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Hoy celebramos a Santa María Magdalen, debemos referirnos a tres personajes bíblicos, que algunos identifican en una sola persona: María Magdalena, María la hermana de Lázaro y Marta, y la pecadora anónima que unge los pies de Jesús.

Tres personajes para una historia


María Magdalena, así, con su nombre completo, aparece en varias escenas evangélicas. Ocupa el primer lugar entre las mujeres que acompañan a Jesús (Mt 27, 56; Mc 15, 47; Lc 8, 2); está presente durante la Pasión (Mc 15, 40) y al pie de la cruz con la Madre de Jesús (Jn 19, 25); observa cómo sepultan al Señor (Mc 15, 47); llega antes que Pedro y que Juan al sepulcro, en la mañana de la Pascua (Jn 20, 1-2); es la primera a quien se aparece Jesús resucitado (Mt 28, 1-10; Mc 16, 9; Jn 20, 14), aunque no lo reconoce y lo confunde con el hortelano (Jn 20, 15); es enviada a ser apóstol de los apóstoles (Jn 20, 18). Tanto Marcos como Lucas nos informan que Jesús había expulsado de ella «siete demonios». (Lc 8, 2; Mc 16, 9)


María de Betania es la hermana de Marta y de Lázaro; aparece en el episodio de la resurrección de su hermano (Jn 11); derrama perfume sobre el Señor y le seca los pies con sus cabellos (Jn 11, 1; 12, 3); escucha al Señor sentada a sus pies y se lleva «la mejor parte» (Lc 10, 38-42) mientras su hermana trabaja.


Finalmente, hay un tercer personaje, la pecadora anónima que unge los pies de Jesús (Lc 7, 36-50) en casa de Simón el Fariseo.


Dos en una, tres en una


No era difícil, leyendo todos estos fragmentos, establecer una relación entre la unción de la pecadora y la de María de Betania, es decir, suponer que se trata de una misma unción (aunque las circunstancias difieren), y por lo tanto de una misma persona.


Por otra parte, los «siete demonios» de Magdalena podían significar un grave pecado del que Jesús la habría liberado. No hay que olvidar que Lucas presenta a María Magdalena (Lc 8, 1-2) a renglón seguido del relato de la pecadora arrepentida y perdonada (Lc 7, 36-50).


San Juan, al presentar a los tres hermanos de Betania (Marta, María y Lázaro), dice que «María era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus cabellos». El lector atento piensa: "Conozco a este personaje: es la pecadora de Lucas 7". Además, en el mismo evangelio de Lucas, inmediatamente después del episodio de la unción, se nos presenta a María Magdalena, de la que habían salido «siete demonios». El lector ratifica su impresión: "María Magdalena es la pecadora que ungió a Jesús". Y por último, en el mismo evangelio de San Lucas, pocos capítulos después (Lc 10), María, hermana de Marta, aparece escuchando al Señor sentada a sus pies. El lector concluye: "María Magdalena y esta María son una misma persona, la pecadora penitente y perdonada, que Juan también menciona por su nombre aclarándonos que vivía en Betania".


Pero esta conclusión no es necesaria porque:


no hay por qué relacionar a Juan con Lucas; los relatos difieren en varios detalles. Así, por ejemplo, la unción, según Lucas, tiene lugar en casa de Simón el Fariseo; su relato hace explícita referencia a los pecados de la mujer que unge a Jesús. Pero Mateo, Marcos y Juan, por su parte, hablan de la unción en Betania en casa de un tal Simón (Juan no aclara el nombre del dueño de casa, sólo señala que Marta servía y que Lázaro estaba presente), y mencionan el gesto hipócrita de Judas en relación con el precio del perfume, sin sugerir que la mujer fuese una pecadora. Sólo Juan nos ofrece el nombre de la mujer, que los demás no mencionan.


los «siete demonios» no significan un gran número de pecados, sino -como lo aclara allí mismo Lucas- «espíritus malignos y enfermedades»; este significado es más conforme con el uso habitual en los evangelios.


Dos teorías


Los argumentos a favor de la identificación de los tres personajes, como vemos, son débiles. Sin embargo, tal identificación cuenta a su favor con una larga tradición, como se ha mencionado. Hay que decir también que los argumentos a favor de la distinción entre las tres mujeres tampoco son totalmente concluyentes. Es decir que ambas teorías cuentan con razones a favor y en contra, y de hecho, a lo largo de la historia, ambas interpretaciones han sido sostenidas por los exégetas: así, por ejemplo, los latinos estuvieron siempre más de acuerdo en identificar a las tres mujeres, y los griegos en distinguirlas.


Una respuesta "oficial"


A pesar de que ambas posturas cuentan con argumentos, hoy en día la Iglesia Católica se ha inclinado claramente por la distinción entre las tres mujeres. Concretamente, en los textos litúrgicos, ya no se hace ninguna referencia -como sí ocurría antes del Concilio- a los pecados de María Magdalena o a su condición de "penitente", ni a las demás características que le provendrían de ser también María de Betania, hermana de Lázaro y de Marta. En efecto, la Iglesia ha considerado oportuno atenerse sólo a los datos seguros que ofrece el evangelio.


Por ello, actualmente se considera que la identificación entre Magdalena, la pecadora y María es más bien una confusión "sin ningún fundamento", como dice la nota al pie en Lc 7, 37 de "El Libro del Pueblo de Dios". No hay dudas de que la Iglesia, a través de su Liturgia, ha optado por la distinción entre la Magdalena, María de Betania y la pecadora, de modo que hoy podemos asegurar que María Magdalena, por lo que nos cuenta la Escritura y por lo que nos afirma la Liturgia, no fue "pecadora pública", "adúltera" ni "prostituta", sino sólo seguidora de Cristo, de cuyo amor ardiente fue contagiada, para anunciar el gozo pascual a los mismos Apóstoles.


La liturgia de su fiesta


Los textos bíblicos que se proclaman en su Memoria (que se celebra el 22 de julio) hablan de la búsqueda del «amado de mi alma» (Cant 3, 1-4a) o de la muerte y resurrección de Jesús como misterio de amor que nos apremia a vivir para «Aquel que murió y resucitó» por nosotros (2 Cor 5, 14-17). Ell evangelio que se proclama en la Misa es Jn 20, 1-2.11-18, es decir, el relato pascual en que Magdalena aparece como primera testigo de la Resurrección de Jesús, lo proclama «¡Maestro!» y va a anunciar a todos que ha visto al Señor. Como se ve, ninguna alusión a sus pecados ni a su supuesta identificación con María de Betania. Sólo pervive de esta supuesta identificación el hecho de que la Memoria litúrgica de Santa Marta se celebra justamente en la Octava de Santa Magdalena, es decir, una semana después, el 29 de julio. Santa María de Betania aun no tiene fiesta propia en el Calendario Litúrgico oficial.


Los textos eucológicos de la Misa de la Memoria de Santa María Magdalena nos dicen, por su parte, que a ella el Hijo de Dios le «confió, antes que a nadie... la misión de anunciar a los suyos la alegría pascual» (Oración Colecta). Magdalena es aquella «cuya ofrenda de amor aceptó con tanta misericordia tu Hijo Jesucristo» (Oración sobre las Ofrendas) y es modelo de «aquel amor que [la] impulsó a entregarse por siempre a Cristo» (Oración Postcomunión).


En la Liturgia de las Horas ocurre otro tanto, ya que los nuevos himnos compuestos después de la reforma litúrgica (Aurora surgit lúcida para Laudes y Mágdalæ sidus para Vísperas) hacen hincapié en los mismos aspectos: María Magdalena como testigo privilegiado de la Resurrección, primera en anunciar a Cristo resucitado, y fiel e intrépida seguidora de su Maestro. Algo similar se verifica en los demás elementos del Oficio Divino, en los que -nuevamente- no hay alusión ninguna a los supuestos pecados de la Magdalena ni a su condición de hermana de Marta y Lázaro.


Como claro contraste, cabe señalar que en la liturgia previa al Concilio, la Memoria del 22 de julio se llamaba «Santa María Magdalena, penitente», y abundaban las referencias a su pecado perdonado por Jesús y a su condición de hermana de Lázaro. El evangelio que se proclamaba era justamente Lc 7, 36-50, es decir, la unción de Jesús a cargo de «una mujer pecadora que había en la ciudad»: "in civitate peccatrix".


Finalmente, mencionemos que el culto a Santa María Magdalena es muy antiguo, ya que la Iglesia siempre veneró de modo especial a los personajes evangélicos más cercanos a Jesús. La fecha del 22 de julio como su fiesta ya existía antes del siglo X en Oriente, pero en Occidente su culto no se difundió hasta el siglo XII, reuniendo en una sola persona a las tres mujeres que los Orientales consideraban distintas y veneraban en diversas fechas. A partir de la Contrarreforma, el culto a María Magdalena, "pecadora perdonada", adquiere aun más fuerza.


La leyenda oriental señala que después de la Ascensión habría vivido en Éfeso, con María y San Juan; allí habría muerto y sus reliquias habrían sido trasladadas a Constantinopla a fines del siglo IX y depositadas en el monasterio de San Lázaro.


Otra tradición -que prevalece en Occidente- cuenta que los tres "hermanos" (Marta, María "Magdalena" y Lázaro) viajaron a Marsella (en un barco sin velas y sin timón). Allí, en la Provenza, los tres convirtieron a una multitud; luego Magdalena se retiró por treinta años a una gruta (del "Santo Bálsamo") a hacer penitencia. Magdalena muere en Aix-en-Provence, adonde los ángeles la habían llevado para su última comunión, que le da San Máximo. Diversos avatares sufren sus reliquias y su sepulcro a lo largo de los siglos.


