Ártículos Más Recientes

10:50 p.m.
Martirologio Romano: En Ronda, en Andalucía, región de España, beato Diego José de Cádiz (Francisco José) López-Caamaño, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, predicador insigne y propugnador intrépido de la libertad de la Iglesia (1801).

Etimológicamente: Diego = Aquel que es instruido, es de origen griego.


Fecha de beatificación: 22 de abril de 1894 por el Papa León XIII.



Treinta años de activísima vida misionera no caben en unas páginas. No es posible reducir a tan breve síntesis la labor de este apóstol capuchino, que, siempre a pie, recorrió innumerables veces Andalucía entera en todas direcciones; que se dirigió después a Aranjuez y Madrid, sin dejar de misionar a su paso por los pueblos de la Mancha y de Toledo; que emprendió más tarde un largo viaje desde Roma hasta Barcelona, predicando a la ida por Castilla la Nueva y Aragón, y a la vuelta por todo Levante; que salió, aunque ya enfermo, de Sevilla y, atravesando Extremadura y Portugal, llegó hasta Galicia y Asturias, regresando por León y Salamanca.

Pero hay que recordar, además, que en sus misiones hablaba varias horas al día a muchedumbres de cuarenta y aun de sesenta mil almas (y al aire libre, porque nuestras más gigantescas catedrales eran insuficientes para cobijar a tantos millares de personas, que anhelaban oírle como a un «enviado de Dios»); que tuvo por oyentes de su apostólica palabra, avalada siempre por la santidad de su vida, a los príncipes y cortesanos por un lado y a los humildes campesinos por otro, a los intelectuales y universitarios y a las clases más populares, al clero en todas sus categorías y a los ejércitos de mar y tierra, a los ayuntamientos y cabildos eclesiásticos y a los simples comerciantes e industriales y aun a los reclusos de las cárceles; que intervino con su consejo personal y con su palabra escrita, bien por dictámenes más o menos públicos, bien por su casi infinita correspondencia epistolar, en los principales asuntos de su época y en la dirección de muchas conciencias; que escribió tal cantidad de sermones, de obras ascéticas y devocionales, que, reunidas, formarían un buen número de volúmenes; que caminaba siempre a pie, con el cuerpo cubierto por áspero cilicio, pero alimentando su alma con varias horas de oración mental al día; y que, si le seguía un cortejo de milagros y de conversiones ruidosas, también supo de otro cortejo doloroso de ingratitudes, de incomprensiones y aun de persecuciones, hasta morir envuelto en un denigrante proceso inquisitorial.


¿Cómo describir, siquiera someramente, tan inmensa labor? La amplitud portentosa de aquella vida, tan extraordinariamente rica de historia y de fecundidad espiritual, durante los últimos treinta años del siglo XVIII, a lo largo y ancho de la geografía peninsular, se resiste a toda síntesis. Sólo de la Virgen Santísima, a la que especialmente veneraba bajo los títulos de Pastora de las almas y de la paz, predicó más de cinco mil sermones. Y seguramente pasaron de veinte mil los que predicó en su vida de misiones, las cuales duraban diez, quince y aun veinte días en cada ciudad.


La misión concreta de su vida y el porqué de su existencia podría resumirse en esta sola frase: fue el enviado de Dios a la España oficial de fines de aquel siglo y el auténtico misionero del pueblo español en el atardecer de nuestro Imperio.


Nuestros intelectuales de entonces y las clases directoras, con el consentimiento y aun con el apoyo de los gobernantes, abrían las puertas del alma española a la revolución que nos venía de allende el Pirineo, disfrazada de «ilustración», de maneras galantes, de teorías realistas. Todo ello producía, arriba, la «pérdida de Dios» en las inteligencias. Luego vendría la «pérdida de Dios» en las costumbres del pueblo. Aquella invasión de ideas sería precursora de la invasión de armas napoleónicas que vendría después.


No todos vieron a dónde iban a parar aquellas tendencias ni cuáles serían sus funestos resultados. Pero fray Diego los vio con intuición penetrante –y mejor diríamos profética–, ya desde sus primeros años de sacerdocio. Por eso escribía: «¡Qué ansias de ser santo, para con la oración aplacar a Dios y sostener a la Iglesia santa! ¡Qué deseo de salir al público, para, a cara descubierta, hacer frente a los libertinos!... ¡Qué ardor para derramar mi sangre en defensa de lo que hasta ahora hemos creído!»


Dios le había escogido para hacerle el nuevo apóstol de España, y su director espiritual se lo inculcaba repetidas veces: «Fray Diego misionero es un legítimo enviado de Dios a España». Y convencido de ello, el santo capuchino se dirige a las clases rectoras y a las masas populares. Entre la España tradicional que se derrumba y la España revolucionaria que pronto va a nacer, él toma sus posiciones, que son: ponerse al servicio de la fe y de la patria y presentar la batalla a la «ilustración». Había que evitar esa «pérdida de Dios» en las inteligencias y fortalecer la austeridad de costumbres en la masa popular. Y cuando vio rechazada su misión por la España oficial (¡cuánta parte tuvieron en ello Floridablanca, Campomanes y Godoy...!), se dirigió únicamente al auténtico pueblo español, con el fin de prepararle para los días difíciles que se avecinaban.


En su misión de Aranjuez y Madrid (1783) el Beato se dirigió a la corte. Pero los ministros del rey impidieron solapadamente que la corte oyera la llamada de Dios. Intentó también fray Diego traer al buen camino a la vanidosa María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV. Pero, convencido más tarde de que nada podía esperar, sobre todo cuando Godoy llegó a privado insustituible de Palacio, el santo misionero rompió definitivamente con la corte, llegando a escribir, más tarde, con motivo de un viaje de los reyes a Sevilla: «No quiero que los reyes se acuerden de mí».


Para cumplir fielmente su misión, el Beato recibió de Dios carismas extraordinarios, que podríamos recapitular en estos tres epígrafes: comunicaciones místicas que lo sostuvieran en su empresa, don de profecía y multiplicación continua de visibles milagros.


Pero Dios no se lo dio todo hecho. Hay quienes, conociéndole sólo superficialmente, no ven en él más que al misionero del pueblo que predica con celo de apóstol, acentos de profeta y milagros de santo. Pero junto al orador, al santo, al profeta y al apóstol, aparece también a cada momento el hombre. También él siente las acometidas de la tentación carnal; también él se apoca y sufre cuando se le presenta la contradicción; también él experimenta dificultades y desganas para cumplir su misión; y aun sólo «a costa de estudio y de trabajo» –dice él– logra escribir lo que escribe. Y a pesar de todo, nada de «tremendismo» en su predicación, como no fuera en contados momentos, cuando el impulso divino le arrebata a ello. Y así, mientras otros piden a Dios el remedio de los pueblos por medio de un castigo misericordioso, «yo lo pido –escribe– por medio de una misericordia sin castigo». Y no se olvide que vivió en los peores tiempos del rigorismo. ¿Y cómo no iba a ser así, si él fue siempre, como buen franciscano y neto andaluz, santamente humano y alegre, ameno en sus conversaciones y gracioso hasta en los milagros que hacía?


Pero el celo de la gloria de Dios y el bien de las almas le dominaron de suerte que ello solo explica aquel perfecto dominio de sus debilidades humanas, aquella actividad pasmosa, lo mismo predicando que escribiendo, y aquel idear disparates: como el deseo de no morir, para seguir siempre misionando; o el de misionar entre los bienaventurados del cielo o los condenados del infierno; o el de marcharse a Francia, cuando tuvo noticias de los sucesos de París en 1793, para reducir a buen camino a los libertinos y forajidos de la Revolución Francesa.


Dícese de Napoleón que, desterrado ya en Santa Elena, exclamaba recordando sus victorias y su derrota definitiva: «La desgraciada guerra de España es la que me ha derribado». Pero esta guerra no la vencieron nuestros reyes ni nuestros intelectuales; la venció aquel pueblo que había recibido con sumisión y fidelidad las enseñanzas del «enviado de Dios». Este pueblo, fiel a la misión de fray Diego, no traicionó a su fe ni a su patria; los intelectuales y gobernantes, que habían rechazado esa misión, traicionaron a su patria, porque ya habían traicionado a su fe.


Sólo Dios puede medir y valorar –como sólo Él los puede premiar– los frutos que produjo la constante y difícil, fecunda y apostólica actividad misionera del Beato Diego José de Cádiz. Describiendo él su vocación religiosa decía: «Todo mi afán era ser capuchino, para ser misionero y santo». Y lo fue. Realizó a maravilla este triple ideal. Su vida fue un don que Dios concedió a España a fines del XVIII. Por la gracia de Dios y sus propios méritos, fray Diego fue capuchino, misionero y santo.



10:50 p.m.
Martirologio Romano: En Faicchio, Italia, Beata María Serafina del Sagrado Corazón de Jesús (en el siglo Clotilde Micheli), fundadora del Instituto de las Hermanas de los Ángeles. ( 1911)

Fecha de beatificación: 28 de mayo de 2011, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI.



Clotilde Micheli nació en Imer (Trento) el 11 de septiembre de 1849, de padres profundamente cristianos, como era costumbre entonces a los tres años, recibió el sacramento de la Confirmación de manos del Príncipe-Obispo de Trento. Monseñor Tschiderer, a los 10 años recibió su Primera Comunión.

A partir de su juventud la vida de Clotilde Michele parece una novela del siglo XIX, en realidad la Voluntad de Dios forjó este alma predestinada, haciéndola vagar de un sitio al otro, a la búsqueda de como cumplir la revelación que le hizo la Virgen el 2 de agosto de 1867, mientras rezaba, como era su costumbre, en la iglesia de Imer, ella tenía casi 18 años.


La Virgen le manifestó la Voluntad de Dios de que fuera fundado un nuevo Instituto religioso, con el específico objetivo de adorar la Santísima Trinidad, con especial devoción a la Virgen y a los Ángeles, como modelos de oración y servicio.


Siguiendo el consejo de Constanza Plaza, una mujer sabia y prudente de Imer, Clotilde fue a Venecia buscando el asesoramiento espiritual de Monseñor Domenico Agostini, futuro patriarca de la ciudad lagunar, quien le aconsejó iniciar la obra pedida por Dios, invitándola a desarrollar la Regla.


Pero ella presa del miedo al fracaso, rompió lo escrito y regresó a Imer. En 1867 se mudó a Padua, donde vivió por nueve años hasta el 1876, bajo la guía espiritual de Monseñor Angelo Piacentini, profesor del Seminario local, tratando de entender mejor el llamado recibido. A la muerte del Piacentini en el 1876, Clotilde Michele se fue a Castellavazzo (Belluno) donde el Arcipreste Gerolamo Barpi, conocidas las intenciones de la joven, puso a su disposición un antiguo convento para la nueva fundación.


En 1878 Clotilde hizo uso de un subterfugio, un matrimonio arreglado, teniendo éxito, huyó a Alemania a Epfendorf en Wurttemberg, donde sus padres se habían mudado hace poco por motivos laborales.


Permaneció en Alemania durante siete años, desde 1878 a 1885 trabajando como enfermera en el Hospital de las Hermanas Isabelinas y se destaca por su caridad y delicadeza con los enfermos. Después de la muerte de su madre en 1882 y de su padre en 1885, decidió abandonar Alemania y regresó a Imer su tierra natal.


Dos años más tarde, esta mujer inquieta de 38 años, junto con su prima Judith, realiza una peregrinación a pie a Roma, haciendo paradas en diversos santuarios marianos, con espíritu de penitencia y devoción, siempre dispuesta a comprobar nuevamente la voluntad de Dios sobre la Fundación planeada.


En agosto llegaron a Roma y son hospedadas por las Hermanas de la Caridad Hijas de la Inmaculada (Inmaculadinas), instituto fundado por María Fabiano; la fundadora al conocer más profundamente a Clotilde, la convenció de tomar el habito del naciente instituto, prometiéndole dejarla libre si se viera realizado sus planes juveniles.


Clotilde tomó el nombre de sor Annunziata y permaneció entre las Inmaculadinas hasta principios de 1891, eventualmente ocupó el cargo de Superiora entre 1888 y 1891 en el convento de Sgurgola de Anagni.


En 1891 por invitación del Padre Francisco Fusco de Trani, franciscano conventual, viaja hacia el sur de Italia hacia Alife (Caserta), allí el padre planeaba ofrecer a Clotilde la creación de una fundación ideada por el Obispo Scotti, pero ella consideró que la propuesta del obispo no concordaba con el plan de Dios para ella.


Gracias al apoyo de una familia se muda a Caserta, y posteriormente a la vecina Casolia en compañía de dos jóvenes que se habían unido a ella. Después de varios meses, el obispo de Caserta Monseñor De Rossi, autorizó la imposición del hábito religioso al primer grupo de cinco hermanas el 28 de junio de 1891, acto en el que estuvo presente el Padre Fusco, la nueva institución tomó el nombre de Hermanas de los Ángeles, Adoradoras de la Santísima Trinidad.


