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Justo y Viator, Santos
Justo y Viator, Santos

Obispo y Monje


Martirologio Romano: En Lyon, en la Galia, sepultura de san Justo, obispo, que renunció al obispado a raíz del concilio de Aquilea, retirándose a un desierto de Egipto junto con san Viator (Viador), lector, y conviviendo durante algunos años con monjes de vida ascética. Los restos mortales de ambos fueron trasladados después a Lyon (d. 381).

Etimología: Justo = que observa el derecho, del latín.

Viator = caminante. Viene de la lengua latina.


San Justo nació en el Vivarais. Cuando era diácono de Vienne, fue elegido obispo de Lyon. Su gran celo le llevaba a censurar enérgicamente cuanto merecía reprobación.


En el sínodo de Valence (374 P.c.), demostró ampliamente su amor a la disciplina y el buen orden. El año 381, San Justo asistió con otros dos obispos de la Galia al sínodo de Aquileya que se ocupó principalmente de combatir el arrianismo. San Ambrosio obtuvo en el curso de aquél sínodo la deposición de dos obispos arrianos. El santo profesaba particular respeto a San Justo, como lo prueban dos cartas que le escribió para consultarle acerca de ciertas cuestiones bíblicas.


Un asesino que había apuñalado a dos personas en las calles de Lyon, se refugió en la catedral. San Justo le entregó a las autoridades, a condición de que no le quitasen la vida, pero el pueblo se apoderó del asesino y le dio muerte.


El santo obispo se sintió responsable de ese asesinato y pensó que ello le hacía inepto para el servicio del altar; por otra parte, desde tiempo atrás, deseaba retirarse a servir a Dios en la soledad y tornó el incidente como pretexto para renunciar a su sede. El. pueblo no quería dejarle partir pero, a la vuelta del sínodo de Aquileya, San Justo abandonó una noche a su comitiva y huyó a Marsella, de donde se embarcó rumbo a Alejandía, con un lector llamado Viator.


En Egipto vivió, sin ser reconocido, en un monasterio; pero fue finalmente descubierto por un habitante de la Galia que había ido a visitar los monasterios de la Tebaida. Inmediatamente, el pueblo de Lyon envió a un sacerdote para que le trajese consigo, pero el santo no se dejó convencer.


Antíoco (quien sucedió a San Justo en el gobierno de la sede Lyon y es también santo) determinó ir a acompañar en la soledad a su predecesor, quien murió poco después en sus brazos, el año 390. Su cuerpo fue trasladado a Lyon y sepultado en la iglesia de los Macabeos, que más tarde tomó su nombre.


San Viator murió algunas semanas después que su maestro. Su nombre figura también en el Martirologio Romano (21 de octubrebre), donde se conmemora asimismo la traslación del cuerpo de los dos santos (2 de septiembre).



Martirologio Romano: En Skänninge, ciudad de Suecia, beata Ingrid Elofsdotter, que, al enviudar, dedicó todos sus bienes al servicio del Señor, vistiendo el hábito dominicano tras una peregrinación a Tierra Santa (1282).

Etimología: Ingrid = hija del héroe Norse. Viene de la lengua alemana.


Era por su madre, nieta del rey Canuto de Suecia, y murió en el año 1234.


Cuando enviudó, se fue a Roma para hablar con el Papa. Quería pedirle la autorización para fundar un monasterio d religiosas contemplativas en su país.


Su hermano, Juan Elovson, caballero teutónico, le ayudó con todo el dinero que necesitaba.


El convento fue inaugurado en Skäninge, Suecia, el 15 de agosto de 1281.


Ingrid pasó a la casa del Padre tal día como hoy.


Los mártires de Septiembre. Estamos en el año 1792. Hubo muchos eclesiásticos que sufrieron el martirio durante la Revolución francesa.


Pío IX llevó a los altares a 186. Fueron masacrados en París del 2 al 5 de agosto.


Casi todos tienen un doble nombre: Juan Pedro, Jaime Leonor...Esto prueba que los cristianos en el siglo XVIII se ponían doble nombre - como, por otra parte, sucede en muchas familias actuales.


De entre ellos tan sólo había uno de París con nombre simple. Este, en lugar de morir en la guillotina, lo martirizaron en la propia abadía, en la que llevaba una vida de oración, trabajo y penitencia.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



Mons. Antonio Franco nació el 26 de septiembre de 1585 en Nápoles, Italia, en una familia noble de origen francés, fue el tercero de los seis hijos que tuvieron Orlando Franco y Francesca Pisana di Antonio.

A la temprana edad de 17 años obtuvo el Doctorado en Derecho Civil y Canónico el 23 de septiembre de 1602, sin tener aún la edad canónica para la ordenación sacerdotal. Su padre lo envió a Roma para continuar sus estudios eclesiásticos, sin embargo, menos de un año después, a pedido de sus padres, se trasladó a Madrid para servir en la corte real.


Fue ordenado sacerdote en 1610, Antonio solicitó al Rey Felipe III servir como miembro de la Capilla Real. El 14 de enero de 1611, fue nombrado Capellán Real por el rey después de que éste hubiese estudiado sus antecedentes y conducta. El Rey admiraba profundamente las virtudes santas de su capellán, por lo que el 12 de noviembre de 1616 lo nombró Capellán Mayor del Reino de Sicilia, a este cargo le correspondía también los títulos de Abad y Prelado de la Prelatura Ordinaria de Santa Lucia del Mela, territorio dependiente directamente a la Santa Sede por lo que el cargo debía ser ratificado por el Papa. El nombramiento fue confirmado por el Papa Pablo V, a quien visitó en Roma. Por lo que el 18 de mayo de 1617 pudo tomar posesión de su Prelatura.


Franco fue un hombre santo que vivió en profunda penitencia y privaciones, comía poco (tan sólo pan y agua) y dormía en el suelo desnudo, con una piedra en lugar de almohada y llevaba dos pesadas cadenas dondequiera que iba. De las dos cadenas una todavía existe, y se encuentra en un relicario en la Catedral Basílica de Santa Lucia del Mela.


Se distinguió por su caridad hacia los pobres y los enfermos. Fue grande su compromiso con las víctimas de los usureros. Durante una sequía persistente, la gente de la cercana aldea de San Filippo del Mela, fue a verle para pedirle oraciones. El santo prelado, profundamente conmovido, les pidió confiar en Dios. Cuando regresaron a su región, con gran sorpresa, lo encontraron delante de ellos mostrándoles una abundante fuente de agua mientras los llamaba “Bienaventurados”, a la misteriosa "bilocación" se añadía la gracia de tener un bien tan necesario, en ese lugar más tarde se construyó un altar con su imagen.


Monseñor Franco falleció el 2 de septiembre de 1626, a la temprana edad de 41 años, en parte debido su incansable apostolado, a las penitencias y las continuas abstinencias. Sus restos incorruptos son venerados en la Basílica Catedral de Santa Lucia del Mela.


El Papa Benedicto XVI lo declaró Venerable el 14 de enero de 2011.


S.S. Benedicto XVI firmó el 20 de diciembre de 2012 el decreto con el cual se reconoce un milagro gracias a la intercesión del Venerable Antonio Franco, lo cual permitirá su próxima beatificación.



Martirologio Romano: En Todi, de la Umbría, san Terenciano, obispo (c. s. IV).

Etimología Terenciano = atento, delicado. Viene de la lengua latina.


San Terenciano se convirtió gracias a la fe que veía en los primeros cristianos que llegaron a la ciudad de Todi, Italia. Llegó a ser obispo de Todi. Muchos paganos se convirtieron a la fe de Cristo por su celo pastoral.


La envidia de los sacerdotes paganos hacia él, crecía de día en día. Por eso, llevados por su envidia y enfurecidos las numerosas conversiones, lo denunciaron al emperador Adriano.


Por orden del procónsul Licinio, fue atormentado en el potro y con escorpiones; mientras se le iba la vida, repetía: "Señor, sean confundidos los que adoran a dioses falsos y se glorían de sus ricas imágenes". Y sucedió que un sacerdote pagano quedó ciego y los templos se cayeron al suelo. Entonces el santo volvió a decir: "Gloria a ti, Jesús bendito, que colmas de bendiciones a quienes creen en ti".


El juez le preguntó: ¿Dónde está tu Dios? Y Terenciano contestó: "Está conmigo y si tú creyeras en él, encontrarías misericordia".


Enfurecido, el juez mandó que le cortaran la lengua, y luego le degollaron.



