señor esconde los misterios divinos a los sabios del mundo y los revela a los párvulos de espíritu.

Murió el Santo en el convento romano de San Francisco a Ripa en la fiesta de los Reyes de 1760, después de pocos días de enfermedad, durante la cual recibió, arrodillado en el suelo, el divino Viático, confortado con una celestial visión del Salvador, de la Virgen Santísima y de muchos ángeles. El papa León XIII lo elevó a los primeros honores de los altares en 1882 y Juan XXIII lo canonizó en el año 1959 juntamente con la barcelonesa Joaquina Vedruna de Más, fundadora de las Carmelitas de la Caridad.

Su sepulcro se venera en la iglesia franciscana de San Francisco a Ripa, pero el corazón incorrupto, con la señal de la cruz impresa en el acto del prodigio eucarístico referido, se conserva en la capilla del convento llamada de San Francisco.

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