La fundadora Clotilde Michel tenía 42 años y tomó el nombre de sor María Serafina del Sagrado Corazón. Un año después un primer grupo de hermanas fue enviado a administar un orfanato en Santa Maria Capua Vetere (Caserta), lugar que se convirtió en la primera casa del Instituto; a esta siguieron otras obras, todas destinadas a ayudar a los niños y jóvenes abandonados.


Pero para la madre de Serafina comenzó, a partir de finales de 1895, un período de sufrimiento físico, que después de una cirugía muy delicada, solicitada por el mismo obispo de Caserta, la debilitó dramáticamente. Mientras tanto, después de muchas vicisitudes se abrió en junio de 1899 la Casa de Faicchio (Benevento), que más tarde se convertiría en el Instituto de Formación de la Congregación. La Madre María Serafína se empeñó en llevar a cabo otras obras a un ritmo tan intenso que debilitó aún más, tanto así que se vio obligada a permanecer definitivamente en Faicchio.


Como casi todos los fundadores de congregaciones religiosas, tuvo que soportar mucho sufrimiento por incomprensiones, incluso dentro de su mismo Instituto, hasta que el 24 de marzo de 1911, consumida por el sufrimiento físico murió en la Casa de Faicchio, donde está enterrada.


Por la santidad de su vida, que aumentó después de su muerte, sus Hermanas de los Ángeles iniciaron la causa de su beatificación, con el permiso de la Santa Sede, el 9 de julio de 1990. Desde aquel lejano 1867 cuando con intervención de la Virgen recibió el llamado, su carisma la acompaño durante toda su vida y se extiende aún hoy en su Congregación como un don del Espíritu Santo: “Como los Ángeles adoraréis la Trinidad y estaréis sobre la tierra ellos están en los cielos”.



10:50 p.m.
Martirologio Romano: En el lugar de Pniewite, junto a Gdansk, en Polonia, beata María Karlowska, virgen, que instituyó la Congregación de Hermanas del Divino Pastor de la Divina Providencia, cuya finalidad era que recuperasen la dignidad de hijas de Dios las jóvenes y mujeres pobres caídas en la corrupción de costumbres (1935).

Etimológicamente: María = eminencia, excelsa. Es de origen hebreo.


Fecha de beatificación: 6 de Junio de 1997 por el Papa Juan Pablo II.



Nació el 4 de Septiembre de 1865 en Karlawo, Polonia.

Desempeñó una actividad de auténtica samaritana entre las mujeres que sufrían una gran miseria material y moral.


Su santo celo atrajo en seguida a un grupo de discípulas de Cristo, con quienes fundó la Congregación de las religiosas Pastorcitas de la Divina Providencia.


Estableció para ella y para sus religiosas la siguiente finalidad: «Debemos anunciar el Corazón de Jesús, es decir, vivir de él y en él y para él, de modo que lleguemos a ser semejantes a él y que él sea más visible en nuestra vida que nosotras mismas».


Su entrega al Sagrado Corazón del Salvador dio como fruto un gran amor a los hombres. Sentía una insaciable hambre de amor. Según la beata María Karłowska, un amor de este tipo nunca dirá basta, nunca se detendrá en el camino. Era precisamente esto lo que le sucedía, porque estaba impulsada por la corriente del amor del divino Paráclito. Gracias a ese amor, devolvió a muchas almas la luz de Cristo y les ayudó a recuperar la dignidad perdida.


Murió el 24 de Marzo de 1935 en Pniewita, Polonia.


Fue beatificada por Su Santidad Juan Pablo II el 6 de Junio de 1997 en misa solemne efectuada en Zakapane, Polonia.


Reproducido con autorización de Vatican.va



10:55 p.m.
Martirologio Romano: En el lugar de ad-Dahr, en el Líbano, santa Rebeca de Himlaya ar-Rayyès, virgen de la Orden Libanense de San Antonio de los Maronitas, que ciega a los treinta años, y paralizada después en todos los miembros, permaneció en oración, fija sólo en Dios (1914).

Etimológicamente: Rebeca = Aquella que conquista con su belleza y simpatía, es de origen hebreo.

Etimológicamente: Pierrette = versión francesa del nombre Petronila = Aquella que es firme como la roca, es de origen latino.


Fecha de canonización: 10 de junio de 2001 por el Papa Juan Pablo II.



(n. Himlaya, 29 de junio de 1832 - m. Batroun, 23 de marzo de 1914)

Fue una religiosa maronita libanesa , su nombre real era Petra Choboq Ar-Rayes, descendía de una familia campesina.


Su vida religiosa

Desde su juventud, Petra sintió un profundo amor por Cristo y la Eucaristía, por lo que quería ingresar como novicia en las Hermanas de María, pero la fuerte influencia de los que más tarde serían futuros santos libaneses, los maronitas, Charbel Makhlouf y Nimatullah Al-Hardini, la volvieron hacia el monasterio maronita de San José de Batroun, al cual ingresó en 1897, tomando el nombre de Sor Rafka (en español, Rebeca).


En el 1860, Rafqa le fue trasladada a Deir al-Qamar, para enseñar el Catecismo a los jóvenes. Tuvieron lugar en aquel período los dramáticos acontecimientos que ensangrentaron Líbano en aquel año. Rafqa vio con los mismos ojos el martirio de un gran número de personas. También tuvo el ánimo de esconder a un niño bajo su propia capa, salvándolo de la muerte. Rafqa estuvo en Deir al-Qamar cerca de un año: luego regresó a Ghazir.


El primero domingo de octubre del 1885, en la iglesia del monasterio, mientras estuvo en oración, le suplicó a Dios hacerla participar en su Pasión redentora. Su ruego fue atendido esa misma tarde: ella empezó a sentir fuertes dolores de la cabeza y poco después el dolor se extendió a sus ojos. Todos los tratamientos resultaron inefectivos y se decidió mandarla a Beirut para intentar otros tratamientos. Durante el viaje se detuvo en Biblos, dónde fue confiada a un médico americano que, después haber analizar su caso, decidió operarla, pero durante la operación le extrajo por error el ojo derecho. La enfermedad pronto afectó al ojo izquierdo; ahora los médicos juzgaron que cualquier tratamiento sería inútil y Rafqa regresó a su monasterio, donde el dolor ocular la acompañó por 12 años. Soportó su dolor con paciencia, en silencio, en oración y con alegría, repitiendo continuamente: "En unión con la Pasión de Cristo”.


En 1897, un grupo de monjas del convento de San Simeón de Aitou se trasladó al nuevo convento de San José de Ad-Daher. La Madre Úrsula, que iba a ser la superiora de la nueva fundación, pidió que la hermana Rafqa fuera incluida en el grupo, para que su ejemplo ante las hermanas disminuyera las dificultades que siempre existen en una nueva fundación.


La Hermana Rafqa pasó los últimos diecisiete años de su vida en este convento, que iba a ser el escenario de sus más grandes sufrimientos, así como de sus alegrías más espirituales.


Rafqa no decepcionó a la Madre Úrsula. Su ejemplo y ayuda resultó muy valiosa en el establecimiento del nuevo monasterio. Las novicias fueron especialmente impresionadas con el espíritu de oración de la monja ciega, además de su humildad y caridad. Muchos años después de su muerte, varias de las hermanas que, o bien habían llegado con ella a la nueva fundación, o que habían sido novicias durante los diecisiete años que vivió en San José de Ad-Daher, y que no habían olvidado lo vivido junto a ella, dieron testimonio de su santidad...


Rafqa sufrió durante esos diecisiete años de ceguera. Sólo Dios sabe lo mucho que tuvo que soportar. Su dolor era continuo noche y día, sin embargo, las demás hermanas nunca la oyeron murmurar o quejarse. A menudo la oyeron dar gracias a Dios por sus sufrimientos, "... porque sé que la enfermedad que tengo es para el bien de mi alma y de Su gloria" y que "la enfermedad aceptada con paciencia y acción de gracias purifica el alma como el fuego purifica el oro".


Siempre estaba tranquila, sonriente, soportando incluso el dolor más grande, con paciencia, confiando en el Señor quien se comprometió a aumentar el deleite de sus siervos fieles en el cielo (cf. Lucas 21:19).


Por su paciencia, se puede comparar con el mayor de los santos.


Sus últimos años

Sor Rafka se caracterizó también por el amor que sintió hacia los enfermos y los niños abandonados, y oraba por ellos. En 1899, la religiosa sufre de diversas enfermedades, queda paralítica y ciega, pero su fe no se quebrantó, y ofreció sus dolores físicos para propiciación de los pecados de toda la humanidad, sobre todo, de su nación.


Murió en Batroun en 1914, a la edad de 82 años, fue beatificada en 1985, y canonizada en Roma, en 2001.



10:55 p.m.
Hijo de Clementina Diez de Sollano (mexicana) y de Ramón del Portillo y Pardo (español), Álvaro del Portillo nació en Madrid el 11 de marzo de 1914. Era el tercero de ocho hermanos.

Después de cursar el bachillerato en el Colegio El Pilar (Madrid), ingresó en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, en la que terminó sus estudios en 1941. Posteriormente trabajó en diversas entidades oficiales con competencia en materia hidrográfica. A la vez, estudió Filosofía y Letras (Sección de Historia) y se doctoró en 1944 con la tesis Descubrimientos y exploraciones en las costas de California.


En 1935 se incorporó al Opus Dei, institución de la Iglesia Católica que había sido fundada siete años antes por san Josemaría Escrivá de Balaguer. Recibió directamente del fundador la formación y el espíritu propios de aquel nuevo camino en la Iglesia. Desarrolló una amplia labor de evangelización entre sus compañeros de estudio y trabajo, y desde 1939 realizó numerosos viajes apostólicos por diferentes ciudades de España.


El 25 de junio de 1944 fue ordenado sacerdote por el obispo de Madrid, Mons. Leopoldo Eijo y Garay, junto con José María Hernández Garnica y José Luis Múzquiz: son los tres primeros sacerdotes del Opus Dei, después del fundador.


En 1946 se trasladó a Roma, pocos meses antes de que fijara allí su residencia san Josemaría, con el que convivió también en los años siguientes. Se trata de un periodo crucial para el Opus Dei, que recibe entonces las primeras aprobaciones jurídicas de la Santa Sede. Para Mons. del Portillo empieza también una época decisiva en la que, entre otras cosas, realizará —con su actividad intelectual junto a san Josemaría y con su trabajo en la Santa Sede— una honda reflexión sobre el papel y la responsabilidad de los fieles laicos en la misión de la Iglesia, a través del trabajo profesional y las relaciones sociales y familiares. “En un hospital —escribirá años más tarde, para ejemplificar esta realidad— la Iglesia no está solo presente por el capellán: también actúa a través de los fieles que, como médicos o enfermeros, procuran prestar un buen servicio profesional y una delicada atención humana a los pacientes; en un barrio, el templo será siempre un punto de referencia indispensable: pero el único modo de llegar a los que no lo frecuentan será a través de otras familias”.


Entre 1947 y 1950 empujó la expansión apostólica del Opus Dei en Roma, Milán, Nápoles, Palermo y otras ciudades italianas. Promovió actividades de formación cristiana y atendió sacerdotalmente a numerosas personas. De la huella que su labor ha dejado en Italia hablan hoy las numerosas calles y plazas que se le han dedicado en distintos núcleos urbanos del país.


El 29 de junio de 1948, el fundador del Opus Dei erigió en Roma el Collegio Romano della Santa Croce, centro internacional de formación del que Álvaro del Portillo fue primer rector y en el que enseñó teología moral (1948-1953). En ese mismo año (1948) obtuvo el doctorado en Derecho Canónico en la Universidad Pontificia de Santo Tomás.


Durante sus años en Roma, los diversos Papas que se suceden (desde Pío XII hasta Juan Pablo II) le llamaron a desempeñar numerosos encargos, como miembro o consultor de 13 organismos de la Santa Sede.


Participó activamente en el Concilio Vaticano II. Juan XXIII le nombró consultor de la Sagrada Congregación del Concilio (1959-66). En las etapas previas al Vaticano II, fue presidente de la Comisión para el Laicado. Ya en el curso del Concilio (1962-65) fue secretario de la Comisión sobre la Disciplina del Clero y del Pueblo Cristiano. Terminado este evento eclesial, Pablo VI le nombró consultor de la Comisión postconciliar sobre los Obispos y el Régimen de las Diócesis (1966). Fue también, durante muchos años, consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe.