Martirologio Romano: En Mataró, Cataluña, España, Beato José Samsó i Elías, sacerdote y mártir durante la persecución religiosa en España. ( 1936)

Fecha de beatificación: 23 de enero de 2010, en la basílica de Santa María de Santa María de la ciudad barcelonesa de Mataró –de la que fue párroco–, la ceremonia fue oficiada por el Cardenal Arzobispo de la Archidiócesis de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, en representación de S.S. Benedicto XVI.



José Samsó Elías nació en Castellbisbal el 17 de enero de 1887. Cursó la carrera sacerdotal en el Seminario Conciliar de Barcelona, distinguiéndose en todos los cursos por su talento privilegiado y piedad ejemplar, todo lo cual le hacía acreedor de las mejores calificaciones. En los últimos años de su carrera sacerdotal, habiendo fijado en él su atención el Obispo José Laguarda, lo distinguió como su secretario particular, cargo en el cual estuvo hasta que fue consagrado Presbítero el 12 de marzo de 1910, celebrando su primera misa el día de San José, en la Capilla del Centro Obrero de la Sagrada Familia de la calle Calabria de Barcelona.

El 23 de julio de 1910 fue nombrado Coadjutor de la parroquia de San Julián de Argentona. Allí permaneció durante 7 años. El 11 de enero de 1917 fue nombrado párroco de la parroquia de Sant Joan de Mediona. A la muerte del párroco de Santa María de Mataró, Dr. Roig, José Samsó quedó nombrado Ecónomo-Arcipreste de la ciudad de Mataró y titular de dicha parroquia.


Fue un modelo de sacerdote entregado totalmente al ministerio de párroco. Severo consigo mismo, por temperamento y por virtud, pero comprensivo con los demás y dotado de las cualidades de gobierno para regir las comunidades que le fueron encomendadas.


Destacó en el ministerio de la caridad y de la catequesis. Su obra más conocida en este sentido es la Guía para catequistas, preparada ya en marzo de 1936, pero que no fue publicada hasta 1940.


Su dirección espiritual animó a muchas personas a seguir su vocación sacerdotal o religiosa, implantó la puntualidad en el horario de las misas, buscaba la perfección en los actos litúrgicos para alcanzar su máximo esplendor del culto, y trabajó intensamente en la decoración interior de la iglesia de Santa María, que en 1928 fue distinguida con el título de Basílica Menor.


En octubre de 1934, un grupo de hombres armados entró en la rectoría de Santa María, amenazando al rector y a la gente que estaba con él, les obligaron a ir a la nave central y apilar sillas, y le ordenaron al rector que las prendiera. Samsó se negó, a pesar de las amenazas.


Aquellos hombres incendiaron un altar y algunos utensilios. Cuando pudieron llegar algunos feligreses el fuego se pudo apagar. El párroco perdonó a aquellos hombres y no quiso revelar su identidad cuando fue invitado a hacerlo por la autoridad judicial.


Desde ese día y hasta su detención en 1936, el sacerdote manifestó varias veces que se acercaba una persecución de sangre. El peligro para él y su condición de sacerdote y rector le llevó a aceptar generosamente la posibilidad del martirio, con una actitud de esperanza.


Al iniciarse la Guerra Civil, se refugió en casa de unos feligreses, hasta que, en la madrugada del 28 de julio de 1936, intentando abandonar la ciudad por razones de prudencia, fue detenido y encarcelado por su condición de sacerdote. Después de un mes de cautiverio en la prisión de Mataró, se puso precio a su vida, y atado de manos, emprendió su Vía Crucis hacia el cementerio de Mataró, donde fue asesinado el 1 de septiembre de 1936. “Murió perdonando a sus ejecutores y con una gran ejemplaridad cristiana”, han indicado.



Martirologio Romano: En Florencia, en la región toscana también de Italia, beata Juana Soderini, virgen de la Orden Tercera de los Siervos de María, preclara por su oración y austeridad de vida (c. 1367).

Los Soderini eran considerados como miembros de una de las familias más nobles de Florencia al iniciarse el siglo XIV.


Precisamente en aquélla ciudad, en el año de 1301, y en el seno de la aristocrática familia, vino al mundo Juana, la que habría de alcanzar la gracia de la beatitud.


Desde muy temprana edad, demostró ser una niña excepcionalmente buena y con una devoción tan profunda y sincera hacia Dios, que en cierta ocasión dijo a su aya, Felicia Tonia, que, por revelación del cielo, sabía que ella, Felicia, iba a morir muy pronto y ésta, que estaba al tanto del fervor de la niña y de sus continuas oraciones, le creyó y comenzó a prepararse para su próxima muerte.


Cuando Juana llegó a la adolescencia, sus padres le concertaron un matrimonio ventajoso, pero ella protestó con tanta energía que, a fin de cuentas y a regañadientes, puesto que Juana era la única hija, consintieron en que tomase el hábito de monja.


Por aquel entonces, Santa Juliana Falconieri organizaba la tercera orden regular de los servitas (las "Mantellate") en Florencia y Juana decidió unirse a esa nueva comunidad.


No tardó en distinguirse por las austeridades corporales que practicaba y su perseverancia en la oración, pero al mismo tiempo se mantenía activa en los trabajos de la casa y el cuidado de los enfermos que acudían en busca de atención. Voluntariamente y de buen grado, se hacía cargo de las tareas más desagradables y penosas y, en el desempeño de las mismas provocaba la admiración de sus hermanas, por su alegría y mansedumbre.


Juana debió padecer duras pruebas espirituales y grandes tentaciones, sobre las que, al fin y al cabo, triunfó y aun adquirió grandes gracias celestiales, incluso el don de profecía. Juana era la auxiliar personal y permanente de Santa Juliana y no se apartó de ella ni por un instante en el curso de su prolongada enfermedad postrera, cuando la fundadora no podía pasar alimento alguno y estaba tan débil que necesitaba ayuda para poder moverse. Por eso, se atribuye a la Beata Juana el descubrimiento de una imagen de Cristo crucificado que, al parecer, quedó grabada en el pecho de Santa Juliana desde poco antes de su muerte.


Juana sobrevivió a su amada madre durante más de veinte años, como sucesora suya en el gobierno de la comunidad, hasta que murió, el lº de septiembre de 1367. La Beata Juana Soderini fue sepultada en la iglesia de la Annunziata de Florencia y, durante algún tiempo, su tumba fue un lugar de peregrinaciones.


En 1828, el conde de Soderini, pariente de Juana, solicitó al Papa León XII la confirmación del culto que fue concedida a su debido tiempo.



Martirologio Romano: En Sens, de Neustria, san Lupo, obispo, que fue desterrado por haber dicho ante un jerarca local que convenía al pueblo ser regido por un sacerdote y obedecer a Dios antes que a los príncipes (c. 623).

San Loupo o Leu, perteneciente a una familia noble, nació en Orléans. Fue elegido Arzobispo de Sens en 609.


Clotairo, rey de los Francos, entrando en Borgoña, envió a su senescal contra los habitantes de Sens, éste sitió la ciudad. San Lupo, hizo repicar la campana de la iglesia de Saint Eesteban. Los sitiadores, oyendo ese sonido, sintieron tal pánico, que pensaron que no podrían escapar a la muerte, y emprendieron la huida.


Habiéndose finamente apoderado de la Borgoña, Clotario envió a Sens a otro senescal. Como San Lupo no acudió a su presencia llevándole presentes, lo difamó ante el rey, y éste lo envió al exilio. Allí, San Lupo se destaca por su doctrina y milagros.


Los habitantes de Sens pidieron al rey que llamara a San Lupo del exilio. Cuando Clotario se encontró ante aquel hombre paciente y mortificado, se sintió tan conmovido que se prosternó a sus pies solicitando su perdón. Colmándolo de presentes, lo restableció en su Sede.


Después de haberse hecho famoso por sus grandes virtudes y milagros, el Santo Obispo entregó su alma a Dios alrededor de 610.



Martirologio Romano: En Cardona, de Cataluña, san Ramón Nonato, que fue uno de los primeros socios de san Pedro Nolasco en la Orden de la Bienaventurada Virgen María de la Merced, y es tradición que, por el nombre de Cristo, sufrió mucho para la redención de los cautivos (c. 1240).

Fecha de canonización: Fue canonizado en 1657 por el Papa Alajandro VII



Nació en los mismos comienzos del siglo XIII.