Estas leyendas, naturalmente, no tienen ningún fundamento histórico y, como otras tantas, fueron forjadas en la Edad Media para explicar y autentificar la presencia, en una iglesia del lugar, de las supuestas reliquias de Magdalena, meta de innumerables peregrinajes.


Finalmente, cabe consignar que el apelativo "Magdalena" significa "de Magdala", ciudad que ha sido identificada con la actual Taricheai, al norte de Tiberíades, junto al lago de Galilea.


Oración


María Magdalena, te pido me ayudes a reconocer a Cristo en mi vida evitando las ocasiones de pecado. Ayúdame a lograr una verdadera conversión de corazón para que pueda demostrar con obras, mi amor a Dios.

Amén.



Martirologio Romano: En Cardiff, ciudad de Gales, santos Felipe Evans, de la Compañía de Jesús, y Juan Lloyd, presbíteros y mártires, que, siendo rey Carlos II, fueron ahorcados al descubrirse que ejercían el sacerdocio en su patria (1679).

Etimológicamente: Felipe = Aquel que es amigo de los caballos, es de origen griego.



Felipe nace el año 1645, en Monmouthshire, Gales. Cerca de la parroquia de Abergavenny, se encuentra la casa paterna. Sus padres, que han permanecido como buenos católicos, lo envían al continente, cuando tiene quince años, para recibir su educación en el Colegio Inglés de la Compañía de Jesús ubicado en la ciudad de Saint Omer, en Flandes.

En la Compañía de Jesús


Terminados los estudios de filosofía, hace discernimiento vocacional e ingresa en la Compañía a la edad de 20 años. Es ordenado de sacerdote en 1675.


Se conserva un informe de su vida, escrito por su Provincial: "Tiene una disposición maravillosamente franca y un comportamiento simpático, sin nubarrones. Su frente est siempre libre de arrugas".


De regreso a Gales


Tan pronto como completa la formación, los superiores lo destinan a la patria. Queda asignado al pequeño Colegio de Cwm.


Muy pronto empieza a ser conocido por su extraordinario celo apostólico. Dice regularmente la misa y predica, a los numerosos grupos católicos, en la mansión de Thomas Gunter, ubicada en la calle de la Santa Cruz, una de las principales de Abergavenny. Más de un centenar de personas se agrupa, cada domingo y día festivo, en la capilla adornada en el frontis con el IHS de los jesuitas. La iglesia está en el amplio jardín y, en la casa, hay un lugar secreto que puede ocultar al sacerdote.


Felipe también frecuenta, dos millas al norte de Abergavenny, la casa de campo de Charles Proger, quien hábilmente combina su cargo de juez de paz con su calidad de católico. Allí acuden también algunos cientos de personas.


Igualmente, recorre el valle de Glamorgan en la zona oeste de Gales, y dice misa en Sker House, propiedad de Christopher Turberville, quien con gran valentía lo protege.


Cuando estalla, en 1678, la tormenta provocada por Titus Oates, el juez de paz de Llanvihangel Court, John Arnold, ofrece una recompensa de 200 libras esterlinas por la captura de Felipe.


Los amigos avisan a Felipe y lo tratan de convencer para que salga de Gales, por lo menos hasta que pase la tormenta. Pero él no acepta dejar el lugar donde lo ha colocado la obediencia. Christopher Turberville tiene el valor de ocultarlo en Sker House, su casa.


El 2 de diciembre de 1678, Felipe es detenido por William Bassett y un grupo de hombres armados. La traición, por parte de un pariente protestante del dueño de casa, parece ser cierta.


Felipe y su anfitrión son llevados a la cárcel de Dunraven Castle. Allí Richard Lougher, el juez de paz, ofrece una fianza por Felipe, la que es rechazada por William Bassett. Con escolta armada, es conducido a Cardiff.


Durante la noche, se detiene la comitiva en Cowbridge. Esta vez, es Sir Edward Stradling quien ofrece una fianza a Felipe con la condición de que preste el juramento prescrito en las Actas de Supremacía y de Fidelidad. Él agradece al magistrado su atención, pero manifiesta que rechaza el ofrecimiento porque no puede ir contra la propia conciencia.


En la prisión de Cardiff, Felipe es confinado en un calabozo sin luz y sin ventilación, ubicado en los subterráneos de la Torre negra. Pasa veinte días en estricto aislamiento, hasta que el gobernador accede a que Felipe pueda compartir una celda con otro sacerdote. Este es John Lloyd, diocesano y buen amigo de Felipe, quien sufre prisión por la misma causa. John ha sido formado en el Colegio jesuita inglés de Valladolid y, por lo tanto, tienen muchas cosas en común. Juntos ocupan, ahora, una celda amplia en el primer piso de la Torre con una pequeña ventana ubicada en lo alto.


Felipe y John son mantenidos prisioneros durante cinco meses, mientras las autoridades buscan testigos adecuados, que los acusen de haberlos visto actuar como sacerdotes.


Los testigos y el juicio


El primero de los testigos católicos que encuentran rechaza vehementemente prestarse a sus propósitos. Por ello es golpeado con tal violencia, que una de sus costillas se rompe y muere en la tortura. Varios otros, que rechazan, son azotados. Al fin, convencen, con una recompensa de doscientas libras a cada una, a la anciana Margaret John Lewis y a su hija Mary Lewis, ambas antiguas católicas. Otros cinco testigos, por cien libras, son encontrados para atestiguar contra John Lloyd.


El proceso queda fijado para el día 9 de mayo. Ambos prisioneros son acusados de ser sacerdotes y jesuitas, lo cual los hace jurídicamente traidores y no merecedores de un veredicto de inocencia. Nada dicen acerca de complicidad en el complot fraguado por Oates.


Las dos mujeres declaran contra Felipe. Afirman que ellas han asistido a las misas celebradas por el P. Evans y que han recibido la comunión de sus manos. A estos cargos, Felipe no responde, porque sabe que dicen la verdad. Mayne Trott, contratado también por Bassett, pretende envolverlo en el complot de Titus Oates, pues jura que a los pocos días de manifestado ese complot, Felipe habría dicho: "Si ustedes temen a las leyes penales actúan tontamente, porque les aseguro que dentro de poco no habrá en Inglaterra otra religión que la católica".


Con ello, Felipe estaría anunciando que el duque de York, católico, hermano y heredero del rey, iba a restablecer en su reinado al catolicismo como a única religión de Inglaterra. Felipe, solemnemente, niega estos cargos, a lo cual el Juez accede retirarlos. El Juez, que es un hombre amable, invita a Felipe para que rechace los primeros testimonios. Pero Felipe no puede hacerlo y nuevamente guarda silencio.


Entonces el Juez se dirige al jurado: "Señores, si Uds. creen que estas mujeres han dicho la verdad, es un deber pronunciar el veredicto de que es culpable". Richard Bassett, que es miembro del jurado, hace castañetear sus dedos y en voz alta dice: "Deje Ud. este asunto a nosotros. Le aseguro, por Dios, que lo declararemos culpable".


El veredicto del jurado es unánime: culpable. Al escuchar Felipe esa condena a muerte, inclina la cabeza. Agradece al Juez, después al jurado, y muy especialmente a Richard Bassett.


Los testigos contra John Lloyd no se presentan. Las evidencias de su sacerdocio las presentan: Samuel Hancorne, Benjamin Browne, la misma Margaret Lewis y John Nicholls. El jurado también declara culpable al sacerdote John Lloyd.


En la antesala de la muerte


De regreso a la Torre del Castillo, ambos son encadenados. Felipe pide al alcaide permiso para hacer traer su arpa. Con las cadenas en los pies, toca, canta y hace cantar a muchos en la prisión. La ejecución es diferida casi tres meses. Hay rumores de una posible liberación. Debido a ello, Felipe y John empiezan a ser tratados con mayor atención. Les quitan las cadenas, les permiten salir de la celda y aun jugar tenis en el patio.


El 21 de julio, repentinamente, mientras Felipe juega un partido de tenis, es informado por el alcaide que su muerte ha sido fijada para el día siguiente en la mañana. Continuó jugando hasta terminar el partido. Después se mostró feliz.


Más tarde Felipe y John son nuevamente encadenados. Con mucha paz, dedica las horas a tocar el arpa, a cantar y a conversar alegremente con las numerosas personas que vienen a despedirse. Después a solas, con su amigo John, rezan un largo rato.


Hacia el patíbulo


El 22 de julio de 1679, alrededor de las nueve de la mañana, Felipe y John son subidos a una carreta en dirección a Gallows Field, el lugar del suplicio. Ambos van con los brazos atados a la espalda. Muy temprano, ambos han recitado al breviario.


Cardiff era una ciudad pequeña en ese entonces. La comitiva tomó la calle principal, hasta Gallows Field. No sabemos, con exactitud, qué actitud tomaron las personas que siguieron el cortejo. Sin duda, unos eran amigos, otros son hostiles.


Cuando llegan al lugar donde están las horcas, los dos las saludan con las palabras de San Andrés apóstol: "Salve, cruz santa, tanto tiempo deseada". Se ponen de rodillas y besan el cadalso. Se levantan y preguntan al capitán Thomas Gibbon cuál de los dos deber morir primero. Este dice: "Felipe Evans". Felipe abraza a su amigo y sube al patíbulo.