La vida de Álvaro del Portillo está estrechamente unida a la del fundador. Permaneció siempre a su lado hasta el mismo momento de su muerte, el 26 de junio de 1975, colaborando con san Josemaría en las tareas de evangelización y de gobierno pastoral. Con él viajó a numerosos países para disponer y orientar los diversos apostolados del Opus Dei. “Al advertir su presencia amable y discreta al lado de la dinámica figura de Mons. Escrivá, me venía al pensamiento la modestia de san José”, escribirá a su muerte un agustino irlandés, el Padre John O´Connor.


El 15 de septiembre de 1975, en el congreso general convocado tras el fallecimiento del fundador, don Álvaro del Portillo fue elegido para sucederle al frente del Opus Dei. El 28 de noviembre de 1982, cuando el beato Juan Pablo II erigió el Opus Dei en prelatura personal, le designó Prelado de la nueva prelatura. Ocho años después, el 7 de diciembre de 1990, le nombró obispo y, el 6 de enero de 1991, le confirió la ordenación episcopal en la basílica de San Pedro.


A lo largo de los años en que estuvo al frente del Opus Dei, Mons. Álvaro del Portillo promovió el comienzo de la actividad de la prelatura en 20 nuevos países. En sus viajes pastorales, que le llevaron a los cinco continentes, habló a miles de personas de amor a la Iglesia y al Papa, y predicó con persuasiva simpatía el mensaje cristiano de san Josemaría acerca de la santidad en la vida ordinaria.


Como Prelado del Opus Dei, Mons. Álvaro del Portillo estimuló la puesta en marcha de numerosas iniciativas sociales y educativas. El Centre Hospitalier Monkole (Kinshasa, Congo), el Center for Industrial Technology and Enterprise (CITE, en Cebú, Filipinas) y la Niger Foundation (Enugu, Nigeria) son ejemplos de instituciones de desarrollo social llevadas a cabo por fieles del Opus Dei, junto a otras personas, bajo el impulso directo de monseñor del Portillo.


Asimismo, la Universidad Pontificia de la Santa Cruz (desde 1985) y el seminario internacional Sedes Sapientiae (desde 1990), ambos en Roma, así como el Colegio Eclesiástico Internacional Bidasoa (Pamplona, España), han formado para las diócesis a miles de candidatos al sacerdocio enviados por obispos de todo el mundo. Son una muestra de la preocupación de monseñor del Portillo por el papel del sacerdote en el mundo actual, tema al que dedicó buena parte de sus energías, como se puso de manifiesto en los años del Concilio Vaticano II. “El sacerdocio no es una carrera —escribió en 1986— sino una entrega generosa, plena, sin cálculos ni limitaciones, para ser sembradores de paz y de alegría en el mundo, y para abrir las puertas del Cielo a quienes se beneficien de ese servicio y ministerio”.


Mons. Álvaro del Portillo falleció en Roma en la madrugada del 23 de marzo de 1994, pocas horas después de regresar de una peregrinación a Tierra Santa. La víspera, el 22 de marzo, había celebrado su última misa en la iglesia del Cenáculo de Jerusalén.


Álvaro del Portillo es autor de publicaciones sobre materias teológicas, canónicas y pastorales: Fieles y laicos en la Iglesia (1969), Escritos sobre el sacerdocio (1970) y numerosos textos dispersos, gran parte de ellos recogidos póstumamente en el volumen Rendere amabile la Verità. Raccolta di scritti di Mons. Álvaro del Portillo, publicado en 1995 por la Libreria Editrice Vaticana. En 1992 se publicó el volumen Intervista sul Fondatore dell´Opus Dei, fruto de sus conversaciones con el periodista italiano Cesare Cavalleri, sobre la figura de san Josemaría Escrivá, que ha sido traducido a varias lenguas.


Tras su muerte en 1994, miles de personas han testimoniado por escrito su recuerdo de monseñor Álvaro del Portillo: su bondad, el calor de su sonrisa, su humildad, su audacia sobrenatural, la paz interior que su palabra les comunicaba.


El milagro de la beatificación


La Santa Sede reconoció como milagrosa la recuperación del niño José Ignacio Ureta Wilson tras un paro cardíaco de más de media hora, acaecido el 2 de agosto de 2003.


José Ignacio nació el 10 de julio de 2003 en Santiago de Chile con un cuadro clínico grave, en el que destacaban un onfalocele –una hernia a nivel umbilical que contenía el hígado y otras vísceras abdominales– y una “tetralogía de Fallot” (una combinación de cuatro defectos cardíacos que comporta la mezcla de sangre oxigenada con la que no lleva oxígeno).


Dos días después del nacimiento, fue operado del onfalocele. Durante la intervención quirúrgica tuvo un primer paro cardíaco por hipotermia. Entre el 19 y el 25 de julio tuvo tres crisis anoxémicas (falta de oxígeno en la sangre): una el 19, por retracción o atelectasia del pulmón izquierdo; y dos el 25, por un problema idéntico en parte del pulmón derecho. Estos eventos tuvieron consecuencias graves en la región cerebral: una ecografía del 28 de julio muestra lesiones hipóxico-isquémicas (es decir, falta de oxigenación por circulación sanguínea insuficiente) en el cerebro. Al cabo de poco, el cuadro empeoró: en la noche del 29 al 30 de julio, José Ignacio tuvo una crisis epiléptica.


Los médicos decidieron entonces realizar una intervención cardio-quirúrgica paliativa que consistía en aplicarle el llamado “shunt de Blalock-Taussig”. Esta operación tuvo lugar el mismo 30 de julio.


El 2 de agosto, alrededor de la una de la tarde, se presentó una insuficiencia cardíaca aguda, manifestada por un ritmo cardíaco muy lento e hipotensión. A las dos se repitió una crisis similar y se diagnosticó un taponamiento cardíaco masivo: se había producido una acumulación de sangre alrededor del corazón que dificultaba los latidos. A pesar del tratamiento que se le aplicó, la situación continuó deteriorándose gradualmente, y alrededor de las 15:30 se produjo un paro cardíaco que duró entre 30 y 45 minutos.


Enseguida los médicos comenzaron las maniobras de reanimación: masaje cardíaco, punciones evacuadoras de la sangre acumulada en el pericardio y repetidas transfusiones de sangre. Las punciones no dieron ningún resultado, pues el derrame se reproducía continuamente, lo que daba lugar a un empeoramiento de la situación. La hemorragia superó los 140 mililitros, cantidad que se estima superior al volumen total de sangre de José Ignacio.


Después de 30-45 minutos de esfuerzos inútiles, los médicos —como se hace habitualmente— redujeron el ritmo de las maniobras de ventilación manual y de masaje cardíaco, pues pensaban que el bebé estaba muerto. En ese momento, sin ningún tratamiento adicional y de modo totalmente inesperado, el corazón del recién nacido comenzó a latir de nuevo, hasta alcanzar en seguida un ritmo de 130 pulsaciones por minuto.


Después de un paro cardíaco tan prolongado, el cerebro del paciente –ya afectado por graves daños vasculares en los primeros días de vida– habría tenido que experimentar un nuevo daño, mucho más serio que el descubierto por la ecografía del 28 de julio. Sin embargo, esto no ocurrió.


Las condiciones de José Ignacio fueron mejorando en los días siguientes y, el 3 de septiembre de 2003, fue dado de alta. Actualmente, diez años después, hace vida completamente normal.


Los padres de José Ignacio habían rezado por su hijo a través de la intercesión del Venerable Siervo de Dios Álvaro del Portillo ya desde el embarazo, que presentó numerosas dificultades. Por algún tiempo, la madre llevó sobre el vientre una estampa de don Álvaro. Después puso también una estampa sobre la cuna del niño y pidió a sus amigas que encomendaran la salud de José Ignacio a Mons. del Portillo.


El 2 de agosto, durante el prolongado paro cardíaco, los padres pidieron con gran fe la curación de su hijo, recitando la estampa de don Álvaro sin cesar. Al referirse a aquellos momentos, la madre de José Ignacio ha afirmado: “Supongo que mientras lo reanimaban y yo rezaba, eso fue coincidente con el tiempo de la mejoría. Yo diría que hubo un paralelo. (…) Yo nunca dejé de pensar que podía ser un milagro”.




NOTA: El 5 de julio de 2013 el Papa Francisco firmó el decreto en el cual se reconoce un milagro obtenido por su intercesión, tan sólo falta que se conozca la fecha en que se realizará la ceremonia de beatificación.



10:55 p.m.
Martirologio Romano: En Leopoldvara, ciudad de Eslovaquia, beato Metodio Domingo Trcka, presbítero de la Congregación del Santísimo Redentor y mártir, que en tiempo de persecución por causa de la fe, cambió su peregrinar terreno en vida eterna con su glorioso martirio (1959).

Etimológicamente: Metodio = Aquel que es estudioso e investigador, es de origen griego.


Fecha de beatificación: 4 de noviembre de 2001 por S.S. Juan Pablo II



Dominick Trcka nace el 6 de julio en Frydlant nad Ostravici (actualmente Republica Checa), ultimo de los siete hijos de Františka Šterbova y Tomaš Trcka. Fue bautizado el día siguiente de su nacimiento, el 7 de julio de 1886. Crece en una familia católica donde recibe una buena educación cristiana. Una de sus hermanas fue religiosa.

Dominick comenzó sus estudios en la escuela elemental de Frydlant y después paso al instituto de Mistek. Durante el curso 1902/1903 comenzó a frecuentar la clase sexta del Jovenado Redentorista a Cervenka. Tras esos contactos, decidió entrar en la Congregación del Santísimo Redentor. La etapa siguiente de su vida religiosa fue su ingreso en el noviciado de Bilsko que comenzó en agosto de 1903. Emite la profesión religiosa el 25 de agosto de 1904 (curiosamente la fecha de su martirio).


Después del noviciado continuo los estudios de filosofía y teología en el seminario redentorista, en Oborišt. Aquí se llenó de los ideales de los Santos Hermanos Cirilo e Metodio, primeros evangelizadores de Europa Oriental y Patronos de Europa. Ambos son los fundadores de esas iglesias y los creadores de sus caracteres en la escritura. Trcka quería con todo el corazón trabajar en el campo de la unidad de la iglesia. En su rara correspondencia aparece con evidencia que esperaba con gloria el día de su ordenación sacerdotal. El 17 de julio de 1910 es ordenado presbítero por el arzoobispo de Praga, el cardenal Leo Skrbensky. Después de su primera misa, celebrada el 18 de julio en San Kajetan a Praga, regreso a Oborište para terminar el ultimo ano de estudios teológicos.


De Oborište fue trasferido a Praga (1911) donde comenzó, bajo la guía del P. Fratišek Polepil, para el segundo noviciado y donde continuará como misionero.


Sus superiores dan los siguientes informes: "El Padre Trcka, preparando la predica, quiere ser original. No siempre lo consigue, pero acepta las criticas. En cuanto a la proclamación, lo hace bien, afablemente".


En diciembre de 1914 fue transferido a Svata Hora, donde trabajo como misionero. Cuando el P. Sorko, a causa de su mala salud, deja el trabajo entre los emigrantes Croatas, el P. Trcka rápidamente se muestra disponible a asumir un encargo tan delicado.


Así inicio la actividad de guia espiritual entre los Croatas, que se convirtieron "en sus abandonados" y que sirvió en el ministerio de la caridad, mostrándose imagen del amoroso Padre Celeste. Se entrego con todas sus energías en la transmisión de la fe, sobre todo con la catequesis y la celebración de la santa liturgia, celebrada para los Croatas, Eslovenios y Rutenos, sea para los fugitivos como para los soldados del hospital de Pribran. Parecía que donde ocurría alguna cosa entre los eslavos, allí aparecía "casualmente" el P. Trcka.


Misionero entre los greco-católicos


El 2 de agosto de 1918 se encontraba en la comunidad de Svata Hora cuando fue trasladado a Brno, para trabajar entre los greco-católicos, según mandato del Padre General de los Redentoristas: "El reverendísimo P. General ha nombrado a usted y al P. Stanislav Nekula como misioneros en Halic, para los greco-católicos. Deberán partir apenas las condiciones lo permitan".


Estaba en curso la guerra polaco-ucraniana, aunque ésta termino pronto y sin grandes catástrofes. Por fin se cumplía el gran deseo del Padre Trcka de celebrar en rito oriental y trabajar por los cristianos de tradición eslava. Parte, junto al P. Nekula, a Galizia. LLegan a Leopolis agotados por el viaje, pero felices de estar ya en casa. Los padres belgas que atendían a los greco-católicos se sorprendían solo de la rapidez con la que aprendían la nueva lengua, el rito y la tradición oriental.


En este lugar recibe el P. Dominik el nombre de Metodio, en honor de uno de los dos Santos Apóstoles de las Iglesias Orientales. En todo era guiado y acompañado casi siempre por Nikolaj Carnecky, otro futuro beato mártir redentorista, que en este periodo era tan sólo novicio. El cambio, a pesar de ser deseado, no fue fácil: nueva lengua, nuevo rito, nueva cultura.


