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Fecha de canonización: 21 de mayo de 2000 por S.S. Juan Pablo II
Vicario de San Juan de los Lagos. El ministerio al que se dedicó con verdadera pasión fue la catequesis de los niños.
Fundó varios centros de estudio y una escuela para la formación de catequistas. Siempre fue muy devoto del Santísimo. En plena persecución organizaba a las familias para que no faltaran a la guardia perpetua a Jesús Sacramentado en casas particulares.
Desde el momento de ser apresado fue tan duramente golpeado, que se le abrió una herida en la cara. Un militar, después de golpearlo, le dijo: «Ahora ya has de estar arrepentido de ser cura»; a lo que contestó dulcemente el padre Pedro: «No, ni un momento, y poco me falta para ver el cielo».
El 22 de noviembre de 1927 fue sacado de su prisión para ser ejecutado; los niños le rodearon y el Padre Esqueda insistentemente le repitió a un pequeño que caminaba junto a él: «No dejes de estudiar el catecismo, ni dejes la doctrina cristiana para nada».
Y en un pedazo de papel escribió sus últimas recomendaciones para las catequistas. Al llegar a las afueras del poblado de Teocaltitlán, Jalisco, le dispararon tres balas que cambiaron su vida terrena por la eterna.
Publicado con autorizacíon de Vatican.va
Autor: Isabel Orellana Vilches
Fuente: Zenit.org
Su temprana vinculación a la parroquia como niño de coro y monaguillo despertó su vocación al sacerdocio. Su expediente académico era impecable. Responsable y aplicado en sus estudios, siempre cosechando buenas notas, hicieron de él un alumno modélico para Piedad y Pedro, dos de sus profesores y directores de los centros en los que se educó. En esa infancia enriquecida por la piedad, y saludablemente gozosa, se habituó a rezar el rosario; erigía altares en los que simulaba estar oficiando misa, el sueño que alimentaba en su espíritu.
Tenía 15 años cuando ingresó en el seminario auxiliar de San Julián, dejando el incipiente trabajo en una zapatería, porque su padre juzgó conveniente que iniciase la carrera eclesiástica. Allí siguió mostrando sus cualidades para el estudio que eran tan solo un matiz de las muchas que le adornaban. En el seminario permaneció recibiendo formación hasta que las autoridades federales determinaron cerrarlo en 1914. No había podido ser ordenado, pero era ya diácono, y al regresar a su ciudad natal actuó como tal en la parroquia hasta que en 1916, después de haber completado estudios en el seminario de Guadalajara, se convirtió en sacerdote. Recibió el sacramento a finales de ese año en la capilla del hospital de la Santísima Trinidad. A continuación fue designado vicario de la parroquia en la que trabajaba. En ella permaneció hasta su muerte; once años de intensa actividad pastoral, dando lo mejor de sí. Dinamizó la vida apostólica con una excelente labor catequética que tenía como objetivo a los niños, a la par que impulsaba la asociación Cruzada Eucarística llevado por su amor a la Eucaristía, devoción que, junto a la que profesaba a la Virgen, extendió entre los fieles. De la Eucaristía extraía su fortaleza y aliento. Fue también un ángel de bondad para los pobres.
Las fuerzas gubernamentales en una feroz campaña anticlerical habían dictado orden de persecución y las buenas gentes del pueblo intentaron convencer a Pedro para que huyese a otro lugar. Sólo aceptó refugiarse de manera provisional en algunos lugares siempre cercanos a los fieles, a quienes de ese modo seguía atendiendo pastoralmente. Los sacerdotes y religiosos que han derramado su sangre por Cristo y su Iglesia en medio de conflictos políticos fueron caritativos y se caracterizaron por la libertad evangélica. No tuvieron acepción de personas ni militaron en bandos determinados. Arraigados en Cristo se desvivían por las necesidades de sus fieles, con independencia de sus ideologías. Así era Pedro.