De pie, junto al cadalso, Felipe dice sus últimas palabras:


"Sin duda éste es el mejor púlpito que un hombre puede tener para decir un sermón. En verdad, solamente puedo decir de nuevo que muero por Dios y por la religión. Me siento muy feliz. Si tuviera muchas vidas, las daría todas, libremente, por esta buena causa.


Si yo pudiera vivir, eso sería por poco tiempo, aunque soy joven. Soy dichoso porque puedo adquirir con un sufrimiento breve una vida eterna. Yo agradezco a los que han sido amables conmigo, en especial a usted, capitán.


Adiós, querido amigo John. Será por muy poco tiempo, porque, en breve, estaremos nuevamente juntos. Rueguen por mí, todos. Yo les devolveré estas oraciones, con el favor de Dios, desde el cielo. Si ustedes que me ven así morir libremente por mi religión, tienen un buen pensamiento sobre mi muerte, yo me sentiré feliz".


Después, reza por el rey y termina pidiendo a los católicos presentes que se unan a su oración. Los amigos que están cerca se ponen de rodillas.


Al llegar a la horca, Felipe se dirige a John: "Padre Lloyd, cumpla lo que Ud. ha prometido". No podemos saber el significado estricto de esta frase. Tal vez es una exhortación a tener valor, tal vez es un recuerdo, porque ha pedido recibir la absolución.


Después, hace una pausa. Felipe se concentra un momento, y dice con voz clara y cariñosa: "Señor, en tus manos encomiendo mi alma". Unos segundos después, su cuerpo queda suspendido en la horca.


John, con lágrimas en los ojos, contempla la ejecución de Felipe. Le da la absolución y mira, con veneración, cuando es descuartizado. Felipe tiene apenas 34 años.


San Felipe Evans es canonizado por el papa Pablo VI, el día 25 de octubre de 1970, conjuntamente con San Edmundo Campion y otros ocho mártires jesuitas ingleses. También el mismo día el Papa canoniza al amigo de San Felipe Evans: John Lloyd.



San Platón, mártir

En Ancira, de Galacia, san Platón, mártir (s. III/IV).

Santos Mártires Masilitanos, mártires

En África, santos mártires Masilitanos, de quienes, en el aniversario de su muerte, san Agustín predicó un sermón a los fieles (s. III/IV).


San Cirilo, obispo

En Antioquía, ciudad de Siria, san Cirilo, obispo, el cual, siendo emperador Diocleciano, fue encarcelado y desterrado (c. 306).


San Anastasio, monje

En la fortaleza de Suania, en los montes del Cáucaso, san Anastasio, monje, discípulo de san Máximo el Confesor, con el que, por defender la fe ortodoxa, fue encarcelado y tuvo que sufrir toda suerte de tormentos. Falleció en dicha fortaleza, o tal vez en camino, cuando se dirigía hacia ella (662).


San Meneleo, abad

En Menat, en la Galia Arvernense, san Meneleo, abad (c. 700).


San Jerónimo, obispo

En Pavía, ciudad de la Lombardía, san Jerónimo, obispo (s. VIII).


San Gualterio, fundador

En Lodi, en la Lombardía, san Gualterio, fundador del Hospital de la Misericordia (1224).


San Juan Lloyd, presbítero y mártir

En Cardiff, ciudad de Gales, santos Felipe Evans, de la Compañía de Jesús, y Juan Lloyd, presbíteros y mártires, que, siendo rey Carlos II, fueron ahorcados al descubrirse que ejercían el sacerdocio en su patria (1679).


Santos Ana Wang, Lucía Wang Wangzhi y su hijo Andrés Wang Tianqing, mártires

En un lugar llamado Majiazhuang, cerca de Daining, en la provincia de Hebei, en China, santos mártires Ana Wang, virgen, Lucía Wang Wangzhi y su hijo Andrés Wang Tianqing, asesinados por el nombre de Cristo durante la persecución promovida por los Yihetuan (1900).


Santa María Wang Lizhi, mártir

Cerca de Daining, también en la provincia china de Hebei, santa María Wang Lizhi, mártir, que en la misma persecución, cuando algunos paganos intentaban salvarla pidiéndole que dijera que no era cristiana, ella afirmó abiertamente que era sierva de Cristo Jesús, por lo que fue ejecutada inmediatamente (1900).



Fundadora de las Congregaciones

de Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento

y de los Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal


Martirologio Romano: En Roma, Italia, Madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento (en el siglo, Manuela de Jesús Arias Espinosa), Fundadora de las Congregaciones de Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento y de los Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal. ( 1981)

Fecha de beatificación: 21 de abril de 2012, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI



Tomado de la Autobiografía de la Sierva de Dios y de sus Notas Intimas las cuales fueron encontradas después de su muerte)




Nací en Ixtlán del Río, Nayarit, México el 7 julio de 1904. Fui la quinta de ocho hijos.

Mi madre, una mujer toda de su hogar, inteligente, llena de prudencia, de una sensibilidad exquisita. Cuánto era querida de pobres y ricos. Mi padre, ocupando siempre puestos públicos, no se desdeñaba jamás de que lo vieran en la iglesia rodeado de su familia, su esposa y 8 hijos.


Iba a fiestas familiares, paseos y otras diversiones inocentes, me gustaba lucir y ser atendida. Sin embargo esto no me llenaba (Experiencias Espirituales, f. 449) .


En mayo de 1924 salimos de Tepic a Colima, sentía en mi alma algo que no acertaba a comprender. Se acercaba el tiempo de la gracia (Exp. Esp., f. 449) .


En septiembre me dio un acceso fuerte de apendicitis. me llevaron a Guadalajara., necesitaba operación. Me negué, tenía miedo (Exp. Esp., f. 449) .


Antes de que regresáramos a Colima me prestaron la vida de santa Teresita, en el camino fui leyendo . En la lectura de «Historia de un alma», no sólo encontré mi vocación, sino a Dios de una manera muy especial en mí (Exp. Esp., f. 449).


En octubre en los días del Congreso Eucarístico en México 1924, sentía ya un cambio en mí, en la iglesia me sentía otra, todo me empezaba a parecer despreciable. Sonó el momento designado por la infinita misericordia para transformarme y no lo pude resistir.


Dios, el amor, me atraía con fuerza irresistible. Sólo quería amar y darme a Dios. Todo mi anhelo era la Eucaristía (Exp. Esp., f. 449) .


Resolví que me operaran para ofrecerle mis sufrimientos a Dios. Nadie en casa se había dado cuenta del cambio operado en mí (Exp. Esp., f. 449).


Y después en los días 8 al 12 de diciembre del mismo año inolvidable las gracias de la Madre de Dios, sus caricias y ternuras llovieron a profusión sobre mi pobre corazón que se sentía incapaz de resistir a tanta dicha (Estudios y meditaciones, f. 734). Nunca sabré decir exactamente, lo que ha sido esta Madre para mí. Lo que si sé decir es que yo nunca acierto a separarme de ella (Exp. Esp., f. 540).


En la fiesta de Cristo Rey de 1926, me consagré por primera vez al Amor Misericordioso, como víctima de holocausto (Exp. Esp. f. 451) .


Dios me llevaba por el camino de la mortificación, y penas interiores muy intensas, por causa del deseo inmenso de pertenecerle del todo y no poderlo realizar por las persecuciones religiosas de México: 1926 - 1931. Nuestro Señor me detuvo, cuánto me costó. Me marcaba el camino, y luego. no me dejaba marchar.


Estos años de clausura en mi propia casa me fueron de grande utilidad, pues el buen Dios fue preparando mi alma a una vida intensa de contemplación, siendo la oración el anhelo más grande de mi alma.


Fue en el año 1929, el 5 de junio, cuando al fin, después de muchas penas interiores, pude ingresar; en Los Ángeles, California.


¡Cuán dolorosa fue mi partida!, la deseaba con ansias; siendo Dios quien llama, ¿se le puede decir que no?


No se puede negar que se siente el corazón partido al dejar seres tan amados.


Pero también es verdad que Dios llena todos esos huecos y cuando se va a encontrarse con el Amado del alma para realizar con él, los desposorios divinos, es una dulzura, una paz y una alegría espiritual, que sólo las almas que lo han experimentado lo pueden comprender.


Si yo ingresé a una Orden de clausura fue por el deseo inmenso de imitar, en la medida de mis fuerzas, a mi santita predilecta: santa Teresita del Niño Jesús.


Se deslizaron los días del postulantado en una alegría exuberante. La comunidad estaba muy pobre; yo pasé muchas hambres, eran sacrificios para comprar almas para el cielo.


Así transcurrió el tiempo de mi noviciado en Los Ángeles, California.


Mi primera profesión fue el día 12 de diciembre de 1930; no podía menos que, en ese día de mi Morenita amada. Ella me hizo una promesa, promesa formal y solemne que yo se la recuerdo, y le pido la cumpla.


«Si entra en los designios de Dios servirse de ti para las obras de apostolado, me comprometo a acompañarte en todos tus pasos, poniendo en tus labios la palabra persuasiva que ablande los corazones, y en éstos la gracia que necesiten; me comprometo además, por los méritos de mi Hijo, a dar a todos aquellos con los que tuvieres alguna relación, y aunque sea tan solo en espíritu, la gracia santificante y la perseverancia final...» (Estudios y meditaciones, f. 735).


En ese día, le prometí solemnemente que la haría amar del mundo entero, llevando a todos los países su sagrada y hermosísima imagen en su advocación de santa María de Guadalupe.


Se fue acercando el tiempo de los votos perpetuos: 1933, el 14 de ese diciembre fue nuestra consagración total, irrevocable, los desposorios divinos con un Dios que no desecha a sus criaturas.