En enero de 1920 se funda el convento de Stanislavov (hoy Ivanofrankivsk) al que es destinado el P. Metodij. Como el mismo escribe en la carta a los superiores, había tanto trabajo que no encontraban tiempo para la misión que tenían. Al inicio de octubre de 1921 el P. Provincial llama de nuevo al P. Trcka y al P. Nekula a Galizia. Irán a Eslovaquia en diciembre, a la Comunidad de Stropkov.


Se intensificaron los trabajos de apostolado en la diocesis de Prešov, se abrieron nuevos campos para las misiones de S. Giosafat, el culto a la Virgen del Perpetuo Socorro, la fiesta anual a Maria, los ejercicios espirituales y los retiros para los seminaristas, curas y religiosos: estas eran las obras apostólicas en las que trabajaba. Su preocupación primordial era estar al servicio del pueblo de Dios, ofrecer instrumentos para una aumento de los valores morales , reconstruir y consolidar la conciencia católica entre los greco-católicos -a menudo infravalorados tanto por romano-católicos como por ortodoxos-. Las misiones populares gozaban de gran respuesta y popularidad.


El estado de guerra permanente no permitía realizar muchos proyectos, y se presentaba como un obstáculo difícil de superar. Para el estado Eslovaco, los redentoristas de Michalovce eran sospechosos, tanto por su nacionalidad checa, como por ser considerados fanáticos religiosos (ya que no eran ortodoxos); otros les acusaban de hacer propaganda checa. Hicieran lo que hicieran, siempre se interpretaba mal su actuación y buscaban la forma de expulsarlos del país. La situación empeoró todavía más en 1940, cuando el obispo de Prešov Gojdie escribió una carta pastoral, y el P. Metodio fue acusado por la policía de difundir la carta y actuar contra el estado.


El 21 de diciembre de 1945 se creaba la nueva Viceprovincia de Michalovice, de Redentoristas de Rito Greco-Católico, independiente de los redentoristas de rito latino o romano. Su primer superior viceprovincial fue P. Metodij Dominick Trcka. Cuando acepto el encargo entre otras cosas dijo: "¿Qué es esta nueva viceprovincia? Somos los aquí presentes. Depende de nosotros y de cómo la construyamos". Era un entusiasta para todas las iniciativas y tenia en consideración las buenas propuestas. En los anos 1946-48, el P. Trcka se empeñó en la fundación de nuevos monasterios en Stropkov y Savinov, la reconstrucción de la iglesia de Stropkov y la formación de los jóvenes redentoristas. Fue un periodo de desarrollo y de grandes esperanzas par el futuro.


Como se ha podido ver con el paso de los años, no todos los proyectos se realizaron, porque cuando el partido comunista llegó al poder, la actitud hostil del Estado contra la Iglesia aumentó. Los redentoristas eran controlados, sobretodo en la iglesia durante las homilías y predicaciones. El superior, P.Metodij, era requerido en los despachos en muchas ocasiones, donde se le reprochaba que permitía abusar del pulpito en contra del régimen actual. El 19 de julio de 1948, la policía entró en el convento y registró la casa, no encontrando nada comprometedor.


El régimen comunista y la Iglesia


La presión del régimen comunista contra la Iglesia aumentaba. El P. Metodij, como superior de los redentoristas greco-católicos, sentía los efectos. Fue abolido el jovenado para futuros misioneros redentoristas de Michalovice y suprimida una revista muy popular de los redentoristas.


Hasta la misma viceprovincia fue disuleta por el régimen comunista, por lo que los redentoristas greco-católicos se vieron obligados a pasarse a la viceprovincia de los redentoristas de rito latino. El P. Trcka es obligado a irse de Michalovce y se instala en Sabinov, donde continuaba guiando secretamente a los miembros de la viceprovincia. Esta situación duro hasta la noche del 13 de abril de 1950, día en que el gobierno comunista checo suprime todas las comunidades religiosas del país.


Cerca de las once de la noche, se oyó un estruendo muy fuerte en la puerta del convento. Cuando el hermano Nikifor abrió la puerta de la comunidad, ve delante de él a un gruipo de enviados a suprimir la comunidad de los redentoristas de Sabinov. El P. Trcka y el hermano Nikifor son llevados a Podoline. Los enviados por el régimen informan así a sus oficiales: "En los documentos he encontrado material que le compromete: una carta del P. Mastiliak de 1937, en la cual Roma agradece por las buenas noticias que venían de la Eslovaquia oriental. Carta dirigida a P. Trcka. Además hemos encontrado el pasaporte del P. Trcka. Estas cartas junto con otros materiales han sido retirados por la policía de estado. La intención de P. Metodij Trcka acerca de su viaje al exterior están confirmados también en esta circunstancia. Hasta hace un día ha estado buscando astutamente una nueva legalidad, probablemente bajo otro nombre, por que ha estado en el barbero de Sabinov y le ha dicho que se debía cortar la barba." Por esta "Hoja de cargos", una simple carta de un cohermano y la historia inventada del intento de fuga al exterior con un pasaporte falso, el P. Metodij fue condenado en juicio sumadisimo, a 12 años de sufrimientos en las cárceles. Recibe esta cruz con esperanza y confianza en Dios, que da la cruz pero también la fuerza de soportarla.


El martirio: interrogatorios, cárcel y maltratos


El P. Metodij fue a Podoline solo por un breve periodo de tiempo. En mayo lo condujeron a Leopoldov y de aquí a Bac. Otro redentoristas informará así a Roma del suceso: "en los meses de mayo y junio de 1950, cinco de nuestros padres, Trcka, Fail, Dirkan, Szitas y yo, fuimos llevados a los edificios adyacentes a la prisión y arrojados en la terrible cárcel de Leopoldov, donde hemos sufrido por casi 40 días, en camisa y pantalones, con los pies descalzos, sin ningún trabajo, sin la eucaristía, ni breviario ni rosario, bajo una luz fuerte de día y de noche, cada minuto bajo la mirada de los peores guardias, sufriendo terribles interrogatorios durante el día y durante la noche, con los métodos más terribles, psíquicos e físicos juntos, que la moderna criminología comunista tenia a su disposición. Dicho humanamente, era casi insoportable. Cada momento deseábamos morir más bien que vivir. No sabíamos los unos de los otros. Después de 40 días en la celda de interrogatorio, hemos sido trasladados con los otros al convento-cárcel".


En el mes de septiembre fue abolido el campo de internamiento de Bac y todos sus prisioneros fueron trasladados a Podolinec.


En diciembre de 1950, el P. Trcka estaba de nuevo en Podolinec. Según cuentan testigos oculares, el P. Metodij, después del sock inicial por todo lo sucedido, recuperó de nuevo su equilibrio y su buen humor. Se alegraba cuando los jóvenes cohermanos lo visitaban, y siempre les daba las cosas que él había recibido. Bromeaba con ellos, con el fin de que los cohermanos tuvieran buen humor y serenidad. Los prisioneros religiosos vivian bajo presión psíquica, siempre en la incertidumbre del futuro.


El P. Metodij compareció ante un tribunal el 21 de abril de 1952. El procurador del estado le acusó de colaboración con el obispo Gojdie, de difundir sus ilegales cartas pastorales en contra del estado y de enviar información secreta a través de sus superiores en Praga a Roma: ha de ser condenado por crímenes de alto espionaje. Fue condenado por alta traición y espionaje político. Considerando su grado de peligrosidad, se le impuso una pena de reclusión y trabajos forzados, además de una cuantiosa multa por penas menores. A partir de aquí comenzó su largo camino de sufrimiento, que terminara con su martirio.


Después de la sentencia fue llevado a Llava, con el numero 2535. La vida en esta carcel era muy dura, especialmente para los ancianos. El P. Trcka pertenecía a los prisioneros más débiles. Su salud y edad no le permitían de trabajar plenamente. La fuerza para soportar la persecución y la tortura le venía de la liturgia, celebraba secretamente en prisión, con objetos que le enviaba un sobrino: ".. pido algún limón y uva pasa, porque no tenemos frutas. Envíame unos panes, un dulce y también un bollo de trigo puro con levadura y el agua, sin grasa ni sal, al menos de vez en cuando...". Así pedía pan y vino (uva pasa), con el fin de poder celebrar la Eucaristía.


El 22 de abril de 1958, el P.Metodij fue trasferido nuevamente a la prisión de Leopoldov. En la cárcel reservada a los curas vivían 18 sacerdotes, de los cuales 5 eran ancianos y enfermos. La Noche de Navidad de 1958 canta una canción navideña. Por este hecho es confinado a una celda de castigo y aislamiento. Allí contrae una grave pulmonía, que le llevará a la muerte el 23 de marzo de 1959.


Al día siguiente lo enterraron, obviamente sin ningún sacerdote, en el cementerio de la cárcel con la asistencia de un guardia.


Después de la restauración de la iglesia greco-católica en el 1968, los redentoristas pudieron pedir el traslado de los restos mortales de P. Trcka del cementerio de la prisión de Leopoldov a Michalovice. En el 1969, los redentoristas pidieron que el régimen comunista lo rehabilitara, sin éxito. En 1990, después de la caída del régimen comunista, el P. Metodij Dominik Trcka fue rehabilitado por el tribunal regional de Kosice, y con esto fue oficialmente reconocida la culpa del estado por su encarcelación injusta, por su condena y por su muerte.


Si usted tiene información relevante para la canonización del Beato Metodio, contacte a:

Redemptoristi, Masarykova 35

071 01 Michalovce, ESLOVAQUIA



11:45 p.m.
Bienvenido Scotívoli nació en Ancona en 1188; estudió derecho en Bolonia bajo la guía de San Silvestre Guzzolini, canónigo de Osimo, después fundador de los monjes Silvestrinos.

Nombrado capellán pontificio, luego arcediano de Ancona. El 1 de agosto de 1263 fue nombrado administrador de la diócesis de Osimo, que había sido unida a la Numana por Gregorio IX en castigo por su adhesión al partido de Federico II. Restablecida la sede el 13 de marzo de 1264 Urbano IV le confió su gobierno a Bienvenido, que en 1267 fue también encargado por Clemente IV del gobierno de la Marca de Ancona.


En este período ordenó sacerdote a san Nicolás de Tolentino. Fue devotísimo de San Francisco, acogió en su diócesis a los Hermanos Menores y pidió pertenecer a la primera Orden. Vistió con fervor el hábito y se empeñó en vivir el espíritu seráfico.


Bienvenido fue un gran reformador. Por una disposición del 15 de enero de 1270 prohibió al monasterio de San Florencio de Pescivalle, del cual era administrador, enajenar los bienes.


En un sínodo habido el 7 de febrero de 1273 prohibió la venta de las propiedades eclesiásticas y en 1274 puso en marcha las reforma del capítulo de la catedral y defendió los derechos de la diócesis sobre la ciudad de Cingoli.


En su ministerio episcopal siempre tuvo como única meta promover la gloria de Dios, despreciar las riquezas y las cosas del mundo, trabajar intensamente por el bien de su alma y de las almas confiadas a sus cuidados.


En su actuación sabía unir la fortaleza y la suavidad de los modales, para el triunfo de la justicia y de la paz en el vínculo del amor. Fue un verdadero y buen pastor de su rebaño y vigilante custodio de las leyes de Dios y de la Iglesia. Celoso en la predicación evangélica y en la instrucción catequística, muchas veces visitó la diócesis, celebró un sínodo diocesano en el cual dictó sabias normas para promover la disciplina eclesiástica. Promovió la cultura y la formación de los nuevos levitas, que preparaba para el sacerdocio, con palabra inspirada, con el buen ejemplo, y con su vida santa.


Bienvenido murió el 2 de marzo de 1282, a los 94 años de edad. Fue sepultado en la iglesia catedral de Osimo en un noble mausoleo, por disposición del clero y el pueblo. Sobre su sepulcro tuvieron lugar gracias y milagros. Martín IV reconoció el culto en 1284, sin haber sido canonizado.



11:45 p.m.
Nació el 16 de marzo de 1878 en el castillo de Dinklage, en Oldenburg (Alemania). Era el undécimo de trece hijos de los condes Ferdinand y Elisabetta von Spee; creció en el seno de una familia creyente. Comenzó sus primeros estudios en el colegio de los jesuitas de Feldberg y obtuvo el título de bachillerato en 1896, en Vechta. Continuó sus estudios en Friburgo (Suiza), Innsbruck y Münster. Recibió la ordenación sacerdotal el 28 de mayo de 1904.

