Eremita
Nació en Tebas, Egipto, de joven dejó a sus piadosos padres, su herencia y a sus conocidos para vivir en el desierto egipcio, devoto de la oración incesante. Después de muchos años, a pesar de su deseo por la soledad, muchísimos peregrinos le pedían sus oraciones y consejo. Para librarse de las atenciones de los hombres, hizo una cosa sorprendente: abandonó el desierto y se mudó a Constantinopla, se instalando en Blachernae, donde, por el alboroto de la ciudad, podía pasar inadvertido.
Cuando creció en la obediencia a los mandamientos de Cristo, la gracia de obrar milagros creció en él, y otra vez se hizo muy conocido. Una vez un hombre ciego se lanzó ante Patapios en la calle, y el santo lo curó en un instante invocando el nombre de Cristo. Una vez sanó a un hombre lisiado por la hidropesía, ungiéndolo con el aceite de un candil.
Después de haber sido una bendición para la iglesia por años con sus oraciones y milagros, San Patapios se durmió en paz, y fue enterrado en la iglesia del Monasterio de los Egipcios cerca de Constantinopla. En 1904 sus reliquias preciadas e incorruptas fueron descubiertas en una construcción de un monasterio pequeño cerca de Corintio. Desde ese momento el monasterio ha estado dedicado a San Patapios, y muchos milagros son obrados allí.
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