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Martirologio Romano: En la ciudad de Zamora, también en Hispania, san Atilano, obispo, que, siendo monje, fue compañero de san Froilán en la predicación de Cristo por las tierras devastadas por los musulmanes (916).

Fecha de canonización: 1095 por el Papa Urbano II



Pocos datos, y algunos improbables. Pero los ciertos bastan para destacar la personalidad eminente de uno de los obispos españoles de los difíciles años de la Reconquista.

Nace en Tarazona hacia el 850, familia noble. A 15 años está ya en el monasterio. Ordenado sacerdote y dedicado a la pastoral activa, destaca como predicador. Sin embargo, Atilano anhela la vida solitaria de oración y penitencia. Para eso busca un maestro experimentado que es ardua tarea en aquella época ya que, por testimonio de Odilón de Samos que inspeccionó por mandato de Ordoño I la vida eremítica en Galicia, se sabe que había de todo entre los solitarios, incluso eremitas que hacían de espías para el mejor postor. Acertó en la elección: Un monje predicador y al mismo tiempo solitario llamado Froilán, que no era sacerdote, ni amigo de honores y alabanzas.


Ambos se apartan en la montaña del norte de León, cerca de Valdorria y ya estarán juntos siempre... hasta que sean obispos. Con ansias de soledad que pocas veces pudieron disfrutar.


Su fama de santidad y el rumor extendido en la comarca hace que hombres y mujeres de todas partes acudan a la zona del Curueño para escuchar de ellos la Palabra divina.


Por las peticiones insistentes de las gentes del pueblo, se ven obligados a levantar un monasterio en Veseo que llegó a contar en la época de los santos hasta 300 monjes que seguirán la regla de San Fructuoso o San Isidoro.


Fama que llega a toda España. La corte de Oviedo, Alfonso III el Magno colma de honores al abad Froilán y le faculta para construir monasterios en su reino. Era la hora de impulsar la labor colonizadora soñada. Las fronteras del reino astur-leonés llegaban hasta la línea del Duero. Zamora, Toro y Simancas son fortalezas que vigilan los posibles asaltos árabes al reino cristiano. Las tierras fronterizas a ambos lados del río estaban despobladas y devastadas por los reyes asturianos. Lo exigía así la táctica militar. Pero había que ir empujando la frontera más abajo y en la zona del Duero era preciso levantar los poblados destruidos y explotar las tierras abandonadas. Esta preocupación regia hermanaba con el deseo evangelizador de Friolán y Atilano: los monasterios podrían ser la fuerza cohesiva capaz para la colonización. El monasterio había de ser una organización a cuyo amparo se acogieran las gentes, enseñaran las artes de la paz e infundiera el espíritu de cruzada en la guerra de reconquista.


Cuando se asientan las posiciones fronterizas por la derrota de Almondhir, cerca de Benavente o de Zamora, se comienza su reedificación y repoblación. Los santos Froilán y Atilano fundan el monasterio doble de San Salvador de Tábara, que llega a reunir hasta 600 religiosos, hombres y mujeres, con separación completa, sometidos a severa disciplina.


Esto facilita la labor colonizadora y cultural, además de religiosa. Los campos se roturan y cultivan al abrigo del monasterio donde se alaba a Dios, se reza, se estudia, se copian libros hasta llegar a ser en siglo X, el más refinado escritorio. Allí ejercen los arquitectos, pergamineros, pintores, miniaturistas que elevan el alma, y se desarrollan los oficios y el arte.


Y a orillas del Esla fundan otros pequeños cenobios.


Culminan sus fundaciones en Moreruela. Se levanta allí un gran monasterio, en lugar alto y ameno, que alberga a 200 monjes. Luego será enriquecido con privilegios por Alfonso VII, Fernando II, y el Papa Alejandro III y, ya en el siglo XII, cuna del Císter en España. Son contemplativos al tiempo que poseen un dinamismo emprendedor. Fueron consagrados Obispos el mismo día de Pentecostés del año 900. El abad, Froilán, será obispo de León hasta su muerte, en el 905; el prior, Atilano, será el obispo de la repoblada Zamora, gobernándola con sabiduría y bondad hasta el cinco de octubre del 919, que fue su muerte.



11:58 p.m.
Martirologio Romano: Conmemoración de san Plácido, monje, que desde su adolescencia fue discípulos del abad san Benito (s. VI).

Etimológicamente: Plácido = de carácter suave. Viene de la lengua latina.



Una de las maravillas que se siente al escribir estas breves biografías es ver cómo la Iglesia, que nació entre gente sencilla, ha sido y es semilla cultural, espiritual y humana en todo el mundo.

Este joven vivió en pleno siglo VI. Durante más de cinco siglos, los benedictinos lo honraron como un fiel servidor de Dios no siendo ni obispo ni mártir.


San Gregorio Magno, sin embargo, nos enseña en sus magníficos “Diálogos” que desde muy joven fue confiado a san Benito.


Este, llevado de su santidad hecha realidad en sus obras, se lo llevó consigo primeramente a Subiaco y a continuación a Mote Casino, en donde murió plácidamente en su lecho.


Otros benedictinos posteriores, concretamente en el siglo XII, le compusieron una “pasión” (especie de obra teatral para ser representada en las puertas de las iglesias). Estos benedictinos pertenecían a Sicilia y fueron ellos los que comenzaron a considerarlo como un mártir.


Dicen que vino de Monte Casino a Mesina. Aquí – cosa de siempre – los piratas invadieron el monasterio, lo saquearon y sometieron a torturas los monjes.


Al final del siglo XVI, comenzaron a hacerse excavaciones arqueológicas. Y resulta que en Mesina encontraron muchos esqueletos. Una vez estudiados, se atribuyeron a los monjes que habían sido asesinados por los piratas invasores y saqueadores. Quisieron obligarles a apostatar de su en Cristo y, al no cometer semejante injuria contra Dios, les dieron muerte.


Históricamente, es mucho más seguro que Plácido muriera en Monte Casino, pero basta para su gloria la certeza de haber sido uno de los discípulos predilectos del santo de Nursia, de uno de cuyos milagros fue protagonista: Un día san Benito pidió a Plácido, quien era aún un niño, le trajera agua, al cabo de un rato vio en espíritu que un niño se estaba ahogando en el lago y entonces ordenó a Mauro que fuera a salvarle; el monje así lo hizo, obedeciendo tan ciegamente que su fe le permitió andar sobre las aguas, luego el abad y Mauro porfiaron largamente atribuyéndose el uno al otro el mérito de aquel prodigio.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com



11:58 p.m.
Martirologio Romano: En Nüremberg, de Baviera, beato Raimundo delle Vigne o de Capua, presbítero de la Orden de Predicadores, que fue prudente moderador espiritual de santa Catalina de Siena, de la cual compuso una fiel biografía (1399).

Fecha de beatificación: 15 de mayo de 1899 por el Papa León XIII.



Fue un religioso italiano, entró en la Orden de Predicadores (Dominicos) en 1350, en Bolonia. Fue el director espiritual de Santa Catalina de Siena, también fue profesor y superior de varios conventos. Ejerció los cargos de provincial en Lombardía en 1380 y Maestro General de la Orden.

Primeros tiempos en la Orden


Nació en Capua en 1330. Hijo de una de las familias más prominentes de Bolonia, conoció la Orden de Predicadores siendo estudiante universitario, a la que ingresa en 1350, tiempo más tarde contaría que en un sueño, el mismo Santo Domingo de Guzmán lo habría motivado a dar ese paso. Una de sus primeras obligaciones fue la de ser director espiritual de varios conventos de monjas en la región de Montepulciano. Fue uno de los primeros biógrafos de Santa Inés de Montepulciano, que había fallecido unos cincuenta años antes.


En 1367 fue llamado a Roma a fin de ser el superior del convento de Minerva. Enseñó en Santa María Novella, en Florencia, hasta que en 1374 fue enviado a Siena por el Maestro General de la Orden. Allí vivía Santa Catalina de Siena, la gran mística, a quien las autoridades de la Orden estaban lógicamente interesadas en servir, siendo Raimundo nombrado su director espiritual y confesor.


Con Catalina


Raimundo fue un hombre cuidadoso y modesto a pesar de haber sido nombrado para acompañar a una de las mujeres más celebres de ese tiempo. Al principio no demostró gran entusiasmo por su nueva misión, más el trato cotidiano le hizo ver que estaba conociendo a una verdadera santa. Una de sus primeras decisiones fue permitirle recibir la comunión diaria (una práctica muy poco concedida a laicos en ese entonces). Con la llegada de la peste negra a la región, los dos se volvieron incansables compañeros, apoyando y confortando a los enfermos y sus familias. Él mismo cayó enfermo, más con los cuidados y sobre todo las oraciones de Catalina se restableció cuando todos ya lo daban por perdido. Acompañó a Catalina en los últimos seis años que a ella le restaban, fruto de su acción, Catalina le enviaba diariamente docenas de personas para que se confesaran y se convirtieran, lo que le dejaba totalmente exhausto y sin tiempo para nada más. La Orden designó dos monjas para que los ayudaran con esa labor.