Su nombre deja boquiabierto a quien lo oye o lo lee por primera vez. Nonnato -Nonato por más breve- sugiere a un santo sólo potencial; como si la palabra fuera un slogan publicitario que estuviera invitando a quien lo lee o escucha a que se decidiera a iniciar una programa que acabara con la santidad del guión preestablecido. De hecho, significa no-nacido. ¿Pretenderá decir el extraño nombre que, por no haber nacido todavía el santo que rellene el expediente completo de sus cualidades y virtudes, está como esperando la Iglesia a que haya uno que se decida de una vez a reproducirlas? Eso sería, lógicamente, confundir la santidad como algo que brota de la voluntad y decisión humana, cuando ella es en verdad el resultado de la acción del Espíritu Santo con quien se coopera libremente. Sería sencillamente pelagianismo.


El calificativo -que ha pasado ya a ser nombre- le viene a Ramón por el hecho de haber sido sacado del claustro materno, por medio de una intervención quirúrgica, cuando ya había muerto su madre. Por eso no nació como nacen normalmente los niños, lo extrajeron. Fue en Portell, en Lérida, cuando se iniciaba el siglo XIII.


La buena y alta situación de su padre le posibilitó crecer en buen ambiente y formación, aunque sin el cariño y los cuidados de una madre. Cuentan de su primera juventud la devoción especialísima a la santísima Virgen que le llevaba con frecuencia a visitar la ermita de san Nicolás donde pasaba ratos mientras sus rebaños pastaban. Luego su padre quiso irlo incorporando poco a poco a las tareas de administración de sus posesiones y esa fue la razón por la que se le encuentra en Barcelona en el intento de aprender letras y números. Allí tuvo ocasión de trabar amistad con Pedro Nolasco -que por aquel entonces era comerciante- y de compartir mutuamente los deseos de fidelidad a la fe cristiana vivida con radicalidad, llegando incluso a considerar la posibilidad de entrar en el estado clerical.


Como el padre disfruta de un gran sentido práctico, lo reincorpora al terruño de Portell y le encarga la explotación de varias de sus fincas. Pero, sigue diciendo la antigua crónica, que la misma Virgen María le comunica su deseo de que ingrese en la recién fundada Orden de la Merced y allí está de nuevo en Barcelona puesto a disposición completa en las manos de su antes amigo Pedro Nolasco.


Noviciado, profesión, ordenación sacerdotal y ministerio en el hospital de santa Eulalia se suceden con la normalidad propia de quien tiene prisa para cumplir el cuarto voto mercedario consistente en redimir a los cautivos y servir de rehén en su lugar si procede.


En el norte del continente negro predica, consuela, cura, fortalece, atiende y transmite paciencia a los cautivos de los piratas berberiscos; comprende bien su situación y se hace cargo de que están rodeados de todos los peligros para su fe. Incluso él mismo tuvo que soportar cárcel y la tortura de que sellaran sus labios por ocho meses con un candado para impedirle la predicación.


A su vuelta a España entre el clamor de las multitudes, lo nombra Cardenal de la Iglesia el papa Gregorio IX, reconociendo sus méritos y virtud de la caridad practicada de modo heroico; pero no le dio tiempo a llegar a Roma por morir, antes de cumplir los cuarenta años, cuando se disponía a hacerlo.


Por el empeño de hacerse cargo de su cuerpo tanto los frailes mercedarios como los nobles señores de Cardona, decidieron de común acuerdo darle sepultura allá donde lo decidiera una mula ciega que lo llevó a lomos hasta que quiso pararse ante la ermita de San Nicolás, de Portell.


Desaparecieron las reliquias, irrecuperables ya para la veneración, en el año 1936.


Lo que no ha sido relegado al olvido por sus paisanos es la figura del santo y su acción caritativa. Esa devoción secular que se refleja incluso en las fiestas y en el folklore. No digamos nada sobre la devoción que le profean todas las parturientas que lo tienen como especial patrón para su trance.


Se divulgó por el mundo la pintura que lo muestra con la Custodia en la mano derecha expresando así la fuente de su caridad con los hombres.



Francisco fue un confesor del siglo XVI.

Fue el gran propagador y fundador de los Montes de Piedad juntamente con el Beato Bernardino de Feltre. Los dos eran hermanos franciscanos dela estricta observancia.


La economía no andaba bien en su tiempo y sobre todo en los obreros que se dedicaban a la labores agrícolas. Para promover a los pobres, fundó en 1400 la institución de los Montes de Piedad, esto es, institutos seculares que daban créditos con intereses módicos.


De esta manera, podían trabajar y no caer en las manos de los terribles usureros. Hubo muchas luchas contra ellos provocadas por estas fundaciones.


Los mismos dominicos los llamaban Montes de Impiedad por no prestar dinero gratuitamente. Francisco se encontró con ellos en Marche. En esta localidad hay una iglesia llamada santa María del Monte. En ella estaba él y, desde ella, distribuía todos los dineros del Monte.


También fue un gran predicador. Y del éxito de su predicación no hay que decir nada más que era el fruto de sus largas noches de oración.


Murió en 1507. Ocho años más tarde, el concilio laterano aprobaba los Montes de Piedad.


¡Felicidades a quien leve este nombre!


Comentarios al P. Felipe Santos: fsantossdb@hotmail.com



Acólito. Mártir. Año 1250.

Por el año 1250 el rey Alfonso el sabio escribió: ""Hemos oído decir que algunos seres muy crueles, el Viernes Santo, en recuerdo de la Pasión de Nuestro Señor, roban algún niño cristiano y lo crucifican"". Esto fue lo que hicieron con Santo Dominguito del Val.


Nació este niño en Zaragoza, España, y por sus especiales cualidades de gran piedad y pureza y por su hermosa voz, fue admitido como acólito y cantor de la catedral. Cada día iba de su casa al templo a ayudar a misa, a aprender cantos y a estudiar en la escuela parroquial. En su viaje de ida y vuelta tenía que pasar por entre un barrio de estrechas callejuelas, y algunos de quienes allí habitaban se disgustaban mucho cuando Domingo y sus compañeros cantaban canciones a Cristo por las calles, al pasar por allí.


Y dice las antiguas tradiciones que un adivino anunció que si echaban a las aguas del río el corazón de un cristiano y una hostia consagrada, todos los seguidores de Cristo que bebieran de esas aguas morirían. Entonces algunos de aquellos fanáticos valiédose de tretas consiguieron una hostia consgrada. Luego fueron donde un hombre muy pobre que estaba pasando mucha hambre y le ofrecieron una bolsa de oro si les entregaba el corazón de un niño cristiano, pero lo que les dio ese hombre, a cambio de la bolsa de oro, fue el corazón de un cerdo (el cual es muy parecido al del ser humano) a cambio de la bolsa de oro.


Y siguen diciendo las crónicas que aquellos fanáticos echaron el corazón del cerdo y la santa hostia consagrada, al río que pasaba por la ciudad, y que a los pocos días se produjo una terrible epidemia entre los cerdos de los alrededores y muchos murieron. Y con esto se dieron cuenta los criminales de que el hombre del corazón los había engañado. Entonces se propusieron conseguir ellos personalmente el corazón de un niño cristiano para no equivocarse.


Ya habían obtenido de manos de un sacristán una santa Hostia consagrada, y entonces el Viernes Santo se propusieron sacrificar a un niño repitiendo los tormentos con los cuales en otro tiempo otros crueles hombres mataron a Jesucristo.


Y pasaba Dominguito del Val con su sotana de acólito y de pequeño cantor por enfrente de una de aquellas casas, cuando de pronto, sin tener tiempo ni siquiera de lanzar un grito, unas manotas grandes lo toman por el cuello y le cubren el rostro con un manto, tapándole la boca con una tela para que no pueda pronunciar palabra.


Temblando de pavor por lo que le pueda suceder, siente que lo llevan ante un "tribunal". Le preguntan si persiste en querer seguir siendo seguidor de Cristo, y él exclama que sí, que prefiere la muerte antes que ser traidor a la religión de Nuestro Señor Jesús. Entonces le declaran sentencia a muerte, y así con sus vestidos de acólito y cantor lo crucifican.


Le sacaron el corazón y enviaron a uno de los del grupo para que se fuera con la Hostia Consagrada y el corazón del niño y los arrojara al río para que todos los cristianos que de allí bebieran se murieran. Pero no imaginaban lo que ahora les iba a suceder.


