Por: . | Fuente: misa_tridentina.t35.com
Obispo
El más grave de esos errores era la herejía adopcionista: Félix, obispo de Urgel de Cataluña, profesaba que Cristo, en cuanto hombre, era simplemente hijo adoptivo de Dios. San Paulino escribió contra él una refutación que remitió a Carlomagno. El santo prelado no se ocupaba menos de la conversión de los paganos, que de la supresión de los errores, y predicó incansablemente el Evangelio a los idólatras de Carintia y Estiria que no habían abandonado la superstición. Al mismo tiempo, la conquista de los avaros por Pipino había abierto un nuevo campo al celo del obispo. Muchos de los avaros, evangelizados por los misioneros enviados por San Paulino y los obispos de Salzburgo, abrazaron la fe. El santo se oponía con todas sus fuerzas a que los bárbaros fuesen bautizados antes de haber sido suficientemente instruidos en la fe, y en general al abuso, tan común en aquellos tiempos, de imponérsela.
Cuando el duque de Friuli fue nombrado gobernador de las tribus de los hunos, a las que había recientemente conquistado, San Paulino escribió para él una excelente «Exhortación», en la que urgía a buscar la perfección cristiana, le daba reglas sobre la práctica de la penitencia y remedios contra los diferentes vicios, especialmente contra el orgullo; le instruía además sobre el deseo de agradar a Dios en todas las acciones, sobre la oración y las disposiciones esenciales para ella, sobre la comunión, el cuidado de evitar las malas compañías y algunos otros puntos. El libro termina con una hermosa oración y la promesa del santo de pedir por la salvación del buen duque.
Las ardientes súplicas de San Paulino atraían constantes bendiciones del cielo sobre las almas que le habían sido confiadas. Alcuino le rogó que no se olvidase de implorar para él la divina misericordia, cada vez que ofreciera el santo sacrificio del altar. La vida de Paulino terminó con una santa muerte, el 11 de enero de 804.
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