Pedro Pascual, Santo



Nació en Valencia, España, en ese momento en poder de los musulmanes, hacia el año 1227.

Los moros dominaban todavía la ciudad con sus intransigencias religiosas y con los sufrimientos que les infligían a los cristianos.


El supo y buscó información acerca de cómo vivían los esclavos creyentes en Cristo.


Influenció a sus padres – que tenían dinero – para que rescataran a muchos.


Y justamente, uno de estos rescatados se convirtió en su preceptor.


Después de la reconquista cristiana, Pedro se fue a la universidad de París a seguir sus estudios.


A sus 29 años se doctoró y llegó a ser profesor del afanado centro. Llevado por el amor a Dios y a las tristes condiciones en que vivían los cristianos apresados por lo moros, pensó que su vocación estaba en hacerse sacerdote de la Orden de la Merced.


El fin de esta Orden era rescatar a los cautivos.

Con el tiempo lo eligieron obispo de Jaén, que estaba también bajo la dominación mora.


Apenas entró en la diócesis, comenzó por visitar a tofos sus fieles.


Era un predicador elocuente y contundente contra lo que hacían los invasores.


Llevado a la cárcel, desde ella siguió escribiendo. Debido a su prestigio y temiendo un motín, los moros lo dejaron en libertad.


Emprendió de nuevo su actividad pastoral e incluso la hacía con los mismos musulmanes. Lo arrestaron otra vez y lo condenaron a muerte.


Celebraba la misa en el calabozo. Y los guardias aprovecharon ese momento para decapitarlo, de rodillas, ante el altar. Era el año 1300.


Sepultado en la catedral de Baeza, su sepulcro ganó celebridad por las gracias que el Señor concedía por su intercesión. Su culto inmemorial fue confirmado por la Iglesia en 1670 y su canonización se llevó a efecto en 1675.


¡Felicidades a quien lleve este nombre!



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