El que llevaba los dos tesoros para echarlos al río, para que nadie sospechara de él, dispuso entrar a un templo y simular que estaba rezando. Y he aquí que de rodillas allí en una banca, abrió el libro donde llevaba la Santa Hostia. Pero unas señoras que estaban allí cerca vieron con admiración que de aquel libro salían resplandores. Se imaginaron que ese hombre debería ser un santo y fuero a comunicar el prodigio a los sacerdotes. Llegaron estos y le pidieron que les mostrara el libro y allí encontraron la Hostia Consagrada. Luego llamaron a las autoridades y estas al revisarlo le encontraron el corazón del niño.


Aquel bandido al verse descubierto se llenó de pavor y propuso que si no lo mataban denunciaría a todos los que habían cometido el crimen. Y así lo hizo. Las autoridades fueron a la casa de los asesinos y los apresaron a todos, y murieron en la horca semejantes criminales (menos el que los denunció, que pagó su pecado con cadena perpetua).


Y desde entonces Dominguito del Val ha sido invocado como patrono de los acólitos o monaguillos y de los pequeños cantores (modernamente se le invoca junto a otro Patrono de estos niños que es Santo Domingo Savio que también fue pequeño cantor y monaguillo).


En estas líneas hemos narrado la historia - leyenda de este santo, sin mencionar razas o creencias de los asesinos, pues siempre es justo que el culpable cargue con su culpa, pero esta no puede ser cargada por aquellos que no son culpables, o lo que es lo mismo: es posible que una persona cargue con la culpa pero aquella no puede ser endosada a todo un pueblo.


Usualmente se identifica a los mentalizadores del martirio de Dominguito de Val como miembros del pueblo judío, no existe ningún dato que confirme esta creencia. El pueblo católico no debe aceptar insinuaciones xenofóbicas de ningún tipo y mucho menos con los miembros del pueblo en el que nacieron Jesús, la Virgen María y todos los Apóstoles, odiar a los hijos de Israel sería no amar a Cristo y a su Iglesia.


Los cristianos debemos amar a todos los pueblos y naciones, repetimos lo dicho ya: es posible que una persona cargue con la culpa pero aquella no puede ser endosada a todo un pueblo.


¡Felicidades a quienes lleven este nombre!



Pere Tarrés i Claret nace el 30 de mayo de 1905 en Manresa, provincia de Barcelona, Cataluña (España).Sus padres Francesc Tarrés Puigdellívol y Carme Claret Masats eran creyentes y ejemplares; tienen otras dos hijas, Francisca y María. Pere es bautizado el 4 de junio en la parroquia de la Virgen del Carmen.

La familia realiza frecuentes traslados (Badalona, Mataró, Barcelona) a causa del trabajo del padre (mecánico); en Badalona Pere es confirmado el 31 de mayo de 1910. Alumno de los Padre escolapios recibe la primera comunión el 1 de mayo de 1913. En 1914 la familia retorna a Manresa y Pere estudia con los padres jesuitas.


Adolescente de carácter alegre y abierto, cariñoso con sus padres y hermanas, amante de la naturaleza, contemplativo, místico con alma de poeta. Habitualmente ayuda en la farmacia del Sr. Josep Balaguer, quien lo encamina hacia la continuación de los estudios.


Obtiene una beca de estudios que le permite concluir el bachiller en el colegio de San Ignacio. Con otra beca de estudios, obtenida con la ayuda de algunos médicos que lo estimaban, puede acceder a la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona. Desde 1921 vive en el barrio popular de Gracia, donde participa del Oratorio de San Felipe Neri y allí, desde 1922 a 1936, es hijo espiritual del P. Jaume Serra.


Es miembro de la Federaciò Jovens Cristians con ardiente celo apostólico. La Federaciò es Acción Católica (A.C.) como el Papa Pío XI la proponía entonces: oración, estudio y acción, bajo la dirección de la jerarquía local. Pere cubre encargos en la Federaciò y en la A. C. contemporáneamente. Para Pere el secreto de la vida espiritual de los militantes está en la devoción eucarística y el amor filial a la Madre de Dios.


En julio de 1925 muere su padre y poco tiempo después su madre sufre un accidente que la deja inválida.


En la Navidad de 1927, estando en Monistrol de Calders, hace el voto de castidad con la aprobación de su director espiritual.


En 1928, después de haber concluido la carrera de Medicina (con premio extraordinario), se establece definitivamente en Barcelona. Durante este período sus hermanas ingresan en el convento de las Concepcionistas. Junto con su compañero, Dr. Gerardo Manresa, funda el sanatorio – clínica de Nuestra Señora de la Merced de Barcelona.


Durante el ejercicio de su profesión de médico es ejemplar en la caridad y en la vida de piedad; jamás pierde aquella alegría contagiosa que le permite tratar con respetuosa familiaridad a los enfermos.


Tarrés el 8 de julio de 1936 se traslada al Monasterio de Monserrat para realizar los ejercicios espirituales, que son interrumpidos el día 21 por el Alzamiento nacional; Pere se traslada a la Generalitat y logra obtener la tutela de la policía para preservar la integridad del Monasterio de la barbarie de los anárquicos. Refugiado en Barcelona lleva, a escondidas, la comunión a los perseguidos por los milicianos rojos y logra escapar a una perquisición realizada en su casa.


En julio de 1938 debe enrolarse en el ejército republicano como médico. Gracias a su coraje y dedicación los mismos soldados piden su promoción a capitán del ejército. Dedicaba parte de su tiempo al estudio del latín y de la filosofía, en preparación a sus futuros estudios sacerdotales y no pierde ocasión de manifestar su fe.


En enero de 1939 retorna a su casa del frente de guerra. El 26 de enero de 1939 se rinde Barcelona al ejército nacional. Integrado en la vida normal continua su actividad de médico, cubre algunos encargos en la A.C. y se prepara para ingresar en el Seminario de Barcelona evento que tendrá lugar el 29 de setiembre de 1939.


En 1941 año en el cual muere su madre recibe las Órdenes menores y el subdiaconado (20 de diciembre) y al año siguiente el diaconado (22 de marzo de 1942). Ordenado presbítero el 30 de mayo de 1942 el obispo lo designa coadjutor (vicario) de la parroquia de San Esteban de Sesrovires el 3 de junio. En 1943, por deseo del Obispo, va a estudiar a la Universidad Pontificia de Salamanca donde obtiene la Licencia en Teología el 13 de noviembre de 1944.


A su retorno a Barcelona recibe los siguientes nombramientos pastorales: vice-asistente diocesano de los jóvenes de la A.C., asistente del centro parroquial de las mujeres y de las jóvenes de A.C. de la parroquia de San Vicente de Sarriá (1944), capellán de la comunidad y del colegio de las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada Concepción (1945).


En las distintas obras apostólicas que le encargan no le faltan dificultades que lo hacen sufrir pero él sabe responder con actitudes evangélicas de caridad, prudencia y fortaleza sembrando desde la cruz la tierra de su apostolado. El 17 de noviembre de 1945 escribe en su Diario che se siente sumergido en el océano del apostolado, como había soñado por tanto tiempo, con el mismo fuego y entusiasmo que, desde laico, sintió por la Federaciò. Antes de morir expresará su alegría por el apostolado en la A.C. femenina de Sarriá, afirmando: “Yo soy hijo de obreros. En el cielo trabajaré mucho por todas Uds.”.


Durante las vacaciones en el santuario de la Virgen de Nuria, en el Pirineo de la provincia de Gerona, a 2.000 mt., recibe numerosos grupos de jóvenes de A.C.


También cubre los siguientes encargos: consejero y asesor de los Oblatos laicos benedictinos y de la Unions di scolans di Monserrat –antiguos miembros cantores del coro del monasterio- (1946), director de la Obra de la Visitación de Nuestra Señora, actividad destinada a procurar ayuda material y espiritual a los enfermos pobres (1947); beneficiado de la parroquia de Santa Ana (1949); consejero de la Escuela Católica de enseñanza social de Barcelona (1949); confesor ordinario del Seminario (1949); delegado diocesano de la Protección de la Mujer (1949); director espiritual del Hospital de Las Magdalenas, donde se acogen mujeres en fase terminal, por la prostitución o la extrema miseria moral. Pere Tarrés dejó una huella perenne y benéfica en todos los que lo trataron por actividades apostólicas.