Durante un breve período ejerció el ministerio como vicario cooperador de la catedral de Münster; luego fue nombrado vicario cooperador de la iglesia de San Matías en Berlín. Comenzó así una actividad sacerdotal en la capital del antiguo imperio alemán, que duró 23 años. Trabajó durante algunos años como cooperador en la parroquia de San Clemente; luego fue nombrado párroco de San Matías en Berlín-Schöneberg. Allí vivió los años terribles de la primera guerra mundial, los disturbios de la posguerra y un largo período de la época de Weimar. La situación de la diáspora en Berlín le obligó a afrontar notables exigencias pastorales. En 1929 fue nombrado párroco de la iglesia de San Lamberto en Münster.


A la muerte del obispo Johannes Poggenburg, fue nombrado obispo de Münster. Recibió la consagración episcopal el 28 de octubre de 1933. Eligió como lema: "Nec laudibus, nec timore" (Ni por alabanzas ni por amenazas me desviaré de los caminos de Dios).


En su primera carta pastoral, para la Cuaresma de 1934, desenmascaró la ideología neopagana del nacionalsocialismo. En los años siguientes defendió continuamente la libertad de la Iglesia y de las asociaciones católicas, así como la enseñanza de la religión. En un sermón en la catedral de Xanten, en la primavera de 1936, acusó abiertamente al régimen nacionalsocialista de discriminar a los cristianos, encarcelarlos y hasta matarlos.


Mons. Clemens August von Galen fue uno de los obispos que Pío XI invitó a Roma en enero de 1937 para conversar con ellos sobre la situación en Alemania y para preparar la encíclica "Mit Brennender Sorge" (Con gran preocupación), en la que el Papa acusó al régimen nacionalsocialista ante la opinión mundial. Gran resonancia mundial tuvieron más tarde, como punto culminante de su resistencia abierta contra el nacionalsocialismo, los tres famosos sermones que pronunció en el verano de 1941 ―el 13 de julio y el 3 de agosto― en la iglesia de San Lamberto y ―el 20 de julio― en la parroquia de Nuestra Señora en Münster, llamada "Überwasserkirche"; en ellos condenó los abusos del Estado y reclamó el derecho a la vida, a la inviolabilidad y a la libertad de los ciudadanos. Fustigó duramente el asesinato de los discapacitados físicos y mentales por considerarlos "improductivos". Por su actitud valiente fue llamado "el León de Münster". La autoridad nacional se sintió fuertemente herida y quería detenerlo y asesinarlo, pero temió perder el apoyo de la población católica de la diócesis de Münster para el tiempo de la guerra. El obispo sufrió mucho porque en su lugar llevaron a campos de concentración a 24 miembros del clero secular y 18 del clero regular, de los cuales 10 perdieron la vida.


En los difíciles meses de la posguerra, muchas personas recurrían a él. Se opuso abiertamente a las autoridades de ocupación cuando se quería cometer alguna injusticia. Contradijo enérgicamente a la opinión entonces dominante de la culpabilidad colectiva de todos los alemanes.


Pío XII lo creó cardenal el 18 de febrero de 1946, como reconocimiento a su actitud intrépida durante el período del nacionalsocialismo. Los fieles que llenaban la basílica de San Pedro aplaudieron cuando recibió de manos del Papa la dignidad cardenalicia. Al regresar a la diócesis, el 16 de marzo de 1946, fue acogido con entusiasmo por una gran multitud. Ante las ruinas de la catedral destruida pronunció su último discurso. Al día siguiente, después de una operación quirúrgica, enfermó de gravedad. Murió el 22 de marzo de ese mismo año y fue sepultado en la capilla de San Ludgero de la catedral derruida.


Fue un hombre de fe profunda y muy piadoso, como lo atestiguan sus cartas; uno de sus primeros actos pastorales fue la institución de la adoración perpetua en la iglesia de San Servacio de Münster. De su oración profunda sacaba fuerza para su inquebrantable resistencia a la injusticia e inhumanidad de los poderosos nacionalsocialistas y para su acción pastoral. Muchas veces, al alba, peregrinaba al santuario de la Virgen en Telgte para suplicar la protección de la Madre de Dios. Sigue siendo también hoy modelo para afrontar la "dictadura" de la moda o de la opinión pública, y enseña que se debe sacar la fuerza para ello de la fe personal y de una religiosidad auténtica.



11:45 p.m.
Es el santo del silencio, la oración, el trabajo y la amistad.

Niñez y familia


Sabemos muy poco. Nace en Oxford. Su padre es Walter Owen, un carpintero nombrado en los registros de la ciudad.


Walter tiene éxito al ejercer una verdadera influencia religiosa en sus hijos. Los tiempos de la Reforma, iniciada por Enrique VIII, deben vivirse con gran cuidado. Es un período de constante tira y afloja. Inteligencia y acción son los requisitos necesarios para cualquier empresa. También, cuando se trata de preservar la fe de los hijos.


Toda la familia Owen, con el ejemplo del padre, mantiene incólume la fe y se consagra enteramente a ella.


Enrique, el hermano mayor, después de aprendido el oficio de impresor, se dedica al peligroso comercio de editar y distribuir los libros católicos. Desde 1595 a 1601, en Northamptonshire, dirige la editorial que tiene como logotipo el de "impreso en Amberes".


Sus hermanos Walter y John reciben la ordenación sacerdotal en el célebre Colegio de Douai del continente.


Nicolás, todavía laico, siempre ayuda con dinero. Esto consta por una carta del P. Enrique Garnet, el superior de los jesuitas. "Nosotros tenemos como bienhechores a un buen número de laicos, todos muy bien conocidos. Uno de ellos es un carpintero. Quiera Dios que un día pueda ingresar en nuestra Compañía. Él tiene una extraordinaria habilidad y maestría, digna de toda confianza, para construir gratuitamente en todo el país escondites que permiten a los sacerdotes católicos estar seguros del furor protestante. Cualquier dinero que es forzado a recibir por sus trabajos, él lo da a sus dos hermanos presos, uno sacerdote y el otro un laico".


Un poco de historia


Desde un comienzo, como dijimos, los Owen sobreviven a la Reforma. Walter Owen, el padre, vive el infeliz tiempo del cambio, pero conserva el camino antiguo.


Bajo el reinado de Enrique VIII, Walter conoce de cerca la muerte de Tomás Moro, el santo Lord Canciller del Reino. También oye hablar del martirio de los Cartujos. Sin embargo, la práctica religiosa del país parece no haber cambiado para la gente común. Se puede oír misa y recibir los sacramentos. Walter vive y, probablemente, lamenta la expulsión de los religiosos de Oxford. Pero hasta la muerte del rey Enrique VIII Walter cree que, sin peligro, puede seguir siendo un buen católico.


Eduardo VI, el hijo del rey Enrique, reforma la religión de Roma. La misa católica queda prohibida y los servicios ingleses son ahora obligatorios. Las imágenes de los santos y de la Virgen son destruidas o mutiladas. Los altares de piedra son reemplazados por mesas de madera. En todas partes los predicadores del rey hablan contra la Eucaristía y ridiculizan a María. El sacramento de la Penitencia se suprime o es administrado muy en secreto. Ahora, en la misa las especies no se cambian en el cuerpo y la sangre de Cristo.


Después de siete años, Eduardo muere en 1553 y, lo sucede su media hermana María. Ella es católica. El antiguo régimen vuelve a ser restaurado. La Iglesia en Inglaterra se reconcilia con Roma y todo parece volver al verdadero cauce.


Pero la paz y la unidad, una vez rota, son difíciles de reconstruir. Muchos de los reformadores, que un día tuvieron poder en el reinado de Eduardo, no se someten.


En Oxford, los tres reformadores más importantes: Cramer, Latimer y Ridley, son quemados vivos. Tal vez los Owen ayudan a encender las hogueras. A lo mejor sienten repulsión o, con la implacable conducta de los pequeños, injurian a los condenados. No lo sabemos. Pero Nicolás, por cierto, no tiene suficiente edad para participar en la restauración.


En 1558, Isabel I sube al trono. Ella también es hija de Enrique VIII. La nueva reina determina que la Reforma regrese con toda su fuerza.


Nicolás, el carpintero


Pero, ¿qué pasa en Oxford? Nicolás empieza a vivir sus años de turbación. No vuelve ya el tiempo tranquilo de la niñez. Él tiene ahora diez años.

Aprende el oficio de albañil y carpintero con su padre. La carpintería, en ese tiempo, es una profesión que no está abierta a los aficionados. Nicolás, con entusiasmo, llega a ser un notable maestro en el arte.


Ingreso en la Compañía de Jesús


¿En qué fecha ingresa Nicolás a la Compañía de Jesús? No lo sabemos exactamente. Pero desde muy temprano se une al grupo que es fiel a los jesuitas.


La primera expedición, la de los PP. Roberto Persons y Edmundo Campion, cruza el canal de la Mancha en junio de 1580. A Nicolás Owen no le resulta difícil contactarse con ellos. Los dos han sido profesores en la Universidad de Oxford. Por lo tanto, son antiguos conocidos y él es de confianza.


El P. Roberto Persons es el superior. No tiene instrucciones de admitir en la Compañía. Lo puede hacer en casos urgentes y muy cualificados. Lo normal es ingresar a un noviciado, pero éste está en el continente. Persons acepta a Nicolás, pero lo deja en el país. No parece conveniente prescindir de sus servicios. Le exige guardar estricto secreto. Owen acepta. Tanto es el silencio que muy pocos, aun sus propios hermanos jesuitas, los actuales y los siguientes, llegan a imaginar que él es religioso.


Con San Edmundo Campion


La primera misión recibida es ser compañero y discípulo del P. Edmundo Campion. Es un noviciado muy especial y con un maestro santo.


Edmundo tiene por ministerio recorrer el país, a lo largo y a lo ancho. "A caballo voy de una parte a otra. Es una tarea pesada y maravillosa. Durante los viajes pienso y medito mis sermones. Luego, en casa, los corrijo. No escaparé de las manos de los enemigos. Ellos tienen muchos ojos, muchas bocas, muchos espías y también argucias. Voy disfrazado, en forma bastante ridícula. Constantemente cambio el disfraz y también el nombre".


Detrás de Campion también cabalga Nicolás con su disfraz. Ha escogido el traje pobre del sirviente. En esto ha insistido ante Edmundo, quien desearía mostrarlo como un amigo. Sí, la amistad es verdadera, pero Nicolás prefiere estar en un tercer plano. Es más seguro para Campion. Owen así puede vigilar mejor, contra los ojos y las bocas que amenazan a su amigo que va siempre en oración.


Aprende a orar, al galope, al trote o al paso, en la mejor escuela y con el mejor maestro.


Los libros de Campion, el famoso documento dirigido al Consejo de la Reina y también las "Diez Razones", son publicados en la imprenta de Enrique Owen, el hermano mayor. Nicolás se encarga de llevar los manuscritos a la imprenta clandestina y de distribuir los libros entre los amigos fieles.


El martirio de Campion


Lo sabemos. Edmundo Campion es detenido el 16 de julio de 1581 en Lyford. El traidor se llama Jorge Elliot, que se hace pasar por un católico fiel.


Es seguro: Nicolás Owen no estuvo en esa ocasión. ¿Por qué? ¿En qué otra misión lo tenía ocupado ese día la obediencia?


Nicolás sufre con la prisión del amigo, su padre y compañero. ¿Quién puede darle paz y lograr consolarlo? En la soledad y en la oración muchas veces repasa su ausencia en ese día amargo. Si él hubiera estado ahí, tal vez la situación habría sido diferente. No se disculpa, pero llora en silencio.


El P. Roberto Persons pretende darle la paz que necesita. Su misión ahora, le dice, es atender a Campion en la prisión, mientras se desarrollen los procesos. Nicolás es hábil y él puede comunicarse con los detenidos. Además del P. Campion hay otros sacerdotes en la cárcel. Nicolás debe hacer llegar los elementos para que todos puedan celebrar la santa misa.


Alexander Briant es uno de ellos. Es también su amigo. Con él ha trabajado en la imprenta clandestina. Alexander ha pedido ingresar en la Compañía de Jesús y Nicolás lo sabe. Alexander recibe corporales, pan y vino para poder celebrar la Misa. Además Nicolás le hace llegar los elementos para que pueda escribir unos mensajes.


El martirio de san Edmundo Campion y el de san Alexander Briant tiene lugar en Tyburn, en Londres, el 1 de diciembre de 1581. Nicolás está presente, confundido con el pueblo. Allí observa, reza y llora.


Nicolás Owen es detenido


Después del martirio, Owen decide hablar. No es capaz de guardar silencio. Olvida todas las recomendaciones que le ha dado el superior acerca de la prudencia. No puede callar. Algo interior lo impulsa a dar un testimonio.


Ante muchos, abiertamente, atestigua la inocencia de sus mártires tan queridos. Asegura, ante quien lo quiera oír, que en esos hombres no hay traición y que sus muertes son fruto del odio por la causa religiosa. Lo hace con tal vehemencia que atrae las sospechas de los perseguidores. Decir estas cosas es un agravio a las autoridades del país.