Qué día tan feliz, en medio de nuestras pobrezas, escasez, hambres.


Se consiguió un nuevo medio de sustento: lavado y planchado de ropa. Esto me fue confiado a mí, lo hice varios años. Jesús, mi amado Esposo, me ayudó a comprarle con esto muchas almas.


Mas de esto mismo, de no poder llevar una vida plenamente contemplativa, me ha nacido la idea de dedicar a los pobrecitos infieles, a los paganos, las horas que en el convento dedicamos al trabajo manual, para ganarnos la vida ( Exp. Esp. f. 541) .


Se fue haciendo este deseo más y más intenso, una verdadera obsesión. Trataba este negocio todos los días con Nuestro Señor en la oración, diciéndole manifestara su santísima voluntad.


El proyecto fundacional fue dilatado y sobre todo doloroso. Mi alma empezaba a dudar; era yo tan feliz en mi comunidad, mis hermanas y superiora todas me querían y el panorama que se me presentaba era aterrador.


Le decía a mi Jesús que manifestara su voluntad, ya que yo solamente eso quería hacer.


En medio de las dificultades que iban surgiendo a causa del proyecto fundacional. me seguí dedicando en cuerpo y alma a mis novicias, de las cuales era maestra. El panorama pacífico y tranquilo de mi convento me invadió, llenándome de paz.


Pasado un tiempo, mi superiora me dijo que la votación del consejo para que se hiciera la fundación había sido unánime. Gozo, alegría, pena, incertidumbre.; Pero, al ver así manifiesta la voluntad santísima de Dios, pedí permiso a mi superiora para moverme en ese sentido.


Así pues, una vez decidido el que se haría la fundación, pasado un tiempo, tuve que renunciar a mi cargo de Maestra de Novicias


Fuimos a Cuernavaca a recabar el permiso del Sr. obispo de las diócesis, entonces el señor Dr. Don Francisco González Arias, para exponerle los fines de la fundación proyectada. Al escuchar los deseos manifestados por mí de la fundación de una obra misionera, le gusto desde el primer momento. Quedando de enviar a la Santa Sede las Preces solicitando dicho permiso, el cual firmó el día 3 de diciembre de 1944.


¿Cómo se llevó a cabo esa... fundación? . Una fundación hecha con los debidos permisos, no deseando en nada sino hacer la voluntad de Dios, hasta en la elección de las hermanas que quisieran acompañarme.


Mi cuñado, que tenía unos bonitos terrenos en la Privada de la Selva ., me ofreció darme el que escogiera a mitad de precio (Estudios y meditaciones, f. 725).


Tenía que empezarse la construcción y no teníamos dinero... La Providencia se hacía esperar, probaba mi fe.


Transcurrían los días y los meses, y en ellos penas, alegrías, dudas, sobresaltos, envuelto todo en una gran confianza en Dios nuestro Señor y en un esperar todo de él.


El día 2 de agosto de 1945 se nos entregó el documento en que la Santa Sede aprobaba la fundación en Cuernavaca.


Me dijo mi superiora: «Ya tiene todo, ya puede salir a la fundación. Pero ¿a dónde?, ¿a qué casa?». No la teníamos. Había que orar, orar más y más y con inmensa confianza.


«Ya tienes una casa a tus órdenes en Cuernavaca, para cuando quieras irte» (me dijo Don José María, mi cuñado).


Era la primera casa que habitamos, llamada «Quinta Jesús-María» con un jardín muy hermoso. Las 5 hermanas que se iban a ir conmigo ya estaban también preparadas.


Se empezaron a adquirir los muebles indispensables como es un hermoso altar, de talla, todo en cedro, así como su sagrario y 6 columnas en las cuales se colocaban floreros.


La casa sólo tenía 5 cuartos; el mejor, a la entrada, lo dedicamos a la capilla, luciendo ya su altar de cedro. pero allí mismo, a un lado, la hermosísima imagen de mi Reina y Madre Santa María de Guadalupe.


La primera Misa se celebró el domingo 25 de agosto de 1945. El Santísimo se quedó expuesto durante todo el día en acción de gracias.


Dios tuvo compasión de su Obra, de esta Obra para la cual se había valido del instrumento más deleznable, más inepto, más incapaz. Pero era suya... la Obra.


Bastante se lo dije antes de iniciarla: «Señor, si no es tu voluntad santísima, yo no quiero hacer nada». Por esto ahora muchas veces le digo: «¡Tú tienes la culpa, para qué te valiste de lo peor que encontraste!»


A los años de paz, después de las guerras anteriores, se vino una floración de vocaciones, de días muy hermosos.


Las almas, las instituciones, tienen que pasar también por sus cuatro estaciones, aunque los inviernos, a las veces, nos hagan sangrar.


La Obra no es de esta miserable María Inés-Teresa, sino de Dios sólo, que ha usado este instrumento tan deleznable para que así resplandezca a los ojos de todas las hijas la infinita bondad, el infinito amor y protección de Dios.


La vocación misionera fue siempre la mía, ya que, cuando Dios me hizo sentir el deseo de pertenecerle a él por entero, mi vocación fue ser misionera.


Por esto me encerré en el claustro, sabía que la oración y los sacrificios salvan más almas, que todo lo que sea acción, si esto va impregnado del espíritu de sacrificio, del deseo de no sobresalir, pero sí del deseo de llevar muchas almas a Cristo.


En una tarde tranquila de verano, el 22 de julio de 1981, Madre Ma. Inés T. Arias entregó su alma al Padre Eterno en un acto de amor.


"Permíteme, Señor, que desde tu gloria siga fecundizando la semilla que deposité en la tierra para tu mayor gloria, para que fructifique más y más en las manos de los que me han seguido en las tareas apostólicas".


"Yo seguiré viviendo en ellos hasta la consumación de los siglos y por lo mismo, mi trabajo no terminará hasta que se clausuren los siglos y empiece la eternidad."


El milagroo para su beatificación


El niño Francisco Javier Carrillo Guzmán, de un año tres meses de edad, tras caer en una alberca, sufrió asfixia de casi ahogamiento y como consecuencia miocardiopatía hipóxico isquémica, encefalopatía hipóxica difusa y estenosis subglótica.


El accidente aconteció el día 17 de junio de 2001, en el rancho El Rocío, a varios kilómetros de la ciudad de Guadalajara. Habiendo realizado repetidos intentos de reanimación, el niño recibió los primeros auxilios médicos especializados después de hora y media aproximadamente del momento del accidente, internándolo en terapia intensiva pediátrica del hospital San Javier.


El pronóstico hasta los primeros seis días fue «reservado a su evolución», agravándose aún más, con una insuficiencia orgánica múltiple: falla hepática, pulmonar, hemática, y neurológica así como alteraciones hidroelectrolíticas. Había muy pocas esperanzas de vida y en caso de sobrevivir, la enfermedad dejaría secuelas neurológicas severas.


Ante tal acontecimiento, los familiares encomendaron a la intercesión de la sierva de Dios María Inés- Teresa Arias, la curación total y sin secuelas del niño. El día 23 de junio, séptimo día del accidente, durante una Misa celebrada en el convento de las hermanas misioneras clarisas se oró con insistencia para obtener, por la intercesión de la Madre María Inés, lo que sólo un milagro podía conseguir: la salud total de Paquito. Ese mismo día por la tarde, inesperadamente, el niño empezó a mejorar (comenzó a respirar por sí mismo y a orinar).


Durante la segunda semana se recupera totalmente y el 9 de julio es dado de alta. Ulteriores exámenes clínicos y neurológicos han demostrado que el niño está totalmente sano y no muestra lesión alguna sea física que neurológica. Los médicos tratantes no encuentran explicación científica a la total recuperación del niño por lo que se atribuye a la intercesión de la sierva de Dios María Inés-Teresa Arias.





Si Dios te concede alguna gracia comunícalo a:

MISIONERAS CLARISAS, APARTADO POSTAL 1-083, CUERNAVACA MORELOS, CP 62000, TEL (01-73), 18 58 44, FAX 18 71 53



Martirologio Romano: San Lorenzo de Brindisi, presbítero y doctor de la Iglesia, de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, predicador incansable por varias naciones de Europa, que de caracter sencillo y humilde, cumplió fielmente todas las misiones que se le encomendaron, como la defensa de la Iglesia ante los turcos que intentaban dominar Europa, la reconciliación de príncipes enfrentados y el gobierno de su Orden religiosa. Murió en Lisboa, en Portugal, el veintidós de julio de 1619.

Etimolgía: Lorenzo = laurel, de la lengua latina.


Cesar de Rossi nació en Brindis, ciudad del reino de Nápoles, en 1559. Pertenecía a una familia veneciana de cierto renombre. A los seis años ya asombraba a todos por la facilidad de aprender de memoria páginas enteras, que declamaba en público.


Primero se educó en el convento de los franciscanos de su ciudad natal y, después, bajo la dirección de un tío suyo en el colegio de San Marcos de Venecia. Hizo rápidos progresos, tanto desde el punto de vista intelectual como espiritual y a los dieciséis años ingresó en el convento de los capuchinos de Verona. Cuando pidió ser admitido, el superior le advirtió que le iba a ser muy difícil soportar aquella vida tan dura y tan austera. El joven le preguntó: "Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?." "Sí, lo habrá", respondió el superior. "Pues eso me basta. Al mirar a Cristo Crucificado tendré fuerzas para sufrir por amor a El, cualquier padecimiento". Con el hábito religioso recibió el nombre de Lorenzo.