El 17 de mayo de 1950 le realizaron una biopsia cuyo diagnóstico fue linfosarcoma linfoblástico. Tarrés vivió su enfermedad con una actitud de total abandono en Dios y ofreciendo su vida por la santificación de los sacerdotes. El 31 de agosto de 1950, a 45 años, moría en la Clínica que había fundado. Fue sepultado en el cementerio de Montjuic. El 6 de noviembre de 1975 sus restos mortales fueron trasladados a la iglesia parroquial de San Vicente de Sarriá, donde aún reposan.


Reproducido con autorización de Vatican.va



En uno de los hombres de la órbita de san Jerónimo.

Perteneció a la familia de los Camilos cuyas posesiones en el norte de África les hacían inmensamente ricos. Probablemente Pamaquio fue cristiano de toda la vida. Recibió una esmerada educación en retórica, elocuencia y literatura sagrada. Fue en la juventud compañero de Jerónimo y mantuvieron la amistad incluso más allá de la interrupción que supuso la marcha al desierto de Jerónimo en el año 370, fecha en torno a la cual pasa Pamaquio a formar parte del Senado.


Quizá no entendió del todo aquel brote de generosidad en la oración y posiblemente juzgó como extremoso el rigor de la penitencia que el grupo jeronimiano propiciaba con tanto énfasis. De hecho, bastantes cristianos de Roma lo juzgaron excesivo y criticaron abundantemente al santo, bien por error, bien porque la incondicional actitud evangélica de un pequeño círculo cristiano era una crítica muda para su cómoda mediocridad.


El caso es que contrajo matrimonio con Paulina, hija de santa Paula, aquella mujer asceta que siguió junto con Eustoquia al santo penitente al desierto.


Con su olfato cristiano, Pamaquio detectó y puso de manifiesto los errores doctrinales de Joviniano y tuvo la valentía de exponerlos con claridad al papa Siricio que se vió obligado a condenar la herejía unos años más tarde, en el 390. Para poder hacerse con seguridad cargo de los peligros que encerraba la enseñanza joviniana, se vio necesitado de recurrir frecuentemente con consultas específicas a Jerónimo.


A la muerte de Paulina por un mal parto, en el año 393, cuando llevaban solamente cinco años de matrimonio, comenzó Pamaquio a desarrollar una caridad con obras altamente llamativas. Organizó un banquete para los pobres; no lloró, sino que se dedicó a hacer; no se lamentó, pero llenó sus días con obras de misericordia. Tomando lección de la Sagrada Escritura, meditada a diario, se convenció de que la caridad cubre la multitud de los pecados. Los cojos, ciegos, paralíticos y tullidos son los herederos de Paulina. Y como las voces vuelan, continuamente se le ve por Roma acompañado de una nube de pobres a su alrededor.


Este hombre de la caridad levantó en el puerto romano un hospital para atender a los extranjeros, donde él mismo, con sus propias manos, curaba y atendía a los enfermos y moribundos. Quizá influyó en Pamaquio la clara y animosa ayuda de su amigo Jerónimo quien le dice por carta que no se contente con "ofrecer a Cristo tu dinero, sino a ti mismo. Fácilmente se desecha lo que sólo se nos pega por fuera, pero la guerra intestina es más peligrosa; si ofrecemos a Cristo nuestros bienes con nuestra alma, los recibe de buena gana, pero si damos lo de fuera a Dios y lo de dentro al Diablo, el reparto no es justo".


Preocupado no sólo por los cuerpos, sino principalmente de las almas, ejerció un ordenado apostolado epistolar, escribiendo frecuentes y sólidas cartas dirigidas a los que administran sus posesiones en Numidia y atienden sus tierras para sacarlos de la herejía de Donato que había hecho estragos entre los cristianos poco cultos o débiles en la fe; fue una labor altamente encomiada por Agustín de Hipona que le agradece su intervención en una carta escrita en el año 401.


Murió en el año 410, poco antes del dramático saco de Roma.


Pamaquio permaneció seglar -laico- toda su vida, dando un testimonio claro de amor a Dios y de coherencia de fe cristiana. Prestó servicio a la sociedad desde los más altos cargos profesionales y administró rectamente los bienes patrimoniales no mirando sólo el provecho propio, sino teniendo en cuenta las necesidades de sus contemporáneos. Un ejemplo para la mayor parte de los fieles cristianos de todos los tiempos.



Hermano jesuita. Nació en San Juan de Pie del Puerto, hoy Francia, entonces España, en 1533. Vivió varios años en la capital del Reino de Aragón y fue admitido en la Compañía en 1568, a los 35 años de edad.

Con fama de “excelente pintor” dejó “algunos cuadros” en Zaragoza, y como jesuita siempre trabajó en su profesión. Aún en el mar, durante su viaje.


Al llegar a España el Padre Ignacio de Azevedo, nombrado Provincial del Brasil por el San Francisco de Borja, con la misión de reclutar jesuitas en las Provincias de España y Portugal, se le dio como compañero, en Zaragoza, en 1570, al Hermano Juan de Mayorga, navarro, de casi 38 años de edad. Y como pintor se pensó que podría adornar con sagradas imágenes los templos de las nuevas reducciones en las Indias.


Viajó al Brasil con la expedición del Padre Ignacio de Azevedo, pero en barco diferente. En la isla Madeira pidió con fervor sustituir a alguno de los que pedían cambiar de embarcación, y así pudo formar parte del grupo de los jesuitas que salían el 30 de junio de 1570 hacia las islas Canarias.


En el día del martirio, “habiendo entrado los calvinistas por el castillo de proa, el Hermano Juan de Mayorga anduvo metido entre ellos exhortando y animando a los nuestros. Y como en todo el tiempo de la pelea, nunca dejase de exhortar, como le había encargado la obediencia, con su sotana, birrete y barba bien rapada mostraba claramente ser de la Compañía de Jesús. Pero no tenía armas sino únicamente las de la Palabra de Dios y de la Fe Católica”.


Al fin lo atacaron cinco calvinistas. Lo hirieron de mala manera en el pecho y en la espalda. Cayó moribundo al pie de una copia que él mismo había pintado del cuadro de la Virgen de Santa María la Mayor. Lo arrojaron vivo al mar.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



La fama mundial de Tomás de Kempis se debe a que él escribió La Imitación de Cristo: el libro que más ediciones ha tenido, después de la Biblia. Este precioso librito es llamado "el consentido de los libros" porque se ha sacado en las ediciones de bolsillo más hermosas y lujosas, ha tenido ya más de 3,100 ediciones en los más diversos idiomas del mundo. Su primera edición salió en 1472, 20 años antes del descubrimiento de América (un año después de la muerte del autor), y durante más de 500 años ha tenido unas 6 ediciones cada año. Caso raro y excepcional.

Tomás nació en Kempis, cerca de Colonia, en Alemania, en el año 1380. Era un hombre sumamente humilde, que pasó su larga vida (90 años) entre el estudio, la oración y las obras de caridad, dedicando gran parte de su tiempo a la dirección espiritual de personas que necesitaban de sus consejos.


Empezar por uno mismo.

En ese tiempo muchísimas personas deseaban que la Iglesia Católica se reformara y se volviera más fervorosa y más santa, pero pocos se dedicaron a reformase ellos mismos y a volverse mejores. Tomás de Kempis se dió cuenta de que el primer paso que hay que dar para obtener que la Iglesia se vuelva más santa, es esforzarse uno mismo por volverse mejor. Y que si cada uno se reforma a sí mismo, toda la Iglesia se va reformando poco a poco.


Una asociación muy útil.

Kempis se reunió con un grupo de amigos en una asociación piadosa llamada "Hermanos de la Vida Común", y allí se dedicaron a practicar un modo de vivir que llamaban "Devoción moderna" y que consistía en emplear largos ratos de oración, la meditación, la lectura de libros piadosos y en recibir y dar dirección espiritual, y dedicarse cada uno después con la mayor exactitud que le fuera posible a cumplir cada día los deberes de su propia profesión. Los que pertenecían a esta asociación hacían progresos muy notorios y rápidos en santidad y la gente los admiraba y los quería.


Un ascenso difícil.

Tomás tiene muchos deseos de ser sacerdote, pero en sus primeros 30 años no lo logra porque sus tentaciones son muy fuertes y frecuentes y teme que después no logre ser fiel a su voto de castidad. Pero al fin entra a una asociación de canónigos (en Windesheim) y allí en la tranquilidad de la vida retirada del mundo logra la paz de su espíritu y es ordenado sacerdote en el año 1414. Desde entonces se dedica por completo a dar dirección espiritual, a leer libros piadosos y a consolar almas atribuladas y desconsoladas. Es muy incomprendido muchas veces y sufre la desilusión de constatar que muchas amistades fallan en la vida (menos la amistad de Cristo) y va ascendiendo poco a poco, aunque con mucha dificultad, a una gran santidad.