El Cisma


Cuando Catalina consiguió convencer al Papa Gregorio XI de regresar a Roma, terminando los setenta años de cautiverio en Avignón, este falleció al poco de su llegada, dando paso a la confusa elección de Urbano VI, algunos cardenales elegirán a Clemente VII. Todo el país, la Iglesia y la propia Orden se dividirán en varias facciones, apoyando a un bando o al otro. Catalina y Raimundo apoyarán al Papa legítimo, Urbano VI. Raimundo fue enviado por éste ante el rey de Francia para establecer negociaciones, pero fue impedido por soldados y populacho que apoyaban a la facción contraria. Catalina lo criticó duramente por haberle faltado el coraje y bravura suficientes para poder realizar aquella misión tan importante ante la cual poco valor tenía la propia vida.


Maestro y reformador


Pocas semanas después de la muerte de Catalina, en 1380, Raimundo fue electo Maestro General de la Orden, por lo menos por aquellos que apoyaban a Urbano VI. Su mandato,

en tales circunstancias fue obviamente muy complejo y difícil. Trató de reunir nuevamente a la dividida Orden, intentando restaurar el sistema de la observancia, una reforma religiosa que apenas pudo triunfar con Santa Teresa de Ávila. Además fue criticado por descuidar el estudio como factor primordial en el carisma dominico, sin embargo su estrategia de introducir en cada provincia al menos un convento reformado, resultó vencedora.


Falleció en Nurembega, en 1399, cuando estaba promoviendo la reforma, siendo posteriormente trasladado a Nápoles. En el quinto centenario de su muerte, el papa León XIII lo beatificó.



12:26 a.m.

Desde muy antiguo, se une el recuerdo de San Petronio a los fieles de Bolonia, quienes comúnmente se denominan "Petronianos", con lo que demuestran eficazmente el afecto que los une a su Santo.


Petronio fue el octavo Obispo de Bolonia y vivió alrededor de la mitad del siglo V. Un siglo doloroso en la historia de Italia, a causa de las guerras, luchas y revueltas ocasionadas por la invasión bárbara.


Justamente en ese tiempo se desarrolla la obra providencial y benéfica del Santo, como la de muchísimos otros Obispos, que en las ciudades, privadas de todo apoyo y presa de todos los depredadores, representaban la única autoridad aceptable y aceptada, en defensa de los bienes tanto espirituales como materiales de sus fieles.


También Petronio, como muchos otros Obispos de aquel tiempo, provenía de la administración pública, ya que fue funcionario e hijo de funcionario. Si dice que nació en España, de padre romano, y También en España fue Prefecto del pretorio. Luego decidió encaminarse hacia el sacerdocio y se radicó en la ciudad de Bolonia hacia el año 430; el Papa Celestino I lo convenció para que ocupara la Cátedra boloñesa.


Bolonia era era entonces diócesis sufragánea de Milán, y los Obispos milaneses eran de gran peso. Uno fue el gran San Ambrosio, que consagró varias iglesias entre las cuales estaba la de los Mártires Vital y Agrícola.


Siguiendo esa línea, el Obispo Petronio costruyó otros edificios sacros, dando nacimiento a ese sugestivo complejo de monumentos que en Bolonia se denomina "las siete iglesias". También hizo construir, alrededor de las "siete iglesias", un barrio entero a imagen de Jerusalén y de sus santuarios, para mejor incentivar en el pueblo el culto a los Santos y la devoción a los sagrados misterios.


Antes de empezar con las iglesias, San Petronio había reconstruido las casas de los boloñeses. Alrededor de las casas, alargó y reforzó los muros de la ciudad. Fue un típico ejemplo de sabiduría, solícito tanto de los bienes espirituales como de los materiales de los fieles, y de la seguridad militar.


Su vida fue espiritualmente intensa, cerca de una comunidad de monjes contemplativos.


Una fuente no comprobada, le adjudica la fundación de la famosa universidad de Bolonia, la primera de Occidente. En el año 1388 se decidió edificar la basílica que lleva su nombre, que se convirtió en una de las más grandes y más bellas de la cristiandad.


San Petronio es el Patrono de la ciudad de Bolonia y de la región de la Emilia. Es invocado por los arquitectos y constructores de los templos y edificios eclesiásticos. Es muy venerado en toda la región italiana de la Emilia-Romana y su basílica es muy visitada.


El nombre: Petronio significa: "Que proviene de la ciudad romana de Pietrosa".


A San Petronio se lo identifica teniendo en sus manos o cerca de él a la ciudad de Bolonia que, como hemos dicho, embelleció con magníficos templos. El Niño Jesús bendice la ciudad italiana, sostenida por los ángeles, desde los brazos de la Santísima Virgen en el Cielo abierto. Lleva los ornamentos propios de los obispos (capa pluvial, mitra y báculo).



12:26 a.m.
Nació en Bellreguart, provincia Valencia, el 10 de abril de 1914, y lo bautizaron el día 14, imponiéndole el nombre de Jaime. Aprendió las primeras letras en las escuelas nacionales de su pueblo, hasta que, a los once años, ingresó en el Seminario menor franciscano de Benissa (Alicante), donde cursó los estudios del bachillerato.

A los 16 años marchó al monasterio de Santo Espíritu del Monte (Gilet-Valencia), donde tomó el hábito franciscano el 25 de agosto de 1930, cambiando el nombre de pila por el de Alfredo. Pasó luego al convento-colegio de Onteniente, también casa de formación franciscana, y allí estudió la filosofía y un curso de teología, haciendo la Profesión solemne en la fecha ya crítica del 5 de julio de 1936.


Dada su corta edad (22 años en el momento de dar la vida) y su condición de estudiante, fray Alfredo no pudo ser conocido sino por sus familiares y sus hermanos en religión, particularmente sus condiscípulos. Estos testigos recuerdan que era de carácter alegre, simpático, cordial y festivo, optimista y buen compañero, respetuoso con los demás. Se distinguió por la firmeza en la fe y en su vocación franciscana.


Cuando estalló la guerra civil española y se agravó la persecución religiosa el 18 de julio de 1936, fray Alfredo Pellicer se encontraba en el convento-colegio de Onteniente. Tres días después los religiosos de esta comunidad se vieron forzados a dispersarse. Fray Alfredo, estudiante de teología, que acababa de hacer la profesión solemne, se refugió en casa de sus padres en Bellreguart, donde vivió algún tiempo con relativa tranquilidad. Los suyos le propusieron estudiar magisterio, pero Fr. Alfredo rechazó esta propuesta, porque deseaba perseverar en su vocación franciscana.


El día 4 de octubre de ese año de 1936 fue detenido y asesinado. Fue conducido, después de la detención, al Comité; allí le hicieron halagüeñas proposiciones si renegaba de la fe, lo que fray Alfredo rechazó siempre con firmeza.


La consumación del martirio tuvo lugar el mismo día 4 de octubre de 1936, hacia las tres de la tarde, en el lugar llamado «La Pedrera», a unos tres kilómetros de Gandía, en dirección a Valencia, cuando tenía 22 años de edad, 6 de hábito franciscano y tan sólo tres meses de profesión solemne.


Es uno de los 232 mártires de españa beatificados por Su Santidad Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001.



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Francisco Xavier Seelos nace el 11 de enero de 1819 en Füssen, en la católica región de Baviera (Alemania). Es bautizado el mismo día en la iglesia parroquial de san Mang. El deseo de ser sacerdote es muy temprano en él, admirado por las cosas del Evangelio. En 1842, tras concluir sus estudios de filosofía entra en el seminario diocesano.

Después de encontrarse con los misioneros Redentoristas, decide ingresar en esta congregación y ponerse al servicio de los inmigrantes de lengua alemana en Estados Unidos. Es recibido en la Congregación de los Misioneros Redentoristas el 22 de noviembre de 1848. Al año siguiente zarpará hacia Estados Unidos desde Le Havre, Francia, para llegar a New York el 20 de abril de 1843.