Es arrestado, llevado a prisión y encadenado. Nicolás está contento. Para sentirse menos indigno, agrega un cilicio a sus cadenas. Los magistrados, es cierto, no lo conocen muy bien. No saben qué relaciones tiene con los ajusticiados. Sin embargo lo torturan, con la esperanza de obtener alguna información acerca de los domicilios de sacerdotes. Nicolás no abre la boca, no dice nada. Se las arregla para pasar por un hombre simple e ignorante.


La liberación del simple


Pocos meses después es dejado libre. Un caballero cancela la multa. Por lo demás, las autoridades no pretenden otra cosa sino darle una lección a ese hombre insignificante que ha dicho palabras ofensivas.


Todavía no ha llegado el tiempo en el que un importante Consejero privado de la reina escriba lleno de gozo: "¿Tomaron preso al hombre que conoce todos los escondites secretos? Estoy feliz. Me las arreglaré con él".


Un jesuita solo


¿A dónde ir? ¿Qué puede hacer ahora? Ya no hay jesuitas en Inglaterra. El P. Roberto Persons ha pasado al continente. Está en Roma. Los superiores de la Compañía lo han hecho ir allí para informar y librarlo de la búsqueda encarnizada de los enemigos.


Nicolás es astuto. Él es arquitecto y albañil. Empieza a vivir de su trabajo. Vuelve a recorrer los sitios, uno tras otro, los que ha visitado con el P. Campion. Esos amigos fieles lo protegen. Con ellos algo puede hacer por la fe. No es mucho, pero hay que mantener la ceniza ardiente.


Un día sabe que en Inglaterra queda todavía un jesuita. Es el P. William Weston, el único que hasta ahora ha logrado eludir a los cazadores. Se entrevista con él, se confiesa. La alegría es grande. Pero no es posible organizar una vida juntos. El peligro existe y la prudencia aconseja vivir separados.


La llegada de Southwell y Garnet


En el mes de julio de 1586 llegan a Inglaterra los PP. Enrique Garnet y Roberto Southwell. Son los nuevos misioneros que vienen a restaurar la fe y la Compañía de Jesús en el reino.


De inmediato Nicolás Owen se contacta con ellos. Probablemente en Hurleyford, en la casa de Richard Bold, adonde han sido conducidos por el P. Weston. Allí organizan el plan de acción. Nicolás queda a las órdenes del P. Garnet, el nuevo superior. La vida parece de nuevo sonreír al carpintero.


El P. Enrique Garnet


El nuevo jefe de Owen es un hombre extraordinario. Nicolás lo admira desde el primer día. En muchos aspectos no puede menos de recordar al querido P. Campion. El P. Roberto Southwell toma la dura tarea de la evangelización. Garnet y Owen organizan el trabajo en la retaguardia.


A Nicolás Owen le quedan dieciocho años de vida. En todos ellos no se separa jamás del P. Enrique Garnet. Este incrementa a la misión inglesa de la Compañía desde cero hasta más allá de cuarenta jesuitas.


Los escondites secretos


El superior encarga a Owen lo que él sabe hacer muy bien. Debe construir, en las diferentes casas católicas que los jesuitas visitan, los lugares secretos para esconder a los sacerdotes y asegurar así sus ministerios.


De noche, mientras los otros duermen, Nicolás trabaja. Él hace los planos. Es arquitecto, carpintero y albañil. Reza mucho, de rodillas, y cada día recibe el Cuerpo de Cristo. Después, en total soledad comienza su labor.


El secreto más absoluto es esencial. A ningún sirviente le está permitido ayudar, porque Nicolás no debe fiarse de nadie. La prudencia es la clave del éxito. Él lo sabe, hay muchos espías infiltrados en las casas de los católicos.


Nicolás horada los muros gruesos de los castillos medievales. El escondite tiene que ser sólido y suficiente para varios sacerdotes a la vez. No debe ser detectado por los cazadores si golpean las paredes. El ingreso ha de ser secreto y muy disimulado.


Nicolás se las ingenia para hacer carpinterías increíbles. No hay dos iguales. Si uno es descubierto, los otros están a salvo.


Un ardid de Owen es construir un escondite oculto dentro de otro, también secreto. Así, el que descubre el primero, lo encuentra vacío y deja entonces de buscar. Muy a menudo hay en ellos una despensa para alimentos. Conecta tubos de respiración a lugares insospechados para que el sacerdote pueda permanecer en ellos hasta quince días. Los hay en todos los sitios imaginables. Algunos, encima del hall principal. Otros, detrás de la chimenea. Algunos bajo tierra, en el jardín, conectados con pasadizos subterráneos. Los hay también, excavados en el mismo arco de la entrada.


Esa lista interminable


Es imposible hacer una lista de todos los trabajos hechos por Nicolás Owen. Él tiene especial cuidado de no hablar a nadie de los escondites. Muchos, en pleno siglo veinte, todavía no han sido descubiertos. Cuando se encuentran algunos, se adivina la mano de Owen por la manera de estar construidos y porque esas casas fueron frecuentadas por los jesuitas.


El escondite de Coughton Hall, descubierto en 1870, es verdaderamente ingenioso. Allí Owen hace un agujero en la pared gruesa del mirador de la torre del nordeste. Adentro pone una escalera, tapices, ropa de cama y un altar de fierro. En la misma casa hay un segundo escondite detrás de la chimenea en el piso principal. La propiedad fue de la familia Throckmorton, muy unida al P. Enrique Garnet.


En Worcestershire hay una serie de escondites. Todos son obras de Nicolás Owen. La mansión perteneció a los infortunados hermanos Roberto y Tomás Wintour, involucrados en el Complot de la Pólvora. En esa casa, más de una vez, el P. Garnet fue huésped.


La lista de escondites es muy numerosa. No los nombraremos todos. Ahí están los de Ingatestone, en Essex, el de Gayhurst en la mansión de Sir Evarad Digby, y los de Coldham Hall, muy cerca de la tumba de san Edmundo Campion.


También pertenece a Owen el lugar secreto de Thrumpton Hall, en Nottinghamshire. Enrique Garnet estuvo en esa casa cuando fue propiedad de la católica familia Powdrell. Este escondite quedó al descubierto en 1927, cuando Lord Byron, el nuevo propietario, decidió investigar acerca de la tradición de una escalinata secreta que debía ir desde el hall del primer piso hacia arriba.


La escalinata fue descubierta en una esquina de la hondonada que está junto al cañón de la chimenea. Podría pasar como el lugar adecuado para las reparaciones del cañón. Pero al pie de la escalinata Owen ha puesto una puerta secreta, hacia abajo, dejando adentro un aposento bastante amplio que él construye en piedra encima del subterráneo. Un escondite perfecto. En caso de ser descubierta la escalinata, ésta no llega al aposento secreto. Los cazadores irán hacia arriba, ninguno hacia abajo.


La mejor conservada de todas sus obras está en Sawston Hall, en Cambridgeshire. Está construida en el extremo superior de una ancha escalinata de encina que está a la vista y conduce al segundo piso. Nadie puede imaginar, mientras sube, que hay una puerta secreta entre los barrotes que sostienen el pasamano. Hoy día los turistas y los católicos pueden visitarla y admirarla. La casa perteneció, entonces y hasta hoy, a la familia Huddleston, con quienes trabajó John Rigby hasta el día de su martirio en 1600. Nicolás trató con John mientras hizo su trabajo y fue el ejemplo para que John Rigby entrara en la Compañía de Jesús como Hermano coadjutor.


En Londres todavía existe una casa, a las afueras de Strand, en Baddesley Clinton, donde Nicolás construyó por los menos dos escondites. Fueron hechos a petición de Ana Vaux, una de las mujeres que perteneció con voto de obediencia, a igual que Juana Wiseman y la condesa de Arundel Ana Dacre, a la asociación fundada por el P. Enrique Garnet.


Para construir esos escondites, Nicolás examina la casa. De inmediato intuye que la antigua cloaca es sin duda el sitio ideal. Para iniciar el trabajo pretexta que son absolutamente necesarios unos nuevos desagües. Ello lo libera de sospechas. Hace un foso nuevo. Bloquea el túnel antiguo con cantería de piedra. Habilita ranuras verticales en la parte baja de la muralla. El ingreso lo pone junto a la ventana del dormitorio. Por cierto, construye un segundo escondite hacia arriba, con la misma entrada, que cumple la finalidad de una mayor seguridad y guía a los cazadores a un lugar vacío.


Una ironía de la historia


Muchos escondites secretos, construidos por Nicolás, sirvieron con el tiempo para ocultar después a descendientes reales. Jamás pudo pensar el gobierno de Jacobo I al torturar hasta la muerte a Nicolás Owen que esas construcciones iban a salvar las vidas de los parientes descendientes del rey.


En Ufton Court hay un escondite, ciertamente construido por Nicolás Owen, que sirvió para proteger al príncipe Carlos Eduardo, el pretendiente, en su visita secreta a Inglaterra en 1754. Ufton perteneció a la perseguida familia de los Perkins y allí en un tiempo se refugió el P. Garnet.


Otro escondite, el construido por Owen en Boscobel, en casa de los Stuart sirvió para ocultar al rey Carlos II después de la batalla de Worcester.


La consulta clandestina


Apenas Nicolás Owen termina los escondites de Baddesley Clinton, el P. Enrique Garnet decide que ese lugar es el adecuado para tener una reunión con todos los súbditos dispersos. Ese año 1591 se ha presentado duro para la Iglesia católica. El gobierno de Inglaterra, después de la derrota de la Invencible Armada en 1588, lejos de agradecer a los católicos por la lealtad en la crisis, ha decidido proceder con mayor rigor. Cada día se promulgan leyes más duras, las detenciones se hacen frecuentes y las condenas a la horca se ejecutan con rigor.


El P. Garnet desea compartir sus aprehensiones. En la convocatoria a once jesuitas, para el 14 de octubre, está consciente de los riesgos que todos corren. Él dice: "No podemos encontrarnos todos al mismo tiempo. Hasta el día de la renovación de los votos, la responsabilidad es mía. Después, pertenece a cada uno".


El día 18, festividad de San Lucas, terminan los días de ejercicios y los once renuevan los votos religiosos. Han intercambiado ideas y el P. Garnet ha asignado las nuevas misiones. El superior no parece estar muy angustiado. Al fin dice: "No puedo garantizar la seguridad de nadie. La reunión ha terminado". Salen de inmediato cuatro, los otros cinco sacerdotes y dos Hermanos permanecen. Entre ellos Nicolás Owen.


Una escapada increíble


A las cinco de la mañana del día 19, cuando los sacerdotes están en Misa y oración, a punto de dispersarse, las calles que rodean la casa son bloqueadas. El inmenso portón de entrada es violentado y los cazadores pretenden entrar al patio. Los sirvientes con horquetas los rechazan. El tumulto y los gritos de los defensores es enorme.


Dejemos la palabra al P. John Gerard, presente ese día.


"El P. Roberto Southwell estaba al comienzo de la Misa, los demás estábamos en oración. De repente oí el alboroto en la puerta principal. También oí a los sirvientes que impedían el acceso. El P. Southwell también oyó el griterío. De inmediato adivinó lo que estaba sucediendo. Rápidamente se sacó los ornamentos y desmontó el altar. Mientras lo hacía, nosotros tomamos todas nuestras cosas. No dejamos nada que pudiera delatar la presencia de un sacerdote.


Algunos salieron y dieron vuelta los colchones de las camas para engañar a los que fueran a inspeccionarlas. Afuera, los rufianes gritaban y chillaban, pero los sirvientes sostenían la puerta. Dijeron que la dueña de casa estaba en el piso superior, pero que vendría a conversar. Este forcejeo entre sirvientes y asaltantes nos dio tiempo para acarrear todo y meternos en el estrecho escondite secreto.


Cada uno de nosotros procuró que los cálices, ornamentos y cualquier otro signo religioso fueran llevados al escondrijo. La dueña de casa se ocultó para no ser detenida y tener que dejar solos a sus pequeños hijos. La hermana menor se hizo pasar como responsable.


Los cazadores buscaron en toda la casa. Dieron vuelta todo lo imaginable. Cada cosa fue examinada rigurosamente, los guardarropas, los baúles y también las camas. Por suerte no revisaron los establos donde estaban ensillados los caballos. Después de horas, Ana Vaux los invitó a desayunar. Comieron y se fueron.


Cuando no hubo peligro, salimos como Daniel desde el horno. El escondite estaba bajo la tierra y el agua cubría totalmente el suelo. Yo estuve con los pies en el agua todo el tiempo. Allí estaban también el P. Garnet, el P. Southwell, el P. Oldcorne, el P. Stanney y yo. También con nosotros, dos sacerdotes seculares y tres laicos".