Durante sus estudios de filosofía y teología en la Universidad de Padua, se distinguió por su extraordinario dominio de lenguas: aprendió el griego, el hebreo, el alemán, el bohemio, el francés, el español y llegó a conocer muy a fondo el texto de la Biblia.


Por su gran don de prédica, siendo diácono, le fue encomendado el predicar los 40 días de Cuaresma en la Catedral de Venecia por dos años consecutivos. La gente vibraba de emoción al oír sus sermones, y muchas eran las conversiones.


Después de su ordenación sacerdotal, predicó con gran fruto en Padua, Verona, Vicenza y otras ciudades del norte de Italia. En 1596, pasó a Roma a ejercer el cargo de definidor de su orden, y el Papa Clemente VIII le pidió que trabajase especialmente por la conversión de los judíos. Tuvo en ello gran éxito, ya que a su erudición y santidad de vida unía un profundo conocimiento del hebreo.


Un sacerdote le preguntó: "Frai Lorenzo, ¿a qué se debe su facilidad para predicar? ¿A su formidable memoria?" Y él respondió: "En buena parte se debe a mi buena memoria. En otra buena parte a que dedico muchas horas a prepararme. Pero la causa principal es que encomiendo mucho a Dios mis predicaciones, y cuando empiezo a predicar se me olvida todo el plan que tenía y empiezo a hablar como si estuviera leyendo en un libro misterioso venido del cielo".


Dormía sobre tablas. Se levantaba por la noche a rezar salmos. Ayunaba con frecuencia comiendo casi siempre pan y verduras. Huía de recibir honores, y se esforzaba por mantenerse siempre alegre y de buen humor con todos.


Cuando Lorenzo era vicario general, el emperador Rodolfo II le envió en misión diplomática a conseguir la ayuda de los príncipes alemanes contra los turcos, cuya amenaza se cernía sobre toda Hungría. El santo tuvo éxito en su misión y fue nombrado capellán general del ejército que se había formado gracias a sus esfuerzos. En algunas ocasiones, San Lorenzo fue prácticamente general en jefe del ejército; por ejemplo, antes de la batalla de Szekes-Fehervar, en 1601, los generales le consultaron, el santo les aconsejó que atacasen, arengó personalmente a las tropas y partió al frente de las fuerzas de ataque, sin más armas que un crucifijo. La aplastante derrota que sufrieron los turcos fue atribuida por todos a San Lorenzo. Se cuenta que, al volver de la campaña, se detuvo en el convento de Gorizia, donde el Señor se le apareció en el coro y le dio la comunión por su propia mano.


Los príncipes y gobernantes, por muy irreligiosos que sean, suelen apreciar los servicios de los hombres verdaderamente santos. Los principales señores de Nápoles acudían a San Lorenzo para presentarle sus quejas por la tiranía del virrey español, duque de Osuna y le pedían que fuese a la corte del rey Felipe para evitar que el pueblo se levantase en armas. El santo no era aún muy viejo, pero estaba enfermo y achacoso. Cuando llegó a Madrid, supo que el rey no estaba en la ciudad, sino en Lisboa. Así pues, prosiguió su camino a Portugal, en pleno calor del estío. Usó de toda su elocuencia y su poder de persuasión y logró que el monarca prometiese relevar del cargo de virrey al duque de Osuna.


San Lorenzo regresó entonces a su convento y ahí falleció el día de su cumpleaños, 22 de julio de 1619. Cumplía 60 años. Fue sepultado en el cementerio de las Clarisas Pobres de Villafranca.


Lo canonizó León XIII en 1881. Juan XXIII lo declaró Doctor de la Iglesia en 1959, con el título de Doctor Evangélico, por lo elevado de su inspiración evangélica.


Iconografía: con hábito, un libro, la hostia alusiva a su veneración a la Eucaristía y la imagen de María Santísima, por la especial devoción que le manifestó.



Martirologio Romano En Marsella, ciudad de la Provenza, en la Galia, san Víctor, mártir (c. 292).

Etimología: Víctor = vencedor, del latín


Al poco tiempo de haber mandado degollar a toda la legión Tebea, fue el emperador Maximiano a Marsella, donde había una iglesia numerosa y floreciente. A su llegada temblaron por su vida todos los fieles de la ciudad y se prepararon para el martirio.


Durante esta general consternación un oficial cristiano, llamado Víctor, iba todas las noches de casa en casa a visitar a sus hermanos en Jesucristo para exhortarles al desprecio de la muerte, e inspirarles el deseo de la vida eterna.


Habiendo sido sorprendido en una acción tan digna de un soldado de Cristo, fue conducido al tribunal de los prefectos Asterio y Eutiquio, que le representaron el peligro que corría, y cuán loco era de exponerse a perder el fruto de sus servicios y el favor del príncipe, por querer adorar a un hombre muerto. Contestó Víctor que renunciaba a todas las ventajas, que no podía servir mas que a Jesucristo, Hijo eterno de Dios, que se había dignado hacerse hombre y que había resucitado después de muerto. Semejante respuesta excitó furiosos gritos de indignación, pero como el prisionero era persona ilustre, lo enviaron al emperador Maximiano, el cual, para torcer la constancia de Víctor lo hizo atar de pies y manos y mandó que lo paseasen por todas las calles de la ciudad, exponiéndolo así a los insultos del populacho.


A la vuelta de este público desprecio, lo presentaron todo cubierto de sangre a los prefectos, y Asterio :mandó que lo extendiesen sobre el caballete, donde los verdugos le atormentaron por largo espacio. Encerránronle después en una lóbrega prisión, en la cual, a media noche, le visitó el Señor por el ministerio de sus ángeles. La cárcel se llenó de admirable claridad.


El santo mártir cantaba con los espíritus celestiales las alabanzas del Señor. Tres soldados encargados de custodiar le quedaron tan asombrados de lo que pasaba, que arrojándose a los pies de Víctor, le pidieron perdón y la gracia del bautismo. Llamábanse Longinos, Alejandro y Feliciano, los cuales fueron bautizados aquel día, y Víctor les sirvió de padrino.


Al día siguiente, supo todo esto el emperador, y montado en cólera hizo trasladar los cuatro santos a la plaza pública, donde fueron cargados de injurias por la plebe soez y cortadas las cabezas de los tres centinelas.


Tres días después llamó de nuevo el emperador a Víctor a su tribunal y le mandó adorar una estatua de Júpiter puesta sobre un altar, pero Víctor, lleno de fe en Jesucristo, dio un puntapié al altar, y lo derribó juntamente con el ídolo hecho pedazos.


El tirano, para vengar a sus dioses, le hizo cortar el pie ordenando luego que metiesen al mártir debajo de la rueda de un molino. Como a la primera vuelta el molino se descompusiese, sacaron de allí al santo y le cortaron la cabeza. Su cuerpo, junto con los cadáveres de Longinos, Alejandro y Feliciano, fueron arrojados al mar, pero los cristianos los encontraron sobre la orilla y les dieron honrosa sepultura.



Los datos acerca de este santo los sabemos por el libro de Daniel, en la S. Biblia.

Pertenecía a una familia importante de Jerusalem. Era muy inteligente y estudioso y de agradable presencia. Cuando el rey Nabucodonosor invadió a Jerusalem se lo llevó prisionero a Babilonia junto con otros jóvenes. Al darse cuenta de las cualidades de este adolescente, Nabucodonosor lo hace instruir en todas las ciencias políticas y sociales de su país.


Siendo este profeta todavía muy joven, unos jueces quisieron hacer pecar a una mujer casada y como ella no aceptó las infames pretensiones de ellos, la calumniaron inventando que la habían visto pecar con un joven. La gente creyó la calumnia y la llevaban para matarla a pedradas, cuando apareció Daniel. Llamó a los dos jueces y los interrogó uno por uno, por separado, y les preguntó: "¿Dónde estaba Susana cuando ella cometió la falta?" Uno respondió: "Debajo de una acacia". Y el otro dijo: "Debajo de una encina." Entonces Daniel les dijo: "Ustedes estaban acostumbrados a hacer pecar a mujeres sin fe y sin valor, pero ahora se encontraron a una mujer que cree y es valiente. Su hermosura los sedujo y creyeron poder hacer que ella ofendiera a Dios, pero no lo lograron. Ahora tendrán el pago de su delito". Y el pueblo condenó a muerte a estos dos impuros calumniadores y alabó a Dios por la sabiduría que le había concedido a Daniel.


Los enemigos de la religión acusaron a Daniel porque tres veces cada día se arrodillaba en la azotea de su casa a adorar y rezar a Dios. En castigo fue echado al foso donde había leones sin comer. Pero Dios hizo el milagro de que los leones no lo atacaran, y esto hizo que el rey creyera en el verdadero Dios.


El joven se abstenía de tomar bebidas alcohólicas y de consumir alimentos prohibidos por la Ley de Moisés, y Dios en cambio le concedió una inmensa sabiduría, con la cual logró escalar los más altos puestos de gobierno hasta llegar a ser primer ministro bajo los gobiernos de Nabucodonosor, Baltasar, Darío y Ciro. A su gran sabiduría, a su habilidad para gobernar y a su santidad debe él que a pesar de los cambios de gobierno lograra conservar su cargo durante el reinado de cuatro reyes.


Daniel recibió de Dios la gracia de revelar sueños y visiones. Soñó Nabucodonosor que estaba viendo una estatua inmensa con cabeza de oro, pecho de plata, piernas de hierro y pies de barro y que una piedrecita se desprendía del monte e iba creciendo hasta llegar y chocar con la estatua y volverla polvo. Y Daniel le explicó que este sueño significaba que vendrían varios reinos en el mundo, uno muy rico, como de oro, otro menos rico, como de plata, y un tercero muy fuerte como de hierro y otro más débil como de barro, y que la verdadera religión, que al principio sería muy pequeña, iría creciendo hasta lograr dominar todos los reinos. Esto se ha cumplido con la religión de Cristo que empezó siendo tan pequeñita y ahora está extendida por todo el mundo y es más poderosa que cualquier reino de la tierra.