Al inicio de noviembre de 1927 buscó refugio en Jalostotitlán, Jalisco. Pero regresó a San Juan llevado por su amor a los feligreses que en ningún caso deseaba dejar desasistidos. Se alojó en el hospital del Sagrado Corazón. El pueblo quería a ese sacerdote que habían visto crecer entre ellos, pero temían a las represalias de las autoridades si le daban cobijo; por eso, a veces algunas personas no le franquearon la puerta de sus moradas. Sin embargo, la gran mayoría no ocultaba su preocupación por su destino. Y las anfitrionas de una casa en la que fue acogido, le rogaron seriamente que escapara. Pero Pedro no estaba dispuesto a ello, y dando testimonio de su gran fe, decía: «Dios me trajo, en Dios confío». Este sentimiento, que reiteró ante otros vecinos, en ningún modo puede ser espontáneo cuando la vida está en peligro; estaba asentado en un corazón orante firmemente clavado en el corazón del Padre, abierto a su gracia.
Fue detenido el 18 de noviembre de ese año 1927. En un mísero y oscuro cuartucho sufrió pacientemente la fiereza de los azotes y otras crueldades que le ocasionaron la fractura de uno de sus brazos; por ello los federales no pudieron verle expirar en la hoguera, como habían fraguado. Pero sin duda, el tormento más doloroso fue ver profanados ante sí los objetos sagrados, destruidos los ornamentos y saqueado el archivo parroquial. Una cruel e infame tortura para un hombre de Dios, una persona inocente que lo único que perseguía era amar a Cristo y a los demás. Las incesantes vejaciones martiriales duraron hasta el 22 de noviembre. Maniatado y lleno de heridas le obligaron a subir por sí mismo a un árbol. Allí fue tiroteado sin piedad por un alto oficial que vertió en él su torrente de ira al ver que no podía sostenerse en la pira que habían dispuesto para ajusticiarlo prendiendo fuego al árbol en cuestión. Camino de su particular calvario, envuelto en un heroico silencio, dejó en unos niños que se acercaron a él su testamento de fidelidad a la catequesis y al evangelio.
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Martirologio Romano: Junto al río Zihun, cerca de la ciudad de Maras, en Cilicia, beatos Salvador Lillo, presbítero de la Orden de Hermanos Menores, Juan, hijo de Balzi, y otros seis compañeros de familia armenia, mártires, que ante la imposición de los soldados otomanos de renegar de Cristo, por no acceder a traicionar su fe, emigraron al reino eterno atravesados por lanzas. He aquí sus nombres: beatos K`adir, hijo de Xodianin; Cerun, hijo de K`urazi; Vardavar, hijo de Dimbalac; Pablo, hijo de Jeremías; David y Teodoro, hermanos, hijos de David († 1895).
Breve Biografía
Salvatore Lilli nació en Capadocia, provincia italiana de Aquila, el 19 de junio de 1853. En 1870 entró en la Orden franciscana. En 1873 tuvo que proseguir los estudios en Tierra Santa, pues el Gobierno italiano había suprimido las Órdenes religiosas. Recibió la ordenación sacerdotal en Jerusalén, el 16 de abril de 1878.
En 1880 fue enviado a Marasc, misión de Armenia Menor (Turquía), comprendida en la Custodia franciscana de Tierra Santa que abarca Egipto, Israel, Jordania, Siria, Líbano, Chipre y Rodas.
Tras un breve viaje a Italia en 1886, prosiguió la actividad apostólica en Marasc, y en 1890 fue nombrado párroco de esta localidad. En la epidemia de cólera del mismo año, el P. Lilli se prodigó tan extraordinariamente en la atención a los apestados, que sus colaboradores lo jugaron exagerado.