El 22 de diciembre de 1844, terminado el noviciado y completados sus estudios de teología, Seelos es ordenado sacerdote en la iglesia redentorista de St. James en Baltimore, Maryland, USA. Tras su ordenación, trabaja durante nueve años en la parroquia de Santa Filomena en Pittsburgh, Pennsylvania, primero en calidad de vicepárroco con san Juan N. Neumann (el primer santo de los Estados Unidos de América), superior de la comunidad religiosa redentorista, y, más tarde, durante otros tres años, como párroco siendo ya él mismo Superior de la comunidad. Durante este tiempo, ocupa también el cargo de Maestro de Novicios. Con san Juan Neumann su principal ocupación era predicar misiones en diferentes poblaciones. Seelos comenta así su relación con Neumann: "Me ha introducido en la vida activa", y "me ha dirigido como director espiritual y confesor". Su disponibilidad e innata amabilidad, su atención a las necesidades de los fieles hacen pronto de él una figura bien conocida como confesor experto y director espiritual hasta el punto de que vienen a él también de otras ciudades cercanas.


Fiel al carisma redentorista, lleva un estilo de vida modesto y se expresa con palabras sencillas. La temática de sus predicaciones y homilías, ricas en contenido bíblico, es fácil de entender incluso por la gente más sencilla. Una constante de su pastoral es su empeño por dedicarse a la formación de la fe de los pequeños. No solamente apoya este ministerio, sino que lo cree fundamental para el crecimiento interior de la comunidad cristiana de la parroquia.


En 1854 es trasladado de Pittsburgh a Baltimore y, más tarde, en 1857, a Cumberland. En 1862 lo vemos ya en Annapolis, siempre ocupado en el servicio parroquial y entregado a la formación de los futuros Redentoristas en calidad de Prefecto de Estudiantes Teólogos Redentoristas. También aquí, es fiel a su imagen y continúa siendo pastor, amable y alegre, siempre atento a las necesidades de sus estudiantes y atento también a su formación académica. Se dedica sobre todo a infundir en estos futuros misioneros redentoristas el entusiasmo, el espíritu de sacrificio y el celo apostólico por el bien espiritual y temporal de la gente.


En 1860 es presentado como candidato a Obispo de Pittsburgh. Para el Padre Seelos no era una buena noticia, y pide a Dios y a quien puede que se le libere de esa candidatura. El Papa Pío IX lo dispensa de esta pesada responsabilidad. El Padre Seelos se dedicará del 1863 al 1866 a la vida de misionero itinerante predicando en inglés y en alemán en los estados de Connecticut, Illinois, Michigan, Missouri, New Jersey, New York, Ohio, Pennsylvania, Rhode Island y Wisconsin.


Tras un breve período de ministerio parroquial en Detroit, Michigan, en 1866 es destinado a la comunidad redentorista de New Orleans, Louisiana. También aquí ejerce de párroco de la iglesia de la Asunción de Santa Maria. Es para los fieles un párroco alegre, disponible y singularmente sensible a las necesidades de los más pobres y de los más abandonados. Pero en los planes de Dios este ministerio en New Orleans está llamado a durar poco. En el mes de septiembre, exhausto tras haber visitado y cuidado a las víctimas de una epidemia de fiebre amarilla, contrae la terrible enfermedad. Tras varias semanas de enfermedad, que padece con santa resignación, pasa a la vida eterna el 4 de octubre de 1867 a la edad de 48 años y 9 meses.


Su Santidad el Papa Juan Pablo II proclamó al Padre Seelos Beato en la Plaza de San Pedro, el 9 abril del Solemne Año Jubilar 2000.



11:43 p.m.
Etimología: Juliano = de cabellera abundante y rizada. Viene de la lengua griega.

Juliano fue un monje en el siglo XV. La historia de este beato nos lleva a Sicilia sumida en guerras, en rebeliones y con muchos prisioneros.


El intentó, en medio de tantas dificultades, sembrar la paz y la concordia entre todos.


Y en esta caso, la regla de la paciencia serena fue para él y para los demás la mejor arma de combate.


Fue el primero en lamentarse de los lentos procesos judiciales. El, que era un benedictino de Palermo dela mitad de 1400, luchó con todo el arrojo y la fuerza que salían de corazón lleno de esperanza.


No se quedaba quieto. El apóstol encuentra en la oración la energía necesaria para cumplir con su misión.


Tuvo que enviar cinco delegaciones para tratar la paz con el Sultán de Túnez. El motivo centra era la devolución de los prisioneros cristianos.

El mismo había ido en 1438 y 1452 enviado por el rey de Aragón, Alfonso el Magnánimo.


Logró que las relaciones entre musulmanes y cristianos fueran cordiales.


Era una persona cualificada para este menester..


Había nacido en Palermo y se hizo benedictino porque anhelaba una vida de contemplación y de soledad.


Hizo un hospital con criterios modernos. Tuvo, más tarde, que representar al rey en el parlamento de Palermo. Cuando podía, iba al santuario de Romitello para hacer oración y penitencia. Aquí le vino la muerte en la paz de Dios.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!


Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com



11:43 p.m.
Martirologio Romano: En Montecerignone, de la Romagna, beato Domingo Spadafora, presbítero de la Orden de Predicadores, que trabajó diligentemente en el ministerio de la predicación (1521).

Domingo Spadafora, nació en Randazzo en 1450, de la nobilísima y antiquísima familia Spadafora, oriunda de Costantinopoli, llamada así porque tenía el privilegio de llevar la espada desenvainada en presencia del Emperador. Domingo, despreciando cualquier humana grandeza, decidido honrar y servir al Señor de los Señores entró en la Orden Dominica, en el floreciente Convento de Santa Zita en Palermo, fundado por Pedro Jeremías.


Enviado a Padua para completar sus estudios, si admirables fueron sus progresos en la ciencia, más admirables fueron los adquiridos en la sólida virtud. Conseguido el doctorado, y de regreso en su patria, su santidad y saber no pudieron permanecer escondidos y fue nombrado ayudante del Maestro General.


En una capillita de Monte Cerignone, en el estado de Urbino, había una milagrosa imagen de la Santísima Virgen por la que los habitantes tenían gran veneración; deseando edificar allí una iglesia con religiosos que se dedicasen a la cura espiritual de la población circundante, pensaron en los dominicos.


Se dirigieron al Maestro General para conseguir que se iniciara una obra tan ventajosa para las almas y para la gloria de la Virgen, a la cual la Orden profesa especial devoción. El proyecto se aprobó, y Domingo fue elegido para dirigir la nueva fundación. En 1491 surgieron así la iglesia y el Convento del cual Domingo fue guía hasta su muerte. Para edificación de toda la población, en la ferviente comunidad florecieron las leyes y el espíritu de la Orden.


En todo Montefeltro se lo consideraba a Domingo un santo, y como tal fue venerado después de su muerte, sobrevenida el 21 de diciembre de 1521. Fue sepultado en la iglesia conventual, y en 1545 se encontró su cuerpo incorrupto. Desde 1677 es venerado en la iglesia de Santa Maria in Reclauso en Monte Cerignone.


El Papa Benedicto XV confirmó su culto el 12 de enero de 1912. El 3 de octubre se conmemora el aniversario de la traslación de sus reliquias llevada a cabo en 1677.



11:42 p.m.
Martirologio Romano: En la región de Namur, en Lotaringia, san Gerardo, primer abad del monasterio de Brogne, que él mismo había fundado. Trabajó para instaurar la disciplina monástica en Flandes y Lotaringia, y ayudó a muchos monasterios a recuperar la observancia primitiva (959).

El ejemplarísimo abad san Gerardo, fue hijo de Estancio, varón ilustre de la casa de Haganón, duque de la Austrasia inferior, y de Plectrudis, hermana de Esteban, obispo de Lieja.


Hiciéronle seguir sus padres desde muy joven la carrera de las armas, propia a la sazón de mancebos nobles, y le enviaron a la corte de Berengario conde de Namur; donde resplandeció así por la modestia de sus costumbres, como por la discreción de sus palabras y natural elegancia de su persona.


Cobróle tanto amor el conde, que le llevó a su casa, y se servía de él para muchas cosas de importancia, y así le envió a Francia por su embajador para tratar con el príncipe Roberto un negocio grave que se le ofrecía. Luego que llegó a París, dejando allí sus criados, se fue solo al monasterio de san Dionisio para retirarse en él algunos días; y quedó tan edificado de la virtud de los monjes, y tan aficionado al sosiego y felicidad de la vida religiosa, que determinó dar libelo de repudio a todas las cosas de la tierra, para recogerse a servir a Dios en aquel monasterio.


Trató los negocios a que iba, y volviendo a dar cuenta de ellos al conde Berengario, suplicóle que le diese licencia pata profesar en dicho monasterio: y aunque con mucha dificultad y tristeza del conde, obtuvo su beneplácito. Vistióse pues el hábito de san Benito, y desde luego fue espejo de toda santidad y virtud.