Dios anunció que al rey Nabucodonosor por haber cometido maldades y ser orgulloso, lo iba a volver loco. Nabucodonosor le pidió a Daniel que le rogara a Dios que le cambiara el castigo por alguna obra buena, y el Señor le dijo que para librarse de los castigos tenía que dar limosnas a los pobres.


El rey Baltasar cometió el pecado de emplear los cálices sagrados del altar de Dios para tomar licor en una fiesta, y estando en esto apareció una mano misteriosa que escribía tres palabras en la pared: Mene, Tequel, Uparsin. El rey se asustó mucho y el profeta Daniel le explicó: "Mene significa pesado. Es que Dios ha pesado sus obras y han resultado faltas de peso para recibir premios. Tequel significa medido. Dios midió sus obras y no dan la medida para recibir gloria. Uparsin significa dividido. Es que su reino será dividido y pasado a otros".


Y esa misma



noche llegaron los enemigos del reino y mataron a Baltasar y dividieron su reino y lo pasaron a los persas.

Daniel fue un profeta tan estimado que pudo corregir a los mismos jefes de gobierno de su tiempo y sus correcciones fueron recibidas con buena voluntad. Ante el pueblo apareció siempre como un hombre iluminado por Dios y de una conducta ejemplar y como un creyente de una profunda piedad y devoción.


En algunos santorales su fiesta se la señala para el 21 de julio, en otros para el 20 de marzo.











Práxedes, Santa
Práxedes, Santa

Virgen y Mártir


Martirologio Romano: En Roma, conmemoración de santa Práxedes, con cuyo nombre se dedicó a Dios una iglesia en el Esquilino (antes de 491).

Etimología: Práxedes = activa, emprendedora, del lengua griego.


Una bondad sin límites puede irradiar en el corazón decidido a amar, y quisiera aliviar los sufrimientos que atormentan a quienes están cerca y lejos.


Los santos han sido personas de esta categoría humana y espiritual.


Práxedes. Perteneció al siglo II de la era cristiana. Prudencio era el gobernador de Roma y, cosa rara, se distinguía por su virtud. Fue uno de los primeros conversos al cristianismo a pesar del cargo que ocupaba.


Eran los tiempos en que Pedro predicaba en Roma abiertamente ante todo el mundo sin temer a nadie.

Dicen que había recibido la catequesis del mismo san Pedro.


Convirtió su casa en un verdadero templo, y los fieles acudían allá para celebrar los sagrados misterios de la fe. Práxedes recibió una profunda formación cristiana de manos del Papa Pío I.


Tenía pretendientes para casarse, pero ella había ofrecido a Dios su virginidad por toda la vida.

Todo el mundo la quería. Hasta los propios paganos. Después de la paz que vino con Antonio Pío, empezó la persecución de nuevo.


Ella se dedicó a visitar a los encarcelados y a hablar con la gente por la calle y el mismo Foro de Cristo. Su casa era un verdadero templo en el que fue acogida “in fraganti” por los verdugos del emperador. Le dieron muerte a ella y a 23 más.


Era tal día como hoy del año 159.




Obispo

Julio 20




Etimológicamente significa “ brillante”. Viene de la lengua latina.


Nuestra mente retrocede hoy a la ciudad de Hipona, en el norte de Africa. Era el año 392.

San Agustín, después de su conversión, fue ordenado obispo. Necesitaba de alguien que le ayudase en su ingente labor apostólica. Ordenó de diácono a Aurelio, que más tarde llegaría a ser el sucesor de san Agustín.


Para tu conocimiento te recordaré que la Iglesia de Africa era de las más brillantes de su época. Había la no despreciable cifra de más de 500 obispos.


Esto da a entender el esplendor con que vivía la fe el pueblo africano de aquel tiempo.


Durante el episcopado de san Aurelio hubo más de treinta concilios. La razón de su convocación se debía a que algunos obispos no eran lo dignos que deberían ser, ni su ejemplo era un modelo a seguir.


¿Qué ocurría?


Dos cosas fundamentales: la herejía de los donatistas y la de los pelagianos. Y lo malo es que algunos monjes e incluso miembros del episcopado seguían estas herejías. En el tratado o libro que escribió a los monjes se relata que algunos de ellos traficaban con reliquias de mártires para ganarse pingües ganancias económicas. Es más, a los fieles que iban a venerar las santas reliquias, les exigían una limosna a cambio.


Su libro “El trabajo de los monjes” refleja la relajación a que llegaron algunos que, en lugar de vivir la vida contemplativa, se convertían en verdaderos vagos que no hacían nada.


Aurelio, ante estas situaciones de la Iglesia que regía con santidad de vida y con un ejemplo admirable para todos, confiaba siempre en la bondad de Dios para los que no actúan según los principios de la fe.


Así lo atestiguan san Fulgencio de Ruspe, otro obispo africano, y el escritor español Pablo Osorio.


Como ves, en la Iglesia, compuesta de hombres y de mujeres, siempre ha habido y habrá problemas. Pero sigue adelante porque la guía el Espíritu de Dios, su aliento, su “ruhah”.


¡Felicidades a quienes lleven este nombre!





Catequista

Julio 20




Etimológicamente significa “ jardín florido”. Viene de la lengua latina.

Cuando, desde luego, no se siente el potencial del amor, sólo se piensa en hacer daño a los demás. Tras las confrontaciones entre China y Japón, surgieron grupos de revoltosos que alteraban el orden por todos sitios.


Uno de estos grupos o bandas facinerosas eran los “Boxers”. Ellos solos no hubieran hecho grandes cosas, pero los apoyaba la terrible e insidiosa emperatriz Tzu Hsi y su consejero particular, el malvado príncipe Tuan. Llevaban la xenofobia en sus venas.


Se empeñaron en atacar y acabar con todos los cristianos, fueran de la confesión que fueran.

Esto comenzó en junio de 1900. Entre los muchos mártires de ese tiempo, se cuenta la joven Wang-Hoei.


¿Quién era esta joven?


Una catequista ejemplar por su entrega a dar a conocer el Evangelio, por su conducta y su amor todo el mundo. Se había cambiado el nombre por el bonito de Rosa.


Durante la persecución de lo Boxers tuvo que estar de un sitio para otro escondiéndose para librarse de una muerte segura.


En compañía de una amiga pasó el día 15 de agosto y la noche siguiente en sincera y profunda oración.


El 16 del mismo mes, los soldados invadieron el pueblo con el fin de capturar a todos los cristianos. Buscaron informaciones acerca de una tal Rosa, una excelente joven que desplegaba su celo pastoral haciendo el bien a sus paisanos.


Con la ayuda de los espías la encontraron. La sometieron a un interrogatorio atroz, le dieron azotes. Ella no les tenía miedo, pues confiaba en Dios y en el premio de la vida eterna. La tiraron, con el cuerpo sangrando, a un canal en el que murió a los 45 años.


Juan Pablo II la llevó a los altares en octubre del año 2000.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!




Patrona de los nacimientos

Julio 20




Etimológicamente significa “perla”. Viene de la lengua griega.


Como el almendro florece con las primeras luces de la primavera, un soplo de confianza hace que florezcan de nuevo los desiertos del corazón.

Alentados por este soplo, ¿quién no deseará aliviar el dolor y las pruebas humanas?


Margarita. Era muy popular en la Edad Media en Inglaterra y y en todas partes la devoción por esta santa.


Posiblemente nunca existió, sino como una creación piadosa de ficción.


Su leyenda fue declarada apócrifa por el Papa Gelasio I, el año 494.


No hay culto a su persona. Su nombre apareció primeramente en el martirologio de Rhabanus Maurus, en el siglo IX.


Algunos suponen que sus reliquias fueron trasladadas desde el Este a san Pedro del Valle, cerca del lago de Bolsena en el 908, y desde aquí a Montefalcone y posteriormente a Venecia en 1213.


Llegó a ser muy famosa en tiempos de las Cruzadas. Según la leyenda, era hija de un sacerdote pagano.


Se convirtió al cristianismo. Desde entonces trabajó como pastora.


Se cuenta que el gobernador Olibrio quiso seducirla o casarse con ella.


Ella se proclamó cristiana y lo rechazó con todas sus fuerzas.


Ella mostraba un celo increíble por las cosas de Dios. No cesaba de anunciar el misterio de Cristo salvador.


Logró convertir a muchos a la fe de Jesús de Nazaret. Durante la persecución de Diocleciano sufrió el martirio.


Cerca del 200 iglesias de Inglaterra están dedicadas a santa Margarita.. Es patrona de los nacimientos.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



Santa Liberata era hija de Lucio Castelio Severo quien fue gobernador romano del noreste de la península ibérica (Gallaecia y Lusitania) en el año 122.

Su esposa Calsia, quien da a luz en un solo parto a nueve niñas, mientras su marido esta fuera recorriendo sus dominios, temiendo ser repudiada por infidelidad conyugal decide deshacerse de las criaturas y se las encomienda a su fiel servidora Sila, ordenándole que bajo el mayor secreteo las ahogara en el río Miñor.


Sila cristiana a carta cabal, lejos de cometer tan horrible crimen, las deja en casa de familias amigas y las criaturas fueron bautizadas por el obispo San Ovidio y criadas en la fe cristiana.


