Ermitaño
El padre de Ruperto murió en una batalla, cuando su hijo era todavía pequeño. Berta se consagró totalmente a la educación del niño, quien tenía tal intuición en las verdades de la fe, que era más bien él quien enseñaba la religión a su madre. En una ocasión en que varios mendigos se acercaron a pedirle limosna, Ruperto dijo a su madre: «¡Mira! Todos estos son tus hijos».
En otra ocasión en que Berta dijo a Ruperto que pensaba construir una iglesia, el niño le respondió: «Está muy bien; pero lo principal es obedecer a Dios, compartir el pan con los pobres y vestir a los desnudos». Estas palabras impresionaron tanto a Santa Berta, que inmediatamente fundó varios hospitales para los pobres.
Cuando Ruperto tenía doce años, Berta le llevó a Roma a visitar las tumbas de los Apóstoles; a la vuelta de esa peregrinación, hicieron varias fundaciones piadosas y repartieron entre los pobres el resto de sus bienes.
En seguida se retiraron a una ermita de la región montañosa de las cercanías de Bingen, que más tarde recibió el nombre de Rupertsberg [Monte de Ruperto]. Ruperto murió a los veinte años de edad. Su madre siguió en el servicio de Dios sin cambiar de sitio, durante veinticinco años y fue sepultada junto a su hijo, en el convento que habían construido en las orillas del Nahe.
VIDAS DE LOS SANTOS Edición 1965
Autor: Alban Butler ()
Traductor: Wilfredo Guinea, S.J.
Editorial: COLLIER´S INTERNATIONAL - JOHN W. CLUTE, S. A.
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