Allí comenzó a estudiar desde las primeras letras como niño, y aprovechó tanto en las humanas y después en las divinas, que a los nueve años de su conversión se ordenó de sacerdote con grande gozo de su espíritu, y aprovechamiento de los otros monjes, de los cuales era tenido en gran veneración. Fue el primer abad del célebre monasterio de Broñá, a cuya iglesia trasladó con gran solemnidad muchas reliquias de santos cuerpos.


Un día vino al monasterio una mujer ciega y pidió que le diesen del agua con que el santo diciendo misa se había lavado los dedos: lavóse con ella los ojos, y luego cobró la vista. Habiendo recibido el marqués Arnulfo, señor de Flandes, de mano del santo la Comunión, se vio enteramente libre de un mal de piedra que le fatigaba mucho, encomendóle el gobierno de todas las abadías que tenía en su estado, y el santo las reformó, y tuvo cargo de diez y ocho monasterios, en los cuales floreció la más perfecta observancia religiosa. Finalmente recogido en su pobre monasterio de Bro ñá, y cargado de días y merecimientos, dio su espíritu al Señor, el cual le ilustró con muchos milagros.


REFLEXIÓN


Siempre han sido las órdenes religiosas semillero de santos, y la vida ejemplar de sus miembros poderoso aliciente para atraer las almas a la virtud. Si no tienes valor, oh cristiano, para despojarte, a imitación de san Gerardo, de las cosas de la tierra (que tarde o temprano te ha de arrebatar la muerte), tenlo al menos para dejarlas con el afecto, poniendo tu principal cuidado en amar y servir a Dios solamente y a todas las de más cosas sólo en Él y por Él. Porque ¿de qué nos aprovechará ganar todo el mundo, si perdemos el alma? Esta máxima bien ponderada hizo de un Javier un apóstol: ésta ha poblado el cielo de santos y ésta debe ser la única norma de todas nuestras acciones. ¡Dichoso quien se guía por ella, pues tiene asegurada su eterna salvación, único negocio para el cual estamos en este mundo, y que nos ha de preocupar seriamente!


ORACIÓN


Rogámoste, Señor, que nos recomiende delante de Ti la intercesión del bienaventurado abad Gerardo, para que alcancemos con su patrocinio lo que no podemos conseguir por nuestros méritos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén



11:42 p.m.
Martirologio Romano: Entre los sajones, dos santos mártires de nombre Ewaldo, uno llamado Negro y el otro Blanco, ambos presbíteros y oriundos de Inglaterra, que,siguiendo el ejemplo de san Willibrordo y sus compañeros, pasaron a evangelizar a los sajones y, habiendo comenzado a predicar a Cristo, fueron apresados por los paganos, consumando el martirio (695).

San Wilbordo y sus once compañeros empezaron la evangelización de Frieslandia en el año 690. Poco después, dos sacerdotes de Nortumbría siguieron el ejemplo de los misioneros y partieron a predicar el Evangelio a los sajones de Westfalia. Ambos habían pasado algún tiempo en Irlanda dedicados a las ciencias sagradas y los dos se llamaban Evaldo. Para distinguirlos, el pueblo los apodaba "el Blanco" y "el Negro", por el color de sus cabellos.


El primero era más versado en la Sagrada Escritura, pero ninguno de los dos cedía ante el otro en devoción y celo. Ambos sacerdotes llegaron a Germania hacia el año 694. Ahí conocieron a cierto personaje que se empeñó en presentarles a su señor, porque los misioneros llevaban algunas noticias que podían interesarle. Dicho Señor feudal los alojó en su casa durante varios días. Los misioneros aprovecharon ese retiro para hacer oración, cantar salmos e himnos y celebrar diariamente el Santo Sacrificio.


Al ver los bárbaros la conducta de los dos predicadores, temerosos de que persuadieran a su señor para que renegase de sus dioses y se convirtiese a la nueva religión, decidieron asesinarlos. A Evaldo el Rubio le degollaron sin más ni más en donde lo encontraron. En cambio, al Moreno le atormentaron largamente con inaudita saña y, antes de matarle, le arrancaron los miembros uno a uno.


Cuando el señor del lugar se enteró de lo sucedido, montó en cólera porque los bárbaros procedieron por su cuenta y ejecutaron a los monjes sin haberles presentado a su juicio. Como represalia, el señor feudal mandó ejecutar a los culpables e incendió la aldea. Los cuerpos de los mártires habían sido arrojados al rio, pero fueron descubiertos gracias al fulgor que despedían. Un monje inglés, llamado Tilmón, recibió aviso de lo que significaba aquel fulgor sobrenatural y les dio honrosa sepultura. San Beda dice que se trataba del río Rin, pero la tradición sitúa el martirio en Aplerbecke, sobre el Embscher, que es un afluente del Rin en las proximidades de Dortmund.


El culto de los dos Evaldos se popularizó inmediatamente. El rey Pepino mandó trasladar las reliquias a la iglesia de San Cuniberto, en Colonia, donde reposan todavía. El Martirologio Romano menciona a los dos Evaldos, que son patronos de Westfallia. San Norberto consiguió algunas reliquias de estos mártires para los premonstratenses, en 1121 i dichos religiosos celebran la fiesta de estos santos.



11:42 p.m.
Martirologio RomanoConmemoración de san Dionisio Areopagita, que se adhirió a Cristo al escuchar al apóstol san Pablo hablando ante el Areópago, y fue primer obispo de Atenas (s. I).

Después del discurso de San Pablo en el Areópago de Atenas, muchos se convirtieron al cristianismo. en los "Hechos de los Apóstoles" (17, 34), se nombra a un tal "Dionisio el Areopagita" convertido por San Pablo con su discurso en el Areópago. Al parecer era miembro del tribunal, y por lo tanto, de la aristocracia ateniense. Y dicen los Hechos, que se convirtió Dionisio el Areopagita "y una mujer llamada Dámaris", según una tradición atribuida a San Juan Crisóstomo, ésta sería la esposa de Dionisio, pero es una suposición sin prueba alguna. En el Martirologio Santa Dámaris figura como Virgen.


Según un escrito posterior, Dionisio y el sofista Apollofanes habrían visto el eclipse del sol el día de la crucifixión y según De divinis nominibus (III, 2) Dionisio habría asistido a la Dormición de la Santísima Virgen.


En una carta de Dionisio, obispo de Corinto, contemporáneo del Papa Sotero, escrita a los atenienses antes de 175, se dice que Dionisio el Areopagita, murió como primer obispo de Atenas.


Una leyenda tardía lo ha confundido con el primer obispo de París, martirizado alrededor de 270. Tal identificación la encontramos en el Martirologio y en el Breviario Romano, el 9 de octubre. Pero en el Vetus Romanum Martyrologium, los dos Dionisios se distinguen claramente uno del otro; el 3 de octubre, en efecto, se lee: "Athenis, Dionysii Areopagitae, sub Adriano diversis tormentis passi, ut Aristides testis est in opere quod de Christiana religione composuit; y el 9 de octubre: "Parisiis Dionysii episcopi cum sociis suis a Fescennino cum gladio animadversi" (PL, CXXIII, col. 171).


La Crónica que lleva el nombre de Lucius Dexter identifica a San Dionisio de París con Dionisio el Areopagita, pero comúnmente se niega la autenticidad de este escrito. El primero que identificó a los dos Dionisios fue Hilduinus, abad de San Dionisio (m. 840), en la "Vita S. Dionysii".


Bajo el nombre de Dionisio el Areopagita, está sitado un escrito, que probablemente un monje siríaco promovido al episcopado, compuso entre 480 y 530 y que obtuvo gran difusión y ejerció gran influencia durante todo el Medioevo: De coelesti hierarchia; De mystica theologia; De ecclesiastica hierarchia; De divinis nominibus, y diez epístolas. Estos textos son mencionados actualmente como escritos por Pseudo Dionisio el Areopagita.



11:20 p.m.
Martirologio Romano: En Lyon, en Francia, beato Antonio Chevrier, presbítero, que instituyó la Obra de la Providencia del Prado, para preparar sacerdotes destinados a enseñar la doctrina cristiana a jóvenes pobres (1879).

Nació en Lión el 16 de abril de 1826 de una familia modesta. A los diecisiete años el joven Antonio sintió la llamada al ministerio sacerdotal. En el primer año de los estudios teológicos pensó seriamente ingresar en el Instituto de Misiones extranjeras de París. No logró realizar su deseo, pero el anhelo misionero permaneció en él y se manifestó concretamente en el momento de su ordenación sacerdotal, en 1850, cuando aceptó gustoso el nombramiento rechazado por otros, de vicario en la parroquia de San Andrés, en pleno barrio obrero, en medio de los pobres. Allí ejerció un apostolado fructuoso por su caridad inagotable.