Oficios delicados.

Dos veces fue superior de la comunidad de canónigos en su ciudad. Bastante tiempo estuvo encargado de la formación de los novicios. Después lo nombraron ecónomo pero al poco tiempo lo destituyeron porque su inclinación a la vida espiritual muy elevada no lo hacía nada apto para dedicarse a comerciar y a administrar dineros y posesiones. Su alma va pasando por períodos de mucha paz y de angustias y tristezas espirituales, y todo esto lo irá narrando después en su libro portentoso.


El libro que lo hizo famoso.

En sus ratos libres, Tomás de Kempis fue escribiendo un libro que lo iba a hacer célebre en todo el mundo: La Imitación de Cristo. De esta obra dijo un autor: "Es el más hermoso libro salido de la mano de un hombre" (Dicen que Kempis pidió a Dios permanecer ignorado y no conocido. Por eso la publicación de su libro sólo se hizo al año siguiente de su muerte). No lo escribió todo de una vez, sino poco a poco, durante muchos años, a medida que su espíritu se iba volviendo más sabio y su santidad y su experiencia iban aumentando. Lo distribuyó en cuatro pequeños libritos. Entre la redacción de un libro y la siguiente pasaron unos cuantos años.


El libro Primero de la Imitación de Cristo narra cómo es la lucha activa que hay que librar para convertirse y reformarse y los obstáculos que se le presentan a quiénes desean ser santos, entre los cuales está como principal: ser "la sirena" de este mundo, o sea la atracción, el deseo de darle gusto al propio egoísmo y de obtener honores, famas, altos puestos, riquezas y gozos sensuales y vida fácil y cómoda. Este primer librito es como el retrato de lo que Tomás tuvo que sufrir hasta sus 30 años de las luchas y peligros que se le presentaron.


El libro segundo. Fue escrito por Kempis después de haber sufrido muchas tribulaciones, contradicciones, humillaciones y desengaños, especialmente en el orden afectivo. Destituido del cargo de ecónomo, abandonado por amigos que se había imaginado le iban a ser fieles; es entonces cuando descubre que hay una amistad que no defrauda nunca y es la amistad con Jesucristo, y que allí se encuentra la solución para todas las penas del alma. Este libro segundo de la Imitación enseña cómo hay que comportarse en las tribulaciones y sufrimientos. Emplea mucho el nombre de Jesús indicando el afecto muy vivo y profundo que siente hacia el Redentor y que desea sientan sus lectores también.


Cuando redacta el Libro Tercero ya ha subido mas alto en espiritualidad. Aquí ya a Cristo lo llama El Señor. Se ha dado cuenta que la santidad no depende solamente de nuestros esfuerzos sino sobre todo de la ayuda de Dios. Ha crecido en humildad y exclama: "Cayeron los que eran como cedros del Líbano, y yo miserable ¿qué podré esperar de mis solas fuerzas?". Ahora ya no piensa en la muerte como algo miedoso, sino como una liberación del alma para ir a una Patria feliz.


El libro cuarto de la Imitación está dedicado a la Eucaristía y es uno de los más bellos tratados que se han escrito acerca del Santísimo Sacramento. Millones de personas en todos los continentes han leído este librito para prepararse o dar gracias cuando comulgan.


¿Un iluminado?

Muchos autores han pensado que probablemente Tomás de Kempis recibió del cielo luces muy especiales al escribir La Imitación de Cristo. De otra manera no se podría explicar el éxito mundial que este librito ha tenido por más de cinco siglos, en todas las clases sociales.


Otro secreto de su triunfo

Puede ser el que Kempis ha logrado comprender sumamente bien la persona humana con sus miserias y sus sublimes posibilidades, con sus inquietudes y su inmensa necesidad de tener un amor que llene totalmente sus aspiraciones.


Este libro está hecho para personas que quieran sostener una lucha diaria y sin contemplaciones contra el amor propio y el deseo de sensualidad que se opone diametralmente al amor de Dios y a la paz del alma. Está redactado para quienes quieran independizarse de lo temporal y pasajero y dedicarse a conseguir lo eterno e inmortal.


San Ignacio, San Juan Bosco, Juan XXIII, el presidente mártir, García Moreno y muchísimos más, han leído una página de la Imitación cada día. ¿La leeremos también nosotros? La mejor traducción actual es la que hizo el Apostolado Bíblico Católico, muy actualizada, toda con frases de la Santa Biblia. No dejemos de conseguirla y leerla.



El Beato Juan Juvenal Ancina nació en Fossano una pequeña ciudad en Piamonte, el 19 de Octubre de 1545. Sus padres lo bautizaron con el nombre de "Juvenal", no en honor del poeta romano, sino en honor del Patrono local a quien quisieron agradecer la vida del niño, que había estado en peligro al nacer. San Juvenal, el Patrón de Fossano, había sido médico, sacerdote y obispo. El pequeño Juvenal no solo llegaría ser todo eso sino que, como el Patrón, también llegaría a la gloria de los altares.

Dado que la familia Ancina gozaba de buena situación económica, tanto Juvenal como su hermano menor, Juan Mateo, que también sería sacerdote del Oratorio, tuvieron una esmerada educación.


Juvenal estudió en Montpellier, Padua, Mondovì y Turín, y se graduó en medicina y filosofía, doctorándose en ambas. Contando solamente veinticuatro años, fue profesor de medicina en la Universidad de Turín.


Hombre de gran cultura, era muy devoto y veía en su profesión un modo de expandir la Fe tanto en su actitud para con sus pacientes como en sus enseñanzas. Dándose cuenta de que el cuidado de las almas es más importante que el del cuerpo, siempre urgía a los enfermos para que acudieran a un sacerdote, antes de empezar su tratamiento. Como recreación, Juvenal escuchaba música, componía versos latinos y jugaba al ajedrez. Pertenecía a una hermandad religiosa y estudiaba teología por sus propios medios, aunque parece que puede haber tenido alguna asociación con los Agustinos. Tal era la vida que llevaba, cuando en una Misa de Réquiem en el monasterio agustino, las palabras del «Dies Irae» lo llenaron de terror hacia el juzgamiento. Durante el regreso a su casa, las palabras del Profeta Sofonías lo atormentaban: "Cerca está el día del Señor; próximo está y llega con suma velocidad. Es tan amarga la voz del día del Señor que lanzarán gritos de angustia hasta los valientes". Pese a que él había llevado una vida objetivamente sin culpas, se dio cuenta de que podía emplear mejor los magníficos talentos que Dios le había dado. Ese mismo día resolvió abandonar cualquier pequeña vanidad a la cual hubiera cedido y dedicarse a seguir solamente los designios de Dios. Se aplicó a la oración y a las lecturas espirituales para determinar qué era lo que Dios quería de él.


En 1574 se le pidió que acompañara a Roma, como médico personal, al embajador del Duque de Savoya. Llegó a la ciudad al año siguiente, descubriendo que tenía mucho tiempo libre, decidió sacar provecho de esa situación y empezó a estudiar Teología nada menos que con el que después sería San Roberto Bellarmino.


Ya llevaba más de un año en Roma cuando visitó la recién establecida Congregación del Oratorio. Obviamente conmovido por la misma, empezó a asistir a los ejercicios diarios. Escribió sobre esto en una de las tantas cartas que le envió a su hermano, Juan Mateo:

Hace algunos días, tomé una nueva costumbre, por las tardes he estado frecuentando el Oratorio de San Juan de Fiorentini, donde todos los días se dan hermosas conferencias sobre el Evangelio, virtudes y vicios, historia, historia eclesiástica, y vidas de santos. Todos los días son tres o cuatro los que oradores, y la audiencia incluye obispos, prelados, y otros hombres distinguidos... Los que predican son personas muy versadas en teología, y de vidas edificantes, y gran espiritualidad. A su cabeza está un cierto Reverendo Felipe, ahora un hombre de ya sesenta años, pero estupendo en varios aspectos, especialmente por su santidad de vida, su admirable prudencia, y su ingenuidad en idear y promover ejercicios espirituales.