En 1894 pasó a la misión de Mujuk–Deresi, a siete horas de viaje a caballo de Marasc. Al año siguiente estalló una fuerte persecución contra los cristianos armenios, que siempre habían sido marginados y despreciados a causa de su fidelidad a la religión cristiana. La matanza de hombres, mujeres, niños y ancianos causó miles de víctimas en la región. El P. Lilli recibió un mensaje urgente de sus superiores que le sugerían que abandonase el puesto; al segundo mensaje en el mismo sentido, el misionero respondió que «el Pastor no puede abandonar a las ovejas en peligro», y decidió quedarse junto a los armenios perseguidos. Un mes después, los soldados entraron a bayoneta calada y el heroico franciscano fue herido en una pierna cuando intentaba ayudar a las víctimas. Invadido su convento por la tropa, fue hecho prisionero y encerrado en una celda de la casa franciscana. Alternando halagos y amenazas, promesas y malos tratos, el jefe de los soldados trató de conseguir que renegase de Cristo y se pasase a Mahoma. Una semana después le obligaron a partir con varios campesinos del lugar, también prisioneros, hacia Marasc. Se reunieron todos en la iglesia, y el P. Lilli les confesó y animó al martirio. Después de dos horas de duro caminar (en el grupo había una niña de 11 años que luego será testigo del martirio), llegaron al borde de un torrente, y el jefe de nuevo les conminó a renegar de Cristo. Ante su unánime respuesta negativa, el comandante ordenó matarlos a bayoneta calada. El martirio se consumó el 22 de noviembre de 1895, cuando el P. Salvador Lilli tenía 42 años. Sus siete compañeros de martirio eran: Baldji Oghlou Ohannes (Juan), Khodianin Oghlou Kadir, Kouradji Oghlou Tzeroum, Dimbalac Oghlou Wartavar, Geremia Oghlou Boghos, David Oghlou David y Toros Oghlou David, todos ellos armenios.
El proceso ordinario para la beatificación de estos mártires se instruyó en 1930-32, y la causa se incoó en la Sagrada Congregación de Ritos el año 1959, siendo Papa Juan XXIII, conocedor y amante de las Iglesias orientales de Europa. En 1962-64 se instruyeron procesos apostólicos en Alepo (Siria) y Beirut. El 3 de octubre de 1982, Juan Pablo II los proclamó Beatos, precisamente al clausurarse el VIII centenario del nacimiento de San Francisco de Asís.
"Quiero hacerme santo, cueste lo que cueste", dirá Tomás en el momento en que su opción si llegó a ser definitiva.
Recibió la Ordenación Sacerdotal el 18 de Septiembre de 1841 y, con apenas veinticinco años, fue nombrado vice-rector del Seminario de Génova y sucesivamente rector del Seminario de Chiávari. En este servicio se dedicó con valor a la formación de los futuros sacerdotes para que estuviesen dispuestos a comprometer la propia vida, sin recelos, por Dios y por la iglesia.
Precisamente en cuanto dirigía el Seminario, desenvolvió una intensa actividad como jornalista y fue uno de los cofundadores del primer jornal italiano católico, preocupándose con defender la fe y los principios auténticos del cristianismo.
En 1865, durante la campaña electoral, el "Estandarte católico" así se llamaba el jornal - condujo la lucha para promover listas de candidatos católicos y pensó en crear un partido católico.
La idea era demasiado audaz, y cuando en 1874 el "non expedit" sonaba claramente y los católicos fueron invitados a no votar, el Padre Tomás "intuyó" que su jornal no podría continuar. Acató las ordenes de los superiores y prefirió estar en sintonía con el Papa y la Iglesia; apenas expuso su pensamiento cuando fue consultado por la Santa Sede.
En 1877 fue consagrado Obispo de Ventimiglia, diócesis muy pobre: lo cubrió varias veces, fue pastor clarividente y verdadero guía espiritual de su rebaño, convoco tres sínodos en quince años, creo nuevas parroquias, renovó la liturgia y se esforzó por mantener el patrimonio artístico de las Iglesias.
En 1878 fundo la Congregación de las Religiosas de Santa Marta, que tenían por finalidad responder a las necesidades de todos los tiempos. Pidió a las hermanas de acogiesen a los más pobres entre los pobres como Marta, que tuvo la ventura de servir a Jesús con el humilde trabajo de sus manos. Estas religiosas aprendieron de ella a adorar en silencio, a alimentarse de la oración, a encontrar de rodillas las razones de una fe, que hay que descubrir a Cristo en los pequeñitos con los cuales él se identificó.