La noche de Navidad de 1856, delante del pesebre, recibió la revelación de la divina pobreza y el amor de Navidad, y desde entonces, como perfecto imitador de San Francisco de Asís, vivió una vida cada vez más pobre. Alentado por el santo Cura de Ars aceptó en 1857 el oficio de director espiritual de la “Ciudad del Niño Jesús”, una obra fundada en Lión para niños pobres, que se proponía sobre todo la preparación de los niños para la primera comunión y la acogida de niños abandonados. En 1859 decidió fundar una obra suya en favor de los muchachos marginados. Con la ayuda de Fray Pedro Louat y de Sor Amelia y Sor María compró un gran salón de baile, situado cerca de la parroquia de San Andrés en Lión, que se llamaba “Prado” y que fue el centro de sus obras asistenciales.


A la obra para los muchachos añadió pronto una escuela para clérigos de la cual salieron los sacerdotes que formaron la “Sociedad de los Sacerdotes del Prado”. Antonio Chévrier está ciertamente entre los primeros en tomar conciencia de la apostasía de las masas y del riesgo que corría el sacerdote permaneciendo lejos de los pobres. Por eso quiso “sacerdotes pobres entre los pobres”, verdaderos testigos de Cristo buen samaritano y, como él, solícitos sobre todo de la salvación de los hermanos.


Como los grandes apóstoles de la juventud, Antonio meditaba a menudo las palabras de Jesús (Mc 10,14): “Dejad que los niños vengan a mí y no se lo prohibáis, porque de los que son como ellos es el reino de Dios”. “Si no os convertís y no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos (Mt 18,3). “El que acoge a uno de estos mis pequeños, a mí me acoge!”.


En Lión, después de un año de agudos dolores a causa de una úlcera, se durmió en la paz de los santos el 2 de octubre de 1879, a los 53 años. Fue beatificado por Juan Pablo II durante su peregrinación apostólica a Lión el 4 de octubre de 1986.



11:20 p.m.
Martirologio Romano: En Fianarantsoa, en la isla de Madagascar, beato Juan Beyzym, presbítero de la Compañía de Jesús, que ejerció su ministerio junto a los leprosos, a los que prodigó una obra de caridad en favor de sus cuerpos y de sus espíritus (1912).

Nacido en Beyzymy Wielkie (actualmente Ucrania), el 15 de mayo de 1850 y murió el 2 de octubre de 1912, en en Fianarantsoa, Madagascar, es el apóstol de los leprosos de Madagascar.


Fray Beyzym fue el primer sacerdote en vivir entre las víctimas de la enfermedad de Hansen (lepra) en la historia de la misión de Madagascar.


Apostolado instrucción


Después de que sus estudios secundarios, él entró al noviciado Jesuíta Stara Wies el 10 de diciembre de 1872. Se ordenó el 26 de julio de 1881 en Kraków.


Fray Beyzym trabajó durante 17 años como un educador de jóvenes en las Universidades Jesuítas de Tarnopol y Chyrów. Durante todo este tiempo él estaba discerniendo un llamado de Dios para servir en la difícil misión entre los leprosos en Madagascar. En 1898, cuando tenía 48 años, viajó hacia Madagascar para empezar su apostolado. "Yo sé muy bien", escribió en 1897 a Fray Louis Martin (General en Roma), "lo que es la lepra y lo que debo esperar, pero todo esto no me asusta, al contrario, me atrae."


Misión entre los leprosos en Madagascar


Apenas llegado a Red Island (Madagascar) fue enviado al leprocomio de Ambahivoraka cerca de Antananarivo, donde 150 personas enfermas vivían en abandono casi total en el desierto, lejos de las personas sanas. Vivían en chozas que eran divididas en pequeños cuartos sin piso ni moviliario. No recibían ninguna medicación y vivían, día a día, sin ningún tipo de asistencia. Muchos morían a menudo de hambre en lugar de su enfermedad.


Después de dos semanas en el hospicio, Fray Beyzym escribió en 1899 a Rodolphe de Scorraille, Superior de la Provincia de Champagne y sus misiones, una carta para presentar las condiciones indescriptibles encontró y admite que le pidió al Señor que le ayudara a traer alivio a esta miseria y que lloró en privado por los sufrimientos de estas personas.


Sin embargo, él no se doblegó ante esta realidad. Consagró toda su fuerza, sus talentos como organizador y, sobre todo, su corazón al enfermo. Vivió entre ellos para demostrarles el hecho de que eran seres humanos y que ellos merecían la salvación.


Recolectó dinero y probó ayudándolos de cuanta manera pudo. En aquel momento no existía ninguna medicación eficaz para la enfermedad de Hansen. Sin embargo, Fray Beyzym notó que una comida saludable y la higiene adecuada limitaba el contagio, y que estas dos condiciones juntas impidian progresar a la enfermedad.


Fray P. Sau, testigo ocular, escribió de Fr Beyzym que durante su vida, "sorprendido dolorosamente por la visión de la pobreza extrema de Ambahivoraka, llamó a la caridad de sus compatriotas polacos y pronto pudo aumentar la ración de arroz de sus niños. La mejora en la dieta redujo el número de entierros de 5 o 7 por semana a 5 por año" (La Mission de Madagascar a vol d´oiseau, pp. 62-63).


Otro testigo ocular, Fray A. Niobey, escribió sobre la devoción de Fray Beyzym al cuerpo y alma del enfermo: "Su devoción a sus leprosos era inquebrantable. No poseía nada, pero entregaba lo poco que podía disponer desinteresadamente. Su respuesta a cada objeción siempre era: "Lo que hagas a la menor de mis criaturas a mi me lo haces. Nosotros debemos hacer como los comerciantes de esta tierra: debemos buscar la mayor ganancia" (Carta, junio 3 de 1913).


Respondiendo al provincial que le preguntó sobre las condiciones de trabajar con los enfermos, dijo: "Uno debe estar en unión constante con Dios y debe orar sin la tregua. Uno debe acostumbrarse poco a poco al hedor, aquí nosotros no respiramos el olor de flores sino el olor de putrefacción generado por la lepra en los cuerpos". (Carta, abril 18 de 1901).


Sin embargo, esta "habilidad" no vino en seguida. Fray Beyzym admitió que al principio sentía repulsión a la vista de las víctimas. Varios veces incluso se desmayó.


Su ardiente meta era construir un hospital donde los leprosos se protegerían de la permisividad moral que prevaleció en los hospicios. En 1903 dejó Ambahivoraka para ir a construir un hospital a Marana cerca de Fianarantsoa. Hablando de la inauguración del hospital el 16 de agosto de 1911, Fray J. Lielet, doctor en medicina, dijo "el leprocomio de Fray Beyzym ha sido abierto finalmente.... La construcción y equipamiento de este inmenso hospital en un país donde falta todo era una tarea colosal, pero él completó la tarea. Llegando sin dinero, encontró maneras de colectar miles de francos en Europa (principalmente en Polonia, Austria y Alemania) para semejante distante proyecto, su confianza en la ayuda de Dios era imbatible. La providencia ha realizado casi milagros para él" (Chine, Ceylan, Madagascar, 1912, pág. 94). Él deseaba lograr condiciones de vida más humana para las víctimas de la enfermedad de Hansen.


El hospital todavía existe hoy e irradia amor, esperanza y justicia - las virtudes que hicieron su construcción posible. Desde 1964 pequeñas casas han sido construidas cerca al hospital para alojar a los familiares de los enfermos.


Vida interna, alma de su apostolado.


La vida interna de Fray Beyzym está marcada por una atadura profunda con Cristo y la Eucaristía. La Misa era el centro de su vida; él deploró el hecho que la pequeña iglesia cerca de la misión no tenía ni siquiera un tabernáculo permanente y que durante la estación lluviosa el agua goteaba sobre el altar durante Misa. Él era gran devoto de María y atribuyó sus éxitos a María siendo él tan sólo su instrumento. Era un hombre de acción y un obrero incansable, pero también un hombre de oración - Atribuyó a la oración un papel esencial en su vida apostólica, subrayando su importancia para lograr santidad. Fray Beyzym era un contemplativo en acción en el estilo de San Ignacio de Loyola. Tenía problemas diarios y batalló contra mil cuidados y sufrimientos, pero era sobre todo un hombre de oración. La oración era la fuente de su fortaleza. No teniendo mucho tiempo por la oración callada, oraba todo el tiempo y en todas partes. Repitía a menudo que su oración no merecía mucho la pena y que tenía problema orando. Por esto era qué él les pidió a las monjas Carmelitas que oraran para él.