También escribió que Felipe tenía gran reputación de saber descubrir vocaciones religiosas y que le iba a consultar sobre el plan que ambos tenían (él y su hermano Juan Mateo), de entrar en los Cartujos, Ambos hermanos estaban muy impresionados por un exitoso abogado de Turín que había abandonado todo para entrar en los Cartujos y habían decidido hacer lo mismo. San Felipe, disuadió a los hermanos de llevar a cabo este plan y después de examinar durante algún tiempo a Juvenal para comprobar su sinceridad, sugirió para ellos el Oratorio. Ambos fueron aceptados el 1º de octubre de 1578.


Cuatro años más tarde, Juvenal fue ordenado, y en 1586, fue enviado a Nápoles para ayudar a la reciente fundación del Oratorio hecha en esa ciudad. Allí, se dedicó a diferentes actividades. Rápidamente se ganó la reputación de buen predicador. También hizo uso de sus talentos musicales para hacer crecer la piedad popular -especialmente recordada es su ´Tempio Armonico della Beatissima Vergine´, una colección de canciones espirituales para tres, cinco, ocho y doce voces. Debemos mencionar que estas canciones nunca fueron parte de la liturgia, pues Juvenal, con toda razón, pensaba que la música sagrada hacía la liturgia más solemne y hermosa. También ayudó a llevar a cabo en Nápoles muchos emprendimientos culturales e involucró en el trabajo del Oratorio a muchas familias de la alta aristocracia. A través del ´Oratorio dei Principi´ consiguió introducir las normas de vida católicas en muchas familias influyentes. En el otoño de 1596 Juvenal fue llamado a Roma, donde el Papa Clemente VIII le dijo que había decidido nombrarlo Obispo de Saluzzo, en el norte de Italia, en donde la invasión de herejes se había convertido en gran causa de preocupación. Juvenal no estaba del todo convencido de aceptar el nombramiento, y no lo hizo hasta agosto de 1602: tomó posesión de su Diócesis el 6 de marzo de 1603.


El tiempo que estuvo en este cargo fue muy corto, pues murió -se supone que envenenado-, el 30 de agosto de 1604. En su agonía, repetía continuamente: "Dulces Jesús y María, dad paz a mi alma".


Su breve episcopado, sin embargo, fue fructífero, y se caracterizó por varias iniciativas dirigidas a ayudar a sus fieles a crecer en piedad y caridad. Al mes de haberse hecho cargo de la Diócesis, comenzó el trabajo de reformar las vidas tanto del clero como de los laicos. Buscando combatir la herejía, convocó un Sínodo para implementar los decretos del Concilio de Trento, anunció la fundación de un Seminario, y organizó devociones para incrementar la adoración al Santísimo Sacramento. También puso gran énfasis en inculcar la fe en las enseñanzas de la Iglesia e introdujo el uso del catecismo. Prontamente la gente lo tuvo en gran estima incluso su inmediato vecino, el Obispo de Ginebra, Francisco de Sales, quien apreciaba su humilde y pacífico carácter.


El Beato Juvenal es el único de los miembros del Oratorio que conoció personalmente a San Felipe y que llegó a los altares. El cuerpo del Beato Juvenal descansa en la Catedral de Saluzzo, bajo un altar dedicado a él.


Fue beatificado por el Papa León XIII el 9 de febrero de 1890.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



Nació en Aarle-Rixtel (Países Bajos), en la diócesis de Hertogenbosch, el 3 de noviembre de 1890. Fue bautizado el mismo día, con el nombre de Humberto.

Era el octavo de once hermanos de una familia muy católica, en la que cada día se rezaba el Ángelus y el rosario. Se asistía a la celebración de la Eucaristía no sólo los domingos sino también muchas veces entre semana. En casa había un ambiente de serenidad y trabajo, así como de mucha solidaridad entre los hermanos. De niño, Humberto, asistió a la escuela de las Hermanas de la Caridad de Schijndel y después a la del maestro católico Harmelinck.


De carácter jovial y sociable, era muy apreciado tanto en casa como fuera. Pronto sintió la llamada al sacerdocio, por lo cual quiso hacer estudios secundarios, contra el parecer de su maestro, que no lo consideraba dotado para ello. Su padre lo quería para las labores del campo. Humberto logró, finalmente, que su padre le permitiera estudiar. Fue a Gemert para asistir a la escuela secundaria y allí permaneció dos años. Habiendo leído la biografía del padre Damián de Veuster, decidió entrar en la congregación de los Sagrados Corazones. Ingresó en 1905 en la escuela apostólica que esa congregación tenía en Grave y allí continuó los estudios de secundaria. A pesar de las dificultades que encontraba en los estudios, especialmente en las lenguas, se esforzó mucho y los profesores lo animaron, dada su voluntad y su disposición para la vida religiosa misionera.


Terminados los estudios secundarios, el 23 de septiembre de 1913, fue admitido al noviciado, que en aquel tiempo se encontraba en Tremeloo (Bélgica). Tomó el nombre de Eustaquio, con el que se le conoce desde entonces. Ante la invasión alemana de Bélgica en aquel año, tuvo que regresar a su casa. Esta situación duró poco tiempo y pudo continuar el noviciado en los Países Bajos, haciendo su profesión temporal el 27 de enero de 1915 en Grave (Países Bajos) y la profesión perpetua el 18 de marzo de 1918 en Ginneken (Países Bajos). En 1916 concluyó los cursos de filosofía y durante los años 1916-1919 hizo los estudios teológicos en Ginneken. Sus profesores, admitiendo que no estaba muy dotado para las cuestiones metafísicas, sin embargo consideraban que iba adquiriendo una buena visión teológica y un buen criterio en las cuestiones de práctica pastoral. Fue ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1919.


Ejerció el ministerio en su patria durante cinco años. El primer año lo pasó en Vierlingsbeek como asistente del maestro de novicios. Los superiores, motivados sobre todo por su piedad y estricta observancia de la Regla, lo dedicaron al ámbito de la formación. Luego pasó dos años en Maasluis en el servicio pastoral a los obreros del cristal que eran valones de lengua francesa y se habían refugiado en los Países Bajos. Con ellos demostró un gran celo apostólico, que fue reconocido por el Estado belga, el cual lo condecoró por sus servicios a esa minoría.


Por último, durante dos años ejerció el ministerio en Roelofarendsveen como vicario del párroco, p. Ignacio Herscheid. Aquí su actividad fue muy intensa con las organizaciones parroquiales, así como en el confesionario y en la asistencia a los enfermos. En el mes de diciembre de 1924 fue enviado a España para aprender español, ya que en principio pensaban destinarlo a una misión en Uruguay; sin embargo, después fue enviado a Brasil. El padre Eustaquio deseaba ser misionero y ese deseo se vio cumplido cuando se erigió la provincia de los Países Bajos y el nuevo provincial, p. Norbert Poelman buscó una misión en América Latina para la provincia naciente.


El p. Eustaquio llegó a Río de Janeiro el 12 de mayo de 1925. Trabajó como misionero durante dieciocho años en Brasil, diez en Agua Suja, seis en Poá y los dos últimos años de su vida, breves estancias en varias casas de la Congregación: Río de Janeiro, Fazenda de San José de Río Claro, Patrocinio, Ibiá y, por último, en Belo Horizonte como párroco de Santo Domingo, donde murió el 30 de agosto de 1943.


El 23 de abril de 1925 partieron de Amsterdam el p. Norbert Poelman, provincial, con los tres primeros misioneros para Brasil: Gilles van de Boogaard, Eustaquio van Lieshout y Mathias van Roy. Llegaron el 12 de mayo y tuvieron que esperar hasta el 15 de julio para tomar posesión de la parroquia de Agua Suja, que actualmente se denomina Romaría, en la diócesis de Uberaba, en la región conocida como "Triángulo Minero". La parroquia tenía el santuario diocesano de Nuestra Señora de la Abadía. En principio el p. Eustaquio colaboró como vicario, asumiendo la atención pastoral de la parroquia de Nova Ponte y sus capillas.


Posteriormente, a partir del 2 de marzo de 1926, fue nombrado párroco de Agua Suja. Era una parroquia donde la gente se dedicaba fundamentalmente a la búsqueda del oro en las orillas del río Bagagem. Dada la incertidumbre de los resultados de aquellos trabajos, la situación económica y social era difícil. El p. Eustaquio se dedicó plenamente a sus feligreses y trató de atenderlos tanto física como espiritualmente. Su empeño por mejorar las condiciones humanas y religiosas de aquella población dio buenos frutos. Especial dedicación prestó siempre a los pobres y a los enfermos, produciéndose ya entonces algunas curaciones por su medio.