Los nombres de estas niñas fueron: Ginebra, Victoria, Eufemia, Germania, Marina, Marciana, Basilisa, Quiteria y Liberata.


Llegado el momento tuvieron que comparecer ante su propio padre acusadas de ser cristianas, el cual al saber que eran sus hijas las invita a que renuncien a Cristo a cambio de poder vivir rodeadas de los lujos y comodidades propias de su nacimiento.


Las encarcela tratando de atemorizarlas pero logran huir de las garras de la cárcel y se dispersaron.


Todas ellas, no obstante acabarían siendo mártires cristianas.


La devoción popular sitúa a Liberata mártir en la cruz a la edad de 20 años el 18 de enero del 139.


Su fiesta se celebra el 20 de Julio por ser la fecha en que se trasladaron sus reliquias desde la ciudad de Sigüenza a la Baiona gallega en el año 1515.



Martirologio Romano:

Etimología: Eliseo = Dios es mi salvación, de la lengua hebrea


Eliseo es una figura dominante del siglo IX antes de Cristo. Conocemos el nombre de su padre, Safat, originario de Abel Meholah, al sur de Bewt-Shan, y sabemos que su familia era acomodada (1 Re 19, 16-19).


El Carmelo desde siempre consideró a este discípulo de San Elías, de quien heredó su doble espíritu, como su segundo padre espiritual.


Dios le elige directa y especialmente (1 Re 19,16) para que vaya en seguimiento de Elías (1 Re 19,l9ss), al cual sucederá después de la misteriosa desaparición de éste, heredando su espíritu en la medida establecida por la Ley para los primogénitos: el doble que los otros herederos [2 Re 2,1-15]. Su condición de "hombre de Dios" se revela principalmente en los prodigios de todo género con que está entretejida su vida. Los obra por si mismo, para personas particulares y para comunidades enteras.


Vivió hacia 850-800, sucesor de san Elias, al que supera ciertamente por el número y lo llamativo de sus milagros, pero no por su personalidad y su influencia religiosa. Así, Elías es mencionado en el Nuevo Testamento, significativamente, 30 veces; Eliseo sólo una vez (Lc 4,27).


Su historia, casi legendaria y a veces plagiada de la de Elías, fue recogida en 1 y 2 Re (1 Re 19, 19-21,2 Re, 13-8, 15,9,1-15,13, 14,-21). Con la unción de Yehú provocó la caída de la dinastía de Ajab. Gozaba de gran estimación entre los reyes Yosafat (2 Re 3,12) y Yoás (2 Re 13,14-19). Parece que incluso sus propios huesos obraban milagros (2 Re 13,20s).


Eliseo aparece en la Biblia cuando Elías es arrebatado y su carisma pasa a Eliseo (2 Re 1), y concluye con el milagro que tuvo lugar con el cadáver del profeta ya enterrado (2Re 13,21).


La mayoría de las narraciones, que semejan ~ermosas "florecillas", muestran a Eliseo rodeado de unos grupos que reciben el nombre de "discípulos (o hijos) de los profetas".


¿Los carmelitas sucesores de "los hijos de los Profetas"?


Esta es una cuestión ya superada, pero quizá sea bueno recordar aquí quiénes eran estos "hijos de los Profetas" a los que muchos autores de dentro y fuera de la Orden señalaron durante siglos como predecesores de los actuales carmelitas, que tienen su verdadero origen a finales del siglo XII.


San Eliseo era el Maestro y Padre de todos estos grupos, a quien acudían y obedecían: 2 Re 4,38;6, 1-2,12-21...


Quizá no nos equivoquemos si consideráramos a esas confraternidades de profetas como los últimos portadores de una fe en Yahvé, pura y sin mezcla; ni tampoco nos equivoquemos, si estimamos en alto grado su importancia en orden a la pervivencia de la fe en Yahvé, y en especial para el sello característico que tendrá en adelante. En último término, éste es el punto del que partió aquella inaudita radicación de la fe yahvista y del derecho divino que nos encontramos en los profetas más tardíos.


Los sorprendentes descubrimientos en las grutas situadas al noroeste del mar Muerto, no solamente nos proporcionan noticia de un establecimiento de esenios de estricta observancia, un siglo antes y un siglo después del nacimiento de Cristo, sino que nos proporcionan también una visión exacta de las ordenanzas rigurosas de su vida comunitaria dirigida autoritativamente (todo ello gracias al documento llamado "Reglas de la secta"), muestran bajo nueva luz los relatos referentes a las fraternidades de profetas de la época de Eliseo.


Hasta la última reforma litúrgica, obra del Vaticano II, celebrábamos su fiesta el 14 de junio. Ahora la celebramos, juntamente con la de N.P.S. Elías, el 20 de julio.



Martirologio Romano: En Foligno, de la Umbría, Italia, beato Pedro Crisci, el cual, distribuidos todos sus bienes entre los pobres, se puso al servicio de la catedral y llevó vida humilde y penitente en la torre del campanario. ( 1323)

En el antiguo Martirologio Romano se lo recordaba el 15 de junio.



Nos encontramos ante la figura de un eremita urbano en la Umbría cristiana. Pedro Crisci, llamado popularmente “Pedrillo”, nació en Foligno de un tal Pedro, de la familia de los Cresci, en fecha incierta, pero que los estudios la ubican en el año 1243.

A la edad de 30 años vendió todos los bienes heredados de su padre y distribuyó lo recaudado entre los pobres, y empezó a vivir al servicio de la catedral de Foligno, durmiendo en un pequeño hueco del campanario, haciendo oración y ayuno. En aquellos días no era raro encontrar personas penitentes que decidían vivir al amparo de un templo, ofreciendo sus servicios cuando hacían falta, manteniéndose con la limosna, y llevando una vida casi eremítica en el contexto de la ciudad; a esta particular categoría también perteneció. Teobaldo Roggeri, que vivió al amparo de la iglesia de Alba en Piamonte, son testimonios de que la santidad se puede alcanzar en cualquiera condición de vida.


El beato Pedro Crisci en el período de los movimientos a religiosos umbrenses de la primera mitad del siglo XIV, fue acusado e investigado por la Inquisición. Su espiritualidad es cercana a la de la Beata Ángela de Foligno y a la de Santa Clara de Montefalco, entregado a las más ásperas penitencias; también realizó algunas peregrinaciones a Roma y a Asís.


Es muy probable que aquel "Pedro de Foligno" que junto al beato Cecco de Montegranaro, terciario franciscano, edificó la iglesia de Santa Maria de Montegranaro cerca de Pesaro.


Pedro murió en Foligno el 19 de julio de 1323 con fama de santidad; el padre dominico Juan Gorini de San Geminiano recibió del obispo Agneletti de Foligno el encargo de escribir la «Vita» o «Legenda» del santo, que es la única fuente biográfica que poseemos, y que es la fuente de todas las biografías escritas posteriormente.


El beato fue muy venerado durante todo la edad media, y ya en el siglo XIV los estatutos municipales, insertaron el 19 de julio entre las fiestas importantes, día en el que también se tenía una feria, la que todavía existe.


En mayo del 1400 el papa Bonifacio IX concedió indulgencia a quienes ese día o los tres siguientes hubiesen visitado la iglesia catedral de San Feliciano. En la actualidad su cuerpo se encuentra en una urna de madera tallada que los fieles pueden visitar en una capilla de la catedral de Foligno, capilla dedicada que fuera construida en 1385 y restaurada en 1870.


El Beato Pedro Crisci ha sido representado, desde los primeros años después de su muerte, vestido con un grueso costal, de rodillas con las manos alzadas hacia el sol y la aureola sobre su cabeza; en la ´Vida´ antes mencionada, se dice que durante la oración él levantaba la mirada hacia el sol, y en ese momento tenía el regalo de entrever en el globo ardiente, el verdadero sol, que es Cristo y que por su gracia él pudo mirar, la cegadora luz, sin padecer daños en sus ojos.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



Martirologio Romano; A nueve millas de Roma por la via Tiburtina, conmemoración de los Santos Sinforosa y sus siete compañeros Crecencio, Juliano, Nemesio, Primitivo, Justino, Estacteo y Eugenio, mártires, que fueron martirizados de diversas maneras, fieles a su hermandad con Cristo

Santa Sinforosa fue una matrona romana, mujer, cuñada, y madre de mártires. Su esposo, san Getulio, que era tribuno militar, murió mártir en la época de Adriano. Este matrimonio tenía siete hijos varones cuyos nombres conserva la tradición: Crescencio, Juliano, Nemesio, Primitivo, Justino, Estacteo y Eugenio.


La familia vivió en Roma un tiempo, yendo y viniendo a las propiedades que el padre de familia, el tribuno Getulio -llamado también Zotico-, tenía en Tívoli. Dios les ha dado siete hijos; son familia cristiana y, en una casa bien dispuesta, llenan las horas del día viviendo en paz y armonía entre trabajos y aprendizajes mezclados con juegos, gritos y rezos.


El supersticioso emperador Adriano se ha convertido en un perseguidor cruel de los cristianos. Entre otros muchos, aprisiona a Getulio y a Amancio, su hermano, también militar. Prisioneros primero, acaban siendo decapitados en la orilla del Tiber.