Fué beatificado por Su Santidad Juan Pablo II el 18 de agosto del 2002, en Kraków, Polonia



11:20 p.m.
San Eleuterio, mártir

En Nicomedia, de Bitinia, san Eleuterio, mártir (s. III/IV).


San Beregiso, abad


En Andage o Andain, en los bosques de Ardennes, en Austrasia, san Beregiso, abad, que fundó en este lugar un monasterio de canónigos regulares, el cual presidió con fidelidad (c. 725).


San Teófilo, monje


En Constantinopla, conmemoración de san Teófilo, monje, que, por defender el culto de las santas imágenes, fue torturado cruelmente por el emperador León el Isáurico y después exiliado (795).


San Ursicino, abad y obispo


En la Recia, san Ursicino, obispo de Chur (Coira) y primer abad del monasterio de Disentis, que él mismo había fundado (s. VIII).


Beatos Luis Yakichi y Lucía, Andrés y Francisco, mártires


En Nagasaki, en Japón, beatos Luis Yakichi y Lucía, esposos, junto con sus hijos Andrés y Francisco, mártires, que murieron por Cristo. La madre y los hijos fueron degollados en presencia del padre, y éste fue quemado vivo (1622).


Beato Jorge Edmundo René, presbítero y mártir


En el mar frente a Rochefort, en el litoral norte de Francia, en una vieja nave anclada, beato Jorge Edmundo René, presbítero y mártir, que, siendo canónigo de Vézelay, durante la Revolución Francesa fue encarcelado por su condición de sacerdote, muriendo víctima de tuberculosis (1794).


Beatos Francisco Carceller, religiosos presbíteros y mártires


Cerca de Castellón, en el levante español, beatos Francisco Carceller, de la Orden de los Clérigos Regulares de las Escuelas Pías, e Isidoro Bover Oliver, de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, presbíteros y mártires, que, durante la persecución, en odio al sacerdocio fueron fusilados junto al muro del cementerio, consumando así su martirio (1936).




Beata María Antonina Kratochwil, religiosa mártir


En la ciudad de Stanislanòw, de Polonia, beata María Antonina Kratochwil, virgen, de la Congregación de las Hermanas de las Escuelas de Nuestra Señora y mártir, que, durante la guerra mundial, fue encarcelada por su fe y murió a causa de las torturas soportadas por Cristo (1942).



11:37 p.m.
La Iglesia le dedica este día para que la conozcamos y tratemos de imitar sus virtudes de delicadeza y pefección en las cosas pequeñas.

Hay dos santas con el mismo nombre: Santa Teresita del Niño Jesús o de Lisieux y Santa Teresa de Ávila (15 de Octubre). Ambas fueron monjas carmelitas, nos dejaron una autobiografía y son santas doctoras de la Iglesia.


María Francisca Teresa (Santa Teresita del Niño Jesús o de Lisieux) nació el 2 de Enero de 1873 en Francia. Hija de un relojero y una costurera de Alençon. Tuvo una infancia feliz y ordinaria, llena de buenos ejemplos. Teresita era viva e impresionable, pero no particularmente devota.


En 1877, cuando Teresita tenía cuatro años, murió su madre. Su padre vendió su relojería y se fue a vivir a Lisieux donde sus hijas estarían bajo el ciudado de su tía, la Sra. Guerin, que era una mujer excelente. Santa Teresita era la preferida de su padre. Sus hermanas eran María, Paulina y Celina. La que dirigía la casa era María y Paulina que era la mayor se encargaba de la educación religiosa de sus hermanas. Les leía mucho en el invierno.


Cuando Teresita tenía 9 años, Paulina ingresó al convento de las carmelitas. Desde entonces, Teresita se sintió inclinada a seguirla por ese camino. Era una niña afable y sensible y la religión ocupaba una parte muy importante de su vida.


Cuando Teresita tenía catorce años, su hermana María se fue al convento de las carmelitas igual que Paulina. La Navidad de ese año, tuvo la expeirencia que ella llamó su “conversión”. Dice ella que apenas a una hora de nacido el Niño Jesús, inundó la oscuridad de su alma con ríos de luz. Decía que Dios se había hecho débil y pequeño por amor a ella para hacerla fuerte y valiente.

Al año siguiente, Teresita le pidió permiso a su padre para entrar al convento de las carmelitas y él dijo que sí. Las monjas del convento y el obispo de Bayeux opinaron que era muy joven y que debía esperar.


Algunos meses más tarde fueron a Roma en una peregrinación por el jubileo sacerdotal del Papa León XIII. Al arrodillarse frenta al Papa para recibir su bendición, rompió el silencio y le pidió si podía entrar en el convento a los quince años. El Papa quedó impresionado por su aspecto y modales y le dijo que si era la voluntad de Dios así sería


Teresita rezó mucho en todos los santuarios de la peregrinación y con el apoyo del Papa, logró entrar en el Carmelo en Abril de 1888. Al entrar al convento, la maestra de novicias dijo; “ Desde su entrada en la orden, su porte tenía una dignidad poco común de su edad, que sorprendió a todas las religiosas.” Profesó como religiosa el 8 de Septiembre de 1890. Su deseo era llegar a la cumbre del monte del amor.


Teresita cumplió con las reglas y deberes de los carmelitas. Oraba con un inmenso fervor por los sacerdotes y los misioneros. Debido a esto, fue nombrada después de su muerte, con el título de patrona de las misiones, aunque nunca habia salido de su convento.


Se sometió a todas las austeridades de la orden, menos al ayuno, ya que era delicada de salud y sus superiores se lo impidieron. Entre las penitencias corporales, la más dura para ella era el frío del invierno en el convento. Pero ella decía “Quería Jesús concederme el martirio del corazón o el martirio de la carne; preferiría que me concediera ambos.” Y un día pudo exclamar “He llegado a un punto en el que me es imposible sufrir, porque todo sufrimiento es dulce.”


En 1893, a los veinte años, la hermana Teresa fue nombrada asistente de la maestra de novicias. Prácticamente ella era la maestra de novicias, aunque no tuviera el título. Con respecto a esta labor, decía ella que hacer el bien sin la ayuda de Dios era tan imposible como hacer que el sol brille a media noche.


Su padre enfermó perdiendo el uso de la razón a causa de dos ataques de parálisis. Celina, su hermana, se encargó de cuidarlo. Fueron unos año difíciles para las hijas. Al morir el padre, Celina ingresó al convento con sus hermanas.


En este mismo año, Teresita se enfermó de tuberculosis. Quería ir a una misión en Indochina pero su salud no se lo permitió. Sufrió mucho los últimos 18 meses de su vida. Fue un período de sufrimiento corporal y de pruebas espirituales. En junio de 1897 fue trasladada a la enfermería del convento de la que no volvió a salir. A partir de agosto ya no podía recibir la Comunión debido a su enfermedad y murió el 30 de Septiembre de ese año. Fue beatificada en 1923 y canonizada en 1925. Se le presenta como una monja carmelita con un crucifijo y rosas en los brazos. Ella decía que después de su muerte derramaría una lluvia de rosas.

El culto a esta santa comenzó a crecer con rapidez. Los milagros hechos gracias a su intercesión atrajeron a atención de los cristianos del mundo entero.


Escribió el libro “Historia de un alma” que es una autobiografía. Escribe frases preciosas como éstas en ese libro: “Para mí, orar consiste en elevar el corazón, en levantar los ojos al cielo, en manifestar mi graitud y mi amor lo mismo en el gozo que en la prueba.”; “Te ruego que poses tus divinos ojos sobre un gran número de almas pequeñas.” Teresita se contaba a sí misma entre las almas pequeñas, decía “Yo soy un alma minúscula, que sólo puede ofrecer pequeñeces a nuestro Señor.”


¿Qué nos enseña Santa Teresita?


Nos enseña un camino para llegar a Dios: la sencillez de alma. Hacer por amor a Dios nuestras labores de todos los días. Tener detalles de amor con los que nos rodean. Esta es la “grandeza” de Santa Teresita. Decía: “Quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra.”El secreto es reconocer nuestra pequeñez ante Dios, nuestro Padre. Tener una actitud de niño al amar a Dios, es decir, amarlo con simplicidad, con confianza absoltua, con humildad sirvendo a los demás. Esto es a lo que ella llama su “caminito”. Es el camino de la infancia espiritual, un camino de confianza y entrega absoluta a Dios.