El 15 de febrero de 1935 tomó posesión de la parroquia de Nuestra Señora de Lourdes de Poá, en la región metropolitana de São Paulo. Recibió también el encargo del cuidado pastoral del barrio de San Miguel Paulista, actualmente sede de la diócesis. Si la parroquia de Romaría era difícil no lo era menos la de Poá. A su llegada carecía de templo parroquial, con problemas con las sectas espiritistas y bastante indiferencia entre la gente. El p. Eustaquio se dedicó de nuevo con gran celo a visitar a las familias, los enfermos, los pobres, los niños, así como a la organización parroquial. A partir de 1937 su apostolado asumió una connotación particular: el don de curación por intercesión de san José. Especialmente orientó esta actividad a fortalecer la fe del pueblo y a liberarla de la tendencia a la superstición. Es entonces cuando su fama comenzó a extenderse por el país y de todos lados comenzaron a llegar personas que querían verle y obtener por su medio el favor de la curación. La afluencia de la gente era cada vez mayor, llegando a pasar por Poá unas diez mil personas al día. Dadas las limitaciones de aquella parroquia para admitir tanta gente, la autoridad civil comenzó a intervenir y posteriormente los superiores se vieron obligados a trasladar al p. Eustaquio. Una vez recibida la orden de sus superiores, actuó prontamente y salió de Poá el 13 de mayo de 1941.


Los dos últimos años de su vida constituyeron una verdadera peregrinación. En todos los sitios a donde llegaba, incluso tratando de esconderse de la gente, había personas que lo buscaban para pedirle ayuda, consuelo y curación. En Río de Janeiro permaneció unos quince días y también allí hubo grandes concentraciones de personas que lo buscaban. De nuevo fue trasladado, esta vez tratando de ocultar su destino. De hecho permaneció con otro nombre, p. José, en la Fazenda de Río Claro y allí se dedicó a la oración, a la lectura y también a atender a los ochocientos colonos de la factoría. Algunos obispos y sacerdotes, a pesar del carácter incógnito de este tiempo, le solicitaron bendiciones y oraciones para los enfermos, cosa que realizó con el permiso de sus superiores.


Del 13 de octubre de 1941 al 14 de febrero de 1942, fue enviado a Patrocinio. Allí pudo ejercer de nuevo el apostolado en forma pública con algunas condiciones. En cualquier caso también allí por su medio hubo numerosas conversiones. Después fue trasladado a Ibiá, en Minas Gerais, como párroco una vez más, ya que parecía que la situación se había estabilizado. Después de tres meses en los que pudo ejercer serenamente su actividad parroquial, los superiores creyeron conveniente trasladarlo como párroco a Belo Horizonte, a la parroquia dedicada a los Sagrados Corazones. Allí permaneció desde el 7 de abril de 1942 hasta su muerte.


Además de todas las actividades parroquiales ordinarias, cada día recibía a unas cuarenta personas en el confesionario, que llegaban a él provistas de un billete, como habían dispuesto los superiores para evitar concentraciones. Especialmente se ocupaba de las confesiones de los enfermos. Ante las peticiones de otras parroquias, acudía con presteza y escuchaba muchas confesiones. Ciertamente todos lo consideraban un verdadero misionero y un santo.


El 20 de agosto, atendiendo a un enfermo de tifus exantemático, él mismo contrajo la enfermedad. En principio se le diagnosticó una pulmonía, pero después se constató que se trataba de esa grave enfermedad, que por entonces era incurable. Consciente de la proximidad de su muerte y habiendo pronosticado él mismo que se produciría en pocos días, se preparó a ella con la oración y la recepción de los sacramentos. Los testigos afirman la gran fortaleza con la que afrontó aquella situación hasta el final. Sus últimas palabras, dirigidas al p. Gil, fueron: "Padre Gil, ¡Deo gratias!"; diciendo esto, expiró.


Beaticado el 15 de junio de 2006.


Reproducido con autorización de Vatican.va



Martirologio Romano: Memoria del martirio de san Juan Bautista, al que Herodes Antipas retuvo encarcelado en la fortaleza de Maqueronte y a quien, en el día de su cumpleaños, mandó decapitar a petición de la hija de Herodías. De esta suerte, el Precursor del Señor, como lámpara encendida y resplandeciente, tanto en la muerte como en la vida dio testimonio de la verdad (s. I).

El evangelio de San Marcos nos narra de la siguiente manera la muerte del gran precursor, San Juan Bautista: "Herodes había mandado poner preso a Juan Bautista, y lo había llevado encadenado a la prisión, por causa de Herodías, esposa de su hermano Filipos, con la cual Herodes se había ido a vivir en unión libre. Porque Juan le decía a Herodes: "No le está permitido irse a vivir con la mujer de su hermano". Herodías le tenía un gran odio por esto a Juan Bautista y quería hacerlo matar, pero no podía porque Herodes le tenía un profundo respeto a Juan y lo consideraba un hombre santo, y lo protegía y al oírlo hablar se quedaba pensativo y temeroso, y lo escuchaba con gusto".

"Pero llegó el día oportuno, cuando Herodes en su cumpleaños dio un gran banquete a todos los principales de la ciudad. Entró a la fiesta la hija de Herodías y bailó, el baile le gustó mucho a Herodes, y le prometió con juramento: "Pídeme lo que quieras y te lo daré, aunque sea la mitad de mi reino".


La muchacha fue donde su madre y le preguntó: "¿Qué debo pedir?". Ella le dijo: "Pida la cabeza de Juan Bautista". Ella entró corriendo a donde estaba el rey y le dijo: "Quiero que ahora mismo me des en una bandeja, la cabeza de Juan Bautista".


El rey se llenó de tristeza, pero para no contrariar a la muchacha y porque se imaginaba que debía cumplir ese vano juramento, mandó a uno de su guardia a que fuera a la cárcel y le trajera la cabeza de Juan. El otro fue a la prisión, le cortó la cabeza y la trajo en una bandeja y se la dio a la muchacha y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse los discípulos de Juan vinieron y le dieron sepultura (S. Marcos 6,17).


Herodes Antipas había cometido un pecado que escandalizaba a los judíos porque esta muy prohibido por la Santa Biblia y por la ley moral. Se había ido a vivir con la esposa de su hermano. Juan Bautista lo denunció públicamente. Se necesitaba mucho valor para hacer una denuncia como esta porque esos reyes de oriente eran muy déspotas y mandaban matar sin más ni más a quien se atrevía a echarles en cara sus errores.


Herodes al principio se contentó solamente con poner preso a Juan, porque sentía un gran respeto por él. Pero la adúltera Herodías estaba alerta para mandar matar en la primera ocasión que se le presentara, al que le decía a su concubino que era pecado esa vida que estaban llevando.


Cuando pidieron la cabeza de Juan Bautista el rey sintió enorme tristeza porque estimaba mucho a Juan y estaba convencido de que era un santo y cada vez que le oía hablar de Dios y del alma se sentía profundamente conmovido. Pero por no quedar mal con sus compinches que le habían oído su tonto juramento (que en verdad no le podía obligar, porque al que jura hacer algo malo, nunca le obliga a cumplir eso que ha jurado) y por no disgustar a esa malvada, mandó matar al santo precursor.


Este es un caso típico de cómo un pecado lleva a cometer otro pecado. Herodes y Herodías empezaron siendo adúlteros y terminaron siendo asesinos. El pecado del adulterio los llevó al crimen, al asesinato de un santo.


Juan murió mártir de su deber, porque él había leído la recomendación que el profeta Isaías hace a los predicadores: "Cuidado: no vayan a ser perros mudos que no ladran cuando llegan los ladrones a robar". El Bautista vio que llegaban los enemigos del alma a robarse la salvación de Herodes y de su concubina y habló fuertemente. Ese era su deber. Y tuvo la enorme dicha de morir por proclamar que es necesario cumplir las leyes de Dios y de la moral. Fue un verdadero mártir.


Una antigua tradición cuenta que Herodías años más tarde estaba caminando sobre un río congelado y el hielo se abrió y ella se consumió hasta el cuello y el hielo se cerró y la mató. Puede haber sido así o no. Pero lo que sí es histórico es que Herodes Antipas fue desterrado después a un país lejano, con su concubina. Y que el padre de su primera esposa (a la cual él había alejado para quedarse con Herodías) invadió con sus Nabateos el territorio de Antipas y le hizo enormes daños. Es que no hay pecado que se quede sin su respectivo castigo.



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