Durante todo el tiempo de la persecución, Sinforosa ha salido con los suyos de Roma hacia Tívoli y allí procura preparar a sus hijos para la amenaza presente que se promete larga y que ya ha acabado con la vida de su padre. Les habla del amor de Dios y del premio, de fortaleza y fidelidad, de lealtad a Dios con las obras hasta la muerte como ha sido la actitud de su propio padre. Tuvo que pasar oculta siete meses con sus hijos, escondiéndose cuando arreciaba la persecución, por el temor a ser descubiertos, en una cisterna seca, que siglos después se mostraba a los visitantes. Sin fingimiento inútil, prepara a sus hijos hablándoles del peligro que corren, de los bienes futuros prometidos a los que son fieles y de la confianza en Jesucristo; también les pone al corriente de la dureza que supone el martirio y confiesa sus miedos ante la posibilidad de que claudique alguno de ellos. Todos se proponen estar dispuestos a la muerte antes que adorar a los ídolos.


Por fin cayeron en manos de sus enemigos, y como Sinforosa no se dejase persuadir con promesas y amenazas para sacrificar a los ídolos, el juez quiere colgarla por los cabellos junto al templo de Hércules; pero, comprendiendo que el espectáculo contribuirá a afianzar la fe de los cristianos que permanecen ocultos entre el pueblo, cambia el propósito, disponiendo que sea arrojada al río Teverone, próximo a Tívoli, con una pesada piedra atada al cuello. Hasta último momento Sinforosa siguió animando a sus hijos a permanecer firmes en la fe.


Sus hijos Crescente, Juliano, Nemesio, Primitivo, Justino, Estacteo y Eugenio, jóvenes y algunos niños, se resisten firmemente a sacrificar a los dioses y aseguran con claridad ante el juez que se ha ofrecido con promesas a hacer de padre y madre para ellos: "No seremos menos fuertes ni menos cristianos que nuestros padres".


Entonces es el potro alrededor del templo de Hércules el que entra en juego. A fuerza de ser estirados les descoyuntan los miembros, pero ellos bendecían a Dios en medio del tormento. Luego vienen los garfios que van rompiendo las carnes y, por último, vencido y humillado el juez por no poder torcer la voluntad de los fuertes y jóvenes reos, manda que los verdugos terminen con sus vidas atravesándoles con espadas y puñales.


Enterraron sus cuerpos en una fosa común que los paganos llamaron luego "Biothanatos", queriendo expresar el desprecio a la muerte que mostraron al juzgarles. Cuando se calma de furia de Adriano en cosa de año y medio, los cristianos pudieron dar digna sepultura a los que llamaban ya, distinguiéndolos, como "Los Siete Hermanos" y levantaron una pequeña y pobre iglesia a Sinforosa. Posteriormente sus reliquias se trasladaron a Roma y se pusieron, junto a las de Getulio, en la Iglesia de san Miguel.



Martirologio Romano: En Utrecht, ciudad de Güeldres, en Austrasia, san Federico, obispo, que, ilustre por sus conocimientos sobre las Sagradas Escrituras, se dedicó incansablemente a la evangelización de los frisones (838).

Etimológicamente significa “poderoso en la paz”. Viene de la lengua alemana.


Descendiente de una familia ilustre entre los frisones, fue elegido obispo de Utrecht en 820. Dedicó toda su actividad a la reforma de las costumbres de sus diocesanos, y combatió las herejías. Murió mártir en Utrecht, el año 838. - Fiesta: 18 de julio.


"Al obispo -dice el consagrante al nuevo obispo, durante el ritual de la consagración-, corresponde juzgar, interpretar, consagrar, ordenar, ofrecer, bautizar y confirmar". Y cuando le hace entrega de la más significativa insignia de su episcopado: "Recibe el báculo de Pastor a fin de que seas dulce y firme en tus correcciones; en tus juicios, justo y sereno; al fomentar la virtud en los demás, persuasivo, y no te dejes llevar ni del rigor ni de la debilidad. Recibe este anillo, símbolo de la fidelidad con que has de conservar intacta y sin mancha a la Esposa de Dios, es decir, la Iglesia". Y asimismo, cuando le hace entrega de los Evangelios, dice: "Recibe el Evangelio y ve a predicarlo al pueblo que te ha sido encomendado. Dios Omnipotente aumente en ti la gracia".


No es extraño que ante una misión tan sublime y a la vez tan cargada de responsabilidad, Federico, varón justo y lleno de humildad, se declarase incapaz de aceptar el cargo de obispo de Utrecht, para el que había sido elegido por el clero y el pueblo de aquella diócesis. Fue necesaria toda la autoridad del emperador Ludovico Pío, para que aquel sacerdote, conocido de todos por su ardor pastoral y su predicación, aceptase la Cátedra episcopal que había quedado vacante a la muerte del obispo Ricfredo.


Y la verdad es que nadie mejor que él podía encargarse de la diócesis: por una parte, sus virtudes y su ciencia le daban la autoridad necesaria para ocupar la Silla episcopal, y por otra, el haber vivido en íntima comunicación con Ricfredo le hacían el más conocedor de la situación.


En efecto, nacido hacia el año 790, en el seno de una noble familia de Frisia, había sido confiado para su educación al clero de la iglesia de Utrecht, primero, y más tarde al mismo obispo, que se aplicó con ardor a formar el alma de aquel joven piadoso y trabajador, hasta que, suficientemente preparado, le confirió el sacerdocio.


Ahora, consagrado ya obispo, en presencia del mismo emperador, Federico se entrega generosamente a su misión, que cumplirá fielmente hasta las últimas consecuencias. Su humildad había hecho cuanto estaba de su mano para no aceptar aquel cargo que sus solas fuerzas no podían soportar, pero ahora que había recibido ya la plenitud del sacerdocio, su fe confía en que el único Sacerdote -Jesucristo-, realizará en él la tarea que le ha querido confiar.


Los primeros tiempos de su episcopado los dedica a la villa de Utrecht, esforzándose en devolver la paz a su pueblo, y en hacer desaparecer los últimos restos de paganismo. Siempre acogedor, es generoso para con los pobres, hospitalario para los viajeros, y sacrificado en sus visitas a los enfermos. Entregado a la vida de oración y sacrificio, no ahorra vigilias ni ayunos, en favor de sus diocesanos.


Más adelante, su celo le lanza a recorrer todo el territorio que le ha sido confiado. En todas partes trabaja incansablemente en la reforma de las costumbres de sus diocesanos, y de una manera especial lo hace en la isla de Walcheren, donde reinaba la más burda inmoralidad.


Se dedica también a combatir la herejía arriana, bastante extendida en Frisia, y poco a poco va reduciendo los herejes a la verdadera fe católica. Para asegurar la duración de este retorno a la verdad, San Federico compone una profesión de fe, que resume la enseñanza católica sobre la Santísima Trinidad, y ordena que se recite tres veces cada día una oración en honor de las tres divinas Personas.


Cuando ya casi había recorrido toda la diócesis, un día, mientras estaba dando gracias de la Misa, es atacado por dos criminales que le atraviesan las entrañas, muriendo a los pocos minutos. ¿A qué móviles respondía



Martirologio Romano: En Segni, en el Lacio, san Bruno, obispo, que trabajó intensamente en la reforma de la Iglesia, por lo que tuvo que sufrir mucho y se vio incluso obligado a dejar su diócesis, encontrando refugio en Montecasino, monasterio del que fue abad durante un tiempo (1123).

Etimología: Bruno = coraza, del alemán


Obispo de Segni, en Italia, nació en Solero, Piemonte (tierras bajas), alrededor del año 1048; murió en el año 1123.


Recibió educación elemental en un monasterio benedictino de su lugar natal. Después de concluir sus estudios en Bolonia y recibir la ordenación sacerdotal, fue designado canónigo de Siena. Como agradecimiento a su gran aprendizaje y piedad inminente, fue llamado a Roma, donde, como consejero capaz y prudente, cuatro Papas sucesivos buscaron su consejo.


Durante un sínodo en Roma en 1079 obligó a Berengario de Tours, que negaba la presencia real de nuestro Señor en la Santa Eucaristía a retractarse de su herejía. Disfrutó de la amistad personal de Gregorio VII, y fue consagrado Obispo de Segni por él en la “Campagna di Roma”, en 1080. Su humildad le llevó a declinar el cardenalato. Se le conoce como "el brillante defensor de la iglesia" por el coraje invencible que mostró ayudando a Gregorio VII y a sus sucesores en sus esfuerzos para la reforma eclesiástica, especialmente en denunciar la investidura laica, que inclusive declaró como herética.


Acompañó al Papa Urbano II en 1095, al Concilio de Clermont en el que se inauguró la Primera Cruzada. En 1102 se convirtió en monje de Monte Casino y fue electo abad en 1107, sin renunciar a su cargo episcopal. Junto a muchos Obispos de Italia y Francia, Bruno rechazó el tratado conocido por la historia como el "Privilegium", el cual Enrique V de Alemania había extraído del Papa Pascual II durante su encarcelamiento.


En una misiva dirigida al Papa lo censuró francamente por concluir una convención que le concedió al rey Alemán el inadmisible reclamo al derecho a la investidura del anillo y del crucifijo exclusivo de obispos y abades, y exigió que el tratado fuera anulado. Irritado por su oposición, Pascual II ordenó a Bruno a renunciar a su abadía y regresar a su sede episcopal. Con un celo incansable continuo la labor en favor de su grey, así como el interés común de toda la Iglesia, hasta su muerte. Fue canonizado por el Papa Lucio III el 5 de septiembre del año 1183.


Su fiesta se celebra el 18 de Julio. San Bruno fue el autor de numerosas obras, principalmente Escriturísticas. De estas se deben mencionar sus comentarios sobre el Pentateuco, el Libro de Job, los Salmos, los cuatro Evangelios y el Apocalipsis.



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