Alberto de Montecorvino, Santo

10:26 p.m.

Por: . | Fuente: misa_tridentina.t35.com

Obispo

Martirologio Romano: En Montecorvino, en la Apulia, en Italia, san Alberto, obispo, que dedicó su vida a la oración continua y a buscar el bien de los pobres. ( 1127)

Breve Biografía

El padre de San Alberto se estableció con su hijito en Montecorvino de Apulia, cuando el pueblo empezaba a transformarse en ciudad. La gran estima que la población profesaba a Alberto le mereció ser elegido obispo de Montecorvino. Poco después, el santo perdió la vista; pero el cielo le concedió una gran penetración interior y el don de profecía. La fama de San Alberto creció mucho a raíz de los milagros.

En un ardiente día de verano, el santo pidió a uno de sus criados fuese a traerle agua de la fuente. "Hijo mío", le dijo el obispo después de beber un sorbo, "yo te pedí agua y me has traído vino". El criado declaró que le había llevado agua de la fuente y fue de nuevo a llenar el vaso; pero el agua se convirtió otra vez en vino. Poco después, un habitante de Montecorvino, que había sido hecho prisionero, invocó el nombre del obispo; al punto un ángel le sacó de su prisión en los Abruzos y le trasladó a los alrededores de Montecorvino. El hombre fue a ver a San Alberto al día siguiente, y éste le dijo: "No me gradezcas a mí, sino a Dios, hijo mío; es Él quien, con su gran poder, consuela a los afligidos y liberta a los cautivos."

Cuando el santo era ya muy anciano, se le dio como ayudante a un sacerdote llamado Crescencio. Era éste un hombre poco escrupuloso, que deseaba que San Alberto muriese cuanto antes para sucederle en el cargo. En vez de ayudar al obispo, Crescencio y sus amigos le dificultaban la tarea y se burlaban de él cruelmente. El siervo de Dios lo soportó todo con gran paciencia, pero predijo a Crescencio que no disfrutaría mucho tiempo de la sede que codiciaba.

El pueblo de Montecorvino amó a su obispo hasta el fin. Cuando corrió la noticia de que había entrado en agonía, los hombres, las mujeres y los niños se reunieron llorando a las puertas de su casa. El santo les dio la bendición y los exhortó a vivir piadosa y rectamente. Después se quedó dormido y murió apaciblemente.

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