Por: Herbert Thurston, S. J. y Donald Attwater | Fuente: Fatheralexander.org
Celoso en el establecimiento de la disciplina en su propia diócesis, infatigable en la vigilancia sobre la moral pública y ansioso por instruir a su pueblo en todo lo concerniente a su vida cristiana, Aunario convocó particularmente a dos sínodos en Auxerre para aplicar las mencionadas legislaciones en su propia iglesia. En la primera de aquellas asambleas fueron decretados cuarenta y cinco cánones, muchos de los cuales abordaban de manera interesante y nueva, los hábitos y costumbres del lugar y la época, cuando los vestigios de las supersticiones del paganismo y los abusos en las prácticas del cristianismo, no habían alcanzado todavía la inofensiva respetabilidad de los "vestigios folklóricos." Por ejemplo, se prohibió a las gentes utilizar los recintos de las iglesias para la danza y el canto de trovas y romancillos profanos o cualquier otro entretenimiento ajeno a las prácticas de la religión; asimismo se les prohibió disfrazarse con pieles de ciervo o de becerro el día del Año Nuevo, intercambiar "regalos malignos", hacer votos o juramentos ante hierbajos, árboles, pozos o fuentes "sagrados", practicar las artes de la magia o reunirse en casas particulares para celebrar las vigilias de las fiestas solemnes. Para edificación y aliento de los fieles, San Aunario mandó escribir las biografías de sus dos distinguidos predecesores en la sede de Auxerre, San Amado y San Germán y, con el fin de llevar con más orden y concierto los servicios de su iglesia, aumentó considerablemente los ingresos de su sede. Los miembros del clero secular y los monjes fueron obligados a asistir a los oficios divinos diariamente y, cada iglesia y monasterio, por turno, debía entonar con toda solemnidad las letanías e intercesiones, durante un día cada mes. San Aunario murió el 25 de septiembre del año 605.
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