Cuando, en 1887, un terremoto devasto la Región, D. Reggio, a pesar de su avanzada edad, se presentó inmediatamente junto a los afligidos por la catástrofe llevándoles ayuda, y después convoco a los párrocos pidiéndoles que lo informasen sobre el Estado de sus parroquias, a fin de providenciar las ayudas que recibía de muchas personas, entre la cuales lectores de varios periódico.
Fue pródigo, reservando para si apenas su batina y su antiguo reloj, testimonio así que se hizo pobre por su gente. Cuido de modo especial de los muchos huérfanos victimas del terremoto, inicialmente asistió en algunos centros ya existentes en la ciudad que el creó, más tarde, un orfanato en Ventimiglia entrego al cuidado de las Religiosas de Santa Marta.
En 1892 escribió al Papa: "Pido a Su Santidad que me exonere del cargo episcopal, a fin de poder ser un simple sacerdote para que la diócesis no vaya a sufrir a causa de mi edad y se confié a otro una tarea tan pesada".
La respuesta del Santo Padre fue sorprendente: en Mayo de ese mismo años, D. Tomás fue nombrado Arzobispo de Génova. A pesar de sus 74 años de edad y de las dificultades, acepto humildemente el cargo para cumplir la voluntad de Dios.
Cuando en 1900 la Italia católica decidió consagrar a Dios y a la Virgen el nuevo siglo, D. Tomás Regio invito a todos los Obispos de la Región a una gran peregrinación al Monte Saccarello, donde se coloco la estatua del redentor. También él partió de Génova en un carruaje de tercera clase, con otros sacerdotes y muchos peregrinos, hasta Triora, pequeña localidad a los pies del Monte. El deseo de proseguir a pie el itinerario de la peregrinación era muy fuerte, más no le fue posible hacerlo, pues un malestar sé lo impidió. Fue el inicio de la enfermedad que lo llevaría la termino de su vida.
Falleció en la tarde del 22 de Noviembre de 1903, respondiendo a aquellos que se preguntaban si desearía alguna cosa: Dios, Dios, solo Dios me basta!. La respuesta fue la expresión de eso que lo movió siempre.
No se sabe si nació en África o era romano de origen, pero sí consta que fue elegido pontífice en el 492 y que reinó cuatro años y medio, distinguiéndose por su energía.
Parece que no es obra suya el Decreto Gelasiano que contiene una lista de los libros del canon bíblico, pero sí hay que atribuirle reformas litúrgicas y sin ninguna duda una actitud muy firme respecto a los herejes: combatió implacablemente a pelagianos, nestorianos y monofisitas, e hizo quemar los libros de los maniqueos.
También hombre de una pieza en el conflicto que le enfrentó a un obispo cismático de Constantinopla, afirmando en todo momento la primacía de la sede romana, sin olvidar que formuló con claridad, quizá por primera vez, la supeditación que en último término debe el poder temporal al espiritual.
Este esquemático repaso a sus actividades le señala como un papa que no perdía el tiempo y que en menos de un lustro dejó huella en todas las cuestiones relativas a la fe y a la disciplina. Su figura se ve así envuelta en un aura de inflexibilidad.
Aunque la idea más común acerca de ser santo se relaciona con blandas efusiones teñidas de sentimentalismo, la santidad estriba muchas veces en ser duro. San Gelasio, defendiendo el depósito de la fe y la Iglesia de Roma es inflexible, no retrocede ni una pulgada; y también ha pasado a la historia como «padre de los pobres», porque para él caridad significaba las dos cosas, ser de hierro custodiando la herencia de Dios y de cera y miel para las necesidades de sus hermanos.
Según algunos testimonios, la Virgen se apareció a los indios en una cueva prometiéndoles librarlos de los peligrosos osos que devoraban a los niños. Por otra parte, los que habían encargado la confección de la imagen a Don Diego, no le pagaron por ella, por lo que decidió entonces dársela en vez a los indios oyacachis a cambio de unos tablones de fino cedro que este necesitaba para sus trabajos. Los caciques quedaron admirados cuando vieron llegar a Diego Robles con la imagen de la Virgen a cuestas y reconocieron en ella los mismos rasgos de la Señora que se les había aparecido y les había hablado en la cueva. Sin duda, la Virgen quiso visitar primero a sus hijos mas pobres para atraerlos al Señor de los Señores quien ella lleva en sus brazos.
