Etimológicamente: Luis = Aquel que es un guerrero ilustre, es de origen germánico.
Desde muy niño fue dado a la piedad. Pronto vistió el hábito carmelita en el convento de la Anunciación de Trápani.
Hizo su noviciado con grandes anhelos de perfección, entregándose más tarde por su profesión, al servicio de Dios con admirable generosidad.
Su humildad sufrió dura prueba cuando los superiores le mandaron se ordenara de sacerdote, pues, en su anonadamiento, nunca se juzgó digno de tan excelsa dignidad.
Cumplió ejemplarmente este sagrado ministerio, tanto en la predicación como en el confesonario.
Su prudencia y santidad de vida eran tan notorias que los superiores sometieron de nuevo su humildad a prueba nombrándole prior del convento reformado de Randazzo.
Los Procesos de canonización (1533 y 1573) documentan la santa vida de nuestro Beato como ferviente religioso, que supo conciliar los deberes de una observancia impecable con los de su amor al prójimo, al que le obligaba su deber sacerdotal siempre iluminado por la caridad.
Se decía de él que solamente el verle movía a devoción.
Al ver tanta santidad en un humilde religioso lleno de celo apostólico contra el vicio, un hombre perverso, Antonio Cataluccio, aprovechando la ocasión de que el Beato volvía de su postulación le arrojó una saeta a la cabeza, que lo dejó gravemente herido.
Malamente pudo llegar a su convento y aunque pidieron al Beato que denunciara al agresor, nunca quiso decirlo sino que de todo corazón lo perdonó e hizo por él especial oración.
Sufrió durante algunos meses fuertes dolores, que no le impidieron dedicarse a la más subida contemplación.
El Señor le reveló su cercano fin y el término de sus trabajos.
Recibidos los últimos sacramentos sin perder la paz y su total conformidad con la voluntad de Dios, exhaló su último suspiro en 1490.
El papa Gregorio XVI, el 1842, aprobó su culto, su oficio y su oración.
Su fiesta se celebra el 8 de mayo.
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