Por: P. Felipe Santos | Fuente: Catholic.net
Obispo de Tasalónica
Noviembre 14
Etimológicamente significa vigilante. Viene de la lengua griega.
Este santo es muy poco conocido en el santoral. Hay que situarlo al final del imperio bizantino.
Era estudiante cuando los 20 años decidió irse al Monte Atos, uno de los monasterios más célebres en aquel tiempo.
En él se santificaron multitud de hombres siguiendo las huellas de Jesús mediante su entrega a la penitencia, a la contemplación y la plegaria.
El mismo se fabricó una ermita, lejos del gran monasterio para vivir mejor su intimidad con el Señor y su manera concreta de alcanzar la santidad.
Se dio cuenta de que lo más importante para él era tener la paz del corazón. Y entre los orientales existe una forma de orar muy simple pero eficaz. Consiste en repetir muchas veces una jaculatoria o invocación al nombre de Jesús, de la Virgen o de algún santo o santa.
La paz que buscaba se vio turbada por un filósofo calabrés que quería hacerlo hereje.
Gregorio supo mantenerse en su sitio y defendió con elegancia y con fina inteligencia a los monjes. Su experiencia espiritual se fundamenta en una teología que distingue en Dios la parte de inaccesible (la esencia) y la parte participativa (las energías).
A todo esto le siguieron controversias por muchos sitios y ambientes cristianos.
Pero, después de muchos años de controversias y de luchas, la doctrina de Gregorio la adoptó oficialmente la iglesia bizantina.
Debido a sus dotes intelectuales, a su santidad y a su estilo de vida evangélica, lo nombraron obispo de Tasalónica. Desarrolló una gran labor apostólica en su diócesis, en la que ya había estado san Pablo predicando al Cristo resucitado.
Su espiritualidad tiene plena actualidad entre muchos creyentes de Occidente. Murió santamente en el año 1360.
¡Felicidades a los Gregorios!
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