Nos enseña a servir a los demás con amor y perfección viendo en ellos a Jesús. Toda su vida fue de servicio a los demás. Ser mejores cada día con los demás en los detalles de todos los días.


Nos enseña a tener paciencia ante las dificultades de la vida. Su enfermedad requi-rió de mucha paciencia y aceptación. Sólo estando cerca de Dios el sufrimiento se hace dulce.


Nos enseña a tener sentido del humor ante lo inevitable. Dicen que durante la meditación en el convento, una de las hermanas agitaba su rosario y esto irritaba a Santa Teresita. Decidió entonces en lugar de tratar de no oir nada, escuchar este ruido como si fuera una música preciosa. En nuestras vidas hay situaciones o acciones de los demás que nos molestan y que no podemos evitar. Debemos aprender a reirnos de éstas, a disfrutarlas por que nos dan la oportunidad de ofrecer algo a Dios.


Nos enseña que podemos vivir nuestro cielo en la tierra haciendo el bien a los que nos rodean. Actuar con bondad siempre, buscando lo mejor para los demás. Esta es una manera de alcanzar el cielo.


Nos enseña a ser sencillos como niños para llegar a Dios. Orar con confianza, con simplicidad. Sentirnos pequeños ante Dios nuestro Padre.


Oración

Virgen María y Santa Teresita, ayúdenme a tener más amor a Dios para servir mejor a los que me rodean.


Si quieres saber más de la vida de Santa Teresa del Niño Jesús en corazones.org encontrarás un sitio hermoso para seguir consultando


Consulta también Una mujer ¿Puede ser el corazón de la Iglesia?


Teresa del Niño Jesús, Santa


Luis y Celia, padres de Santa Teresita



11:37 p.m.
Martirologio Romano: En Saronno, cerca de Varese, en la Lombardía, de Italia, beato Luis María Monti, religioso, quien, a pesar de mantener su condición laical, instituyó los Hijos de María Inmaculada, congregación que dirigió con espíritu de caridad hacia los pobres y los necesitados, ocupándose especialmente de los enfermos y huérfanos, y trabajando en favor de la formación de los jóvenes (1900).

Etimología: Luis = aquel que es famoso en el combate, viene del germánico


Fecha de beatificación: Fue beatificado por S.S. Juan Pablo II el 9 de noviembre de 2003.



Corría el siglo XIX y el agnosticismo cundía entre las gentes. Fue entonces cuando el Espíritu Santo inspiró a varios hombres y mujeres excepcionales, enriquecidos con el carisma de la “asistencia” y de la “acogida”, para que el amor al prójimo convenciese al hombre escéptico y positivista a creer en Dios-amor.

El Padre Luigi Monti, beato de la caridad, pasó a engrosar las filas de fieles sumidos en el Espíritu Santo. Dio fe del amor al prójimo bajo la insignia de la Inmaculada: la Mujer que nó conoció el pecado, símbolo de la liberación de todos los males.


Luigi Monti, religioso laico, a quien sus discípulos veneraban llamándole “padre” debido a su irrebatible paternidad espiritual, nació en Bovisio, el 24 de julio de 1825, el octavo de una familia con once hijos. Huérfano de padre a los 12 años, se hizo carpintero para ayudar a su madre y a sus hermanos pequeños. Joven apasionado, reunió en su taller a muchos artesanos de su edad así como a campesinos para dar vida a un oratorio vespertino. El grupo se denominó la Compañía del Sagrado Corazón de Jesús, pero el pueblo de Bovisio no tardó en apodarlo “La Compañía de los Hermanos”.


Dicha compañía se caracterizaba por la austeridad de vida, la dedicación al enfermo y al pobre, por el tesón para evangelizar a los que se hallaban alejados del camino. Luigi capitaneaba el grupo. En 1846, a los 21 años de edad, se consagró a Dios y emitió votos de castidad y obediencia en manos de su padre espiritual. Fue un fiel laico consagrado a la Iglesia de Dios, sin convento y sin hábito. Sin embargo, no todo el mundo supo acoger el don que el Espíritu había infundido en él De hecho, algunas personas del pueblo junto al párroco, se opusieron de forma rastrera e implacable, lo cual desembocó en una denuncia calumniosa en la que se le acusaba de conspiración politica contra la autoridad austríaca de ocupación. En 1851, Luigi Monti y sus compañeros fueron encarcelados en Desio (Milán) y fueron puestos en libertad gracias a un proceso verbal que, sin embargo, no se celebró hasta pasados 72 días de cárcel.


Dócil con su padre espiritual, el sacerdote Luigi Dossi, entró con él en la congregación de los “Hijos de María Inmaculada” que el beato Ludóvico Pavoni había fundado hacía cinco años. Se quedó seis años de novicio. Este tiempo supuso para Luigi Monti un periodo de transición, en el que se enamoró de las constituciones de Pavoni, se ejercitó como educador y aprendió la teoría y la práctica de la profesión de enfermero que puso al servicio de la comunidad y de los afectados por el cólera durante la epidemia de 1885, encerrándose voluntariamente en la leprosería local.


A los 32 años, Luigi Monti todavía estaba buscando la realización concreta de su vocación. En una carta con fecha de 1896, cuatro años antes de fallecer, evocó la noche del espíritu, vivida en este periodo:


“Transcurría horas ante Jesús Sacramentado. Y, sin embargo, eran horas sin pizca de rocío celestial. Mi corazón permanecía árido, frío, insensible.


Estaba a punto de abandonarlo todo cuando, de repente mientras me hallaba en mi celda, y sentí una voz en mi fuero interno, clara y comprensible, que me decía: “Luigi, dirígete al sagrario de la iglesia y expónle tus tribulaciones de nuevo a Jesús Sacramentado”.


Así que haciendo caso de la inspiración, me voy para allá, me arrodillo y al cabo de poco !maravilla! veo a dos personajes con forma humana. Los conozco. Son Jesús y su Madre Santísima. Se me acercan y me dicen en voz alta: “Luigi, te queda mucho que sufrir todavía, te quedan luchas mayores que librar. Sé fuerte. Saldrás vencedor de todo. Nuestra ayuda poderosa no te faltará nunca. Sigue el camino que empezaste”. Sí, dieron, y desaparecieron.


Inspirado en el testimonio de caridad de la santa Crocifissa Di Rosa, el sacerdote Luigi Dossi planteó a Monti la idea de crear una “Congregación para el servicio de los enfermos” en Roma. Luigi Monti aceptó y sugirió llamarla “Congregación de los Hijos de la Inmaculada Concepción”. Varios amigos suyos de la época de la “Compañía” compartieron dicha idea y, además, se sumó un joven enfermero experto y muy apasionado, llamado Cipriano Pezzini.


Una fundación en la Roma de Pío IX no era cosa sencilla y menos todavía en uno de los hospitales más famosos de Europa, el hospital de Santo Spirito. Mientras tanto, los capellanes capuchinos, en el seno de dicho hospital iniciaron una asociación de terceros de San Francisco para la asistencia corporal a los enfermos.


Cuando Luigi Monti llegó a Roma, en 1858, halló una realidad distinta a la que se imaginaban tanto él como su amigo Pezzini, quien le precedió para entablar las negociaciones que eran menester con el Comendador, máxima autoridad del hospital.


Comprendió que Dios, en ese momento, lo quería sencillamente como el “Hermano Luigi de Milán”, enfermero del hospital Santo Spirito. De manera que solicitó humildemente formar parte del grupo organizado de los PP. Capuchinos. Al principio, se encargó de todos los servicios reservados en la actualidad al personal sanitario asistente, y posteriormente la tarea de flebotomiano, tal y como consta en el diploma que le concedió la Università La Sapienza di Roma.


En 1877, por designación unánime de sus congregantes, Pío IX le encomendó capitanear “su propia” Congregación y así siguió hasta su muerte.


Pío IX prefirió desde un primer momento la Congregación de los Hijos de la Inmaculada Concepción tanto por su gran anhelo de ver bien asistidos a los enfermos de los hospitales romanos como por el hecho de que llevaba el nombre de la Inmaculada.


Convertido en Superior general, Luigi Monti preparó para la Congregación un código de vida que reflejaba las experiencias para las que el Espíritu de Dios le había conducido. Y la comunidad de Santo Spirito, gracias al ánimo que infundió, vivió la “apostolica vivendi forma” de los Hijos de la Inmaculada Concepción. Los Hermanos nutriéndose con la Eucaristía y la meditación del privilegio de la “Completamente Pura”, se dedicaron a la asistencia de forma heroica. En los hospicios en masa por epidemias de malaria, de tifus o tras episodios bélicos, los Hermanos no dudaban en prestar su propio colchón. Se declaraban todos ellos dispuestos a asistir a los enfermos de todas las formas de enfermedad, se les enviase a donde se les enviase. Luigi Monti constituyó otras pequeñas comunidades en la zona norte de la región del Lacio, en donde él mismo había trabajado anteriormente brindando servicios médicos de todo tipo asó como en calidad de enfermero itinerante por los caseríos desperdigados en el campo de Orte, en la provincia de Viterbo.