Entre esos tres laicos, uno es Nicolás Owen. Todos dan gracias a Dios por haberse librado. Habría sido terrible que el P. Superior y sus mejores súbditos hubieran caído juntos en un mismo golpe. Palabras muy calurosas le dicen a Nicolás y le agradecen sentidamente.


Cuando están más tranquilos le hacen algunas bromas, porque el escondite, por cierto, no es un lugar hermoso y tiene agua de la antigua cloaca. Todos ríen. Nicolás promete hacerlo mejor en la próxima construcción.


La persecución arrecia


El P. Enrique Garnet pone entonces su cuartel general en Londres. Allí está más cerca de todos y en una posición central. El número de sus súbditos ha crecido, gracias a Dios.


El P. Roberto Southwell ha encontrado una bienhechora extraordinaria en Ana Dacre, la condesa de Arundel. Ella es la esposa de Sir Felipe Howard, detenido por la fe y futuro mártir. Ana proporciona una casa junto al Strand. Allí viven muy frecuentemente Garnet y Owen.


Tiene el P. Garnet otras casas en Londres. Es prudente cambiar de sitio con frecuencia. La persecución es más dura en Londres que en las provincias.


En las afueras de Londres hay una casa para recibir a los sacerdotes que vienen del exterior. En diferentes tiempos Garnet y Owen ocupan casas en Spitalfields, Uxbridge y en Erith.


Pero en enero de 1592 el tremendo espíritu creativo del P. Garnet parece entrar en crisis. Conservamos una carta enviada al exterior en la valija del embajador de Francia. En ella suplica que no se envíen nuevos sacerdotes a Inglaterra, porque "simplemente no hay suficientes escondites para ocultarlos".


Nicolás Owen redobla sus esfuerzos. De esta época data el escondite de Braddocks, en Essex. Es cierto, la casa tiene ya varios escondites, pero cuando el P. John Gerard decide poner en ella su residencia principal se hace necesario que Nicolás construya otros muy seguros.


Nicolás no duda un instante. Los sirvientes lo conocen como el albañil que viene a construir la nueva chimenea y a reparar las antiguas. De día hace los trabajos que no requieren secreto. De noche horada las piedras que guardarán el escondite. Cuando está listo, el P. John Gerard pasa a vivir a la casa de los Wiseman, en Braddocks. El escondite está bajo la capilla, detrás del cañón de la chimenea y respira a través de éste.


Nuevamente el escondite salva


Terminado el trabajo, Nicolás vuelve a vivir con el P. Enrique Garnet. Su amigo, el P. John Gerard, pasa a vivir en Braddocks.


Pero, sin saberlo, la católica familia de los Wiseman alberga a un traidor. John Frank es uno de los más fieles sirvientes, y sin embargo está en contacto con las autoridades. Ha tramado un plan para detener a los sacerdotes visitantes. En los informes dados por Frank a la policía se conserva uno que dice que él ha visto a Nicolás Owen en la casa, vestido con un abrigo del Sr. Wiseman y que también ha visto al P. John Gerard.


Los cazadores rodean la casa. John Frank está tan seguro de su víctima que no se toma la molestia de permanecer junto al sacerdote. A los gritos de la policía, Frank baja al Hall y disimula oponer resistencia.


Entonces el P. John Gerard se desliza al escondite y se pone a salvo. Todo esto lo dice el mismo Gerard en sus Memorias. En el lugar oculto pasa cuatro días agazapado y comiendo sólo castañas y unas galletas. Y al no encontrarlo, los perseguidores se aburren. John Gerard da gracias a Dios y sabe muy bien que la salvación de su vida la debe a Nicolás Owen.


Un reconocimiento justo


El P. John Gerard estampó en sus Memorias: "Verdaderamente pienso que no ha habido otro hombre mejor a Nicolás Owen en la viña de Inglaterra. Él salvó a muchas personas, religiosos y laicos durante diecisiete años. Trabajó en innumerables sitios. Él construyó con sus manos los escondites secretos. Fue un trabajo duro. Siempre los espías asecharon. Guardó el más estricto secreto. Los refugios solamente fueron conocidos por él, por los propietarios de las casas y los superiores de la Compañía".


De nuevo en las prisiones


El 23 de abril de 1594, fiesta de San Jorge el patrono de Inglaterra, es un día aciago para Nicolás Owen.


Ese día está con su compañero, el P. John Gerard, en la casa de Holborn. En la víspera reciben una carta que trae el traidor John Frank. Ellos no sospechan aún de ese astuto servidor de la casa.


A medianoche, en pleno sueño, sienten el ruido de los cazadores. Despiertan y saben de inmediato que están perdidos.


Nicolás quema la carta. Son muchos los perseguidores. La casa está rodeada. No hay escondites en el dormitorio en los que puedan ocultarse. De eso se lamenta Nicolás. Muy pronto llegan al aposento con espadas y machetes. Dos cazadores reconocen al P. Gerard. Entonces los dos jesuitas quedan detenidos.


Nicolás es llevado a la prisión de Counter, en Bread Street. El P. Enrique Garnet dice de ella: "Es una cárcel espantosa, sin ningún confort".


Las torturas


Nicolás es torturado en la cárcel de Counter. Es colgado en sesiones que duran tres horas, "atados los brazos con alambres de hierro y el cuerpo suspendido en el aire", hasta que las piernas se acalambren.


Los verdugos no obtienen nada. No pronuncia un nombre ni señala un sitio.


El rescate negociado


Los católicos sufren. Saben que Nicolás Owen es necesario. ¿Quién otro puede construir los escondites? Sin esos lugares seguros nadie se atreve a hospedar a sacerdotes.


Un caballero noble los representa a todos. Va a las autoridades y propone comprar la libertad de Nicolás Owen. Los jefes de la prisión no le hacen asco al dinero. Por lo demás no conocen bien la importancia del prisionero. El ajuste se logra y Nicolás vuelve a reunirse con su amigo el P. Enrique Garnet.


Nicolás libera a Gerard


La primera misión que recibe Nicolás es tratar de ayudar al P. John Gerard. Nicolás tiene amigos y sabe cómo ingeniarse para entrar y salir de la prisión donde está su amigo. Puede hacer muy poco. Un día se encuentra con la sorpresa de que el P. Gerard ha sido trasladado a la Torre de Londres. Un sacerdote apóstata ha declarado que Gerard dio a Nicolás un paquete de cartas recibidas desde Bruselas y Roma. Es el mes de abril de 1597.


En la Torre, el P. John Gerard es horriblemente torturado. Sus amigos deciden liberarlo. Nicolás es el hombre. Es el único capaz de organizar un buen plan.


Gerard está en Salt, la más protegida de las torres. Es imposible pensar en una fuga. Salt está rodeada por otras fortalezas y además tiene un ancho foso de agua. Frente a Salt está la torre Cradle, separada sólo por un pequeño jardín. El P. John Gerard ha conseguido una licencia para visitar, en Cradle, a John Arden, prisionero ya por diez años por la fe. A menudo celebra ahí clandestinamente la Misa y consuela al amigo cariñosamente.


Desde la ventana de la cárcel de John Arden es posible iniciar la fuga. Así lo intuye el astuto jesuita. La torre Cradle está encima del muelle y un hombre puede deslizarse desde el techo hasta el embarcadero. De inmediato, con cautela y en secreto, describe al P. Garnet su plan y pide la ayuda de Nicolás Owen.


Los Hermanos Richard Fullwood y John Lillie se embarcan en un bote. Traen las cuerdas preparadas por Owen. Ambos son expertos. Saben amarrarlas para hacerlas llegar al techo. Nicolás ha conseguido los caballos y espera junto al Támesis, en un lugar determinado. El plan parece perfecto. La noche es negra.


La tentativa primera fracasa. Los dos remeros casi son detenidos. Pero en la noche siguiente tienen éxito. Lanzan las cuerdas. Los dos prisioneros, Arden y Gerard, se deslizan. Llegan al bote. Se abrazan. Y unos minutos después los cinco caballos golpean alegres las piedras de las obscuras calles de la ciudad.


Los últimos votos


Poco después Nicolás Owen hace sus votos definitivos de pobreza, castidad y obediencia en la Compañía de Jesús. Hasta entonces su anterior admisión ha sido un gran secreto.


Nicolás no ha hecho un noviciado formal. Nadie sabe que es Hermano. Nicolás es un hombre simpático. Lo ven siempre feliz. Reza y parece sumergirse en la oración cuando comulga.


Además son muchos los laicos que quieren imitarlo y la Compañía no es capaz de admitir en Inglaterra a tantos Hermanos coadjutores. El P. Enrique Garnet piensa que esos laicos bien pueden perseverar en sus propios estados y al mismo tiempo ser útiles en los trabajos religiosos.


El peligro siempre está cerca


En 1599 el P. John Gerard obtiene nuevamente que Nicolás sea su compañero. Ana Vaux ha adquirido una casa en Northamptonshire. Se llama Kirby Hall. Nicolás es el encargado de construir allí los escondites necesarios.


Los cazadores están cerca. Un día rodean la casa. Nicolás está trabajando en el escondite. Se queda tranquilo y espera que se vayan.


Un accidente peligroso


Por esa fecha Nicolás tiene un accidente. En uno de sus viajes diurnos, enviado por el P. Garnet a reunir material de construcción, arrienda un caballo en la posada. El animal es joven, no bien amansado y no apto para recibir carga. Cuando Nicolás sube, el caballo se encabrita y cae sobre el jinete. Owen se quiebra la pierna.


Es una mala caída. Nicolás queda allí, sin ayuda, sin poder moverse, con un agudo dolor y en una posada extraña. Sus compañeros de viaje sufren al no poder ayudarlo. Deben dejarlo al cuidado de gente desconocida. Por suerte el posadero se deja ganar por la simpatía y paciencia de su huésped. Este no se queja cuando la pierna es estirada y los huesos son colocados en su sitio.


La operación no resulta perfecta. Para siempre una pierna le queda más corta que la otra. El P. Enrique Garnet anota que también en esto se parece a san Ignacio de Loyola.


El cambio en el gobierno inglés


En 1601 la anciana reina Isabel muere. Le sucede en el trono Jacobo I, el hijo de María Estuardo. Los católicos creen que el calvario puede tener fin. El nuevo rey ha prometido abrogar las leyes más severas. Hasta ahora reconocer a Roma es causa de muerte y los sacerdotes deben ser ahorcados. Las mismas sentencias son impuestas a los que protegen a los sacerdotes. Las confiscaciones de bienes dejan a muchos en la peor miseria. Todo esto es verdaderamente intolerable.


Sin embargo, Jacobo I no cumple sus promesas. Cuando se da cuenta de que no necesita el apoyo de los católicos y de que todo parece estar en paz, les da vuelta las espaldas. Entonces hay angustia y desesperación. La indignación está en muchos corazones.


El así llamado Complot de la pólvora


Algunos jóvenes no pueden soportar seguir cayendo en la pobreza y terminar en la extinción. Reaccionan. Piensan en un plan descabellado: ocupar el Parlamento cuando el rey esté presente. No tienen medios ni fuerza para hacerlo.


Jamás la Historia hablaría de este plan si Robert Cecil, el secretario de Estado, no lo hubiese conocido con anterioridad. Hábilmente aprovecha la ocasión para desacreditar a los católicos ante el rey y el parlamento.


Con diversos medios, Cecil fomenta el complot. Hace que las cosas vayan resultando fáciles. Desocupa el subterráneo del Parlamento. Hace que la pólvora, que no puede ser adquirida sin licencia estatal, sea proporcionada sin mayor cuidado. Así el plan avanza.


Todos los jóvenes involucrados son amigos del P. Garnet. Todos han ocupado las casas y los escondites construidos por Nicolás Owen.


Pero Garnet, Nicolás, Ana Vaux y los más fieles están en una peregrinación, lejos de Londres, en la fuente de Santa Winefrida. Allí están, porque quieren agradecer una curación sucedida al P. Eduardo Oldcorne, jesuita.


En el viaje, un conspirador confiesa al P. Oswald Tesimond los pormenores del complot y da permiso para contarlo bajo confesión al P. Enrique Garnet. Este queda horrorizado. La posición es increíble. En vano trata de arreglar las cosas, pero el secreto no es levantado.


Un asedio bien planeado


El 5 de noviembre de 1605 Sir Robert Cecil decide desbaratar los planes del complot que él mismo ha controlado. Arresta en el subterráneo del Parlamento a Guy Fawkes, a quien presenta como a uno de los principales cabecillas. En las semanas siguientes hay otras detenciones y casi todos son condenados a muerte, sin evidencias.


Garnet y Owen abandonan la ciudad de Londres. El asunto es peligroso y hay una orden para cautivar al P. Garnet y desacreditar a los jesuitas.