Quince años permaneció la imagen al cuidado de los indios hasta que en 1604, el obispo del lugar ordenó su traslado al poblado del Quinche, de donde finalmente tomó su nombre. La imagen, que es una fina talla en madera de cedro de unos 62 cm. de alto, está revestida por un amplio y hermoso ropaje de brocado cubierto de gemas, y bordado con hilos de oro y plata que sólo dejan ver su rostro moreno y apacible. La Virgen lleva un cetro en la mano derecha y con la izquierda sostiene el Niño en actitud de bendecir, mientras sostiene una esfera de oro coronada por una cruz.
A los pies de la imagen, la peana y la gran media luna, ambas de plata pura, y las pesadas coronas imperiales de oro y piedras preciosas, manifiestan la generosidad del pueblo ecuatoriano que gusta ver a su patrona resplandeciente, vestida siempre con las mejores galas. El rostro de Jesús evoca las facciones de los niños mestizos de aquellas sierras. Mestizo es el color de la Madre, síntesis del alma del inca y del español. Su fina nariz está enmarcada por un delicado rostro ovalado de labios delgados y boca pequeña; sus ojos achinados y su mirada triste con los párpados entrecerrados o caídos le confieren una dulzura única. Por eso esta advocación es tan popular en Ecuador, especialmente entre los indios que llaman con afecto "la Pequeñita" a su protectora del cielo.
Es de admirar la variedad de cantos que se entonan en honor de la Virgen del Quinche, con textos en quechua, en jíbaro y en otros diversos dialectos de la región y también en castellano; muchos de ellos se cantan desde hace cuatro siglos. La imagen fue coronada en 1943 y su fiesta se celebra el 21 de noviembre. El templo actual fue declarado Santuario Nacional en 1985.
Por: P. Felipe Santos | Fuente: Catholic.net
Esta fiesta arranca desde el lejano año 543. Fue el tiempo en que se dedicó una basílica a “La Virgen María la Nueva”.
Se levantó en el mismo monte Sión en la explanada del Templo.
Las Iglesias orientales, muy sensibles ante las fiestas marianas, conmemoran este día la Entrada de María en el Templo para indicar que, aunque era purísima, no obstante, cumplía con los ritos antiguos de los judíos para no llamar la atención.
La liturgia bizantina la trata como "la fuente perpetuamente manante del amor, el templo espiritual de la santa gloria de Cristo Nuestro Señor".
En Occidente, se la presenta como el símbolo de la consagración que la Virgen Inmaculada hizo de sí misma al Señor en los albores de su vida consciente.
Este episodio de la Virgen María no se encuentra en los cuatro evangelios. Sí que aparece, por el contrario, en un libro apócrifo, el “protoevangelio de Santiago”.
Pero, como siempre, quien manda es el pueblo cristiano. Desde siempre la espiritualidad y la piedad popular han estado marcadas y han subrayado la disponibilidad de María la Virgen ante los mandatos e insinuaciones mínimas del Señor Dios.
Por eso, tanto en Occidente como en Oriente esta fiesta tuvo en seguida un éxito resonante entre todos los cristianos.
María estaba destinada a ser un templo vivo de la divinidad. Según este evangelio apócrifo, la escena no puede ser más sencilla:" Ana y Joaquín, en un acto de fe y de cortesía, quisieron darle gracias a Dios por el nacimiento de esta niña".
No pensaron una cosa mejor que consagrársela de por vida. Cuando tenía tres años, la llevaron al Templo, la cogió un sacerdote mediante unas palabras que recuerdan el Magnificat, el himno del Virgen María en acción de gracias por lo que el Señor había hecho con ella.
Esta fiesta data desde el siglo VI.
¡Felicidades a quienes lleven este nombre y las Hermanas de la Presentación de Granada y del mundo!
