Siendo aun niño murieron sus padres, y tuvo la necesidad de trabajar como deshollinador.
En su juventud, estableció con esfuerzo un taller pero nuna olvidó destinar parte de sus ganancias para los más necesitados.
Dios lo inspiró y en su afán de caridad y servicio, con varios jóvenes que compartían sus ideas, organizó la Cofradía de San Luis, siempre procurando ayudar a los más desposeidos.
Poco después tomó los hábitos e hizo votos de castidad y pobreza.
Se distinguió por su ferviente devoción a la santísima Virgen, en su advocación de María Auxiliadora, a quien solicitaba protección.
Su amor a Dios en el servicio al prójimo lo llevó a fundar en su país, en 1849, la congregación de los Hermanos de la Misericordia de María Auxiliadora.
Su congregación creció, aun con penurias, enfermedades que soportó con paciencia, y calumnias y envidias que toleró con valor hasta su muerte, acaecida en la sede de su fundación.
Su obra se ha extendido en Europa, Malasia y Brasil con el apostolado a beneficio de los indigentes y los enfermos, para quienes se han fundado hospitales, clínicas de rehabilitación, hospicios, asilos y otros establecimientos como éstos.
Beatificado por Juan Pablo II en 1985.
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