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En Cesarea de Palestina, san Agapio, mártir, que martirizado con frecuencia, pero siempre dejado para mayores pruebas, en presencia del mismo emperador Maximino, durante los juegos del anfiteatro, fue entregado a un oso para que lo devorara y como aún quedó con vida, al día siguiente le ataron piedras a los pies y lo echaron al mar.
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