Por: P. Felipe Santos | Fuente: Catholic.net
Eran soldados de la Legión Tebea. Combatían valientemente durante el imperio que mandaba por aquel tiempo Maximiano.
Eran valientes en la lucha y valientes en confesar su fe en Cristo el Señor.
El clima y el ambiente no les eran propicios. Ya habían visto con sus propios ojos morir a muchos cristianos.
No hay datos exactos de cómo murieron. Sin embargo, a personas de tanto brillo militar y de tanta fama entre los creyentes, fue fácil componerles un teatro o Pasión entre los años 432-450.
Ellos murieron como mártires en el siglo III, es decir cuando las persecuciones arreciaron como nunca.
La Pasión narraba que lograron escapar de la masacre de Agaunum.
Su fuga no pasó desapercibida. La policía militar los cogió en seguida. Los llevaron presos a Turín.
También se escaparon de la prisión. Empezaron a caminar por lugares inhóspitos. Y ya esta vez, fueron enviados a la muerte por su fe en Dios único y verdadero.
Los turineses le levantaron pronto un templo en su honor. Este templo se convertiría más tarde, por mandato del obispo Gezone, en un monasterio benedictino.
Cuando los franceses ordenaron la demolición del monasterio en 1536, los tres cuerpos fueron llevados a la Consolata y finalmente a la iglesia de los mártires, en la que están hoy en día.
Huérfano a temprana edad fue a vivir con su tío, el obispo de Utrecht. Siguió sus estudios en la escuela de la catedral de Hildesheim y luego en Mainz.
Luego de ser ordenado en Mainz fue designado como capellán imperial y tutor de quien llegaría a ser el emperador Otto III.
Obispo de Hildesheim desde el 993 hasta el 1020, alentó las artes, encargando pinturas y esculturas religiosas, reconstruyendo los edificios existentes y construyendo otros nuevos.
Mandó hacer ornamentos para los altares realizados a mano en oro y plata. Por todo esto es el patrono de las artes de la cosntrucción: arquitectura, orfebrería, pintura y escultura.
Su período se caracterizó por la paz, y alrededor del año 1020 se retiró a un convento Benedictino para pasar sus últimos días en oración.
En la iconografía se lo representa con su vestimenta de obispo haciendo un caliz o una cruz con un martillo de orfebre, y rodeado de herramientas.
Abrazó la vida monástica y después la de anacoreta.
Más tarde, peregrinando, se detuvo bastante tiempo en Tesalónica, y finalmente se afincó en Constantinopla, donde, luchando fuertemente en defensa de las imágenes sagradas, entregó su alma al Señor (s. IX).
Sus reliquias son beneradas hoy en tierra romana.
Pasó su juventud entregado a la piedad y al estudio, aunque después enfrió un poco en su vida de piedad.
En 1853 ingresó en la carrera militar y muy pronto escaló altos cargos en la misma, que desempeñó con gran competencia.
Se entregó a las obras de piedad y de caridad. Alejandro II de Rusia lo elogió grandemente. Se levantó para defender a su patria y, apresado, llevó una vida de mucha oración y penitencia.
Fue deportado a los campos de Siberia, donde pasó en trabajos forzados cuatro años. Iba madurando en la fe. Después fue confinado a otros campos más benignos.
Sus compañeros quedaban admirados de su virtud, caridad y paz. Le consultaban y acudían a él como a un santo. Fue el preceptor del duque Augusto y le acompañó a varias naciones de Europa.
A los 42 años dijo adiós al mundo y pidió al provincial de Austria ser carmelita teresiano (1877), cambiando su nombre por el de Rafael de San José. En Polonia se ordenó sacerdote el 15.1.1882.
Trabajó con todas las fuerzas de su alma para extender su Orcien en Polonia. Fue vice-maestro de novicios, prior y vicario provincial y fundó el convento de Wadowice en 1892, donde desarrolló un fecundo apostolado.
En esta ciudad nació en 1920 el papa Juan Pablo II y por el afecto que sentía a los carmelitas y la veneración de los restos de este venerable carmelita, intentó Karol Woyti la, por dos veces, ser religioso carmelita.