En 1882, recibió en Santo Spirito la visita de un monje cartujo que declaró haber recibido de la Virgen Inmaculada la inspiración para presentarse ante él. Venía de Desio. El cartujo le presentó un caso límite: se trataba de cuatro sobrinillos suyos, huérfanos de padre y madre. Era una señal del Espíritu de Dios y Luigi Monti amplió su obra asistencial a los menores totalmente huérfanos. Para ellos inauguró una casa de acogida en Saronno. Su principio pedagógico básico se basaba en la paternidad del educador. La comunidad de los religiosos acoge al huérfano como en familia, para “vivir juntos el día”, para crear juntos las perspectivas de inserción en la sociedad con una formación humana y cristiana que sea la base para todas las vocaciones: a la vida civil, a la familia y al estado de consagración especial.


Luigi Monti, laico consagrado, concibió la comunidad de los “Hermanos” no sacerdotes y sacerdotes con igualdad de derechos y de deberes, en la que se elegía como superior al hermano más idóneo. La muerte le halló en Saronno, exánime, casi ciego, con 75 años de edad en 1900. Su proyecto no había recibido todavía la aprobación eclesiástica. La obtuvo en 1904 de Pío X quién aprobó el nuevo modelo de comunidad previsto por el fundador, concediendo el sacerdocio ministerial como complemento esencial para desempeñar una misión apostólica dirigida a todos los hombres, tanto en el servicio de los enfermos como en la acogida de la juventud marginada.


En 1941, el beato Ildefonso Schuster, arzobispo de Milán, inauguró el proceso informativo que se prolongó hasta 1951.


En el año 2001, la Congregación para las Causas de los Santos promulgó el decreto sobre el heroísmo de las virtudes, y en el año 2003 se redactó el decreto que define milagrosa la curación acontecida en 1961 en Bosa (Cerdeña) del campesino Giovanni Luigi Iecle.


Hoy en día, la Congregación de los Hijos de la Inmaculada Concepción, esparcida por todo el mundo, sigue plasmando en las obras de caridad el carisma de acogida paternal y de asistencia llevada a cabo con profesionalidad y entrega total por su fundador, Luigi Monti. Fue beatificado por S.S. Juan Pablo II el 9 de noviembre de 2003.


El 1 de octubre recordamos su ingreso al reino del Señor; S.S. Juan Pablo II decretó que la fiesta liturgica se celebrara el 22 de septiembre.



11:37 p.m.
Martirologio Romano: En Canterbury, en Inglaterra, san Geraldo Edwards, presbítero y mártir, en cual fue ordenado en Francia y, al regresar a su patria, en la persecución durante el reinado de Isabel I, después de un largo encarcelamiento consumó su martirio en el patíbulo. Con él fueron martirizados los presbíteros beatos Roberto Wilcox y Cristóbal Buxton, por su condición sacerdotal, y el beato Roberto Widmerpool, por ayudar a un sacerdote (1588).

El 1 de octubre se recuerda a los mártires que sufrieron en Londres al desatarse la persecución de julio de 1588, como consecuencia, o mejor dicho represalia, de la alarma provocada por las amenazas de invasión de la española y cristiana Armada Invencible. En octubre de ese año hubo una serie de ejecuciones en las provincias: cuatro católicos fueron martirizados en Canterbury:


San Eduardo Campion (Geraldo Edwards): Nació en 1552 en Ludlow, Shropshire, en el seno de una buena familia.Pasó dos años en el Jesus College, de Oxford. Cuando se hallaba al servicio de Gregory, décimo Lord Dacre de el South, se reconcilió con la Iglesia de laque se había alejado. Fue a estudiar a Reims a donde llegó el el 22 de Febrero de 1586, allí donde tomó el nombre de Campion. Fue ordenado subdiácono en Laon, el 18 de Septiembre, diácono en, el 19 de diciembre del mismo año, y sacerdote a principios del año siguiente, en Cuaresma, siendo adjudicado a la Diócesis de Canterbury. Inmediatamente volvió a Inglaterra, siendo arrestado el 18 de marzo de 1587 en Sittingbourne, siendo encarcelado primero en Newgate y luego en Marshalsea. Murió mártir por no querer renegar de la fe, en 1588.


Beato Roberto Wilcox: nació en Chester en 1558. Hizo sus estudios sacerdotales en Reims, a donde llegó el 12 de agosto de 1583. Recibió la tonsura y las órdenes menores el 23 de septiembre del año siguiente. Fue ordenado subdiácono el 16 de marzo, diácono el 5 o 6 de abril, y sacerdote el 20de abril de 1585, recibiendo todas estas órdenes en Reims. fue enviado a la misión inglesa el 7 de enero de 1586. Empezó a trabajar en Kent; pero ese mismo año fue arrestado y encarcelado en Marshalsea. Condenado a muerte, fue ahorcado, arrastrado y descuartizado en las afueras de Canterbury, en el sitio llamado Oaten Hill.


Cristobal Buxton: nació en Tideswell, Derbyshire. Tuvo como profesor en la escuela al Venerable Nicolás Garlick e hizo sus estudios sacerdotales en Reims y en Roma. Fue ordenado sacerdote en 1586 y ejerció su ministerio durante tres años antes de morir martirizado en Canterbury. Tanto el Beato Cristóbal Buxton, como los beatos Roberto Wilcox y Eduardo Campion, fueron condenados por haber vuelto al reino en calidad de sacerdotes. El Beato Cristóbal era el más joven de los mártires. Los verdugos creyeron que conseguirían amedrentarle obligándole a presenciar el martirio de sus compañeros, pero, cuando le ofrecieron la libertad al precio de la apostasía, Cristóbal replicó que prefiriría morir mil veces antes que aceptar tal proposición. En la prisión de Marshalsea escribió un "Rituale", que se conserva todavía como una reliquia. y


Roberto Widmerpool: el cuarto de los mártires de Canterbury, era un laico. Había nacido en Widmerpool, localidad de Nottinghmshire y había hecho sus estudios en el Gloucester Hall de Oxford, donde obtuvo el título de maestro de escuela. Durante algún tiempo, fue tutor de los hijos del conde de Nortumbría. Se le acusó de haber ayudado a un sacerdote al darle refugio en la casadel conde. Antes de ser ahorcado, el beato dio gracias a Dios por haberle concedido el privilegio de morir por la fe en la misma ciudad que Santo Tomás Becket


Otros tres en diferentes ciudades. En Chichester:


Beato Rodolfo Crockett: fue martirizado en Chichester. Nació en Barton-on-the-Hill, en Cheshire. Hizo sus estudios en el Christ´s College, de Cambridge, y en Gloucester Hall de Oxford. Había ejercido en Anglia del este el cargo de maestro de escuela antes de pasar al colegio de Reims para prepararse para servir a Dios como sacerdote. Fue ordenado en 1586 y martirizado dos años después en Chichester


Beato Eduardo James: nació en Breaston, en Derbyshire. Fue educado en el protestantismo en la escuela de Derby y en St. John´s College de Oxford. Después de su conversión, se trasladó a Reims y más tarde a Roma, donde recibió la ordenación sacerdotal de manos de Goldwell de Saint Asaph. Ejerció su ministerio entre sus ciudadanos durante cinco años antes de ser arrestado junto con el Beato Rodolfo Crockett y conducido a la prisión de Londres. Allí ambos permanecieron más de dos años y medio. Después del fracaso de la Armada Invencible, comparecieron ante el tribunal de Chichester, que decidió hacer con ellos un escarmiento.


Y en Ipswich: el Beato Juan Robinson , nació en Ferrensbery, en el Yorkshire. Cuando quedó viudo, pasó a Reims, donde su hijo Francisco estudiaba también para el sacerdocio. Recibió la ordenación sacerdotal en 1585. Fue arrestado en cuanto puso el pie en tierra inglesa. Después de pasar algún tiempo en la prisión de Clink, en Londres, compareció ante el tribunal, que le condenó a muerte. El día en que llegó a Ipswich la autorización oficial para la ejecución (28 de septiembre de 1588), el beato "se llenó de alegría, regaló todo su dinero al portador de la autorización y cayó de rodillas para dar gracias a Dios".



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