Fecha de beatificación: 4 de mayo de 1947 por el Papa Pío XII.
Su familia ocupaba una posición destacada; pero es poco lo que sabemos de la vida de Alexia hasta los diecisiete años.
A esa edad era una joven alta y hermosa, rubia, de constitución delicada, atractiva e inteligente; en una palabra, como lo hace notar Mons. Francis Gonne, Alexia era una joven sumamente espiritual.
Ella misma, en uno de sus escritos, nos informa que se distinguía en la música y la danza, que era muy popular y que tenía muchos admiradores. Alexia deja entender que se envanecía de todo esto.
A los diecinueve años tuvo el primero de los sueños que habían de jalonar su vida. Se vio en una iglesia, cerca del altar; a su lado se hallaba Nuestra Señora, vestida con un hábito religioso desconocido, hablándole: "Ven, hija mía, que yo misma voy a darte la bienvenida", le decía. Poco después, la familia Le Clerc fue a habitar a Hymont.
Ahí encontró Alexia a San Pedro Fourier, que era vicario de una parroquia de Mattaincourt, en las cercanías.
Un día que asistía a la misa en esa parroquia, Alexia oyó un ruido de tambor y vio al demonio que hacía bailar a los jóvenes "ebrios de alegría". En ese instante se operó la conversión de Alexia, quien nos dice: "Ahí mismo resolví no mezclarme con semejante compañía".
En la Misa de Navidad de 1597, Alexia Le Clerc, Ganthe André, Isabel y Juana de Louvroir se consagraron públicamente a Dios, funadando, bajo la Regla de san Agustín, la Congregación de Canonesas Regulares de Nuestra Señora.
En 1621, Alexia obtuvo permiso de renunciar al cargo de superiora local de Nancy, y entró en un corto período de extraordinaria paz, que fue el preludio de su muerte. Estaba enferma desde tiempo atrás. Los médicos la de clararon incurable, diagnóstico que desconsoló a todo Nancy, desde el duque y la duquesa de Lorena hasta las colegialas y los mendigos.
San Pedro Fournier acudió a toda prisa a Nancy, pero no pudo penetrar en la clausura, hasta que el obispo le autorizó a ello. La oyó en confesión y la preparó para el paso "de la muerte a la vida".
La beata se despidió solemnemente de la comunidad el día de la Epifanía, exhortando a sus religiosas al amor y la unión.
El fin llegó el 9 de enero, después de una larga agonía. La beata no había cumplido aún los cuarenta y seis años.
El Papa Pío XII la beatificó el 4 de Mayo de 1947.
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