Murió santamente el 15.11.1907.
El papa Juan Pablo II lo beatificó en su misma patria el 22 de Junio de 1983. Fue canonizado por el mismo Papa el 17 de noviembre de 1991 en la Basílica Vaticana.
A los siete años fue Matilde a la escuela del convento, entró más tarde en la Orden y se convirtió en directora de la escuela del convento.
Son conocidas sus grandes dotes musicales. Se convirtió en primera cantante en el coro litúrgico, sacristana, bibliotecaria, a ella le fueron confiados los valiosos escritos, copias y pinturas de libros.
Su principal obra se llama "Libro de la corriente de alabanza", en el cual Matilde de Hackeborn escribe: "Yo soy más fácil de alcanzar que cualquier otra cosa ni un hilo ni una astilla, nada es tan pequeño y tan inferior que uno pudiera atraerlo a sí con un simple acto de la voluntad. A Mí en cambio, puede el ser humano llevarme a sí con su simple voluntad".
Nació a finales del siglo XIII en Mantua, Italia.
Fraile dominico en Mantua, Doctor en Teología título que obtuvo en la universidad de París, sacerdote y amigo personal y hermano de la Orden de los Predicadores de Nicolás Boccasino, quien más tarde se convirtió en el Papa Benedicto XI y para quien Santiago realizó varias misiones.
Fue nombrado Obispo de Mantua en 1303, y ganó fama por su contino servico para con los más pobres, la reconstrucción de su catedral y de muchas iglesias.
Fue en estos tiempos en los que Dante escribió su más famosa novela. Había unas terribles luchas entre los Güelfos, que eran acérrimos enemigos del gran escritor.
Los de su ciudad lo llamaban su padre.
Estuvo en la coronación de Enrique VII en Milán y participó en el concilio de Vienne (Francia).
Sus 28 años de obispo se pueden definir como el obispo de la caridad.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!
Martirologio Romano: En Madrid, en España, beatas María del Refugio (María Gabriela) Hinojosa y Naveros y cinco compañeras, vírgenes de la Orden de la Visitación de Santa María y mártires, que en la encarnizada persecución permanecieron encerradas en el monasterio, pero, apresadas traidoramente por los milicianos, fueron fusiladas, saliendo así al encuentro del Señor († 1936).
Fecha de beatificación: 10 de mayo de 1998 por S.S. Juian Pablo II
Sus nombres son:
Teresa María (Laura) Cavestany y Anduaga,
Josefa María (María del Carmen) Barrera e Izaguirre,
María Inés (Agnes) Zudaire y Galdeano,
María Angela (Martina) Olaizola y Garagarza y
María Gracia (Josefa Joaquina) Lecuona y Aramburu, y
Breves Biografías
María del Refugio nació en Alhama de Granada en 1872. Huérfana desde niña, a los 19 años ingresó en la Visitación. En 1894 hizo su profesión y tomó el nombre de María Gabriela. Muy amante de la Orden, fue un modelo de monja salesa. Pasó por todos los empleos y en 1929 fue elegida superiora del convento de la Visitación de Madrid hasta 1936. Era de carácter jovial, y se esmeró en dar gusto a todas. Supo mantener unida a todas sus hermanas que permanecieron en Madrid, siempre con una infinita fe en la Providencia. Manifestó en repetidas ocasiones que perdonaba a los enemigos.
En 1936 al estallar la revolución, la Comunidad parte para Oronoz (Navarra), y Hermana Gabriela queda en Madrid, como superiora del grupo, para cuidar del Monasterio junto con otras Hnas. Las últimas palabras suyas que se conservan son: «Estamos rezando, dando gracias a Dios porque nos ha llegado la hora». Toda su vida fue de alabanza a Dios por todo lo que le había concedido.