Se dirigen a Worcestershire. El P. Eduardo Oldcorne les da refugio en la casa donde vive, en Hindlip Hall perteneciente a Sir Thomas Abington. Nicolás ha construido ahí once escondites. La mansión es muy segura y está aparejada para refugiar a sacerdotes.


En diciembre, disfrazados, llegan a Hindlip Hall los PP. Enrique Garnet, Eduardo Oldcorne y los HH. Nicolás Owen y Ralph Ashley.


Por un mes y medio permanecen ocultos. El gobierno algo sabe de sus paraderos, pero decide postergar diligencias hasta ejecutar al conspirador que podría tener pruebas sobre la inocencia del P. Garnet. Un traidor ha revelado que los jesuitas viven en la casa de Sir Thomas Abington.


Cuando llega el tiempo, Robert Cecil envía a Hindlip Hall al juez de paz Sir Enrique Bromley con más de 100 hombres armados. En la casa se produce enorme pánico. Se grita y hay algún forcejeo. Los PP. Garnet y Oldcorne se deslizan, con los elementos de la misa, en un escondite donde hay algunas provisiones. Nicolás y Ralph van a otro. Apenas tienen tiempo para llevar unas manzanas.


Las instrucciones de Cecil son claras. "En la sala de recibo, donde ellos suelen almorzar y cenar debe haber un escondite. Para descubrirlo echen abajo los estucos. Así podrán encontrar la entrada. Las partes inferiores de la casa deben también investigarse, lo mismo los jardines. Bajo tierra pueden encontrar maderas que sean techos de escondites. En los aposentos altos se debe observar si las anchuras corresponden a las de abajo. Se debe mirar todo para descubrir refugios. Examinen los rincones de las numerosas chimeneas. Si las paredes son gruesas y están con estucos éstos deben ser perforados. Si hay doble entretecho sobre el segundo piso o el tercero, eso es sospechoso. Si hay construcciones sin aparente entrada, ése puede ser un sitio para ocultar a alguien".


Una búsqueda cruel


Siete días dura la pesquisa. Los cazadores no cejan a pesar de sus fracasos. Los escondites son perfectos. Los buscadores atemorizan a todos los carpinteros de la casa. Nadie señala el menor indicio. Una buena parte de la casa está como en ruinas.


Al fin Nicolás Owen teme por la vida de sus sacerdotes. Piensa que ha tenido negligencia al no colocar mayores provisiones. Sus amigos pueden morir de hambre. Es urgente hacer algo.


Nicolás y Ashley, los dos, deciden abandonar el refugio. Tienen la esperanza de que pueden pasar por los sacerdotes. Salen. Los cazadores los encuentran entre los sirvientes. Todos están empadronados. No les creen. Entonces, con mayor esfuerzo continúan destruyendo.


Emplean otros cinco días. Rompen paredes y techos en numerosos lugares. Al fin dan con el escondite. Los dos sacerdotes están en paz y en oración. Ya no tienen alimento ni bebida.


Detenidos en Londres


Los cuatro jesuitas son llevados a Londres. Los cazadores no pueden contener su júbilo. El informe de Robert Cecil al Consejo privado del reino manifiesta su mayor orgullo. No sólo ha sido detenido el Superior de los jesuitas, sino también el famoso constructor de los escondites.


"No vamos a proceder con clemencia. Con halagos trataremos de obtener de Owen sus secretos. Si él accede gustoso, salvará la vida. Si no confiesa, será torturado severamente. Arrancaremos entonces sus secretos con tormentos."


Por cierto, en los planes del gobierno no está el propósito de dejar libre a Owen. Lo que se pretende es averiguar los sitios de todos los escondites que él ha construido, los nombres de cada uno de los católicos que han tenido amistad con el P. Garnet y los pormenores de todas las reuniones privadas de los jesuitas. El gobierno sabe que Nicolás es el compañero y el principal secretario de Garnet.


En la prisión de Marshalsea


De acuerdo a los planes de Cecil, Owen es conducido a Marshalsea, una prisión diferente a la de los otros jesuitas. Por diversos medios procuran obtener lo que se desea. Todo el que quiera puede visitarlo. También le dan elementos para que pueda escribir. Pero el fracaso es grande. No saben que se enfrentan con un viejo zorro, inescrutable como sus propios escondites.


Torturas en La Torre


Días después Nicolás es llevado a La Torre de Londres, donde está confinado el P. Enrique Garnet.


Día tras día Nicolás es conducido a la sala de tortura bajo la inmensa cúpula de la Torre Blanca. Ahí están todos los equipos: "el potro", "el torniquete", y "la hija del buitre".


"El potro" descoyunta sus miembros. Tendido y desnudo, en la mesa de torturas, le atan las manos y los pies. Las cuerdas las tiran con una rueda.


Después "el torniquete". Este aprieta los dedos hasta romperlos.


El peor de los tormentos es "la hija del buitre". Es un aro de hierro dividido en dos mitades unidas por un gozne. Nicolás debe arrodillarse, contraerse lo más posible. El verdugo coloca una parte del aro bajo las piernas, le hunde la cabeza entre las rodillas y aprieta con fuerza la otra parte del círculo sobre los hombros. La presión hace brotar sangre por la boca, nariz, las manos y los pies. Cada sesión dura una hora y media.


Nicolás ha sido torturado antes, pero ahora es un hombre enfermo. La pierna quebrada está débil y resentida. Además tiene una hernia grande. Los dolores son más intolerables que los de hace algunos años. Robert Cecil no tiene compasión. Con ahínco busca la revelación de los escondites.


Owen sólo pronuncia los nombres de Jesús y María. Las otras palabras no dicen nada.


Las dos confesiones firmadas


Se conservan dos confesiones de Nicolás Owen en los registros de La Torre. En realidad dicen muy poco, nada fuera de lo conocido por las autoridades. No hay en ellas una palabra sobre los escondites, ni el paradero de sus amigos.


La registrada el 26 de febrero de 1606 dice:


"Confesó que él ha sido llamado con el nombre de Andrés y que no sabe si lo ha sido con el de Pequeño John, el pañero. Ha sido siempre llamado Owen y algunas veces Andrés. Afirma que llegó a la casa del señor Abington el día sábado antes de ser detenido, pero rehusa decir de qué sitio vino. Rehusa decir que haya conocido al P. Garnet o lo haya servido.


Tampoco quiere decir que los sobrenombres de Garnet hayan sido Mease, Darcy, Whalley, Philips, Fermor u otros. Rehusa decir que él haya sabido que el jesuita Oldcorne estuviera en la casa. Dice saber que George Chambers fue un empleado de la casa".


La segunda confesión es del 1 de marzo de 1606:


"Confiesa que por algún tiempo atendió y siguió al P. Enrique Garnet. Dice que él estuvo en Coughton en la casa de Thomas Throgmorton en los inicios de noviembre último, cuando la señora Digby vivía allí. Afirma que oyó decir en la ciudad, a la guardia, que esa familia se había levantado en armas. Confiesa que el P. Garnet dijo misa en Coughton y que el mismo asistió a ella con otras seis personas. Dice que el P. Garnet llegó a la casa de Mr. Abington en Hindlip unas seis semanas antes de ser aprehendido por Sir Enrique Bromley y que el jesuita Hall estuvo también allí tres días antes de que la casa fuera sitiada. Afirma que Hall se había ido al campo, antes de llegar Sir Bromley.


Él dice que atendió a Garnet en esas seis semanas, que hizo fuego y las demás cosas que él necesitaba. Garnet vivía en el piso inferior, bajo el comedor. De ordinario Garnet almorzaba y cenaba en el comedor con Mr. Abington y su señora. También dijo que Hall cuando estuvo ahí comió con ellos en el comedor".


La muerte


Estas confesiones, sin nada valioso para las autoridades, colman las iras de Cecil.


Las torturas del 2 de marzo son extraordinariamente crueles. Le quitan la coraza de metal que protege sus entrañas y la hernia. Esa coraza tiene la finalidad de no permitir la muerte de ese hombre valioso para ellos. En su lugar ponen una huincha.


Le colocan amarras de acero en las muñecas y lo cuelgan en el aire. Ponen pesas en los pies. El dolor es horrible. Así por seis horas.


Al fin las entrañas se rompen en el lugar de la hernia. La huincha metálica rasga y ensancha la herida. Entonces, en atroz agonía el Hermano Nicolás Owen pasa a la vida eterna. Las últimas palabras son siempre los nombres de Jesús y de María.


La calumnia


Los verdugos quedan inquietos. Han torturado ilegalmente a un hombre viejo y enfermo. Ha muerto antes de ser dictada la sentencia. Aun más, ni siquiera se ha conseguido una confesión que valga la pena.


Robert Cecil actúa rápidamente. En una carta a Sir Edward Coke, el procurador general, dice: "Ud. debe recordar al laico Owen como a una presa de caza".


En el sumario hecho en La Torre se da un veredicto de suicidio. No señalan la menor evidencia que pueda dar base a esa decisión. Con la esperanza de mover a la opinión pública, el gobierno distribuye una versión cruel en la que desprecia a Nicolás que se ha cortado las venas con un cuchillo casero.


Para refutar la calumnia basta recordar la respuesta del carcelero a quien se le pidió que sugiriera a Nicolás escribir sus deseos. "¿Quiere Ud. que escriba? El no es capaz ni siquiera de ponerse el sombrero. No, no puede comer por sí mismo. Yo me he tomado la obligación de darle de comer en la boca".


Algo más tarde, el mismo carcelero dijo: "Este hombre murió, y fue en nuestras manos".


La glorificación


Hábil, inteligente, silencioso, casi tullido en sus últimos años, muere en secreto, tal como fue toda su vida. No se conservan sus dichos, ni los ecos piadosos de su oración. Eso sí, los escondites son su mejor oración. Ahí están. Por bastante tiempo sirven para el fin para el cual los ha hecho. Después se olvidan. Algunos son descubiertos mucho tiempo después y hoy recuerdan esa época cruel.


San Nicolás Owen, sin palabras, es recibido por sus amigos Edmundo Campion, Alexander Briant, Roberto Southwell y Enrique Walpole. Lo abrazan y gozan con el lenguaje del silencio.


San Nicolás Owen es canonizado el 25 de octubre de 1970 por el Papa Paulo VI, como un campeón de la fe en Inglaterra.


Para ver más sobre los 40 mártires en Inglaterra y Gales haz "click" AQUI



10:35 p.m.
San Nicolás de Flüe, más conocido como Hermano Klaus, es santo muy popular en Suiza. Pío XII lo proclamó Patrono de esa nación, en donde se celebra su fiesta el 25 de septiembre. Nació en 1417 en Flüe, cerca de Sachseln. Aunque se sentía llamado a la vida eremítica (a los 16 años tuvo la “visión de la torre”), tuvo que aceptar algunos cargos civiles (fue corregidor de Sachseln, consejero, juez y diputado) y militares.

En 1445 se casó con Dorotea Wyss: tuvieron cinco hijos y cinco hijas: uno de ellos llegó a ser párroco de Sachseln, y un nieto, Conrado Scheuber, murió en olor de santidad.


Por insistencia de Matías de Bolsheim y Aimo Amgrund entró en contacto con los Gottesfreunde (amigos de Dios), un movimiento religioso alsaciano. Pero la esposa se opuso siempre a sus planes de soledad. Sólo después de haber cumplido los 50 años, en junio de 1567, pudo partir para Alsacia. Pero el Señor lo quería en un lugar mucho más cercano a las regiones habitadas hasta entonces. Por otra parte, él se avergonzaba de esta especie de “fracaso” y se retiró primero a Klisterli-Alpa en Melchtal.


Su vida santa y su riguroso ayuno (existen testigos históricos de que durante un período de 19 años y medio él se alimentó sólo con la Eucaristía) atrajeron la curiosidad de los vecinos. Entonces resolvió retirarse a Ranft, un lugar desierto cerca de Flüe. Sólo salía para ir a Misa y cuando la patria tenía necesidad de él: en 1473 ante la amenaza austríaca, y en 1481 y 1482 cuando hubo un gran peligro de guerra civil: los buenos resultados de estas intervenciones le ganaron el título de “Padre de la Patria”. Su oración más frecuente era: “Señor mío y Dios mío, aleja de mí todo lo que me aleje de ti. Señor mío y Dios mío, concédeme todo lo que me acerque a ti. Señor mío y Dios mío, líbrame de mí mismo y concédeme poseerte sólo a ti”.


Sus vecinos, edificados por su testimonio de oración y de penitencia (lo espiaron durante todo un mes), le construyeron un yermo y una pequeña capilla, consagrada en 1469. San Nicolás de Flüe murió a los 70 años, el día 21 de marzo de 1487.


En 1501, Enrique Wolflin hizo escribir su biografía basada en “hechos confirmados con juramento por testigos oculares y auriculares”.


Fue beatificado en 1669 y canonizado por Pío XII.



Hermanos Franciscanos

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.