Laura nació en Puerto Real, Cádiz en 1988. Intentó ser carmelita, pero al final se decidió por la Visitación de Madrid, donde ingresó en 1914. Hizo su profesión religiosa en 1916. Al tomar el hábito recibe el nombre de Teresa María, y feliz escribe: «No tengo más que un solo deseo, insaciable, inmenso. ¡el deseo, la sed de Dios! ¡Sólo Dios!». Tenía un fuerte carácter con el que tuvo que luchar toda su vida. Tenía una gran facilidad de palabra y alma de poeta. Era bondadosa, cariñosa con todos. En el convento fue la ecónoma y siempre estuvo al servicio de la comunidad.
María del Carmen nació en El Ferrol, La Coruña en 1881. Tenía una piedad profunda, en la que desataca su amor a la Eucaristía, devoción que desarrolló junto al beato D. Manuel González, como María de los Sagrarios. Ingresó en el monasterio de la Visitación de Madrid en 1918, y pronunció sus votos en 1919recibiendo el nombre de Josefa María. Era muy humilde y decía que no “tenía madera de mártir”. Se ofreció para fundar en un país de misión, pero esta fundación no se llevó a cabo. Era abnegada, cariñosa, pero firme. Durante muchos años fue la enfermera de la comunidad.
Le costó permanecer en Madrid, cuando la comunidad marchó a Navarra, aceptó la voluntad de Dios. En 1936 fue escogida por la superiora para permanecer en Madrid, entre el grupo de las siete Hermanas. Su familia deseaba llevarla a casa, pero ella rehúsa porque ha dicho con sus compañeras: «Hemos prometido a Jesús las siete unidas no separarnos. Si por derramar nuestra sangre se ha de salvar España, pedimos al Señor que sea cuanto antes». Al principio de su vida había dicho: «Yo no tengo madera de mártir».
Agnes nació en Echávarri, valle de Allín (Navarra) en 1900. A los 19 años ingresó en el monasterio de la Visitación de Madrid tomando el nombre de María Inés. Allí se mostró siempre activa, respetuosa y servicial. Acostumbraba a ir a Dios en todo y a sobreponerse cuando algo la contrariaba. Era muy cumplidora de su deber, era tímida, incluso miedosa.
La situación se complica en 1936 y la Comunidad vuelve a Oronoz, Hna. Maria Inés a pesar de su cobardía, pues tiene miedo, acepta quedarse entre el grupo y les dice a sus Hermanas que parten: «Pidan mucho por nosotras, puede ser que nos maten». Fue levantada violentamente de la cama donde estaba a causa de una fiebre muy alta y salió con valentía camino del martirio, junto a sus hermanas.
Martina nació en Azpeitia, Guipuzcoa en 1893. En 1918 ingresó en el monasterio de la Visitación de Madrid, como hermana externa y tomó el nombre de María Ángela. Hizo su profesión perpetua en 1934. Era una mujer prudente, paciente, abnegada, caritativa, humilde, trabajadora, y siempre al servicio de sus hermanas. Se hizo querer por todas, y se reía ante sus equivocaciones al hablar el castellano, lengua que desconocía al ingresar en el convento. Tenía una gran devoción al Corazón de Jesús.
Como es una Hna. inteligente y humilde sus superioras la designan para permanecer en Madrid durante el exilio de la Comunidad, en este tiempo tiene el consuelo de ver a su sobrino Justo, que extrañado de ver la paz de su tía se empeña en llevarla a casa, lejos del peligro, pero ella le dice «Mi puesto esta aquí, después, que se cumpla la voluntad de Dios».
Josefa Joaquina nació en Oyarzun, Guipúzcoa, en 1897. Dicen de ella que era muy inteligente, con mucho sentido de la responsabilidad y un gran sentido del humor. Tenía mucha paciencia y se mortificaba para imitar a Jesús. Ingresó como hermana externa en el monasterio de la Visitación de Madrid en 1924, realizó su profesión perpetua en 1934 y tomó el nombre de María Engracia. Se multiplicaba para atender a todas las necesidades y para hacer felices a todas. Destacó por su amor a su vocación religiosa y su gran deseo de adelantamiento espiritual.
Animó con alegría servicial al pequeño grupo de su comunidad, anhelando con verdadera ilusión el martirio. Fueron beatificadas por SS. Juan Pablo II en Roma el 10 de mayo de 1998.